Gaara era castaño, siempre lo había sido. Pero desde que había entrado en la difícil etapa de la adolescencia, parece que su comportamiento y ganas de hacer cosas diferentes habían superado al raciocinio que le caracterizaba. Si bien, sus hermanos nunca tuvieron quejas acerca de Gaara, exceptuando aquel extraño novio suyo llamado Sai, que parecía más pálido que la “cosa-más-pálida-del-mundo” -Palabras provenientes de Kankuro- El cual, por acuerdo de ambos hermanos mayores, había sido el detonante en el cambio de personalidad tan drástico que había sufrido Gaara de la noche a la mañana.
Desde que empezó a salir con aquel tipo, El Sabaku había decidido cambiar su guardarropa entero, por mero capricho, y además comenzar a pintarse el cabello.
Sí, Pintarse el maldito cabello. Y Gaara que se veía tan lindo siendo castañito, con ésos ojos tan grandes color miel, y ésa ceja delgadita que tanto lucía, y que además, Temari odiaba porque al parecer su pequeño hermano nunca tendría problemas por tener cejas pobladas, justo como ella.
Al principio cuando comentó aquella alocada idea durante un miércoles por la noche durante la cena, Kankuro no pudo evitar partirse en risas ante la sola idea de que su hermano se pintara el cabello de verde.
Verde.
¿Acaso no sabía él que después de que se le cayera el tinte, su cabello jamás podía volver a ser el mismo? ¿Qué aquel cabello tan suave perdería toda su sedosidad y que quedaría horrible aun volviéndolo a teñir de su color natural?
Y aunque intentaron convencerlo, Gaara era tan necio que al día siguiente el mismo fue a la peluquería y pidió amablemente que le tiñeran el cabello de verde.
Casi podían ver la cara de incredulidad de la estilista, y porque no, que la pobre se haya aguantado unas cuantas risas al ver el resultado de aquel desastre.
Y así fue, el tinte le duró menos que el gusto, dejando como consecuencia un cabello seco, alborotado y totalmente dañado. Así que lo único que pudo hacer fue volver a teñirse de castaño y dejar descansar su cabellera un buen rato.
Lo que también duró bastante poco, pues después de un par de meses, Gaara había salido con que ahora quería que su cabello fuera rubio.
Rubio.
Bueno, ése color no era tan malo a parecer de muchos. Y la blanca piel que también caracterizaba a Gaara le haría lucir mucho mejor aquel tinte.
Poco después se enteró del porqué Gaara cambiaba tan frecuentemente su tinte de Cabello. Y es que tras un extenso interrogatorio, descubrieron que Sai era un pintor, de cuarta, pero al fin y al cabo un pintor. Que adoraba los colores y lo que surgía de éstos mismos. Y su tonto pequeño hermanito menor quería que su novio le adorara mucho más que a sus pinturas. Que era un excéntrico y que siempre estaba cambiando de opinión.
Y lo peor vino mucho después.
Un Sábado por la mañana Gaara decidió que tenía que salir a pasar un rato fuera de la casa, para desestresarse, según él.
Pero por la tarde, ya no era más aquel dulce Gaara que Kankuro y Temari habían conocido muchos años atrás. Ahora en vez de Castaño era pelirrojo. Pero no, no cualquier pelirrojo. Aquello parecía… parecía algo. Al parecer, se había pasado un poco con la intensidad de su tinte.
Pero eso no era todo, no, al parecer ése tal Sai le había pasado un poco de su excentricidad a su hermano, y es que ahora, sus ojos eran verdes, justo como el primer tinte que se había colocado en el cabello, obviamente eran pupilentes y… luego estaban las cejas… Resulta que ya no había más cejas; Se las había depilado por completo.
Kankuro esta vez no tuvo más ganas de burlarse, estaba pasmado al igual que Temari, No sabían siquiera que decir, bueno, no era como si Gaara les hubiera pedido opinión.
Temari creyó que todo ése exuberante cambio de look cansaría a su hermano en poco tiempo, pero para su sorpresa eso jamás sucedió. Su hermanito se había quedado con aquella imagen de malandro afeminado.
¿La Razón? Parecía que a Sai le encantaba ésa nueva imagen y el ahora pelirrojo estaba realmente encantado de que su paliducho novio le estuviera halagando todo el tiempo.
No pasó mucho para que Kankuro encontrara una nueva razón para burlarse.
Al parecer, Sai llamaba por motes cariñosos a Gaara. Uno de ellos, y el que más frecuentaba era “Cerecita”.
Eso era para partirse de risa, ¿No?