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Más allá de los límites por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

hey girls and boys!! (sigo perfeccionando el saludo)

Nuevamente les saludo, espero que hayan tenido una bonita semana, estoy con otro capi de esta historia.

Me empieza a preocupar un poco (aunque no lo crean) que lleguen a odiar tanto a Noah que ya no quieran que sea feliz (nah, la misma vida se encargará de hacerlo pagar por sus errores, el jodido karma chicos ja)

Solo les pido paciencia, ya no falta casi nada para que Diego lo sepa todo (oh sí, cruel verdugo, amado mío) y también recuerden, quienes son los verdaderos villanos de este cuento (zorra asquerosa de Vania!!! lo siento, me ofusqué, es que en verdad la detesto!!)

Este capítulo es un poco complicado para mi, afortunadamente, tanto para mi, como para Noah, el chico ya no le hará daño a nadie intencionalmente (ya no) pero, el título les debería denotar algo, será complicado y difícil, pero aquí empieza la retribución del dolor a Noah (y empieza su lucha por ganar la magdalena del fic, no no no Noah, aún no lloras lo suficiente para competir contra el pelirrojo Sergio ja)

Así que espero que les guste y nos vemos la próxima semanita :)

Muchas gracias y los quiero :D

Capítulo 13: La torre blanca y el peón sacrificado.

 

Entró a la habitación blanca con total calma, como si el lugar le perteneciera. No era de extrañarse, ella siempre actuaba de esa forma con todo y en cualquier lugar, incluso si se trataba de un hospital. Tenía curiosidad con respecto al tema y por ello estaba ahí, en un cuarto de hospital, observando a una chica que parecía más dormida que muerta. Enarcó una ceja y se acercó a ella con lentitud mientras tomaba asiento al lado de la cama  y la miraba con detenimiento. Luego de un par de minutos de escrutinio, Erika sonrió de forma burlona antes de hablar.

                —¿Quién hubiese pensado que llegarías a tales extremos por orgullo?

Vania reaccionó al reconocer esa voz. ¿Cómo olvidarla? Incluso en sus sueños más terribles, la voz de Erika la seguía. Ya había pasado cierto tiempo desde su “despertar” y ya podía moverse un poco más y hablar. ¿Era seguro hablar con ella? ¿Acaso, en cierto modo, Erika no era también su enemiga?

La mencionada rubia no era consciente a tales cuestionamientos y tomó un mechón del cabello de la “moribunda” entre sus dedos para jugar con él. Lo enredaba en sus dedos y después lo soltaba. Hizo la misma secuencia por varios segundos hasta que se hartó y recargó su barbilla en la mano libre.

                —Siempre me ha gustado tu cabello, hasta la fecha no me explico por qué demonios lo tienes tan bonito.

Unas de las tantas cosas que tienes que envidiarme, pensó divertida Vania y tratando de contener la risa. Erika acercó su rostro hasta topar nariz con nariz e involuntariamente Vania tembló por dentro. Odiaba cuando esa tipa hacía eso, lo odiaba desde… bueno… lo odiaba y punto. A su mente venían recuerdos que se suponía que debía enterrar en lo más profundo.

                —¿Estás maquillada? Eso quiere decir solo una cosa. Hay alguien que viene todos los días a maquillarte o por obra del espíritu, las enfermeras se apiadan de ti.

                —O puede… puede que yo lo haga sola—replicó la chica abriendo los ojos de momento provocando  que Erika brincara de la sorpresa y se alejara.

A la chica no le importó haberse descubierto ante una arpía tan ruin como ella y la miró fijamente. La mencionada recuperó el aliento ante el impacto y una vez que fue consciente de la mirada de Vania Ibáñez, lanzó una carcajada sin poderse contener. Vania giró los ojos y lanzó un suspiro, debió imaginarse una reacción de ese tipo, Erika podía llegar a ser tan absurda cuando se lo proponía y en otras ocasiones, incluso era estúpida. Dejó que la rubia riera por un buen tiempo y cuando la vio satisfecha, le lanzó otra mirada de reprimenda. Erika se limpió unas ligeras lágrimas que tanta risa le había provocado.

