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Steal me this pain. por Gurimen

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Notas del capitulo:

Gracias de nuevo por los comentarios. De verdad que me han alegrado un montón.

n este "capitulo" hay una de mis partes preferidas. Espero que os guste tanto como me gusto a mi escribirlo.

 

Sin mas os dejo leer y espero que no se os haga pesado ni nada.

Se que tal vez haya muchas partes que leen un poco cortas pero creo que es mejor de esta manerea.

 

 

Pasaban los días y el trato que tenía Gabriel con Max no cambiaba. A pesar de que el moreno no paraba de evitarlo y hacer todo lo que su adolorido corazón le permitía para alejarlo seguía cuidándolo más que amablemente.

 

Parecía ser inútil pero cuanto más lo alejaba más se esforzaba el rubio.

 

 

Podía ver en sus lágrimas, en su rostro y en todo él todo lo que estaba sufriendo.

 

Llegó a la conclusión de que su mayor dolor era la pérdida de su hermana. Siempre terminaba sufriendo ataques de ansiedad y rabia al hablar de ella. Era algo que no quería dejar de lado pero que aparcaría por el momento.

 

 

***


Los médicos solo le visitaban una vez por semana o menos, pues solo lo tenían allí por pura fachada, el único que cuidaba a escondidas de sus heridas era él, las cuales habían mejorado bastante rápido gracias a las cremas cicatrizantes y el mimo que les ponía.

 

 

Pero su ojo no iba bien. Su retina había quedado dañada.

Recuperar la visión era imposible. Una infección causaría la inmediata necesidad de operarlo, con lo que, sin esas curas sería inevitable.

Gabriel le curaba a base de antibióticos que cogía, por supuesto, sin decir nada a nadie.

 

Al cabo de unas semanas el ojo quedó simplemente sin vida, siempre debería llevarlo tapado para ahorrarse más problemas ya que sino tendría que ser extirpado  y eso era que los médicos se querían ahorrar.

 

***


La humanidad había dejado de lado ese chico. Todo el que sabía de su historia quedaba horrorizado y solo podía ver a un ser despreciable y sin ningún tipo de piedad. Esa era una manera de castigarlo. Usaban la soledad y la indiferencia. Solo estaba allí por puro protocolo del trabajo. No podían llevar presos heridos a la cárcel.

 

-Listo.- Un sonriente y complacido Gabriel miraba alegremente a su paciente favorito. –Las heridas están sanando muy bien. Creo que pronto podremos quitar los puntos. –Le contó, aunque al decir eso su rostro se entristeció.

 

Si sanaba se lo llevarían.

 

Max con desagrado suspiro, sus manos estaban desatadas, pues siempre que estaba con él lo liberaba. Aun seguía al pie de la letra aquella promesa que se habían hecho, pero el moreno solo de escuchar que estaba mejorando se alteraba. No quería eso. Debía sufrir por todo lo que había hecho.  Ese era el pensamiento que siempre rondaba en su cabeza.

 

-¿Por qué? No debiste…- Jadeo mirándose las manos, deseando destrozarse la cara de nuevo. A causa de esa promesa, se aguantó -¡Maldita sea! –Se acurrucó, abrazándose a sí mismo.

 

Se apretaba la ropa con fuerza. Sollozaba mientras el mayor le miraba. Haciendo que su corazón se rompiera en mil pedazos. Sin ayuda nunca iba a superar aquello y la cárcel no era la solución.

 

No pudo controlar el cariño que sentía por él y puso su mano en sus cabellos aun cortitos pero ya suaves al tacto.

 

-Es mi deber, aparte de que no podía verte así. Cuando te vi...-Hizo un silencio, le costaban un poco de decir esas cosas porque temía a su reacción. Desde esa vez que le había besado no había sucedido nada mas aunque la idea siempre rondaba por su cabeza. - …me gusto mucho tu rostro.-

 

Le pareció tan pequeño, frágil y débil. Le entraron ganas de protegerlo.

 

-¡Cállate! ¿Por qué sigues con esto? Te dije que pararas, no estas cumpliendo tu parte del trato y si sigues así yo tampoco lo cumpliré…- Le miró con lágrimas en los ojos. –Aunque ya es inútil..-

 

Si ahora lo dejaba de lado le dolería. Por mas que le molestaba ya le quería. Al fin y al cabo seguía siendo una persona, aunque no se lo creyera.

