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Los calientabancas por Orihime Hatake

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Notas del capitulo:

Hice este One shot pensando en las personas que no son tomadas en cuenta, no solo en el deporte, sino en todos los aspectos de la vida. 

Que se sienten expectadores, sin darse cuenta del gran potencial que poseen. 

Recuerden siempre que todo es 1% Talento 99% Esfuerzo 

:)

(Pues se los debia a mis lectoras de Five! 

Lamento la tardanza u.u Espero que les guste! ñ.ñ )

Una victoria más para Seirin. Otros cuarenta minutos que habían estado sentados… solo mirando a Kagami y Kuroko hacer lo suyo.

Estaban un poco tristes. Y más en esos días llenos de lluvia y vientos fríos que les recordaban que no jugarían jamás. ¿Por qué? Pues porque no estaban a la altura. Toda esa situación de la generación de los milagros, además de temible, era desalentadora. Y es que ellos jamás tendrían el nivel. Sin importar cuantas horas entrenaran, cuantos botes, saltos y coladas hicieran, ellos eran solo un par de chicos normales de preparatoria.

Se esforzaban. A veces demasiado. Había días en que no podían si quiera respirar sin que doliera pero aun así no tenían la más mínima esperanza contra esos monstruos salidos de Teiko. Porque esos jugadores tenían algo que ellos no. Talento. Un talento desbordante y abrumador que aplastaba al resto de los atletas que intentaban superarse.

¿Qué más necesitaban? Muchas veces habían callado esos sentimientos de envidia que, aun sin querer, crecían en sus mentes como hierba mala. Pero es que… era tan duro, darse cuenta de que la pasión que sentían por el baloncesto no era suficiente. Ni siquiera entrenar hasta desfallecer. Ni correr hasta vomitar o hacer dietas o lagartijas y abdominales. Es que nada le gana al talento innato. Es algo que no se puede superar.

Ahora estaban en un partido amistoso. Como ya era costumbre, Kagami y Kuroko estaban brillando cual estrellas. Era el tercer cuarto y llevaban una ventaja de seis puntos sobre los contrarios.

Otra anotación. Un “¡muy bien, Kagami!” Por parte de la entrenadora retumbo en sus mentes. Ojala fueran ellos. Ojala tuvieran la oportunidad de mostrar de que están hechos. Pero eso no ocurriría. No mientras esa cabellera roja y azulada estuvieran en la cancha.

Y como si alguna especie de Dios los hubiese escuchado, un silbido interrumpió el partido.

Una falta sobre Kuroko. Había sido un codazo bastante fuerte en el puente de la nariz. Estaba sangrando a chorros. Riko giro con la mirada fiera y la respiración agitada, sabiendo que tenía que tomar una decisión importante. Todos los muchachos de primero que apenas y habían pisado la cancha una vez en lo que llevaban entrenando se estremecieron. Los de segundo y tercero en esa situación levantaron la mirada esperanzados. ¿A quién elegiría?

-¡Kogenai! ¡Entra!- El aludido alzó la mirada, levantándose de forma automática.

Miró al resto. Sabía lo que tenía que hacer. No solo ayudar al equipo, sino representarlos. A todos ellos y a él mismo. De desenmascarar el verdadero poder que el esfuerzo y dedicación podía dar. Ese era su momento.

 

El tercer cuarto finalizo en lo que le pareció un pestañeo. No pudo hacer mucho. Defendió y pasó el balón un par de veces pero simplemente no estaba satisfecho. Quería arriesgarse… y no. ¿Qué pasaría si metía la pata? ¿Si provocaba que el otro equipo anotara?

Con la mirada baja, sentado, escuchando ligeramente lo que la entrenadora decía, sintió un toque en su hombro. Supuso que serían el resto de los chicos de primero, para darle ánimos o quizá para sermonearle un poco pero… se encontró con una mano de piel canela.

Observo entonces al pelirrojo as de Seirin, Kagami Taiga. En el simple subir y bajar de su pecho agitado se notaba la voluntad imparable y el talento desbocado que este muchacho poseía. Sus ojos rehuyeron esas rojas pupilas, sintiéndose avergonzado por su rendimiento.

-Kogenai…- Dijo apenas.

-Ya lo sé, Kagami. Sé que estoy echando todo a perder. Intentare ser mas de ayuda en el siguiente cuarto- Interrumpió velozmente el castaño, reconociendo lo mal que, desde su punto de vista, estaba jugando.

-No era eso lo que iba a decir- Respondió serio- Solo te iba a decir que tengas cuidado con ese chico de la defensa, comete muchas faltas y… con respecto a ser de ayuda… No quiero que lo intentes, quiero que lo logres. No por lo que dirán los demás sino para superarte, porque, si no te reconoces a ti mismo ¿Quién jodidos piensas que lo hará por ti?-

En ese momento la chicharra sonó, indicando el inicio del último cuarto. Kagami, Hyuga, Kiyoshi e Izuki tomaron posiciones mientras él se quedó pasmado unos segundos más. Usualmente la forma tan directa de decir las cosas que tenían Kuroko y Taiga era algo desesperante para él, porque sabía que podían herir la susceptibilidad de alguien.

Desde que tenía memoria siempre había sido el segundo, el que nadie reconocía, el que lo hacía bien pero jamás sobresalía. Amaba hacer deporte, pero sobre todo, amaba el basquetbol. Era una pasión que lo despertaba a la vida. Más que un hobbie, una forma de ser más feliz. Sin embargo, con el tiempo se dio cuenta que es muy difícil resaltar entre tantas personas tan buenas en ese juego.

Así que se esforzó, pero su autoestima solo cayó en picada el día en que escogieron a los cinco jugadores más talentosos para formar al equipo titular de Seirin. No estaba en él, pero se convenció de que algún día lo necesitarían y debía estar listo para cuando ocurriera. Pasaron días, semanas, meses. Docenas de partidos que solo pudo presenciar con las ansias de tocar el balón. Y ahora se le presentaba esa oportunidad que había estado esperando.

Su espíritu se encendió debido a una nueva motivación. No más comparaciones, no más autocompasión. Era ahora o nunca.       

-¡Vamos Kogenai!- Le gritó el capitán desde la cancha, despertándolo del trance en el que las palabras tan directas de cierto as lo habían sumergido.

-Allá voy…- Dijo en un susurro.

Más que una afirmación, una resolución. El chico castaño entro nuevamente a la cancha. El resto del equipo sintió el cambio de atmósfera en él.

El último cuarto fue muy emocionante, sin embargo se notaba la superioridad de Seirin. Terminando el juego con un silbatazo y un marcador de 75-50. Kogenai sonrió al saber que varias de esas canastas habían sido de su autoría. Volvió con la cabeza muy en alto, recibiendo cumplidos por parte de sus compañeros y de la entrenadora. Hace tanto que no se sentía tan vivo.

Los siguientes partidos se mantuvieron en la banca nuevamente. Pero no le importó. Siguió entrenando y mejorando, quizá poco a poco, sin embargo él se sentía mucho mejor. Ahora estaba convencido de que realmente era parte de ese equipo. Sabiendo que avanzaría en la media que el mismo deseara, en la medida que luchara por ello.   

        

Notas finales:

Muchas gracias por leer! :3


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