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Alone... Until I Find You por IMPIUM TRINITAT

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Notas del capitulo:

Bien, el segundo capítulo pareciera que se escribió solo y me parece que quedó algo extenso, pero espero que les guste.


Quizás en un principio debí aclarar que este es un fic primordialmente Quinntana pero, como cierta mención de Brittany y una minúscula interacción Faberry (lo cual sucederá mucho más adeante).


He respondido a sus comentarios, los cuales agradezco mucho y me gustaría leer algunas ideas que se les pueda ocurrir.


Aquí les dejo el segundo capítulo.

Lucy estaba recostada sobre su toalla, sus ojos azules miraban atentamente el cielo y sus matices que oscilaban entre el naranja y el azul, y las escasas nubes que se esparcían por el firmamento habían adquirido un suave color rosado. La noche no tardaría en llegar, pero la mujer aún podía escuchar algunas risas inocentes de los pocos niños que aún se encontraban nadando en el lago y las voces de algunas madres que les urgían a salir ya del agua.

Habían transcurrido un par de días desde su visita a la casa de retiro y Lucy debía admitir que ya no se sentía tan enfadada con Quinn Fabray. Había repasado la situación una y otra vez en su mente, tratando de encontrar una razón lógica para su comportamiento. Era claro que la morena no conocía a la anciana en absoluto, pero conocía su trabajo, había leído cada una de sus obras desde los quince años y, gracias a ello, sabía que Quinn Fabray, la escritora, era una mujer sumamente realista, asertiva y visceral. Sus libros podían ser descritos como oscuros porque sus personajes mostraban siempre una doble personalidad, no eran perfectos, no eran héroes ni villanos y sus finales eran siempre decepcionantes, tristes e inesperados.

Al conocer a Quinn, Lucy pudo ver en ella a cada uno de esos personajes tan entrañables, pudo sentir rápidamente el pesar que dominada cada relato y era obvio que esa anciana mujer había recorrido una difícil vida, llena de dolor.

Sin embargo, Lucy se sentía contrariada, quería volver a ese asilo y hablar una vez más con Quinn Fabray, quizás por masoquismo, quizás porque se sentía emocionada de hablar con esa escritora que no temía decir que era posible sentir desagrado sin ninguna razón aparente, que era mejor ser una cabrona arpía que una hipócrita mosca muerta, pero, por otro lado, luego de recordar la situación y pasar por alto la agresión de la mujer, Lucy estaba segura que en los ojos de Quinn había una tristeza permanente…

La morena se incorporó por puro impulso pues una vaga idea la asaltaba, una idea que la atormentaría por el resto de su vida en caso de no volver a hablar con la amiga de su madre, de sus madres.

Lucy tomó su cámara y la guardó con extrema precaución en su bolso especial, el objeto era prácticamente una reliquia y esperaba heredársela a alguno de sus hijos algún día. Al ponerse de pie, tomó su toalla y antes de dirigirse al auto, miró por última vez aquel paisaje natural.

~~~Q~S~~~

Madame Demig’ veo que no ha tag’dado en volveg’,” dijo Hélèn al ver a Lucy entrar al lugar y tratando de disimular su entusiasmo.

La mujer se quitó las gafas de sol al mismo tiempo que esbozaba una gentil sonrisa, “espero que me recuerdes por tener una mente excepcional y no porque las personas que visitan el hogar sean escasos.”

Hélèn se encogió en hombros al mismo tiempo que su sonrisa se hacía más pequeña. “Lamentablemente está usted en lo cogg’ecto, los visitantes son pocos pegg’o es difícil no rgg’ecog’dag’la,” era fácil ver el acentuado rubor que ahora invadía el rostro de la chica, “no todos los días entrg’a al hogar la fotógrg’afa Lucy Demig.”

Lucy dejó escapar una ligera carcajada, “veo que conoces mi trabajo.” La recepcionista asintió efusivamente con la cabeza, “¿por qué no lo mencionaste antes?”

La joven rodó los ojos de forma juguetona, “no quegg’ía incomodag’la y pag’eceg’ una chica fanática. Además, la prg’imeg’a vez que vino lucía neg’viosa pegg’o la entiendo, madame Fabrg’ay es bastante intimidante.”

“De verdad lo es,” respondió Lucy, “pero dime, ¿cómo es que conoces mi trabajo?”

Los ojos verdes de la joven se iluminaron al escuchar la pregunta de la morena. “Hace dos años vi exposición de sus fotografías ‘Delig’io’ en el Grand Palais y me enamog’é de su trg’abajo. Usted me inspig’ó pagg’a estudiag’ ag’te.”

Lucy desvió la mirada ante aquella muestra de admiración, se sentía realmente conmovida y su ego crecía exponencialmente. “Estaré unos cuantos días más por aquí, así que quizás podrías enseñarme un poco de tu trabajo y podríamos discutir algunas cosas acerca de lo que quieres hacer más adelante.”

Los ojos de Hélèn se abrieron de par en par y parecía que el color se había drenado de su blanco rostro. “Oh mon Dieu! Ce serait génial!

La morena dejó escapar una nueva carcajada, “más adelante también podrás contarme el por qué trabajas aquí, ¿de acuerdo? Ahora,” los ojos azules de Lucy se tornaron un poco más serios, “¿crees que la señora Fabray quiera recibirme?”

La recepcionista se aclaró la garganta, tratando de contener su emoción. “Pog’ supuesto, Madame Fabrg’ay dijo que usted rg’egrg’esaría. Ella está en la biblioteca, prg’imeg’ piso al fondo.”

Lucy guardó silencio por un instante, sorprendida de que la escritora estuviera segura de su regreso. “Uhm… bueno, entonces es mejor que no la haga esperar, ¿cierto?”

La mujer se despidió momentáneamente de la joven antes de dirigirse hacia la biblioteca. Los minutos del trayecto parecieron eternos y Lucy no sabía que esperar, después de todo, tras su primera visita, Quinn se había mostrado renuente ante su presencia.