 

-¿Por qué?- Preguntó bastante curioso, algo interesado en esas palabras.

 

Max se sonrojo un poco aun escondiendo su rostro.

 

-¡Déjame! ¡Te odio por ello! No entiendes nada…- Siguió sollozando.

 

-Eso es lo que tu te crees…- Acaricio su espalda, tan amplia y firme, tal vez algo agarrotada de estar tantas horas en una cama. –Se que en tu interior hay una gran pena y hasta que no la saques  no podrás mejorar... -Hizo una pequeña pausa, para que lo asimilara. -... y para ello necesitas confiar en la gente.

 

El rubio se inclinó, acercándose a su oído..- Confía en mi…- Susurró.

 

Max se ruborizó aun más al notar como los vellos de la piel se le erizaban como escarpias.

 

Su voz era tan suave y dulce, tal vez algo infantil  pero claramente de un hombre.

 

 

Pero la cosa no era tan fácil. No podía confiar tan solo por unas palabras. Necesitaba más.

 

Algo que realmente le demostrase que iba a estar con él y que nunca lo iba a traicionar.

 

 

 

No le contesto, simplemente le apartó con la mano.

 

 

 

 

-Átame como siempre y vete…- Jadeó confundido, si mirarle a la cara.

 

Gabriel se quedó viéndole, estático, aunque el otro no lo hiciera. No soportaba más aquello. El dolor que sentía ese chico le dolía a sí mismo. Su rostro reflejaba una desesperación difícil de no ser transmitida y estaba harto. Quería verle sonreír, cosa que no había visto en todo ese tiempo y que le dedicara dulces palabras y caricias.

Lo conseguiría incluso si lo tuviera que robarlo de ese hospital.

 

Se abalanzó de nuevo contra él, dejándose llevar por esos pensamientos e impulsos reprimidos. Lo tomó del rostro, casi había rozado sus labios cuando uno de sus bolsillos reventó por quedarse enganchado en uno de los engranajes de esa cama plegable.

 

Un montón de extrañas cosas cayeron en la cama y en el suelo. Cucharas, lápices, incluso pintalabios de sus compañeras de trabajo.

Max quedó petrificado por la reacción del chico. Inconscientemente miró hacia donde provino ese estruendo, viéndolo todo. Sabía que había robado esas cremas y vendajes para él pero ¿y todas esas cosas? Eran objetos innecesarios para él. Tonterías.

 

Gabriel al darse cuenta de aquello bajó la cabeza en vergüenza.  

 

-¿Qué piensas ahora mismo?- Le pregunto aun sin ser capaz de mirarle, esta vez en los ojos.   

 

Sabía que estaba enfermo por no poder controlar ese impulso de robar cosas. Sabía que estaba mal y eso le hacía sentir de la misma manera pero no lo podía evitar. La presión que sentía en su pecho cada vez que veía algo que podía coger sin ningún tipo de problema era tan intensa e insoportable. Su casa prácticamente parecía una tienda de chinos, llena de cosas inservibles para él, repetidas. Estantes llenos y llenos de cosas que por más que iba acumulando no lo hacían sentir completo.  

 

-¿Crees que estoy enfermo? -Siguió preguntando al ver que no le respondía. -Porque si es así, has acertado...- Se le rompió levemente la voz y le miró a los ojos haciendo estremecer al mas joven.

 

En todo ese tiempo nunca antes había visto ese rostro. ¿Esos eran sus verdaderos sentimientos? ¿El verdadero Gabriel?

 

En verdad no había pensado en nada en concreto al ver caer todas esas cosas de su bolsillo.

 

-No, no pasa nada...- Dijo en un hilo de voz. Sintiendo la necesidad de reconfortarle de alguna manera.

 

Su mano se movió levemente, queriendo acariciar su mejilla ahora húmeda en pequeños caminitos de agua salada.

 

Gabriel sonrió un poco al escuchar esas palabras que lo hicieron extremadamente feliz y aunque sabía que eran mentira le aliviaron un poco. Ese era su más oscuro secreto.

 

Cerró sus ojos, recordandole a él y esa última sonrisa que le dedicó antes de dejarlo e irse para siempre. No pudo hacer nada para salvarlo. La única persona que le había importado y ayudado de verdad. Le echaba tanto de menos.A pesar de que ahora Max siempre rondase por su mente.

