Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Butler por midori_bs

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Butler fue mi regalo para my beloved Nami (Namihyun) ♥

... Aunque sí, todavía te debo el hunhan ;~; 

Notas del capitulo:

Siempre quise escribir algo de mayordomos. 

Pero no sé nada sobre el sistema.

Sepan tolerar (?)

En la familia Huang no es misterio a qué se dedicarán los hijos hombres. Desde hace nueve generaciones que sirven a la familia Lu, aunque una rama se dividió y continuó bajo la orden de los Song. Casi una deshonra, una mancha en un historial de otra forma perfecto, aunque Zitao no estaba allí para vivirlo ni remotamente.
Zitao es el único hijo varón que tuvieron sus padres, y su deber es servir al último (y también único) hijo de los Lu, quien por suerte es bastante amable. Siempre deja claro que Zitao es de una clase inferior en varios aspectos cada vez que conversan, pero no puede culparlo ya que de esa forma lo criaron. ¿Qué puede esperarse?
La vida como mayordomo de veinticuatro horas al día es bastante solitaria. Zitao no conoce demasiada gente de su edad y eso le molesta. Su trabajo no es odioso pero habría querido tener la oportunidad de elegir. No le menciona nada a sus padres (a ningún adulto, en realidad) porque sabe que se enfadarían con él, y sólo recibiría reproche a cambio de sus planteos.
La casa Lu se prepara para incorporar nuevos empleados la próxima semana. El anuncio le interesa a algunos y preocupa a otros. Zitao siente curiosidad, aunque los otros empleados nunca la prestan atención: es “muy joven para entenderlos”. Pero tiene dieciséis años, no es tan joven. Por lo menos, es lo que su mente le dice, ofendida.
La tanda de nuevos candidatos llega el lunes mientras Zitao ayuda a Luhan a vestirse para reunirse con sus padres. Lo acompaña hasta la oficina y observa asombrado la cantidad de gente que espera para entrevistarse. Parece que el señor Lu tardará bastante, este año son muchos más. No obstante, él disfruta de hacer estas cosas personalmente. Para estar seguro, supone.
Al final sólo quedan diez personas, que estarán en período de prueba estricto por un mes hasta oficializar su contrato y por ende, su nuevo empleo en la casa. Zitao agradece ser un Huang, ya que por ello no tuvo que pasar por tal prueba. Si hubiera fallado sus padres se habrían decepcionado tanto…
A su planta (el tercer piso, donde se ubica el cuarto de Luhan) son asignados únicamente dos personas. Una chica que limpia la mitad de las habitaciones y se rehúsa a comunicarse con nadie que no sean sus jefes y un chico encargado del mantenimiento del resto del piso.
Zitao los vio de lejos, mientras uno de los mayordomos les mostraba el lugar. La chica es menuda, con pelo corto y piel extremadamente blanca, como si nunca la hubiese tocado el sol. Siempre va con la cabeza gacha, ojos en el piso y aspecto nervioso. Zitao no pudo verla de cerca, apenas sabe cómo es su rostro.
El chico es alto, Zitao supo, aún desde lejos, que era más alto que él mismo. El pelo oscuro lo traía atado en una pequeña colita y sus facciones le parecieron agraciadas.
Es uno de los contados hombres jóvenes que conoce en su vida, y no puede evitar emocionarse un poco, pensando que quizás pueda conseguir un amigo en esa casa grande y llena de adultos.
Así que junta coraje y, una vez que Luhan se va de la casa para visitar a unos amigos, se acerca al nuevo empleado y le pregunta su nombre.
—Yifan —contesta con tono sosegado.
Sus ojos son negros e insondables. Zitao se siente intimidado. Aún así, logra sonreír con algo de naturalidad.
—El mío es Zitao —responde a una pregunta nunca formulada.
Yifan le devuelve la sonrisa, su propia versión discreta pero sincera.
—Gusto en conocerte.
—Igualmente —Zitao estira su mano para aceptar el apretón de Yifan, felicitándose internamente.
«Ya ves que era una buena idea después de todo».