~~~Q~S~~~

La biblioteca era un espacio luminoso aunque no muy extenso, tres de las cuatro paredes estaban totalmente escondidas tras los libreros y justo frente a la puerta, se extendía una gran ventana que sustituía a la cuarta pared. Había varios sillones y cerca de ellos había mesitas de café con algunas lámparas de decoración.

Lucy observó que Quinn se encontraba sentada cerca de la ventana, en su regazo había un libro abierto pero su mirada estaba fija en el paisaje tras el cristal.

“¿Señora Fabray?”

La mujer no se molestó en dirigirle la mirada a la recién llegada, “te dije que me llamaras Quinn.”

La morena suspiró, “después de nuestra última charla, no creí que fuera prudente.”

Los ojos verde avellana de la anciana por fin se atrevieron a enfrentar a los azules de Lucy. “Me disculpo por eso,” Quinn acarició la trenza estilo espiga con el que esa mañana decidió peinar su cabello, “debes entender que todo esto fue una sorpresa para mí. No estaba lista.”

La fotógrafa se mordió el labio inferior, “y aún así supo que volvería.”

Quinn dejó escapar una grave risa, “no lo sabía pero esperaba que lo hicieras.” La anciana palpó el lugar junto a ella, indicándole a Lucy que se sentara, “habría quedado como una patética perdedora si no hubieses vuelto.” Lucy esbozó una relajada sonrisa mientras se sentaba junto a la escritora. “¿Cuánto tiempo estarás en Francia?”

“Una semana más, ¿por qué?”

“Quisiera visitar París el fin de semana y tú eres mi boleto para salir de aquí.” Respondió Quinn sin recato alguno.

Lucy frunció el ceño, “¿París?”

“París es encantador en verano y un viaje en tren es la mejor manera de recordar.” Dijo Quinn con una voz llena de melancolía.

“¿Cuál es la diferencia de un viaje en auto?”

La escritora rodó los ojos con un poco de fastidio. “Eres fotógrafa, tú deberías saber la diferencia. Además, a Santana le encantaba viajar en tren, solía decir que no había mejor forma de viajar por Europa.”

La morena guardó silencio por un instante, se sentía sorprendida de que su ídolo supiera de su trabajo, aunque a estas alturas no debía sentirse así, se había forjado una reputación pero se sentía alagada de que Quinn Fabray, la escritora y guionista, la reconociera como artista.

“Quinn,” Lucy sentía que la curiosidad la carcomía, podía ver como los ojos de la otra mujer se suavizaban cuando pronunciaba el nombre de su madre biológica. “Tú mencionaste que mi madre, Santana, había tenido una larga relación con otra mujer mientras estuvo casada con mi mamá.”

“Así es…” murmuró la escritora, sabiendo hacia donde se dirigía esa conversación.

“Tú eres esa mujer, ¿verdad?”

Quinn suspiró entrecortadamente. “Sí.” Entre ambas mujeres surgió un momento de silencio, “no fue algo yo hubiera previsto, créeme que nunca me imaginé estar en esa situación…” la anciana dejó escapar un risa forzada, “por mucho tiempo, Santana y yo fuimos rivales, vivíamos para sabotearnos, para arruinarnos la existencia. Éramos unas caprichosas, éramos envidiosas y extremadamente inseguras.”

“Dicen que del odio al amor hay un solo paso,” dijo Lucy con ironía.

La escritora sonrió con complicidad. “Me parece que entre tu madre y yo nunca hubo odio. Te repito, éramos muy inseguras y debíamos deshacernos de esa impotencia de alguna forma, así que lo canalizamos en una estúpida rivalidad que terminó cuando teníamos dieciocho años.”

“Supongo que con la madurez es posible resolver cualquier problema.”

Quinn comenzó a reír de forma divertida mientras negaba con la cabeza, “nada de eso, simplemente, nos acostamos.”

“Entonces…” Lucy masajeó su sien izquierda al sentir un poco de dolor en esa zona. Realmente no se esperaba ese tipo de respuesta, “¿tú y mi madre tuvieron una relación antes de que ella se casara con mi mamá?”

“Oh no, Dios no,” Quinn parecía aterrorizada ante esa idea, “en ese entonces Santana estaba muy enamorada de Brittany, lamentablemente ellas apenas habían terminado su relación, San estaba muy dolida todavía y yo sólo fui un desliz, una forma de olvidar y seguir adelante.”

