Sasuke observaba el bulto sobre su mesa, analizaba su estructura desde distintos ángulos y por más que intentaba convencerse, no lo conseguía, el objeto de formas irregulares de un naranja chillón bajo ningún concepto parecía un regalo, ni siquiera con el intento de listón azul que parecía estar cayéndose por el costado. Él era un genio en muchos sentidos, pero la simple tarea de envolver un regalo había requerido todas sus habilidades, pero sin buenos resultados aparentes. Con un suspiro se alejó de la mesa y se acercó al balcón de su hogar donde podía observar Konoha en su plenitud, la casa fue construida con esa disposición para cumplir con ese propósito y también para satisfacer al nuevo Hokage de la Aldea Oculta de la Hoja. Naruto amaba con tanta intensidad a su pueblo, así como lo hizo su hermano y como lo hacía él gracias a ellos que nunca dejaron de cumplir su camino de ninjas.
Saliendo de sus pensamientos volvió a la mesa y suspiró, tomando nuevamente aquello que tanto temor había tenido miedo de ofrecer, sabía que el envoltorio era innecesario, al menos para su rubio ya que arrasaría con el papel y buscaría llegar hasta el objeto oculto. Pero él quería por primera vez hacer las cosas de manera normal, Naruto cumplía veintitrés años ese día y eran siete desde que habían logrado derrotar a Obito y Madara. Tras el retiro de Tsunade hace dos años, Naruto fue nombrado por esta y la aldea en consenso como el nuevo kage y el rubio fue inmensamente feliz, después de todo el sueño que se fijó en su infancia se materializaba, y fue el quien sostuvo al rubio en sus brazos cuando lloró hasta que se quedó sin energía.
Sasuke sabía que Naruto no era propenso a llorar y que por algunos años entrenó una sonrisa vacía que él nunca creyó, porque eran sus ojos los que gritaban fuerte y claro cuáles eran sus verdaderos sentimientos y él podía leer en ellos de manera inexplicable. El ruido de la puerta lo sacó de sus divagaciones y con resignación dejó el bulto regalo sobre la mesa y caminó a la entrada para recibir al Hokage y al hombre que amaba.
Para Naruto su cumpleaños era algo así como un recordatoria de su vida vacía y de la falta de sus padres, sino hubiera sido por Iruka sensei no tendría siquiera un buen recuerdo, al menos hasta hace siete años atrás cuando fue reconocido por la aldea. Tras la derrota de Madara y Obito el trabajo de reconstrucción tomó cerca de cuatro años, en los cuales ingresó a los Anbu en conjunto con Sasuke, quien fue exonerado de sus cargos luego de su aporte en la última batalla ninja. Ese día quería llegar a casa, quería llegar a Sasuke. Sonriendo corrió por la aldea cargado de los regalos de todos sus amigos. Algunos aldeanos solo vieron una mancha blanca anaranjada, sonriendo puesto que sabían se trataba de Naruto, quien reusó usar la túnica oficial de Kage por una que Sasuke le había regalado en el primer cumpleaños que pasaron juntos, una que era un copia exacta a la que había usado el Yondaime.
- Estoy en casa- Sasuke escucho el grito característico del rubio cuando volvía a casa. Lo observó luchar con sus zapatos mientras intentaba equilibrar lo que imaginaba eras más de una docena de obsequios en distintas bolsas. Con una desesperación que surgía de la profundidad de sus sentimientos corrió los pasos que los separaban y cazó la boca del rubio y lo apresó entre sus brazo. Ahí estaba todo lo que necesitaba, el amor y la entrega de su dobe. La suavidad inexplicable de su cabello y el calor de su cuerpo, ese calor que lo mantenía vivo. Separándose con lentitud, observa el placer en los ahora brumosos ojos de Naruto.- Bienvenido a casa.
- Estoy en casa – vuele a susurrar Naruto. Mirando con detenimiento esos ojos negros ante de cerrar la distancia y besarlo nuevamente, esta vez con menos urgencia y con esa ternura innata en él. Esa ternura que solo Sasuke conocía.
- Veo que ha sido un día provechoso- Le comenta finalmente el azabache un vez que se separan.
- Ah, lo dices por esto- sonríe con picardía moviendo los regalos. Son presentes de algunos aldeanos y los chicos – le responde mientras comienza a observar las manos del moreno y luego a su alrededor al darse cuenta que este no tenía nada.
