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Segundo Plano por InuKidGakupo

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Notas del fanfic:

Hola a todos, mi quinta historia para DB, pero esta vez es diferente. Quiero mostrar un pequeño relato sobre estos dos personajes, que si bien, todos conocemos, pero nunca nos detuvimos a pensar en ellos más a fondo. En lo particular amo a Yamcha, lo amé en Dragon Ball, pero después con los saiyans y los demás enemigos poderosos, personajes como él, Tien, Chaoz, Maestro Roshi, Oolong, Puar y hasta Krillin, quedaron fácilmente en segundo plano, haciéndolos a un lado con facilidad. No sentí compasión por ellos en un principio, hasta los veía de relleno e inservibles, pero reflexionando he llegado a valorarlos más de lo que imaginan. Ellos eran HUMANOS, humanos que eran fuertes y valientes, capaces de pelear por su planeta y dar sus vidas por ella, y jamás fueron recompensados, o así lo veo yo. Por eso decidí hacer esto, como un breve homenaje (gay) a los héroes de la tierra, merecedores de un aplauso y todo el respeto del mundo. Esta es mi versión: ¿Qué hubiera pasado si los caminos de Tien y Yamcha se cruzaran buscando una paz arrebatada hasta el momento?

Notas del capitulo:

Disclaimer: Dragon
Ball, sus secuelas y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Akira
Toriyama y la Toei.

El desierto. Ese desierto que un día había considerado suyo, su hogar, su destino, su mundo y su vocación. Ahora no era más que montones de tierra aglomerados de forma irregular en el suelo, carentes de sentido y si nada que aportar para él. El sol, brillante y rojizo, marcando un claro atardecer, se reflejaba en la arena amarilla y extensa, dejándole un panorama por demás, digno de admirar. Pero estaba imposibilitado de hacerlo, sus ojos veían, pero su corazón no estaba mirando, ya no veía nada, y aunque los fuertes rayos y las ondas de calor golpearan en su rostro como el mismo infierno, se sentía frío, vacío, incompleto, muy incompleto.

Viajó sus ojos negros a través del paisaje prestando atención unos pocos segundos, antes de perderse nuevamente en el mar tormentoso de recuerdos, eso en lo que se había convertido su mente últimamente. Nada más que recuerdos. Sonrió casi inconscientemente cuando miró aquella estructura deformada y, ahora, más deteriorada por los muchos años y los tiempos que llevaba sobre ella, esas columnas que debieron sostener alguna clase de edificación, una quizá más antigua de la que él pudiera imaginar, una en la pasó vigilante tanto tiempo, apropiándose el lugar, aguardando y escondiéndose.

Había pasado tanto alrededor de esos cimientos, ahí fue donde dedico tantos años de su vida, y fue también ahí donde había comenzado a vivir verdaderamente. Ese día, ¿Cómo podía olvidar ese día? Imposible, simplemente imposible. Sus ojos se perdieron en un mar de angustia, incluso de nostalgia, sintiéndose triste, y a la vez feliz de poder recordar como su vida había cambiado para siempre sin siquiera desearlo, sin imaginarlo, donde parecía que alguien le había deparado un futuro mágicamente escrito.

Pero no fue así, y su sonrisa se desvaneció al instante, atestando su cabeza de nuevos recuerdos que lo llevaban atormentando por años, muchos años, incluso había querido dejar de contarlos, pero cada segundo que transcurría se marcaba sobre su piel como fuego. Bulma. Ese nombre ya no le provocaba nada al escucharlo, ni al pronunciarlo. No, ya no. Un nuevo recuerdo atravesó su mente como un trueno partiéndolo en dos. ¿Cómo había llegado ella a salvarlo de un infierno para irlo a abandonar en uno peor?

-El lobo del desierto…- susurró dejando sus palabras al aire, sintiéndose, solo por unos breves instantes, como antes de ese día, antes de que ella llegara y lo salvara del supuesto encierro que había albergado por años.

