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Bajo tus alas... ¿o garras? por sombra_larga

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Notas del capitulo:

perdonenme por favor, se que tarde mucho, pero estoy aqui de vueltas, prometo actualizar al menos todos los domingos.

Cap. 2 “gran confusión”

Alex bajo las largas escaleras del brazo de su padre, para enseguida ser atacado por “buitres” como diría su padre, muchas madres venían literalmente agarrando de la mano a sus hijos, solo para tener un poco de su atención, al parecer ya todos sabían que hoy elegiría esposo.

Y así, haciendo todo un recorrido de falsas sonrisas y engañosos comentarios pudo llegar hasta donde estaban sus amigos, era todavía muy temprano, ahora más que todo se hacían solo presentaciones y saludos, por lo que no había mucho problema si se sentaba a cotillear un rato.

-aquí es mi parada- bromeo a su padre soltándose de su brazo. Más solo encontró una seria mirada en la cara de su padre.

-escúchame bien-ordeno el rey-no quiero ni uno solo rumor, escándalo o tontería de parte tuyo ¿entendido? -

El solo atino a asentir no era muy común que su padre se enojara con él, por lo que no sabía cómo actuar en esas situaciones.

-bien- dijo sonriendo el mayor-disfruta tu fiesta hijo- le dio un apretón de hombro antes de irse a saludar todos los nobles junto a su bella esposa.

Dando un suspiro dio la vuelta para dirigirse a donde estaban sus mejores amigos.

Estaban los dos sentados en un enorme sillón rojo de terciopelo, comiendo y sin parar de reír y hablar en susurros. Uno de ellos era el duque Carlo de Glastone, doncel pelirrojo con pecas de ojos azules, casado desde hace ya tres años y con un pequeñito de un año. A su lado estaba el conde Alan de Pierce, doncel castaño de ojos verdes, casado hace un año y ahora embarazado de siete meses.

Los dos voltearon a verlo mientras llegaba, se pararon, Alan con un poco más de trabajo, y lo envolvieron en un efusivo abrazo.

-¡Alex por fin ya era hora!-saludo el pelirrojo mientras los tres se sentaban.

-¿tarde tanto en bajar?- pregunto mientras tomaba un poco de licor.

-no se refiere a eso-intervino Alan- ¡ya te habías tardado en encontrar marido!- los amigos rieron, menos Alex que no veía gracia al asunto.

-pues la verdad es más por la amenaza de mi padre-contesto molesto-por mi hubiera seguido soltero- aseguro

Esa afirmación dejo boquiabiertos a sus amigos, para ellos un doncel de la edad de su amigo ya debería estar casado y mínimo embarazado, más siendo el hijo del rey. No sabían porque esperar tanto, ellos siempre habían soñado con el día de su boda y con los hijos que tendrían que cuidar después.

-bueno que más da- desvió Alex al notar la incomodidad de sus amigos-¿Cómo va tu embarazo Alan?- pregunto más por educación que por interés, a él no le gustaban mucho los niños.

-bien, lo disfruto mucho, es una etapa maravillosa-sonrió acariciando el redondo vientre-mi marido está feliz de la vida, siempre está acariciando mi barriga-

-yo también disfrute tener mucho a mi pequeño dentro-comento Carlo.

Alex jamás se imaginó teniendo hijos, siempre los había visto como cosas que secretaban de todo y lloraban la mayor parte del tiempo, así que si tuviera que hablar de su lado maternal se podría decir que era un rotundo cero en el tema.

-¿y sus maridos, donde están?-

-de seguro con los varones fumando en la terraza-contesto el pelirrojo.

-y bien ¿tenemos alguna preferencia esta noche?-pregunto Alan, más emocionado que el mismo Alex.

-pues la verdad no-contesto resignado-no me interesa nadie-

-eso no importa, con tantos hombres guapos ya encontraremos algo-animo Carlo

 

Después de un rato de charla, Alex decidió levantarse, ya era hora de empezar a ver los prospectos, conoció a muchos hombres en pocos minutos, príncipes de tierras lejanas, guerreros intrépidos, nobles estirados, aventureros llenos de tesoros, le habían estado adulando y mimando.

Pero nadie le hacía sentir especial, nadie, solo eran caras falsas, sonrisas falsas, palabras vacías.

 

 

No tenía idea de que haría, pero entre todos los prospectos había uno que jamás de los jamases aceptaría, era un hombre tan, tan… no haba descripción solo una frase lo definiría: cabron de mierda.

El tal príncipe Julio Rishwell, se había presentado ante el cómo un guapo hombre castaño de ojos increíblemente verdes esmeralda, bastante aceptable, todo eso hasta que abrió la boca.

-príncipe Julio Rishwell su futuro marido- se presentó prepotente.

-¿y que le hace creer eso mi príncipe?- intento contener su enojo, tal vez le siguiese el juego.

Ambos se encontraban a las afueras de la pista de baile, en el inicio del jardín, tomados del brazo, caminado de aquí a ahí.

