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Arturra de Came-a-lot por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

No estoy segura si hubo dos alfas para Arturra, pero de que hubo doble lemon sí!

 

El camino a las Montañas rosadas parecía no tener fin. El grupo de Arturo se dispuso a pasar la noche en una cueva, y desde antes que se pusiera el sol, Arturo no dejaba de echar “discretas” miraditas a la entrepierna de George, quien se limitaba a masticar ramitas satisfecho de sí mismo.

En cuanto desmontaron Arturo se le insinuó a George, restregándosele de frente para sentir su bulto. George escupió la ramita y lo besó, atrayéndolo a si por la cintura, cargándolo luego como un fardo mientras cogía un par de pieles y se iba a lo más profundo de la cueva con la turra real.

La piedra era café, y el hachón que iluminaba destacaba sus vetas y brillos. Sujetando a Arturo del trasero, George hecho las pieles en el suelo y luego al omega sobre las pieles. En lo que se quitaba la túnica la turra se arrodilló a liberarle el miembro, pues moría de curiosidad por conocer sus verdaderas dimensiones, quedándose boquiabierto al verlo en aquel estado semi erguido.

George temió que se echara atrás, como ya le había sucedido, atemorizado por el tamaño de su arma, pero este animoso rubio estaba perplejo de gusto, no de susto, y en cuanto se recuperó de la impresión lo frotó con su mano, a todo lo largo, enlargueciéndolo, ensanchándolo y endureciéndolo con su toque.

Luego llevó sus labios y lo lengüeteó por todos lados, apreciando su textura, suave en la piel y dura, bien dura, por dentro. George no podía creer lo bien que se veían esos labios en torno a su polla, y la habilidad que tenía el chico era digna de un rey.

George emitía roncos, profundos “oh’s” mientras mesaba los cabellos rubios, guiándolo un poco. Arturo descubrió que la polla era tan grande que no podía metérsela toda en la boca, y eso lo hizo arder en deseos de probar con su otra parte corporal. Se despegó con un ruido de succión y miró a George implorante, hacia arriba.

El rudo mercenario no pudo sino derretirse, arrodillándose con una rodilla entre los muslos de Arturo y otra a su lado, atrayéndolo por las innumerables correas de la chaqueta de Cenred para besarlo en los labios, esos gloriosos, húmedos labios. Su lengua era tierna y vehemente, el chico se le entregaba con una pasión propia del plenilunio, sus manos recorrían sus músculos desnudos en dirección a su polla. Lo masturbó mientras el batallaba con las innumerables hebillas y cuando finalmente lo tuvo desnudo, hermoso sobre las pieles, lo lamió desde el pubis hasta la barbilla, en línea recta, larga y húmeda.

Le clavó un par de dedos mientras succionaba su nuez de adán, haciéndolo gemir con su preparación. Arturra se derretía y le jalaba la polla, urgiéndolo a que se le metiera, pero George estaba consciente de que con sus dimensiones, era necesaria una minuciosa preparación, incluso en donceles que ya habían tenido bebés, más aun en un jovencito tan estrecho y tierno.

Dos dedos se abrían en su interior, como alas de mariposa, saliéndose a veces para regresar con un tercero. George estaba que ardía y el joven príncipe también; gritó baja, largamente cuando se hundió en él. Arturo apretaba sus fornidos antebrazos y lo sentía entrar, entrar y entrar: tenia metida tanta polla que le resultaba doloroso, y aun entraba más. Cuando finalmente sintió topar las bolas gimió aliviado.

-¿Estás bien?

Arturo enroscó sus piernas por respuesta, ladeando la cabeza en un gesto lánguido.

George acarició los fuertes muslos, sujetándolo para empezar a embestir. Arturo combinaba grititos y gemidos conforme le dolía, pero le gustaba. Era un dolorcillo delicioso y bien valía la pena por sentirse así de relleno. Lleno como jamás soñó que pudiera sentirse, aquel miembro enorme era… justo eso, enorme, delicioso, sus empujes parecían querer partirlo en dos y al él le encantaba. Pronto, los grititos y los gemidos fueron ambos de placer.

George se cansó de su cuello y buscó sus labios, sus gloriosos labios. En Bucarest había conocido al gran puto, a Mahmut el hermoso, de quien se decía sus labios eran la antesala del paraíso, pero eran poca cosa comparados con los del príncipe Arturo de Camelot. Los chupó, besó y mordisqueó hasta dejarlos enrojecidos, y entonces, presa ya del frenesí de la proximidad del orgasmo se separó para pujar mientras lo clavaba contra las pieles, mientras se clavaba hasta lo más profundo de sus entrañas, ahí donde ningún otro había llegado ni llegaría, y lo hizo gritar mientras lo hacía correrse.