La fotógrafa comenzaba a percatarse de que ni ella ni sus hermanos conocían en lo más mínimo a su madre. “¿Es decir que ellas ya habían tenido una relación, terminaron y luego se reencontraron?”

“Fueron novias poco menos de un año, rompieron cuando Santana se fue a la Universidad. Todos nos sorprendimos cuando nos enteramos de eso porque ellas tenían esta romántica historia de amor, las mejores amigas que se enamoran y pasarían el resto de su vida juntas…” Quinn cerró los ojos al sentir una ola de sentimientos encontrados, “de haber sido así, quizás Santana aún estaría aquí,” susurró la escritora.

Lucy tomó la mano de la otra mujer con empatía. “Quinn, si no estás lista para hablar yo…”

“No,” interrumpió la anciana, “no he hablado de esto con nadie, ya es hora de que lo haga y quién mejor que tú.” Quinn suspiró profundamente, “en fin, Santana, al poco tiempo, se arrepintió de su decisión y quiso recuperar a Brittany pero ella ya tenía una relación con un chico, Sam.”

“Espera,” Lucy levantó su mano izquierda, haciendo una señal de alto, “¿te refieres a Samuel Evans?” La fotógrafa comenzó a reír divertida cuando la escritora respondió de manera afirmativa, “No puedo creerlo, es el hombre más extraño que he conocido, cuando era niña él siempre trataba de hacer estas horrendas imitaciones que no hacían reír a nadie, salvo a mi mamá.”

Quinn sonrió con añoranza, en su mente estaba la imagen de un joven Sam, con su sonrisa tímida y su cabello rubio que siempre le cubría la frente. “Es bastante perverso el hecho de que tus madres y yo tuvimos una relación con él en algún momento… creo que no sabíamos el concepto de ‘el ex de tu mejor amiga’.”

Lucy frunció el ceño, “¿las tres anduvieron con Sam ‘labios de sapo’?”

Quinn comenzó a reír, “¿labios de sapo?”

“¿Acaso nunca se dieron cuenta del tamaño de su boca?” El rostro de Lucy reflejó desagrado, “daba miedo y nunca logré entender cómo es que tenía esas enormes fauces.”

La escritora quedó absorta ante la imagen que tenía frente a ella, por un instante sintió que Santana estaba junto a ella, era como ver su rostro una vez más pero con veinte años más. Por mucho años trató de imaginar a la latina sin esta apariencia jovial, Santana sería eternamente joven en su mente y ese recuerdo le causaba un nudo en la garganta a Quinn, pero ahora, tener a Lucy ahí, le transportó a una realidad en donde la morena aún estaba viva.

“¿Quinn?

La voz de la fotógrafa parecía ser un eco lejano que trajo de regreso a la otra mujer. “Perdón, ¿decías?”

“Pregunté que, ¿luego qué sucedió? ¿Qué pasó cuando mi madre regresó?”

“Oh, cierto, uhm… Brittany no regresó con Santana, no lo hizo porque no la amara, estoy segura que tu mamá aún tenía sentimientos muy fuertes por San, pero regresar con ella significaba que Santana tendría que quedarse en Lima y Brittany no estaba dispuesta a sacrificar los sueños de San, así que para impulsar a tu madre, Britt decidió quedarse con Sam, rompiendo así el corazón de Santana.”

“Mamá tenía formas muy extrañas de demostrar su amor,” susurró Lucy.

“Ya lo creo, pero fue bueno, Santana decidió seguir su sueño y se fue a Nueva York para tratar de encontrar su vocación, su destino. Trabajó de mesera, atendiendo bares hasta que un día, decidió tomar clases de baile en el programa de extensión de NYADA. Así fue como descubrió que tenía talento, aunque muchos pensamos que trataría de perseguir una carrera musical,” en los labios de Quinn se formó una sonrisa soñadora y sus ojos verdes brillaron con destellos dorados, “tu madre tenía una voz encantadora, era desgarradora, llena de emoción, pero también podía ser íntima…” la escritora cerró los ojos cuando sintió que su piel se erizaba. “Muy sensual,” murmuró la mujer más para sí misma.

Lucy se sintió incómoda, era como si estuviera invadiendo un momento muy personal en la vida de Quinn, por lo que se limitó a guardar silencio y a sólo observar mientras se preguntaba si esta mujer aún no podía superar la pérdida de un pasado amor.

“Santana tenía un poder para relacionarse con la gente, de encantarla, quizás era su belleza, o su carisma, o simplemente una mezcla de ambos,” siguió la escritora al cabo de un par de minutos, “y eventualmente, conoció a mucha gente. Uno de ellos fue un agente de publicidad que le consiguió varios comerciales…” La mujer comenzó a reír, “algunos fueron desastrosos y ridículos pero cuando el agente la vio bailar, ese día le presentó una grandiosa oferta para ser el rostro oficial de la línea JUST DANCE de Nike, hizo comerciales, su rostro estaba en las avenidas principales de todo el mundo, hacía sesiones de fotos y videos musicales. Se volvió bastante conocida pero Santana se dio cuenta de que ella quería hacer otra cosa, así que con el dinero que ganó lo invirtió y creó LEPOREM.

