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Aquél que traicionó a la Tierra por DasHerz

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Notas del capitulo:

Tal como lo prometí, aquí está el segundo capítulo, que se supone debería ser el último, pero mientras lo transcribía vinieron más ideas, así que si no les importa, nos da para un capítulo más. Espero les guste.

Por cierto, ya que me preguntaron, esta historia está inspirada en la canción >>>"Fall of the Republic" de Arkasia<<<, si gustan  pueden escucharla mientras disfrutan la lectura.

SEGUNDA PARTE. El final es el principio


  —¡Zim! —volvió a llamarlo, pero esta vez utilizando un tono de voz más alto. De sus ojos cayeron unas cuantas lagrimas más al creerse nuevamente ignorado.


  Contuvo la respiración en cuanto escuchó el sonido de unas botas sobre metal aproximándose hacia él, se forzó en mantener la mirada fija en la devastada Tierra, pero de reojo podía advertir que el Invasor ahora estaba de píe a su lado, pose firme, brazos atrás, simplemente observándolo.


  —De verdad sabes seguir órdenes… eso me gusta, jamás lo habías hecho —felicitó el Invasor satisfecho al ver que el humano obedecía  lo que le había impuesto.


  Se sentó al lado del joven en la plataforma, con los pies colgando en el aire, y contempló el panorama apocalíptico con todos los cadáveres, escombros y pequeños fuegos, de forma indiferente, con aburrimiento plasmado en su rostro claramente.


  —No me gustaría ser arrojado de la plataforma, así que seguiré observando como dijiste —respondió con neutralidad en su voz, no queriendo tentar a la muerte, aunque quisiera gritarle en ese momento mil maldiciones a Zim, hacerlo no era buena idea.


  —O quizá… en realidad estás disfrutando todo esto. Después de todo, fueron ellos los que te hirieron, los que te abandonaron, los que te llamaron loco… debe ser lindo verlos morir.


  Y en ese momento, por primera vez se vio obligado a romper las reglas, volteó su cabeza a un costado para poder observar al irken que tenía grabada en la cara una cruel sonrisa. Zim decía cosas horribles, pero más horrible era admitir la veracidad de las palabras, aunque no quisiera aceptarlo, una parte de él, ¡una gran parte!, lo estaba disfrutando.


  Los ojos magenta  se cruzaron con ojos dorados que lo miraban con sorpresa, para su fortuna el irken no lo arrojó por la borda como le había dicho que  haría si apartaba la vista, por el contrario Zim le sonrió con una extraña amabilidad, luego de eso su vista volvió al frente y la frialdad se apoderó de su rostro. Desplegó las extremidades de su PAK, en las puntas brillaron luces azules, señal de que estaba a punto de dispararle a algo o alguien con sus mortales láseres.


  —Vista al frente Dib-gusano, es una orden —dijo con voz firme—, ese que viene ahí es Torque, no puedes perderte esto.


  Su mirada se centró al frente nuevamente, tratando de ubicar al mencionado, finalmente lo pudo ver a lo lejos, con la cara sucia, sus ropas rotas dejando ver algunas heridas. Se dirigía hacia donde ellos se encontraban, una figura más se le unió, ese era Kevin; ni siquiera hacían un intento por esconderse entre los escombros ¿Acaso estaban locos?


  Se acercaron hasta donde ellos estaban, el terror reflejado en sus pupilas con claridad. Si pensaban suplicar por su vida, sería en vano… no eran los primeros que lo habían intentado y todos habían sufrido la misma suerte, los cadáveres esparcidos alrededor debían servir como advertencia suficiente, que estúpidos si no lo notaban o creían lo contrario.


  —¡¿Zim?! —preguntó Torque con un grito, no muy seguro de si se trataba de su compañero de clases, simplemente lo suponía al verlo a un lado de Dib.


—N-no dispares por favor… no queremos hacerte nada —pidió Kevin alzando las manos en señal de paz y rendición.


  —¡Ja! —soltó Zim una corta risotada —. ¿Qué daño podrían hacerme ustedes?... patéticas bolsas de carne.


  —No digas idioteces y déjame hablar a mí Kevin —le susurró enfadado Torque, dándole un puñetazo al chico en el brazo, éste solamente soltó un pequeño quejido y sobó su brazo golpeado, agachando la cabeza.