 

-Me gustaría poder aliviarte como tu has hecho conmigo..- Tomó su mano y la colocó en su mejilla, mirándole aun algo nervioso y tímido.

 

Max tenía que entender que se había sincerado y ahora le tocaba a él. Era la prueba de confianza que necesitaba para poder dar un paso hacia delante. Movió suavemente sus dedos en su mejilla, haciendo que Gabriel aun sonriera un poco mas.

 

-Yo...yo...- Su respiración se aceleraba a medida que iba intentando avanzar en sus palabras. –..yo..yo.. echo de menos a mi hermana..- Confesó a la vez que empezaba a tener un molesto y disgustante hipo de tanto aguantarse el llanto. –Pero..pero.. nunca la podré ver nunca mas porque… ¡la mate!- Gruño abalanzándose a sus brazos, llorando con desespero. –Y lo siento…lo siento mucho..-

 

Pedía perdón sin parar, tirando de su ropa y frotando su rostro contra su pecho.

 

–Se que no tengo perdón pero..-le miró.- tu.. ¿podrías decirlo aunque fuera mentira? –

 

Gabriel sonreía dulcemente. Por fin se había abierto a él. Por su mejilla resbaló una pequeña lágrima que fundió contra el cabello del moreno, pues se acurrucó en él, rodeándolo protectoramente con sus brazos.

 

–Te perdono, y estoy seguro de que ella también lo ha hecho...-

 

Intentó hablar sin que se le rompiera la voz, abrazándolo cada vez más fuerte, sintiendo como el otro lloraba intensamente, temblando en tristeza y arrepentimiento.

 

-Gracias…gracias…- Repetía con voz infantil y el corazón más que oprimido.

 

Estuvieron largo tiempo manteniendo ese cálido abrazo. Gabriel, intentando confortarlo acariciaba su espalda, dejando escapar, a la vez, por sus ojos todo ese dolor y esa pena o al menos parte de ella.

 

Max no quería separarse de aquel pecho. Se sentía demasiado bien y a al vez le daba demasiada vergüenza como para hacerlo.¿Cómo iba a mirarle a la cara? Aunque estaba un poco desahogado y  se sentía mejor.

 

-Max…- Susurró. –  La revisión de las mañanas ya de haber terminado. Tengo que irme..- Dijo con pena.

 

Esperaba quieto a que el chico se separara de él pero no lo hacía. Se comportaba de forma por primera vez, cosa de la cual se alegró.

Se armó de valor e hizo que se separara de él, al menos lo suficiente como para poder alcanzar sus labios. Le dio un dulce beso que hizo que se terminaran de separar. El moreno miró las sábanas más que ruborizado.

 

–Hasta luego..- Susurró tímidamente.

 

Recordó al instante el trato. En el hospital, por mas bien que se portara lo seguían manteniendo atado. No por la seguridad del chico, sino para la de ellos. Temían que de nuevo “se le girara el cebero” y les atacara.

 

Gabriel lo miró con pena. Le dolía tener que hacer aquello.

 

-Lo siento..- Susurró tomando con suavidad sus muñecas para atarlas con más suavidad que de costumbre. -Volveré a la hora de comer…-  Le recordó antes de limpiar la última lágrima que se escapaba de su precioso ojo azul.

 

Max no contestó. Se mantuvo con las mejillas calientes y la mirada desviada, nervioso y confuso. ¿Qué significaba todo aquello? Su corazón aún latía con fuerza.

 

***


De vuelta al trabajo Gabriel fue a su siguiente tarea cuando su superior lo paro.

 

-Gabriel, deberías hacerme un informe del paciente que tratas. El de la 210.- Le ordenó mientras le miraba.

 

-Claro, pero..¿ocurre algo? -

 

Cuando le pedían informes siempre había algo de por medio.

 

-Los de la prisión me han pedido un informe de su estado, para saber si ya esta preparado para hacer su ingreso en la en la cárcel.

 

El rubio sintió una punzada en el pecho, mirándolo mientras empalidecía.

 

-¿Tan pronto? –Susurró. –

 

-¿Acaso no está evolucionando bien? –Preguntó el médico. Según los análisis, no ha tenido ningún tipo de infección. –

 

-No, todo va bien. Solo que el tiempo ha pasado muy rápido. –Rió nerviosamente mientras intentaba aguantar la opresión que se estaba formando en su pecho.

 

El médico se lo quedó mirando.

