A Aoi le gustaban las tardes frías, las sonrisas suaves y el tacto helado de los dedos de su líder por su cuerpo. Le gustaba como se marcaban los músculos en las mangas de la ropa que vistiera el baterista. Le gustaba el hoyuelo coqueto capaz de enamorar a todas sus fans. Le gustaba la amabilidad que siempre destilaban las palabras de su líder, aunque odiara el exceso de esta a los demás. Le gustaban también las miradas serias y decididas que les dedicaba en el trabajo. Le gustaba la cara soñolienta que tenía las mañanas que despertaba a su lado, por causa del trabajo de la noche anterior. Le gustaba como cocinaba, como se movía, como hablaba. Le gustaba todo de él.
Pero jamás lo admitiría ante nadie. Casi ni ante sí mismo lo había hecho durante largo tiempo.
Todavía le trastornaba un poco el hecho de que se encontrase enamorado… admirado, para decir algo más correcto y acorde a su corto pensamiento, de su líder.
Ahora, ¿qué le disgustaba de Kai?
Definitivamente la amabilidad y complicidad que tenía con su pequeño vocalista (que Kami le salvara si le escuchaba diciéndole así, todavía recordaba sus palabras ácidas durante el trabajo hacía meses con la cuestión de unos premios extranjeros). Le disgustaba su perfeccionismo casi rayano en la tiranía (no solo sobre ellos, sobre él mismo) y, por mucho, le disgustaba que su atención se viera repartida entre tantas obligaciones con su trabajo. Eso le quitaba horas de atención sobre él y era frustrante (aunque incluso si fueren minutos, también le molestaría).
Pero debía admitir que aquellas cosas que le disgustaban, eran las mismas que más adoraba de él.
Y por todas aquellas pequeñas cosas que llenaban su pecho de la calidez que pugnaba por reventar su corazón, era que su pulso se aceleraba al momento de mirar como el cuerpo se amoldaba sentado en el alfeizar amoblado de la ventana, mirando la lluvia chocar contra los cristales, con una cobija cubriendo su cuerpo encogido y una taza vacía en sus manos. Los dedos traviesos de los pies descalzos, que habían creado un fetiche en él, se asomaban curiosos bajo el borde de la cobija que le cubría.
Se acercó despacio, como un gato travieso y rodeó toda la sala con una sonrisa grande en su rostro para llegar por detrás y abrazar la espalda de su líder, aspirando de paso el dulce y agradable aroma masculino que desprendía de su cuello. Los brazos del otro abrieron la cobija y le jalaron hasta acomodarle entre sus piernas y contra su pecho. Que tibio se estaba allí, escuchando los latidos suaves y la respiración lenta contra su espalda. La voz profunda y a la vez suave de su líder le llenó los sentidos.
–Es malo espiar a las personas, Aoi-shii –Sonrió ante aquella falsa reprimenda y acomodó su cabeza contra el cuello del otro.
–Es malo provocar a las personas, Kai-kun –Respondió contra la mandíbula que luego mordió con mimo. –Y lo haces con solo existir. Deberías ser castigado por eso –El comentario hizo reír un poco a Kai, junto con la mordida suave. Se revolvió un poco para poder besar los labios entreabiertos del mayor y acariciar al mismo tiempo la cadera del otro, donde se posaba su mano.
–Ya lo soy, tengo el novio más molesto sobre la faz de la tierra –Comentó despreocupado y dio un respingo a un pellizco en su pierna izquierda por parte del otro –Perdón, perdón, tengo el novio más amoroso sobre la faz de la tierra –Las carcajadas contenidas salían disimuladas de sus labios –Adoro tener vacaciones. Adoro tenerte a ti a mi lado –Aoi sonrió un poco embobado y asintió a eso.
–Yo te adoro a ti –Dejó salir en un suspiro y sonrió al sentir el corazón de Kai latir más rápido contra su espalda. El suyo estaba igual.
Y definitivamente lo que más le gustaba de Kai era que lo amara y le hiciera amarlo de esa manera tan dulce y perfecta en toda su imperfección.