La cocina es un lugar totalmente desierto de noche, cuando los cocineros se retiran a su habitación y la limpieza final es realizada. Esto es aproximadamente a las once menos cuarto. Zitao lo sabe porque aprovecha esos momentos para tomar y comer algo, o simplemente para tener un tiempo a solas sin órdenes de nadie en el medio.
Un día, no obstante, se encuentra con Yifan, quien está sentado en su habitual lugar de la pequeña mesa redonda. Suprime su irritación, concentrándose en las posibilidades de volverse más cercano con el siempre profesional Yifan.
—¿En busca de un bocadillo nocturno? —dice, sobresaltándolo en el proceso. El pelo del color de la tinta de Yifan cae irregularmente sobre su frente cuando levanta la cabeza, buscándolo como acto reflejo.
—No realmente. Simplemente no tenía ganas de dormir aún —se explica, sonriendo como un niño atrapado en medio de una travesura—. ¿Imagino que lo tuyo es algo similar?
—Siempre bajo aquí en las noches —Zitao alza los hombros, como si aquello no fuese una tradición sagrada para él.
—Ya veo.
Permanecen en silencio unos momentos, mientras Zitao abre el refrigerador y extrae de él una botella de leche. Le ofrece un vaso a Yifan, quien lo declina con educación.
A veces es tan cortés que siente la necesidad de gritarle. Zitao no es un mayor, no necesita que lo traten como a alguien superior e inevitablemente distante. Quiere que sean amigos, iguales, pares.
—¿No eres de esta zona, cierto? —cuestiona Zitao, tomando asiento con un vaso de leche recién calentada entre sus manos.
—No —la voz de Yifan suena impasible al responde, aunque Zitao cree ver un brilla nostálgico en sus ojos negros—. Vengo de Guangzhou.
—Ah —se mostró educadamente interesado, sorbiendo de su vaso y mordiéndose la lengua para evitar el torrente de preguntas que se moría por formular. Yifan no se veía muy cómodo con el tema—. Eso está bastante lejos.
Yifan le restó importancia al asunto con un gesto.
—No lo suficientemente lejos para perderme una oportunidad de trabajo como esta.
Zitao asintió, con renovado respeto.
—Y tu viaje valió la pena, porque no creo que tengas problemas con el período de prueba.
—Es un poco pronto para decir eso —Yifan enarcó una ceja oscura—. Apenas es mi tercer día en esta casa.
—Técnicamente —Zitao observó el gran reloj de la pared—, ya es tu cuarto día.
—Ah —parpadea—. ¿Ya es de madrugada?
Un vistazo al dichoso reloj le sirve como respuesta.
—Pareciera que el tiempo transcurriera más rápido aquí abajo. Al menos, siempre lo sentí así.
Yifan le dedica una mirada enigmática, dedos largos tamborileando sobre la superficie de la mesa.
—¿Cuántos años tienes, Zitao?
La pregunta lo toma por sorpresa, y balbucea la respuesta sin pensarlo.
—Dieciséis. ¿Por qué lo preguntas?
—Curiosidad —el tono de Yifan es desenfadado, casual, obligando a Zitao a descartar cualquier tipo de segunda intención en el más alto—. Pareces mayor. En tu forma de hablar, me refiero. Más maduro.
Zitao no puede contener el sonrojo evidente en sus mejillas, por más humillante que sea, y murmura un «gracias» sin mirarlo a los ojos.
—Eres mayor que yo —no es una pregunta, sino la constatación de un mero hecho.
—Sí. Tengo dieciocho años, diecinueve en un mes —Yifan sonríe suavemente, estirando uno de sus brazos y robando el vaso casi vacío de Zitao, tomando su contenido de un solo trago.
—Supuse que serías un par de años más grande que yo, aunque conozco poca gente joven —frunce el ceño ante las acciones ajenas, arrebatándole el vaso de las manos demasiado tarde.
—Lo cierto es que tampoco vi muchos adolescentes o menores de treinta, más allá del hijo de los Lu —sus ojos brillaron súbitamente, mientras recordaba—. Los empleados que llegaron conmigo se veían bastante jóvenes. Podrías tratar de hablar con ellos —sugiere.
Zitao esboza una sonrisa ladina.
—¿Es esta tu forma de decirme «no me fastidies»?
Yifan ríe genuinamente por primera vez desde que lo conoce.
—No me fastidias —asegura, ojos oscuros suavizándose.
Zitao se pasa una mano por el cabello color tinta y sonría con cierta timidez.
—Qué bien, porque no pretendía dejar de hacerlo de todos modos.
Hay algo en la mirada de Yifan que hace que su corazón acelere.
—Adelante, entonces.

