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Más allá de los límites por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Good night!!! Lamento la hora, lo sé, lo sé, siempre prometo cosas.

Pero estoy aquí, con un capítulo que me gustó mucho, no es tan largo como suelen ser, pero la esencia me agradó. La reconciliación aún no termina chicos ;) ustedes saben a lo que me refieron, pero ya lo verán después, ahora espero que les guste y me regalen su opinión :)

Se los dejo....

 

Capítulo 18: Bajo el cielo color turquesa.

 

Se le hizo extraño que alguien como ella pidiera una consulta. Por lo general, quienes lo hacían eran chiquillas con la hormona alborotada que, a la hora del almuerzo, no paraban de incordiarlo con preguntas acerca de su estado civil o su tipo de chica. Si tan solo supieran, bromeaba en su cabeza cada vez que alguna jovencita le hacía esa clase de cuestionamientos e inconscientemente miraba en dirección a Sergio, quien seguía viéndose pálido y deprimido. Odiaba verlo así, tan apagado… ¿Qué había sido de esa brillante sonrisa? ¿De esos ojos encantadores y alegres? ¿De esa actitud tan natural y libre? Tan libre y a la vez prisionera. ¿Qué había sido de su Sergio?

                —Sé que no es normal que yo pida una consulta Doctor Oliveros—interrumpió la paciente sus recuerdos y a su mente volvieron sus cuestionamientos originales.

                —No hay problema Marina, te confieso que me es un poco extraño, pero yo estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.

La rubia tomó asiento con una actitud temerosa, como si estuviese a punto de revelar un gran secreto y necesitara valor. Lo iba a hacer, David no lo sabía, pero Noah había decidido seguir sus convicciones, reparar sus errores, intentarlo por lo menos. Le pediría y suplicaría perdón a Cinthya, trataría de enmendar el daño a Sergio. Quizá no podía hacer nada en su situación, pero tal vez sí podía devolverle a la única persona capaz de apoyarlo.

Levantó la mirada y lanzó un gran suspiro antes de hablar con completa convicción.

                —Antes que nada, le quiero confesar que no vengo por una consulta como tal—notó cómo cambiaba el gesto de David y la interrupción inminente. La detuvo antes de que saliera de sus labios—…Doctor Oliveros… yo… no soy una chica…

David entrejuntó las cejas sin comprender sus últimas palabras.

                —No entiendo… ¿De qué hablas?

                —Lo que oye… soy un chico disfrazado, mi nombre es Noah y lo que podría darle relevancia al hecho de que usted sepa mi nombre es porque debe conocer al responsable… fui… fui yo…

El psicólogo negó con la cabeza sintiéndose contrariado y confundido. ¿Qué trataba de decir Marina? ¿Por qué decía algo así?

                —¿Fuiste tú? ¿A qué te refieres?

                —Al video de Sergio, fui yo quien lo mandó, fui yo quien lo hizo, fui yo quien grabó todas esas escenas en La Cueva, fui yo y lo hice con la clara intención de destruir a Sergio, específicamente, la relación entre ustedes.

Sus ojos se abrieron impactados ante el hecho de saberse descubierto. Marina… o Noah… o como se hiciera llamar… sabía acerca de su relación con Sergio. Esto era grave, un alumno lo sabía, estaba en serios problemas. ¿Hasta qué grado estaba enterada de todo?

                —¿Cómo es que lo sabías?

                —Era mí deber saberlo—respondió Noah—. Saberlo todo sobre Sergio, sobre sus acciones, sobre lo que anhelaba, sobre lo que está sufriendo y sobre lo que ama… y usted es aquello. Mire… yo sé… yo sé que lo arruiné, pero tiene que saberlo, yo lo sé todo sobre Sergio, por eso le puedo asegurar que él lo ama, se lo juro.

El oji-gris esbozó una sonrisa de comprensión y tristeza antes de contrarrestar el comentario de su paciente.

                —No tienes porque abogar por él Marina, independientemente de tus acciones y el motivo, algo que simplemente no entiendo, no debes culparte, no eres responsable. Él fue quien mintió, tú solamente adelantaste lo inevitable y en cierto modo, al final nos ayudaste.

Noah se levantó impetuosamente de su asiento y golpeó con las manos el escritorio en señal de desesperación, David miró a la rubia sin comprender su ansiedad y a punto de sugerirle cierto calmante reconocido en el ámbito médico.

