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Arturra de Came-a-lot por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Homoyaoi en este capitulo, alfaXalfa, grrr!!!

 

Vista panorámica de la ciudadela de Came-a-lot, con su castillo de cuento de hadas estilo 1800.

Sir Leon avanza decidido por los pasillos, con revoloteo de su capa roja. Entra al despacho del rey escoltando a un guerrero con turbante.

-Sire – inclinación – este hombre trae un mensaje de Cenred.

-Habla. – ordena Uther.

-Milord Cenred ha cogido prisionero al príncipe Arturo, y demanda su peso en oro para devolvéroslo.

-¡¿Qué!? – puñetazo en la mesa - ¡Si ese malnacido de Cenred se atreve a tocarle un pelo a mi hijo habrá guerra! ¡Leon!

-Sire – tiene pluma y papel en la mano, para tomar nota del peso de Arturo.

-Reúne una patrulla con mis más valientes caballeros y ve a rescatar a mi hijo.

-Pero… Sire… - balbucea – el príncipe Arturo no esta tan gordo…

Uther acerca su rostro a centímetros del de Leon.

-Vuelve a cuestionar mis órdenes y te cortaré la cabeza. Vuelve a llamar gordo a Arturo y él mismo te cortara la cabeza.

-Milord. – inclinación. - ¿Qué hago con el mensajero?

-Lo que se hace siempre con los portadores de malas noticias. – sonrisita – Que el verdugo afile su hacha: no hemos tenido una ejecución en toda la semana.

 

***

 

-He pasado tres noches de luna casi llena con un omega. Estoy rendido.

Gwaine se dejó caer en la paja junto a George. Este se acostó de lado, mirándolo con una sonrisa que incluía sus gentiles ojos.

-Yo, por el contrario, estoy muy descansado.

Gwaine cogió una briznita de paja y la sopló.

-Si quieres hacer algo tendrás que hacerlo tú mismo.

George subió una pierna sobre Gwaine y deslizó sus dedos recios por la barbita de un par de días del otro hombre, más o menos tan tupida como la propia. Con su pulgar acarició su labio inferior, mirándolo como preguntándole “¿estás seguro?” Gwane chupó su pulgar, devolviéndole una mirada que le decía “no soy un doncel inexperto.”

El hombre más alto se subió sobre él y Gwaine le abrió las piernas. Se sorprendió al sentir la longitud, la anchura, de lo que se presionaba contra su propia entrepierna. Pero George ya le había dado oportunidad y él había aceptado, así que ahora era una presa bajo sus labios carnosos, bajo sus manos que acariciaban con destreza.

Gwaine se rindió con un pujidito, dándole paso franco al interior de su boca. La lengua de George rodeó rápidamente la suya, guiándola, acariciándola, dominándola. Su considerable erección se frotaba contra la del otro alfa, y lo desvestía ya, pues, en los calabozos de Cenred, como en cualesquiera otros, había un alto nivel de privacidad; los guardias jamás se asomaban a ver que hacían los prisioneros.

George descendía a besos por la V cruzada de cordeles de la túnica de Gwaine, colando su lengua entre los mismos para probar su piel. Se incorporó para quitarle la túnica, acariciando sus marcados pectorales como si fueran las tetitas de un doncel preñado. Lamió sus abdominales en lo que liberaba su erección. La cogió gentilmente entre su pulgar y su índice y empezó a frotar, presionando un poco más en la punta. Con la otra mano y con sus dientes bajaba los pantalones del pelicastaño, hasta donde más pudo, besando luego lo alto de sus muslos, lamiendo sus bolas ligeramente velludas.

Finalmente cerró sus labios sobre la punta de Gwaine: el lubricante era un problema y había que conseguirlo. Engulló con facilidad toda su polla, pero prefería concentrarse en la punta, apretándola y masajeándola con sus labios mientras sujetaba la base; los gemiditos que sazonaban su respiración entrecortada eran todo un deleite.

Un dedo húmedo de saliva se coló entre las nalgas de Gwaine, sobando calmadamente su esfínter hasta que el mismo pidió más. Dejando entonces su punta hundió su rostro entre las nalgas, y el delicioso roce de sus barbas, rasposas, vino a completar el delicioso roce de la lengua mojada. Gwaine alzó una pierna lo más que pudo, dejando otra estirada. George lo masturbaba y él se dejaba gozar sin preocupaciones; no era su polla la que tenía que resistir.

