Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Arturra de Came-a-lot por nezalxuchitl

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Arturo es un nombre que proviene del élfico antiguo de los elfos de Tokien, Arturro. Significa "el mas viciosillo", del prefijo ar, el mas grande/el que mas y turro, zorron/facil/generoso con sus encantos ;)

Dos días más tarde, en un cruce de caminos cerca de la frontera, se toparon con un numeroso grupo armado. Hubiese podido no suceder nada si su respingona alteza no hubiera soltado una pedorreta y fusteado su bota con impaciencia mientras el líder de los otros hombres pasaba.

Cenred detuvo su caballo de golpe, haciendo que los guerreros detrás de él chocaran.

-¡Aprésenlo! – gritó, y antes de que Arturo, Gwaine o Merlin pudieran hacer nada (ni ojitos mágicos) varios guerreros tocados con turbantes los rodearon, apuntándoles con sus cimitarras. Otros los hicieron desmontar con poca delicadeza y Arturo, puesto de rodillas, miraba furioso a su enemigo hacia arriba. – Arturo Pendragon – dijo, y Gwaine se volteó a verlo con cara de “¡¿Qué!?” – que afortunado encuentro… para mí. – y rio malévolamente, pues Morgausse aún no lo arruinaba.

-Cenred (¿Cenred se apellida de algún modo?) - ¿Qué haces en Camelot?

-Buscaba turritas – respondió con naturalidad el rey joven, guapo, de cabello más oscuro, rizado y largo que Gwaine,  igualmente buenorro.

-Así que es cierto – dijo forcejeando – que atacas poblados en busca de omegas que violar con tu tropa.

-Pues… no es como que realmente se pueda violar a un omega. – rebatió Cenred – pero si, básicamente entro y cojo. Hubieras visto al que pillamos anoche, aunque, claro, no tiene nada que hacer comparado contigo. – acarició su mejilla, Arturo hecho atrás el rostro. – Tráiganlo, ya no es luna llena pero igualmente su alteza necesitara un trato especial mientras sea nuestro invitado. Fadel, ve donde Uther y dile que tenemos a su hijo, que su peso en oro no me caería mal.

El resignado mercenario se inclinó y partió a cumplir la encomienda de su señor. Merlin no podía derrotar a toda aquella tropa delante de Arturo, y Gwaine aún no se reponía de la impresión de haberse follado al príncipe heredero del reino. Los tres fueron maniatados y conducidos en sus propios caballos a una fortaleza cercana, en la orilla del mar, que Cenred utilizaba como puesto de avanzada en Camelot.

-Conduzcan al príncipe a una habitación apropiada – sonrió el malo.

-¿Qué hacemos con estos milord?

-Al guapo déjalo para mañana y al feo mátalo: me ofende su fealdad.

-¡No! ¡Merlin! – se rebatió Arturo.

Se lo llevaron entre jalones, mientras miraba desesperado a su amigo.

-¡No te preocupes por mí, Arturo! – lo tranquilizó este mientras era arrastrado al balcón. Un guardia lo arrojó al acantilado, se dio la vuelta frotándose las manos, sin cuidarse más de él. Como era noche cerrada ya, brumosa, nadie vio como con sus poderes reducía la velocidad de su propia caída, acercándose un lecho de algas para caer en blandito.

Gwaine fue arrojado a un calabozo donde ya había otro hombre, guapo, de largas piernas, de labios carnosos y un lunar cerca de ellos; la barba negra de días. Parecía estar dormido, pero solo parecía, porque cuando Gwaine se puso a azotar los barrotes le dijo:

-¿Quieres dejar de hacer escandalo? Estoy intentando dormir.

Gwaine se volteó y descubrió un solo ojo, medio abierto, que lo examinaba. Tenía ese brillo divertido y lujurioso, satisfecho de sí mismo, que el mismo poseía. Solo que él no estaba tan pagado de si mismo como aquel tipo en el calabozo, especialmente no en un calabozo.

-¿Te enteras que esto es una prisión y no una posada? – quiso aclarar Gwaine.

-Sí. – se estiró el pelinegro, cuan largo era – Pero este lecho de paja es el más cómodo en el que he dormido en meses.

-¿En serio?