A veces deseaba y fantaseaba poder haber cambiado ese hecho, poder desistir ante sus planes, que resultaron más que fallidos, y quedarse ahí, como el ladrón del desierto que a nadie debía explicaciones. Sin hogar, sin familia, sin responsabilidades, solo él, él y su amigo inseparable Puar. El peor bandido, temido por todos y desconocido por muchos. Pero después de solo meditarlo un poco, desistía fácilmente de la idea: “No, jamás podría desear algo así” Se dijo permitiéndose sonreír amargamente. No podía negar que su vida habría sido fácil, pero jamás hubiera vivido tantas y tantas aventuras, tantas y tantas cosas y verdades, amor y riquezas, sabiduría y viajes, una felicidad que no hubiese conseguido quedándose como el Lobo Del Desierto.

“Pero tampoco es que me quedé mucho ahora…” pensó considerando su vida actual. “Tampoco es que este repleto de felicidad en este momento…” afirmó convencido, en realidad sentía totalmente lo contrario. Tristeza, esa era la palabra correcta para describirlo, soledad y tristeza. Nuevamente pensó el ella, como si no existiera otra mejor manera de auto-torturarse, y es porque quizá así era. Fue ella quien lo sacó de ese mundo, quien le mostró el amor, quien le mostró un mundo lleno de cosas, uno más allá de solo robar y ser el chico rudo. Y fue ella también la que le enseñó el dolor más profundo que pudiese haber sentido nunca.

-Bulma… te ves… te ves muy bella…- su voz sonó más amable de lo que la mujer recordaba, demostrando con solo ese detalle que tanto la había extrañado, pero más que nada, cuanto deseaba recuperarla.

-¡Yamcha! ¡Cuánto tiempo!- exclamó la mujer con la misma efusividad, acercándose un poco más al hombre que la observaba con una sonrisa ilusionada.

-¿Cómo has…?- sus palabras se cortaron cuando sus ojos se toparon con esa criatura, que hasta el momento apreció, rodeado protectoramente por los brazos de la mujer. -¿ese bebé… es tuyo?- cuestionó sintiendo infinidad de sentimientos correr dentro de su pecho.

La mujer estalló en risas, formando una sonrisa orgullosa y feliz, bastante feliz. – ¡por supuesto que sí! ¿De quién más creías?- dijo ella de manera burlona, sin percatarse del rostro desfigurado en la expresión del hombre. Parpadeó perplejo, tratando de pensar en qué clase de broma era esa. Pero para su desgracia no era ninguna broma, eso era lo más real que le hubiera pasado en años.

-ese bebé…- dio un pasó tembloroso en su dirección, escudriñando con la mirada el bulto oculto tras una sábana. No pudo terminar su frase, su mente estaba demasiado revuelta como para pensar claramente, como para articular alguna idea inteligente. De verdad Bulma tenía un bebé… con alguien más, ¿así de fácil? ¿Así de feliz? ¡¿Así de importante había sido él en su vida como para que Bulma lo olvidara en tan poco?!

“¿Quién?” se preguntó mientras la mano de ella destapaba con cautela en rostro del niño. “¿Quién pudo haber sido lo suficiente como para robársela con esa facilidad?” y luego vio sus ojos: azules, pero tan despectivos y tan fríos. Y comprendió que sí había sido así de fácil.

-Vegeta…-

¿Qué podría hacer él contra ese hombre?

Sacudió la cabeza para tratar de borrar ese recuerdo, inmutable de expresión, aunque aún resentido mentalmente, sí, así había sido de fácil que ella lo olvidara a él. Y no la culpaba, no podía hacerlo aunque quisiera, debía admitir que él había sido un pésimo hombre, un pésimo novio. Engañarla, ¿Cuántos años llevaba arrepintiéndose de eso? No lo sabía con exactitud, porque había olvidado el momento en el que dejó de hacerlo, había olvidado ya el día en el que sus ojos dejaron de llorar por ella. Ya no valía la pena seguirse lamentando por algo que no podía cambiar, y aun así lo había hecho desde el día en que ella lo echó de su casa, un día después de que el la engañara.

Después de eso pasaba los días llorando, lamentándose, arrepintiéndose, portándose bien y manteniendo una ilusión de algún día poder volver a ser digno de ella. Luego pasó de eso a sentirse enojado, de sentir deseos de venganza, una sin sentido y muy tonta, descargando su frustración en incontables muchachas que caían fácilmente, creyendo que con eso haría pagara a esa mujer.

