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Patricio por aleii

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Notas del capitulo:

Hola hola!!!

Buenoooo para los que ya me conocen, aqui les

traigo una nueva historia hoho :B aun cuando las otras

estan incompletas!!!

Pero bueno, escribo lo que se me ocurre y

lo que sale haha y aqui esta esta nueva historia (:

Espero la disfruten!!

 

Saludos!!

 

No era fácil imaginar mi vida antes de Patricio. A veces podía pasarme horas e incluso días, con mis pensamientos sumergidos en cómo eran las cosas en el pasado. Pero en realidad no me podía ver sin él.

Quizás lo único que podía evocar en mi mente eran los últimos momentos, los últimos instantes antes de conocerlo.

Antes de perder mí libertad.

Aquellas horas en las cuales él no significaba nada en mi vida, y en las cuales yo solo era un chico… un simple chico sentado en un vagón del metro, con un gorro negro de lana.

Solo era eso, no había más.

 

 

 

Todo comenzó un 28 de octubre, cerca de las siete de la tarde. El metro iba casi vació-¡un milagro!-y únicamente viajaba acompañado de dos tipos trajeados y de lentes que no hablaban de otra cosa más que de números; y un grupo de chicos sudorosos con la adrenalina al tope, que por lo que alcanzaba a escuchar, acababan de ganar un partido de soccer y ahora, iban de regreso a sus casas luego de festejar.

 

Pero todas aquellas conversaciones se vieron interrumpidas cuando por el altavoz se anunció la siguiente estación, y entonces todos nos pusimos de pie, agarrando nuestras pertenencias, listos para salir.

 

Fuera, la estación rebozaba de personas con trajes obscuros, portafolios y caras apresuradas, que corrían de un lado para otro, sin detenerse un instante.

El ruido, por otra parte, era aturdidor. Una cacofonía de pies que se arrastraban y voces que se alzaban, gritos de las personas de los puestos, chirridos de ruedas, el sonido de los celulares; todo esto mezclado hasta formar un ruido vasto que se arremolinaba, zumbando a mi alrededor.

 

Camine tambaleante entre aquel gran número de personas, intentando llegar a mis destino. Y cuando por fin logra dar con la salida, me encontré con que la noche inundaba todo. Lo único que daba un poco de luz al entorno eran los autos, camiones y taxis, con sus luces parpadeantes que se reflejaban en mis ojos al pasar.

Y al llegar ahí, y toparme con todo aquello… no pude más que soltar un largo suspiro, preguntándome que es lo que hacía en este lugar y a estas horas… ¿de verdad valía la pena haber venido hasta acá? ¡Y todo por una tonta fiesta!. Tenía que comenzar a pensar cuales eran mis prioridades, y no dejarme llevar por la simple mención de palabras como “alcohol” “chicos guapos” y “sexo seguro”, que me arrastraban a este tipo de situaciones.

 

Además, estos rumbos eran poco conocidos para mí y en esta ocasión google maps no había sido de mucha ayuda. Aun así, intente visualizar en mi mente la ruta que había aparecido en mi ordenador hace solo unas horas, cuando buscaba la forma de llegar. Pero ahora solo podía recordar los nombres de algunas calles que no tenían ningún significado y que solo lograban llenarme de desesperación.

 

Resople, sintiéndome frustrado y tonto por haber pensado que sería una buena idea el salir el viernes por la noche, yendo a un lugar que apenas conocía, y que además, era poco seguro que fuera lo que prometía ser. Tenía unas altas expectativas sobre lo que me encontraría, y lo más probable es que terminara yendo a una pequeña fiesta llena de adolescentes hormonales, que apenas si compartían una lata de cerveza entre varios.

 

Aun así, mire hacia los lados de la calle, intentando recordar con exactitud el mapa. Cerré los ojos, visualizándolo en mi mente una vez más.

 

¿Izquierda o derecha?

¿Hacia aquí o hacia allá?

 

Imposible. Era imposible recordarlo con exactitud, ¿y ahora que hacía?

 

Mire hacia el lado izquierdo y comencé a avanzar, pero entonces a mitad del camino me detuve, regresando al lugar de origen.

Lo mejor era repasar mi plan… aunque en realidad ¿Cuál era el plan?, no tenía ninguno. Y no tenía ningún plan B u otra opción… ¡cielos! ¿Por qué había llegado a pensar que sería sencillo llegar hasta la casa de Andrés, el anfitrión de la fiesta?, apenas nos conocíamos, y ahora comenzaba a preguntarme el porque me había invitado. Apenas si habíamos cruzado unas cuantas palabras en clase.