Tras mojarlo lo bastante para que su dedo pudiera entrar y salir con facilidad George volvió a concentrarse en su punta: alternaba los apretones con profundas succiones en las que sus labios tocaban su pubis. Un poco de líquido previo salió y el pelinegro lo dejó escurrir hacia su dedo, sumando otro al que tenía dentro y convirtiendo los gemidos de Gwaine en algo continúo. Se aplicó a felarlo a profundidad, chupando fuerte para que se corriera. Gwaine, deseoso de algo más, se abandonó al placer, anticipándose el momento en el que el otro alfa lo penetraría.

George no dejó escapar ni una gotita de semen. Sacó sus dedos y pegó sus labios al hoyito, metiéndoselo todo con su lengua. Entonces se puso de rodillas y liberó su enorme erección, no tan discretamente que el otro hombre no se apercibiera de sus colosales medidas. Afortunadamente fue sorpresa más que otra cosa lo que vio en sus ojos castaños. Se apuró a meterle la punta, Gwaine se mordió el labio inferior con el rostro ladeado. Empujó dentro de él y su gesto de dolor se acentuó. Siguió empujando y el pelicastaño lo miró, como preguntándose cómo era posible que aún no acabara de entrar. Se quedó quieto dentro de él, aun sin metérsela del todo, y puso los brazos a los lados de su rostro para besarlo: era un hombre atractivo, muy atractivo. Empezó a moverse dentro y fuera, metiéndosela un poco más cada vez, hasta que terminó de metérsela toda: entonces se detuvo de nuevo para que sintiera la magnitud de su polla dentro de su culo, seguro que no había sentido ni sentiría una más grande.

Gwaine desabotonó su camisa para acariciar su pecho firme, moderadamente velludo. Rodeó con sus manos por debajo de sus axilas y acarició su espalda, bajando hasta su trasero y volviendo a subir por sus abdominales, mas marcados y duros que nunca por el exfuerzo que hacia el penetrarlo; estaba buenísimo ese alfa. No parecía tener una parte blanda en el cuerpo, todos sus músculos estaban como esculpidos, pero al contrario de aquellas viejas estatuas perdidas entre las ruinas, su tacto era cálido.

Dejó de besarlo para jadear en su oído. Él gemía y se acoplaba, sintiendo a George friccionarlo hasta lo más profundo de su culo: su polla era maravillosamente enorme, larga, ancha, dura e incansable. Atacaba su trasero y estaba a punto de hacerlo estallar, como si fuera omega aun. Se aferró a su espalda, los músculos de sus brazos se tensaron y sus dientes se apretaron con su rostro medio hundido en el cuello del pelinegro.

Se corrió gloriosamente, pero George no lo dejó descansar: su gigantesco miembro seguía taladrándolo maravillosamente; tan rápido, tan duro, tan hondo. Jadeaba cuando sus labios chocaron, no en un intento de beso sino en un afán de ambos hombres por unirse más. Sus labios se quedaron frotándose, lo mismo que sus barbas rasposas, hasta que George se corrió. Entonces se dejó caer sobre Gwaine. Cuando su respiración se tranquilizó un poco Gwaine lo empujó sobre la paja. Al salirse el hombre de él notó la magnitud de lo que había tenido dentro: había visto pollos espetados menos abiertos que él.

Echó una ojeada a su miembro, medio flácido ya, y aún así, impresionante. Se subió los pantalones en un intento de sentirse menos abierto e impresionado, se puso la túnica, se acomodó el cabello y le dijo:

-Hora de rescatar al princeso.

 

*

 

Escapar de la prisión no les costó demasiado trabajo. Empujando juntos, ambos machos fuertes, vencieron la puerta de rejas, saliendo y noqueando al guardia que finalmente se acercaba a ver que ocurría atraído por el ruido.

El problema fue después, cuando ninguno de los dos sabía qué camino tomar. La fortaleza, que había sido nido de contrabandistas, era un verdadero laberinto de pasadizos, salidas, puertas falsas, retornos al punto de inicio. Frustrado, Gwaine pegó un grito al tiempo que un golpe a la pared.

-¡Shhh! ¿Quieres alertar a todo el mundo?

-Aquí no hay campanas como en Camelot, gracias a Dios.

-¿Es un alivio no? – dijo una voz familiar para Gwaine – Estoy a punto de enloquecer con ese repique todas las noches.

-¡Merlin! – Gwaine lo abrazó efusivamente. En los breves días compartidos, el chico había llegado a caerle bien. Mejor que Arturo, de hecho. – Me alegro que estés bien.