                —¡No puede hacer eso! ¡No puede! ¡No lo haga! ¡No abandone a Sergio así! ¿Acaso no ve cómo lo necesita? Si usted se deslinda… él no va a soportarlo. No le haga eso, se lo suplico, crea mis palabras, Sergio lo ama. Yo lo vi, yo estuve ahí, cuando él era toda una revolución, un torbellino, un huracán incontrolable en busca de diversión. Él jamás había amado a nadie, usted es la única persona que representa todo lo bello, créame, crea en su amor, crea…

                —Quiero hacerlo Marina—interrumpió el doctor sobrecogido por las palabras de la chica-chico—En verdad anhelo tanto creerle, ¿pero cómo hacerlo? Él mintió, no fue honesto, yo no lo hubiese juzgado, él podía confiar en mí. ¿Por qué no lo hizo?

                —Tenía miedo… entiéndalo… Sergio creía que si le decía su pasado, lo perdería, sé lo que le digo, él me hizo jurar que no se lo diría y yo rompí esa promesa. Analícelo un poco doctor. ¿No cree que al rechazarlo de ese modo está comprobando sus miedos? Usted se entera de la verdad y de repente lo odia—Noah agachó la mirada como si recordara algo y habló en el aire—Sé lo que se siente… que la persona que más amas, te odie… te odie por tus propias acciones, por tus mentiras… sé cómo es ese dolor… por eso se lo suplico, tome en cuenta mis palabras.

David notó las lágrimas a punto de bañar los ojos de la rubia y su labor como psicólogo lo instó a preguntar lo que pasaba con ella. Detrás de sus palabras había tantas emociones, como si Marina o cualquiera que fuese su nombre, estuviese pasando por un dolor parecido. ¿Lo estaba haciendo?

                —¿Está todo bien?

Marina derramó una lágrima sin poderlo evitar y lo miró a los ojos.

                —Sólo prométame que lo va a pensar… por favor… déjeme creer que solucionaré un poco mis errores.

El castaño suspiró sonoramente, la rubia parecía desesperaba por una respuesta y él creyó que no perdería nada con decirle una mentirilla piadosa, algo que calmara sus emociones. Parecía que en cualquier momento se derrumbaría si le decía que simplemente, él no podía olvidar tan fácilmente la mentira.

                —De acuerdo, te prometo que lo pensaré.

Noah limpió sus lágrimas sintiendo una punzada de esperanza en su corazón y dio las gracias antes de salir de ese consultorio. David la observó irse preocupado. Esta chica o chico o lo que fuera en verdad estaba alterada, necesitaba relajarse o tarde o temprano, sus nervios traicionarían su salud. ¿Qué tan grave era lo que había hecho como para hablar de ese modo de sus errores? No lo entendía, así como tampoco tenía muy claro el motivo por el que abogaba por Sergio con tanta convicción.

Su teléfono sonó. ¿Y si tan solo lo consideras? Le cuestionó su mente, ¿Y si le dejas hablar? ¿Qué puedes perder? De todos modos aún lo amas. Negó con frenesí y contestó la llamada sin saber lo que le deparaba la misma.

                —Doctor Oliveros, hablo de la enfermería, soy Vicky.

El mencionado asintió y sonrió saludando a la mujer. El teléfono de la enfermería estaba conectado al suyo, de ese modo podía interconectar las citas y consultas con las visitas a la enfermería. Seguramente tenía una llamada y Vicky solo se la estaba pasando.

                —¿Una llamada Vicky?

                —Así es, es de un laboratorio, me dijeron que era urgente, pero recordé que estaba en consulta. ¿Quiere que se lo pase o le digo que espere?

Casi arroja el teléfono por la ventana. Miró su calendario colocado a la orilla del escritorio y comprendió la fecha. Dos semanas y un poco más habían pasado desde que Sergio y él se hicieron los análisis, el laboratorio debía llamar para informar que ya estaban los resultados. Debía atenderlo de inmediato.

                —Pásame la llamada Vicky y gracias.

La mujer dio una respuesta afirmativa y él volvió a suspirar antes de escuchar la voz del personal del laboratorio.

                —Señor Oliveros, ya tenemos los resultados de sus estudios, puede recogerlos hoy mismo.

El psicólogo dio las gracias e indicó que iría en ese preciso momento.

La puerta a su futuro les esperaba a él y a Sergio.

****

                —Pensé adecuado el hecho de que fueses la primera persona que lo viera. Perdóname—susurró tímidamente el pelinegro.

