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Arturra de Came-a-lot por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

"Campesinos, pastores, aldeanos, acudían a los bordes del camino.


—¡Aquél es el rey, aquél es Carlos! —y se inclinaban al suelo, reconociéndolo, más que por la poco familiar corona, por la barba. Luego en seguida se levantaban para identificar a los guerreros—: ¡Aquél es Orlando! ¡Que no, ése es Oliverio! —No acertaban ni uno, los pobrecillos, pero daba igual, porque éste o aquél, allí estaban todos, y siempre podían jurar que habían visto al que querían." - El caballero inexistente, Italo Calvino

Por la noche (obviamente) Uther descubrió la fuga de su hijo. Las campanas de alarma comenzaron a repicar, anunciando la variedad de la noche, y todos se dirigieron a las habitaciones del príncipe, donde Uther armaba borlote.

-¡Te hize responsable Leon! – vociferaba el rey, en bata y con una carpa en la entrepierna que dejaba adivinar a que había ido ahí – Te dije que pagarías con tu vida si mi hijo escapaba.

Como de costumbre Uther estaba siendo injusto, ya que lo que le había dicho a sir Leon era que pagaría con su vida si otro hombre tocaba a su hijo. Pero a ver, ponte tú contra un rey. Mas aun si tienes cola que te pisen, cola de león. Sir Leon dejó caer los hombros, resignado, y Uther se dio la vuelta, con revuelo de faldones.

Al ver que Morgano, su protegido, lo veía, se cerró muy púdico la bata y exclamó:

-¡Comenzad con la búsqueda, ahora!

Los caballeros salieron con revoloteo de capas rojas, los hachones, siempre disponibles en gran cantidad, se dispersaron por la oscuridad, sin que las campanas dejaran de tocar.

Morgano se acercó a Uther, para tener presencia en el capítulo.

-¿A dónde pudo ir Arturo, milord? – se le abrazó como un buscón.

-No tengo idea, Morgano – le acarició la cabeza – Temo que caiga en poder de un hechicero y le haga daño.

Morgano apretó los dientes, atormentado, pues el había soñado la fuga de Arturo la noche pasada.

-¡Como me alegro de que tú seas doncel y no me hagas pasar por estos problemas!

Cabe aclarar que los donceles no padecían periodo de celo, eran fértiles durante prácticamente toda su vida adulta y les salían pechitos mientras estaban embarazados o lactando.

*

Los caballeros se afanaron toda la noche, sin éxito. A primera hora regresaron para presenciar la ejecución de sir Leon.

Una multitud de gente, aldeanos, caballeros y guardias estaban reunidos en la plaza con la escultura del caballo frente a la escalinata del castillo. La horca estaba erigida de manera que no se veía la escultura del caballo por ningún lado. Uther, con gesto envarado y la corona sobre las sienes canosas, veía desde el balcón lateral, con el damo Morgano al lado, nervioso y atormentado pero luciendo genialmente flaco en su vestido blanco de lunares.

Los tambores redoblaron, los pendones rojos ondearon, sir Leon avanzó hacia la horca escoltado por dos caballeros; sin mudar el gesto se dejó poner la soga al cuello y no profirió más que un seco “ugh” cuando la trampilla se abrió.

Morgano, mas atormentado que nunca, mudó el gesto a uno sonriente cuando Uther se volvió a él, y juntos se retiraron del balcón.

 

***

 

Antes de que la fuga hubiera sido descubierta en Camelot, el príncipe Arturo despertaba perezosamente de su letargo.

Abrió sus ojitos coquetos y se dio cuenta que iba como un fardo sobre su caballo, atada su brida a la cola del de Merlin.

-¿Merlin? – preguntó con su exquisito acento británico.

-Oh, Arturo. ¿Cómo te sientes?

-¿¡Qué diablos hago cabalgando en medio de la nada contigo?!

-No estamos en medio de la nada, estamos muy cerca de un pueblo.

Arturo bajó del caballo y se puso a desatar su brida de la cola del de Merlin. Merlin también se detuvo y bajo.

-Arturo, por favor…

-¡No! Debo regresar a Camelot, con mi padre.