-¡Oh sí! – el alfa se sentó, entrelazando sus largos dedos para tronárselos – En Siria no hay camas, ni las drakar vikingas se caracterizan por su comodidad.  George. – se presentó.

-Gwaine. ¿Cómo llegaste aquí?

-Los vikingos me lanzaron por la borda; es su manera de desembarcar a los pasajeros. – explicó con un guiño- Nadé hasta aquí y los amables guardias de esta fortaleza me pusieron a buen resguardo.

-Eres prisionero del rey Cenred…

-¡Cenred ya es rey! Sí que he estado fuera mucho tiempo.

-¿Tú eres de aquí?

-Oh sí, pero me fui en cuanto supe que Uther iba a subir al trono. Escapé con mi dragón, y por lo que he oído, hice bien.

-¡¿Eres un dragonlord?!

-Solía serlo. Eerin formo pareja con un apuesto dragón del preste Juan y yo tenía ganas de escuchar el canto de los gorrioncillos de nuevo.

Gwaine asentía.

-Cantan tan bonito.

-¿Verdad?

Gwaine se quedó pensativo. Pero como pensar no era lo suyo dijo:

-Supongo que no tendrás muchas ganas de ayudarme a liberar al hijo de Uther…

-Convénceme. – respondió George, recargándose en una paca de heno, dejando notar el considerable bulto bajo su túnica.

 

*

 

Cenred se había reunido en sus habitaciones privadas con algunos de sus amigos, de los mismos que lo habían acompañado a su correría en Came-a-lot: Lucius, el noble con afición al incesto (se lo hacía a su propio hijo) rubio teñido, muy claro, labios delgados, gestos crueles y mirada azul, helada; Ludovico “el Malo”, el hijo menor del emperador del Sacro Imperio, de largo cabello negro y mandíbula cuadrada, famoso por su afición exclusiva por los varones, alfas más que omegas;  y Negro, el comandante de los mercenarios medio-orientales, un tipo moreno de grandes ojos oscuros, labios sensuales y afición a recibir mamadas.

Cuando Arturo fue llevado, estaban todos ligeros de ropa, con copas de vino en las manos y miradas deseosas, que lo recorrieron desnudándolo, violándolo, encendiéndolo a su pesar. Si tan solo no estuvieran tan buenos, pensaba el príncipe encadenado para sus adentros.

-Amigos, jamás creí que tendría el placer de servirles al mismísimo príncipe Arturo Pendragon – caminaba en torno a el mientras hablaba, con la copa en alto. Cogió las cadenas que esposaban bastante juntas las muñecas de Arturo, alzándolas y obligándolo a estirarse, de rodillas como estaba– ¡en cadenas de plata!

Los amigos le aplaudieron la gracia.

-Y no solo eso – continuó Cenred – su Alteza acaba de cumplir los 17 años – le puso un pie sobre la espalda, obligándolo a quedar como en una reverencia, con el trasero bien alzado y el pecho contra el suelo – y su joven traserito esta mojado, - le vació encima la copa de vino, empapando la tela y haciendo que se pegara a sus formas – necesitado de buenas pollas…

A Arturo le ardía la cara por la humillación, incluso pegada a las frías losas. Y odiaba, odiaba con toda su alma, que ardiera también su jodido trasero, justo como Cenred decía.  Ludovico se hincó detrás de él y con su daga cortó la tela que cubría sus carnosas nalgas, exponiéndolas a la vista de los cuatro hombres lujuriosos. La malévola lengua de Ludovico recorrió su aterciopelada curva, hundiéndose luego entre ambas colinas, probando con la punta el húmedo sabor que ya surgía de él.

Ludovico terminó de desgarrar sus pantalones, masajeando sus nalgas mientras su lengua se movía experta fuera de su agujerito, dentro de su agujerito, logrando que aunque el gesto del príncipe fuera atormentado sus gemidos fueran complacidos.

Negro se arrodilló delante de él, frotando su polla con la mirada clavada en los sensuales labios. Cenred quitó el pie de encima y Negro jaló por los cabellos a Arturo para que su boca quedara a la altura justa. Aún con algo de dominio sobre sí, el príncipe se negó a chupársela, cerrando los labios en un adorable puchero que hizo a Lucius relamerse los propios. Negro frotó su punta contra la rosada flor, contra las mejillas. Cenred le arrancó a jirones el resto de la ropa. Ludovico se incorporó, sobándose el bulto, liberando su erección y clavándola sin más preámbulo en el ano del muchacho, quien finalmente abrió la boca para gritar al sentirse súbitamente invadido.