 

-Se lo daré esta noche. Bueno,seguiré con lo mío, con permiso. –Sin mas, comportándose de forma extraña, Gabriel se fue de allí, yendo directamente al baño, encerrandose en una de las cabinas.

 

-No..- Jadeó, empezó a angustiarse.

 

Empezó a tirar del rollo de papel de forma compulsiva, llenandose los pies de ese género.”No me lo pueden quitar.” Los ojos se le humedecieron. No soportaría otra pérdida importante en su vida. Siguió con aquello hasta que gastó el rollo y seguidamente lo intentó esconder debajo de la ropa,pero era imposible de ocultar, con lo que lo dejó tirado.

 

Se limpió la cara mirado al espejo con odio.  No iba a permitir que se lo quitaran. Él lo haría antes. Respiró hondo e intentó tranquilizarse, pensando un plan.

 

***

 

Como era de esperar después de entregar el informe, ver lo bien que había evolucionado y que su estado parecía ser mucho más estable de lo que nunca se habían imaginado.

 

Los encargados del asunto enseguida mandaron un fax al hospital informando que en la  próxima semana Max iba a ser reportado a la cárcel para cumplir su condena. Gabriel se preocupó de lo que podía suponer para Max aquel cambio pero desgraciadamente no cayó en la posibilidad de que quisiera cumplirla.

 

Al escucharle decir que estaba bien con aquello se quedó helado.

 

-¿En verdad quieres cumplir condena?- Le preguntó mirándole a los ojos, bastante triste.

 

Max se agarró de las sabanas al ver aquel rostro.

 

-Si, es lo que me merezco y no pienso intentar impedirlo..-Bajó su mirada y suspiró dolido.

 

Había sentido una punzada en el corazón al decir aquellas palabras.

 

Se había rendido ante la idea de que no sentir nada por él porque la verdad era que seguramente se había enamorado.

Nunca lo habían tratado tan bien y le habían cuidado de esa manera. Y lo mas importante, le habían mostrado aquella bondad sin hacerle sentir mal por ello. Pero la vida era amarga y su destino era acabar en la cárcel por asesinato múltiple.

 

Gabriel se quedó unos momentos callado.

 

-Pues yo si.- Dijo fríamente.

 

Por mucho que lo quisiera y quisiera respetarle eso no lo iba a tolerar. Solo de pensar en que se iba a ir de su lado, de su pecho, afloraba una asfixiante opresión peor que ninguna otra antes.

 

Iba a sacarlo de ese lugar aunque fuera a la fuerza y se lo iba a llevar para que fuera suyo.

 

El moreno le miró sin entender qué quería decir con aquello.

 

-No hagas nada…- Pidió con un hilo de voz. –es mi castigo, lo que me toca.- Pronunciaba tal vez algo apenado, pero más que convencido de sus palabras.

 

-Pero Max, no quiero que me dejes…-Sollozó.- Por favor… -A pasos tímidos se fue acercado a él, dejando caer su pecho en la cama, en las piernas del chico. Le agarró la bata. –Te necesito…- Jadeo angustiosamente. –Tu,.. no me dejes…-

 

El ingresado no sabía que decir. Lo miraba realmente confundido.

 

-No lo hagas más difícil.. Tu…-Lo intentó apartar. Le apretó los hombros para echarlo fuera de la cama. –…te metiste en mi camino, te acoplaste sin permiso. Quería ir solo. Nunca debiste… -Decía mientras sus ojos se humedecían. –Si hubieras sido como los demás ahora no te importaría desecharme en la cárcel. Y yo no estaría llorando en estos mismos instantes. –Sollozo una vez más. –Lo siento pero debes dejarme ir…-

 

Lo termino de empujar y luego se giró para que no verle.

 

Todo aquello solo podía significar una cosa para Gabriel y era que él también le correspondía. No hubiera podido haber otra cosa que le terminara de convencer e incitara mÁs a hacer aquello que aquellas palabras y reacciones.

 

-Parece ser que no me conoces, el que verdaderamente está enfermo aquí soy yo.-

 

Sin más tomó las cosas que había traído anteriormente. Se trataban de unas gasas y unas botellas con un líquido transparente y cristalino en su interior. Se giró y colocó el cloroformo en es una de las telas. Se tiro encima de él, haciéndole respirar aquello. Max intentó zafarse con todas sus fuerzas pero fue inútil. Se fue debilitando por segundos hasta caer en un profundo sueño del cual no iba a despertar en horas. Para asegurarse de aquello, el rubio ,le inyecto otro sedante. Por el momento lo dejaría durmiendo en la cama. Mas tarde iba a empezar el verdadero plan.