                —No puedo creerlo, en verdad no puedo. Eres el ser más maquinador y astuto que he conocido en mi vida—dijo ella con la voz aún afectada por la risa y continuó mientras tomaba asiento al lado de la castaña—Jamás pensé que hubieses planeado todo esto.

                —No lo planeé como tal Erika—replicó Vania como si le hablara a una retrasada—Trata de pensar un poco. ¿Crees que estoy tan enferma como para querer suicidarme? Todo estaba fríamente calculado, solo que… se me salió un poco de las manos. Ahora puedo moverme más y hablar, pero entrar en coma no era parte de mis planes.

                —¿Y cuáles eran tus planes querida? Porque no le veo objeto a un intento de suicidio a menos que haya una carta y la verdad es que no hay una.

La chica de ojos cafés frunció el ceño ante tal información. No se suponía que fuese así, una vez que hubiese tomado esas pastillas, se suponía que su mamá encontraría la carta donde acusaba al Cuarteto de su “desgracia”. Sabía que ella no se cansaría de hacer pagar a los responsables y más por el hecho de haber entrado en coma. ¿Por qué nada había ocurrido? No lo entendía.

                —Hay una carta, pero por alguna extraña razón, ésta no vio la luz, lo que significa que mis planes están arruinados y que debo idear otros.

Erika encogió los hombros como si estuviesen hablando de algo sin importancia y después recordó la razón por la que había ido a ese hospital para ver a la chica. Hizo un gesto de fastidio y habló dispuesta a reclamar todo lo que traía en el cuerpo.

                —Sabes que cuentas conmigo para cualquier cosa que quieras hacer, pero yo te sugeriría que le pares a lo de los anónimos y más conmigo, soy tu aliada. ¿Recuerdas?

Vania la miró sin entender y cuestionó.

                —¿De qué demonios hablas? ¿Qué anónimos? Yo no he enviado nada y obviamente sé que no eres mi enemiga a pesar de lo que me hiciste.

                —¿Y qué fue lo que te hice? ¿Te refieres al asunto de Diego? O tal vez te refieras a lo que pasó después—el tono de voz que utilizó fue suave y seductor y Vania desvió la mirada molesta—Pero si yo recuerdo que te agradó bastante.

                —Cierra la boca, sabes bien de lo que hablo. Tú me prometiste algo y me sentí burlada cuando descubrí la verdad. Debería odiarte por esa mentira.

                —Pero los odias más a ellos. ¿Cierto? Yo por lo menos te proporcioné algo que te “consoló”—hizo comillas en el aire al decir la última palabra y la mencionada resopló aún más furiosa.

                —Odio al Cuarteto en general, tú no me tienes muy contenta, pero sí, esos tres se merecen todo mi rencor. Te aseguro que voy a hacerlos pagar, nadie me humilla de esa forma y se sale con la suya.

¿Humillación? Se preguntó Erika y giró los ojos. Al fin se había topado con alguien aún más orgullosa que ella, Vania Ibáñez era el ejemplo de lo que puede pasar cuando le dices a una diva que no. O por lo menos, cuando le haces morder el polvo como lo hizo Olga. Aún no olvidaba su cara llena de furia, aquello había sido muy divertido para ella, ver esa pelea, ver esos gritos y después, el juramento de Vania. Eres toda una reina querida, la candidata perfecta para ser la verdadera líder del Cuarteto.

                —Bien, bien, véngate, haz lo que quieras. Sólo controla lo de los anónimos. Si en verdad no eres tú, debe haber alguien más que encontró tu carta y decidió tomar justicia por su propia mano. ¿Sabes quién podría ser?

No tuvo que pensarlo mucho, conocía a una persona lo suficientemente extremista como para adjudicarle tal acción. Con una mueca acompañada de otro bufido, Vania replicó en verdad molesta por cómo habían resultado las cosas.

                —Ese seguramente fue Noah.

                —¿Tu amiguito el enfermo? No lo creo, es tan…

                —No subestimes a Noah—le interrumpió—es más astuto de lo que parece y con una carta de ese tipo, más peligroso de lo que crees.