-Arturo, por favor, escúchame. – Merlin lo aferró como una lapa, con su rostro innecesariamente cerca del del príncipe. – Conozco el remedio para tu celo.

Como aquello le interesaba Arturo condescendió a escuchar, con la boquita fruncida.

-Debes ir con tu alma gemela al lago de Amhlaidh y hacer el amor con él en sus aguas, entonces tu celo terminara.

Arturo mudó el gesto al de cachorrito desvalido.

-¿Y cómo encontraré a mi alma gemela?

Al igual que el resto de los habitantes de Camelot, Arturo no ponía en duda la efectividad de ninguna búsqueda mágica, por más rebuscada que esta fuera. Ni la veracidad de Merlin.

-Ah… - el chico mágico se rascó detrás de la oreja.

-Merlin. – exigió saber.

-Bueno, básicamente es a prueba y error: follas con un tío, y si no es ese, follas con otro, y así hasta que lo encuentres. – explicó muy sonriente.

El príncipe lo miraba con creciente irritación.

-¿Realmente esperas que yo… turreé con un montón de tíos?

-Espero que no sean tantos. – replicó Merlin, muy serio.

Arturo comenzó a pegarle y Merlin intentó escabullirse de sus golpes, pero el príncipe lo persiguió y a poco lo acorraló contra un árbol. El sol se ocultaba en el horizonte y la sombra de las pestañas de Arturo no tenía fin.

El príncipe lo miró con ese brillo en sus ojos, ese que le haba visto durante la mañana y Merlin se sintió horrorizado: era demasiado poca cosa para el príncipe, completamente indigno, no podía permitirse que semejante cosa pasara.

-Vamos al pueblo, ¿quieres?

Arturo parpadeó y pareció recapacitar.

-Vamos. Seguramente hay algo mejor que tu ahí.

-No lo dudo. – replicó para si Merlin, acomodándose el pañuelito rojo en lo que veía el magnífico trasero de Arturo montar en su caballo.

 

*

La taberna estaba animada. Un guapo y joven varón, que recién habría terminado su periodo como omega, bebía una jarra de cerveza sin despegar los labios mientras un coro lo animaba y media el tiempo con aplausos. El joven terminó la jarra antes de lo esperado y el alborozo estalló, con el intercambio de dinero de los que habían apostado en su contra hacia el joven pelicastaño, de mirada confiable y barba de un par de días.

En cuanto lo vio, Arturo se relamió los labios. Su trasero comenzó a lubricarse y su aroma hizo voltear algunas cabezas.

Se sentaron y pidieron comida mientras Merlin pensaba en cómo abordar al apuesto joven para su amo. Arturo, por una vez en su vida, hacía por su causa, comiéndose con los ojos al desconocido. Cuando el tabernero les llevó la comida deslizó sus dedos por el cilindro del vaso, apretándose. Luego cogió la zanahoria del asado, deslizándola longitudinalmente por sus labios, mientras inclinaba el torso como un buscón.

Semejantes señales no pasaron desapercibidas al pelicastaño, ni al trío de tipos feos que ocupaban la mesa cercana. Estos se levantaron: el más gordo era el de en medio y el más repugnante el de la derecha.

-Vaya vaya, ¿Qué tenemos aquí? – trató de tocar a Arturo.

Este, con cara de asco y modales principescos le apartó la mano de un golpe.

-¡Como te atreves! – exclamó – Apártate, que no me dejas ver.

-¡Ahora vas a ver lo que…

Pero Merlin ya estaba de pie, con actitud de “sobre mi cadáver”, provocando la hilaridad de los matones.

-¡Apártate, renacuajo! – el de la izquierda trató de mandarlo a volar de una bofetada, pero Merlin se agachó, esquivando la bofetada y pegando un golpe tipo cabra, es decir, con la cabeza, a feo de relleno 1.

-¡Solo yo llamo renacuajo a este insecto! – declaró Arturo, poniéndose en pie y sacando su espada, todo en un mismo movimiento.

En tanto, feos de relleno dos y tres habían sacado sus armas, al ver que su compañero era atacado.

Y comenzó la trifulca, para gran desesperación del tabernero, que veía destruido su local por tercera vez en la temporada.

