Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Oportunidad por MrsKuroUsagi

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola! es lo primero que subo a la página. Es un pequeño one shot sobre la historia de dos mejores amigos que se aman, pero solo uno lo sabe. Una historia corta de como este último se entera de lo que siente por su amigo~

pd: escribí esto a las 2:am, y como me gustó, quiero que sea lo primero que publico aquí

pd 2: no sé hacer resumenes, así que tomé un fragmento de lo que está escrito

pd 3: justo ahora son las 4:25, porque mi pc está lenta,y tuve problemas para crear una cuenta

pd 4: tengo mucho sueño

La chica era linda. No era una belleza común, para nada, su rostro era dulce y a la vez tenso. Era como esas comidas agridulces que volvían loco a cualquiera. Bueno, la pequeña chica era algo así. Muy linda, y con detalles que hacían perder la conciencia del tiempo. Damian comprendía totalmente porque su amigo Santiago estaba tan demente por ella, aunque le entristeciera. Desde la banca a las afueras del colegio, les vio platicar animadamente. Los grandes ojos de su amigo estaban pendientes de cada movimiento que la chica hacía. Se reían bastante. Claramente tenían una linda amistad. Y una gran química. Carcajeando, ella se acercó a Santiago, para darle un abrazo, aún ambos entre risas.

"Aléjate de él, perra"

Pensó el ojimiel al ver la escena, y sentir como el corazón se le aceleraba. Se sintió mal por insultar a la niña, ya que no era mala, pero el hecho de que le estuviera quitando a quien amaba, le hacía sentir cierta envidia por la castaña. Al ver que solo era una abrazo de despedida, se tranquilizó un poco.

"Aunque, ¿quién mierda se despide con un abrazo tan cariñoso? Admite le tienes ganas a Santiago, mocosa"

Volvió a pensar con odio el escolar, totalmente celoso, aunque no quisiera admitirlo.
Conocía a su amigo desde que tenía 9 años, y desde entonces, hasta ahora, que ambos tenían 17, habían sido los mejores amigos. Para Damian aquello no era bueno. Se había enamorado completamente de Santiago, y eso de que fueran casi hermanos se restregaba en su cara, diciendole que él nunca jamás le vería como algo más. Mucho menos siendo alguien de su mismo sexo. Le quería tanto que no estaba dispuesto a perderlo. Aunque tuviera solo que tenerlo como amigo. Y en esta parte de su vida eso le dolía aún más.
Santiago nunca se había fijado tanto en una chica, ni menos viceversa. No entendía porqué; su amigo era, más que guapo, muy lindo. Su cabello era negro y lacio, pero muy lindo y suave. Su cuerpo no era fornido, y como muchísimo se arriesgaba a decir que poseía algo de musculos. Su rostro, a pesar de tener 17 años ya, era como de un niño muy atractivo. Pero lo que más amaba Damian de Santiago eran sus enormes ojos. Ambos de diferente color. Si, su amigo pelinegro padecía de heterocromía*. Para Santiago, era una completa molestia, y se sentía raro y diferente por tener el ojo derecho de un color miel palido, mientras que el otro era de un verde fuerte. Cuando pequeño (también un poco ahora) se veía a si mismo como un monstruo. En cambio, para el ojimiel aquello era lo más hermoso que jamás podía existir. Hacía completa la belleza única de Santiago. Pero al parecer, eso no llamaba la antención de la chicas, o tal vez las intimidaba, quién sabe, el punto es que Santiago nunca antes había tenido novia, y como mucho había tendio un encanto de dos semanas por una que otra chica, nada serio.
Pero a principios de ese año, Damian fue testigo de la primera vez que su amigo se encantaba por una niña, y cómo ella mostraba interés por él. Justo ahora estaba esperando al pelinegro de una conversación después de clases con la chica, mientras fumaba un cigarrillo.
Sabía que a su amigo no le gustaba ese pequeño vicio, pero no iba a apagar el pitillo de nicotina, puesto que al pensar que tardaría más en el encuentro con la chica castaña, lo habían encendido, pero Santiago ya se estaba despidiendo, y caminaba hacia donde estaba sentado.