 

Ahora veía que las cosas eran bastante difíciles.

 

Tocaba el turno del lado derecho. Observe hacia esa parte de la calle, y opte por caminar unos cuantos pasos… pero nuevamente me detuve.

 

¿Qué demonios estaba haciendo?, no tenía ni puta idea de donde estaba parado, y sin embargo quería comenzar una aventura. Al menos, su me hubiera acompañado Daniela, mi mejor amiga, podría intentarlo. Pero contando únicamente con mi presencia y con unos cuantos pesos, sabía que esto terminaría mal.

 

Y aun así no me daba por vencido, así que regrese al punto de origen, decidido a aclarar mis ideas y tomar la mejor decisión. Quizás sería bueno gastar el poco crédito que me quedaba en echar una mirada a aquel mapa de google.

 

Y eso hice. Pero ahora había llegado a la segunda conclusión del día-aparte de que era un idiota iluso-y era que no tenía ninguna idea de cómo leer un mapa. Y ya estaba comenzando a alterarme seriamente… así que opte por mandar todo a la goma y tomar el camino que fuera. Ya no importaba.

 

Gire hacia la derecha, con paso firme y mirada decidida, pero, una vez más, sentí como me quedaba pegado al suelo.

 

No… era una mala idea.

 

Así que giré a medias, pensando en regresar a casa, cuando escuche una voz a mis espaldas.

 

-Ya, decídete

 

Era la voz de un chico, alta y clara, que había logrado abrirse paso entre todo el caos y conflicto mental que estaba teniendo.

 

Di la vuelta, girando hacia donde se encontraba, y ahí estaba él, detenido en el quicio de una farmacia, recargado en la pared, sonriéndome.

 

Era una de aquellas sonrisas de chico malo de cuento, que logra dejarte con las piernas temblorosas y la mirada perdida.

 

¡Y Dios, como sonreía!

 

Al verlo, no hice nada. No podía hacer nada. Apenas conseguía respirar y pensar y mantener la mirada sobre él. Quería contemplarlo todo, por completo… su cara, sus labios, sus mejillas, sus oscuros ojos almendrados. Su cuello, sus brazos, el contorno de su cuerpo. Su tez pálida. El brillo de su cabello negro atado en una cola de caballo.

 

Vestía un ceñido pantalón negro, y una larga camisa de cuadros roja. Luego, también las pulseras en su muñeca, la cruz de plata en su cuello, y las botas de cuero negro…

 

Y yo seguía sin saber que hacer

 

¿Qué se suponía que debía hacer?

 

Podía sentir mis pies clavados al suelo, y mis ojos pegados a aquel chico… y me era imposible alejar la mirada. Sentía que siquiera intentarlo era algo impensable. Aun cuando sabía que seguramente resultaba incómodo y grosero de mi parte el observarlo de aquella forma.

 

-Lindo gorro-señaló, ladeando la cabeza y mirándome de soslayo

 

Sin pensarlo, llevé mi mano hasta la cabeza y toque mi viejo gorro de lana. Aquel gorro que me encantaba usar en las noches frías y de lluvia.

 

Le gustaba ese gorro.

 

MI gorro

 

-Ah…si-dije

“Ah…si”, vaya, que devastador. Que frase más absurda para “impactar” y dejar una buena primera impresión.

 

Ahora el chico se disponía a partir. Había doblado en su mano una pequeña bolsa de plástico, se había apartado de la pared y ahora comenzaba a alejarse. Así, nada más. Se iba.

 

Antes de perderse por completo en aquel caos, lanzó una pequeña sonrisa en mi dirección, y luego se fundió en el mundo de gente, que lo absorbió sin piedad.

 

“No”, pensé

“Espera…”, quise decir

“No te vayas”

 

Pero ya era demasiado tarde. Se había ido.

 

Mierda.

 

Estuve ahí parado durante un rato, mirando hacia donde se había ido el chico, repasando una y otra vez aquella escena en mi cabeza…

Yo… había sido un grandísimo idiota… ¡un total imbécil!, quedándome mirándolo tan fijamente, babeando totalmente por él, como un completo loco con las hormonas al tope. Eso era.