 

***


Pasaron las horas y la gente se iba marchando.Como cada día solo quedaron los enfermeros del turno guardia, entre ellos estaba Gabriel. Iba dando sus vueltas, sin hacer nada en concreto.

 

Se sentía algo nervioso y a la vez excitado. Esa opresión en el pecho no le dejaba respirar. No se iría hasta que  Max estuviera entre sus brazos. Para luego llevarlo en un lugar donde nadie le pudiera hacer daño de ningún tipo y nunca más.

 

Cuando los pasillos quedaron silenciosos de pasos y nadie rondaba en ellos, fue el momento. Gabriel entró en la habitación de Max y lo tomó en brazos para esconderlo en el armario. Tal vez luego estuviera algo adolorido pero era necesario. Seguidamente alborotó la cama. Para que no saltara la alarma de que el chico ya no tenía pulso Se colocó el medidor de pulsaciones en su propio dedo.

Solo le quedaba una cosa para que todo se volviera creíble. Se apoyó en la cama,  sin mas se dejó deslizar y desde allí  separo el puño de su cuerpo para luego golpearse con fuerza en la cara. Se rompió el labio y los capilares de su nariz. Enseguida sintió el hierro en su boca. Se había provocado una hemorragia nasal. QuerÍa hacerse mucho daño escandaloso, sin dañarse mucho por dentro porque luego tendría que trajinar el cuerpo del chico hasta su coche.

 

Seguidamente se arrancó el aparato del dedo, enseguida sonó el pitido de que algo iba mal. Tal vez tardaron un poco pero terminaron por ir a ver que pasaba.

 

Por supuesto actuó sobre su estado, empeorando. Empezó a temblar y respirar con dificultad, dejando caer su cuerpo como si no tuviera fuerza.

La primera en entrar fue una enfermera, que precisamente pasaba por delante de esa habitación. Asustada, lo socorrió enseguida.

 

-¿Qué ha pasado? –Preguntó mientras miraba sus heridas.

 

-El chico,  al escuchar que iría a la..se ha vuelto loco..-Dijo forzando su voz, como si le hiciera daño. –Se ha escapado…-

 

La chica, al instante, miró a su alrededor. Había empalidecido.

 

–Dios mío, debemos de llamar a la policía…- Fue lo primero que dijo.  Gabriel no contesto.  

 

Simplemente hizo ver que perdía un poco la consciencia.

 

-No te duermas. – Le intentó incorporar. – Iré a avisar a la policía y a los otros.

 

Lo dejó sentado en el suelo de esa habitación dejándole nuevamente solo.

 

Gabriel seguía respirando agitadamente, esta vez de verdad. Seguía sintiendo esa intensa opresión que a la vez, le dolía y hacía sentir aquella excitación antes mencionada. Miró de reojo el armario aunque no se movió. Después de aquello enseguida vino la policía, que mientras curaban sus heridas le hacían un montón de preguntas y demás. Por supuesto, empezaron una búsqueda, aquel chico era peligroso y no podía estar suelto por la ciudad.

 

Por supuesto ninguno de los policías abrió el armario. Era algo tan obvio que temieron parecer tontos por abrirlo. Además todos creyeron las palabras del atractivo y apaleado enfermero.

 

Esa noche había sido un auténtico caos y todos los enfermeros y médicos se habían reunido para hablar de la poca vigilancia y descuido de todos. Habían dejado que el chico escapara y nadie se había enterado. Por supuesto habían dejado descansando al rubio. Aprovecho ese momento para tomar a Max y llevarlo al aparcamiento. Ese hospital no tenía cámaras de seguridad, con lo que no tenia problema con aquello.

 

***

 

No volvió a entrar. Se iba a tomar el siguiente día como libre, mas que nada para descansar. Sus compañeros sabían que lo haría. Se marchó con el chico profundamente dormido en los asientos traseros.

 

Aún no lo iba a llevar a su casa, aunque si que se iba a pasar, par tomar un recambio de ropa y coger algo de comer. Seguidamente fueron a un sitio que el moreno necesitaba intensamente.