- ¿Qué buscas Dobe? – le pregunta burlón al darse cuenta de la mirada inquieta del rubio- Pues mi regalo, y no te hagas el duro conmigo que sé me tienes algo, Ino le dijo Sakura que fuiste a la tienda de flores buscando cintas- Con satisfacción observó como las mejillas de Sasuke se sonrojan levemente- Anda Sasuke, dame mi regalo ¿sí?. Son esos momentos lo que Sasuke atesora, las imágenes de Naruto relajado y feliz, siendo por primera vez un niño sin preocupaciones a pesar de no serlo ya que tiene la responsabilidad de una nación a sus espaldas.
- Mujeres, nunca pueden mantener sus bocas cerradas.- se queja este alejándose del rubio quien se le cuelga del cuello- Anda Teme, dame mi regalo- continua vociferando este entre empujones hasta que llegan al salón. Donde Sasuke se da cuenta en el momento exacto en el que Naruto ve el bulto regalo sobre la mesa, puesto que deja de ahorcarlo y salta los muebles cual si fueran obstáculos y el papel sale volando por los aires. Riendo, pensó que las horas que le tomó envolverlo fueron innecesarias. Cuando Naruto llegó por fin al objeto oculto, Sasuke se inquietó ante la inexistencia de movimientos por parte del rubio. Luego de algunos minutos que a Sasuke le parecieron horas, el rubio deposito su regalo sobre la mesa y se gira buscando la mirada del moreno, este la sostuvo desafiante, incluso cuando el rubio caminó paso a paso y lentamente hacia él, mientras iba dejando caer primero su capa y luego su ropa.
- Tengo muchos defectos que no cambiaré- fue su declaración ante el moreno quien sonrió ante las palabras expresada- Vivimos juntos hace dos años y ha funcionado ¿no?- replicó este.
- Ha funcionado- Tras eso, las palabras ya no fueron necesarias, Sasuke se desvistió con rapidez y alzó al rubio depositándolo en el sillón, utilizando sus manos y su boca para expresar lo que quería decir, acariciando con reverencia el cuerpo que conocía como el propio, marcándolo. Los gemidos del rubio eran suficiente para encender aún más su pasión. Con la sangre corriendo con rapidez por sus venas cambió al rubio de posición y lo puso sobre su cuerpo. Naruto observó al hombre bajo su cuerpo y con reverencia acarició su pecho, deleitándose con su suavidad y con el placer que sabía le entregaba al hombre que fue su primer amigo.
- Te necesito- murmuró el moreno y sin esperar más el rubio lo introdujo en su cuerpo con un movimiento rápido, quitándole el aire a ambos. Unir sus cuerpos era una de las experiencias más maravillosas de su vida, podía sonar rosa pero era la verdad, con brío cabalgó al moreno llevándolos a ambos a un orgasmo arrebatador, siendo Sasuke quien sellara el momento dándole un beso tierno y sereno, un beso satisfecho.
- Puedo concluir que te gustó tu regalo- le susurró tras unos minutos de silencio, mientras acariciaba la espalda de Naruto. Este tras otro rato de calma se levanta, dejando al moreno en el sillón caminando desnudo hasta el regalo, tomándolo y volviendo a recostarse junto a Sasuke, quien lo esperaba expectante.
- Sí- fue lo que dijo el rubio mientras sacaba el objeto que guardaba la cajita y observaba los objetos en su mano. Sí, Sasuke a tus dos preguntas.- Contestó, miestrás se alzaba sonriéndole al hombre que amaba. Y Sasuke pensó que era esa sonrisa, era esa persona con la que quería estar por el resto de su vida, quería cuidar esa sonrisa verdadera, porque Naruto Uzumaki ya no utilizaba esa sonrisa vacía de años atrás.
- Feliz Cumpleaños Naruto- susurró sellando sus destinos y regalandole simbólicamente su vida y libertad.
Al otro día se podía ver que el Hokage lucia en su mano izquierda un anillo que no estaba el día anterior, y los más observadores notaron que hacía juego con el que lucía el jefe de los Anbu.
Dos meses después el Naruto lucía dos argollas en su mano derecha y ya no era necesario ser observadores para saber que Sasuke lleva dos argollas con él también. Ambos chicos lucían una sonrisa peculiar que podía ser apreciada cuando estaban uno delante del otro, todo gracias al bulto regalo.