Yifan tiene razón acerca de los otros empleados. Zitao logra entablar conversación con uno de ellos, una vez. Su nombre es Baekhyun y es amigo del chico callado que fue asignado a su piso, Kyungsoo (divertida historia… Aquella “chica menuda y cabizbaja” resultó ser un chico. Ah, la humillación que sintió Zitao por su malentendido). Su conversación es corta pero es un progreso en su nula vida social de todas formas. Le cuenta sobre ellos a Yifan la siguiente noche que lo encuentra en la cocina y recibe a cambio felicitaciones y ánimos a hablar con el resto de los recién llegados.
Para cuando la semana de prueba finaliza, Zitao conoce a Baekhyun, Kyungsoo (¡quien accedió a dirigirle la palabra!) Yixing, Chanyeol (amigo de Yifan, quien los presentó y le aseguró que Chanyeol no era tan raro como parecía) Joonmyun, Jongdae y Minseok. Hay dos personas más pero Zitao no coincide con ellos todavía, aunque sabe que ocurrirá tarde o temprano.
También, al fin de aquella semana, es capaz de asegurar sin dudas que Yifan es su amigo. Y el primero, además. Su rutina de bajar a la cocina en la noche se vuelve una cosa de los dos, un momento en que pueden hablar con discreción, sin trabajo de por medio. Es refrescante.
—Hoy Luhan no se veía muy feliz.
Zitao todavía puede sentir el estrés en su cuerpo.
—La verdad es que no —Luhan nunca le había contestado de mala manera, pero ese día no parecía estar mucho en sus cabales.
—Creo que sé qué le pasa —Yifan tien esa mirada pensativa otra vez y Zitao no puede evitar sentir cierta curiosidad.
—¿Y qué es? —presiona. No le gusta para nada el suspenso.
Yifan se encoge de hombros, un gesto típico suyo.
—Problemas amorosos. Tu “señorito” no es tan obediente como tú piensas.
Zitao le devuelve la mirada, sus ojos llenos de confusión.
—Sin acertijos, por favor —pide, comenzando a sentirse irritado.
Yifan no se ve perturbado en absoluto.
—Quien trae sufriendo a Luhan es uno de los nuevos empleados que no conociste. Menor de edad por cierto —su tono de voz se vuelve divertido.
—Luhan tiene sólo diecinueve —defiende Zitao, afectado sin entender por qué.
—Y Sehun quince —responde Yifan, calmo.
Zitao calla, aunque sigue manteniendo su argumento en su cabeza, con terquedad.
—No te enojes conmigo, Taozi —la voz de Yifan se dulcifica, mientras estira un brazo para darle unas palmaditas sobre el pelo negro. Yifan siempre lo trata como si fuese un niño.
A veces le gusta, y otras… no tanto.