-Apaga esa cosa- murmuró el heterocrómico, al llegar al lado de su amigo -No entrarás a mi casa con eso-

-Cállate- bufó este -Creí que tardarías más, así que lo he encendido-

-Pues ya ves que te equivocas. Apagalo ya, lo detesto-

-"Apagalo ya, lo detesto"- le imitó Damian, con un intento de su voz, y luego ambos rieron -No jodas, Santi, lo acabo de prender. Será un desperdicio-

-¿Un desperdicio?- repitió Santiago, algo indignado -Un desperdicio es que tú fumes. ¿Sabes que lo que contienen esas porquerías? ¡Cada vez que te fumas uno, se te resta uno o más días de vida!-

-De algo hay que morir- rió el ojimiel, sin siquiera inmutarse

-Si, lo sé, pero si sigues fumando morirás antes que yo, y no quiero eso- Damian pudo sentir como el corazón se le paraba por unos segundos.

¿Entendía Santiago lo que provocaba con esos comentarios inocentes? El rubio suspiró internamente, haciendose pequeñas ilusiones, que se marchaban inmediatamente con el viento. ¿Tanto le quería que no le gustaría perderlo?

-Eres un tonto- murmuró por fin, quitandose el cigarro de la boca, y apagandolo en el borde del banquillo -Tampoco me gustaría verte morir, idiota- dijo con una sonrisa, mientras se paraba y cogía la mochila, para emprender el camino a casa.

-A mi tampoco- contestó el más bajo, mientras ambos comenzaban a caminar por las calles bañadas por el sol veraniego -Así que lo he decidio: yo moriré primero- Damian rió

-No puedes decidir eso. ¿Crees que me sentiré muy bien cuando te vallas? Claro que no-

-¡Yo tampoco estaré bien!- y así comenzaron a discutir sobre tonterías, pasando de un tema a otro.

Eran esas tardes que le hacían sentir a Damian completo. Y comprendía entonces que, de alguna u otra manera, esa amistad no acabaría nunca, y que si se atrevía apenas a hacerle saber a Santiago la cuarta parte de su amor por él, no sería lo mismo. No arriesgaría esos lindos momentos de amistad por algo que tal vez nunca pasaría.

 

 

 

-¡Eres un pervertido, Damian!- rió a carcajadas el heterocromico, mientras el otro le seguía la risa con su propia voz.

Ambos estaban acostados boca arriba en la cama del pelinegro. El padre de Santiago,con quien había vivido desde pequeño debdio a la muerte de su madre cuando le dio a luz, casi nunca estaba en casa, debido a su atareado trabajo, por lo cuál su mejor amigo le hacía compañía cada vez que se lo pedía. Esta era una de esas noches.
Habían hecho, entre risas y bromas estúpidas, las a tareas para el lunes, ahora estaban en la cama hablando sobre la chica que le gustaba al mayor (por meses). Y uno que otro comentario inapropiado del ojimiel les había hecho reír. Pero, de pronto, luego del carcajeo, Santiago se había quedado repentinamente callado.

-¿Ocurre algo?- preguntó el rubio, preocupado.

-Damian- murmuró con voz preocupada el más bajo.

-¿Que pasa? No pongas esa voz- contestó de inmediato el nombrado, incorporandose para así poder ver el lindo rostro de su amigo.

-Tengo miedo de que las cosas con esta chica salgan bien- soltó, mientras se incorporaba al igual que su amigo.

Damian rió quedamente ante la repentina y extraña confesión de su amigo. ¿Que clase de chico adolescente no quería que las cosas funcionaran con una niña tan linda?

-¿Qué?- preguntó con una sonrisa hermosa

-Es que- musitó el heterocromico, bajando la mirada -me da miedo que llegemosa ser novios, o algo así- el menor sintió una pequeña punzada en el pecho al solo imaginar aquello.

-¿Porqué?-

-Porque- se mordió el labio antes de continuar -¡ni siquiera se como besar!- exclamó avergonzado, para luego volver a recostarse en la cama, colocando una almohada en su rostro, para ocultarlo.

Damian se quedó atónito. "¿Qué?". Entonces esa era la razón por la que no quería que las cosas con ella funcionaran. Porque no sabía besar. Soltó una carcajada luego de pensarlo varias veces y darse cuenta de lo que había detrás de esa verdad. "Mi pequeño Santiago nunca ha besado a nadie". El pelinegro se volvió a incoporar, para mirar a su amigo con las mejillas rojas.