-por que se que soy guapo y todas las mujeres me desean- tal vez si lo hubiera dicho bromeando, pero lo decía tan enserio que resultaba irritante-además nuestros padres son amigos de infancia, por lo tanto, ya tengo la aprobación de tu padre, así que será mejor que te vayas acostumbrando a llamarme marido-agrego con orgullo.

-no debería estar tan confiado príncipe- tuvo que contar hasta cien en su cabeza, y recordar la promesa que le había hecho a su padre.

Por estar perdido en sus pensamientos no se dio cuenta de que se habían internado en el jardín, solo hasta que escucho el sonido de la fuente.

-creo que deberíamos volver a la fiesta-comento más así mismo.

-yo creo que podemos pasar un gran rato- para sorpresa de Alex el hombre lo jalo del brazo para estampar su boca contra la suya, intento zafarse, pero el hombre era mucho más fuerte que el.

El varón le agarro de las muñecas pasándolas por detrás de su espalda, el doncel se revolvió como gusano, intentando escapar del agarre, el más alto lo empujo sin dejarle de morder los labios, intentando colar su lengua a esa deliciosa boca.

Alex podía sentir como el hijo de puta restregaba su erección contra su pierna. Intento dar un rodillazo en esta, pero el vestido entorpecía sus movimientos.

Para la fortuna del doncel, el idiota se olvidó de la fuente. Los cayeron de lleno al agua, no era profundo, pero si lo suficiente para dejarlos empapados. El rubio salió furioso entre chapuseos y maldiciones. Se giro y fulmino con la mirada al hombre que todavía salía del agua igual de furioso.

-¡jamás! ¿Entiendes? ¡jamás  serás mi esposo, aunque seas el último hombre en el mundo!- salió de ahí aun susurrando insultos contra el género masculino. Sin saber que unos pares ojos lo observaban.

Ahora se encontraba en los pasillos del palacio, más concretamente en el segundo piso de camino a su habitación, haba entrado por la parte de la concina, para no causar ningún revuelo, ya se podía imaginar su aspecto, por la horrorizada cara de sus criados.

Sentía sus ropas extremadamente pesadas, disminuyo el paso una vez esfumado el enojo, si había algo que no le gustaba de sí mismo, era lo rápido que se iba su enojo.

El pasillo que dirigía a sus habitaciones estaba tapizado de cuadros de sus antepasados.  Cuando veía a los donceles o mujeres en las pinturas lo único que veía eran máscaras de felicidad, las sonrisas cosidas por sus maridos, la postura perfecta puesta por la sociedad, él no quería eso.

De todas las pinturas, de todos los matrimonios, solo había una, una que realmente se veía feliz, que se notaba el amor en la mirada del otro. Se encontraba junto a su cuarto, era el penúltimo de los cuadros, era su padre y su papi.

Era la única imagen que tenia de él, se podía ver a un joven Christopher abrazar por detrás a un hermoso muchacho de cuanto mucho dieciséis años, el pelo pelinegro trenzado y los ojos violetas radiantes de felicidad, tenía un hermoso vestido cobre, lo que hacía resaltar el arete rojo que colgaba de su oreja.

Su padre le había comentado que el cuadro lo habían mandado a hacer el día que se habían enterado de que André se encontraba en estado.  Se notaba el amor y la felicidad en toda la pintura.

Con un suspiro entro al cuarto para cambiarse, se desnudo  para luego ir a buscar una toalla para secarse la larga cabellera.

-¿Qué se supone que me ponga ahora?- suspiro, tenía muchos trajes, pero en verdad le había gustado el traje rojo.

-te ves hermoso así como estas- una voz surgió  de la puerta- no necesitas nada-

Ante Alex se encontraba un hombre ya mayor de ojos negros al igual que su pelo y con una abundante barba bien cuidada.

Lo primero que se le vino a la cabeza fue lanzarse a correr a la cama. Estaba desnudo frente al esposo de su amigo… desnudo.

-por que tanto pudor príncipe- el hombre se acercó con una maliciosa sonrisa- si es bien conocido lo que haces con los varones todos los días- se acercó hasta quedar en la punta de la cama.

-qu-que haces-se maldijo por el tartamudeo, pero es que en verdad tenía miedo.

-veo a un hermoso doncel- de un súbito movimiento le agarro de las piernas, lo arrastro hasta que llego al final de la cama, el de barba se metió entre las delgadas piernas- te vi hace rato con ese hombre, eran verdad los rumores-

El hombre se deleitó ante la visión, el doncel temblaba bajo el, el cabello aun mojado se le pegaba al pecho cubriéndole los pezones. Los ojos violetas lo miraban horrorizado, bajo su boca para darle una larga lamida al largo cuello.

-pudiste ser mío- le susurro al oído- pero te negaste-

-no se dé que hablas-dijo Alex, era verdad, no sabía porque el hombre encima de el hacia esto, estaba casado y pronto seria padre.