 

Además, de igual manera, ¿Qué pensaba que podía llegar a pasar?, ¿Qué me terminara invitando a bailar? ¿A comer? ¿A tener una alocada noche de sexo?, ni pensarlo. Ni siquiera sabía si era gay o acaso bisexual, y menos si tenía una pequeña oportunidad de estar con un chico tan guapo como él.

 

Sacudí la cabeza y comencé a moverme, intentando olvidar el asunto, tratando de no pensar más en ese instante casi mágico en el cual él había ladeado la cabeza y había sonreído…

 

Por favor Alex, ya no pienses más en eso, me reprendí.

 

Lo mejor era concentrarme en la marea de peatones que me arrastraban con la corriente. Y yo sin darme cuenta. En realidad no sabía hacia donde me dirigía. Comencé a rodear para evitar la multitud, pero había demasiada gente desplazándose en la misma dirección.

 

Atravesé junto a aquel grupo de personas una calle con mucho tráfico, y luego seguimos avanzando hasta el otro extremo. A medida que la muchedumbre comenzó a disolverse, todos desplazándose en diferentes direcciones, logre apartarme y mirar a mí alrededor, para entender donde me encontraba. Hacía donde me había empujado la masa.

 

Frente a mí se encontraba una cafetería, un par de puestos de comida, un banco, una intersección, y cientos de semáforos y calles. Lo único que me era familiar era un enorme McDonald´s en el extremo opuesto.

 

Decidí que lo mejor que podía hacer era ir hasta allá, comprarme una hamburguesa, y luego, quizás, llorar mi mala suerte.

 

 

 

El lugar estaba bastante lleno. La mayor parte de las mesas ya estaban ocupadas pero aún había algunas vacías. Había también una larga fila de gente conformada por señoras con sus hijos, parejas mayores y algunos chicos que parecían haber salido de la escuela.

 

Me forme al final de la fila, comenzando a pensar en las posibles opciones… ¿Qué podía hacer ahora? ¿Debía intentar ir a la fiesta o ya era hora de darme por vencido?... ahora comprendía que Daniela tenía razón… esto había sido una mala idea desde el principio. Solo que hasta ahora lo había llegado a comprender.

 

La fila avanzó y fue cuando decidí mirar hacia la lista de comida y precios. Aunque ya sabía que pediría. Siempre ordenaba lo mismo, un cuarto de libra con queso, unas papas y un refresco mediano.

 

Comencé a rebuscar la cartera en mi morral, revolviendo aún más el mundo de cosas que había dentro, y cuando por fin  di con él, me encontré con que esta estaba atorada con el forro. Al sacarlo, jalando con todas mis fuerzas, el resultado fue que un puñado de monedas salió volando en todas direcciones.

¡Oh, perfecto!

 

Por supuesto, sin faltar a su costumbre, la gente volteo a mirarme, seguramente pensando que era chico muy torpe. Pues bien, ya lo sabía, no necesitaba sentir sus miradas para darme cuenta de que a lo largo de la noche me había comportado un poco más tonto de lo normal.

 

Mire a mi alrededor, y comencé a recoger las monedas que alcanzaba a ver, las otras seguramente estaban demasiado lejos como para notarlas, o quizás alguien hubiera aprovechado que no lo miraba, y las había recogido.

 

El punto es que de los treinta pesos de cambio que tenía, termine con quince.

 

Y como no estaba entre mis planes el ir por todo el lugar, buscando el dinero que me faltaba, simplemente guarde en mi bolsillo lo que había encontrado y luego me cruce de brazos, ajeno a todo y todos.

 

Pero entonces una chica se me acercó para entregarme una moneda de diez pesos.

 

-Gracias-le dije, mostrándole una gran sonrisa por su amabilidad.

 

-Hay otra por allá, rodo debajo de esa mesa-comentó, señalando hacia un punto  a lo lejos

 

-Ah, bien-murmuré, observando de soslayo la mesa de la que hablaba; ¡qué bien!, estaba llena de chicas universitarias, que no dejaban de parlotear sobre alguna cosa que parecía increíblemente graciosa, ya que no dejaban de reír-supongo que la recogeré luego

 

Podía irme olvidando del dinero. No podía siquiera imaginarme la vergonzosa escena que podía desarrollarse si yo fuera hasta allá, y decidiera hurgar debajo de la mesa de aquel grupo de chicas. Estaba más que seguro de que me comerían vivo. ¡Digo!, un simple chico de  dieciséis años, demasiado flacucho y pálido, apareciendo frente a ellas… bueno… era siquiera ridículo pensarlo.