-¡Deja de reírte!- le gritó, pegandole en el brazo con una almohada.

-Santiago- dijo el menor, tratando de dejar de reír- ¿No haz dado tu primer beso?- Ver a su amigo sonrojarse tan violentamente le causo una tremendas ganas de besar sus labios virgenes.

-¡Ay, vamos, dime que tu sí!- se defendió, avergonzado

-Por supuesto, he besado a muchas personas- admitió, como si fuera de lo más normal, lo que para su amigo no lo era. Entre cerró los ojos, volviendo a pensar en las palabras de Santiago, y este se le quedó mirando

-¿Qué?- preguntó cuando su amigo se volvió a matar de la risa.

-Si no haz dado nunca un beso- comenzó a hablar, aún riendo -eso significa que tampoco nunca haz tenido sexo- nuevamente el color subió a las mejillas del chico más bajo

-No, nunca he tenido relaciones- dijo, con seguridad -¿Tu sí?- su amigo asintió -Pues valla que precoz eres, idiota- murmuró, sin saber mucho que decir, porque, sin querer, sintió una celos compulsivos por aquellas persona que fue el primer beso y la primera vez de su amigo

-Bien- suspiró Damian, luego de aquella gran risa -mi pequeño e inocente Santiago, esto es un problema dependiendo de a cuanto quieras llegar con esta chica.- Su amigo le miró sin entender -¿Quieres que sean novios?-

-Si, supongo, me gusta- dijo rápidamente, y algo confundido

El rubio acomodó las piernas, cruzandolas, mientras apretaba los labios para pensar. "¿Debería hacerlo?" pensó, teniendo una idea que le favorecía en mente, y conociendo lo ingenuo que era su amigo, le creería que le serviría. "Tal vez se de cuenta" se cuestionó internamente. Pero tomó la decición impulsivamente.

-Practica conmigo- soltó, ocultando su nerviosismo con maestría

-¿Qué?- preguntó, luego de un rato, sin saber qué decir

-Ya me oyes, bésame. Practica conmigo- repitió decidido, mientras entrelazaba sus piernas con las del chico mayor.

Las manos le temblaron al sentir que las grandes manos de Damian se posaban en sus delicadas piernas. El aire se le cortaba del pecho y la garganta. ¿Besar a Damian? Aquel chico era su mejor amigo desde los 9 años, ¿cómo podía decir esas cosas?¿Qué acaso no se sentía tan incómodo como él? No, obvio que no, eran amigos, no había porque sentir nada con respecto a eso. Pero, entonces, ¿porqué él sí sentía algo?

-Bésame tú a mí- dijo, sin siquiera pensarlo

-¿A qué te refieres?-

-¿No me oíste? Yo no sé besar- dijo, y las palabras se le atropellaban unas o otras -¿Porqué no me besas tu a mi? Tú ya haz besado a varias personas, yo no-

-¿Qué?- preguntó con una sonrisa el rubio, apunto de reír de los nervios

-Enséñame a besar- volvió a decir Santiago -Bésame- dijo directamente esta vez, al no escuchar respuesta de su amigo.

Con aquella palabra la cordura de Damian se rompió un poco. ¡El chico que había amado desde hace años le pedía que lo besara! "A la mierda todo, esta es mi oportunidad". Se acercó rápidamente a él, aprovechando de tomar su pequeña cintura, y tocó ligerameten los labios rosados de Santiago con los suyos. El mayor cerró los ojos y apretó los labios, avergonzado hasta las orejas.

-Primera lección- susurró el ojimiel sensualmente, haciendo chocar las palabras contra la boca de su amigo -no cierres los labios- con dificultad, el heterocromico hizo caso a la "lección", y respiró profundo, abriendo ligeramente la boca.

Otra parte de la cordura que mantuvo desde los 11 años cayó al suelo, y se rompió en pedazos. Luego de varios suspiros nerviosos, comenzó a besar los labios de Santiago, lenta y sensualmente. Sabía perfectamente que besaba excelente, se lo habían dicho muchas beses, y sin siquiera poner de su parte. Pero ahora estaba haciendo el mayor empeño por volver loco al pelinegro con su beso.
No ocupó la lengua, puesto que era el primer beso de Santiago. Solo se limitó a hacerlo largo y lento, moviendo sus labios agilmente sobre los del otro chico. Para finalizar, mordió el labio inferior de su amigo con mucha delicadeza. Con mucho auto control, evito una erección al escuchar un pequeño y casi inaudible gemido del heterocromico ante la última acción.