-¿no recuerdas?- el cuerpo bajo él se estremeció cuando lamio los pezones-pedí tu mano a tu padre, pero nunca logre verte, solo te negaste sin conocerme, por eso no tuve otra opción que casarme con tu amigo-

-rechazo a la mitad de mis pretendientes sin conocerlos, así que quítate de encima- el carácter había vuelto, no iba a dejar que un conducho hiciera lo que quisiera- ¡quítate!- le dio un rodillazo en la entrepierna.

-¡maldita perra!- a pesar del dolor le agarro por las muñecas para inmovilizarlo, se bajó los pantalones y saco su despierta verga – te voy a follar hasta que no puedas moverte-

Empezó a gritar y revolverse, el conde no podía penetrarlo debido a los movimientos desesperados que hacia el otro.

Debido a los gritos y los movimientos violentos. Ambos no oyeron los pasos en el pasillo, no hasta que fue demasiado tarde, cuando oyeron el fuerte grito del doncel embarazado.

-¡Alexander!- el grito de su amigo resonó por todo el cuarto, hasta llegar al salón de fiestas.

El doncel en la puertas no podía creer lo que veía, su esposo, su amado esposo se revolcaba con un de sus mejores amigos, el solo estaba ayudando el rey  estaba preocupado por su hijo ya que hace mucho que nade lo veía.

-¡no es lo que parece!- en cuanto dijo esa frase se arrepintió, esa frase tal vez era el mayor de todos los clichés.

-eres un maldito- el embarazado solo podía pensar en todos los rumores que corrían acerca de su amigo, y que siempre se negó a creer- ¿Por qué? Estoy seguro de que lo sedujiste ¿verdad?-

-no no no, claro que no por favor créeme- el rubio se había levantado sin importarle ya su desnudes, había visto la cara de satisfacción del hombre y eso no le gustaba nada.

-es cierto cariño, por favor perdóname, deje ganar la lujuria que proeza este muchacho- el muy hijo de puta le había echado la culpa.

Y porque no, la cereza del pastel. Todos los invitados empezaron a llegar por los gritos, y todos me vieron desnudo y a un hombre con los pantalones a medio abrochar.

Conclusión: la zorra del príncipe sedujo al esposo de su amigo…embarazado.

-¡¡Alexander!!- ese fue el grito del rey,  que resonó hasta los lugares más recónditos del castillo.

 

Mientras tanto un grupo de enormes bestias surcaban el cielo, moviendo las enormes alas, uno de ellos, increíblemente blanco, descendió, las demás bestias lo siguieron hasta tocar tierra, más específicamente en un prado con restos de nieve.

Las magníficas criaturas fueron cambiando de forma, en una espesa nube de humo, para tomar forma humana, exceptuando los ojos de gato que brillaban en la noche.

-descansaremos unas cuantas horas- ordeno una rasposa voz-ya pasamos el mayor peligro-

-hermano-un doncel con redonda barriga se acercó a el-¿no deberíamos alejarnos un poco más? Los humanos solo están a unos cuantos kilómetros-

-no te preocupes- le acaricio la desnuda espalda- recuerda que hoy tenían una fiesta, no creo que alguien recorra este camino hasta entrada la madrugada-

 

Por lo contrario, la fiesta había acabado casi después de haber empezado, y no era para menos hasta el más borracho de la fiesta había sido inteligente para irse de aquel palacio donde la ola de furia del rey abrasaba hasta la última persona.

En ese momento Alex se encontraba en su cuarto bajo llave, solo con una bata y esperando la sentencia de muerte.

Todo su cuerpo estaba temblando, jamás, nunca su padre le habia dirigido es mirada, un cargada de enojo, tristeza y decepción.

Se miro las uñas, haciendo una mueca de disgustado, se había comido hasta la cutícula. No sabía que esperar, hasta él se había horrorizado, todos los nobles del reino y de otros vecino, lo habían visto desnudo, y peleando con el esposo que los habia “descubierto”.

Su calvario termino cuando la puerta se abrió, dejando pasar a su padre.

-Alexander- trago saliva al oír su nombre completo- te informo que te casaras con el príncipe Julio Rishwell-

-¡papá, por favor el no yo…!- no pudo terminar al sentir como la mano de su padre le cruzaba la cara con una fuerte cachetada.

-¡no te atrevas a replicarme!-grito el rey con furia-¡ya es hora que crezcas! ¡deja  tus majaderías, por que nadie te sacara de esto!- bajo la mano aun alzada- avergonzaste no solo a tu pueblo sino también al rey, te iras de este reino y te casaras con ese hombre, empaca tus cosas, te iras en una hora-

El rey salió del cuarto, dejando a un Alex tirado y llorando desesperadamente.

Una hora exacta después, el rey veía desde su despacho como el carruaje zarpaba con su hijo adentro,  no había tenido corazón para despedirse. Solo esperaba que estuviera bien y supiera aceptar las consecuencias de sus actos

Notas finales:

Gracias por leer


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