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La verdad oculta por phaest

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Notas del fanfic:

Cuando leí el último libro de Harry Potter no me quede muy a gusto, hay personajes que no debieron morir, escenas que para mi no tienen ni pies ni cabeza. Admiro a J. K. Rowling por conseguir algo tan grande como lo es el mundo de Harry Potter, pero creo que se equivocó al final.

Esto es lo que a mi me hubiese gustado que pasara.

Harry Potter pertenece a J. K. Rowling, yo solo escribo para cambiar lo que no me gusta sin ganar nada a cambio, excepto alegrarle el día a quien lo lea.

 

Notas del capitulo:

Es mi primera historia sobre Harry Potter, tenia escrito algo desde hace tiempo, pero hasta ahora no había podido centrarme en ella.

Espero que os guste.

-George –saludó Harry, sorprendido por verle en su casa.

Desde que terminara por fin la guerra contra Voldemort, desde que por fin este muriera dejando al mundo mágico libre de su presencia, Harry había decidido tomarse unas semanas sabáticas, lejos de todo y de todos, pidiéndoles a sus amigos que aceptaran su decisión de poder ser un muchacho normal durante ese tiempo. Hasta ese momento todos, excepto Remus Lupin que vivía con él, habían cumplido su palabra.

Solo dos cosas lo sacarían de Grimmauld Place, una era el viaje a Australia en el que acompañaría a Hermione para ir a buscar a sus padres. No entendía a Ron, su novia le necesitaba y él decidía que darse en Londres, gozando de la fama, más que merecida, que tenía en esos momentos al ser el mejor amigo de Harry Potter y uno de los salvadores del mundo mágico.

Aun no sabía que haría cuando regresaran, si seguir en su aislamiento hasta que comenzaran las clases, o salir con sus amigos y aguantar lo que se le viniese encima, esperaba que con el paso de ese pequeño periodo de tiempo la gente no fuera tan entusiasta como lo fue el día después de la batalla.

Regresaría a Hogwarts a terminar sus estudios, no tenía porque, era el niño que vivió, el salvador del mundo mágico, tenía abiertas todas las puertas para ser lo que quisiese, incluso para ser auror, pero él quería regresar al colegio, estar de nuevo entre esas cuatro paredes, quitarse el recuerdo de tanto dolor y sufrimiento vivido allí durante la última batalla. Necesitaba ver Hogwarts como lo que era en realidad, un colegio, no como un campo de batalla lleno de cuerpos caídos  y sangre por todas partes.

El otro motivo por el que saldría, y por el que aún no se había ido a Australia, era el juicio a Narcisa Malfoy. Harry iba a declarar en él a favor de la mujer. Si esta no le hubiese mentido a Voldemort, aunque por su propio beneficio, lo más seguro era que el curso de la batalla hubiese sido otro.

-Hola Harry, yo… necesito pedirte un favor -le miró directamente a los ojos-. Sé que te costara entender, que seguramente no creerás lo que te diga, que querrás saber porque te lo pido, pero Harry, te aseguro que tengo muy buenas razones para ello.

-¿De qué se trata? –preguntó extrañado.

- Tienes que ayudar a los Malfoy, a los tres.

-¿¡Qué!? George…

- Ahora no puedo explicártelo –le interrumpió-, no hay tiempo.

-¿Cómo que no hay tiempo?

George le miró extrañado.

-El juicio es hoy, dentro de una hora.

-¿Cómo? Nadie me ha dicho nada.

-Harry por favor. Te juro que te lo explicare todo, pero no ahora –George parecía desesperado-. Tienes que salvar a Draco, a Narcisa y a Lucius.

-George…

Ni siquiera se le paso por la cabeza que su amigo había llamado por sus nombres a los tres miembros de la familia Malfoy.

-Ellos no lo merecen. Si los condenan será lo más injusto que haya pasado nunca.

A Harry le sorprendió ver a George con los ojos aguados. ¿Qué estaba pasando? ¿Había entrado en una dimensión paralela? ¿Aún estaba durmiendo y estaba teniendo un sueño absurdo?

-Hare lo que pueda por Narcisa Malfoy –comentó como al descuido-, y tal vez algo por su hijo, pero no te prometo nada por esa asquerosa serpiente. Mucho menos por Lucius Malfoy.

-Eso no me vale, Harry –la desilusión era más que palpable en su voz-. Sabes muy bien que Draco, al igual que tú, se vio empujado a hacer lo que hizo, ni siquiera te delató cuando estuviste en su mansión, y evitó que Crabbe te matara en la sala de los menesteres.