-Y bien- murmuró aún en un tono sensual -¿Qué tal eso?¿Puedes intentar repetirlo?-

Santiago abrió sus enormes ojos, y le miró atónito. ¡Acababa de besarle como solamente un Dios lo haría, ¿y quería que él lo repitera?!

-¿Quieres que yo repita eso?- soltó, como si fuera algo completamente imposible.

-¿Tan malo fue?- preguntó Damian, haciendose el dolido. No era tonto, ni ingenuo, así que se había dado cuenta de lo que causo aquel beso en Santiago.

-¡Fue genial!- se sinceró este último -Estoy seguro de que si supiera besar, no podría hacerlo tan bien-

-Inéntalo, vamos- insistió, viendo como las mejillas del pequeño se coloreaban rápidamente

-Po, podrías intentarlo de nuevo tú- musitó con un hilo de voz.

-¿Quieres que te bese de nuevo?- rió quedamente el menor.

-Es que ahora lo haz hecho muy de repente, y bueno, no lo sé, no puse atención, supongo- dijo, con la cabeza gacha, tratando de ocultar sus mejillas que sentía cómo ardían.

Un tercer pedazo de la cordura de Damian, y este ahora más grande, volvió a caer. Volvió a acortar la distancia entre ambos, tomó al chico por la cintura y lo sentó en su regazo. Aprentando fuertemente en su cintura, besó sus labios, esta vez no tan despacio, pero si todavía sensualmente. Primero fue un beso corto, y al finalizarlo, lamió cada parte de los labios de Santiago, para luego volver a besarlo. El mayor sintió como su corazón se paró un momento al sentir a una pequeña y caliente intrusa en su boca. Esta vez su amigo no tuvo compasión, y utilizó su experta lengua en la tarea. El heterocromico abrazó el cuello de Damian con sus delgados brazos, solamente para apoyarse en algo, ya que aquel mojado y jodidamente sensual beso le estaba haciendo sentir mareado, y las convulsiones que sentía en el estómago y el pecho no ayudaban para nada en la situación.
Por su parte, el rubio no quería parar de besar aquellos labios que tanto había deseado desde hace años. Sabía que se estaba hiriendo a sí mismo, ya que lo único que quería Santiago era no ser un inexperto cuando se besara con la chica, pero ya ni en eso pensaba. Solo se lo quería comer. Finalmente se separaron por falta de aire.
Los labios semi abiertos de Santiago, ahora rojos e hinchados por los besos, invitaban tentadoramente al ojimiel a volver a probarlos, pero en cambio miró a los ojos a su amigo, como diciendole que ya era su turno. Sin salir de aquella posición que creía vergonzosa, y aún sintiendo las grandes manos apretar en su cintura, se inclinó para besar a Damian. Ni en sus sueños más locos pudo imaginar ese momento. Jamás pensó que él y su casi hermano se besarían jamás. Pero ahora que pasaba comenzaba a sentir miedo. ¿Qué era aquello que se amontonaba en su estómago? y aquella sensación que le apretaba el pecho, ¿qué era? Además, los movimientos sensuales que hacía Damian para responder a su inexperto beso le hacían sentir un pequeño dolor en la entre pierna. Esto último si sabía lo que era, y sus mejillas ardieron al solo pensarlo. ¡Damian era su amigo, no podía pensar de esa forma con él!
El beso fue más largo que los otros, ya que Santiago no sabía como diablos terminar uno, por lo que el que le puso fin a la acción fue el oji miel.
Respiraron profundamente, aún mirandose a los ojos, ambos pensando y reflexionando. "Te amo, te amo, te amo" se repetía una y otra vez con dolor el menor, internamente.
Por su parte, el heterocrómico sentió ganas de llorar al verse tan confundido. Ni siquiera con la chica de la que estuvieron hablando antes se sintió así. Aquella niña le caía de maravillas,así que pensaba que le gustaba, pero ahora las cosas habían cambiado. Cuando Damian y él se besaron, descubrió un mundo totalmente diferente.
La cabeza y el estómago le daban vueltas, y su corazón latía extremadamente rápido. Justo como los personajes en los libros describían una situación con la persona que amaban. Sintió un calor muy grande en las mejillas por lo que estaba a punto de hacer. Pero necesitaba hacerlo. Necesitaba desesperadamente de nuevo los labios de su amigo. Así que lo besó una vez más, y Damian le respondió, sin entender bien que pasaba.
Esta vez, por precaución, el ojimiel se adueñó de la acción. Si dejaba al mando del beso al mayor de seguro terminaban muriendo por falta de oxígeno. Su cordura se rompió completamente cuando escuchó un gemido un poco más audible que el anterir por parte de Santiago, cuando metió casi violentamente la lengua en la boca del peli negro. Recostó a este último en la cama, y tomó sus dos muñecas para sostenerlas con una solamano sobre su cabeza, sin dejar de darle cortos y húmedos besos. Acorraló el delicado cuerpo entre sus piernas, y posó una de sus ansiosas manos debajo de la playera negra de The Beatles de su amigo, la cuál le quedaba adorablemente grande. Pasó la mano por su vientre pálido, y llegó hasta su pecho, intentado explorar cada parte del cuerpo del chico. A Santiago los besos intensos que sostenía su amigo le hacían flotar, y los usaba como excusa de que no se daba cuenta de lo que estaban a punto de hacer. De alguna u otra manera, no le disgustaba la idea.
Para Damian ya las cosas no eran tan complicadas; si su amigo reaccionaba y le decía que parara, él lo haría, y luego diría que se había dejado llevar, tal vez hasta incluso lanzara una broma estúpida de lo cuán necesitado estaba, y ambos terminarían riendo. Pero la parte en la que interrumpían aquel momento no llegaba. Y tampoco parecía como si fuera hacerlo. Bajó la mano hasta los jeans ajustados de su amigo, y desabrochó el pantalon.
Sin darse cuenta, y como si hubieran ambos perdido la noción del tiempo, Santiago estaba totalmente desnudo, mientras que Damian solamente traía puesta la camisa a cuadros que llevaba, pero ahora estaba torpemente desabotonada.

