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Hawaii por Malahierba

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Notas del fanfic:

Al fin!!!!!!!!!!!!!!! Una historia donde el Banglo es el protagonista!!! *O*

Notas del capitulo:

Todas saben que el Banglo no es mi couple favorita, pero le pondré empeño a la historia que no será tan larga tampoco ^^ Disfruten o/

 

Hoy, cuatro días después de convertirme en Choi Junhong esposo de Bang Yongguk, estando en la sala del departamento que seguíamos compartiendo los seis miembros de B.A.P, nuestro manager nos entregó las llaves de una casa y los pasajes para un lugar llamado Lanai. ¿Que dónde está eso? Pues ni idea.

 

“Esta pequeña, pero vivaz isla, llena de carisma, bellísima naturaleza y matices únicos, la convierten en uno de los lugares que debemos visitar si o si al venir a Hawai.”

 

-¡¿Hawai?! –exclamamos los seis apenas interrumpí mi lectura en el Tablet.

-¡¿Manager, nos compraste un viaje para Hawai?! –pregunté incrédulo.

-Solo los pasajes, porque tengo una propiedad privada en esa isla, y…

-¡¿Privada?! -Himchan me apuntaba con el dedo.- Zelo sigue leyendo allí, mira…

 

“Si quiere disfrutar de una isla exclusiva, Lanai es su mejor opción…este lugar cuenta con 18 preciosas playas, 12 de ellas se encuentran accesibles al público.”

 

Me interrumpí de nuevo. Esta vez no hubo exclamación alguna, solo las miradas atónitas y expectantes hacia el hombre que teníamos en frente.

 

-Hyung, no me digas que una de esas playas privadas es…

-Sí, es un terreno súper bonito que incluye parte de la playa… -respondió como si nada.

-¡¿Y por qué nunca nos contaste?! –Himchan y su indignación.

-¿Por esto…? –Nos apuntó a todos- De haberlo sabido, seguramente habrían querido partir de inmediato en cuanto tuviéramos vacaciones ¿no? Quise guardarlo para una ocasión especial y ahora por fin se dio. –nos sonrió con sus ojos delgados.

 

Yongguk, quien rodeaba mis hombros con uno de sus brazos mientras escuchábamos todo aquello, se levantó conmovido y se dejó abrazar por el manager.

 

-Espero que acepten mi humilde presente. –nos dijo a ambos cuando yo también me uní a su lado.

 

De esa forma, horas más tarde partimos a Hawai, una isla extremadamente conocida, pero que  jamás en la vida se me pasó por la mente conocer. Si bien, investigando en el avión, Hawai está compuesto de seis islas, Lanai es la segunda más pequeña de todas. Y también la más hermosa,  aun así, no puedo evitar sentir un escalofrío en la espalda al ver toda el agua que rodea a tan pequeñito trozo de tierra.

 

-¡Aloha! –nos saludaron los isleños al llegar al aeropuerto.

-Aloha. –saludé haciendo una reverencia.

 

Gesto que fue interrumpido por una mujer ataviada con decenas de coloridos collares hechos con flores, quien quitó uno de sus brazos y lo pasó por mi cuello.

 

-Sin reverencias, este es un lugar de relajo. –me dijo con una gigantesca sonrisa.

-¡Oh, hablas coreano! –le pregunté.

 

Me respondió algo en un idioma inentendible y supe que, no, no hablaba coreano. Solo era una frase meramente memorizada, que tuvo el efecto contrario a lo que ella pensaba. Me entristecí al pensar que no podría comunicarme con nadie más allí.

 

-Hey, necesitamos llegar a esta dirección, ¿Puedes ayudarnos? –ese era Yongguk en su perfecto inglés.

 

Después de aquel decepcionante encuentro procuré no prestarle atención a nadie más, ni hombre ni mujer, solo al paisaje y el ambiente. Yongguk no se percató de mi estado anímico, estaba tan cansado que como un efecto reflejo lo único que hacía era agarrar fuerte de mi mano, evitando que me perdiera.

 

Un auto privado nos acercó finalmente hasta la propiedad del manager. Al parecer el conductor era un hombre agradable que habló todo el camino con Yongguk, o quizás simplemente le daba algunas indicaciones, aunque descarto esa idea puesto que escuché varias veces salir de su boca el nombre del manager.

 

-…Mr. Kang Seokgu…bla bla bla… -decía.