La rubia negó con la cabeza, aún con las advertencias de Vania, simplemente no podía creer que un chico tan patético como ese pudiese estar detrás de todo ese asunto de los anónimos, no lo creía con el valor suficiente como para hacerlo.

                —¿Y cuál es el plan en concreto?—preguntó tratando de cambiar el tema.

                —Por ahora, seguir en “coma”. Cuando yo crea que sea el momento adecuado, haré mi regreso triunfal y espero que para ese momento, tú ya estés lista.

Erika asintió y Vania miró en dirección a una de las ventanas de la habitación mientras pensaba sin parar. Debía quitar a Noah de esta venganza, planear una nueva o por lo menos, guiarlo de la forma correcta. Si en verdad él estaba deseoso de acabar con el Cuarteto como ella, entonces debía preparar bien sus movimientos.

El juego apenas comenzaba de verdad.

****

No volvió a saber del asunto en un par de días. Después de lo ocurrido con Sergio ya no quería verse más involucrado con los problemas del Cuarteto. Pensó en el asunto de Olga y se imaginó que Esteban no había logrado nada o de lo contrario tendría grabaciones o por lo menos un video. Aquello le aliviaba, ya no tenía que debatirse entre advertirle o no a Olga. No era como si de verdad no fuese a hacerlo, como si en verdad planeara dejarla sufrir algo así. Bueno… quizá sí lo había pensado antes, pero luego de todo lo ocurrido, ya no tenía ganas de seguir haciendo mal, suficiente tenía con la opresión que sentía en el pecho, por lo tanto,  estaba agradecido de que al final, ese par de miserables no hubiese planeado nada. Menos mal, Olga estaba a salvo y él ya no tenía que sentirse más basura de lo que ya se sentía.

 Además, con lo taciturno que estaba Sergio Carrión ya tenía suficiente como para sentirse extraño y culpable. Era pésimo para las vendettas, eso era seguro, solo alguien así sentiría culpa  por haberle hecho lo que él a Sergio. ¿Pero quién hubiese pensado que en verdad se enamoraría? El tipo era el ser más promiscuo que había visto en su vida. Bueno… no es que conociera a muchos, pero más o menos él tenía un estándar de lo que era la perversión y Sergio Carrión con sus ropas ajustadas y sus “actividades” lo era. Nunca creyó que el galán de la escuela, el chico risueño y despreocupado, pudiese ser un zombie, apagado, marchito, con ojeras y los ojos rojos de tanto llorar, la piel pálida y las ropas mal acomodadas. Adiós a la imagen de uno de los miembros del Cuarteto, adiós a un poco de la farsa. Aquello no le hacía sentir bien como pensó que lo haría. ¿Qué demonios tenía en el cráneo? Lo ignoraba, cada vez más las cosas se volvían extrañas.

Justo pensaba todo eso siendo Marina cuando su teléfono celular sonó. Revisó el identificador de llamadas y le extrañó que fuese “Cinthya” quien llamaba. En los últimos días, David Oliveros le había sugerido a la chica menor que tuviese un celular, que quizá aún no se atreviera a pronunciar ciertas palabras frente a otras personas, pero mediante un celular sería más sencillo. Ella había obedecido y ahora, de vez en cuando, llamaba aunque sea solo para decir “Hola”. Por ello le extrañó que estuviese llamando cuando las clases ya habían terminado y no había casi nadie en la escuela.

Contestó sin saber qué esperar y la respiración agitada de la muchacha le dijo que había problemas, sin duda alguna.

                —Cinthya… ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? ¿Qué pasa?

                —…mmm…a… ayuda…—dijo la menor después de muchas respiraciones y Noah se alarmó ante tal palabra, pero antes de que dijera algo, Cinthya continuó—a… ayuda… Olga…

Sus sentidos se dispararon. Olga, Olga, Olga… Esteban Ordóñez… Esteban y sus amigotes… Olga…. Y entonces lo comprendió, era verdad, Cinthya seguía a todas partes a Olga, para cuidarla, seguramente Cinthya había seguido también a Olga a la trampa de Erika y Esteban. Erika y Esteban… ¡No! La trampa sí había tenido lugar y él… él no le había advertido. Tenía que hacer algo.