Los amigos de los matones se unieron a la lucha, y Arturo se veía en apuros para contener a tres a la vez. Merlin aplicaba la técnica de pelea de Mayweather, consistente en esquivar los golpes y hacer bailar al adversario por todo el ring, dándose maña para con su mirada mágica (resplandor amarillo en las pupilas) salvar a Arturo de la muerte y el peligro, sin que nadie lo notara.

Gwaine, que así se llamaba el buenorro pelicastaño, se sumó a la lucha de parte de Arturo. Derribando a uno de un puñetazo se colocó a la derecha de Arturo, hombro con hombro, con tiempo para sonreírse y hacerse turrerías mientras con una coordinación envidiable daban cuenta de los bandidos.

Cuando todos mordieron el polvo Gwaine tomo la única, ultima, jarra de cerveza intacta y la vació demostrando tener una gran técnica para engullir, noqueando con ella al tabernero que se acercaba a exigir el pago por los destrozos.

-Hora de irnos – dijo a Arturo, atrayéndolo a si por la cintura con un brazo mientras que con la otra mano cogía un pollo rostizado.

Merlin salió en pos de ellos, montaron los caballos y partieron al galope.

-¿Están locos? – preguntó el pelicastaño - ¿Cómo se les ocurre entrar a un lugar así con un omega en celo? – Merlin agachó las orejitas - ¿Acaso pretendían que todos los parroquianos abusaran de él?

-No exactamente… - respondió Merlin. -Queríamos encontrar a alguien que lo ayudara…

-Yo estaría encantado de ayudarte… - Gwaine se licó a Arturo.

Este le respondió la turrería y se adentraron a caballo en el bosque. Era el último día del plenilunio y la luna brillaba en el cielo, su luz arrancaba destellos al agua que brotaba del manantial junto al que se detuvieron. Hierba suave, cuajada de pequeñas flores blancas, azuladas bajo aquella luz, ofrecían un lecho mullido, natural. Las pestañas de Arturo se distinguían una por una; sus labios, entreabiertos, sensuales, se veían húmedos al centro.

Lo único discordante en aquel paisaje idílico era Merlin, quien así lo entendió y se alejó para no ver como el príncipe mitigaba su celo. No oírlo sería otra cuestión.

*

Gwaine se llegó a los labios de Arturo sin dejar de mirarlos hasta el instante antes de tomarlos. El rubio apretó su espalda y su nalga, tomando el control del beso y volviéndolo feroz, desesperado.

Era increíble lo apasionados que se ponían los omegas durante las noches de luna llena. Gwaine se dejó tumbar sobre la hierba y Arturo se le montó encima, comiéndoselo a besos y jalándole la ropa con desesperación, sin atinar a como quitársela (no sabía ni vestirse solo). Gwaine lo desvistió hábilmente y quiso hacerlo girar para quedar arriba, pero el rubio no se lo permitió: bien montado sobre él restregaba su carnoso trasero contra su paquete y abdomen, chupándole la lengua de un modo dominante mientras apretaba sus firmes antebrazos.

Como pudo, Gwaine liberó su erección y Arturo de inmediato se clavó en ella. Un prolongado y sensual gemido ascendió por el aire templado, y Gwaine pujó, sintiendo el apretado ajuste de la belleza de boquita respingona. Acarició su torso, de pectorales firmes, bien definidos. Con los pulgares rozó sus pezones, aprovechando el movimiento de la cabalgata del chico para rozarlos. Sentía sus nalgas pegar una y otra vez contra sus bolas, contra lo alto de sus muslos juntos. La sensualidad de su rostro quebrándose en distintas expresiones de placer era tan caliente como su resbaloso interior.

Dejó que el chico lo cabalgara, aunque no era como que hubiera tenido opción, no con un noble acostumbrado a mandar. No sabía ni su nombre, pero al precioso rubio le surgía la alta cuna a cada palabra que pronunciaba. Mientras sus dedos acariciaban sus brazos apoyados en su pecho pensaba que era agradable tener a un noble así, tan necesitado de su polla, igual a cualquier otro: campesino, alfarero, sastre, una especie de revancha… Sin embargo, había algo en sus ojos, cuando los abría y lo miraba de esa manera tan tierna, casi inocente. No podía resistirse a él, y no estaba seguro de que fuera a causa solo del celo. Algo había sentido cuando peleó a su lado.

