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Through my veins por Madred

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Notas del fanfic:

Este es mi primer fic, cual está dedicado a mi mejor amiga C.A. Se que no es nada del otro mundo, por eso acepto críticas construtivas. Pero si os gusta, agradecería vuestros reviews:)

Notas del capitulo:

He puesto los links de dos canciones a lo largo del capítulo para ayudaros a entender como me sentía al escribirlo y, así, entender mejor a mis personajes.

 

THROUGH MY VEINS

Capítulo uno: Tan poco.

https://www.youtube.com/watch?v=D_cOorXCBiQ&feature=youtube_gdata_player

221B Baker Street.

Llevaba diez minutos observando la puerta verde. Se había memorizado todos y cada uno de los surcos de la madera, los daños causados por el depresivo tiempo de Londres, los golpes… algunos de los cuales eran nuevos. Parecía que el exmilitar se había dado a la bebida; la puerta tenía hendiduras alrededor del cerrojo, causadas, seguramente, por una llave asida por una mano temblorosa de un sujeto con visión velada. También había vuelto el temblor intermitente de su mano izquierda; la puerta había sido barnizada recientemente- por el afable inclino de la señora Hudson, por supuesto, el jamás permitiría que su arrendadora se encargarse de tal tarea, siendo conocedor de los problemas de cadera de esta-y los trazos de la brocha habían sido espasmódicos.

Cerró los ojos y respiró hondo. Sentía un cosquilleo en el estómago y podía notar en sus oídos la presión que ejercía su corazón al latir. Sacó su llave del bolsillo y abrió la puerta con su mano temblorosa.

La entrada a la estancia estaba en penumbra. Anduvo lentamente hasta el nacimiento de las escaleras y miró hacia arriba. Estaba tan cerca, después de tres interminables años, en los que el fantasma del recuerdo del doctor asaltaba su mente con cada suspiro, amenazando con despojarlo de su cordura. Lo único que lo separaba de su final feliz era un baladí tramo de peldaños.

Los observó largamente. La cojera psicosomática de su colega había vuelto; había golpes en el linde de los escalones, causados por el frecuente golpeteo de un bastón metálico.

            Comenzó a subir escaleras. Uno, dos, tres… podía notar la molesta sensación de su pecho trepar por su garganta. Cuatro, cinco, seis… el ritmo de su corazón sonaba desbocado… Siete, ocho, nueve… se paró con los dos pies en el penúltimo peldaño.

            La puerta del piso estaba abierta.

 Inspiró profundamente, intentando encontrar el valor que necesitaba en el aire y llenar sus pulmones con él. Miró a sus zapatos y expiró. Se irguió y subió el último escalón.

            Cruzó el umbral con paso cohibido y se quedó estático junto al umbral de su viejo apartamento.

            El escenario era acogedor; la chimenea caldeaba el ambiente y el crepitar de la madera al arder inundaba el salón. Los muebles eran bañados por la danzante luz del fuego. Todo seguía cómo cuando se lo llevaron arrestado de allí, hace tres años; el violín y el atril seguían frente a la ventana, la calavera en la repisa encima de la chimenea, su laptop en su mesilla… Y sentado en la butaca donde descansaba su bastón, dándole la espalda y sumido en sus pensamientos, observando la hipnotizadora danza del fuego, se encontraba el que una vez fue su blogger.

            -John... –susurró, mas su grave voz resonó en el silencio de la sala como si hubiera alzado la voz.

            Su colega ni se inmutó, siguió inmóvil en su sillón. El exdetective consultor se aproximó a él y posó mano en su hombro, deleitándose con el agradable tacto del jersey de este, sintiendo su calor debajo de él, notando que no era otra de sus tortuosas y realistas evocaciones de la presencia de su antiguo compañero de piso. Sintió que le picaba la nariz y esa sensación fluyó hasta sus ojos, haciendo que los notara húmedos.

 El hombre despertó de su letargo y se volvió lentamente. Los ojos azules- antes, brillantes e intensos como sol bañando un inmenso océano; cegando, con el destelló de los rayos de luz al rebotar contra las olas, a quien lo observase. Ahora, apagados como la llama de una vela de una tarta de cumpleaños extinguida por un soplo, sin deseos- se encontraron con los ojos azul glaciar. Abrió la boca lentamente y parpadeó, sin embargo no emitió sonido alguno.

El dueño de los ojos de hielo se situó frente al turbado hombre y se arrodilló entre las botellas de cerveza que descansaban junto a la butaca.

-John… soy yo, Sherlock.- dijo quitándole la cerveza que asía el otro y sosteniendo su cálidas manos entre las suyas heladas y acariciando su dorso con los pulgares- Estoy aquí, he vuelto.- las lágrimas caían por sus mejillas, al igual que por las de el hombre frente a él, quien seguía sin decir nada.- John… di algo.

Su excompañero miraba en el interior de sus fríos orbes, derritiendo el hielo que los cubría y descubriendo la verdad que escondían estos; comprendiendo lo que su amigo quería transmitirle sin palabras, como siempre lo había hecho.