                —¿Dónde están? ¿Dónde es?—cuestionó alarmado mientras se levantaba de la silla en donde se encontraba y comenzaba a caminar por los pasillos, en efecto, no había nadie en los pasillos, necesitaba a un adulto, alguien que pudiese ayudarlo.

Cinthya comenzó a respirar con mayor rapidez, como si estuviese a punto de llorar y al fondo se podían oír gritos. Noah se desesperó ante aquello. ¿Por qué fue tan estúpido? ¿Por qué no le advirtió? ¿Por qué se confió lo suficiente como para callar lo que sabía? Aún si las cosas se hubiesen llevado a cabo o no, él debió hablar. Ahora Olga estaba en peligro y por consiguiente, Cinthya también, la jovencita era capaz de cualquier cosa por proteger a la persona que amaba. Cualquier cosa.

Y eso era lo que temía.

                —Es… es… gimnasio… gimnasio…—respondió ella ante la petición de Marina.

                —Bien, ya voy para allá, llevaré ayuda. No hagas nada entendido, prométeme que no te precipitarás y harás algo, de acuerdo.

No recibió respuesta, el teléfono colgó y el castaño tuvo un horrible presentimiento. No, no, Cinthya no, no hagas una locura. Buscó y buscó en todos los salones a algún profesor, alguna persona adulta, pero nadie estaba, nadie, la escuela estaba desierta. Debía encontrar ayuda, pronto, antes de que todo saliera horriblemente mal.

Solo esperaba que no fuese tarde.

****

Llegó al gimnasio después de recibir un mensaje de Erika diciéndole que estaba en la escuela y que necesitaba verla para hablar urgentemente. No le dio ubicación alguna, pero Olga fue a dar al gimnasio al escuchar ruidos de ese lugar y ver las luces encendidas. Sin embargo, una vez dentro, se dio cuenta de que se había equivocado, Erika no estaba ahí y no había ni un alma en el lugar. Encogió los hombros y se dirigía a la salida para así poder buscar a la rubia en otras partes de la escuela cuando se percató de que estaba atorada. Qué demo… pensó fugazmente y la aparición de Esteban Ordóñez en el lugar que se suponía estaba vacío se le hizo demasiado sospechosa.

                —Hola Olga—dijo el capitán del equipo de fútbol con una sonrisa demasiado satisfecha

                —¿Qué quieres? ¿Sabes por qué la puerta está atorada? ¿Qué está pasado?—cuestionó ella irritada, detestaba tanto a ese tipo y su sola presencia le hacía sentirse enferma.

Él simplemente marcó más su sonrisita y el resto del equipo apareció lentamente acercándose a ella. Olga entrecerró los ojos y enarcó una ceja, algo le dijo que las cosas estaban poniéndose mal. Lo estuvieron cuando uno de los malditos trató de ponerle una mano encima y ella lo repelió con un buen golpe en la entrepierna.

                —Querida, será mejor que no hagas eso, somos más que tu y te superamos en fuerza.

Ella lo miró como escoria y para nada asustada le replicó mientras cruzaba los brazos.

                —No me esperaba nada más cobarde y patético de un tipo que prefiere usar la fuerza bruta en contra de una chica para conseguir algo que no logra con sus propias habilidades… oh espera… es que no puedes… ¿Cierto? Qué poco hombre eres.

Esteban torció la boca, la chica se había metido con su orgullo masculino, y ella lo sabía muy bien, sonrió satisfecha a pesar de estar encerrada y “atrapada” con más de 6 tipos en un lugar de la escuela en donde nadie escucharía. Pero Olga no era una víctima, nunca lo sería, aún si lograran someterla lo suficiente para lograr sus “objetivos”, ella jamás se sentiría una víctima.

El problema era que había otra persona que sí lo pensaba así.

Cinthya había marcado el único número que tenía en su agenda, el de Marina, para pedir ayuda y si bien, la chica le había dicho que no hiciera nada, que ella llegaría con alguien para que les auxiliara, la realidad era que no podía estar ahí, escondida, viendo como unos malditos bastardos abusaban de la persona que más amaba. No podía y no lo haría.