“En aquel entonces, LEPOREM era un pequeño estudio de baile en donde los amigos de Santana podían trabajar, sus primeros alumnos eran chicos que acaban de ingresar a Juilliard o a NYADA y más tarde ingresaron chicos más jóvenes, lo que ahora es el grupo de jóvenes talentos. Y finalmente, el estudio se fue convirtiendo en la principal fuente de bailarines para videos musicales y obras de teatro.”

“Era ambiciosa.” Dijo de pronto Lucy.

Quinn miró a la fotógrafa con orgullo, “no tienes idea, Santana quería dejar huella y lo logró a una edad muy temprana. Quizás eso no era lo que ella soñaba cuando estaba en preparatoria pero el resultado fue mucho más grande de lo que ella hubiera pensado.” La escritora se mordió el labio inferior, “en el verano de 2018, LEPOREM abrió su segundo estudio en Los Ángeles y hubo una gran inauguración. Santana decidió darle el control de ese nuevo lugar a uno de nuestros viejos amigos, Mike Chang, y para sorpresa de tu madre, una de las invitadas de Mike fue tu mamá, Brittany.

“Para ese momento, Brittany ya había terminado la Universidad y estaba trabajando en Los Angeles Times como asistente de redacción y cuando ella y Santana se reencontraron, la chispa resurgió, o al menos eso fue lo que dijo Brittany. Ellas comenzaron una nueva relación gracias a que Brittany encontró un empleo en el New York Post como escritora en la sección de ciencia y tecnología; no tardaron en mudarse a un departamento en Soho y, cuando pasó exactamente un año, Brittany le propuso matrimonio a Santana y San, obviamente dijo que sí.”

Lucy esbozó una sonrisa incrédula, pues no podía imaginarse a su madre arrodillada frente a otra mujer, sosteniendo un anillo de compromiso, nerviosa y a la espera de una respuesta afirmativa. Prometiendo un para siempre… pero que no pudo ser cumplido a causa de otra persona.

“¿Y tú?” Inquirió Lucy. Sus ojos azules miraron con detenimiento a la otra mujer, había algo que no tenía sentido para la fotógrafa, si sus madres y Quinn solían ser la mejores amigas, ¿cómo era que Quinn Fabray se enamoró de Santana? No era algo que hubiere sucedido de pronto, el amor no era un sentimiento espontáneo. Lucy Demir tenía cincuenta años, tenía experiencia, tenía astucia, sabía leer a las personas, se había casada tres veces y, por lo tanto, tenía la pequeña impresión de que su escritora favorita estaba escondiendo sus propios secretos. “¿Qué pasaba contigo en ese momento?”

