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No tenía intenciones de salir de entre las desordenadas sabanas. Aunque el cuerpo inmóvil de Yesung a su lado se le estaba tornando un poco molesto.
Hace más de una semana que estaba perdido entre los muslos de Ramiel y no se quejaba. Pero todo su ser bullía por otro cuerpo, por otro deleite, otra sangre.
Ya llevaba demasiadas vidas acumuladas a su haber sin poder encontrar a quien llevaba buscando por tanto tiempo, y la compañía de otros como él no siempre era tan placentera, como en ese momento.
- Debería sentirme halagado por ese tipo de pensamientos, Belluse?
El viejo nombre resonó en sus oídos y en un acto para nada amoroso pateó a Yesung en el estómago. No le gustaba ser reconocido como tal, aquel nombre debería estar mas que enterrado.
- Cállate Ramiel, deberías agradecer que te dejo disfrutar de mi cuerpo.
- No me llames así, suena a Ramera y aunque lo parezca no lo soy...
- Entonces no me digas Belluse, sabes muy bien que mi nombre en esta era es Kyuhyun...
Con una sonrisa ladina y clavando sus oscuro ojos, la "Esperanza de Dios" se levanto en toda su gloria desnuda de la cama.
A veces Kyuhyun consideraba una y otra vez el olvidarse de Sahaquiel. Yesung mas parecía su alma gemela, con esa apariencia de chico bueno cuando en realidad era tan intrigante y pérfido como él. Sin embargo, tenía claro que en el momento en que sus ojos se volviesen a cruzar con los de Sahaquiel, olvidaría todos esos pensamientos para una vez más, volver a desatar el caos que su relación conjuraba.
Sólo esperaba que ese momento llegase pronto.
Un golpe en la puerta le sacó de su ensimismamiento, no recordaba haberle dicho a nadie que estaría en ese lugar. Y es que tampoco debía decírselo a nadie, su presencia en el mundo terrenal no era del agrado de todos y si alguien se enteraba de lo que estaba haciendo con uno de los Ángeles de Dios, sus posibilidades de ver a Sahaquiel solo serian aun más escasas de lo que ya eran.
Yesung salió del baño con el pelo mojado y apenas vestido. Le habló con solo una mirada, y Kyuhyun no necesito nada más. Corrió hacia el rellano de la alta ventana. No era problema la altura, si no que el hecho de que su aroma seria imposible enmascarar para otro arcángel.
- Barkiel, Uriel!
- No finjas Ramiel, el aroma de Belluse está por todo el edificio....y por todo tu cuerpo.
- Que puedo decir...tuve una interesante lucha, ¿cuerpo a cuerpo?
Kyuhyun ahogó una carcajada al escuchar el descaro de Yesung, mas su atención fue robada por la fija mirada de un gato negro en la ventana. Uriel le había descubierto.
- Oye Belluse, pensé que eras más inteligente...Tal parece que el revolcarte con Ramiel te esta afectando al cerebro-
- Gracias Uriel, pero preferiría que me llamaras Kyuhyun...Y acostarme con Yesung, es cien veces mas satisfactorio que acostarse contigo, Heechul.
Barkiel finalmente tomó a Heechul en brazos, dejándole el paso libre a Kyuhyun hacia el interior de la habitación. Yesung parecía tan despreocupado como siempre, a diferencia de sus hermanos.
- ¿Tú eres Belluse?
- Kyuhyun, le gusta que le digan Kyuhyun –
El ángel guardián le miro inquisitivo. A pesar de que todos los Ángeles solían cambiar sus nombres en la tierra, no era normal que él, así lo hiciera. Su orgullo era su nombre, su poder y todo lo que provocaba al revelar quien era. Pero tantos siglos siendo alejado de la única razón de poner sus pies en ese mundo inmundo, le estaba pasando la cuenta. No arriesgaría su nuevo encuentro con Sahaquiel, por un poco de orgullo.
- Entonces para esos efectos yo soy Leeteuk. Ya veo que conoces demasiado bien a estos dos.
- Oh, tengo conocimientos bastantes profundos sobre Yesung y Heechul, aunque la ultima vez que vi a Uriel no era un gato...Leeteuk, no sabia que tenias cierta tendencia a la zoofilia.
Heechul maulló enojado y salto desde los brazos de Leeteuk para atacarlo con sus garras, o eso era lo que pensaba Kyuhyun. Pero cuando estaba a pasos de él, el gato tomo forma humana, revelando la exquisita figura del ángel del miedo.
- Kyuhyun, Belluse y sea cual sea tu nombre a través del tiempo, jamás consentiré que te acerques a Sahaquiel...
- Uriel!