El rubio pegó su pecho al suyo y su mejilla a la suya, mientras lo montaba tan vertiginosamente como podía. Su erección se rozaba una y otra vez contra los marcados músculos de su bajo abdomen, perlándolos con el semen que surgía de su punta. Los fluidos del jovencito escurrían por sus bolas, humedeciendo sus muslos; el chico jadeaba, bajito, entrecortado, afanándose en recibir en su culo la polla que tanto necesitaba, en lograr la fricción de la que dependía su vida.

El ritmo de sus jadeos fue roto por un gutural pujido de Gwaine, quien se apodero de sus labios para chupárselos mientras sus manos frotaban con ardor sus muslos, esos muslos que se apretaban contra sus caderas. Arturo echó  la cabeza atrás y Gwaine se quedó mordiéndole el labio, sintiendo al rubio vibrar, desde lo más profundo de su cuerpo hasta sus dedos enterrados en su pecho.

El rubio se quedó quieto, aturdido por el intenso orgasmo que había experimentado. Gwaine aprovechó ese momento de calma para darle la vuelta, quedando sobre él, cogiendo sus piernas de manera que la parte posterior de sus rodillas quedaba sobre la parte interna de sus codos, las manos apoyadas en la hierba. Dejó erguido el torso, lo suficientemente separado del de Arturo para que este pudiera apreciar sus marcados pectorales a la luz de la luna, su cabello, un poco largo, ligeramente ondulado, moviéndose al compás de sus embestidas.

Gwaine lo tenía bien abierto, completamente sometido, y lo penetraba al ritmo que quería, que necesitaba, hasta donde más podía meterse. El rítmico, obsceno chapoteo servía de fondo a los gemidos, jadeos y apasionados quejidos. Arturo contraía y estiraba los dedos de los pies, según sentía que iba a estallar o a morirse, sus gritos, cada vez más altos y entrecortados, alentaban a Gwaine a resistir un poco más, pero finalmente, cuando esa belleza le clavaba los dedos en la espalda, se corrió, llenándolo con su esperma, y fueron tantos los fluidos dentro de aquel estrecho túnel que rebozaron, mojando sus bolas y el interior de las nalgas del rubio.

Cuando sacó su polla de él, un chorrito de fluido brilloso, veteado de blanco azulado a la luz de la luna, surgió de su orificio dilatado, formando un charco sobre la hierba.

Gwaine bien sabía que el rubio estaba solo momentáneamente calmado. Lo hizo ponerse a gatas, mirando al manantial, y trepándose a medias sobre su espalda lo penetró con tres dedos, rápido, duro, girándolos como no podía hacer con su polla. Mordisqueaba su nuca mientras le daba gusto con sus dedos; los vellos finitos de sus brazos se notaban de manera deliciosa a la luz de la luna, y al lamer su espalda, siguiendo las líneas de los huesos, el sabor le fascinó.

Pronto estuvo listo para llenarlo de nuevo con su cabezona polla.

 

***

 

Vista panorámica de la ciudadela de Came-a-lot, con sus banderines bien almidonados apuntando rigurosamente a la derecha.

Sir Leon entra al despacho del rey.

-Sire. – saluda con una inclinación.

-¿Qué noticias tienes de mi hijo?

-Las patrullas han vuelto, no hay ni pista suya, milord.

Uther clava con furia la pluma con la que escribía en la manzana.

-Envía mas patrullas. ¡Es mi hijo! Tienen que encontrarlo.

-Sire. – tras otra inclinación sir Leon sale a cumplir las órdenes.

 

***

 

Merlin dejó a Arturo y Gwaine dormir hasta que se despertaron solos. Gwaine despertó primero, y estaba muy sonriente, mirando al rubio, más bello, si podía, a la luz del sol. Quiso besarlo cuando despertó, pero Arturo, avergonzado, se levantó vociferando:

-¡Merlin! ¿¡Dónde diablos esta mi desayuno?!