De inmediato Negro se la llenó con su polla, cogiéndolo firmemente de los cabellos sedosos para follársela, metiéndola dentro y fuera, ahogando sus gemidos con su considerable miembro. Atrás, Ludovico arrastraba sus manos desde sus muslos hasta sus caderas, apretando la joven y firme carne que hacia suya. Miraba directamente a donde su polla desaparecía una y otra vez, justo en medio de aquel trasero magnífico: a cada embestida su largo cabello restellaba contra su propio trasero.

Cenred y Lucius se limitaban a mirar de cerca, desde lados opuestos, acariciando levemente Cenred su bulto y Lucius su erección desnuda. La boquita de Arturo, engullendo esa gran polla, era un espectáculo tan glorioso como el de su trasero, atacado sin piedad por otra polla de no menores dimensiones.

Arturo ya chupaba por su propia voluntad, si es que hay propia voluntad cuando se está en celo. Empujaba su trasero contra las caderas del pelilargo, apretaba la polla en su interior, deseando sentir más, más, ¡ya! Algo que apagara el incendio que amenazaba por consumirlo por dentro y que parecía ser más fuerte luego de cada noche, de cada cogida. El primer orgasmo lo sacudió y ni siquiera pudo gritar porque la polla del moreno estaba hasta su garganta. El pelinegro seguía follándolo, y su trasero, en ascuas, iba a incendiarse de nuevo. Chupó con fuerza la polla del moreno para poder resistir los embistes del pelilargo, y ambos se corrieron a la vez, llenándolo de esperma por lados distintos. De esperma que él se apuró a saborear.

No había terminado de limpiar con su lengua sus labios cuando Cenred ya estaba frente a él con su polla. Arturo estaba tan lujurioso que ni siquiera podía recordar que era su peor enemigo, el hombre que lo había capturado y humillado. Lo único que supo fue que tenía una erguida, sonrosada y goteante polla frente a él, al alcanze de sus labios. Los cerró sobre ella con gula y volvió a chupar. Habría ronroneado de gusto cuando sintió otra polla llenando su culo, retomando aquel frenesí brevemente interrumpido. El alfa que lo poseía apretaba su trasero, su cadera era más huesuda, su polla menos gruesa pero más larga, llegándole más al fondo y haciéndolo gemir de puro placer mientras sus labios apretaban la punta de Cenred.

El rey de pelo castaño, en pleno uso de sus facultades, disfrutaba del poder que ejercía sobre Arturo. Verlo tan mansito, dedicado en cuerpo y alma a chupársela, lo hacía sentir muy bien consigo mismo. Acariciaba sus sedosos cabellos rubios y lo dejaba hacer a su gusto, que resultaba ser también el suyo pues Arturo sabia mamarla muy bien, lo que hablaba de una experiencia previa, es decir, más previa que la semana escasa desde su cumpleaños. Otra arma que usar en su contra, para burlarse. Pero mientras… echó el cuello atrás, pujando sensualmente cuando Arturo inició con un espiran sobre su punta. ¡Ese chico! ¡Sus labios! Miro a Lucius, que lo miraba a su vez, complacidos ambos, paseando luego la mirada por el deliciosamente musculoso cuerpo de Arturo, mirando la polla del otro entrar en la cavidad que cada uno aún no probaba. Aún. Porque sabían, todos, que la noche seria larga.

Negro y Ludovico miraban juntos, sentados en un diván que habían acercado al propósito, como el elegante cuerpo de Lucius se movía todo, como una serpiente, en el ejercicio de metérsela hasta el fondo al heredero de Camelot. Cenred, con su camisa abierta, acariciándose el pecho con los dedos, también era un excitante espectáculo. Era el más joven de todos y lo habían conocido cuando aún era omega. Sí, en ese modo lo habían conocido: todos sabían cómo su culito apretaba, y en honor a los viejos tiempos, aun cuando tuvieran que usar aceite como lubricante, Cenred se los dejaba gozar de vez en cuando.