-¡Oh! Yes, bla bla bla...Mr. Kang...bla bla...

 

No entendía nada, pero así fue todo el camino. Llegamos cuando atardecía, frente a un fino y elegante portón de madera que impedía el paso a la playa. Sin embargo era solo eso, no había ninguna casa. Evitando mostrar mi verdadero estado anímico para no ser una molestia, me limité a dar un insonoro suspiro y continuar caminando tras Yongguk quien al parecer sí sabía a dónde íbamos.

 

A esas alturas del día lo único que se me apetecía era devolverme a Corea y dormir en mi propia cama. Esa clase de cosas pensaba cuando cerca de una hora de trayecto después una sombra oscura, iluminada solo por luces solares nos indicaba que al fin llegábamos a nuestro destino.

 

-¿Será…?

-Quédate aquí, no te muevas, iré a probar las llaves…

 

Era tremenda. Solo eso. Una tremenda casa con todas las habitaciones mirando hacia el mar, todas con inmensos ventanales. Bueno no era una mansión, pero era gigante, una estructura rústica de un piso apoyada en palafitos con escalera hacia la arena. En eso resumo todo.

 

-Es aquí… -Yongguk me sacó del trance.- Por dios, es enorme. Dame los bolsos.

 

Me guió con cuidado por la arena hasta la puerta de entrada, con los dos bolsos en su hombro derecho, mientras su mano izquierda sostenía la mía. Nos detuvimos, o él se detuvo apenas subimos la escalera, dejó los bolsos en el suelo y me tendió sus brazos abiertos.

 

-¿Qué pasa? –le susurré preocupado.

-Comencemos nuestra luna de miel. Deja que te lleve al interior. –su sonrisa encantadora bastó para hacerme entender a lo que se refería.

 

Me sonrojé como nunca, muy avergonzado pero le obedecí. Me tomó en sus fuertes brazos como si fuera un niño y con cuidado caminó conmigo hasta la sala atravesando la puerta. No fueron más de siete u ocho pasos pero bastaron para acomodarme en su cuello y olerlo a mis anchas tanto como me gustaba.

 

-¿Huelo bien? –me preguntó.

-Como siempre.

-Iré por los bolsos… -dijo luego de depositarme en el sofá.

-Espera.

 

Lo retuve un poco más, agarrando su cuello con mis brazos y acercando su rostro al mío para robarle un beso. No pasaron más de diez minutos, cuando después de cerrar la puerta subimos al cuarto. Que por cierto era igual de fabuloso. Yongguk rodeaba mi cintura mientras nos acercábamos hasta la ventana, admirando el paisaje a oscuras.

 

-¿Qué hacemos primero? ¿Nos duchamos? –pregunté.

-Pensaba que querrías ir al mar…

-¿No quieres dormir? Los viajes siempre te agotan y…

-Dime qué quieres hacer… -su frase acabó con un beso en mi cuello, luego otro, después una mordida en mi nuca.

-¡Ah! –Gemí de pronto.- bañémonos, debemos estar su…sudados por el viaje. –su contacto me causaba escalofríos.

 

Deslizó su nariz cerca de mi oreja, inhalando mi aroma, parece que es agradable puesto que la agarra entre sus labios. Su respiración cerca es tan…

 

-Hueles bien. –me dice.

 

Su mano traviesa no espera respuestas mías, se adentra bajo mi camisa y palpa cada centímetro de mi piel.

 

-Tampoco estás sudado.

 

Desciende hasta el límite de mis jeans, a todo esto su nariz continúa haciendo un vaivén en mi cuello, impidiendo que razone o siquiera piense en lo que hace; abre por fin el cierre de mi pantalón y se deshace del botón también, me toca hábilmente, salvaje como solo él sabe. Aprieta mi pene flácido por sobre la ropa interior haciéndole vivir casi al instante, provocándome una contracción enorme.

 

-Qué pasa, Junhong-nnie, estás muy tímido…

 

Trago saliva y mi respiración se agita. Su juego cruel con mi miembro erecto va cada vez en aumento, no sé cómo puede estar tan tranquilo, cuando yo apenas puedo pensar. Sin dejar su actuar, me guía hasta la cama, mis piernas flaquean y él al notarlo suelta una risa gutural, ronca como siempre.