 

La chica que me había devuelto la moneda se encogió de hombros y luego volvió a la fila. Mire hacia el suelo, pensando en que sería buena idea comenzar a hacer ejercicio y hacerme de unos buenos abdominales. Al menos de esa forma no me vería exageradamente femenino y “demasiado gay”, como solía decir Daniela, cuando se ponía en plan burlón.

 

Entonces, sorpresivamente, alguien me toco el hombro, y dijo:

 

-¿Quieres que yo la recoja?

 

Al principio estaba demasiado ensimismado en mi mundo de fantasía como para reconocer la voz. Era solo la voz de otro buen samaritano. Suspire para mis adentros, listo para decir “no, gracias”, pero al voltear y descubrir quién era, las palabras se me esfumaron de la cabeza.

 

Todo desapareció.

 

Era él, por supuesto. El chico de la farmacia.

 

-No son tan malas como lucen-dijo

 

Intente preguntar ¿Quiénes?, pero nuevamente mi mente se había quedado en blanco, y lo único que conseguí hacer fue una clase de mohín o puchero de niño pequeño.

 

El chico sonrío.

 

-Hablo de esas chicas de la mesa. Estoy seguro de que no son tan terribles como parecen. No pasara nada por que vayas hasta allá e intentes recuperar tu moneda-aseguró

 

-Oh…-murmuré

 

Me miró aún más fijamente y sentí que me hundía en sus ojos.

 

Su cabeza se sacudió en una pequeña risita, luego dio una vuelta y camino hacia la mesa donde estaban sentadas las chicas universitarias. Alzaron la vista mientras él se acercaba. El chico levanto la mano, saludando, y dijo algo. Una de las chicas se encogió de hombros y luego le mostro la mejor de sus sonrisas, seguramente coqueteando. El chico también sonrió, y luego se inclinó, recogiendo la moneda. Al agacharse, su pantalón se pegó contra su trasero y las chicas se inclinaron para observarlo mejor. Una de ellas se puso roja como tomate, comenzando a reír con fuerza… como si aquella visión fuera demasiado para ella.

 

El chico por fin se irguió, se despidió de aquellas chicas y volvió a mi lado.

 

-Toma-dijo, pasándome la moneda

 

-Gracias, pero… no tenías que…

 

-No hay problema

 

-Oh bueno, entonces… supongo que… ¿quieres algo de comer?-pregunte

 

-Pensé que nunca lo dirías-contesto el chico sonriendo

 

 

 

Nos encontrábamos en una mesa de la ventana, cerca del área de juegos infantiles. Yo, había comprado lo de siempre y el chico había elegido únicamente una caja de papitas y un enorme vaso de refresco.

 

-¿Seguro de que eso es lo único que quieres comer?-pregunté, mirando su escasa comida

 

El asintió, mientras sorbía del popote con fuerza, bebiendo con excesiva concentración. Me encogí de hombros y comencé a desenvolver mi hamburguesa, sintiendo como unos retortijones atacaban a mi estómago. Aunque aún no estaba seguro si era a causa del hambre que tenía, o de los nervios que comenzaban a atacar mi cuerpo.

 

Mordí aquella mezcla de pan, queso y carne, disfrutando del sabor que daban los pepinillos extras…

 

-¿Vas a encontrarte con alguien?-preguntó de pronto el chico, haciéndome olvidar rápidamente del placer de la comida

 

-En realidad, no-dije

 

-¿Y entonces?, ¿Qué haces por acá?-preguntó, recargando su barbilla sobre sus manos, mirándome con curiosidad-se nota que no conoces estos rumbos

 

-Oh bueno… se supone que iba a una fiesta-conteste

 

-Mmm, ¿se supone?-dijo, continuando con aquel listado de preguntas

 

-Estoy perdido-comenté, esbozando una media sonrisa, esperando que no pensara que era un tonto

 

-Ya veo-murmuró y entonces volvió a su refresco por un momento. Yo, por mi parte, continúe mordisqueando mi hamburguesa, ya sin tanto interés en ella…

 

Luego ambos alzamos las miradas

 

-Así que eres un chico perdido

 

-Algo así-susurré

 

-¿Y aun piensas en ir a esa fiesta?-preguntó

 

-Supongo que ya no

 

-Hubo una vez… creo que fue a tu edad… que escape de casa para ir a una super fiesta, que darían los chicos “cool” de mi escuela-comenzó a contar, con la mirada perdida en la nada, seguramente sumiéndose en los recuerdos-tengo que confesar que fue realmente increíble. Aun cuando me tarde años en dar con la casa-dijo, regresando sus ojos hacia mi rostro-si realmente quieres ir, te acompaño, conozco esta parte de la ciudad a la perfección

 

Cuando lo escuche decir aquello, no pude evitar que una enorme sonrisa asomara a mi rostro.