Estaban en la azotea de la escuela, de ese modo nadie les interrumpiría. Sergio no había asistido a clases ese día, Diego le había ordenado que no se presentara a menos que se sintiera con la capacidad de comer adecuadamente y no verse tan demacrado como lo hacía. El pelirrojo no había tenido más remedio que hacerle caso.

Por ello, ahora, Diego y Olga habían decidido almorzar lejos de todos en ese lugar, además, el chico de los ojos olivo ya tenía el video en sus manos y creyó justo que Olga lo viera antes que cualquiera. Claro estaba que, ni Diego ni Olga eran los únicos que estaban en ese lugar.

Pero eso era algo que no sabían.

La morena de baja estatura lanzó un gran suspiro después de ver la sucesión de imágenes que tenían como únicas protagonistas a Vania y a Erika. Diego tuvo miedo por las reacciones de su amiga, pero algo le decía que ella ya estaba al tanto de esa “relación”.

                —Está bien, ya no duele, estaba al tanto.

                —Tú las viste ese día de la fiesta de Vania. ¿Verdad?

                —Así es, fue cuando la venda se me cayó de los ojos. Oh Diego, yo era tan estúpida, en verdad creía que me amaba, estaba tan feliz cuando me creí correspondida y nada podría haber opacado mi felicidad, nada excepto…

                —…la verdad—completó Diego con voz monocorde y Olga asintió con una mirada vacía.

                —Sabes… aun con todo ello, con saber que todo era mentira y con lo que hizo hace poco, hay algo que agradezco de lo que hizo. El problema de cuando estás enamorado es que no ves más allá de lo que tienes frente a ti—sonrió vagamente y acarició con ternura un brazalete que Diego no había notado. Nunca lo había visto. ¿Quién se lo había dado? Tenía una vaga sospecha, una chica con cabellos anaranjados que todo el tiempo estaba a su lado desde lo ocurrido con la pandilla de Esteban Ordóñez. Sonrió internamente y dejó que siguiera hablando—Y lo mismo pasa cuando estás enojado amigo mío. Ve más allá de lo que tienes enfrente Diego, yo sé perfectamente que no odias a Noah, y sé también cuanto lo amas. No te ciegues, no seas orgulloso.

                —No lo entiendes…—trató de alegar el chico y ella no le dejó.

                —Claro que lo hago y por eso te lo digo. Tienes el derecho de estar enojado y no te estoy diciendo que olvides todo lo que pasó, solo te digo que no te cierres al futuro. Algún día lo lamentarás.

                —¿Lo crees?—susurró encogiendo los hombros y la chica se rio en su cara con suficiencia.

                —Estoy tan segura de ello como lo estoy por el hecho de que no sabes qué hacer con este video. Temes mostrárselo y romper su corazón, pero… ¿Acaso no es lo que te gustaría hacer? ¿Pagarle con la misma moneda? Apuesto a que todo tu enojo se disiparía con verlo derramar lágrimas de dolor al saber la verdad. ¿No es así?

El pelinegro negó frenéticamente. Claro que no, no quería eso. Estaba molesto, estaba endiabladamente furioso con él, pero de ahí a querer lastimarlo, de querer ver su dolor. Se lo imaginó, por un momento, sus ojos almendrados bañados en lágrimas, su alma partida en pedazos y él siendo el responsable. No… no quiero… no quiero verte sufrir… pensó sintiéndose afligido. ¿Cómo desear su desgracia? ¿Cómo? Si a pesar de todo lo amaba, quería tomarlo en sus brazos y verlo sonreír, besar sus labios, tocar su piel y hundirse en esa mirada para siempre.

                —No… no es así.

Olga pronunció más su sonrisa y palmeó su hombro con camaradería.

                —Lo sabía pequeño orgulloso, así que piénsalo.

Él la miró marcharse y decidió guardar la cámara con su “evidencia” en su mochila. No, no lo haría, por mucho que lograra demostrar que no era culpable de nada de lo que Noah le había acusado, aún así no le daría ese video, no iba a lastimarlo así, no cuando él había realizado todas sus acciones por esa maldita chica manipuladora. No dejaré que ella te haga daño, pensó y salió de ese lugar por la puerta que conducía al interior del colegio.

Pero la tercera persona que había estado ahí sonrió maliciosamente.

Qué interesante, pensó perversamente, ¿Qué será lo que tenga ese video?