Los amigotes de Esteban sujetaron a Olga de los brazos y con la desesperación carcomiéndole el pecho, Cinthya olvidó todos sus miedos y se lanzó al voladero. Salió de su escondite con ímpetu y habló con su dulce y delicado tono de voz, como si se tratara de un pequeño niño entregándose a una banda de secuestradores vende-órganos pedófilos.

Olga la vio, Esteban la vio, todos la vieron y ella simplemente suspiró.

                —No… por… por favor… no…—suplicó con su linda voz.

El capitán enarcó una ceja y se quedó mirando fijamente a la pequeña recién llegada. La mudita Cinthya, la chica de quince años con cabello color naranja y piel como las muñecas de porcelana, tan pulcra, tan linda, tan pura… tan fácil de corromper.

                —Interesante—acarició su barbilla—¿Qué les parece chicos? Creo que nuestra diversión acaba de aumentar.

Entonces fue a Olga a quien se le abrieron los ojos de horror. No, Cinthya no, todos menos ella, se decía constantemente. Esa bolita de bastardos bien podía hacerle cualquier cosa a ella y no le pasaría nada, estaba segura que no les concedería ni una sola lágrima. Pero Cinthya no lo soportaría, no ella, no una chica demasiado pura, no ella y punto.

                —¡Ni siquiera se les ocurra malditos imbéciles!—trató de zafarse del brazo de uno de sus captores y los otros la ignoraron acercándose a Cinthya.

Ella temblaba pero no se alejó, Esteban acarició su cabello y lo olió con cierta lascivia en la mirada mientras los demás poco a poco tocaban partes de su piel, sus brazos, su rostro y, finalmente, sus piernas. Olga seguía gritándoles y luchando contra quien la sujetaba mientras poco a poco su voz se llenaba de desesperación, haciendo desaparecer por completo la osadía y el sarcasmo, haría lo que fuera por evitarlo, lo que fuera, incluso ponerse en su lugar con tal de que a ella la dejaran en paz.

Lo ofreció.

                —¡Por favor! ¡No! ¡Háganme lo que quieran a mí, pero ella no! ¡Se los imploro!—se sentía humillada con la sola idea de suplicarles a ellos, pero era capaz de eso y más con tal de salvar a Cinthya.

Sin embargo ni sus gritos y ofertas los detenían. Cinthya lloraba pero no decía nada, su pecho temblaba mientras las manos asquerosas y desconocidas se paseaban por su cuerpo, quitándole cada prenda. La amaba, era capaz de cualquier cosa y ahora lo estaba probando, ella bien podría sacrificarse con tal de que nadie le tocara ni un solo pelo a Olga, no a su Olga, no a la única persona que le había mostrado una sonrisa cargada de brillo, no a la chica que amaba con todo su corazón. En la vida y en los juegos siempre hay quienes se sacrifican, en este tablero de ajedrez retorcido, la torre blanca había estado en peligro de caer y para evitarlo, el peón, un simple peón insignificante y cualquiera había decidido sacrificarse.

Afortunadamente, la jugada fue interrumpida a tiempo.

La puerta del gimnasio fue empujada de una patada desde afuera y quien ingresó fue el director Sánchez con una cara de pocos amigos y exigiendo saber qué demonios estaba ocurriendo. Detrás de él y con rostro bañado en angustia, Marina o mejor dicho, Noah.

                —¡Me pueden explicar qué es lo que ocurre aquí!

Esteban y los demás se alejaron de Cinthya al momento, el tipo que sujetaba a Olga la liberó y ella se lanzó instantáneamente al lado de la chica de cabello naranja, quien no paraba de temblar y después de varios minutos no pudo evitar llorar desconsoladamente. Olga la abrazó también llorando con ella, había estado demasiado cerca, lo suficiente como para marcarla de por vida. Oh Cinthya, ¿Por qué? ¿Por qué hacer algo así por mí? Pensaba mientras trataba de consolarla y el director de la Academia Noberón profería una serie de regaños realmente fuerte a todo el equipo de Fútbol, asegurando que su vida académica y deportiva estaba acabada, definitivamente esto merecía una expulsión inmediata sino es que incluso una reclusión en una correccional. El capitán solo había fruncido los labios mientras pensaba en la maquinadora de este plan que había salido mal y sabía que si él hablaba, ella estaría acabada. Pero decidió callar por el momento, ya encontraría un modo de vengarse de esa zorra.