 

***


Se respiraba paz y tranquilidad, la suave brisa hacía mecer los cipreses los cuales te transportaban en un mundo lleno de melancolía y tristeza. Gabriel salió del coche y se apoyó en el mismo auto, mirando el paisaje. Inspiró profundamente mientras sus labios iban formando una suave y melancólica sonrisa. Y a la vez se sentía desahogado y aliviado. Volvió a mirar al chico y luego el paisaje. Su memoria ya no recordaba la última vez que había pisado esos pastos y cimientos. Desde aquella vez no había querido regresar nunca a ese lugar. Aunque de nuevo allí estaba. Esa sensación de extraña paz y corazón encogido le rodeaban.

Ir a visitarlo era tan doloroso para él, sabía que lo entendería todo. Su ausencia y sus nuevos sentimientos.

 

Pasó una media hora y poco más antes que se despertara. Lo había tapado con una pequeña manta de viaje. La humedad abrumaba aquel sitio.


***

 

Se sintió totalmente desorientado y con un intenso dolor de cabeza. Su rostro se difuminó en una mueca que le hizo frotar los ojos, intentado disuadir esas descargas eléctricas que le mortificaban las sienes. Después de eso miró a su alrededor. Todo estaba tapizado y había unos mandos, eran marchas de un coche. No había duda que estaba dentro de uno. ¿Lo estaban llevando a la cárcel? No recordaba nada.

Nada hasta que Gabriel llegó a su mente y luego la presión que había hecho al taparle la boca. Se incorporó y miró por la ventanilla. Sintió una punzada en su pecho cuando descubrió donde estaban. No había vuelto a ese lugar desde que había muerto su abuela hacía años.

 

-¿Por qué? ¿Qué hago aquí?- Se preguntó, viendo como un poco más allá la silueta de Gabriel    

 

Al escuchar su voz se giró y sonrió.

 

-Vístete, creo que te vendrá bien esta ropa.- Dijo mientras se la señalaba. Eran unos jeans oscuros y un jersey azul marino con un poco de cuello.

 

Sin decir nada Max le hizo caso y se puso la ropa. De alguna manera agradecía poderse poner pantalones después de tanto tiempo.

 

Una vez listo salió del coche y miró a Gabriel sin entender nada.

 

-Ven conmigo…-

 

Tomo suavemente su mano y los dos entraron en el lugar. Antes había tenido tiempo de buscar donde se encontraba el nicho de su familia. Y allí aun con un montón de grandes ramos de flores se encontraba su destino.

Gabriel no dijo nada. Deseaba que Max lo hiciera por si mismo aunque no soltó su mano la cual aun no había sido soltada por el moreno.

 

Su ojo azul se llenó de lágrimas al ver quienes estaban enterrados allí. Entonces si quiso soltarse de su mano. Para él era blasfemar sobre sus tumbas. Que su asesino les fuera a visitar era el colmo.

 

-Eres un cabrón.- Dijo en un hilo de voz.

 

-Espera- Tiró de él pegándolo a su pecho.-No sé que dirían tus padres o tus familiares si te vieran aquí pero tu hermana…estoy seguro de que ella quiere que vengas.-

 

El ojiazul como respuesta gruñó agudamente, empezando a llorar con intensidad.. Se agarró de sus ropas, sacudiéndolo con levedad. Como si quisiera castigarle pero a la vez lo necesitara.

 

-¿Qué se supone que le tengo que decir? ¿Hermanita siento haberte degollado? –Busco la respuesta en los ojos ajenos pero su acompañante se quedó en silencio unos segundos.

 

-Sí.- Contestó secamente.-No con esas palabras pero si.-

 

Le sonrió dulcemente y hundió sus dedos en sus cortos cabellos.

 

-Saca toda esta pena que te esta comiendo por dentro..- Continuó, sin dejar de acariciarle el cabello. –Si es necesario, gritaselo para estar seguro que pueda llegar a oírte…-

 

Respiró cortadamente. Sentía como se le formaba un pequeño nudo en la garganta y sus ojos color trigo se inundaban en lágrimas que nunca llegaban a saltar. Cuantas veces le había gritado al cielo lo mucho que lo añoraba. Ya no lo sabía.

 

Lentamente Max se fue separando de él y se giró para mirar hacia el nicho donde se encontraba su hermana y toda su familia.

 

Inspiro y dejo salir el aire sin mas.

 

-Perdóname…- Dijo en un hilo de voz.