El sudor corría por su rostro cuando se detuvo, ligeramente salido para apretarse la base. Arturo jadeaba, y se movía para frotar su próstata con la enorme polla metida. Lo miraba interrogante, acarició su mejilla y estiró su cuello para darle un beso. George jugueteó con su lengua hasta que se sintió bien desexcitado, listo para seguir. Cuando retomó el ritmo de las profundas embestidas Arturo rompió el beso para chillar. Los maravillosos sonidos de su celo inundaron el aire caliente de la cueva, y sus gritos dieron prueba de la habilidad del pelinegro.

 

*

 

Gwaine se sentía molesto por el concierto de su alteza real.

-¿No se supone que para la luna nueva tienen que estar menos turras?

Merlin abrió la boca y los ojos, sin saber que contestar.

-La naturaleza llama. – se excusó bruscamente.

Se alejó, aunque no tenía ganas de hacer pis. No sabía porque se sentía molesto, debería estar agradecido de que George lo ayudara, pero, se sentía molesto. Molesto porque Arturo nunca había gritado tan fuerte con él y molesto porque conocía en carne propia el motivo por el que Arturo gritaba tan fuerte.

-En cualquier caso – murmuró pateando una piedrita - ¿Qué hago yo aquí? Es el príncipe heredero de Camelot...

 

***

 

Toma panorámica del alcazar de Segovia, con sus banderines bien almidonados apuntando rigurosamente a la derecha. Sir Leon entra con revoloteo de capa al despacho de Uther.

-Sire.

-¿Dónde está mi hijo? – puso las manos sobre la mesa para estirarse a ver si Leon lo llevaba oculto tras la capa.

-No lo sé, sire. Cuando llegamos a la fortaleza que Cenred ocupaba el príncipe Arturo ya había escapado.

-¡Maldición! – Uther golpeó la mesa - ¿Será cosa de magia? ¡Que Gaius venga inmediatamente!

Guardia de relleno uno va por Gaius y regresa con él.

-¿Sire?

-Creo que el príncipe Arturo ha sido secuestrado por un hechicero.

-¿Qué lo hace creer eso, milord?

-¿De qué otra manera pudieron haber escapado a plena luz del día?

-Cofcof… - sir Leon se hace el disimulado.

-Bueno, sire, seguramente hay una explicación lógica…

-Pero entonces Gaius, dime – lo encara con esa expresión atormentada que le heredó a Morgano - ¿Por qué mi hijo abandonaría el seguro hogar paterno, sus obligaciones? No me lo imagino dando la espalda voluntariamente al cariño y la protección de su padre…

A Gaius se le ocurrían motivos a montones para escapar de Uther, pero como no era inmortal como sir Leon dijo:

-Investigare si algún hechicero entro subtetriciamente al reino.

-Te lo agradezco Gaius. – Uther se secó una lagrimita – Que sir Leon integre una patrulla y te ayude: debemos encontrar a ese vil hechicero a como dé lugar.

 

***

 

Durante el día siguiente, en el que no avanzaron nada porque Arturo era incapaz de montar, George notó los celos de Gwaine (no era como que el irlandés fuera muy discreto) y como no tenía intención de convertirse en el campeón del princeso, ni tampoco quería obstaculizar su búsqueda, decidió darle una buena despedida a tan real trasero, y reconciliarse con Gwaine, y a Arturo con Gwaine, todo en un mismo trío, digo paso.

Para lograrlo espió a Gwaine hasta que este fue a lavar su camisa al arroyo cercano. Entonces se quitó la suya y se acuclilló a su lado.

-Hace buen clima.

-Magnífico. – contestó  sin voltearlo a ver.

-El sol brilla, los pájaros cantan y los omegas gotean.

Gwaine respondió con algo entre silbido y pedorreta.

-Arturo está caliente con cualquier clima.

-Bueno, es un omega. No te habrás olvidado lo que es ser uno.

Gwaine sonrió acordándose de sus tiempos.

-No. Es verdad.

-Debiste ser uno muy atractivo. – George dejó rodar su mirada, lujuriosa, por el musculo que unía su cuello con su hombro.

Gwaine se pasó la mano por el cabello. Se sabía guapo, pero también que andarlo presumiendo era cosa de donceles.

-Tú también. – respondió por cortesía, pues con aquella polla cualquier rol sexual que no fuera penetrar era un desperdicio.