 

-Estamos solos en medio de la nada, puedes hacer todos los gemidos que quieras, nadie te oirá…

 

Me empuja a la cama y me tiende boca abajo, toma mis caderas y las eleva a una altura cómoda para él. ¿Qué carajo va a hacer…? Tan solo pienso aquello, cuando siento sus dedos jugar en mi entrada. Duele tanto, y eso que no lo hacemos desde hace un día. Oh dios, un día para Yongguk es como una semana. Se sienta en la cama, cómodo, como quien se prepara para recibir un suculento almuerzo y desliza su lengua entre mis nalgas.

 

-Me gusta tanto esta parte tuya…

 

Odio que sea solo él quien pueda hablar. Lo odio, pero a la vez amo que no se quede en silencio porque me encanta escuchar su voz, cada vez más gruesa. Me desea, ya está caliente. Sus dedos siguen jugando, entrando, saliendo de mi interior; no lo hace con delicadeza, jamás lo ha hecho, siempre con fuerza haciéndome gritar…

 

-¡Ah, ah, Yongguk…!

-Voy a entrar, ya estás listo.

 

Toma mis caderas con ambas manos posicionándome mucho mejor, y guía su sexo hasta mi entrada. No me opongo en absoluto, estoy demasiado ansioso para seguir con jugarretas y sé que él también lo está. Su ingreso es rápido, directo y violento, tanto que me aferro a las sábanas de la cama para soportar el dolor y hundo mi rostro en el colchón. No me doy cuenta de inmediato pero las lágrimas invaden mis ojos.

 

-Fue muy fuerte, perdóname… -se dio cuenta de lo que hice, y besa mi espalda- Perdóname, ahora no te dolerá, lo prometo.

 

Nunca cumple sus promesas, y esta es una de ellas. Comienza a moverse en mi interior muy suave  una vez y después otra, hasta que el descontrol vuelve a apoderarse de él y el dolor de mí. Algo va mal. Las cosas no están yendo como deberían ir. Quiero que se detenga, pero si lo digo no sé de qué sería capaz. Debo aguantar, aguantar hasta que esté satisfecho y me deje libre, pero ¡Maldición! ¿Por qué duele tanto? Aguantar, Zelo, aguanta…

 

Mi teléfono suena. ¡Alabado! Hay que contestar, debe ser importante.

 

-Guk, deja… ¡ah! Mi teléfono…

 

Molesto, o furioso por así decirlo, sale de mi interior y me tira el aparato al pecho. Su erección se ha ido, se sube los pantalones y sale del cuarto. Mientras intento contestar, trato a la vez de detener el temblor de mis manos, y cuando por fin lo hago escucho la voz de Himchan del otro lado de la línea.

 

-¡Zelo-sshi! ¡¿Cómo va todo?! ¿Llegaron bien?

-Hy-hyung… -oh, no. Comencé a llorar sin haberlo notado. ¡Maldita sea, Zelo, como vas a llorar por esto!

-¿Qué pasa, Zelo? ¿Dónde estás? ¿Dónde está Yongguk? ¿Estás perdido? –de inmediato comenzó a interrogarme.

-N-no…- tapé el micrófono del aparato, di un hondo respiro y volví a hablar- Llegamos, hace una par de horas, es muy bonito aquí.

-¿Por qué estás llorando?

-Creo que estoy algo bebido. –Mentí- y bueno, ya sabes, cuando me emborracho comienzo a extrañarlos y…

-¡Ohhh, mi bebé! ¡Chicos… -les gritó a los demás seguramente- …Zelo nos extraña!

-¿Y Yongguk hyung? -De pronto, le quitaron el teléfono y quien habló fue Youngjae.

-No sé, debe…

-¿Cómo que no sabes? ¿No es tu marido acaso? –me interrumpió. ¿Qué le pasa?

-¿Youngjae hyung?

-¡Ay, trae acá! Está bien, Zelo-sshi. –volvió a hablarme Himchan- no te preocupes por lo que este idiota dice.  Descansa mucho, me llamas cuando quieras.

-Gra-gracias, hyung…adiós.

 

La llamada se cortó y lo único que quedó en mi fue el injusto regaño recibido. ¿Por qué estaba sucediendo todo esto? ¿Habré hecho algo malo? Hace mucho no tengo una pelea con Yongguk y no creo que lo sucedido merezca la pena para iniciar otra. Además sería la primera pelea de casados. Me levanté a apagar las luces del cuarto, con ganas de dormir pronto y comenzar luego un nuevo día, cuando Yongguk volvió a entrar.

