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Alone... Until I Find You por IMPIUM TRINITAT

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Notas del fanfic:

Primero que nada debo hacer el disclaimer y eso, así que obvio, Glee no me pertenece y bueno, este fic está inspirado en sus personajes.

Es un future fic (muy future) pero espero les guste.

Quinn & Santana

Menciones de Brittany & Santana

Notas del capitulo:

Este es sólo el primer capítulo, una mera introducción y espero sus comentarios.

Lucy Demir no se había movido del asiento del auto rentado que ahora estaba aparcado en el estacionamiento de la casa de retiro, un asilo exclusivo a dos horas del este de París. Sus ojos azules parecían perdidos en el campo de girasoles que se extendía a tan sólo unos metros de distancia; en su mente no había pensamiento alguno, no había dudas, no había preguntas. Se sentía vacía, perdida… lo cual era una reverenda estupidez, porque quién a sus cincuenta años de edad tenía problemas de identidad.

No era su culpa, de eso estaba plenamente segura. Toda su vida estuvo plagada de seguridad, siempre estuvo enfocada, Lucy sabía que no era perfecta (eso podían asegurarlo sus dos ex esposos) pero nunca reflexionó en su propia historia, en su propio origen porque siempre consideró ser parte de una honesta familia que, aunque nunca se identificó con ella, siempre respetó por su transparencia y forma de vivir la vida.

Qué equivocada estaba.

Lucy respiró profundamente, como si esa pequeña acción le diera el valor necesario, para luego salir del auto. Su caminar era lento, algo poco característico en ella, ya que Lucy, a sus cincuenta años, era una mujer vigorosa, una persona que siempre parecía tener prisa según le decían sus amistades. Con cautela abrió la puerta de cristal que la conducía inmediatamente a la recepción del asilo.

Bonjour,” saludó con cortesía la joven recepcionista, “Que puis-je faire pour vous?

Salut, je suis à la recherche pour un des clients ... Quinn Fabray?” Respondió Lucy en su torpe francés, ganándose así una gentil sonrisa de la recepcionista.

“Amegg’icáná, ¿ciegg’tó? ¿Cuál es su nombrgg’é?” Inquirió la chica con un encantador acento.

“Lucy Demir.”

“Uhm… la señogg’á Fabggr’ay no tiené agendadá visitas,” añadió la recepcionista mientras miraba la pantalla del ordenador.

Lucy se acomodó un mechón de cabello negro tras de su oreja, “lo sé, supuse que podía tomarme la libertad de venir a visitarla,” la mujer se encogió en hombros, “y charlar un poco con ella.”

“No quiegg’ó pagg’ecer poco cogg’tés pegg’ó, ¿cuál es su rgg’elación con ella?”

“Ninguna,” Lucy apretó los labios con fuerza antes de continuar, “soy hija de una de sus antiguas amigas, quería hablar un poco con ella acerca de mi madre pero si debo hacer una cita antes, puedo hacerla y regresar otro día.” La mujer esperaba que la recepcionista le dijera exactamente eso, pues sentía que su valor disminuía con cada segundo transcurrido.

La joven sonrió, “estas prgg’eguntas son necesagg’ias pogg política del lugagg’ además es saludable que la señogg’á Fabgg’ray tenga más visitas,” la recepcionista se puso de pie, “venga conmigo.”

Lucy siguió a la chica por un pasillo que conducía al jardín del retiro, en donde se podía ver un pequeño lago artificial y grandes árboles que impedían el paso del agresivo sol. Muchos de los huéspedes jugaban ajedrez, cartas o damas, otros charlaban y otros más caminaban por el terreno.

La recepcionista llevó a Lucy hacia una de las bancas que estaban justo frente al lago, en donde se encontraba una solitaria anciana que leía relajadamente.

Attendez ici, s'il vous plaît,” dijo la joven antes de acercarse a la señora.

Lucy observó a Quinn, se sentía nerviosa porque, a pesar de que esa mujer tenía respuestas de su desconocido pasado, también resultaba ser su escritora favorita. Lucy nunca se imaginó conocer a uno de sus ídolos bajo estas circunstancias.

Madame Demirgg, adelante,” dijo la recepcionista, “si necesita algo mi nombrgg’e es Hélèn y sabe donde encontrgg’agg’me,” añadió la chica antes de alejarse.

La mujer suspiró con decisión antes de acercarse a Quinn.

“¿Señora Fabray?” Los ojos azules de Lucy observaron a la mujer, quien la miraba con curiosidad. “Soy Lucy Demir, hija de Brittany Demir.”