Yesung le apresó desde la espalda antes de que sus manos se cerraran en torno al frágil cuello del hombre que tenia delante de sí. Sus ojos se cambiaron a violeta y los colmillos asomaron letales entre sus labios. Le importaba una mierda que el mismísimo Ángel Bendecido de Dios estuviese delante de él en ese momento, nadie supondría un obstáculo para encontrar a Sahaquiel.
- Es verdad Leeteuk, este demonio no merece a Sahaquiel...
- Barkiel, haz que tu ángel cierre la boca o le haré conocer ese miedo del cual tanto se jacta.
Heechul alzó su mano para darle una bofetada, pero Yesung le tiró contra la
pared, recibiendo en su mejilla la cachetada que ahora debería adornar su pálida piel.
- Uriel, Ángel del Miedo, hijo de Dios y segundo Arcángel del paraíso. Vuestra misión es crear el bien, evitar los conflictos y ser misericordiosos. Evitar que Sahaquiel, Ángel del Cielo, Príncipe de las Huestes celestiales, Arcángel de nuestro Señor, se encuentre con Belluse es imperdonable, incluso a ojos de nuestro padre.
Kyuhyun se levantó del suelo en medio del silencio que la declaración de Ramiel había provocado. En toda su existencia ningún ángel le había tratado de esa manera. Aquella misericordia de la cual toda la hueste de Dios solía pavonearse, nunca la había sentido en su corazón. Siempre rechazado, siempre perdido, siempre abandonado. Y ahora, en ese momento, Ramiel, el Ángel de la Esperanza, le brindaba un abrazo, un beso y todo su apoyo, incluso ante la furia de Dios.
- Ramiel tiene la razón... En estos momentos, Sahaquiel necesita a Kyuhyun. No podemos seguir separándolos Uriel, tú mejor que nadie lo sabes.
- El no lo merece Barkiel, no tiene respeto ni por aquellos que han venido a darle tan importante noticia.
- No eres quien para juzgarme. Al menos tengo el coraje de pelear contra aquel Dios que te negó la posibilidad de ser feliz.
Uriel, el ángel del miedo, aquel que parecía tan frío, tan aterrador. No era más que una máscara de años, de siglos, soportando el ver a un humano muriendo una y otra vez. Ese humano que amaba y al cual no se atrevía a acercarse por temor a convertirse en aquello que era Kyuhyun.
- Belluse… - Heechul siseó furioso, pero la firme mano de Leeteuk no le dejó dar un paso más.
- Kyuhyun, hemos venido para darte una noticia importante, no para recordar antiguas heridas.
Yesung finalmente deshizo su abrazo, le dejo libre y escondió su rostro tras su desenmarañado cabello.
Él lo sabia, lo supo todo ese tiempo que había estado junto a Kyuhyun. Su presencia no era más que un cebo lanzado por Barkiel y Uriel para ganar tiempo.
- ¡Lo sabías!
- Sí…
- ¡Todo este tiempo sabías algo importante de Sahaquiel y me lo ocultaste! ¡¿Cómo puedes ahora hablar de misericordia y justicia para mí cuando has caído en el mismo juego sucio de tus hermanos?!
- A veces tienes que hacer algo malo para evitar hacer algo peor. Sahaquiel no estaba preparado para verte en el momento en que te encontré.
- ¿¿¿De que estás hablando???
Ante la sorpresa de todos, Heechul se adelantó a Yesung, le dio una suave caricia ahí donde su mano había dejado un rastro rojizo y sin mirarlo a los ojos dejó fluir toda la verdad.
- En este siglo, en esta vida, te necesita. Sahaquiel, nuestro hermano más querido no puede seguir viviendo si no es contigo, con tu veneno corriendo por sus venas. No hay explicación lógica para esto, pero por esta vez no podemos separarlos.
- Llévenme con él.
¿De que valía en ese momento encasquetarles su egoísmo, sus errores? En ese instante, en algún lugar apartado, él que le daba sentido a su derruida existencia estaba sufriendo y el único capaz de darle alivio era él.
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“Concédeme lo siguiente en nombre de nuestro Señor Jesucristo. Como un leproso pudriéndose en vida, que todos me esquiven. Como un lisiado sin extremidades, que no me mueva libremente. Extrae mis mejillas para que las lágrimas no puedan correr por ellas. Aplasta mis labios y lengua para que no peque con ellos. Arráncame las uñas para que no pueda aferrarme a nada. Que mis hombros y espalda se doblen para que no pueda cargar nada. Como un hombre con un tumor en la cabeza, que pierda el juicio. Destruye mi cuerpo jurado a la castidad, déjame sin orgullo y hazme vivir en la vergüenza. Que nadie rece por mí. Que sólo la gracia del Señor Jesucristo se apiade de mí…”
El rezo ahogado de Sahaquiel quema en su piel. Eco nocturno que evoca lágrimas de sangre en sus pupilas.