-Supongo que no tienes lubricante, ¿cierto?- rió el rubio, rompiendo el silencio que estaba allí desde la segunda vez que Santiago le pidio que le besara.

El pelinegro inclinó inocentemente la cabeza hacía la derecha, en señal de no entender. ¿Para qué querría Damian un lubricante? Ni siquiera se le pasó por la cabeza.

-No- musitó, aún sin comprender. Su amigo le miró, y entendió hasta donde llegaba la inocencia de Santiago. Soltó una pequeña risa.

-Da igual, me las puedo arreglar-

Él mismo mojó tres de sus dedos con saliva, ya que pensó que pedirselo al mayor sería demasiado. Aunque, siendo sincero, podría hasta matar por ver a aquel pequeño inocente hacer tal acción tan erótica. Se quitó los dedos de la boca, y los llevó a la entrada del chico bajo él.

-Mira, Santiago, necesito que te relajes para lo que viene ahora, ¿esta bien?- le habló lo más calmado posible. Su amigo asintió -Si no te relajas, entonces va a doler-

-¿Do, doler?- repitió algo asustado

Antes de poder volver a decir algo, sintió un intruso en su entrada. Soltó un pequeño quejido, e hizo una mueca de dolor que, aunque se sintiera un cretino, a Damian le pareció lo más tierno que pudiera haber visto. Más que dolor, aquel dedo le incomodaba terriblemente. Comenzaba a entender porqué su amigo había hablado de lubricante antes.
Su carita completamente sonrojada le tentó a volver a besarlo, y así lo hizo. Más que nada para intentar distraer al pequeño de sus acciones. Un gemido más fuerte y lleno de dolor que salió de los labios de Santiago interrumpió el beso, cuando introdujo un segundo dedo. Este si le había dolido.
Comenzó a mover los dedos con delicadeza, tapando los gemidos con pequeños y cortos besos. Al poco rato, ya no sentía tanto dolor, y hasta comenzó a gustarle lo que hacía su "amigo" en su interior. La acción le gustó tanto, que se le escapó un puchero cuando Damian quitó los dedos de su interior, porque creyó que ya estaba bien dilatado. El rubio le abrió las piernas, y colocó una sobre su hombre, mientras que lasotra la hizo rodear su cintura. Suspiró en una mezcla de emociones, sin poder creer lo que estaba a punto de hacer.