Y fue a lavarse al manantial sin hacer caso del buenorro mohíno con el que había pasado la noche ni de su sirviente que se apresuraba a llevarle el desayuno en el escudo a falta de bandeja.

-¿Siempre es así de…

-¿Imbécil? – completó Merlin – Sí, sí lo es.

Como el rubio ya los privaba de la vista de su carnoso trasero, Gwaine lo imitó. Sacudió la cabeza como un cachorro tras lavarse. Se unió al desayuno con un desparpajo que sorprendió a Arturo, quien hizo un pucherito al ver que tomaba la última mora silvestre.

-¿Y… - comento limpiándose el diente con un dedo - … van a seguir buscando quien le haga el favor o te encargas tú? – Gwaine miraba a Merlin directo a los ojos.

Merlin y Arturo se miraron.

-¿Yo? No, en absoluto… - contestó sonrojado.

-No me lo cogería ni… - hacia una carita despectiva encantadora - ¡ni estando en celo!

-En cualquier caso – replicó algo picado Merlin – lo que tú necesitas es un alfa y yo no lo soy.

-Pues… - Gwaine se puso a arrancar hierbitas – yo no tengo nada que hacer…

-¿A qué te dedicas? – preguntó Arturo.

-A pelear, a jugar… Tengo suficiente dinero para emborracharme en la siguiente taberna.

Arturo lo miró con cara de “¿qué rayos?”

-Pero tú sabes pelear. Deberías ser un caballero.

-¿De Uther? No gracias. – escupió.

-¡Oye! Estas hablando de mi…

Merlin lo jaló para susurrarle al oído.

-No creo que sea buena idea revelar tu identidad. Tus enemigos, o tu padre, podrían encontrarte.

Arturo asintió. Gwaine los miraba.

-¿Eres un caballero?

-Ummm, sí. – respondió Arturo haciendo un movimiento de U con la cabeza.

-¿No eres muy joven?

-Soy suficientemente
valiente. – replicó.

-Como sea… ahora entiendo porque te escondes, los caballeros, bajo el régimen de Uther, consideran el celo algo vergonzoso.

El rubor tiñó las mejillas de Arturo.

-Tú… - Gwaine lo miraba intrigado – eras…

Virgen, quería preguntar, pero Arturo temió que estuviera a punto de descubrirlo.

-Tenemos mucho camino por delante. – se levantó y montó en su caballo.

-¿Ah si? ¿A dónde vamos? – Gwaine se levantó y montó también.

-Yo – remarcó – voy más allá de las Montañas rosadas.

-¡Estupendo! En esa dirección hay muchas tabernas. Pero no te sugiero que te metas en ellas durante el plenilunio.

-Ya pasó.

-Esta noche, la luna estará casi llena.

Arturo infló los carillos.

-Casi.

-¿Tienes un nombre?

-Puedes llamarme milord. – respondió con suficiencia Arturo.

-Y tú puedes chuparme la polla. – replicó desafiante Gwaine.

-Púdrete.

-Lo harás. En la noche lo harás.

Arturo espoleó su caballo y Gwaine lo persiguió. Merlin, que se había quedado recogiendo el campamento, se dio prisa para no perderlos de vista.

 

 

Continuará...

 

Notas finales:

Kyaaa! Encontre un enlace para descargar en pdf El cabellero inexistente, sin registros ni mamadas ni nada, solo guardar.

Se los comparto, es excelente novela corta que hace homenaje y parodia de estas cosas de caballerias & medieval stuff con tanta inteligencia y delicadeza como ya quisiera yo poder hacerlo:

http://www.upv.es/laboluz/leer/books/calvino_el_caballero_inexistente.pdf

La traduccion no esta tan buena pero peor es nada.

Proximo capitulo gangband! La proxima semana, para complacer a mi Julxen.

Kiitos!

Oh! casi lo olvidaba, en cuanto a sir Leon, solo vean esto

https://www.facebook.com/photo.php?fbid=504335486316646&set=a.388951417855054.93278.388910617859134&type=1&theater

Quise agregar la advertencia de muerte consetudinaria al fanfic, pero no da la opcion ;)


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