¿Y él fue feliz? No, claro que no, ¿Cómo podía serlo? ¿Cómo podía tomar las cosas tan fáciles como ella? No, él no era así, él no podía dejar de ser un tonto sensible, uno por demás imbécil y carente de inteligencia. ¿De qué le servían ahora tantos revolcones, tantos nombres, que incluso ya había olvidado, de las mujeres que pasaron por su cama? De nada, ninguna había logrado nada en él, en ninguna se había tomado la delicadeza de llegar a valorar, mucho menos a amar.

Ni siquiera a Bulma. Eso le costó admitir después de muchas noches de despertar en algún motel barato con una nueva mujer. No era ella, ni el resto de las mujeres, el problema era él, simplemente no servía para dedicarse a amar, dedicarse a sentir, detenerse a pensar un segundo claramente. Así era él, un egoísta, por demás altanero y fanfarrón sin razón. Uno que creyó tocar el cielo y ahora se ahogaba en el mismo infierno.

Por qué de ese que fue no quedaban más que cenizas, no era nadie ahora, estaba solo y olvidado, inútil como persona e indeseado como compañía. Y no quería serlo, deseaba correr y poder sentirse libre, feliz, respetado. Deseaba ser algo más que el “maldito insecto” que no representa más que una basura, al que solo le dicen que vuelva a casa, que solo estorbaría. Y que cruel realidad al saber que era así. ¿De verdad había sido tan malo para merecer tan indescifrable destino?

Necesitaba solo una cosa, una mínima señal.

-¿otra vez aquí, amigo?- escuchó una voz tras él, sacándolo abruptamente de sus pensamientos. No hacía falta que mirara, sabía quién era.

-Te pregunto lo mismo…- respondió volviendo a prestar atención en su alrededor, tan igual desde hace horas, días, semanas, años…

-este lugar te trae muchos recuerdos… ¿verdad?- indagó el hombre, sentándose al lado del otro y observando con la misma paciencia aquel sitió, un panorama perfecto desde su posición en la punta de la montaña.

-es inevitable, aquí fue donde para mi comenzó todo…- contestó con un dejo de tristeza en sus palabras.

-¿hablas de Goku?- preguntó el triclope mirando de reojo a su compañero, quien dibujó una sonrisa al escuchar ese nombre.

-sí, aquí fue donde mi vida se vio arrastrada a un mundo fantástico e irreal, donde Goku se atravesó en mi camino, cambiándome para siempre…- relató agobiado por tantas imágenes. Tien sonrió de la misma manera, fijándose en cada detalle de aquel lugar.

-no eres el único, ese chiquillo también cambió mi vida… - admitió y hubo un leve silencio. –un cambio que a veces desearía no haber atravesado…- agregó y Yamcha giró su cabeza para mirarlo fijamente, mostrando en sus ojos algo de incomprensión.

-¿te arrepientes de haberlo conocido?- indagó con marcada curiosidad e incredulidad.

-no, eso nunca… es solo que, no terminó como esperaba…- masculló y Yamcha le dio la razón con un leve asentimiento.

-las cosas para mí tampoco salieron muy bien…- comentó el ex bandido meneando levemente sus pies en el acantilado.

-eso lo sé, si las cosas no fueran así no vendrías a diario a este lugar, no vendrías a ahogarte en tus recuerdos y desear volver a donde ya no puedes…- Yamcha se quedó impactado por aquella afirmación tan cierta, no logrando hacer nada más que bajar la mirada y sentirse más miserable de lo que ya lo hacía.

-¿y qué me dices de ti?- cuestionó llamando la atención de Tien, quien abrió levemente los ojos. -¿a qué vienes a este lugar? ¿Tampoco tienes a dónde ir?- indagó sonando hiriente más que comprensivo.

-Exacto- dijo calmado. –en esa cuestión te envidió mucho, ¿sabes? Tú tienes un lugar a donde ir a recordar, yo de eso no tengo nada, mi vida era mala, y no existe un sito al cual acudir cuando necesito pensar… - hubo un silencio sepulcral, perdiéndose ambos en la lejanía de sus pensamientos, todo parecía tan irreal.