“Brittany Demir,” repitió la anciana, su mirada verde avellana inspeccionó a la mujer frente a ella, empezando por su cabello negro azabache de rizos abiertos, enmarcando un rostro atractivo, de pómulos coquetos, un par de cejas y largas pestañas oscuras que resaltaban sus ojos azules, sus labios eran voluptuosos pero no demasiado grandes y era bastante obvio que cuando la mujer sonreía, un par de hoyuelos decoraban su perfectas mejillas. Su piel poseía un ligero bronceado natural, su complexión era delgada y sus manos parecían estar meticulosamente cuidadas; vestía de forma sencilla, un par de jeans, flat negros y una blusa blanca algo holgada.

“¿La… la recuerda?” Preguntó Lucy con incertidumbre.

Quinn dejó escapar una áspera risa, “tengo ochenta años, querida, y te aseguro que mi mente está tan lúcida como la tuya,” la mujer se quitó los anteojos de lectura, “y claro que recuerdo a tu madre, una mujer difícil de olvidar.” Quinn suspiró con algo de indiferencia, “pero siéntate, por favor.” Lucy se sentó junto a la escritora, se sentía incómoda y nerviosa, “¿cómo está ella?”

Lucy se mordió el labio mientras desviaba la mirada, “ella, uhm… hace seis meses, ella murió.”

Un silencio surgió entre ambas mujeres, la morena se atrevió a mirar a la mujer que estaba a su lado, quien tenía fija su mirada en el lago. Lucy había visto innumerables fotografías de Quinn, había sido una mujer hermosa y, de cierta forma, lo seguía siendo, aún con su cabello blanco platinado y las marcas que la vida había plasmado en su rostro.

“¿Fue apacible? Su partida, quiero decir.” La voz de Quinn era callada, pero parecía que la pregunta había sido forzada.

“Lo fue… creo que era algo que deseaba,” Lucy suspiró con cansancio, “hace diez años le diagnosticaron Alzheimer, su deterioro fue más rápido de lo que los doctores pronosticaron por lo que comenzó a presentar cuadros de depresión por no poder recordar muchas cosas que ella consideraba importantes.”

“Terrible,” fue lo único que dijo Quinn.

“De las últimas ocasiones que la vi, ella uhm… ella me confesó que no era mi madre biológica y puede comprender, señora Fabray, lo confuso que eso resultó para mí.” Lucy se aclaró la garganta, “ella no podía recordar nada por más que yo preguntaba pero me dijo que la buscara a usted, así que, aquí estoy, implorándole que me diga todo eso que mis padres me escondieron por cincuenta años.”

Quinn levantó ambas cejas en signo de sorpresa, “increíble, digna de la Trinidad, Brittany,” dijo la anciana para luego soltar una risa sombría.

“¿Disculpe?”

“Lucy,” Quinn pronunció con lentitud el nombre, como si pudiera saborear cada letra, “sé lo que quieres saber, pero por lo que me dices, por lo que no sabes, no creo que estés lista.”

La morena dejó escapar una risa forzada, “señora Fabray…”

“Quinn, llámame Quinn.”

Quinn,” Lucy miró con determinación a la otra mujer, “tengo cincuenta años, he vivido cincuenta años pensando que mis padres son Brittany y Eray Demir, que mi indiferencia hacia sus otros tres hijos me hacían una pésima hermana mayor, que mi falta de cariño hacia mi familia me hacían un pésimo ser humano y una hija malagradecida…” la mujer cerró los ojos con desesperación. “Necesito saber quién soy y tú eres la única persona que me puede ayudar.”

Los ojos verde avellana de Quinn miraban con indiferencia a la morena, “tienes que tener en claro que lo que yo te diga no cambia quién eres. Tú estás buscando una justificación para todo eso que sientes hacia tu familia y te aseguro que no te sentirás mejor con lo que te diré, no sentirás reconciliación, ni alivio,” la anciana colocó su separador de hojas en su libro antes de cerrarlo y dejarlo a lado suyo. Quinn parecía aburrida, “pero si quieres saber tu pasado, quién fue tu madre y qué fue lo que sucedió, te ruego que mantengas la mente abierta.”

Lucy suspiró de forma tranquila, “te aseguro, Quinn, que soy una mujer de mente muy abierta.”

Quinn desvió su mirada al mismo tiempo que esbozaba su dulce, maquiavélica y clásica sonrisa. ‘Veamos que tanto puedes soportar’, pensó la mujer.

“Tienes que saber en primer lugar que Brittany siempre fue hábil para manejar la información, era su talento, pero nunca pensé que se guardaría por tantos años el hecho de que tú tenías otra madre. Nunca imaginé que le avergonzaría decir la verdad.” Dijo Quinn a forma de reproche. “Ahora confirmo que era tan arpía como cualquier otra persona.”

