Suaves notas corren como olas en el aire, se deslizan con cautela y con sigilo, al mismo tiempo que armoniosas, dulces y sublimes. Mis manos se esfuerzan por inspirar al violín y obligarle a explotar en esa melodía que viajará a través de los pasillos y llegara hasta ti para invitarte a venir, para atraerte hacia mí, para arrastrarte por el viento sílfide de modos suaves y mirada fiera. La pálida luz del invierno entra famélica por las ventanas, los tibios rayos apenas llegan a mis rodillas, están ten débiles que parecen no tener la fuerza para ir más arriba aunque eso no me preocupa, no tengo frío, hace mucho que no lo padezco, hace tiempo que el invierno no entra intempestivo a mi guarida ¿Desde cuándo? ¿Desde cuándo dejé de sentirlo…de pelearme con la fría ventisca, el calentador descompuesto y la mala información climática de los noticieros?...Ah, si, ahora lo recuerdo…
Sigo tocando, la tarde de hoy tengo un concierto privado con un solo invitado. Mi melodía viaja y espero que llegue hasta ti aunque sé que no tengo que hacerme escuchar con gran volumen porque aunque sea en susurros tú siempre me escuchas ¿En verdad el viento es tu aliado? Así debe ser, porque de lo contrario no encuentro otra explicación a que la gracia de tus movimientos al correr se mimeticen con la frescura y la ligereza del viento al andar. Aun recuerdo la primera vez que te vi y desde entonces no has cambiado nada, siempre eres tan arrogante y altiva, tan misteriosa y al mismo tiempo claridosa, elegante y engreída ¿Por qué te sientes tan especial?...Ah, si, ahora lo recuerdo…
Ya llevo la mitad de la sinfonía y no has parecido, te haces del rogar y me haces esperar; tengo la mirada fija en la puerta en lugar de mirar hacia las partituras, el atril se ha hecho invisible y yo solo aguardo a tu llegada, a ver tu larga figura romper el umbral para luego decirme que soy una egoísta y te he dejado atrás…Sabes que no es así pero igual siempre me lo dices. No sé por qué tienes esa idea o que en mi te lo ha hecho pensar, pero sé muy bien que eso sería algo imposible, soy egoísta por otras acciones, en el recelo con el que atesoro tu cariño y en mi terquedad de no dejarte escapar de mí, cuando ni en las situaciones más adversas y fatales no te he soltado la mano y no te he dejado desvanecer a menos de que te vuelvas una conmigo en el aire, entonces si…entonces y solo entonces…es cuando soy la egoísta…Tal vez a veces tengas razón ¿Cuándo es que mis deseos se hicieron más persuasivos que mi razón?
Ah, si, ahora lo recuerdo…lo recuerdo todo con vasta claridad…Cello llega al clímax y tú no has aparecido…los recuerdos emanan como borbotones de agua, líquido calor que me envuelve y entonces recuerdo y recuerdo, una y otra vez, que ya no siento el frío porque tu calor siempre me ampara, porque aunque el viento sople helado tú lo haces cálido, porque aunque al calentador esté descompuesto y el sujeto del clima en el noticiero se haya equivocado, yo no tengo de que preocuparme porque para mí siempre están tus brazos y el acogedor verano que hierve en ellos y en tus manos; ahora recuerdo por qué se enciende tu arrogante sonrisa, por qué caminas soberbia y vanidosa, es porque estás segura y orgullosa de ti y de mi, de lo que eres cuando estás conmigo y de lo que somos cuando estamos juntas, del silencio que en realidad no es mudo y del abrazo que no necesita brazos, del te quiero que no me dices y que aún así yo escucho de tus ojos y tus manos; y recuerdo…ahora recuerdo con más claridad…ahora que ya has llegado, he escuchado tus pasos desde el corredor y tu juguetona sonrisa antes de aparecer frente a mí en la puerta, no importa cuánto piense o cuanto empeño ponga por ver el lado sordo de las cosas, yo solo deseo una cosa y eso solo tú me lo das, por eso acepto ese título de egoísta, porque está en mi más profunda añoranza ser la única que te posea a ti.
Has entrado ya, estás de pie frente a mí y como lo había previsto me sonríes, de esa manera presumida pero me miras como siempre, afable y cariñosa, como si adivinaras o como si leyeras el activo libro de mis pensamientos. Llego al último acorde y tú solo sigues sonriendo, yo te contemplo uno o dos segundos más de lo normal, no hace falta decirnos nada porque mis pensamientos van al aire, y el aire confidente tuyo, Haruka, sílfide arrogante, te lo ha dicho todo. No me das oportunidad de reposar mi cansado violín, porque me atrapas con tus brazos y recia demandas mis labios, no puedo sino rendirme y dejarme envolver con tus alas. Te amo y nunca podré ocultarlo, me amas y ahora me queda claro.