Quinn no pudo soportar la mirada de la morena, por lo que dirigió sus ojos hacia la ventana. Su corazón comenzó a latir con fuerza y, por un momento, pensó que lo mejor era mantener ese relato enfocado en las madres de Lucy, pero Quinn sabía que la fotógrafa estaba ahí para saber su pasado y ella misma había sido parte de él, había estado en las primeras etapas de su existencia, momentos en los que Brittany no estuvo. Al igual que Santana, había hecho planes para esta madura mujer, así que, Quinn Fabray también era protagonista de esta historia…

~~~Q~S~~~

Quinn no sabía cuánto tiempo había estado de pie en medio de su cuarto de hotel, mirando fijamente al vestido amarillo que se encontraba posado sobre su cama y, junto a él, la elegante invitación color perla con las iniciales B & S cuidadosamente dibujadas con tinta negra y un bello listón plateado que parecía sellar el sobre.

La rubia no podía describir la sensación que la invadía pero estaba segura que la felicidad no era una de ellas. Quizás era envidia, ya que sus amigas estaban a punto de dar un paso con el que Quinn siempre soñó de niña; quizás era enfado porque consideraba que esta situación era un acto impulsivo que podía terminar en un desastre rotundo; quizás era decepción porque Brittany estaba por desposar a la única persona que no temía decirle la verdad, por más cruel que ésta fuera; quizás eran celos porque Santana era la persona, la mujer que le hacía sentirse…

La rubia cerró los ojos al mismo tiempo que sacudía la cabeza, como si este pequeño movimiento pudiera borrar los pensamientos que se apoderaban de su mente. Quinn respiró profundamente antes de acercarse hacia la cama, decidida a no mostrar sus verdaderos sentimientos, lo cual no representaba desafío alguno, pues estaba acostumbrada a esconderse tras esa falsa seguridad que tanto la caracterizaba, una máscara que nadie podía ver, salvo una persona, una persona que estaba por casarse y de quien Quinn sería su dama de honor.

Quinn se miró en el espejo de cuerpo entero, el vestido corte A strapless se veía perfecto en ella, su cabello rubio estaba totalmente recogido y su maquillaje era discreto y elegante; los músculos de sus piernas se marcaban gracias a las elegantes zapatillas negras que hacían juego con el delgado listón que se encontraba en la cintura del vestido. El gusto de Santana era sin duda impecable y la rubia tenía la ligera impresión de que el diseño de los vestidos de sus damas había sido elegido precisamente para resaltar la belleza de Quinn.

La escritora suspiró por enésima vez ese día antes de mirar el reloj, eran ya las 10 am y faltaban escasas dos horas para que la ceremonia diera inicio y, como dama de honor, debía asistir a la novia en los detalles finales, por lo que la rubia tomó su cartera negra, cerciorándose de que su llave electrónica estuviera ahí para luego salir de la habitación.

Para comodidad de muchos de los invitados, Santana y Brittany se había asegurado de reservar varios cuartos de hotel, así que el recorrido de Quinn hacia la suite de su mejor amiga no fue muy largo. Antes de golpear la puerta, la rubia podía escuchar un fuerte bullicio y las voces emocionadas de Rachel, Kurt y Mercedes. La puerta pronto se abrió, mostrando a una elegante Maribel López, quien no se veía muy contenta.

“Maribel, buenos días,” saludó Quinn con cortesía antes de entrar a la habitación.

La mujer sonrió forzadamente antes de responder, “¿qué tal Quinn? ¿Cómo te va?”

La puerta se cerró con un suave click, apartando la conmoción de esa lujosa habitación del resto del mundo, atrapando a Quinn en ese cuarto sin poder encontrar una salida.

“Bien,” respondió secamente la rubia, “un poco ocupada estos días.”

“Tana me dijo que ya lograste vender uno de tus guiones.” En el rostro de Maribel se formó una sincera sonrisa.

Quinn no pudo esconder el rubor de sus mejillas, pero no sabía si era por la muestra de admiración que la morena dejaba mostrar o porque Santana estuviera al pendiente de sus logros.

“No ha sido mucho, una productora independiente en Reino Unido lo compró y quizás lo use para una película para televisión,” respondió la escritora con humildad.

“Bueno, el éxito que perdura se construye con esfuerzo,” Maribel tomó con gentileza la mano de la joven, dándole un pequeño apretón, “te esperan grandes cosas Quinn.”

La chica sonrió tímidamente, “eso espero.”

“De eso estoy segura, cariño, mi tercer ojo mexicano puede verlo.”

Ambas mujeres comenzaron a reír divertidas. “Ahora sé de donde Santana sacó esa frase.”

“¡Vamos, Santana! No puedes quedarte todo el día ahí. ¡Sal de una buena vez!” Exclamó Kurt, logrando que Quinn y Maribel desviaran sus miradas hacia la puerta del baño.

No… no saldré de aquí,” dijo la voz de la latina al otro lado de la puerta.

“Está entrando en pánico,” Maribel suspiró con cansancio mientras se dirigía hacia la puerta, “¿Tana, por qué no quieres abrir la puerta?”

Me veo espantosa, el vestido no es el correcto y mi rostro es un desastre.”

“Cariño, estoy segura que no es así, tu vestido es hermoso y aún falta el maquillaje. Todo estará bien.” Las palabras de Maribel podrían parecer dulces ante los oídos de todos, pero Quinn conocía a la mujer, había visto su semblante desde que abrió la puerta, lo débil de su sonrisa y la poca emoción que esas palabras encerraban…

No estoy muy segura de eso,” respondió Santana con inseguridad.

La escritora cerró los ojos con fuerza, inhaló profundamente y exhaló lentamente; no estaba segura del porqué accedió a ser la dama de honor pero sabía que, de cierta forma, era su obligación apoyar a la novia.

“Santana, abre la puerta y déjame entrar,” dijo Quinn con autoridad, con ambas manos sobre sus caderas y una fría seriedad en sus ojos.

Transcurrieron unos cuantos minutos antes de que la puerta se abriera lo suficiente para que Quinn pudiera entrar al baño y, un segundo después, la misma puerta se cerró con fuerza.

Los ojos verdes de la rubia se abrieron de par en par y sentía que su mandíbula había caído al suelo, era como si su cerebro hubiera experimentado un breve corto circuito y toda capacidad de comunicación fuera inexistente. Fue entonces que su estómago experimentó algo fuera de la común, era como si mil mariposas estuvieran revoloteando y su corazón parecía palpitar con tal fuerza que temía que Santana pudiera verlo en contra de su pecho.

“San… te ves…” Quinn sentía su boca seca y si no fuese por el lipgloss, habría recorrido sus labios de forma hambrienta.

“¡Lo sé!” Exclamó Santana al mismo tiempo que se cubría el rostro con las manos, “me veo horrenda.”

La rubia caminó sin ser consciente hacia su amiga, tomó sus muñecas, obligándola a bajar los brazos. “San, mírame,” susurró Quinn.

Santana levantó el rostro poco a poco, logrando que la respiración de la escritora se detuviera. El rostro de la morena estaba libre de maquillaje y, aún así, para Quinn se veía perfecto.

“Te ves hermosa,” dijo Quinn mientras acomodaba un mechón de cabello tras la oreja de la morena, “aún sin maquillaje y sin ese peinado complicado que sé que Kurt quiere hacer, te ves preciosa. Brittany se va a quedar sin aliento.”

‘Al igual que yo’ pensó la rubia.

Santana dejó escapar una ligera risa y su rostro se ruborizó, “lo dices sólo para calmarme.”

“Es posible,” Quinn esbozó una media sonrisa, “pero ese es mi trabajo, ¿no es así? Hacerte entrar en razón.” La mujer colocó sus manos sobre los hombros de su amiga, “¿quieres decirme por qué estás tan nerviosa?”

Santana se encogió en hombros, “no lo sé.”

“Vamos San,” Quinn acarició toda la longitud de los brazos de la latina, sintiendo la suavidad de su piel, recordando que hacía años había hecho esa misma acción en otras circunstancias. “Este es el día que has estado esperando y se está haciendo realidad.”

“Parece ser que todo es perfecto, ¿no es así?” Preguntó Santana de forma retórica, “tan perfecto que no se siente normal,” la morena suspiró, “es como si hubiera una voz en mi mente que me susurra que algo debe estar mal.”

“Dime una cosa pero debes ser sincera,” los ojos verdes de Quinn miraron atentamente a los cafés de Santana, “¿estás segura de querer casarte? Quizás…” la rubia se aclaró la garganta, “quizás sientes que te estás apresurando.”

Santana abrió la boca pero ninguna palabra salió de ella.

“Aún estás a tiempo de retractarte y estoy segura que Brittany lo entenderá.”

“Quinn, tú mejor que nadie sabes que yo siempre he querido esto, es sólo que estoy nerviosa de que esto sea sólo un momento y ya, que Brittany se arrepienta, tal vez no hoy, pero ¿qué pasa si se da cuenta de que no soy suficiente para ella en uno, dos o diez años adelante?” Santana apretó los labios con fuerza, formando así una delgada línea, “no quiero arruinarle la vida, no quiero ser un error en su vida.”

La rubia no se esperaba esa respuesta, después de tantos años de logros era casi imposible que la autoestima de la latina fuera tan escasa como cuando estaba en preparatoria. Quinn la entendía, quizás era la persona que mejor podía hacerlo y sabía que no había palabras que pudieran darle la seguridad que tanto necesitaba.

Sin embargo, Quinn también sabía de dónde venían todas esas inseguridades, sabía que Brittany había sido un catalizador y solamente Brittany era la persona que podía devolverle la seguridad a su mejor amiga en estas circunstancias; sería una labor que llevaría años pero la escritora esperaba que la otra rubia fuera lo suficientemente perceptiva y comprensiva.

“Santana, quizás esto que te voy a decir suene raro y es posible que cuando salgamos de aquí lo niegue, pero tú eres más que suficiente, eres la mujer que todo hombre, lesbiana o bisexual quisiera tener, eres hermosa, inteligente, exitosa, gentil cuando quieres serlo y protectora de tus seres queridos. Serás una magnífica esposa y, cuando lo decidas, una amorosa madre.” Quinn tomó las manos de su amiga sin romper el intenso contacto visual, “no sé qué te deparará el futuro, sé que habrá dificultades pero no debes tener miedo porque esto es lo que siempre has querido, es por lo que has luchado desde que tenías quince años. Le diste a Brittany el tiempo que ella necesitaba y regresó a ti, eso es lo importante.”

La morena tenía lágrimas en los ojos pero sonreía con una honestidad que Quinn nunca había visto. “Por esto eres mi mejor amiga, Q. Siempre sabes qué decir.”

La escritora desvió la mirada, ‘siempre la mejor amiga, pero nunca la novia’ pensó. “Es hora de salir, te aseguro que todos deben estar desesperados.”

“Oye, Q…” La rubia miró a su amiga, tratando de esconder su tristeza, “gracias.”

“Soy tu dama de honor, este es uno de mis deberes.”