-Me necesitaba vivo para entregarme a Voldemort.

Fue como si un jarro de agua fría le cayera de golpe encima. Había confiado en que Harry haría algo por los Malfoy, pero se había equivocado, sus palabras estaban más que claras. Sabía que no sería fácil, pero tampoco pensó que Harry fuese tan cerrado de mente como su hermano Ron.

-Lamento haberte molestado –se dio media vuelta dirigiéndose a la chimenea, las lágrimas pugnando por salir de sus ojos-. Por cierto Harry –dijo sin girarse-, Lucius no participó en la batalla, Voldemort le había quitado la varita a mediados del año anterior. Y a parte de lo sucedido en la sala de los menesteres, Draco tampoco la levanto contra nadie, ni Narcisa, ninguno de ellos intentó dañar a otra persona, solo intentaban sobrevivir.

-¿Cómo sabes eso? George –le llamó.

Pero el mayor ni siquiera detuvo sus pasos adentrándose en la chimenea al tiempo que con voz clara decía la dirección de su casa.

Harry no sabía que pensar de todo eso. George pidiéndole que ayudara a los Malfoy, cuando toda su familia les odiaban. Miró el reloj, si quería llegar a tiempo para el juicio debía darse prisa. Al menos Narcisa merecía una oportunidad para salir indemne en su juicio.

¿Por qué nadie le había avisado del cambio de fecha?

Una vez vestido se dirigió a la chimenea para ir al ministerio, pero antes llamó a Hermione.

-Harry –dijo la muchacha extrañada-, ¿pasa algo?

-¿Tu sabias que el juicio de Narcisa Malfoy se había adelantado?

-No, no tenía idea. Supongo que lo dirán en el profeta, todavía no lo he leído. ¿Para cuándo es?

-Dentro de unos veinte minutos.

-Pero eso es… ¿Por qué no me habías avisado antes? Sabes que quería acompañarte.

-Yo me he enterado hace un rato, George ha venido…

-¿George? ¿Y cómo lo ha sabido él?

-Supongo que se lo diría su padre.

La verdad era que Harry ni siquiera se lo había planteado.

-Ahora no puedo ir, Harry. Pero en cuanto acabe con lo que estoy haciendo iré al ministerio.

-Gracias, Hermione. Llamaré a Ron para avisarle también.

-Te veo luego.

La comunicación se interrumpió, Harry no perdió tiempo llamando a la madriguera.

-Hola Harry –saludó la matriarca de los Weasley con una enorme sonrisa-. ¿Ya has acabado con tu aislamiento?

-En realidad no, pero necesito hablar con Ron.

-Él no está aquí, salió hace un buen rato y no me dijo a qué hora regresaría. ¿Sucede algo malo?

-No, es que me he enterado del adelantamiento del juicio a Narcisa Malfoy y quería saber si vendría conmigo al ministerio.

El rostro de la señora Weasley se endureció, aunque también estaba algo sorprendida por la noticia.

-No tenía idea, es extraño que Arthur no me lo haya comentado.

Harry no supo que decir, si el señor Weasley sabía lo del adelantamiento lo más lógico era que primero se lo dijese a su esposa, y si no había sido así, si Arthur Weasley no lo sabía, ¿cómo se había enterado George?

-La dejo señora Weasley, si ve a Ron dígale donde estoy.

-Lo hare.

 

Gracias al primer ministro, Kingsley Shacklebolt, antiguo miembro de la orden del fénix, Harry no tenía que pasar por la entrada del ministerio, ya que tenía permiso para ir por la chimenea del ministro.

-Harry –el ministro le miró extrañado-. ¿A que debo esta visita?

-Me he enterado de que el juicio a Narcisa Malfoy se había adelantado para hoy.

-Sí. Estaba a punto de mandarte un mensaje –le enseño un pergamino-, se lo importante que es para ti declarar en su favor. Acabo de enterarme del cambio, es lo que más me fastidia del Wizengamot en lo referente a  juicios, hacen lo que quieren sin preguntarme. Aunque no es lo único, también han decidido hacerles un juicio a los tres al mismo tiempo.

-No que se suponía que serían individuales.

-Tú lo has dicho, se suponía, pero dicen que es para “ahorrar”, no sé el qué.

-Bueno, si me disculpa iré yendo.

-No vemos allí.

En cuanto salió por la puerta se aseguró que no había nadie y se puso la capa invisible, no le apetecía cruzarse con nadie y que le entretuvieran con halagos. Hizo una floritura con la varita para saber qué hora era, quedaban diez minutos.

 

-¿Qué haces aquí? –le preguntó Draco con voz dura.