 

-¿Qué haces? –Me dijo- ¿Quién llamaba?

-Apago las luces para dormir. Llamó Himchan hyung.

-¿Dormir? ¿No quieres hacer nada más? Acabamos de llegar, Zelo…

-Déjame dormir, ¿está bien? aun me duele…

-¿Doler? Pero si…

-Buenas noches.

 

Me metí bajo las mantas, me puse mis audífonos con la música al máximo, evitando con ruido sus palabras sin sentido y di por terminado el asunto, si continuábamos hablando todo terminaría en una pelea.

 

-Zelo te estoy hablando…                  

 

Para cuando volví a abrir los ojos, el cuarto estaba iluminado por un potente color naranja. Desconcertado, sin saber dónde me hallaba me senté en la cama y  miré para todos lados. Yongguk dormía boca abajo plácidamente y más allá, a través de la ventana con vista al mar, el sol se escondía regalándome una vista solo a mí.

 

-Yongguk despierta… ¡Yongguk! Abre los ojos… -lo remecí con fuerza.

-¿Qué…qué pasa? –saltó asustado. -¿Zelo? ¿Qué…?

-Rápida, mira hacia allá…

 

Como hipnotizado permaneció un largo rato observando el horizonte. Cuando el sol se ocultó casi por completo, se desesperezó y levantó de la cama, desapareciendo rumbo al baño. ¿Qué sucedía?

 

-Báñate, vamos a salir, no tengo pensado quedarme encerrado aquí otra noche más. –me ordenó mientras entraba al cuarto con una toalla alrededor de su cintura.

 

¿Así que seguía molesto por lo de anoche? Me entraron unas enormes ganas de llamar a Himchan y marcharme de allí rumbo a Seúl. Sin embargo…me aguanté y tal como me pidiera fui a darme un baño.

 

Fuimos a un bar que se encuentra en uno de los resort que tiene la isla. Solo en aquellos lugares se acumulaba la gente por montones, y por un momento agradecí que el lugar estuviera atestado, me hizo recordar las calles de Corea y mi ánimo mejoró. Si bien, nada más llegar a Hawai supuse que no habría ningún asiático o al menos alguna persona que hablara coreano, debo admitir que me equivoqué rotundamente. Apenas nos sentamos a beber algo un grupo de chicas y chicos se acercaron a nosotros, emocionados por encontrar compatriotas en es lejana isla.

 

-¿Corea del sur? –nos preguntaron en nuestro idioma.

-¡Corea del sur!

 

Fue como volver a casa. O casi, no estaban los chicos, pero eso era otro asunto. Aquel grupo llevaba poco más de dos días y ya conocían toda la isla de Lamai. Nos conversaron de sus tradiciones, sus leyendas, y mientras más hablábamos más bebíamos. Bueno, al menos ellos junto a Yongguk. Yo solo bebía de mi jugo de piña, luego del de naranja, después uno de frutilla, mientras me limitaba a oírlos entusiasmado.

 

Sin embargo, pronto la conversación se me hizo aburrida, comencé a divagar la vista por el resto del lugar, empecé a levantarme a pedir los jugos directamente al bar en lugar de solicitarlos al mesero y así, esperando a que el grupo se aburriera y nos dejara solos, cosa que no ocurrió. Cuando mi cordura no podía estar más al límite, me acerqué a Guk a pedirle que nos fuéramos.

 

-Yongguk, ya es muy tarde…

-Oh, Zelo, escucha lo que ella nos dice…

-¿Qué cosa?

-El dios de la guerra aquí se llama “Ku.” Para venerarlo sacrificaban personas y…

 

Ay, no. Cuando a Yongguk le hablaban de dioses y guerras la cosa no acababa nunca.

 

-Pero, podemos volver mañana y…

 

No me hizo caso, me ignoró por completo para centrar su atención en la chica que hablaba y hablaba sin parar de una cultura que ni siquiera era de ella.

 

-Yongguk…

 

De pronto, caí en la cuenta de algo. De las veinte veces que me levanté a pedir jugos al bar, ¿Se dio cuenta que ya no estaba sentado a su lado? Claro que no. Y seguro que tampoco notaría si me iba. Suficiente, demasiadas cosas que tolerar para un día; agarré mi celular, lo metí en mi bolsillo y me largué de allí.

Notas finales:

Yap!! Muy freak la idea de Hawai? Fans del Banglo no me maten! lo intenté u.u

Besos!!


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