~~~Q~S~~~

Para Quinn, la ceremonia transcurrió de forma muy extraña, su cuerpo estaba ahí pero era como si su mente se hubiera separado de su cuerpo, estaba segura que esa parte se convertiría en una laguna mental; sin embargo, de un momento a otro, se encontraba de pie, mirando a una multitud que la observaba con detenimiento, expectantes, curiosos. Sus ojos miraron a su propia mano que sostenía una copa de cristal cortado llena de caro champagne y un segundo después miró a la pareja recién casada, tomadas de la mano y con una sonrisa en sus rostros.

“No sabía que la dama de honor estaba obligada a dar un discurso,” dijo la rubia, logrando que varias personas rieran de forma disimulada, “Brittany, San, yo, al igual que muchos aquí, hemos sido espectadores de su épica historia de amor que yo, en lo personal, siempre pensé que sólo existía en esas novelas románticas que tanto me gusta leer y de las que San siempre se reía porque pensaba que eran muy poco realistas.” Sus ojos verdes avellana encontraron a los cafés de su amiga. “San, oficialmente eres una romántica sin remedio,” otra ola de risas se dejaron escuchar, mientras que Santana desviaba la mirada con un fastidio que no concordaba con su amplia sonrisa. “Fui testigo de cómo nació ese amor pero, aún más importante, de cómo maduró y créeme que estoy feliz por ustedes dos, estoy orgullosa de llamarte, llamarlas, mis amigas…” Quinn levantó su copa, “por Brittany y Santana.”

“¡Por Brittany y Santana!” dijeron en coro todos los invitados antes de beber el champagne.