Tien sintió congoja dentro de sí, una extraña autocompasión que jamás se imaginó, sentiría. Pero ahí estaba, pensando en las cosas trascendentales de su vida, en lo que pudo y no pudo haber sido, en lo que fue y en lo que le hubiera gustado ser. Todos eran mundos distintos, acabando en una realidad indeseada, falsa y triste, más de lo que le hubiera gustado, más de lo que nunca hubiera imaginado. Más de la que se merecía. Siseó casi inconscientemente, al momento en el que dejaba correr sus recuerdos y pensamientos libremente por su mente. Esos pensamientos que había estado evitando por años, recuerdos que prefería enterrar antes de afrontar, una realidad la cual pasaba desapercibida, cosas en las que no quería considerar. Pero ya era demasiado, ya era demasiado el sufrimiento y el fuerte anhelo de algo mejor que eso. ¿Dónde había quedado aquel guerrero, experto en artes marciales, campeón del torneo, destacado alumno y amigo infaltable?

Del no parecía haber nada ahora, solo una triste y burda sombra de lo que un día fue. Inservible. Así se sentía y no había otra manera ara describirlo, había dedicado toda su vida a algo que no dio frutos, que nunca daría frutos. Se condenó a la soledad y la tristeza absoluta. Y aunque en realidad jamás lo había planeado así, resultó siendo de esa manera. Inservible.

-¡Tien! ¡Tien! ¡Ayúdame, tengo miedo!- gritó el pequeño emperador desde su habitación, haciendo resonar su voz a través de los pasillos. El mencionado saltó bruscamente de su cama, corriendo sin pensarlo dos veces hasta la habitación del joven emperador, abriendo la puerta abruptamente.

-¡Emperador! ¡¿Qué sucede?! – gritó el muchacho mirando al pequeño niño correr en su dirección para lanzarse a sus brazos buscando protección.

-ya he llamado a Tien, pueden retirarse…- dijo el pequeño a otros guardias que habían ido en su ayuda, quedando solos segundos después, en medio de la enorme habitación oscura del palacio.

-¿Qué sucede emperador?- preguntó nuevamente el mayor, mirando fijamente los ojos de ese pequeño niño frente a él.

-no me digas así, dijiste que cuando estuviéramos solos me dirías Chaoz, porque somos amigos… ¿no es así?- y a pesar de que sus ojos estaban vidriosos, mostro una leve sonrisa ilusionada.

-por supuesto que si Chaoz…-

Sonrió de la simple memoria, la dedicación de esos años a servir al pequeño Chaoz, y en secreto, trabajando al mismo tiempo en su contra, él era tan fuerte en aquel entonces, todos guardaban grandes expectativas para él. Incluso él mismo esperaba poder ser más y más, alguien admirable, alguien digno.

Recordó con marcada melancolía el final de esa historia, como pasó a ser el amigo inseparable de Chaoz, ese niño que llegó a ver como un hermano, un hijo, una familia. Lo vio como todo y lo sobre puso ante todo, incluso ante él mismo en más de una ocasión. Incluso antes que su propia felicidad. Por supuesto que no estaba arrepentido de compartir todos esos años con él, ¡eso nunca! De lo que si estaba arrepentido es de haber pensado demasiado en él, de no haberse detenido a pensar un solo momento en él mismo, en su felicidad, en su vida a futuro. Todo se volvió borroso en cuestión de pocos años.

Pensó en Goku, con miles de victorias sobre sus hombros, la total admiración del mundo, esa que tanto merecía, pero más que nada, pensó en él como persona. Goku tenía un hogar, una familia: su esposa y sus dos hijos. ¿Cuántos años más grande era él a comparación de ese héroe? Ni siquiera quería pensarlo, cuando se conocieron,  Goku era tan solo un niño, sin embargo, a pesar de ser muy fuerte, se dio el tiempo para él, para hacer una familia, para tener un sitio donde volver. Y él se la había pasado viviendo como ermitaño. Sin nada, sin esposa, sin amor, sin hogar, sin hijos, sin nada verdaderamente suyo que podría afirmar y dejar como legado en esta tierra. No tenía nada.

Y aunque a veces llegaba a afirmar que Chaoz era como su familia, faltaba algo, faltaba ese amor extraño que años y años estuvo evitando para que, según él, no se distrajera de sus entrenamientos. ¿De qué le servían tantos entrenamientos ahora? ¿De qué le servía haberse privado del amor y de la vida de una manera tan ciega y tan egoísta? De absolutamente nada.