Como regalo por su décimo octavo cumpleaños, la familia Lu le da a Zitao vacaciones. Y una habitación más grande, lo que agradece profusamente.
Las vacaciones son cortas, una semana, pero son las primeras en su vida y es una oportunidad única para salir de la mansión e ir a donde quiera sin consultar a nadie.
Su felicidad sería completa a no ser por un detalle: Yifan, a quien estaría dejando atrás por esos siete días. Zitao ya no recuerda cómo eran sus días sin el mayor, hace ya dos años que lo incluyó en su vida.
Yifan no intenta retenerlo, no obstante. Lo anima a salir de la mansión que se pasó viendo por dieciocho monótonos años con una sonrisa que casi, casi consigue ocultar toda su tristeza.
«Es importante que aproveches, que conozcas y explores, Taozi. De otra forma, te vas a arrepentir en el futuro».
Así que Zitao lo obedece.
No puede ir tan lejos, por una cuestión de tiempo, pero conoce nuevos pueblos y paisajes. Ve nuevas caras y se desconecta del mundo que solía pensar que era tan reducido. Aunque es feliz, su corazón pide por Yifan, por ver su rostro y oír su voz.
Hace un año que Zitao llegó a términos consigo mismo y aceptó sus sentimientos lejos de la simple fraternidad por Yifan. No le sorprende, su enamoramiento, ya que el mayor es demasiado perfecto como para no amarlo. Y es tan atento con él…
Pero Zitao no es ingenuo, no se confesaría mientras Yifan lo viera como un niño al que cuidar. Sería un rechazo rápido. Mientras tanto podría albergar esperanzas, ¿cierto?
Regresa un domingo por la noche, sintiéndose renovado y diferente. La actividad de la casa está en sus últimas horas, pero sus padres se acercan a saludarlo junto con sus amigos, a los que conoce en la época que Yifan llega a la mansión.
Este último lo espera en el tercer piso, habiendo terminado sus tareas ya, con esa sonrisa que sólo Zitao tiene el derecho a ver y algo similar a un dulce en la mano. «Regalo de bienvenida» explica simplemente al dárselo. Zitao no piensa quejarse.
—Gracias —le devuelve la sonrisa, la más amplia que hubiera esbozado en una semana. Ese sentimiento cálido en su pecho lo abraza nuevamente, y no tiene que pensar mucho para darse cuenta que el único catalizador es el hombre que tiene adelante. Siempre tan amable, siempre atento, siempre mimándolo. Le gustaría poder decir, además, que siempre será suyo. Pero, ¿qué tanto derecho tiene?
Zitao desenvuelve el dulce mientras Yifan les prepara algo caliente para beber hasta que el sueño los venza y Zitao deba reunirse con su conocida y leal cama. No quiere, no obstante, porque pareciese que se vieron hace tanto tiempo, y mil y una historias se desarrollan en su mente como pequeños flashes que quisiera compartir con el mayor. Cree que no es capaz de formular las frases con la exactitud que le gustaría, y la narración se le enreda en la lengua mientras sus ojos vagan por aquel rostro tan anguloso y hermoso. Qué desastre, piensa. ¿Cómo puede ser que quede reducido a esa pila humana incapaz de hacer nada con eficacia en menos de un segundo?
—¿Me extrañaste? —pregunta antes de poder morderse la lengua, aquella función que revisa sus palabras, antes de escupirlas torpemente, anulada en un 100%.
Yifan deja escapar una risa baja que envía escalofríos por su espalda.
—Por supuesto que te extrañé, Taozi. ¿Cómo podría vivir sin ti? —responde con tono juguetón, guiñando uno de sus ojos oscuros y ganándose un pequeño golpe en el hombro a cambio.
—¡Hablaba en serio! —su labio superior sobresale en un puchero adorable.
—Yo también —Yifan acaricia los cabellos color tinta con cariño—. Pareces cansado, tus ojeras son aún más similares a un panda que nunca antes —ríe, evadiendo un nuevo golpe con éxito—. Vamos ya a dormir, ¿sí?
No tiene energías para negarse.