  —“Idiotas” —pensó Dib resignado a verlos morir frente a sus ojos, como a todos los demás. 


  —Z-zim… lamentamos que ese imbécil te molestara todo el tiempo, no debió hacerlo estuvo mal, estuvo muy mal —decía Torque nervioso, tratando de sonar convincente y fingiendo una sonrisa—. No importa si eres un extraterrestre, ese idiota no debió haberte molestado, éste planeta es tu casa y siempre fuiste bienvenido.


  Los ojos de Dib se abrieron grandes, no podía creer lo que escuchaba, no podía creer que después de todo lo que le habían hecho, después de haberlo llamado loco, se atrevieran todavía a echarle la culpa y tratar de quedar bien con Zim.


  El irken volteó a ver al chico de cabellos negros que tenía a un lado, observó la cara de sorpresa y como esta cambiaba a una expresión dura, estaba enojado. Esto sólo le hizo sonreír nuevamente, era imposible no disfrutar todo eso, justo cuando ya se estaba aburriendo volvía  a suceder algo interesante.


  —Imbécil… idiota, ¿se refieren al Dib? —cuestionó Zim de forma casi inocente, señalando al joven a su lado con su mano enguantada.


  —P-por supuesto Zim —respondió Kevin asustado, asintiendo con la cabeza al igual que Torque.


  —S-sé que estás muy enojado por eso Zim… p-pero por favor, déjanos servirte…


  —¿Servirme cómo? —preguntó de nuevo, poniéndose esta vez de píe con ayuda de sus extremidades biónicas. Los dos chicos retrocedieron unos cuántos pasos al instante.


  —Como tú quieras… —se apresuró a responder Torque, pero enseguida fue interrumpido por su amigo.


  —Pero no nos mates, si quieres seremos tus esclavos al igual que Dib, pero por favor no nos mates —suplicó Kevin rompiendo en llanto, la situación estaba más allá de lo que él era capaz de soportar.


  Zim no pudo evitar reír a carcajadas. Los dos chicos  miraron al Invasor con sorpresa, Dib por su parte mantenía su mirada fija en ellos, fulminándolos con sus dorados ojos. Cuando la risa del irken murió, todo quedó en silencio, silencio que fue  roto por el anfitrión de la terrible masacre.


  —Antes que nada aclaremos dos cosas, el humano Dib no está aquí como mi esclavo, por el contrario… es mi invitado de honor. Y segundo… ehmm no creo que deberían dirigirse hacia él de esa forma. El Dib les advirtió de mi presencia y mis intenciones desde el primer día que llegué aquí, y lo único que ha estado haciendo estos últimos 5 años es tratar de detenerme y salvar sus miserables vidas, lo cual de verdad no se merecen, son unos malagradecidos —aclaró Zim mirándolos con repulsión, de verdad  no entendía porque Dib se había tomado tantas molestias por su especie, no valían la pena, de verdad que no.


  —B-bueno, p-perdónanos Dib… no debimos decir eso es que… lo sentimos —se disculpó Kevin con aparente sinceridad.


  —Si como no —respondió Dib rodando los ojos, él no se había tragado la hipócrita disculpa, ahora lo único que quería era que esos idiotas se largaran, no quería verlos. Las burlas, las humillaciones, los golpes, los recientes insultos… la hipocresía… todo eso sólo lograba que el odio que sentía y que había estado tratando de controlar, se acrecentara.


  —Ya es tarde para las disculpas, larvas despreciables. De hecho, gracias al Dib es que está sucediendo todo esto —agregó Zim volteando a ver al humano que de igual forma volteó a  verlo —Tú pudiste evitar todo esto, pero no lo hiciste… es tu culpa que estén muriendo.


  Zim lo tomó por la barbilla y con su pulgar acarició con suavidad la pálida mejilla, sonriéndole con cariño, pero Dib sólo lo miró con tristeza, no era posible lo que había sucedido, no era posible que hubiera permitido que todo terminara así…Quizá había sido un error, quizá no.


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  Zim había hackeado todos los sistemas globales de navegación por satélite, había cortado o alterado las comunicaciones a su capricho, había logrado confundir las señales y a los radares mismos, cuando la Armada llegara, el planeta estaría indefenso; completamente ciego ante el enemigo, no habría forma de dirigir los ataques, y si la había lo único que conseguirían sería atacarse a ellos mismos, Zim había sido claro al respecto, él tenía control de todo.