Y ahora se detenía a pensar, como últimamente lo hacía, cuando se paraba frente a su reflejo en cualquier lugar, y se preguntaba que seguía ahora, “¿Qué hacer ahora que mi poder ya no es digno de tan poderosos enemigos?” Y el pánico lo invadía, la sensación de vacío lo agobiaba, la soledad inminente. Se hacía viejo, y esa era una verdad que le dolía en lo más profundo de su corazón, aunque le costara admitirlo, ¿Se merecía ese final tan patético? ¿Ese destino tan vago y pasajero? No era nadie, nunca lo había sido, y al parecer, nunca lo sería.

Moriría sin haber hecho nada en realidad, sin dejar nada, sin ser recordado, y su nombre se olvidaría con facilidad, era el resumen de su vida. Vida, esa palabra, después de tanto y tanto, se preguntaba si cargaba con un verdadero significado, vivir es gozar, y esa palabra no existía en su diccionario, él mismo se la había negado. “¿Cómo pude ser tan imbécil?” Se preguntó al recordar que tuvo la oportunidad de serlo y la dejó pasar como si no valiera nada, como si la vida estuviera llena de ellas y esa simplemente fuese irrelevante.

Launch. Esa mujer por demás, loca, experimental, insistente, abrumadora, gritona, problemática, histeria… amable, considerada, sonriente, servicial, tierna, dulce y demás cosas que le faltaban a su lista, esa mujer que estuvo ahí para él muchas veces, insistiendo en un amor que él creía imposible, que ´le quitaba el tiempo´. Se recriminó una vez más, odiándose internamente por semejante estupidez. Era claro que ella no estaría ahí por siempre, y en realidad fue él mismo quien decidió abandonarla y negarse una vez más la felicidad.

Fue imposible no volver a preguntarse de que le serviría haber entrenado tanto al momento de su muerte definitiva. Nada, para ese momento lo único importante y relevante los recuerdos y los sentimientos que uno se lleva en el corazón. Y de eso tenía nada o demasiado poco como para notarlo. Tensó su cuerpo al sentir la impotencia y el arrepentimiento flagelándolo con golpes de acero. Que diera por aceptar ahora una sola oportunidad de ser feliz. De poder ser querido en esta tierra por alguien, de guardar recuerdos y sonrisas en su corazón frío marchito por los años.

Lo que guardaba en su pecho no eran más que hojas marchitas, unas de tantas que recolecto su espíritu viviendo apartado entre los bosques, solo la caricia del viento se resignaría a llevar al momento de que su cuerpo terminara en las cenizas, solo eso y el recuerdo de su único hermano Chaoz. Nada de amor, nada de pasión, nada de incontables besos que pudiera recordar si quiera en cuanto sus ojos se cerraran. Solo dolor.

-¿y por qué aquí?- preguntó Yamcha haciéndolo parpadear repetidas veces para centrarse en ese momento. Se giró a su amigo y lo observó sin comprender, deseando no pensar más en aquellas cosas que manchaban su corazón. –si no tienes a donde ir… ¿Por qué aquí? ¿Por qué en este viejo desierto que no tiene nada? ¿Por qué en este paisaje que es por demás carente de vida y de esencia?- explicó y Tien soltó un suspiro clavando su mirada oscura el frente de regreso.

-porque aquí estas tu…- respondió como si fuera lo más obvio del mundo. Yamcha miró a la nada, paseando su vista al profundo naranja del horizonte.

-¿Por qué yo? ¿Por qué venir al lado de un viejo lobo que nada interesante puede decir?- dijo e hizo una breve pausa. -¿Por qué habiendo tanto a dónde ir?- Tien sonrió sin nada de gracia, conteniéndose unos segundos antes de contestar.

-Porque eres mi amigo, y por qué nadie más aceptaría a un veterano extraño solo para mirar caer al sol en las montañas…- admitió y una punzada extraña palpitó en el pecho de Yamcha, sí, tenía razón, él estaba igual, ninguno de sus otros amigos, con sus familias y sus vidas, querría estar con un lobo ahogado en recuerdos.

Sonrió de la misma manera, quizá por la simpatía repentina que atravesó en ese momento, quizá solo para impedirse a él mismo llorar. Recordó una vez más los pasajes de su vida más divertidos, más emocionantes, más tristes y más felices, impresionado por la variedad de ellos. Fijo su vista en su compañero, quien también parecía absorto en sus recuerdos. “Amigo…” Ya había olvidado el día en el que comenzó a considerarlo uno, de las cosas que había pasado juntos, de todas las risas y lágrimas. Amigo, era bueno saber que aún conservaba uno.