Noah veía la escena de Olga y Cinthya con un cuchillo partiéndole el corazón, había ocurrido precisamente lo que temía, que la menor hiciera un sacrificio por Olga. La miró llorar sin control y las manos temblándole y sin importarle lo que pudiera pasar, se acercó a ella para preguntar cómo se encontraba.

                —Cinthya… Cinthya… vine lo más rápido que pude… ¿Qué pasó? ¿Qué hiciste?—se cubrió el rostro con las manos—Todo es mi culpa, todo es mi maldita culpa, si tan solo yo… yo…

Olga miró a Marina confundida. ¿Por qué Noah sabía de esta situación? ¿Acaso Cinthya le había pedido ayuda? ¿Cómo había logrado llegar tan rápido? ¿Y por qué se culpaba? Analizó los hechos lo suficientemente rápido como para llegar a una conclusión.

Una equivocada conclusión.

                —¿Acaso… acaso tú lo planeaste?—cuestionó la morena sin soltar a la menor.

Él abrió los ojos sorprendido y al instante lo negó.

                —¡Claro que no! ¡Cómo se te ocurre! ¡Simplemente Cinthya me llamó pidiéndome ayuda y entonces supe que se trataba de ti y la trampa que Erika y Esteban te habían puesto!

Se quedó muda cuando lo escuchó, casi de piedra, todo había sido una trampa de Erika y Esteban. ¡Claro! Por eso le había mandado ese mensaje, era un auténtica estúpida, cómo podía haber amado a alguien que planeaba cosas así. Sin embargo, su turbación se vio interrumpida por otro pensamiento. ¿Cómo es que tú sabías de esa trampa?

                —¿Por qué lo sabes?

Él agachó la cabeza y las lágrimas se asomaron por sus ojos, pero Noah no tenía derecho a llorar, no lo tenía, no en ese momento y admitió la horrible verdad que acabaría con todo.

                —Porque yo los escuché planearlo.

Fue Cinthya quien entonces la miró, a Marina, con una emoción indescriptible en la mirada. Olga simplemente comprendió lo que pasaba, Noah había decidido que su castigo por lo de Vania fuera ese, una “cucharada” de su propia medicina. El problema era que Vania no era una inocente ni santa palomita y que la persona afectada al final no había sido ella.

                —¿Lo… lo… lo sabías?—preguntó con dificultad Cinthya y la decepción sonó en sus palabras—¿Y… y… y no… no le previniste?

                —No… escucha… no es cómo crees… es… lo que…

                —Responde Noah—cuestionó Olga con firmeza—¿Eras consciente de lo que iba a ocurrir?

Ya ni siquiera se molestó en sorprenderse por el hecho de que Olga supiera que él era Marina, no lo pensó en ese momento, simplemente no podía quitarse de la cabeza los ojos de Cinthya.

                —Lo sabía—respondió en un susurro y queriendo explicarse, pero ya no pudo.

Todo explotó, Cinthya se lanzó molesta encima de Marina para darle una buena bofetada mientras lloraba con más fuerza. Le había confiado sus secretos a esta chica, se había vuelto una de sus mejores amigas, habían jurado que juntas protegerían a Olga de los monstruos y ahora, ella le había fallado. ¿Por qué? ¿Por qué? Olga tranquilizó a la chica y miró a Noah sintiéndose en parte responsable, pero también molesta, él había seguido con la venganza, a pesar de sus advertencias, a pesar de sus pistas, a pesar de la oportunidad que le había dado para investigar todo como debía ser.

                —¿Es que acaso estás enfermo del cerebro? ¿Por qué hacerle algo así a Cinthya?