Bajo la tenue luz del claustro, arrodillado con llagas abiertas está el ángel de Dios. Sin respuestas a sus plegarias y con el dolor consumiendo su alma.
- Dios escucha. Llega el milagro. La resurrección. El Santo Vendado. Pasan los días. La beatitud muta. El milagro condena.
Su propia voz le ensombrece. Suena bajo, tenue, oscuro y peligroso. Es consciente de que ese no es su sitio, bajo la atenta mirada de los santos es un pecado que un ángel caído esté de pie.
- Luzbel………….
Aquel nombre… Luzbel, que significaba « lucero del mediodía »,
Su nombre antes de que Dios lo expulsase del paraíso para siempre. Y antes de que la gente lo modificara a su antojo, convirtiéndolo en Lucifer, Satanás, el diablo.
- ¿Sahaquiel, o en esta vida debo llamarte Siwon?
- Ni siquiera deberías pronunciar mi nombre Luzbel… Esto no está bien.
- Me necesitas Siwon… Solo debes pedírmelo y yo sanaré todo tu dolor…
- No Luzbel, sólo Dios puede otorgarme alivio.
Y ahora que la maldición les daba tregua, ahora que la libertad estaba tan cerca, ahora que podía volver a palpar aquella piel que tanto amaba… Se dio cuenta que una vez mas tendría que luchar contra Dios.
- Ciertos pensamientos son plegarias. Hay momentos en que, sea cual fuere la actividad del cuerpo, el alma está de rodillas. Mi alma lleva siglos rogando y ese Dios que tanto amas ha ignorado mis plegarias.
- Solo pides imposibles Luzbel, es por eso que nunca encuentras respuestas.
Le resultaba insoportable estar de pie al lado de ese hombre que parecía tan ajeno a sus sentimientos. Sahaquiel, su ángel, su elixir de vida seguía rezando con la mirada perdida en esa figura de mármol que los observaba.
- Cuando los dioses quieren castigarnos, atienden nuestras plegarias…
- Basta Luzbel… por favor…
La duda se agrieta en su voz, la fuerza le abandona, su cuerpo pierde la firme postura, los rezos se apagan contra las sagradas paredes.
Antes de que el cuerpo de Siwon toque el suelo, Kyuhyun ha llegado a su lado.
Belluse se aproximó a su rostro dormido y quiso besarlo en los labios, pero luego se arrepintió y ese beso se lo entregó a su hombro. Se le antojó duro, fuerte y tibio. Y suave. Le fascinó el color de esos hombros morenos, dorados por el verano aún con todas esas heridas a carne abierta.
Paseó sus manos por los brazos de Sahaquiel, sorprendiéndose de lo robustos que eran, y enterró el rostro en la concavidad del cuello y el hombro. La tibieza de ese cuello le incitó a separar los labios y comenzar a besarlo tímidamente, sólo rozándole.
- Luzbel, Luzbel…
Una caricia perdida contra su piel, y ese sentimiento que creía tan abandonado, tan solitario, se hace compartido.
- Sahaquiel, solo pídemelo y te lo daré… por favor…
- Te voy a contar un secreto Luzbel… Hasta los fantasmas aman. Y yo, yo he aprendido a amar al mismísimo demonio…
Sus colmillos asomaron con rapidez. No hacían falta más palabras, era todo lo que necesitaba en ese momento. La sangre, su sangre, veneno de arcángeles, brotó sobre su labio profuso y espeso. Sin embargo Siwon la tomó presuroso, ansioso, perdido entre el sabor de sus labios. Sonrojado, con la boca hecha un capullo de rosa y los ojos aguados se perdió en brazos de Luzbel
- Cáliz de vida Sahaquiel… Tu sangre, mi sangre, solo una son. Liberado seas de los dolores del pecado. Y bienvenido seas a mi lado.
- La idea de la muerte es tan monstruosa que solo pudo ocurrírsele a Dios.
Ahí estaba, su Sahaquiel, su ángel caído renaciendo de entre los muertos. Ávido de vida, de sus besos, sus caricias y su compañía.
Un suspiro de alivio vino desde la puerta. Ramiel, Uriel y Barkiel les observaban desde la distancia.
Yesung dio un paso adelante, tomó su mano y dejó prendado en su mejilla en beso fugaz. Miro a Siwon y con una sonrisa apagada murmuro.
– ¿Piensas que has sido corrompido Sahaquiel?
Siwon sonrió.
– El amor no corrompe, arcángel Ramiel.