-¿y qué hay de nuevo contigo, he?- preguntó el ex bandido, golpeando con el codo a su acompañante, quien saltó un poco ante tal llamado.

-bueno, pues yo… en realidad, no mucho…- respondió sonriendo casi nerviosamente.

-dime… ¿ha habido algún revolcó últimamente?- dijo eso con un tono picaron, levantando las cejas y golpeando brevemente su brazo. Tien bajó la mirada y se mostró un leve sonrojo en sus mejillas, logrando que Yamcha comenzara a reír a carcajadas.

-yo… yo en realidad…- tartamudeó sintiéndose aún más nervioso y avergonzado.

-¡No te preocupes! ¡Solo estaba bromeando…!- dijo el lobo del desierto tranquilizando su efusividad. –pero en serio… ¿desde cuándo no lo haces?- inquirió y Tien volvió a adaptar un tono rojo.

-desde… desde Launch…- masculló y Yamcha casi se cae del acantilado.

-¡¿Qué?!- gritó negando con la cabeza. -¡pero si eso fue hace años!- exclamó y Tien agradeció que no hubiera nadie cerca que los escuchara, pues habría muerto de la vergüenza.

-si pero… bueno yo…- y volvió a quedar mudo y cabizbajo.

-está bien, está bien…- calmó el otro y sonrió al mirar atentamente el rostro de Tien. -¿Sabes? Te ves muy gracioso cuando te sonrojas…- dijo y el mencionado no hizo más que sonrojarse más. Yamcha estalló en risas nuevamente, picando con un dedo la mejilla colorada de Tien, llamando la atención del mismo. -¡¿Recuerdas cuando estábamos en el planeta de Kaio-sama?! ¡Nunca te había visto tan avergonzado como aquella vez!- exclamó volviendo a reír.

-¡el secreto de un moco es ser pegajoso!-

Se sintió avergonzado de solo volver a recordar aquel chiste que tuvo que contar para recibir el entrenamiento.

-¡tú tuviste la culpa! ¡Fuiste tú el que lo dijo! ¡Para mí ni siquiera tenía sentido!- se justificó el calvo y Yamcha siguió riendo otros breves momentos.

-Ya, ya… te salió bien… - y no pudo aguantar otra risa. –Aunque debo de admitir que en realidad te di el pero chiste que conocía…- admitió y esta vez fue Tien el que casi se cae de la sorpresa.

-¡¿Por qué rayos hiciste eso?! ¡Para mí fue tan vergonzoso!- dijo el triclope sacudiendo la cabeza. Repentinamente Yamcha se puso serio, mirando fijamente el rostro de Tien otra vez.

-por eso mismo, porque quería verte apenado, porque el rojo que aparece en tus mejillas es muy divertido…- masculló en un tono relajado, picando una de las mejillas de Tien con la punta de su dedo. Un silencio se apoderó del lugar, metiéndose en la escena que se presentaba ahora, donde Yamcha solo podía ver de manera perdida su dedo hundiéndose con suavidad en la piel de su compañero, y Tien con la mirada baja y sintiéndose incómodo con el tacto, aunque por alguna razón, no quiso acabar con este.

-¿y por qué es tan divertido?- preguntó intentando evadir su vergüenza. Yamcha paró de picar y apoyó sus manos en el suelo a los costados de su cuerpo.

-por qué se nota que para ti es muy difícil expresarte, que nunca has reído hasta el cansancio. Eres muy reservado Tien, eso te ha dejado igual que a mi…- no pudo negar nada de eso, y se sintieron de alguna manera sorprendidos por su situación tan fácil de intuir. –Solo quería verte riendo y divirtiéndote por lo menos unos momentos…- rio sinceramente y se miraron por unos segundos, guardando silencio ante esas palabras.

“¿Tan vacío he sido?” se cuestionó Tien, afirmando un segundo después como respuesta. –Entonces, gracias amigo…- susurró y Yamcha mostró una sonrisa de lado.

El sol terminó por ocultarse tras unas montañas, dejando sobre el cielo nada más que oscuridad y luz blanca celestial, abrumados rápidamente por el frío repentino que avanzaba conforme el calor del desierto se disipaba poco a poco. Yamcha no pudo evitar sentirse melancólico, tantas cosas, tanta vida, y ellos estaba ahí lamentándose.