                —No… no… es que si tan solo me dejaran explicarme… yo… se suponía que no sería así… se suponía…

                —Se suponía que sería yo la única afectada y todo por Vania. ¿Es en serio? ¿Por Vania? ¿Tu vida gira en torno a ella? Pues te lo diré rápido y sin piedad entonces. ¡Tu vida es una mentira Noah! ¡Tu Vania no existe! ¡Nadie abusó de ella esa noche! ¡Nadie! ¡Su carta y su propio suicidio son una farsa programada para vengarse de nosotros! ¡Nos odia! ¿Y sabes por qué? ¡Porque le dimos en donde más le duele! ¡Su maldito orgullo! ¡Eso es lo que estás persiguiendo Noah! ¡Cumplir la venganza de una maldita chica orgullosa y caprichosa!

                —¡Basta! ¡Basta!

Se tapó los oídos, cada palabra le calaba hasta lo más profundo. No quería escuchar, se negaba a creerle, no podía ser verdad. La culpa en su pecho, el dolor de Sergio, la agonía de Cinthya, la confusión de Diego y el rencor de Olga, no, nada podía estar así de mal, no había forma de que todo fuese una mentira. Moriría, moriría si todo era una farsa como ella decía y no, no podía ser verdad.

La morena simplemente negó con la cabeza decepcionada de Noah y se alejó con Cinthya en sus brazos, quien aún la miraba dolida. Noah sólo sostuvo su rostro entre sus manos y lloró sintiéndose la porquería más grande del mundo, siendo un mar de confusión, negándose a creer esas palabras, mientras Esteban Ordóñez era el único que había puesto atención a la escena.

Al parecer, acababa de hallar un asunto interesante después de todo.

****

A partir de ese día, el mutismo se apoderó de la escuela, principalmente de ese grupito. El Cuarteto seguía reuniéndose en el almuerzo todos los días, pero lo hacían de mala gana. Erika simplemente no entendía qué pasaba. Olga la ignoraba como si fuese la peste y se pasaba todo su día con Cinthya, nadie había difundido la noticia de lo ocurrido con Esteban, pero ella lo sabía porque su padre se lo había contado; Diego estaba pensativo y en ocasiones miraba a Marina frunciendo el ceño; Marina ahora llevaba la mirada baja y no cruzaba palabra con nadie, se sentaba con Lupita; y finalmente Sergio, quien había iniciado la ronda de agonía y tristeza, casi no comía y sus ojos hinchados y ojerosos que denotaban que quizá pasaba toda su tarde llorando como Magdalena mal pagada.

A la rubia líder del Cuarteto le fastidiaba la situación, el teatro poco a poco moría, todos habían notado como el grupo más influyente de la escuela también podía ser mortal, también sufría y lloraba, también era vulnerable. Ahora más que nunca. Y por ello, un par de días después, decidió acabar con ello.

                —Es necesario que recuperemos nuestra posición en esta escuela. ¿Qué demonios está pasándoles?

Diego enarcó una ceja en modo de burla, Olga ni la miró y Sergio simplemente suspiró.

                —Es lo que menos nos importa en estos momentos, si quieres puedes crear otro Cuarteto, estoy seguro de que habrá quienes sí estén dispuestos.

                —Mira Diego, simplemente no entiendo nada, yo no tengo la culpa de sus malditos problemas, así que arréglenlos y actúen su papel.

                —¡Cierra la maldita boca!—dijo de repente Sergio con tensión en las manos y Olga lo volteó a ver, todos en la cafetería lo hicieron, incluida Marina.

                —¿Qué dijiste?—Erika no creía lo que había escuchado—Te recuerdo que eres mi novio y tienes una reputación como tal.

El pelirrojo contuvo una risita amarga y Diego lo miró sin entender por qué había explotado, pero no negaba que le agradaba ver a Erika azorada.

                —Me vale una mierda mi maldita reputación. ¿Qué más da? De todos modos mi vida está acabada, así que sépanlo todos—levantó la voz—¡Esta zorra y yo no somos nada, nunca lo hemos sido, es más, a mí ni me van las mujeres! ¡Lo escucharon chicas! ¡Siento romper su corazón! ¡Pero su galán no existe! ¡No es más que…!