-Escucha- comenzó a hablar nuevamente -entraré de una sola estocada, ¿okey? Si lo hago así, entonces no dolerá tanto- el heterocrómico tragó duró

-¿Dolerá mucho?-

-Si- le respondió luego de un rato -Pero, confía en mi, Santiago, luego se sentirá tan bien que llorarás de placer- eso último lo dijo utilizando ese tono sensual que hacía que le estomago de Santiago convulsionara enloquecido.

Besó sus labios delicadamente, como si con ese beso intentara decirle lo mucho que le amaba. Tal y como había dicho, entró en el peli negro de una sola estocada.
Se le escapó un gemido de dolor, y en los ojos le picaron las lagrimas. Mierda, realmente dolía, y mucho. Cerró los ojos para que las lagrimas no salieran. No quería que Damian se alarmara, o algo. Pero su intento falló, y a su amigo se le rompió el corazón al ver dos lagrimitas caer por sus sonrojadas mejillas.

-Vale, okey, no llores, Santi, ¿quieres que salga?- preguntó nervioso, y el más pequeño negó inmediatamente.

-No, no lo hagas- sollozó

-Pero te duele, ¿no?-

-Dijiste que se sentía bien después. Llegemos hasta el final- dijo, pero al instante se alarmó por sus sentimientos. Eso no era lo que dos mejores amigos hacían, ¿o sí?

-¿Enserio?-

-Si, enserio, solo espera a que me acostumbre, ¿sí?- pidió, y abrió los ojos nuevamente.

Estaban cristalizados, pero sonrió de todos modos para calmar a su amigo. Damian solo se volvía cada vez más loco por las expresiones que hacía Santiago, y esos dos ojos que le miraban no le ayudaban para nada. Así que prefirió solo hacer caso a su amigo. Se inclinó un poco más para besar el cuello del peli negro, pensando que tal vez así podría distraerle del dolor. Pero aquello le causó a Santiago un vuelco horrible en su corazón.
Comenzó a temblar más de lo que ya estaba, y sintió los golpeteos en su corazón jugarle malas pasadas. ¿Porqué mierda se sentía de esa manera cuando Damian besó, y hasta incluso mordió su cuello? Se mordió el labio para no soltar ningún vergonzoso sonido, porque, ¡Dios santo! Nunca imaginó que los besos del ojimiel le trajeran olas de sentimientos más grandes. Pero se dio cuenta que no era cierto cuando su amigo tocó su cuello con sus labios.

-Voy a moverme- avisó Damian a su "amigo", dejando su tarea en el cuello pálido, cuando creyó que ya había pasado un buen rato

-V-vale-

Movió las caderas de una manera sensual y lenta, haciendo que Santiago perdiera poco a poco la cordura. Bajó hasta el pecho del pequeño y comenzó a lamer una de las tetillas erectas, y con su mano, empezó a fastidiar a la otra.
Un gemido más fuerte de lo que quería que sonara se le escapó de los labios. Que hiciera ambas cosas a la vez no era bueno para su salud mental. El rubio elevó la vista al escuchar aquel poco discreto sonido que hizo su amigo. Este último se llevó una mano a la boca, completamente avergonzado. Lo útlimo que quería que Damian escuchara de él era esa clase de vergonzosos sonidos. Pero, queriendo escuchar más de su niño, volvió a lamer la tetilla, esta vez añadiendo una que otra ligera mordida, y conduciendo cada vez más rápidas sus embestidas.
El probre del heterocromico desistió de esconder su voz, ya que todo eso le estaba volviendo loco, y su fuerza de voluntad se había ido de paseo hace un buen rato. Gemía al compaz de las embestidas de Damian y, aunque no negaba que aún le dolía un poco, no creyó que pudiera sentirse mejor. Hasta que su amigo llegó hasta 'ese' punto débil en su interior. Soltó un gemido más agudo que los anteriores. ¿Qué mierdas había hecho? "Encontré tu punto, pequeño" pensó maliciosamente el rubio.

