EL PRETENDIENTE DE MAMA
Desde que su padre los había abandonado para marcharse con quien decía era el gran amor de su vida, un tal Dawlish, su madre se había sumergido en una horrible depresión que le había hecho olvidarse hasta de quien era. Amaba a su madre y detestaba verla de esa forma, sobre todo por un hombre que no dudo en cambiarla por otro, por eso cuando ella llevo por primera vez a un pretendiente a casa se abstuvo de hacer comentario alguno con la esperanza de que ella volviera a ser feliz.
Aunque su madre no era muy hermosa, era inteligente y vivas y aquello, contrario a lo que pensaran algunos, atraía a los hombres, hasta que estos se daban cuenta que jamás podrían someterla y que siempre estarían por debajo de ella.
Al principio todos eran amables, simpáticos y se congraciaban con ella empezando con lo más importante en su vida, el.
El primero le había dado un libro de regalo como pacto de paz, creyendo que con eso se ganaría su confianza, el segundo una planta, el tercero un caldero y de ahí…de ahí, ya no importaba, pues cada vez que ellos le dejaban ella volvia a sumirse en la pena deshaciéndose de todo lo que les recordara para volver nuevamente a empezar de cero.
Amaba a su madre y por ella haría lo que fuera, lo que fuera.
La brisa de esa tarde era cálida y tal como otras veces la compañía para la despedida de aquellos objetos dados por los novios de su madre estaba a su lado dándole fuerzas como siempre.
-Sé que es difícil-
El negó con la cabeza, porque era mucho peor a cuando tuvo que deshacerse de su amado caldero, no, eso definitivamente era peor.
-Piensa en tu madre…a ella no le hace bien tenerlo cerca-
Lo sabía, claro que lo sabía y le dolía, porque si no fuera por eso podría conservar todos aquellos obsequios de los cuales había tenido que deshacerse al término de cada relación, aun de los que solo ocupaban espacio sin ser necesarios.
Respiro hondo, el hoyo ya había sido cavado hace un par de días y tal como lo habían hecho anteriormente el objeto ya estaba en su interior en espera de su trágico desenlace.
-Severius-
-Ya lo sé Lily…lo hare, no lo dudes, lo hare- dijo cabes bajo el chico mirando por última vez uno de los más importantes regalos que había recibido en su joven vida -Lo siento…pero es por mama-
-¡Mmmmmmm….mmmmmm…nooooo!- chillo el hombre dentro del agujero que se removía con terror en un intento en vano por liberarse de sus ataduras.
-Severius- dijo la chica entregándole una gran roca que ya habían divisado con anterioridad.
-¡Nooooooooo…Sev…no yo hachas!-
-¡Silencio!- grito la chica lamentándose que la mordaza no acallara los lamentos del sujeto haciéndole la tarea aún más difícil para su amigo.
-Lo siento Charles…pero si tan solo…me hubieses dado algo como los otros…si…tan solo…-
-Severius, tienes que hacerlo- insistió la chica viendo la duda reflejada en ese par de ojos ónix que tanto amaba en secreto -Pero si no puedes-
-No- respondio el chico recordando como Lily se había encargado la primera vez de borrar de la faz de la tierra aquel libro de Pociones que su madre viera con ojos llorosos al recordar al imbécil que la había dejado a tan solo un par de semanas de salir con ella -Lo hare- dijo tajante tomando la roca y alzándola sobre su cabeza.
-¡Noooooooooo, Sev, Noooooo!- chillaba entre lágrimas el hombre acurrucado en aquel hoyo intentando de evitar lo inevitable.
-Lo siento Charles pero me obsequiaste tu amistad y mama no sería capaz de superar esta ruptura si te viera a diario en casa-
-¡Noooooo!-
-Lo siento- dijo el chico sin permitir que el otro siguiera con sus lamentos.
Lily dio un par de paletazos sobre la planicie plana que había quedado en aquel pedazo de tierra pasándose el dorso de su mano sobre su frente, estaba exhausta, se notaba, pero aun asi lo acompaño hasta el último momento de ese extraña procesión en la cual se veía forzado a permanecer cada vez que se despedía de sus amados obsequios.
-¿Estas bien?-
El chico asintió con la cabeza sin dejar de ver aquel pedazo de tierra en el cual ya vertía una poción especial hecha en Herbologia para que luego de la primera luna menguante se llenara de hermosas flores nocturnas.
-Sera un hermoso paraje dentro de un par de días-
-Eso espero- respondio cansinamente el chico -Eso espero-
-Vamos Severius- dijo la chica tomándolo del brazo -Es hora de devolver esta palas-
-Si- respondio el peli negro echándole una última mirada en donde yacía la última morada del amable Charles, quien a diferencia de los otros no intento comprar su cariño.
-Adiós Charles- susurro apenas perceptiblemente la chica con una escueta sonrisa recordándole al difunto que la única amiga que necesitaba Severius era ella y nadie más.
Fin