 

Al verme sonreír la cara del chico cambio. No pensé que fuera posible que tuviera una faceta de él aún más hermosa.

 

-Es la primera vez que te veo sonreír de verdad-dijo, mirándome a los ojos-deberías hacerlo más a menudo. Te ves realmente bien.

 

Tuve que desviar la mirada al escucharlo. Podía notar como mis mejillas ardían, y lo más probable es que estuviera tan rojo como aquella chica universitaria lo había estado al observar su trasero de cerca.

 

-No creas que te estoy ligando ni nada parecido. Solo te decía, ya sabes… tienes una bonita sonrisa. Nada más-comenzó a decir-¿o prefieres que te diga que eres feo?

 

Alce la vista, mostrando una pequeña sonrisa

 

-Bueno, así está mejor-dijo-por cierto, me llamo Patricio

 

-Alejandro-dije-aunque todo mundo me dice Alex

 

-Entonces será Alex-murmuró-ah, y gracias por las papas y el refresco

 

-De nada

 

Por un segundo, nos miramos riendo como tontos, y nuevamente los nervios se apoderaron de mí, superándome, y tuve que esconder la mirada, alejándola que la profundidad de sus ojos.

 

Patricio soltó una risita

 

-¿Qué?-pregunté

 

-Tú

 

-¿Eh?

 

-Nada, nada…-murmuró, sin que aquella sonrisita se borrara de su rostro. Luego, metió su mano dentro de uno de sus bolsillos, algo que me pareció toda una hazaña, ya que pensaba que era imposible introducir algo dentro de ese pantalón tan ajustado. Extrajo un paquete de cigarrillos, saco uno y lo encendió en medio de aquel lugar.

 

-¿Quieres uno?-preguntó

 

Mire hacia la cajetilla y me pregunte cuales serían las posibilidades de comenzar a ahogarme al aparentar lo genial que era…

 

-No fumo-dije finalmente, optando por la vía de la honestidad-pero… ¿seguro de que no van a venir a sacarnos?

 

No dijo nada y simplemente se encogió de hombros, exhalando el humo, tirando las cenizas sobre una servilleta usada que se encontraba en la mesa. Luego observo a su alrededor, deteniendo su mirada un momento en la mesa de las chicas, para luego pasarla a la ventana. Segundos después dio otra fumada a su cigarro y volvió a mirarme. Sus ojos sonrieron al toparse con mi gorro.

 

-¿Usas eso todo el tiempo?-preguntó

 

-No siempre

 

-Es lindo

 

-Gracias

 

-¿Por qué no te lo quitas?

 

-¿Para qué?

 

-Quiero ver si el resto de tu cabello esta tan despeinado como los mechones que alcanzo a ver

 

Y nuevamente comencé a sentirme incómodo. Me sentía evaluado por aquel chico llamado Patricio.

 

-De verdad esperas que te haga caso y me lo quite ¿cierto?-dije en un suspiro

 

El simplemente se quedó observándome, sin alejar la mirada

 

Sin otra opción, termine por sacarme el gorro de la cabeza, dejando a la vista mi enmarañado cabello. Tal vez tendría que haberle hecho caso a Daniela, dejando que planchara aquella pelusa indomable.

Al menos ahora no me encontraría en esta bochornosa situación.

 

-¡Guau! ¿Cómo le haces para que quede tan desarreglado?-preguntó sorprendido, abriendo sus ojos

 

-Años y años de arduo trabajo-murmuré

 

Y Patricio comenzó a reír

 

-No es broma-dije-el chiste del cabello desarreglado es hacer que se vea desarreglado sin que parezca que debe verse desarreglado

 

-Pues has hecho un excelente trabajo

 

-Gracias

 

-De nada

 

Esta vez no desvié la mirada. Simplemente sonreí, comenzando a comprender que estaba hablando con un chico. No solo estaba sentado, farfullando algunas frases entrecortadas, reamente estaba manteniendo una conversación. Y aquello era verdaderamente asombroso, pues casi nunca me sentía a gusto hablando con chicos que no fueran mi padre, mi hermano, mis primos o mis amigos Javier y Esteban. Siempre me sentía nervioso, aunque seguramente eso se debía a las malas experiencias que había tenido antes.