 

Sus ojos enseguida fueron a parar al suelo. Gabriel le miraba, se mantenía al margen.

 

-Perdóname por decidir por ti. –Seguía diciendo mientras empapaba el suelo con sus lágrimas. –Perdonarme.-Repitió.- Tu…tu.. estoy seguro que lo habrías logrado.- La voz se le rompía mientras seguía hablando. – Te lo quite todo sin pensar en ti...¡solo penes en mi! -Gruño en rabia, dejándose caer de rodillas al suelo.-¡Perdóname! Lo siento!-

 

Sabía que todo aquello no servía de nada pero ya no podía parar, gritaba a todo pulmón, haciendo resonar su voz por todo ese cementerio. Dio un golpe de rabia en el suelo y luego otro aun más fuerte. Quedando solo su llanto en el aire. Peló sus nudillos y al sentir el dolor volvió a golpear, fuerte. Cosa que hizo reaccionar a Gabriel, tomando sus muñecas.

 

–Tranquilo.- Susurró.

 

-¡Déjame! –Grito de nuevo, intentando zafarse pero el rubio solo lo trató de refugiar en su pecho, cosa que terminó consiguiendo. Lo mantuvo fuertemente abrazado hasta que su cuerpo dejó de temblar y llorar.

 

Una vez mas ya no quería separarse de ese cuerpo tan cálido. Se mantenía acurrucado, aun temblando de vez en cuando.

Muy despacio, el mayor, fue acariciando su espalda, hasta que el moreno se empezó a remover cuando la vergüenza se puso en frente de todo. Gabriel lo fue soltando y le miró. Su rostro aun algo húmedo y sonrojado lo hizo estremecer.

Acarició su mejilla.

 

-¿Quieres que nos vayamos? –Preguntó.

 

Max una vez mas se giró para darle un último vistazo.

 

Algún día volvería. Tal vez cuando terminara su condena, si es que la terminaba. Entonces habría recibido su castigo y sería “digno” de visitarlos.

 

Después de eso le miró y asintió levemente, incorporándose un poco torpemente del suelo.

 

Salieron del cementerio y subieron al coche. No tardaron mucho en arrancar y el rubio a conducir.

 

-¿Me llevaras a la cárcel, por favor?- Le preguntó Max, sin tener fuerzas para mirarle.

 

-No.- Contestó rotundamente. –No dejare que te encierren.-

 

Max se revolvió un poco en los asientos traseros.

 

-¡Quiero que me encierren! ¡Es la única cosa que quiero en este maldito mundo! –Grito, aunque quedó un poco Shokeado al pensar de que no era verdad. Había una cosa, alguien mas que quería en este mundo.

 

-Lo siento Max, pero no te voy a dejar marchar.-

 

Hizo un giro algo brusco. Quería llevarlo a un parque escondido que conocía pero cambió de opinión. Irían a su piso.

 

-¡Es lo que merezco! Maldita sea si no me dejas marchar saltaré del coche!-

 

Al escucharle paró el coche y sin decir nada salió de él para meterse en la parte trasera. Se sentó a su lado y tomó una de sus manos.

 

-Una semana...- Soltó mirando sus ojos. -Dame una semana para hacerte ver que tu lugar es a mi lado y que cualquier cosa que hayas hecho en el pasado, allí se debe de quedar. No te dejare pensar ni un segundo en nadie que no sea yo ni en nada que te hiera.

 

Max le miró con cara de asombro. Aquello era una declaración. No había dudas. Sus mejillas habían tomado un rojo intenso y su corazón entró en combustión a causa de lo rápido que latía. No podía negárselo. Había entrado en su vida, muy intensa y profundamente. Nunca podría olvidar esa amabilidad y afecto que le había dado y casi inyectado a la fuerza.

 

Sus ojos,  del color de las espigas de los campos le miraban, casi imploraba que dijera que sí.

 

-Si no consigo hacerte cambiar de parecer, yo mismo te acompañaré para que te arresten.- Siguió con algo de dolor. Apretó sus manos antes de sentirse débil. Esas palabras le dolieron. Pero no fue necesario. Max reforzó el encaje de sus manos.

 

-Si es así, acepto...-

 

Se mordió suavemente el labio, mirando la tapicería del asiento, aún no estaba preparado para corresponder ningún sentimiento aunque dentro de él hubiera miles de sensaciones y emociones hacia aquel chico.

 

Gabriel sonrió ampliamente y le abrazó con fuerza.

