Kim Jongin se había perdido totalmente en la belleza de Do Kyungsoo.
Sus ojos grandes, oscuros, profundos, inocentes pero con un brillo provocativo y lascivo, en los que creían perderse por cada vez que lo miraba; aquellos labios pequeños, definidos, curvados en una sonrisa, y carnosos con los cuales le gustaba divertirse, fundirse en ellos en deseo; aquellas mejillas regordetas que le incitaban a pellizcarlas (como nalgas) por cada vez que sonreía con inocencia; su menudo cuerpecito, delgado pero bastante provocador y deseable... Éstos fueron los factores en los que Jongin cayó rendido; fueron su perdición.
También fue aquella timidez e inocencia que lo caracterizaba, que terminó por flecharlo.
Pero lo que más lo dejaba fascinado era en la persona en que se convertía por las noches; aquellas palabras que repetía con lujuría y deseo, junto con aquella sardónica sonrisa, que provocaban un enorme temblor por la anticipación en su cuerpo:
"Dile adiós a tu virginidad." Como si eso fuera posible, pensaba el moreno.
En primer lugar comenzaba comiéndole la boca, literalmente, con ahínco, en un beso apasionado en donde sólo sus labios tenían participación en ello, mientras lo acorralaba en alguna pared y, con sus delgados, pero fuertes brazos, le impedía el acceso a la libertad. Aquella escena resultaba ser un tanto chistosa, porque Jongin era más alto y fuerte que él. Pero aún así lo dejaba hacerle lo que quisiera, al fin y al cabo nunca se quejaba de nada, porque todo parecía ser el maldito paraíso del placer. Kyungsoo sí que sabía qué hacer para hacerlo enloquecer.
El mayor, al sentirlo en su total y completa disposición y merced era cuando liberaba sus manos. Éstas salían y comenzaban una persecución por la piel del moreno, robándole suspiros a su paso que morían en su garganta.
No iba a mentir que le fascinaba sentir la boca contraria junto a la suya, pero juraba que la necesitaba en ese instante en otra parte de su anatomía. ¡Y vaya que la necesitaba con urgencia! Su pene dolía por lo excitado que se encontraba.
Y todo aquello había sido provocado al comenzar con las caricias que poco y nada tenían de delicadas; pellizcaba sus pezones con rudeza, aunque en algunas ocasiones se apiadaba de él y le rozaba con las yemas de sus dedos pulgares con sutileza.
Después de terminar con aquello (y dejárselos duros) se dedicaba con gran determinación en desnudarlo. Cuando finalizaba volvía a atacar sus labios pero ahora con desespero, para después depositar beso por beso descendiendo de su barbilla hasta su cuello. Lugar donde se empeñaba por dejar visibles marcas con el fin de que cualquiera que lo viese se diera cuenta que ya tenía a alguien.
Una vez se enfadaba de estar en un mismo sitio, seguía su camino, descendiendo ahora por su clavícula, pecho, vientre... hasta llegar a su entrepierna.
Y cuando Kyungsoo le cogía el pene con las manos para introducirlo a su boca, Kai sentía las piernas flaquearle, y temía oír de un momento a otro el ruido de su cráneo dando contra el suelo.