-Idiota…-sonrió a su amigo, mientras más lágrimas huían de sus ojos. Porque John Hamish Watson era muchas cosas; militar, doctor, inquilino de la señora Hudson, el hermano de Harry, el colega de Sherlock Holmes, su compañero de piso, su blogger… pero sobre todo era su amigo.

Sherlock sonrió de lado- su típica sonrisa- y se tapó los ojos con su antebrazo, ocultando su llanto, sin soltar las manos de John, quien acarició la mejilla del detective y descubrió sus ojos.

Sus miradas se volvieron a encontrar y sus pensamientos parecieron conectar. Por entendimiento mutuo, los dos se acercaron buscando los labios del otro…

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La puerta se abrió, con un horrible chirrido, inundando la celda de luz. Se despertó parpadeando, llevaba días en la penumbra y la luz le molestaba.

-Sherlock ¿Estás bien?- dijo la silueta alta y robusta de la puerta mientras se acercaba a él.

-Sois unos incompetentes. Llevo aquí cinco días. ¿Me escuchas, Joshua? ¡Cinco días! Mientras mis neuronas se pudrían.-dijo ronco, puesto que había estado sin hablar mucho tiempo.

-Yo también me alegro de verte, Sherlock. Veo que estás perfectamente.- dijo sarcásticamente, mientras abría los grilletes de las muñecas de su compañero- ¿Puedes andar?

-No seas idiota ¡Claro que puedo andar!- dijo frotándose las doloridas muñecas y poniéndose en pie. Sin embargo, al dar el primer paso trastabilló y-si Joshua no lo hubiera sujetado- estuvo a punto de caer.

-Ya veo…- pasó un brazo por debajo de los de Sherlock y agarró el derecho de este por encima de su cuello.- Vamos- dijo caminando hacia la salida, cargando con el genio.

 Al salir, Sherlock tuvo que cerrar los ojos, ya que la luz le dañaba los ojos.

-Nos llevó más tiempo del esperado encontrar a Johnson y hacer que confesara.-se explicó Joshua metiendo ayudándolo a subir a la furgoneta.-Al conseguirlo, hemos venido directamente y han acabado con Lin Shao y sus hombres en un tiroteo de trece minutos, que se ha llevado la vida de James y Ann.- dijo con pesar.

-Maldición, James me caía bien y Ann era la mejor hacker que teníamos-  dijo entreabriendo sus ojos, acostumbrándose a la luz.- Pero ya sólo queda Moran.- dijo sonriendo de lado.

-Sí que te ha durado a ti el dolor por la muerte de dos de nuestros militantes…-criticó Josh molesto, sentándose en el asiento del conductor y arrancando en auto.

-Por llorar sus muertes no van a volver.- dijo incómodo por tanto sentimentalismo.- Te creía menos sensiblero.

-No es sensiblería sentir la muerte de alguien.- dijo haciendo un gesto- De todas formas, Moran era la mano derecha de Moriarty. Estará de guardias hasta el culo.

-¡Joshua Malhablado Turner! ¿Con esa boca besas a tu madre?- dijo chinchándole, lo que hizo que su acompañante rodase los ojos.

-Habló en caballero inglés que no para de llamarnos idiotas incompetentes…

-Subrayo lo obvio.

-Y una mie-

-Josh.

-Ptff.-resopló, no sabía por qué le aguantaba. En verdad, aquel ególatra y narcisista genio le caía bien.-Tu hermano ya tiene a sus perros de la C.I.A rastreando cielo y tierra en busca del tufo de Moran.

-Espectacular demostración de jerga de espía.- dijo irónicamente.- Ahora, Mycroft pronto encontrará su rastro. ¿Tendremos que quedarnos en Tokio mientras? Odio la comida-se quejó, haciendo que Joshua lo viese como un niño mimado muy alto e inteligente.

-Me temo que sí. De todas formas, tú no comes, la comida no te será ningún problema.

-Llevo encerrado cinco días sin comer, soy humano. Por si no lo sabías- dijo haciendo que el otro hombre sonriese, causando una media sonrisa en Sherlock.- Además, no tengo nada entre manos. No cómo, únicamente durante los casos porque la digestión adormece mi mente.

-Lo siento por no conocer todas tus costumbres al dedillo.-dijo irónicamente.

-Estás perdonado.

-Era ironía.

-Lo sé.

Joshua miró a Sherlock frunciendo el ceño. ¿Estaba bromeando? Sherlock le miró sonrió de lado y Joshua bufó divertido. Sherlock Tedioso Holmes sabía bromear.

-¿Podrías mirar a la carretera? No querría tener un accidente cuando ya queda tan poco.-Joshua rodó los ojos y miró hacia el frente. El mal humor que Sherlock había experimentado en un principio había desaparecido gradualmente durante esos tres largos años, mientras se acercaban al esperado final de aquella misión.

Sherlock miró por la ventana y alzó su mirada al cielo rojizo del atardecer. Sonrió de lado.

Queda tan poco…

Notas finales:

Los capítulos venideros serán más entretenidos:3


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