 

-Gracias...-

 

Tomó sus mejillas y unió ambas frentes.

 

-No te fallare...- Le susurró con dulzura aunque eso hizo apartar al moreno.

 

-Nunca digas una cosa así, porque si luego me fallas y me hieres no te lo podré perdonar...-

 

Esta vez le miró a los ojos, chispas de locura se reflejaban en aquella orbe tal maltratada por las lágrimas.

 

Gabriel en vez de sentirse espantado le sonrió, sin dejar sus mejillas estiro su cuello para llegar a la frente ajena para besarla Significaba que le protegería hasta que no pudiera más.

 

El otro se quedó quieto. Cerró su ojo al sentir esos labios presionar su frente, manteniéndose de ese modo, como si esperara algo mas, aunque nunca llegó, con lo que, tal vez, algo apenado volvió a abrirlo. Al hacerlo se encontró con unos cuantos bocadillos y bebidas.

 

-No has comido desde hace un montón de horas. Debes de tener hambre.- Supuso mientras le entregaba uno de jamón serrano.-

 

Habían parado en una cuneta, la cual estaba al lado de un campo de pastos con hermosas manchas rojas formadas por amapolas. Una suave brisa los acompañaba, la cual hacia un ambiente perfecto para hacer un pequeño picnic.

 

-Vayámonos a comérnoslos a fuera del coche, aparte de que no quiero que se llene de migas.- Le sonrió mientras volvió a abrir la puerta y sacaba la comida restante.

 

Había unas anti-estéticas vallas que habían quedado abandonadas en ese lugar, perfectas para sentarse. El rubio fue el primero en tomarlas como tal, esperando a que Max hiciera lo mismo.

 

Una vez los dos sentados empezaron a comer, solo Gabriel. Max se quedó mirando el prado. No tenía hambre no podía evitar pensar en que hacía muchísimo tiempo  que hacía algo semejante. Sus padres dejaron de hacer excursiones, hacia tanto que no podía especificar la época. A pesar de que su hermana siempre estuviera jugando a solas en casa, tampoco la sacaban a jugar al parque y a causa de su antisocialidad él tampoco lo había hecho.

 

Sollozó.

 

Sin embargo siempre habían tratado con  poco amor a esa pequeña niña y lo que más le dolía era que siempre estaba sonriendo. No recordaba una sonrisa más sincera y  bonita que aquella o tal vez no...

Justo en ese instante, al ver los cabellos ondeantes y los brillantes ojos de Gabriel, se dió cuenta de que a quien le recordaba, era a esa niña, su hermana. Su sonrisas eran igual de dulces y sinceras.

 

Intento dibujar una en sus labios pero solo mostraban amargura. Cerró los ojos dejando caer dos brillantes lágrimas que ni siquiera rozaron sus mejillas. Fueron a parar al polvoroso suelo, En el cual, se fundieron al instante con la tierra.

 

Le miró, comía distraídamente, mirando el paisaje.

 

Le había visto llorar por eso se mantenía en silencio. Pensaba que tal vez deseaba hablarse un poco a él mismo aunque se sorprendió al notar una presión en su hombro. Max se había apoyado un poco en él.

De nuevo el rubio se estremeció y ruborizo con levedad. No hizo nada. Le dejó mientras terminaba de comer.

 

Su corazón latía con tanta fuerza pero a la vez se sentía tan reconfortado y lo mejor de todo era que no le preguntaba ni apartaba. Al cabo de un rato empezó a comer mientras perdía su mirada en esos campos..

 

Una vez terminaron no estuvieron mucho más rato allí. Subieron de nuevo al coche y por fin fueron al piso.

 

Durante esa semana Max debería de estar escondido. Estaba prácticamente seguro que no irían a mirar a su casa con lo que allí estaría a salvo.

 

Cerciorándose de que no hubiera nadie Subieron las escaleras del bloque.  Estaba algo nervioso mas que nada porque su casa no era muy corriente.

Llegaron delante de la puerta.

 

 

-Escucha...- Le miró. Su rostro se veía preocupado.- No quiero que te asustcCones por lo desordenado que esta...-

 

Continuará

Notas finales:

Y aquí lo dejo. 

Gracias por leer hasta aqui, quien haya llegado y nos vemos en el próximo lunes.

Cualquier tipo de comentario serea bien recivido siempre que sea contructivo y no destructivo.

 


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