Arturo se sacó la polla de la boca para gritar y pujar como una turra, como un omega en celo. Lucius clavaba sus dedos en sus nalgas, separándoselas, concentrado en penetrarlo tan rápidamente como pudiera, descargando en su interior entre gemidos y temblores, saliéndose de él y viendo como su semen escurría por sus muslos ya brillantes de fluido.

Cenred lo cogió de los cabellos para que volviera a concentrarse en su polla, disfrutando de los labios carnosos apretando su longitud conforme el la sacaba y metía por entre ellos. Negro se acercó con un trapo y limpió el exceso de fluidos del interior de las nalgas del príncipe antes de posicionarse, cogiéndolo de las caderas y probando su intensamente caliente culo. La lubricación que había dentro era más que suficiente para iniciar con un mete y saca rápido.

Cenred, sintiendo que iba a correrse ya, saco su pene y lo frotó en dirección a la cara de Arturo, salpicando sus labios mojados, sus ojos cerrados, con el blanco y espeso fluido que surgió de la punta de su polla. Jadeando, recogió con un dedo una gota, caliente aun, y la llevó a los labios golosos de Arturo, que se cerraron en torno a su dedo, chupándolo como había estado chupando su polla.

Satisfecho, el rey se fue a ocupar el lugar de Negro en el diván. Ludovico se paró y caminó con su miembro apuntando firmemente hacia el frente. Le dio un llegón al trasero de Negro, resbalando su punta dura por la hendidura entre las nalgas, firmemente apretadas del moreno, que taladraba como un desesperado el culito del rubio que gemía con el semen escurriendo por su linda cara.

Ludovico se despidió con una mordidita amistosa al hombro de Negro y se colocó frente a la chupona, recogiendo con su punta una gotota de semen que escurría por su nariz y llevándola a su boca, gozando de aquellos magníficos labios, mas rosados aún, si cabía, por tanto chupar. Cenred se apuró a masturbarse, aunque le doliera, quería estar duro de nuevo para probar el culo de Arturo en lo que alguno de sus viciosos compañeros llenaba el suyo. Lucius, al notar su afán, se inclinó sobre su pecho, recostándose a medas sobre él, mirando al omega atacado por ambos frentes mientras deslizaba sus dedos fríos por el abdomen y pubis del pelicastaño, chupando ocasionalmente un pezón.

Negro terminó, se quedó sentado sobre sus piernas, viendo el culo abierto del rubito menearse al ritmo que este ocupaba para mamársela a Ludovico. Su agujero, deseoso de más, se abría y se cerraba, brillante de fluido, y cada que se abría un poco de líquido blanco, más denso, escapaba, cayendo a gotas sobre las losas del piso.

Cenred se acercó, con las llaves de las esposas de Arturo, quien al sentir liberadas sus manos de inmediato las ocupó para masturbarse, jalando su polla como un desesperado en lo que se sostenía con la otra mano. Ludovico se puso en pie, poniéndolo a él de rodillas y entonces ocupó esa mano en rodear su muslo, abrazándose a su firme carne en lo que engullía hasta el fondo la otra firme carne.

El rey cogió una vela apagada y la uso para penetrar el culito de Arturo mientras terminaba de endurecerse. Lucius, a su lado, acariciaba ya a Cenred, ya a Arturo, o a Ludovico: los tres eran realmente ardientes, pero el que ganaba su atención era el omega en celo. Se las ingenió para meter su cabeza entre sus piernas separadas, lamiendo la puntita en lo que el príncipe se jalaba el tronco, recibiendo a poco parte de su eyaculación sobre la cara.

Se puso de rodillas el también, entonces, y Cenred lamió las gotitas sin dejar de penetrar a Arturo con la vela. Negro los veía y manoseaba la espalda de Ludovico, quien resistía para gozar lo más posible de la boquita de aquella chupona y Cenred, nuevamente duro, sacó la vela, la chupó, volvió a clavarla y luego dejó que el mismo trasero de Arturo, en movimiento, la expulsara. Entonces lo penetró, pegando su torso a su espalda sudorosa y aspirando el sensual aroma de su nuca.

-Que bien te sientes Arturo – susurró en su nuca – bastante estrecho… aún.

