Adiós a su idea inicial de escaparse de la propuesta como si nada, de salir bien librado. Lo que Jordán le había propuesto no le gustaba en ningún sentido, pero ni qué hacer cuando su amigo había cumplido con el requisito sin problema. Y ahora lo tenía ahí parado frente a él cargando a modo de caballito a Ricardo quien parecía divertido con la situación.
–Ves te dije que si podía ahora es tu turno –le dijo Jordán dejando a su carga en el suelo
Ricardo se retiró sin más de la escena, siendo internamente maldecido por el otro que en silencio se debatía entre aceptar o rechazar ser cargado.
–Ya te dije que no me gusta que me carguen –replico Irvin
–Solo será una vez, además tú dijiste que si podía cargar a Ricardo podría cargarte a ti así que no me des excusas y móntate–.
Le dio la espalda flexionando las piernas para que el otro pudiera subirse a su espalda. Desde comienzo del semestre había deseado cargar a Irvin en su espalda, porque bueno ese era el contacto más disimulado y cercano que podrían tener sin que sospechara de la atracción que sentía por su amigo, el año anterior lo había visto de lejos durante los recesos o en el portón de la escuela y no fue hasta que el nuevo ciclo escolar le dio la oportunidad. Jordán tenía novia, y crean que no le importaba, Irvin monto en su espalda resignado.
–Comienza a correr y te asesino – advirtió la nueva carga.
Muchas veces Jordán se había ofrecido a cargarlo de esa forma, él se negaba argumentando que le era incómodo y le daba miedo. Ahora se veía gritando que parara, ocultando su cara de sus compañeros. Dios como odiaba que lo cargaran, más cuando sin saberlo Jordán le gustaba.
“Te ama”
Ahora maldecía a tres personas: A Ricardo por haber cedió a apoyar al otro, a Jordán por ser tan jodidamente amigable y terco, y a su prima por haberle metido ideas tan tontas en la cabeza. Cuando la viera no la golpearía con la Divina comedia, al contrario le daría de zapes con la biblia.
Cuando Jordán dejo bajar a Irvin no recibió otra cosa más que un empujón y una mueca de enfado. No se sintió mal al contrario se sintió complacido de a ver seguido en ruta contraria la advertencia de su compañero de clases.
– ¿Qué te pasa? – pregunto recordando las palabras de su madre “Primero escucha las razones si son buenas lo perdonas, si no lo golpeas y lo sigues golpeando hasta que te sientas convencido de sus razones”
–...– en tres meses ya se había aprendido sus gestos por lo que retrocedió lo suficiente para darse a la fuga.
Las razones eran simples, casi infantiles, había corrido como caballo desbocado para que Irvin tuviera la sensación de caer, y que por instinto se pegara más a su cuerpo. Así de malo era Jordán, despistado pero no tanto. Fríamente lo había calculado todo, y no de sobra queda decir que Ricardo estaba al tanto del plan.