Ignorando las risas poco discretas de Baekhyun, Zitao continúa regodeándose en su propia miseria, hundiéndose en un mar de pensamientos poco alentadores.
¿El motivo? La decisión de dejar de atrasar lo que es inevitable y necesario para su propia supervivencia.
O bueno, quizás no tan así. No es que esos detalles importen mucho.
Volviendo al tema importante, Zitao se establece a sí mismo un límite de dos meses para confesar todo ese torbellino de sentimientos por Yifan que está harto cansado de esconder ya. ¿Por qué dos meses? Porque es lo que falta para Noviembre, y el cumpleaños número veinte de Yifan por ende. ¿Por qué antes del cumpleaños del mayor? Por ningún motivo en especial, o eso cree, pero parecía un buen evento para utilizar como límite.
Parecía. Sobre todo cuando se veía tan lejano. En estos momentos, no obstante, con apenas días para su llegada… Zitao se siente en una mezcla de pánico puro y miseria.
No. No. ¿Cómo se le ocurrió que podía hacer esto? No importa que Baekhyun se ría en su cara, con su estúpida y linda sonrisa, y lo obligue a entender que “nada es imposible”, y que algo en sí mismo grite «¡Si no lo haces vas a arrepentirte!» como le hubiera dicho una vez Yifan antes de su viaje.
Hay tantos “pero”s en su mente que comienza a sudar frío, y lentamente se prepara para utilizar una rendición rápida—
—¿Taozi?
Al diablo. Zitao casi se golpea de lleno contra la pared, sobresaltado.
—¡Yifan, no hagas eso! —reprocha al confuso mayor, que se disculpa—. Está bien, sólo me… asustaste un poco. Estaba pensando en otras cosas.
—¿Cosas como qué? —cuestiona, arqueando una ceja oscura con curiosidad.
Como lo mucho que me gustaría llamarte ‘mío’.
—Sólo cosas. Sin importancia —contesta con demasiada rapidez para ser convincente.
—Claro —Yifan estira uno de sus brazos y sostiene el mentón del más joven con firmeza pero una delicadeza ya incorporada. Zitao traga saliva compulsivamente, obligándose a mantener el contacto visual que Yifan impone—. ‘Sin importancia’, pero tu expresión me dice otra cosa muy diferente.
—Si te lo dijese, no te gustaría —murmura Zitao, cambiando a una mirada de ruego.
—¿Cómo estás tan seguro? —frunce el ceño, preocupándose—. Sabes que puedes decirme cualquier cosa.
—No cualquier cosa —resopla, enojado. Con sí mismo más que con Yifan, con sí mismo porque le gustaría evitar esta situación a todo coste pero se siente terriblemente mal evadiéndola.
—¿Qué es, Taozi? Yo nunca te daría la espalda.
¿Tú crees?
Podrías… cambiar de opinión en un abrir y cerrar de ojos.
Si supieras.
Los ojos de Yifan le transmiten tanta sinceridad que casi se siente culpable por desconfiar de sus palabras.
—Quizás no. Quizás te daría lástima. Y yo nunca querría tu lástima.
—¿Lástima? —la mano que sostiene a Zitao de su barbilla no se mueve, y Yifan se agacha ligeramente para que sus ojos se encuentren en el mismo nivel. Su mirada es tan intensa que Zitao casi cae en la tentación de cerrar sus ojos—. ¿De qué hablas? ¿Por qué tanto misterio? —es claro que comienza a frustrarse.
—¡Eres tan insistente! —se queja, aunque es hipócrita porque esa es una característica que comparte (y supera, por momentos) con el otro.
La mano en su mentón es removida para unirse a aquella que pincha una de sus mejillas, estirando ambas. Zitao suelta un quejido—. ¡Basta, basta! Está bien…
Yifan lo mira, expectante, y el más bajo comienza a tropezar en sus propias palabras.
—Tranquilo —le dice quedamente.
Resopla. Claro, como si fuera tan fácil.
Estúpido y sensual Yifan. ¿Por qué tenía que enamorarse de él?
—¿Qué piensas de mi? —cuestiona a cambio, cambiando la estrategia esbozada en su mente a último momento como si de un juego se tratase. Ante la expresión confusa de Yifan, agregó—: Dime qué te parezco, como amigo, como compañero de trabajo, como persona… Que piensas de mí, qué te provoco, qué te molesta y qué es de tu agrado.
—¿Por qué la repentina curiosidad?
—Podría decir lo mismo, ¿no lo crees?
El mayor suspira, admitiendo derrota y salvando la poca dignidad de Zitao.
—Que qué pienso de ti… —emite un sonido pensativo y juega con el borde de sus bolsillos. El corazón de Zitao late tan fuerte que casi hace explotar su caja torácica, y se golpea internamente porque no es como si Yifan fuera a decirle que lo ama. No hay motivos para tal exhuberancia—. Pienso que eres un buen chico. Que eres responsable, filial, trabajador y algo caprichoso —un quejido lleno de ofensa abandona los labios de Zitao, causando que Yifan se interrumpa para reír—. Pienso que en estos años te volviste más atractivo —continúa, guiñándole un ojo juguetonamente y alejando el brazo que Zitao ataca al oír sus palabras—. Me gusta… Me gusta cómo te expresas, la forma en que te ríes, las anécdotas que a veces me cuentas, tus quejas infantiles que rozan lo extremadamente adorable y lo absurdo, tu sentido del humor tan peculiar y todo aquello que te hace único e irrepetible.
A este punto, Zitao siente su cara arder, aunque con más intensidad que el fuego que ya se aviva en su pecho. Las palabras de Yifan tienen un origen puramente noble y buen intencionado, lejos de las necesidades afectivas que corroen al menor cada vez que lo mira a los ojos.
¿Por qué, Yifan? ¿Por qué?
Quiéreme, idiota.
—¿Y sabes cuál es la mejor parte? —murmura el culpable de sus noches de insomnio, sobresaltándolo al tiempo que su voz masculina lo sacaba de su ensimismamiento.
—¿Cuál…? —le sigue el juego con voz vergonzosamente débil.
Yifan da un paso hacia delante, volviendo a colocar una de sus manos sobre el mentón ajeno y obligando a Zitao a mirarlo a los ojos.
Son milímetros los que separan un rostro del otro, y sus alientos chocan el uno contra el otro en los minutos más largos que Zitao haya experimentado jamás.
—Que eres mío —musita, mareándolo con la esencia de su dulce aliento (o más bien, una mezcla de café y menta que lo hacen humedecerse los labios) y dejándolo vulnerable ante su próximo movimiento.
Con los labios del mayor sobre los suyos, Zitao se permite cerrar los ojos y relajar los músculos que mantenía tan tensos. Sus manos van hacia el cuello de la camisa ajena, empuñándola y atrayéndolo hacia sí mismo, sus labios moviéndose junto a los de él en el ritmo establecido.
¿Qué estás pasando?
Su cerebro hace cortocircuito, pero no puede concentrarse en algo tan banal cuando el hormigueo en su estómago y el calor en su pecho le gritan que todo está bien. ¿Qué más da? Yifan lo está besando.
A él de todas las personas.
Se separan, respiraciones más agitadas de lo normal, y Yifan le desordena el cabello como siempre, sonriéndole cariñosamente.
—No me has golpeado todavía, lo tomaré como algo bueno.
—Idiota —bufa, escondiendo una sonrisa antes de atraerlo hacia un nuevo beso.
No piensa que vaya a cansarse de esto nunca.