-Oh, por Dios, D-damian- exclamó, abriendo los ojos enormemente

-¿Quieres que pare?- preguntó, haciendose el tonto

-Si paras voy a golpearte, idiota- dijo a penas, lleno de placer, y su amigo rió bajito -Maldito tonto, ¿que acabas de hacer? Mierda, hazlo de nuevo,toca ahí de nuevo, por favor, porfavor- rogó, y aunque Damian se había sorpendido un poco, ya que su amigo rara vez maldecía, su pedido no se hizo esperar

Esta vez sus gemidos fueron mucho más altos. No se preocupó si estaba gritando o no, porque todo eso que estaba haciendo Damian con sus caderas le estaba poniendo la salud mental de cabeza. Unas lagrimas de puro placer rodaron por sus mejillas, y atrapó fuertemente las sábanas, mientras su amigo rubio golpeaba una y otra vez su punto débil. Al notar sus manos, el ojimiel tomó mabas, poniendolas en sus hombros.

-Yo también quiero que tú me marques- susurró en su oído, antes de que Santiago lanzara otro gemido, y comenzara a arañar su espalda.

Fue llendo cada vez más rápido, y con una mano tomó el pene del pelo negro, para comenzar a masturbarlo y ayudarle a que llegara al clímax

-Agh, D-amian, no hagas e-eso, ah- pidió entre gemidos, intentando calmar su voz, pero su amigo hizo caso omiso, y siguió estimulandolo.

Los movimientos de su mano eran experto y delicados, y notaba como hacían efecto en el chico bajo suyo. Unos pocos minutos después, sintió como las paredes de Santiago se iban contrayendo, lo que le hacía saber que el chico ya estaba por venirse, y también creando una fricción que le hacía sentir mareado. Besó los labios del más pequeño, mientras este se venía en su mano. Unas embestidas más, y él también se vino dentro. Salió lo más delicado posible del heterocrómico, y cayó sobre su pequeño cuerpo, casi aplastandolo. Ambas respiraciones estaban agitadas, y ambos corazones seguían golpeando duro contras sus pechos, pero de diferente maneras. Algo en el interior de Damian le hacía sentir seguro. Los suspiros y gemidos de Santiago le hicieron, por primera vez en esos años de amistad, sentirse seguro. Esa había sido su oportunidad, y para ser la primera, no había ido para nada mal.
Por su parte, Santiago estaba demasiado confundido. ¿Porque se sentía así respecto a su amigo?¿Porqué sentía tantas ganas de volver a besarlo, y decirle que o quería, decirle que....?

¿Lo amaba?

Las lagrimas comenzaron a brotar por sus enormes y hermosos ojos de diferentes colores. Se sentía triste, y confundido. Intentando ocultar lo que sentía, cerró los ojos, y abrazó a su amigo porla cintura, intentando con todas sus fuerzas conciliar el sueño. Damian pensó que Santiago estaba cansado, porlo rápido que se durmió, así que decidió seguirle, sin siquiera apagar la luz, porque le daba demasiada pereza levantarse a hacerlo.
Al día siguiente, el rubio despertó sin nadie a su lado. Santiago no estaba por todala casa tampoco. Confundido y triste, luego de esperar varias horas por el niño, decidió ir a su casa. Tal vez el peli negro estaba demasiado avergonzado por lo de anoche, y no podía verle la cara. Fuera como fuera, lo llamaría a su celular más tarde. Pero ese pequeño problema se conviertió en una grande, y una gran angustia también, ya que Santiago no contestaba sus llamadas, y cuando fue el domingo a verle a la casa, nadie abrió. ¿Ahora lo odiaba? El solo pensarlo le hizo querer llorar. Pero no, seguro que había alguna explicación.
Lunes por la mañana, Damian buscó a su amigo por el colegio, pero no le encontraba. Santiago estaba tratando de evitar a toda costa verse con el ojimiel. Ese fin de semana había logrado alcarar sus sentimientos, pero tenía miedo de lo que pensara su amigo. Mucho miedo. Y sabía que si lo veía de nuevo, rompería a llorar de la desesperación de querer volvera besarlo.
Finalmente, a la hora del almuerzo, Damian logró encontrar al chico. Estaba sentado en una banca de la terraza del colegio, y en cuanto se dio cuenta de que el rubio estaba allí pasó exactamente lo que pensaba. Sus ojos se aguaron, y no pudo contener las lágrimas. Inmediatamente, Damian se alarmó, y pensó lo peor.

