Leonardo se encontraba en su taller, como siempre, creando nuevos objetos para la época.
¡Este si sería el invento del siglo! Lo tenía seguro
–Leonardo – ¿Esa voz? – Oye, Leonardo
–¡Ah! Ezio – Con el alma en la punta de la boca se volteó para encontrar al nombrado – ¿Y eso? ¿Por qué haz venido?
–Bueno… quería preguntarte algo…
–Si, dime. – Dijo con emoción en los ojos – ¿Haz encontrado otra página del Códice?
–No, no es nada de eso
–¿Uh? ¿Entonces que pasa? – Ladeó su rostro – ¿Pasa algo con el funcionamiento de la Hoja oculta?
–No, de hecho funciona igual de bien que el principio
–¿Y entonces?
–Leonardo… – Con un movimiento rápido, digno de un asesino, se acerco lo suficiente como para rozar su pelvis con la del otro – Esto es lo que pasa… – Tomó una de las manos del artista, haciendo que sintiera como el corazón de este tenía un irregular y fuerte palpitar – Creo… Creo que me gustas
–¿Com–?
Impidiendo que el otro terminara con lo que iba a decir, se abalanzó sobre sus labios, robándole un necesitado beso de amor. Forzó los labios de Da Vinci y adentró su lengua en la cavidad de su boca, inspeccionándola como su fuese un guardián que vigila su territorio asignado.
Pronto Leonardo cedió ante la lujuria y se dejó inspeccionar libremente sin alguna restricción.
Puede que Ezio sea de menor tamaño, e incluso de edad, pero lo que estaba claro, era de que él era el que llevaba el ritmo
–Son más deliciosos de lo que creía… – Dejándolo jadeando con dificultad acarició sus labios – Me… – Sin siquiera notarlo ni pensarlo sus mejillas sonrojaron un tono ligero, cosa que no fue indivisible para el contrario – Me gustaría probarlos de nuevo…
–Pruébame, otra vez
Cegándose ante sus deseos ahora él se abalanzó, con agresividad, a los labios ya sensibles de Ezio provocando que cayese encima.
Quizá esto tomó por sorpresa a Ezio, pero aún así no se resistió demasiado.
Cuando por fin dejaron de juguetear con sus lenguas y lograron poder respirar Ezio decidió hablar
–¿Por qué lo haces? No debes sentirte obligado por lo que hice, fácilmente puedes…
–No quiero hacer eso, no quiero rechazarte, no ahora que te he conseguido… –Pronto unas lágrimas se empezaron a hacer presentes – Quiero estar contigo…
–No llores, no tienes por qué llorar… – Despejando su cara cubierta de pelos por todas partes besó dulcemente su pómulo izquierdo – Ahora no te quiero ver llorar, ni nunca más
–Espera un momento… ¿Tu ya sabías que era gay? – Recordó la duda que tenía en mente desde que el beso comenzó
–¿Ya eres gay? No lo sabía –Abrió notablemente los ojos
Así que… se atrevió a besarlo sin siquiera saber si era gay, arriesgándose a ser incluso brutalmente rechazado (cosa que tampoco sería mucho problema ya que es un asesino de elite)
–¿Puedo… Abrazarte? – Preguntó mientras se sentaba por encima del dorso de Ezio, el cual no estaba tan cubierto de acero
–Claro que si… – Sin dejar un movimiento del otro lo tiró sobre de él – Te quiero… mucho, Leonardo…
–Yo también… Ezio
Fin