—¿Si te dijera que tengo novio, me creerías?
Baekhyun tose, luchando porque el agua que tomaba se fuera por el lado correcto.
—¿Novio?
Incluso Sehun está mirándolo con incredulidad (ya ves, se conocieron hace recién un año, por más increíble que eso suene siendo que trabajan en el mismo reducido espacio. No importa, en un año su amistad se vuelve más fuerte que cualquier otra).
Es un poco insultante, la verdad.
—Sí, novio —reitera, cruzándose de brazos.
—¿¡Estás engañando a Yifan!? —lo acusa el menor de la casa, abriendo los ojos como platos.
Zitao le arroja lo primero que estás a su alcance: un repasador.
—¡Estoy saliendo con Yifan!
Ese es el preciso momento en que Chanyeol y Yifan hacen su entrada a la cocina, deteniéndose al oír su grito.
—¿¡En serio!? —la voz retumbante de Chanyeol le advierte a Zitao de su presencia y se girá a la velocidad de la luz, sonrojado y ligeramente alterado—. ¡No me dijiste nada! —acusa a su mejor amigo, señalándolo con un dedo acusador.
—Eso estaba por hacer, pero creo que Zitao lo hizo mejor —responde, innegable diversión impresa en sus palabras.
Zitao sabe que nunca se lo dejará pasar.

—Tal vez en la próxima ocasión podrías gritarle al mundo que me amas —propone Yifan, recostado junto a Zitao en la cama de su cuarto. No es muy sorpresivo que se encuentre con una almohada contra su rostro, y sabe que se lo tiene bien merecido—. Ay, no seas un novio abusador.
—Calla —lloriquea Zitao, volviendo a usar su almohada como arma de defensa—. Y dije que estaba saliendo contigo, ¿no es lo mismo?
Yifan niega, atrayendo al otro de la cintura (provocando un pequeño gritito de sorpresa) y escondiendo su rostro en la coyuntura de su hombro, besando la piel de su cuello.
—No es lo mismo. Que me ames suena más lindo.
—Tonto —murmura Zitao, reprimiendo los escalofríos que las caricias del otro le provocan.
—Dilo —presiona Yifan, mordiendo la piel delgada y suave—. O te marcaré.
—Lo haces de todas formas —protesta Zitao, pasando los brazos por el torso de su novio y rindiéndose silenciosamente—. Te amo.
—Yo más, Taozi. Yo más.
Yifan sí lo marca de todas formas (el muy desgraciado) pero Zitao aún se encuentra flotando en la nube de afecto que las palabras de éste le provocan para castigarlo como es debido.
Más tarde, siempre habrá tiempo para eso más tarde.

Notas finales:

Que cuuuursi soy. (I don't care, I love it)

Sus opiniones me importan, por favor tómense un minuto para dejármelas ♥

¡Gracias por leer~!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).