George flexionaba en demasía los músculos para lavar una camisa pues sabía que Arturo los estaba mirando. Adrede mojó su pantalón para que tanto Gwaine como Arturo pudieran apreciar su monstruo despertando del letargo. Al sacudir su camisa procuró salpicar a Gwaine. Las gotitas brillaban a la luz del sol, realzando sus músculos.

George se estiró para colgar su camisa de una rama. Luego cogió la de Gwaine, que lo observaba, bueno, a su entrepierna, y la colgó también.

-Ahora un poco de ejercicio. – dijo antes de arrojarlo al arroyo donde habían estado lavando.

Gwaine se sorprendió, pero ya estaba listo para la pelea cuando George se le echó encima. Arturro, temiendo que se estuvieran peleando, se acercó, pero se sintió tranquilo y, amm, deleitado cuando vio que la lucha era en plan amistoso.

Los pantalones de ambos estaban empapados y ya no era solo George el que estaba erguido. La excitación había hecho presa también en Gwaine, quien trataba de colocarle algún golpe al otro alfa, pero este había adoptado la estrategia de inmovilizarlo, sujetándolo en un estrecho abrazo en el que sus cuerpos se friccionaban mientras rodaban de un lado al otro del arroyo, ensuciándose con el lodo.

Arturo los miraba cada vez más antojado. Sus calzones ya estaban húmedos, por ambos frentes, cuando George dominó a Gwaine justo en medio del arroyo y en vez de pegarle un cabezazo, lamió su mejilla sin afeitar.

Luego se dejó poner abajo por el otro, quien al sentirse arriba lo montó, friccionando su polla con su culo. George afianzó sus manos sobre los pantalones empapados pegados a los muslos y apretó, echando su cadera para arriba.

Gwaine  se inclinó a besarlo y George aprovechó que su trasero mojado quedaba al aire para apretárselo, y Arturo gimió lastimera y antojadamente. George lo miró y lo invitó a unirse, despegando una mano del trasero de Gwaine para hacerle la seña.

Gwaine apenas tuvo tiempo de sorprenderse cuando Arturo ya estaba a su lado, despegándolo de George para besarlo, manoseando su torso mojado en lo que el alfa suertudo masajeaba con una mano el trasero de Gwaine y con la otra el de Arturo, feliz de verlos besarse.

Se quitó de debajo de Gwaine y mientras ellos dos seguían besándose le quitó la ropa a Arturo, recorriendo con dedos y labios, una vez más, aquellas magníficas formas de alfa en ciernes; la espalda tan ancha, afinándose deliciosamente en dirección a la cintura, los tenues hoyuelos que se le marcaban sobre el trasero, los músculos tan firmes pero a la vez no exagerados en su volumen, la piel tan suave y la carita, ¡oh, esa carita! Tan linda, con un aire inocente, casi infantil.

Acercó su rostro para recordarles que estaba presente y Gwaine y él le enseñaron a Arturo como sacar la lengua para dar besos fuera de la boca. Gwaine guio la mano de Arturo a la polla de George, masturbándolo ambos en lo que él les masajeaba el trasero, hundiendo cada vez más sus dedos entre sus nalgas hasta que, chupando el labio de Arturo, metió los dedos, los medios, ambos a la vez en los anos de los dos varones, uno lubricado y el otro sin lubricar. Bueno, había que solucionar eso. Metió otro dedo en el omega y lo masajeó por dentro haciendo fluir sus jugos, y cuando estos escurrían por el dorso de su mano, llevó esa mano al trasero de Gwaine.

El pelicastaño gimió ukemente cuando George clavo sus dedos en él. Arturo, que nunca lo había visto así, encontró la escena sumamente excitante. George rodeó el torso de Gwaine, pegándose a su espalda, mirando con lujuria sus expresiones de placer, sintiéndose como un machazo por poner así a otro macho, sabiendo que eran sus dedos, y la promesa de su polla, lo que entreabría los labios de Gwaine.

Arturo se acomodó para chupar la polla de Gwaine. Estaba dura, deliciosamente dura, y sus bolas se definían tensas, pesadas, listas para rellenarlo de semen; comenzaba a adorar esa sensación. Vio que George vea como felaba al pelicastaño con antojo, y sacó la polla de sus labios para mostrarle las gotitas de fluido previo que tenía en la lengua.

George entonces le dio la vuelta a Gwaine, agachándolo para dejarlo en cuatro. Arturo se quedó un momento sin saber qué hacer, hasta que George separó las nalgas de Gwaine y le indicó que lamiera.

