16 de Septiembre
- ¡Roxas, vas a llegar tarde al instituto!
El chico se sobresalto y se levantó de golpe por culpa del chillido de su madre. "¿Cómo puede chillar siempre así y nunca quedarse afónica?" pensó, irritado.
- ¡Ya voy!
Se levantó con mal humor de la cama, cogió rápidamente la ropa que iba a llevar ese día y fue corriendo hacia al lavabo.
"Dios, que pintas de zombie"
Roxas miraba su otro yo reflejado en el espejo. En verdad, no le extrañaba tener esas pintas, ya que la noche anterior, sus amigos le "forzaron" a salir de fiesta y obviamente no se podía negar. Terra, Demyx y Sora eran demasiado convincentes.
Bostezó y se vistió con mala gana. Otra vez la maldita rutina. Odiaba madrugar, le encantaría poder pasarse horas y horas durmiendo en la cama, sin pensar en nada.
Pero no podía hacerlo. No solo por sus amigos y el tener que madrugar para ir al instituto.
Había una persona.
Sora.
Roxas se sonrojó derrepente. No se podía creer que se huviese enamorado de la persona más mujeriega que conociese.
La vida es muy injusta.
Se peinó el pelo, aunque era tan indomable que prácticamente no volía la pena. Pero aún así lo hacía.
- Roxas, ¡date prisa!
"Que pesada, Dios".
Bajó corriendo los escalones y se dirigió a la cocina. Su madre estaba poniendo el desayuno en la mesa, mientras miraba atenta las noticias de la mañana. Su madre tenía que saberlo TODO.
- Oh, menos mal que te has dignado a bajar. Venga, que el desayuno se enfría.
- Vale, mamá.
Se sentó en la mesa y miró su plato. Odiaba desayunar bacon y un huevo frito. Extrañaba España, donde su padre le dejaba tomarse solo un zumo y le dejaba marcharse tranquilo.
Pegó dos bocados y ya se sentía lleno. No sabía porque, pero nunca podía tomar nada solido en las mañanas, le sentaba muy mal a su estómago.
- ¿Y Ventus?
- Tu hermano no irá hoy al instituto, tiene algo de fiebre y está muy mareado.
Excusas. Roxas lo sabía. Su hermano había conseguido el truco para poder fingir tener fiebre y faltar los días que quisiese. Pero nunca le quería enseñar.
"Todos sabemos que el listo de la familia eres tú, no te puedes permitir faltar cuando quieras, eres el futuro. Yo solo soy el vago que nunca llegará a nada"
Siempre le repetía lo mismo. ¿Por qué él tenía que ser el listo?
- Ya no puedo más, mamá. Me voy, que llego tarde.
- Vale, pero acabate todo el almuerzo, ¿vale?
Roxas asintió, le dió un beso en la mejilla y salió de casa, esperando que el primer día de clases no fuese muy duro.
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En otra parte de la ciudad, a la misma hora, un chico pelirrojo se acababa de levantar, no quería para nada ir al instituto, pero al menos tenía que ir a alguna hora, si no, volverían a llamar a su padre y no quería broncas.
- Cariño, ¿a donde vas?
Axel se giró, no se acordaba del ligue con el que paso la noche. Xion, si no recordaba mal. La verdad es que la chica no estaba mal, pero su voz le irritaba.
- Tengo instituto, te recuerdo que voy dos cursos retrasado. Así que ve vestiendo rápidito, ¿lo captas?
Xion hizo un puchero, acercando a Axel. Eso solo logró irritarle más.
- ¿No me has escuchado? ¡Venga!
La empujó y se dispuso a vestirse para ir a clases. Odiaba el uniforme, pero al menos le dejaban llevar los complementos que él quisiese. Por ejemplo, su collar, que parecía una correa de perro y sus miles de pulseras rojas y negras, con el nombre de sus grupos favoritos de rock y metal.
Xion también fue a vestirse, herida. Por fin había conseguido que el chico más popular de aquella banda de música tan rara se fijase en ella, y ahora la trataba como basura.
Cuando salieron del viejo piso de Axel, él ni siquiera se despidió. Se puso sus auriculares, subió el volumen de la música y caminó hacía lo que él consideraba "su carcel particular."