-¿de verdad terminamos así?- cuestionó y Tien lo miró, clavándose por un buen rato en sus ojos, destellantes de una falsa esperanza y desbordantes de decepción y tristeza.

-No es nuestra historia…- respondió al cabo de unos minutos. Yamcha hizo un nuevo puchero, forzándose a los límites por no ser nunca más un frágil.

-no es justo…- fue lo único que atinó a decir antes de contraer su quijada en un reflejo de frustración y negación.

Tien solo lo miró largamente, siendo esquivado por Yamcha poco después, pues deseaba ocultar esa debilidad que se transmitía en sus ojos, ese maldito tormento con el que no podía más. Tien se quedó sin saber qué hacer, estaba por demás decir que no era bueno para consolar gente, ni para decir palabras de aliento, mucho menos cuando se sentía igual o peor a como se sentía ese viejo amigo a su lado.

Trató de permanecer indiferente, pero sabía que eso no ayudaba en nada, sabía que era ahí cuando podía almacenar al menos un recuerdo de que un día ayudo de alguna forma a un amigo. Extendió su brazo y con este rodeó la espalda del ex bandido, cortando la distancia y acercándolo a su pecho, ese que siempre traía descubierto. Yamcha solo atino a encogerse de hombros, dejando que aquel consuelo funcionara, sintiendo el calor, la cercanía, la compañía, la piel…

“¿La piel?”. Se sintió repentinamente nervioso al pensar en esa palabra, sonaba ridículamente estúpido la relación que existía en ese momento esa definición. Es decir, por un momento pensó en la piel carnal, esa que tanto llevaba sintiendo y probando, pero era estúpido la mención de eso en aquella muestra de afecto amistoso. Sí, eso era, pero no pudo dejar de sentirse nervioso con cada segundo más que pasaba ahí, abrazado por un viejo conocido. La razón, la razón no quiso pensarla, solo sabía que ese contacto poco ortodoxo, pero no por eso menos real y menos importante, se sentía bien, como si diera una especie de paz a su alma.

Porque sabía que ese acto de mostrar compañía no era hipócrita, ni falso, ni sentido, ni fingido, ni pasajero, como esos que era protagonista con alguna desconocida en placer por una noche. Su amigo le decía con actos que podía sentirse comprendido, como amigos, como ese respeto y confianza que se tenían de años de compañeros y aventuras, lo sabía, pero… ¡¿Por qué demonios no podía dejar de mal pensarlo?!

Tien sintió una paz que lejos estaba de ser común, las pocas cosas que sabía sobre sentimentalismos, es que a la gente le gustaba ser abrazada, era un lazo que, según muchos le decían, era una conexión espiritual, de eso que haces y provocas más que con cualquier otra cosa, un abrazo era la más clara demostración de palabras y apoyo. ¡Y qué razón tenían! Jamás lo había sentido tan cierto, ese abrazo no solo le estaba sirviendo a Yamcha, si no a él mismo, a su propia y egoísta alma que se había prohibido a abrazar a las personas importantes de su vida.

Suspiró en una clase de alivio causado por la tranquilidad y camaradería del momento. Un amigo, era bueno eso. Sintió a Yamcha moverse, y levantó un poco el brazo pensando que el hombre se separaría de él, pero lo único que pasó fue que el pelinegro se pegó más a su cuerpo, hundiéndose en su costado y obligándolo a abrazarlo más fuerte. Tien solo pudo apretarlo contra sí mismo cuando Yamcha jaló su brazo tomándolo de la muñeca. Y quedándose ahí.

Tien lo miró unos momentos, pero notó que Yamcha miraba al frente despreocupadamente, relajándose brevemente, y fue breve, porque el calor y el contacto comenzaron a hacerlo sentir incómodo. ¿Por qué debía ponerse tan nervioso? Su respiración comenzó a agitarse cuando su cerebro se percató de la escena, era realmente… ¿rara?
Quiso zafarse, pero Yamcha lo sostenía de la muñeca, y no supo cómo hacerlo sin verse grosero, pero extrañas imágenes venían a su cabeza, todos recuerdos de aquellos pocos contactos que tuvo con mujeres. Pero esto lo sintió diferente, lo sintió vibrante. Su corazón dio un vuelco  y sus mejillas ardieron una vez más, queriendo convencerse a sí mismo que era vergüenza ante sus recuerdos y nada más. Nada más.