  De momento el teléfono aún servía, Dib intentó comunicarse con el presidente humano, pero obviamente su llamada no fue atendida, también intentó con la policía, a los números de emergencia, pero lo ignoraron. Informó a los ojos hinchados, pero se burlaron de él, finalmente le dijo a su padre, pero éste como siempre lo tachó de loco. Entonces como último recurso corrió por las calles gritando, tratando de advertirles a todos, pero sólo lo señalaron y se burlaron, un niño hasta le arrojó su helado. Resignado volvió a casa, no había nada que pudiera hacer al respecto, todo había ocurrido tan rápido que no había forma de que él pudiera hacer algo al respecto, Zim no le había dado tiempo de reaccionar y prepararse.


  Había pasado el resto de la tarde trabajando en su arma, si Zim de verdad pensaba venir por él, debía estar preparado. Su padre lo había ignorado y había ido a trabajar a sus laboratorios en la ciudad, Gaz  también lo había ignorado y yacía sentada en la sala jugando videojuegos. Él estaba en el sótano, o más bien, el laboratorio en casa, sentado en el suelo, abrazando su ahora funcional arma contra su pecho; si Zim hacía su aparición él estaba listo.


  Eran las 4 de la tarde cuando el suelo se estremeció, a lo lejos se pudo escuchar una explosión, minutos después  se escuchó una más que de igual forma estremeció la tierra. Ahora podía percibir gritos y sirenas  a través de las paredes, las explosiones cada vez se escuchaban más cerca y el intentaba mantenerse firme en su posición, sabiendo que si la casa era atacada, él estaría a salvo en el laboratorio, las paredes resistirían una explosión  sin lugar a dudas, pues habían sido construidas  pensadas en ello.


  Mientras estaba ahí sentado, no pudo evitar que su mente divagara en lo que había sucedido en la mañana, las palabras de Zim, la forma en que lo había acercado a su cuerpo y como lo había besado. Se estremeció al recordar aquello y el rubor no tardó en aparecer en sus mejillas, extrañamente empezaba a hacer demasiado calor ahí.


  Cuatro horas más pasaron cuando vio a través de las cámaras de seguridad, como la puerta de la entrada se abría de golpe, los gritos de enojo de su hermana no se hicieron de esperar.


  —¡Sal de mi casa ahora Zim! —gritaba Gaz furiosa, pero Zim la ignoraba y le gritaba con la misma intensidad. En un abrir y cerrar de ojos  la chica sido azotada contra la pared por las extremidades biónicas que ahora la sostenían con firmeza contra la misma.


  —¿Dónde está tu hermano?... ¡Sal ahora Dib o mataré a tu escalofriante hermanita!


  Dib miró con horror la escena, no podía dejar que la matara. Abrió la puerta del laboratorio sin hacer ruido y subió por las escaleras con el mismo cuidado. Zim estaba muy ocupado discutiendo con Gaz que le había arrojado su preciado videojuego a la cara.


  —No te muevas o te mato —dijo Dib apoyando el cañón de su arma en la cabeza del irken.


  —Maldición… —susurró Zim en cuanto se vio atrapado.


  —¡Suéltala Zim es enserio! —ordenó.


  —Ya viste el cielo Dib… Esa es sólo una parte de la gran Armada Irken, La Inmensa llegará con el resto y  la purga orgánica dará inicio —dijo con calma, dejando caer a Gaz al suelo.


  —¿Qué estás esperando cabeza hueca? ¡Dispárale! —gritó la chica sin moverse del suelo, pues Zim aún le apuntaba con una de sus afiladas extremidades metálicas.


  —Te estuve escuchando mientras llamabas por teléfono, también te vi en la calle intentando advertirles sobre Zim  y la invasión… que mal te trataron…


  —¡Cállate! —le gritó Dib dolido por esos precisos recuerdos, presionando su arma contra la cabeza del Invasor con más fuerza.


  —Adelante Dib, dispara tu arma y acaba con esto. Los Altos dejan que el Invasor que conquistó el planeta disparé el rayo que inicia la purga orgánica, si me matas, la Armada se retirará y tu planeta estará a salvo, tan simple como eso, así lo dicta la tradición irken.


  —¡No te creo Zim! No creo que sea tan simple.