                —¡Cierra la boca!—exclamó la rubia contrariada, Sergio había perdido el juicio, quería golpearlo.

Olga simplemente reprimió una risita y Diego no se contuvo, miró a su mejor amigo con un gesto de orgullo, como lo está un hermano mayor de su pequeño hermanito. Pero también era plenamente consciente de que Sergio no había dicho todo esto por rencor o valentía, lo hacía porque ya nada le importaba, porque estaba tan desesperado ante su propia situación, que simplemente no le veía sentido a seguir en una farsa.

Noah por su parte miró en dirección a la morena, quien también lo vio y le indicó con la mirada que debían hablar. Lanzó un suspiro y asintió mientras se levantaba de su asiento, Olga hizo lo mismo y sin que nadie, ni siquiera Diego, lo notaran, ambas llegaron hasta uno de los salones que estaba vacío en ese momento.

Entraron, la morena poniendo seguro para evitar a chismosos y Noah sintiéndose nervioso. Olga conocía su secreto, necesitaba preguntarle cómo era que lo sabía, si se lo había dicho a alguien, si todo estaba perdido y principalmente, rogar perdón. Ahora que veía a Sergio, que había visto a Cinthya, solo en esos momentos había comprendido que se había cegado y ya era tarde.

                —Olga yo…

                —Primero que nada Noah, te haré una sencilla pregunta. Eres el responsable de ese video en La Cueva. ¿Cierto?

                —Sí, lo soy—debía enfrentar sus acciones, no temer, no bajar la mirada, ser valiente y maduro, afrontarlo con todas sus consecuencias.

Olga negó con la cabeza ante la afirmación y suspiró.

                —En verdad trato de entenderte, en serio, lo intento, pero simplemente no puedo. ¿Realmente nos creíste capaces de algo así contra Vania? Lo creería de Erika, pero curiosamente, ella ha sido la menos dañada en este momento. Yo creía fervientemente en la idea de que Vania te estaba utilizando, pero ahora ya no me importa darte oportunidades—lo miró a los ojos con firmeza—Quieres jugar sucio, vamos a jugar sucio. Este es mi ultimátum, te daré una semana para que le digas la verdad a Diego, de lo contrario yo lo haré. Y créeme, si yo lo hago, te juro por mi vida que me encargaré de que él nunca pueda perdonarte.

Noah abrió los ojos impactado. Nunca, la palabra sonaba imponente, cruda, directa, sin mediaciones. Diego no iba a perdonarlo, no lo haría, y ahora, él ya no tenía oportunidad alguna de redención, todo lo que había hecho se había vuelto en su contra y quizá era Diego el encargado de aplicar la condena.

                —Yo lo haré, se lo diré, no será necesario que intervengas.

                —Bien—Olga suavizó su gesto y volvió a suspirar por enésima vez.

                —¿Cómo está Cinthya?—preguntó el chico disfrazado de mujer.

                —Naturalmente todo su progreso se fue a la basura, nuevamente no habla, pero de ahí en fuera bien.

                —Dile que lo lamento, en verdad lo lamento.

                —Díselo tú—Oh Noah, tienes muchas personas a las cuales pedirles perdón, ojalá la vida no te haga sufrir lo equivalente, pensó antes de salirse de ese salón.

Pero el destino es un juego, un tablero, con piezas que se mueven, nada está escrito, nada puede ser definido y Noah no lo sabía, pero una vez que todo saliera a la luz, todo el daño que había hecho, se le retribuiría.

Y con creces.

Notas finales:

Así es, en un par de capítulos, Diego sabrá la verdad...

¿Por qué en un par? Se preguntarán, bueno... hay que echarle sal a la herida y antes de que Noah confiese, la mente de Diego y su confusión se aclarará (oh sí, muy trágico no creen, creo que debo ir a ayuda psiquiátrica, eso de hacer sufrir a los demás no está bien)

Espero que les haya gustado (concertaré mi cita con el psicólogo, es en serio ja) y nos vemos

Muchas gracias :D


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