Lucy se sintió un muy sorprendida por esas palabras, la forma en cómo la escritora hablaba de su madre no era amistosa en lo más mínimo. “¿Esto tiene que ver con la razón del porqué mi madre biológica me abandonó?”

Los ojos verde avellana de Quinn miraron a Lucy de forma inquisidora, “tú madre no te abandonó, ella te amó desde el momento en el que supo que estaba embarazada, estaba feliz de saber que tendría una niña, tenía grandes planes para ti, todo lo que hacía lo hacía pensando en ti y en nadie, escúchame bien, en nadie más.”

“¿Entonces por qué me dejó?” Desafió Lucy, su voz era siseante. “Si tanto me amaba, ¿por qué me dejó con una mujer que no me entendía, con una familia que no se esforzaba por entenderme?” La voz de la mujer no había aumentado de volumen, pero era claro que sentía un gran resentimiento.

Quinn tragó saliva con dificultad, “porque esa mujer sigue siendo tu madre, quizás no biológica pero estuvo en el momento en el que te concibieron, Brittany es tu madre, así como lo es Santana López.”

La castaña frunció el ceño, “¿Santana López? ¿La misma Santana López, fundadora de la Compañía de Danza Moderna “LEPOREM”?”

“¿Así que has escuchado hablar de ella?” Inquirió con satisfacción la escritora.

Lucy se acomodó un mechón de cabello tras de su oreja, “mi hijo es bailarín de esa compañía. Cuando fue admitido, fue tanta su emoción que no dejaba de hablar de Santana López, ella… ella es su ídolo.”

Quinn sonrió, “la vida está llena de coincidencias.”

“Murió en París,” dijo Lucy, “y era joven.”

“El 21 de septiembre de 2024,” añadió Quinn sin quitarle la mirada de encima a la morena.

“Mi cumpleaños,” dijo de forma sombría la mujer, un nudo se formó en su garganta y sus ojos se empezaban a llenar de lágrimas, lágrimas que ni siquiera había derramado en el funeral de Brittany, “ella murió dándome a luz.”

Quinn permaneció en silencio, atenta a los sonidos que le rodeaban. Su mente le jugaba una mala broma, porque en ese momento escuchó el timbre de un teléfono, era un eco abismal, era un dolor que aún se le clavaba en el pecho, en la mente, en el alma.

“No estabas lista para nacer, Santana tenía apenas veintiséis semanas de embarazo cuando un auto la atropelló, los doctores tenían planeado salvarla pero ella…” la voz de Quinn se quebró sin que ella pudiera hacer algo para evitarlo, “pero ella exigió que te salvaran a ti aún cuando tus probabilidades de sobrevivir eran de menos de un veinte por ciento. Los médicos querían ignorar su demanda pero Santana sabía que tú podías logarlo porque desde el principio demostraste que las estadísticas no podían ser aplicadas en ti…” la mujer sintió que un nudo se formaba en su garganta, era una amarga emoción que se tragó con fuerza.

“Gran prematuro,” los ojos de Quinn parecían perdidos en el tiempo, “así te llamaban los doctores. Pesabas apenas ochocientos gramos y medías cuarenta y cinco centímetros; tus ojos no podían soportar la luz y tu piel era tan blanca, transparente es la palabra…” La escritora podía recordar cada detalle de aquellos momentos, aún podía sentir el desasosiego, “no tenías muchas esperanzas pero Santana tenía razón…” la escritora se mofó de forma cruel, “ella, en donde quiera que se encuentre, debe estar gozando por lo que acabo de decir.”

“Tú estuviste ahí,” susurró Lucy, incrédula por el comportamiento de quien era su ídolo, “¿y mi madre? ¿Dónde estaba Brittany?”

Quinn suspiró con fuerza, “en Estados Unidos, ella no sabía que Santana estaba embarazada, así que cuando le llamé ella se puso furiosa, tomó el primer avión a París, pasaron quince horas pero para el momento en el que Brittany llegó, Santana ya estaba muerta y tú estabas en cuidado intensivo.”

“¿Y mi padre biológico?”

“Hombre caucásico de ascendencia holandesa con la matricula H2987,” dijo Quinn de forma mecánica, “Brittany y Santana estaban casadas, Lucy. Su matrimonio fue algo que no pensaron y su decisión de embarazarse fue como un estúpido medio para salvar su matrimonio, o eso fue lo que Brittany pensaba, pero no fue así. Santana presentó la demanda de divorcio dos semanas después de hacer el primer intento de inseminación. En ese entonces todavía era un proceso largo, podían pasar años antes de que la inseminación fuera exitosa. Santana siempre amó a Brittany, pero ya no estaba enamorada de ella así que decidió de forma adulta no seguir con la relación y sin saber que ya estaba embarazada presentó la demanda de divorcio.”