  —Pues lo es, ya te dije que así lo dicta la tradición.


  —¡Dispara ya inútil! —volvió a gritar Gaz aun en su posición.


  —Además con mi muerte obtendrás lo que siempre has querido… la aprobación y respeto de todos aquellos que te humillaron, ignoraron y tacharon de loco —insistió Zim con fría calma, pero sonrió en cuanto sintió que Dib bajaba su arma.


  —¡Que idiota!... sabes que no puedo matarte —dijo enfadado— .No puedo…


  —¡Entonces dame el arma y yo lo haré! —gritó Gaz enfadada poniéndose de pie, pero en ese momento Zim le disparó con un arma que la encerró en una especie de burbuja. La chica gritaba y golpeaba dentro de la burbuja, pero no se escuchaba ningún sonido en el exterior.  


  —¿Por qué no puedes matarme?, creí que me odiabas —respondió Zim guardando sus extremidades y girándose para ver al joven directo a los ojos.


  —Y-yo… —dijo  con nerviosismo, tratando de entender todas las emociones que había en su interior.


  —Si no vas a matarme entonces me marcho, tengo un planeta que aniquilar —respondió indiferente, pasando de largo y caminando hacia la salida.


  —¡Espera! —gritó Dib tomándolo de la muñeca, evitando su salida—. Dijiste que me harías suplicar por mi vida… ¿Qué pasó con eso? —dijo en un intento desesperado porque el irken no se fuera.


  —Ni siquiera me diste pelea… da igual, me marcho —respondió, arrebatándole su brazo de la mano.


  —Zim yo… Creí que querías que me fuera contigo —agregó nervioso y confundido.


  Zim se detuvo en la entrada y sonrió con malicia, pero en el momento en que se volteó para encarar al humano, su expresión era neutral. Se volvió a acercar a Dib, quedando a centímetros de distancia, el chico no retrocedió, miraba directamente a esos hermosos y brillantes ojos magenta.


  —Sí, yo también lo creía… pero entonces pensé en lo que dijiste, después de todo soy sólo un maldito alíen que no puede sentir nada… y te doy asco.


  Dib abrió la boca para decir algo, pero no pudo, sus propias palabras se volvían en su contra. El calor volvió a su rostro en cuanto se vio reflejado en esos ojos y en cuanto se percató de la cercanía; mordió su labio inferior y apretó sus párpados con fuerza antes de apresar los delgados labios verdes entre los suyos. Fue un beso corto, pero Dib lo sintió eterno, aquel beso era todo lo que necesitaba para corroborar lo que se había estado negando a sí mismo… estaba enamorado de Zim.


  Odiaba la simple idea de matar al alienígena por salvar a todos aquellos a los que jamás les había importado, odiaba la idea de que Zim se mostrara tan indiferente, que no se molestara si quiera en devolver el beso, pero lo que más odiaba… era tener que ver partir al Invasor, su irken, su Zim; ahora que acaba de descubrir sus sentimientos, ahora que lo único que quería era probar más de esos labios.


  Al final,  fue el irken quien rompió con el beso, apartándose y  gruñéndole mientras le enseñaba sus afilados dientes, sus antenas completamente ocultas tras su cráneo. Dib se acercó nuevamente a él, sin dejarse intimidar por la hostilidad del alienígena, intentando tocar su rostro perfecto, pero sólo consiguió que Zim se levantara sobre sus extremidades biónicas, quedando completamente fuera de su alcance.


  —Llévame contigo —pidió con voz apenas audible.


  —¿Eh? —fue la corta respuesta del Invasor.


  —Quiero estar contigo… ¡Llévame contigo Zim! ¡Y haz lo que quieras conmigo! —gritó sorprendido de sus propias palabras. No estaba seguro de cómo había pasado de ser el defensor de la Tierra, a entregarse completamente a su enemigo —. Te lo suplico…


    Se arrepentiría terriblemente por haber dicho esas palabras.


  Las antenas de Zim se alzaron sobre su cabeza y sus ojos se abrieron grandes, antes de que Dib pudiera reaccionar Zim ya lo había levantado por el cuello para mirarlo frente a frente, luego de esto lo golpeó en la cabeza con su codo.