El momento de los discursos terminó y, en seguida, comenzó el tradicional baile de las novias y pronto, muchos de los invitados se encontraban en la pista de baile. Por su parte, Quinn se dirigió directamente hacia el bar, con la imagen de su madre presente en su mente, en cómo esa mujer ahogaba sus penas en alcohol, pero la rubia consideró que, por esta única noche, ella podría hacer lo mismo.

“Un whisky,” indicó la joven cuando el barman se acercó.

“Tu discurso fue muy conmovedor.”

Quinn miró hacia la mujer que estaba a su lado, cuando se acercó no se percató de su presencia pero ahora que la tenía cara a cara, era imposible no reconocer a la tiránica matriarca Alma López.

La abuela de Santana se encontraba bebiendo una copa de vino, dándole la espalda a la animada fiesta.

“Gracias…”

“Lástima que haya sido una completa mentira.”

Los ojos de Quinn se abrieron de par en par, “¿disculpe?”

La abuela le dio un sorbo a su bebida, parecía saborear el vino como si fuera una catadora profesional, “soy vieja y por esa misma razón reconozco las falsedades cuando las tengo cerca y tú…” Alma miró a la escritora a los ojos, “eres toda una profesional, Quinn Fabray. Tienes un talento para guardar las apariencias, quizás por eso siempre me agradaste.”

“Se necesita una mentirosa para reconocer a otra, ¿no es así?” Rebatió Quinn antes de darle un sorbo a su whisky.

“Salud por eso,” brindó la anciana, para luego imitar la acción de la joven rubia.

“Es curioso,” Quinn dibujó el borde de su vaso mientras se decidía por su siguiente argumento, “que esté usted aquí, es obvio que no está de acuerdo con esta boda o con el estilo de vida de Santana, ¿eso no la convierte en hipócrita?”

“Me parece que tú puedes responder a esa pregunta, muchos aquí pueden responderla, de hecho, sólo mira a mi hijo y a su esposa.”

Quinn no tenía que ver a los padres de Santana para saber que no estaban muy contentos con esta boda. Todos sabían que esta ceremonia había sido un acto precoz, que aún había muchas cosas sin resolver entre Brittany y Santana que podían afectar a su incipiente matrimonio.

“Si no estaban de acuerdo, ¿entonces por qué dejaron que Santana tomara esta decisión?” Inquirió la rubia con resentimiento.

Alma dejó escapar una sarcástica risa. “¿Y qué razón pudimos haber usado? Esa rubia nos ha demostrado que puede ofrecerle algo a nuestra Santanita pero la pregunta que yo hago es, ¿por qué tú no lo evitaste?”

Quinn miró con cautela a la mujer, “soy su amiga y apoyo cada decisión que tome.”

“¡Tonterías!” Alma bebió de un solo sorbo el resto de su vino, “¿acaso te sientes mejor contigo misma con esa estúpida justificación?”

Quinn alzó una ceja, “no sé a qué se refiere.”

“Te conozco Quinn, te conozco desde aquel primer día de verano y, quizás en un principio quise creer que tu mirada era la de una buena amiga pero si hay algo que no puedes esconder son tus celos y tú tenías en tus manos la razón perfecta para que Santana no cometiera este error.”

“Pero qué comprensiva abuela resultó ser,” dijo con sarcasmo la escritora, “¿dónde estuvo esta faceta cuando Santana le confesó que era gay.”

“Soy vieja, fui educada en una cultura totalmente diferente a esta, los tiempos eran distintos. No es fácil cambiar en menos de una década setenta años de vida conservadora.”

Quinn asintió con la cabeza, “¿y se lo ha dicho a San?” La anciana guardó silencio, “eso es lo que pensé. Ahora si me disculpa, debo disfrutar de una fiesta.” La rubia se alejó del bar, terminando esa incómoda conversación. No obstante, su mente no podía dejar de pensar en las palabras de Alma López, ¿acaso sus sentimientos por su amiga eran tan obvios y tan longevos?

La escritora se detuvo a observar la pista de baile y en sus labios se dibujó una pequeña sonrisa al ver que muchos de sus amigos de la preparatoria habían asistido a la ceremonia. Sus ojos se detuvieron en Santana, quien ahora se encontraba bailando con Puck, ambos sonreían y al parecer, Noah había dicho algo dulce pues la morena se había sonrojado y sonreía con un poco de timidez.

Sin duda, todos habían madurado y parecían demostrar que su amistad podía sobrevivir tiempo y espacio.

Quinn se sentía con el suficiente coraje para acercarse a la pareja, con cortesía tocó el hombro de Puck y mostrando su mejor sonrisa dijo, “¿puedo robarme a la novia?”

Noah se alejó de la latina, “sólo si prometes bailar conmigo el resto de la noche.”

“Una canción,” dijo Quinn levantando su dedo índice para enfatizar sus palabras.

Puck miró a Santana, sonriendo con vanidad para luego encogerse en hombros, “es más de lo que esperaba.” El hombre besó la mejilla de la novia, “felicidades San, estoy muy feliz por ti y por Britt, son las esposas más sexies del planeta.”