-Mierda, Santiago, ¿que pasa?¿Te he hecho daño?¿Te duele algo? Soy un idiota, mi niño, no debí haber hecho eso- dijo rápidamente.

Santiago se sorpendió bastante. Era cierto que el sábado lehabía dolido las cederas, tanto que casi no pudo caminar. Incluso ese día aún sentía un poco de dolor, pero ¿hacerle daño?¿Enserio?

-Hiciste que tuviera un orgasmo, ¿y me preguntas que si me hiciste hecho daño?- preguntó el más pequeño en estatura, aún con las lagrimas saliendo sin control

-¿Que ocurre entonces?¿Porqué lloras?¿Y porqué me haz estado ignorando?- volvió a preguntar Damian, intentando quitar algunas de las muchas lágrimas que lloraba su "amigo".

-Es que ya no estoy confudido- el rubio comprendió de inmediato, y su corazón se aceleró al escuchar lo que decía Santiago, pero intentó no hacerse ilusiones, y escuchar completamente lo que iba a decir el chico -Me besaste, y sentí cosas que jamás había sentido. En serio, ahora sé que ella no me gusta, sé que tu me gustas, y además, el corazón me late demasiado fuerte ahora que te miro, y quiero que me vuelvas a besar, y entonces estoy desesperado, porque, Dios mío, creo que te amo, y eso es malo, porque tu me quieres como a un hermano, justo como yo creía quererte, pero luego entonces que pensaba sobre eso me dí cuenta que siempre te quise de la otra manera, solo que no creí que me pudiera gustar un chico, Damian, te odio, ¿porqué eres así? Creo que te amo, no, estoy seguro que te amo- sollozó y balbuceo todo eso en menos de un minuto.

Esperó un rechazo, una mirada de asco y hasta incluso una carcajada burlona, pero jamás esperó que Damian le abrazara de esa forma después de escuchar su disparatada confesión de amor.

-Te amo- escuchó, y creyó que el mundo se le caía encima -Te amo, te he amado desde los 10 años, ¿entiendes eso? Te amo mucho, Santiago, y creo que justo ahora soy la persona más feliz del mundo-

-¿Qué?- preguntó con un hilo de voz, sin poder creerlo, saliendo del abrazo, para poder mirar a Damian a los ojos -¿Qué?- repitió una vez más

-¿Eres sordo? Te amo, amo cada parte de tí, tu sonrisa, tu cara, tu manera de ser, tus ojos, aunque tu los odies. Te amo más que ha nada ni a nadie- volvió a decir, y se sintió tan feliz de por fin poder decir aquello en voz alta.

Luego de un momento, el heterocrómico reaccionó, y sonrió enormemente. Saltó directamente a los labios de su amigo (¿amigo?) para tocar sus labios con los suyos, pidiendole indirectamente que él le besara, porque, claramente, Damian era el que besaba bien allí.

-Eres un idiota para que te gusten mis ojos- rió Santiago, aún feliz por el hecho de que Damian le quisiera de esa hermosa manera.

-Tú eres idiota para que no te guste, si son tan hermosos- respondió este último, abrazando a Santiago por la cintura, y apegando su pequeño cuerpo contra el suyo.

Siempre creyó que los ojos del peli negro eran los más hermosos que jamás había visto. Y hasta ahora no había encontrado a nadie que le negara eso. Tampoco tenía en mente encontrar a alguien más.

Notas finales:

¡Gracias por leer! Espero que les haya gustado~ ojalá puedan dejar sus reviews, es muy importante, me gustaría saber que opinan :3 podrían oipinar sobre los personajes, también acepto críticas obre redacción, y esas cosas.

*Para los que no saben, la heterocromía es una no peligrosa y muy linda enfermedad. Es la que causa que el color del iris del ojos sea diferente. Hay dos tipos de heterocromía Una que consiste en la coloración distinta de cada iris del ojo (Iridium) y la otra que es una coloración distinta en un mismo iris del ojo (Iridis). La primera es la que padece nuestro uke :).


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).