“Ni yo lo sé” pensó para sí Harry observando el semblante pálido y demacrado del muchacho, “pero necesito saber por qué George quiere que te ayude”.

Su pose era tan altanera como siempre, de pie, apoyado en la pared, con los brazos cruzados sobre su pecho, con la mirada de yo soy mejor que el resto.

-Vaya Malfoy, para estar a punto de ir a un juicio donde te pueden condenar al beso del dementor o cadena perpetua en Azkaban, estas muy altanero.

-No has contestado mi pregunta.

-Curiosidad –terminó diciendo.

Desde que George se marchara de su casa le había dado vueltas a todo lo que recordaba desde que persiguiera a Snape y Draco tras la muerte de Dumbledore. Había odiado más que nunca al profesor de pociones por lo que había hecho, sin embargo Draco… él le había confesado a Dumbledore que Voldemort había amenazado con matarle a él y a sus padres si no acababa con su vida, aún así no fue capaz de hacerlo, incluso estaba a punto de bajar la varita y ponerse bajo la protección del director cuando el resto de mortífagos llegó.

Era cierto que Malfoy le había mentido a todos en la mansión, Harry estaba seguro de que Draco le había reconocido, lo vio en sus ojos al mirarle, vio su miedo aunque no podía asegurar a que se debía.

En cuanto a la sala de menesteres, recordaba que las palabras de Malfoy hacia sus compañeros eran más bien vacías, llenas de temor. En aquel momento creía que se debían al miedo que sentía Malfoy por lo que Voldemort le pudiera hacer si algo le pasaba a él, pero ahora…

Su cabeza era un caos, se había equivocado con Severus Snape, puede que se estuviera equivocando con Draco Malfoy, pero Lucius era otra cosa. No sabía que pensar, y lo más extraño era no poder saber porque precisamente George les defendía, porque tanto interés en que los tres salieran indemnes del juicio, y sobre todo saber cómo podía estar tan seguro de lo de la varita de Lucius, si eso era verdad algunas cosas podían cambiar.

No había intentado ponerse en contacto con George, se imaginaba que si lo hubiera intentado el muchacho no le habría respondido.

-Espero que te hayas quedado a gusto. Ya puedes marcharte.

-Podrías tratarme un poco mejor –replicó con un poco de enojo-. No olvides que gracias a mi declaración tu madre puede salir libre –una mezcla de emociones pasaron por los ojos del rubio-. Aunque no sé porque no me extraña. Tú y sobre todo tú padre no cambiareis nunca. Tan egoístas…

Draco se abalanzó sobre él, cogiéndole del cuello de la camisa y acercando su cara a la suya.

-No te metas con mi padre –los ojos que le miraban parecían una tormenta en medio del mar, la voz fría como el hielo le hizo estremecer-. No tienes ni idea, no sabes cómo es él realmente…

Dos aurores entraron separando al rubio del moreno, propinándole un golpe en el estómago, haciendo que cayera de rodillas al suelo, ni un solo sonido surgió de su boca.

Harry lo miró, Draco adoraba a su padre, pero eso era ir demasiado lejos, el rubio debía admitir que el hombre que tenía por padre era un monstruo. Las palabras de George le llegaron con claridad.

“-Ellos no lo merecen. Si los condenan será lo más injusto que haya pasado nunca.”

George sabía algo más, y por desgracia no tenía tiempo para hablar con el muchacho antes del juicio y que se lo explicara todo. Pero se hizo la promesa de hablar con él en cuanto el juicio terminase, si Kingsley no le había mentido y juzgaban a los tres juntos, el juicio duraría al menos un par de días. Tenía tiempo de saber los motivos de George y actuar en consecuencia.

En cuanto Harry salió de la celda, Draco se preparó para recibir los golpes que sabía le propinarían los aurores, nadie tocaba al niño de oro, mucho menos un mortífago asqueroso como él.

 

La entrada de los Malfoy fue acogida con insultos y abucheos. Los tres miembros de la familia, con las cabezas bien altas, recorrieron el camino sin dejar translucir sus sentimientos. Los tres tenían claro que el patriarca recibiría el beso del dementor, que Draco estaba entre el beso y la cadena perpetua en Azkaban, y que Narcisa pasaría una larga temporada en la cárcel mágica. Draco rezaba para que Harry Potter hablara a favor de su madre, a fin de cuentas le había mentido al Lord, poniendo en peligro su vida. Si él contaba lo sucedido la condena a su madre sería menor, incluso era posible que se librara de Azkaban.