Sintiéndose excitado como nunca en su vida (jamás había sido seme de nadie) Arturo acercó su lengüita al orificio, aplicándola ahí detrás y encontrándolo muy diferente de hacer que chupar una polla. Al ver su inexperiencia (que le pareció encantadora) George acercó su propia larga lengua para enseñarle como. Sus lenguas se toquetearon justo encima del anhelante hoyito del pelicastaño, y luego, Arturo mismo separó las carnosas masas (por primera vez las apreciaba como seme) y hundió su lengua hasta el fondo, atacando la sensible parte, mojándola y haciéndola abrirse al placer.

Gwaine chupaba la polla de George, por si era él quien se lo follaba y no Arturo. No podía decidir cuál de los dos quería que se lo follara; la polla de George era para no desperdiciarse, pero intercambiar de rol con Arturo le parecía igualmente excitante. La última vez que un omega se lo había follado el mismo era omega aún. Se quedó con la boca abierta, jadeante, cuando George se retiró, quitando a Arturo y acomodándose  detrás de Gwaine, mostrándole al rubio como se penetraba, haciendo a los dos babear de placer.

Cuando el enorme miembro desapareció por completo entre las tersas nalgas de Gwaine Arturo sintió que iba a correrse; sólo entonces noto que se estaba masturbando, masturbando con furia en tanto que los fluidos que surgían de su ano ya llegaban hasta las rodillas. Gimió para llamar la atención de ambos.

-Acuéstate debajo de Gwaine para que te penetre. – indicó George.

Rápidamente Arturo se metió bajo su querido pelicastaño, alzando las rodillas para facilitar la penetración, gimiendo como lo que era cuando el miembro entró en él, moviéndose de inmediato al ritmo que George marcaba. Este penetraba moderadamente duro al seme del uke en celo, acariciando sus piernas o los muslos, deliciosamente carnositos, del varón que penetraba, gozando los tres, especialmente Arturo, por su celo, si bien Gwaine, a dos frentes, se sentía totalmente en la gloria.

Una enorme polla lo atacaba y un mojado culito lo apretaba, un alfa jadeaba a sus espaldas y un omega gemía bajo él. Estrechó sus hombros, sosteniéndose en sus codos, y lo besó, en la boca, en el cuello, en las mejillas, complacido de oírlo gritar próximo al orgasmo, apretándose también él y moviéndose entre una polla y un culo, gozándolos ambos.

Luego de que Arturo se corriera sintió que George se detenía, lo detenía.

-Permíteme, por favor. – jadeo en su oído con aquella voz suya tan ronca que hacía temblar las piernas.

Avanzó hacia delante y metió su polla en la boquita abierta de Arturo justo en el momento en que George metía la suya en su ano. Entre ambos llenaron sus orificios corporales, volviéndolo loco con las penetraciones en ambos hoyos. Apretaba con gula mejillas y culo, sintiendo plenamente la anchura y dureza de las portentosas pollas que alimentaban su lujuria. Sus gemidos se ahogaban rodeando la generosa verga de Gwaine, la saliva corría por sus mejillas. Entre sus nalgas, el gigantesco miembro del pelinegro chapoteaba, liberando chorritos previos que lo empapaban aún más, volviendo casi difícil la penetración.

George lo sujetaba con firmeza de las caderas para poderlo penetrar: estaba tan mojado y él embestía tan duro que no quería salirse, o lastimarse. Lo follaba como una máquina, excitándose con la vista del otro delicioso culito abierto, abierto por él. Estiró el cuello para lamer el agujero dilatado y Gwaine se corrió con la lengua de Arturo envolviendo la parte baja de su verga y la lengua de George cosquilleando su ano. Se corrió gritando y luego se tiró a un lado, sobreestimulado, a ver como George se encargaba de aplacar al príncipe, aunque, al ver las caras de gozo del pelinegro, se preguntó qué tanto el príncipe lo aplacaba a él.

Arturo lo rodeó con sus piernas, pero aunque se movía contra George en el frenesí del orgasmo, volteaba a verlo a él, dedicándole su mirada hasta que cerró los ojos y abrió la boca para gritar el máximo placer que le producía sentirse rellenado por el abundante semen de George, empujado hasta lo más hondo por su gigantesca polla.

El hombre se dejó caer sobre él, cargándolo con su peso sin ninguna consideración mientras jadeaba. Arturo lo empujó a que se recuperara del otro lado, y luego, con ayuda de Gwaine, se levantó y metió su adolorido y sucio trasero al agua.

 

Continuará...

 

Notas finales:

Hella, ¿que opinan del lemon? ¿dos turras para George o dos machos para Arturra? ¿O macho y turra para el viciosillo de Gwaine?

La semana pasada no hubo capi porque hubo esto:

Onehot, La perdición de Arturo

http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=111238

Kiitoksia!

Pongan su arbolito de navidad! :D


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