 

No hacía falta remarcar que era gay. Y bueno, las relaciones eran un poquitín más complicadas de esta forma.

 

Pero ahora, sentado aquí, con él, no podía sentirme más que feliz. Patricio realmente me gustaba. Y mucho. Me gustaba como lucía: su cara, sus labios, sus ojos, su piel. Y me fascinaba como olía: a jabón, con un ligero aroma a fragancia masculina. Todo en él me emocionaba. Me hacía sentir acalorado y fresco. Me daba frío y me hacía arder. Ponía mi cuerpo al revés, dejándolo indefenso. Estar con él era como una descarga de adrenalina constante…

 

Aunque aún no comprendía que hacía aquí conmigo, con un simple chico que vivía en algún lugar lejano, que se había perdido.

 

No pude evitar echarle una mirada. Estaba inclinado sobre la mesa, con la barbilla descansando sobre su mano. Fumaba el cigarrillo, mirando perezosamente a su alrededor. Sus ojos brillaban oscuros, cubiertos por sus largas y negras pestañas. Y aunque se veía increíblemente bien en general, había algo en su mirada que me perturbaba, algo que aún no alcanzaba a comprender.

 

-Tengo curiosidad-hablo de repente, sacándome de mis profundos pensamientos-¿Qué edad tienes?

 

-Dieciséis-le solté, sin detenerme a pensar

 

-Eres pequeño-se burló, arqueando una ceja-pero valiente

 

-¿Y tú?-pregunté

 

-Yo también soy valiente-murmuró, sonriendo

 

También sonreí

 

-No hablo de eso-lo corregí

 

-Ya lo sé-dijo-tengo veintidós años. Creo que tengo un poco más experiencia que tú-añadió, dándole una calada a su cigarrillo

 

-Vaya, no pensé que fueras tan grande-susurré

 

-¿Me estás llamando viejo?-preguntó, soltando una risita

 

-No, no, solo que… te ves más joven-comenté, mirando su rostro con detenimiento.

 

Por primera vez, me sentía ligeramente triste. Este chico tan guapo que se encontraba frente a mí, me llevaba seis años. Lo más seguro es que aun cuando hubiera la posibilidad de que fuera como yo-ósea, que le gustaran los hombres-él jamás se fijaría en alguien tan joven. Bueno, que ni yo me fijaría en alguien tan chico.

 

-Soy tragaños, no te dejes engañar-afirmó, guiñándome un ojo-y cuéntame un poco sobre ti, estas cursando… ¿primer año de prepa?

 

-Sí

 

-Odiaba la preparatoria-susurró

 

-Bueno, no es lo mejor de la vida-comenté-pero supongo que no es tan mala

 

Sus ojos se alzaron y me observaron fijamente

 

-Y sobre esa fiesta… ¿Dónde queda exactamente?-preguntó

 

-Ah, en realidad, no lo sé con exactitud, al salir del metro me puse a checar en google maps pero entonces me di cuenta de que no sabía leer mapas y…

 

En ese momento me interrumpí. Patricio había dejado de escucharme. Se había enderezado y miraba sobre mi hombro, con expresión asustada

 

-¿Estas bien?-dije

 

Pero él pareció no escucharme, sus ojos estaban clavados en aquel punto a mis espaldas y su rostro había palidecido.

 

-Mierda-susurró en voz baja

 

-¿Qué?

 

-No voltees-susurró, comenzando a sonreír de una forma demasiado artificial.

 

Sus manos temblaban, y apenas lograba sostener lo que quedaba de su cigarrillo y por un momento me pregunte que sucedía. Pero entonces una sombra cayó sobre la mesa, helando el ambiente.

 

 

 

Un tipo de cabello castaño se sentó entre nosotros. Era un hombre fuertísimo, altísimo, y con una ligera barba de solo unos cuantos días. Podía parecer un tipo común y corriente, pero sus ojos estaban completamente vacíos, sin ningún tipo de emoción. Aunque se podía sentir una terrible tensión a nuestro alrededor.