  Cayó al piso casi inconsciente, todo daba vueltas a su alrededor, su visión era borrosa, oscureciéndose en los bordes; sus lentes se habían caído, trató de levantarse pero no pudo. Zim guardó sus extremidades y lo tomó por el brazo, pero en lugar de levantarlo, lo arrastró.


  Mientras era arrastrado hacia un objetivo desconocido, miró hacia el cielo, observando los pequeños puntos rosas, magentas, morados y púrpuras en la altura, escuchando los gritos de las personas, gritos que se iban distorsionando poco a poco, hasta que no supo nada más.


  Cuando volvió a abrir los ojos se encontraba en esa plataforma, recostado de lado, con las manos ya atadas a su espalda. Lo primero que vio fue la silueta borrosa de Zim, que no perdió tiempo y  lo obligó a sentarse de rodillas  en la plataforma, colocando sus lentes en su cara nuevamente para que pudiera encarar al mundo al que le había fallado, al que había traicionado.


  —Escúchame bien, humano despreciable— le habló al oído venenosamente—, te quedarás aquí a observar el fin de ésta horrible ciudad, los verás morir, los escucharás gritar… porque todo esto ha sido tu culpa, porque tú permitiste que pasara, y si te atreves a mirar a otro lado, si se te ocurre moverte de aquí o si quiera bajar la vista… te arrojaré de una patada para que mueras con ellos, como la basura que son; y si obedeces y te portas como el buen mono sin pelo que eres, jajajaja, pues ya veremos qué haré contigo entonces.


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  —Sí, todo es mi culpa —respondió con tristeza, dejándose acariciar por esa mano enguantada, sintiendo el extraño polímero alienígena rozar su rostro con suavidad—, pero no me importa, porque yo a ustedes nunca les importé, estamos a mano. Volvería a cambiar la Tierra por Zim mil veces de ser necesario… volvería  a hacerlo.


  —¡Maldito loco! —gritó torque colérico, sacando de entre su destrozada chamarra deportiva una pistola star calibre 22 que no dudo en apuntar contra Dib… Terrible error.


  Antes de que pudiera tirar del gatillo, Zim le voló la cabeza de un disparo. El cuerpo de Torque cayó con lentitud de rodillas, luego se desplomó en el suelo. Kevin soltó un grito de horror ante la escena y salió corriendo, pero no llegó muy lejos, pues una de sus piernas salió volando gracias a otro disparo  preciso; cayó al piso y continuó arrastrándose entre sollozos, intentando alejarse, y un poste que estaba próximo le cayó encima quitándole la vida.


  —Muy conveniente —dijo Zim sonriendo con placer al ver lo sucedido.


    Dib se quedó en shock, Torque quería matarlo y Zim lo había protegido. Su corazón latió con mucha fuerza, emocionado y contento; no pudo evitar sonreírle al Invasor.


  —No iba a dejar que mataran a mi humano —dijo simplemente, retirando las ataduras de sus muñecas y ayudándolo a ponerse de pie—. Creo que con todo esto ya has aprendido la lección.


  —No entiendo… —respondió Dib sobando sus muñecas.


  —Espero que con todo esto hayas aprendido a no rechazar a ¡Ziiim! —gritó lo último impactando su puño contra la mejilla del chico que volvió a caer al piso por el impacto.


  —¡Por Mercurio! ¿Qué sucede contigo Zim? —cuestionó sobando su mejilla y haciendo un esfuerzo por volverse a poner de píe.


  —Creo que fui claro, ahora muévete que no he terminado contigo…


CONTINUARÁ…

Notas finales:

  Bien, pues… ¿las cosas van mejorando o empeorando?, con Zim es imposible saberlo. En lo personal creo, que en algún momento Dib caería en cuenta de lo estúpido que es tratar de proteger a las personas que lo odian, y tratar de acabar con el único ser que siempre lo ha tomado en cuenta; he pensado en esto desde que leí el script de “Mopiness of Doom”, pero sólo es una opinión, lo menciono por si algunos llegaran a pensar que Dib está fuera de personaje.


  Por cierto, quiero saber si les gustaría que en el tercer y último capítulo hubiera un pequeño lemon, si es así háganmelo saber en su review. Sean bellos y dejen sus comentarios y yo con gusto vuelvo a actualizar el fin de semana.


Antes de que se me olvide, esperen en esta semana un nuevo capítulo de “Novio irken”.


Saludos!


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