-Yamcha… debo irme…- anunció y el otro hombre despertó de su viaje mental, el cual no estaba nada lejos de ahí, solo guiado un paso más por su imaginación.

-Lo siento…- se disculpó soltando a Tien, quien retiró su brazo, recorriendo su espalda en un acto, quizá inconsciente, provocando en ambos una incomodidad por demás notoria.

Tien se puso de pie y soltó un suspiro ahogándose rápidamente en sus memorias y sufrimientos anteriores, quizá en cierto modo tratando de no meditar la situación anterior. –Cuídate amigo…-dijo sin mirarlo más, dándose la vuelta y mirando a lo lejos el otro paisaje atrás de la montaña.

Yamcha se levantó de un brinco y miró detenidamente el cuello de su compañero, pensando sin un poco de claridad. –Oye Tien, ¿Qué harás mañana?- cuestionó sabiendo de sobra que la respuesta era igual de tonta que la pregunta.

-¿sucede algo?- inquirió el más alto, ladeando su cabeza pero sin llegar a mirarlo.

-bueno, es que… quería saber si puedes ayudarme…- dijo y Tien se extrañó, mirando al cielo y tratando de encontrar respuestas en la oscuridad de la noche.

-¿ayudarte en algo?- preguntó y esta vez sus ojos si viajaron hasta los de Yamcha, dándose la vuelta para observar su rostro sonriendo de frente.

-sí…- aseguró extendiendo su sonrisa, mirando confusión en el otro. –Ayúdame a crear nuevos recuerdos…- dijo y ambos rieron con ironía.

-estás loco Yamcha…- masculló el otro mostrando una figura similar a una sincera sonrisa en sus labios.

-¿entonces lo harás?- volvió a preguntar su amigo se dio la vuelta con indiferencia.

-solo no lleves bailarinas como la última vez…- dicho esto alzó el vuelo en dirección desconocida, dejando a Yamcha perderse en el negro del paisaje nocturno.

Se dio la vuelta para apreciar otra vez su tan añorado desierto, sonriendo melancólicamente al encontrarse una vez más solo en el abrumador frío palpitante del lugar. Deseó eliminar se su mente la extraña escena de solo unos minutos atrás, deseando en el fondo repetirla, contradiciéndose y preguntándose para que rayos había citado a su amigo al día siguiente.

“¿Citar? Bueno, una cita de amigos”, pensó sonriendo ante ello, “cada día me siento más loco, pero esto parece el colmo…” rio divertido y metió sus manos en las bolsas de sus pantaloncillos marrones. “Pedí una señal, pero… ¿será esto?” preguntó mentalmente al destino, dejándose acariciar unos segundos más por el viento. “¿será esto?”

 

Continuará…

Notas finales:

Si ya sé, no pasó nada, pero como dice el título, es remembranza, era el capítulo que le da la justificación a la historia, de cómo estos dos personajes atraviesan lo difícil de sus respectivas vidas hasta encontrarse en esto. Creo que Tien siempre fue miedoso y tímido, así lo veo yo, y Yamcha, él es todo un loquillo, creo que se complementan uno al otro, eso me gusta :) Las cosas ya se vieron, Yamcha es el aventado, jeje, veremos cómo le va, y quien da el primer paso. Es una historia de cuatro capítulos en total, creo que es bastante linda, de verdad, me emociona, no he experimentado con ellos y es todo tan bello e imaginable.

Si les gusta o no díganmelo, necesito saber que piensan, por que no se si conserve adecuadamente las personalidades (cosa que amo) y requiero su ayuda para saber si lo hice o no.

Bueno, gracias a todos los que le estén dando una breve oportunidad a estos personajes, les aseguro que no se arrepentirán, de verdad. Gracias a los que leyeron y les agradecería su comentario. Intentaré actualizar cada semana, los lunes, pero ando algo ocupada con la escuela y con otro Fic, (pero si no escribía se me iban las ideas) este lo escribí en dos días, así que ojala y pueda hacerlo semanal.

Cuídense, saludos, dios los bendiga! (es en serio, la gente cree que bromeo y blasfemo)


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