-Sí, yo también. – respondió Merlin, agradecido de que Gwaine nunca hacia preguntas incómodas (como ¿Cómo encendiste el fuego con esta lluvia? O ¿Cómo hiciste caer esa gigantesca rama para leña?).

-George y yo tratamos de rescatar a Arturo, ¡pero maldita sea si encontramos el camino!

-Yo ya lo encontré, pero estaba esperando a que… terminaran. Cenred y otros tres caballeros están con él. Como no podía yo solo contra ellos decidí aprovechar el tiempo en ir a buscarte.

-Excelente, guíanos. George es un buen amigo.

-¿Lo conoces?

-Desde hace unas horas.

George sonrió.

-¿No deberíamos esperar a que Cenred y los otros se retiraran?

-No, seremos cuatro contra cuatro…

-No, me refiero a que si no sería buena idea dejarlos… aplacar a Arturo. – Merlin miró francamente a Gwaine – Te vi anoche: ya no podías más.

-Podía más. – aseguró Gwaine, pues tenía una honra que cubrir frente a George.

-En cualquier caso, ahora estoy yo para echaros una mano. – dijo George.

-¿Ves? Te dije que era un buen amigo. – Gwaine lo abrazó mirando a Merlin – Y él ya sabe que es su alteza real de Camelot.

-Lamento no habértelo dicho… estábamos manteniendo el incognito.

Gwaine aceptó las disculpas.

-Como sea, de haberlo sabido igual lo habría hecho, seguramente. Arturo es demasiado…

-¿Irresistible? – contribuyó Merlin.

-Eso.

-Los omegas tienen algo en su aroma que nos vuelve locos, en verdad. Me lo dijo un alquimista en Bagdag.

Avanzaron en silencio hasta fuera de la habitación donde el gangband terminaba de ser llevado a cabo. Ya solo se escuchaban algunos golpeteos y cansados pujidos. Pronto siguió el silencio. Merlin, que previamente había encontrado el camino y abierto las puertas con su magia fue el primero en entrar. Retrocedió un paso, impresionado por las secuelas de la bacanal: Arturo en un charco de fluidos, desnudo y rodeado por cuatro alfas igualmente desnudos y dormidos.

Luego de reponerse de la impresión también él, Gwaine fue por el príncipe, cargando con él y maldiciéndolo por balbucear entre sueños, mientras los otros dos vigilaban. Luego avanzaron los tres rápidamente, con Merlin en vanguardia y George cerrando el paso. Salieron hasta un embarcadero con una barca lista.

-¡Vaya! ¿Quién dio cuenta de esos? – preguntó George al ver a los dos centinelas inconscientes.

-Yo. – dijo Merlin, restándole importancia. Cubrió a Arturo con una capa que había robado, junto con más ropa, de las habitaciones de Cenred en lo que George y Gwaine se acomodaban en los remos. Pronto se alejaron entre las tranquilas aguas.

 

***

 

-¡Oh, mi trasero! – exclamó Arturo al despertar en un cómodo refugio, ya en tierra firme, lejos del alcance de Cenred y de Uther. - ¡Merlin! – el chico había acudido desde el “oh” - ¡Haz algo! – exigió.

-De inmediato, señor. – respondió Merlin con su tono de “y esto es todos los días” – Aplícate este ungüento en el trasero.

Arturo se quedó viendo con total desconfianza el pomito que Merlin le ofrecía.

-No esperaras que te lo aplique yo, ¿verdad? – añadió.

-¿De dónde sacaste eso?

-Lo hice esta mañana.

-¿Sabes cómo? – Arturo lo miraba con una ceja en alto.

-Aprendí de Gaius. ¿Sabes? Cuando no estoy ocupado limpiando tu armadura  de hecho puedo hacer cosas de provecho.

Arturo cogió el ungüento negando con la cabeza.

George y Gwaine lo miraban, sentados junto al fuego, desayunando.

-¿Siempre es así de… - preguntó George.

-¿Imbécil? – completó Gwaine – Si.

-No puedes hablarme así. – dijo Arturo desde su lecho, donde los había oído – Soy el príncipe heredero de Camelot.

-Como digas, princeso. – Gwaine optó por no hacerle caso.

Arturo hizo puchero por su respuesta. O tal vez por el ungüento que se aplicaba. Merlin se acercó con su ropa para vestirlo. George admiró su bien formado cuerpo, sin que a Gwaine le pasara desapercibido.