Al menos los tres estaban en paz consigo mismos, y felices de que Severus hubiera salido indemne de su juicio. Temían que, aunque ya todos sabían que era un espía de la orden del Fénix, se le condenara por sus crímenes en nombre de Voldemort. Fue una suerte que sus recuerdos, que estaban en poder de Potter, fuesen más que suficientes para entender que fue el mismísimo Dumbledore el que le ordenó que los llevara a cabo para evitar que Voldemort descubriera la verdad sobre él.

Mirando hacia el frente, observando de reojo el semblante serio de Severus, Draco recordó el dolor que sintió al escuchar las palabras del Lord, confesando que Severus estaba muerto. Cuando todo acabó, mientras sus padres lo envolvían en un fuerte abrazo, sintiéndose triste por la muerte de su padrino, la alegría estalló en su pecho al verle llegar al gran comedor, apoyado en Remus Lupin. No tuvo tiempo de correr hacía él, de darle un abrazo, los aurores les habían ordenado ponerse en pie para llevarlos a las celdas del ministerio.

Desde ese día no habían podido volver a verlo, pero sabían que era libre. No podía decir lo mismo del resto de sus amigos, nadie les había dicho que había pasado con ellos, solo sabía de Crabbe, muerto en la sala de los menesteres.

 

Fijó su vista en Draco Malfoy, su comportamiento era algo extraño, se movía altivamente, como si fuera el rey del mundo, pero al mismo tiempo era como si tuviese algún problema, como si algo no fuera bien.

No sabía nada de Ron, Hermione en cambio se hallaba sentada a su lado, no hacia ni un minuto la muchacha llegó corriendo, aún tenía la respiración un poco acelerada por la carrera. Estaban en una zona donde podrían verlo todo sin que nadie, o casi nadie se fijaran en ellos, aunque no dudaba de que muchos supieran ya que estaba ahí. Las ultimas gradas donde se sentaba el público eran las más convenientes si uno no quería tener las miradas de los demás sobre sí.

Gracias a la capa de invisibilidad nadie le había visto hasta que se presentó delante de los aurores que custodiaban la celda de Draco Malfoy. Le extrañó que tuviesen en celdas separadas a los Malfoy, pero más aún que los tuviesen en secciones diferentes. No quiso darle más vueltas, seguro que había un motivo para ello. Lo malo de su acción era que su presencia ya no pasaría desapercibida hasta que le tocase declarar en el juicio.

-¿Va todo bien? –quiso saber Hermione, siguiendo la mirada de su amigo.

-No lo sé. Malfoy… cuando le vi hace un momento estaba bien, sin embargo ahora…

-Lo que hubiera dado por estar en esa celda –oyeron la voz de Ron.

Ambos amigos se miraron desconcertados, levantándose de sus asientos y mirando a través de la cortina que separaba las gradas del pasillo. No se distinguían bien las figuras, aún con las antorchas encendidas a lo largo del pasillo solo eran sombras, pero Harry creyó reconocer a los aurores que custodiaban la celda de Draco Malfoy. Lo confirmo cuando los tres pasaron debajo de una de las antorchas, iluminando sus rostros. ¿Qué hacía Ron con ellos?

-No te preocupes –dijo uno de ellos-, tendrás tu oportunidad. El juicio durara hasta mañana.

-Sí –concordó el otro -. Es la ventaja de que los juzguen a los tres juntos.

-Le hubiera dado una buen patada a la mierda esa de mortífago –comentó Ron con odio-. Mira que atreverse a ponerle una mano encima a Harry. Aunque aun no entiendo cómo se enteró del adelantamiento del juicio.

Las piezas encajaron en su cabeza, le habían dado una paliza a Malfoy en cuanto él se marchó de la celda. Hermione tuvo que taparse la boca para que no la oyeran, no podía creer lo que estaba oyendo.

Ron sonrió, muy hábilmente le había escondido a Harry lo del cambio de fecha. Sabía que su amigo evitaría que Narcisa Malfoy recibiera el castigo que se merecía, y no podía estar muy seguro de que no hablara también a favor del asqueroso hurón. Tampoco podía contárselo a su novia, era demasiado legal y se lo hubiese dicho a Harry.

Si su amigo contaba lo sucedido en la torre de astronomía, en la mansión Malfoy y en la sala de los menesteres, este no recibiría el beso, y si había algo que Ron deseara más que nada era ver destruido al menor de los Malfoy. No podía perdonarle todos los insultos recibidos durante su estadía en Hogwarts, sin importar que fuera él el primero en reírse de Draco Malfoy, y el que solía comenzar los altercados y peleas.

Notas finales:

Gracias por leer.


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