‘Mente abierta, mente abierta, mente abierta’ se repetía una y otra vez Lucy. Toda esa información era más de lo que se esperaba, en menos de media hora había descubierto una gran pieza de la vida de su madre, una mujer que siempre pensó conocer y que ahora no sabía quién era. Había descubierto que su madre biológica había dado la vida por ella, dándole su confianza desde antes de nacer.

Lucy sentía que se hiperventilaba.

Quinn observó a la morena, su consternación era palpable pero no estaba dispuesta a detenerse, si la mujer quería saber la verdad, entonces tendría la verdad. Quizás estaba siendo un tanto agresiva, quizás estaba dejando salir su resentimiento en una mujer que no tenía la culpa de su soledad, de su pérdida.

‘¿Por qué me dejaste?’ Era la pregunta que se hacía la escritora todos los días. ‘¿Por qué me la quitaste?’

“Tus madres eran jóvenes e impulsivas. Brittany comenzó una aventura con tu padre cuando aún estaba casada con Santana y Santana tampoco fue una mártir, ella también tuvo una larga relación con otra mujer…”

Lucy se puso de pie rápidamente, “Detente, por favor.” Sus ojos azules le rogaban a Quinn por un respiro, “te agradezco el tiempo pero esto es…”

“¿Demasiado?” Cuestionó la escritora con algo de ironía en la voz.

La morena detectó el sarcasmo de Quinn, lo cual provocó que su mirada se endureciera. ¿Acaso esta mujer se deleitaba con su sufrimiento?

“No sé cuál es tu problema, entiendo que estés amargada,” se atrevió a decir Lucy, “pero sí, esto es demasiado. Mi madre dijo que eras su amiga, que podía confiar en ti, pero realmente, para tus ochenta años, eras toda una perra.”

Quinn se colocó nuevamente sus anteojos de lectura, “tú querías saber la verdad, ¿no es así? Pues así la tienes.”

Lucy tensó su mandíbula, “tiene razón, quería saber de forma tan amena cómo mi madre terminó muerta y como, según su relato, fui una estúpida decisión… muchas gracias, señora Fabray, por esta repugnante media hora,” dijo con sarcasmo la morena antes de dirigirse con paso firme hacia la salida.

Quinn abrió de nueva cuenta su libro, sin embargo no pudo concentrarse en las palabras impresas en él. Dejó escapar un suspiro cansado al mismo tiempo que se apoyaba por completo en el respaldo del asiento…

No estaba lista, fue el pensamiento que se cruzaba por su mente. Quinn Fabray no estaba preparada para ver a la hija de Santana… tan parecida a ella, su intensa mirada que, a pesar de poseer un matiz totalmente diferente a la cálida mirada de Santana, era igual de expresiva. Sus facciones, su cuerpo, su porte, eran herencia de la latina.

La escritora cerró los ojos, no podía creer que Brittany Pierce – Demir – no le hubiera dicho la verdad a su hija. Tuvo cuarenta años para hablar con ella, para mostrarle a la consciente mujer que dio la vida por una hija que no conocería y, en lugar de eso, Brittany le dejó una tarea difícil a la mujer que había perdido todo sentido emocional. Quinn era una mujer lúcida, aún era autosuficiente pero con una invalidez emocional colosal… porque el mismo día que Santana murió se llevó consigo el corazón de Quinn, la dejó vacía, triste, enfadada, amargada…

Y quizás, el único vestigio de la existencia de Santana que pudo salvar a Quinn, Brittany se lo llevó sin importarle nada.

“¡Es mi hija!” Fueron las palabras de Brittany ese último día.

Un par de tristes lágrimas recorrieron el rostro de Quinn. “Lo arruiné, Dios, qué estúpida soy.”

Quinn Fabray había perdido la fe en la esperanza pero, por primera vez en cincuenta años, esperaba que Lucy Demir no fuera como Santana, Brittany o ella misma y regresara… porque aún tenía mucho qué decir.

Porque si Brittany no había tenido el valor de decirle la historia tras de su existencia a su hija, Quinn lo haría.

Notas finales:

A tod@s, gracias por leerlo, sé que puede ser un poco lento este capítulo, pero en los próximos se pondrá más interesante.

Por cierto, me discupo por cualquier error.


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