Su risita malévola se quebró en un gemido cuando Lucius lo penetró. El ya no lubricaba, de manera que la fricción era un poco dolorosa al principio. Pero ese dolorcillo sazonaba al placer que sentía por delante, lo completaba, y entre ambas cosas lo hacían gemir casi tan turramente como el omega.

Ludovico no pudo esperar más a que Negro terminara, y empujando con sus caderas colocó su polla junto a la del moreno. Arturo las lamió juntas, una y otra, con indecible lujuria, sin poder elegir cual tragarse, por lo que se las tragó ambas. Su carnosa boca estaba extendida al límite, y ciertamente, ver dos pollas comprimidas dentro de una preciosa boquita no es algo que se ve todos los días, ni siquiera por los amigos de Cenred.

Negro terminó, bañando con su semen la polla de Ludovico en el interior de la boca de Arturo. Como éste no dejaba de chupar, moviendo su cabeza atrás y a los lados, el semen y la saliva escurrieron por su mentón, volviendo más fuertes las sacudidas de Cenred contra su culo. El apuesto rey se relamía, las aletas de su perfectamente recta nariz se dilataban a cada apasionada inspiración, Lucius lo llenaba como él llenaba a Arturo y no podía pedir nada más salvo tener una polla que chupar.

Con la lengua invitó a Ludovico a que terminara en su boca, pero este, malo, prefería gozar la del príncipe que solo tendrían hasta que su padre pagara el rescate. Le sujeto la cabeza con ambas manos y empujó su cadera contra su boca, pegando su punta a su paladar en los últimos instantes, dejándole ir bien hondo toda su espesa simiente.

Arturo deglutió y soltó algunas tosecitas cuando Ludovico le sacó la polla. Cenred, sujetándolo por el pecho, le metió un par de dedos en la boca, para que se los chupara en lo que otro par de dedos pellizcaban uno de sus endurecidos pezones. Arturo se la jalaba de nuevo, deseando correrse: era todo lo que quería, correrse, una y otra y otra vez. Su enemigo pujaba contra su hombro, pellizcando sus dos pezones, y él solo deseaba que su polla alcanzara velocidades aún mayores dentro de su culo, que fuera más grande, que lo llenara más. Se apretaba para sentirlo mejor, rítmicamente, y pronto Cenred le arañó el pecho, vaciándose en sus entrañas.

Se quedó abrazado a él, quieto, salvo por el movimiento que le imprimía Lucius a su cuerpo al embestirlo vigorosamente.  Negro, duro de nuevo, le acerco su polla a la boca para que no estuviera ocioso. Cenred chupó con gusto. Arturo, sintiéndolo volverse flácido dentro de él, se separó, incorporándose a duras penas, buscando un miembro que calmara las ansias que aun sentía, peleando a chupadas con el joven rey por la posesión de aquel miembro color canela.

Lucius se salió de Cenred para penetrar a Arturo, y luego, presa de un frenesí al tener dos magníficos traseros a su disposición, regresó al del pelicastaño, cogiéndolo por los cabellos para hacerlo arquearse, sujetándolo por la cadera con la otra mano, empujando tan violentamente que sus bolas se azotaban entre sus piernas. Súbitamente lo soltó, se salió de él, masturbándose como si se la quisiera arrancar en dirección a uno y otro trasero, bien juntos, corriéndose sobre ellos, perlándolos con sus gotas blancas.

Cenred había dejado de pelearse con Arturo por la polla de Negro y lo había convencido de besarse con él, haciendo cosas realmente eróticas con su lengua, cosas que jamás creyó podría hacer con el príncipe de Camelot.

 

Continuará...

 

Notas finales:

Se me habia olvidado ponerles la foto de Gwaine. Cenred tmb vale la pena *-*

Cenred

http://i1026.photobucket.com/albums/y326/NezalXuchitl/cenred_zps835d51a2.jpg

Gwaine

http://i1026.photobucket.com/albums/y326/NezalXuchitl/gwaine_zps0f3995fd.jpg

 

Esto es genial *-* si no han visto estas viñetas deberian verlas, toda, TODA la coleccion es increible

http://oglaf.subcultura.es/tira/79

Me da la impresion de que algo mas se me olvida, ya me acordare despues, quizá.

Besos turros.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).