Ambas mujeres esperaron a que Puck se alejara antes de mirarse mutuamente, hubo un instante en que ninguna de las dos dijo nada pero entonces, Take my Breath Away comenzó a sonar por las bocinas, logrando que las chicas dejaran salir una carcajada.

Quinn se acercó a su amiga, “es nuestra canción así que debes bailarla conmigo.”

“Supongo que tienes razón.”

Santana colocó sus manos sobre los hombros de la rubia, mientras que Quinn colocaba las suyas sobre la cintura de su amiga. El compás era lento y, aunque en un principio, ambas querían ser la guía, Santana finalmente le concedió el control a Quinn.

“No he tenido la oportunidad pero realmente te ves hermosa, Q. Debes admitir que fui una genio en escoger estos vestidos para mis damas.”

Quinn rodó los ojos con fingido fastidio, “sólo tú puedes convertir un cumplido en una forma para halagarte ti misma, ¿verdad?”

Santana sonrió honestamente, “si no fuera así, no sería la Santana que tanto quieres, ¿o me equivoco?”

Los ojos verdes de Quinn observaron con detenimiento el rostro de su amiga, “sabes que jamás te daré la razón.”

“Algún día lo harás.”

“Ni muerta.”

Las chicas se dejaron envolver por la melodía, pero para Quinn, la canción tenía más significado pues Santana había estado ahí, cantando esa letra, cuando la rubia se levantó por primera vez en público luego de su accidente, estuvo ahí para sostenerla, para abrazarla con un cariño que Quinn nunca pensó recibir.

“Sabes que te quiero, ¿verdad?” Dijo Santana justo cuando la intérprete pronunciaba ‘watching I keep waiting, still anticipating love’. “Eres una constante en mi vida, Q, nunca dejaste que me saliera con la mía y nunca temiste decirme la verdad y te lo agradezco.”

Quinn tragó saliva con dificultad, “no tienes que agradecer nada, S.”

“Sólo quería que lo supieras.”

“Es la segunda vez que bailo lento con una chica,” dijo Quinn con una sonrisa y con la intención de distraer a Santana, pues si seguían con ese tipo de confesiones, la escritora estaba segura que se pondría a llorar. “Realmente me gusta.”

La morena dejó escapar una ligera risa. “Estoy segura que la chica con quien bailaste por primera vez era una excelente compañera.”

“No tienes idea, ella era graciosa, asertiva, un poco loca…”

“No olvides sexy,” añadió Santana.

“Muy sexy,” reiteró Quinn, “fue una de las mejores noches de mi vida,” confesó la rubia sin poder mirar a su amiga, “ahora creo que está casada.”

“¿Crees que sea feliz?” Preguntó Santana con un poco de titubeo.

La escritora guardó silencio por unos segundos, porque tal y como la canción decía, esa mujer que ahora estaba entre sus brazos, le estaba robando el aliento. “Eso espero, lo merece.”

Los ojos cafés de Santana se veían serios pero llenos de sentimiento y eran brillantes a causa de unas lágrimas que se comenzaban a formar en ellos. “Pronto, tú también encontrarás a alguien, Q, a un hombre que te hará feliz, a alguien que te merezca, pero debes prometer que no debes tener miedo de entregarle tu corazón, debes tener fe y confianza.”

Un nudo se formó en la garganta de la rubia, no podía llorar, se negaba a llorar porque Quinn no quería a un hombre o a una mujer, Quinn ya había encontrado a esa persona y esa persona ya le había entregado su corazón a otra mujer.

“Cuando eso suceda,” susurró la escritora, “lo haré, lo prometo.”

“Bien,” sollozó la latina antes de abrazar a su amiga.

Quinn se dejó envolver por esos brazos, sus ojos se cerraron automáticamente y no pudo evitar sentirse embriagada por el aroma del perfume de Santana. Hundió su rostro en el cuello de su amiga, sintiendo la cálida piel de su cuello en la mejilla. Sus dos brazos apretaron con fuerza su esbelta cintura y no pudo evitar pensar que este era un abrazo de despedida. Quinn no estaba segura de poder ser testigo del feliz matrimonio de sus amigas y realmente quería cumplir con la promesa que le acaba de hacer a Santana, pero eso no lo podría lograr si estaba constantemente en presencia de esa morena.

La escritora sintió una tímida mano en su espalda, una leve llamada de atención que la sacó de sus pensamientos. Con lentitud se alejó de Santana, extrañando inmediatamente su cercanía.

“No quisiera interrumpir pero quisiera bailar con mi esposa, si no te molesta Quinnie.”

Quinn observó que Brittany miraba con admiración a su esposa, sus ojos azules brillaban ante la idea de poder estar cerca de ella y, ante eso, la rubia no podía hacer nada. Sin embargo, tomó con fuerza las dos manos de Santana, sus ojos se engancharon y antes de decir algo se acercó a su rostro sólo para besar la majilla de su amiga, sus labios permanecieron ahí por unos breves segundos para finalmente alejarse y entregarle a Brittany a su esposa.

“Cuídala,” susurró Quinn antes de alejarse de la pista de baile y la firme intención de alejarse de sus vidas.

Notas finales:

Bueno, ¿qué les pareció?

Gracias por leer! 

Saludos


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