 

Y Patricio. Él ya no estaba ahí, era como un fantasma.

 

-Hey Sebastián-saludo, rompiendo aquel silencio sepulcral que se había instalado en la mesa

 

-¿Qué haces por aquí?-dijo el tal Sebastián con voz dura

 

-Nada, solo… comía

 

-Ajá, nada, ¿Quién es el chico?-preguntó, sin siquiera echarme una mirada, era como si me hubiera vuelto inexistente entre ellos dos

 

Patricio movió los ojos hacia mí, y luego los regreso hacia Sebastián enseguida. Parecía intimidado por él, casi embrujado. Su rostro mostraba un conflicto entre el odio, el miedo y la adoración, mientras que ese tipo solo estaba ahí sentado, inamovible. Sin hacer caso de mí presencia. Yo no era nadie para él.

 

-¿Quién es el chico?-repitió Sebastián

 

-Acabo de conocerlo-balbuceo Patricio

 

-Ah, así que estás haciendo “amigos”-dijo en tono de burla, arqueando una ceja

 

-Bueno, no, yo solo lo estaba acompañando-murmuró, bajando la mirada.

 

Sebastián asintió, se pasó la lengua por sus labios y entonces se giró en mi dirección.

 

Su mirada era dura y fría, y parecía estarme evaluando.

 

-¿Qué quieres con él?-preguntó

 

-Nada-dije, al tiempo que mi respiración se detenía

 

-¿Nada?-dijo el chico de mirada vacía, observándome con incredulidad

 

-Solo estábamos hablando-murmuré

 

-Te gusta ¿cierto?-dijo Sebastián, mostrándome una tétrica sonrisa

 

Mire de reojo a Patricio. Su rostro estaba totalmente inexpresivo, sus ojos húmedos y contemplaba la mesa con pupilas vacías. ¿Quién demonios era Sebastián? ¿Y cómo lograba ese efecto sobre Patricio?

 

-Te encanta, y seguramente cogerías con él si pudieras-exclamó, acercándose peligrosamente a mi rostro

 

Sacudí la cabeza, negando

 

-¿Pero sabes qué?, él es mío…-gruño, escupiendo las palabras sobre mi rostro

 

Así que al fin y al cabo, Patricio si era gay. Que mejor manera de saberlo que esta.

 

-Ya está bien-murmuró Patricio con suavidad-es suficiente

 

Sebastián enmudeció.

 

-¿Perdón?

 

-Solo estábamos hablando-dijo-él no tiene nada que ver. Es solo un niño y no tienes por qué meterte con él.

 

-No me digas que te gusta este mocoso-refunfuño Sebastián, lanzándome una mirada despectiva

 

-Ya, déjalo en paz-repitió Patricio

 

-Perfecto…-murmuró y entonces me jaló de la camisa, empujándome contra el frío y sucio suelo-¡lárgate!-grito-¡vete!

 

Por unos momentos me quede mirándolo como tonto, demasiado impactado con todo lo que estaba sucediendo para reaccionar. Y en esos segundos Sebastián aprovecho para ponerse de pie, dispuesto a golpearme. Lo sabía. Lo podía notar por la forma en que apretaba sus manos.

 

Pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa, Patricio se puso de pie, quedando en medio de los dos, haciéndome a un lado, jalando de la orilla de mi pantalón de mezclilla, alejándome del peligro.

 

-Ya se va, no tienes que hacerle nada-dijo, mirándome de soslayo, suplicándome con los ojos que me marchara. Sin pensarlo dos veces, toma mis cosas de la mesa, y pude sentir como la mano de Patricio rozaba ligeramente mi cadera.

 

Por unos instantes sentí miedo por él, por lo que ese chico podía hacerle, y quise quedarme. Pero nuevamente note su mirada desesperada, diciendo que me fuera… así que no tuve más opción.

 

Comencé a alejarme de la mesa, no sin antes observar como Sebastián tomaba del brazo de Patricio, obligándolo a que se sentara en su lado.

 

Luego, fue cuando note el silencio que había a mi alrededor. Podía percibir las miradas de las personas, los susurros y cuchicheos entre sí. Pero no las veía, en este momento, era lo que menos me importaba.

 

Mi mirada estaba pegada en aquella escena del chico de la sonrisa amable y el chico de la mirada vacía. No pude soportar por más tiempo ver como comenzaban a discutir y entonces comencé a alejarme, sintiendo un amargo sabor en la boca.

 


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