-Puede ser un imbécil – dijo a su amigo – pero está muy bueno. – Gwaine asintió - ¿Por qué lo ayudas?

Gwaine no estaba listo para una pregunta de ese calibre.

-Parecía necesitarlo. Cuando hace pucheros es difícil resistirse a él.

George aceptó la respuesta con un movimiento de hombros.

Arturo se llegó a donde estaban, gallardamente vestido y muy en su papel de líder indiscutible. Cogió la última manzana y el mejor pescado asado de manos de Gwaine y George y procedió a comérselos con total desvergüenza. Merlin se acercó con su agua y preguntó:

-George, en alguno de tus muchos viajes, ¿escuchaste cómo encuentra uno a su alma gemela?

-Un sabio de Constantinopla me conto de un método, pero no sé qué tan efectivo sea. – tenía la atención de todos – Dijo que la persona tenía que buscar en lo más profundo de su corazón, siendo totalmente sincero consigo mismo, para averiguar si no la había encontrado ya.

Silencio.

-¿Y luego? – pregunto Merlin, esperando alguna elaborada serie de pasos.

-Y luego repetir la meditación cinco años después, a ver si en el transcurso de ese tiempo ya habas encontrado a tu alma gemela.

-¡Eso es una porquería! – exclamó Arturo, que también esperaba una solución mágica expedita.

-Con esa actitud no vas a encontrar a tu alma gemela. – advirtió George con un hueso de pescado – El sabio dijo que debías orar y mantener tu corazón abierto, sin dejar que la amargura se colara en su interior por la tardanza en encontrar a tu alma gemela. Dijo que debías vivir feliz y agradecido, así no la encontraras, pues el amor, el verdadero amor, es algo reservado para unos pocos.

Arturo hizo puchero y Gwaine lo miró, ansioso.

-¿Y algo sobre follar? – preguntó Merlin – A mí me dijeron que uno se daba cuenta de quién era su alma gemela al follar con él.

-Podría ser porque, cuando estás enamorado de alguien, te gusta más hacerlo con esa persona que con cualquier otra, así tenga un culo de infarto. O polla.

 

***

 

Vista panorámica de los caballeros de Camelot avanzando por el bosque, con sir Leon a la cabeza. Llegan a las inmediaciones de la fortaleza donde se oculta Cenred y esperan a que sea de noche para atacar.

Flechas cruzan el aire en dirección a las murallas, aunque ninguno de los caballeros lleva arco, acertando todas en los pechos de centinelas que caen con un pujido. Se arma la trifulca y Cenred, en piyama, sale exclamando:

-¿Qué diablos está pasando?

-Los caballeros de Camelot, señor, atacan. – responde Negro.

-¡Malditos sean! ¿Es que no pueden atacar de día, como las personas normales? ¡Es de una grosería inaceptable esto de que no dejen dormir de noche!

Cenred coge su ballesta y, como de costumbre, la patrulla de Camelot es masacrada, en su totalidad. No sobrevive ni sir Leon, quien yace en un charco de sangre con los ojos abiertos y las manos apretando un proyectil de ballesta clavado en su estómago. Cenred patea despectivamente su cadáver y dice:

-Regresemos a nuestro reino.

 

Continuará...

Notas finales:

Una aclaracion, Negro, el comandante de los guardias medioorientales de Cenred, es de tez morena, no de raza negra. Imaginense un arabe hot, eso tenia yo en mente.

Les comparto a George, inspirado en James Purefoy haciendo de san Jorge en la peli George y el dragon, una peli bastante buena de hace como diez años. Purefoy es un pedazo de macho derriteturras que omg! En la serie de Roma, de HBO, sale totalmente desnudo y se puede apreciar su gran, gran motivo para estar tan satisfecho de si mismo:

George

http://i1026.photobucket.com/albums/y326/NezalXuchitl/george_zps5ee131d3.jpg

Y tengo mucho gusto en anunciarles que ya cuento con el permiso para traducir mi fic GwaineXArturo favorito de cuantos he hallado hasta ahora <3 kyaaa! asi que proximamente, cuando me desahoge un poco de tanto pendiente que tengo, lo traducire y subire: es una cosita hermosa, super tierna, canon, cute y hot entre el caballero y su princesa *.*

Y mañana me voy de orgia de compras! :D

Kiitos!

PD: no se preocupen por sir Leon xd!!!


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