A como diera lugar tenía que apoderarse de esa posibilidad. Adelante, si Marina Montero quería saber qué había ocurrido en la fiesta de Vania Ibáñez, tenía que conseguir modos y estrategias para destruir a Erika y al parecer, acababa de dar con una de ellas.

—Voy a darle un gran uso a ese video, Diego Oropeza—afirmó con convicción Esteban Ordóñez.

****

Estaba en su casa, específicamente, en su cocina. Sentado frente a la barra en un banco y mirando como si fuese algo realmente interesante su plato de cereal. Recargó su mejilla en su mano y con la otra libre comenzó a jugar con la cuchara haciéndola dar de vueltas. No tenía ni un ápice de hambre, ni un poco y en realidad moría de sueño, pero sabía que si Diego se daba una vuelta por esa casa y descubría que no había ingerido nada en todo el día, seguramente lo encerraría para siempre, como a las princesas en las torres. Pero tú no eres una princesa, siseó su consciencia. De acuerdo, no lo era, pero le había parecido una muy buena analogía. Diego siendo la bruja malvada que en realidad está preocupada por la salud de su cautiva, que verdaderamente era su mejor amiga. Bueno… amigo, porque él no era una chica, aunque a veces actuara como una.

Creo que no comer bien ya le estaba afectando el cerebro.

Estaba por tomar con seriedad el cubierto y comer del cereal cuando sonó el timbre. Oh perfecto, el destino no quiere que coma, de todos modos, voy a morir, sería un desperdicio, pensó sombríamente y se levantó de su asiento para atravesar la cocina, la sala de su hogar y llegar hasta la puerta. Vivir solo era un verdadero fastidio, en serio lo era, todo era demasiado grande para él solo, pero ya se había acostumbrado a ello. O por lo menos, lo había intentado.

Quitó el cerrojo de seguridad y abrió la puerta creyendo que se trataba del tarado de Diego con una cara seria y un “espero que ya hayas comido algo o te golpearé”. Pero casi se desmaya cuando se dio cuenta que no era su tarado mejor amigo. No, se trataba de la persona que jamás hubiese creído ver en su casa.

David Oliveros, la persona que amaba.

                —Da… David… yo… ¿Qué haces aquí?

El semblante del psicólogo era serio y tranquilo, como si trajera consigo algo muy importante y valioso. Sergio sacudió su cabeza y lo invitó a pasar, el mayor obedeció sin decir ni una sola palabra y la ansiedad poco a poco comenzó a apoderarse de su cuerpo. ¿Qué buscaba David ahí? Estaba nervioso, verlo después de casi un día sin hacerlo le recordó el motivo por el que no tenía energías para casi nada. Lo anhelaba tanto, hubiese querido lanzarse a sus brazos y sentir su calor. Le hacía tanta falta que David lo mirara como siempre lo hacía, como si él fuese algo en verdad valioso, especial, único. Porque sólo tú me haces sentir así.

                —Sergio… yo… estoy aquí porque…—suspiró con fuerza, no sabía cómo decir aquello con tanto y trató de ser sutil—Llamaron del laboratorio… tengo los resultados de nuestras pruebas.

La señal de alarma sustituyó toda emoción en su cuerpo. No… no por favor no… dime que no lo has visto… dime que no lo sabes aún…. No eso, no estaba listo para saber que había terminado, que estaba enfermo, que iba a morir de la peor forma en que un ser humano puede hacerlo, que David estaba condenado como él, que era positivo. No, no quería que estuviera ahí cuando lo supiera.

                —Oh… entiendo… yo…

                —Aún no lo he abierto, pensé que sería mejor que lo abriéramos juntos.

                —Bi… bien… toma asiento—indicó con un hilo de voz y lo condujo por la sala. David obedeció y obtuvo de su maletín los dos sobres blancos con el logotipo del laboratorio. Estaban bien sellados y su información era tan letal. Tenía miedo, tenía tanto miedo, sus piernas temblaban, su corazón quería salírsele del pecho y no sabía cómo mirarlo a los ojos.

David por su parte trataba de lucir sereno, trataba de darle confianza a Sergio, se veía tan pálido, tan delgado y frágil. No ha estado comiendo bien, se ve enfermo. A su mente vinieron las palabras de Marina en esa mañana. Sergio lo necesitaba, en verdad lo necesitaba, el ambiente en su casa era tan sombrío, tan arisco, tan solitario, tan depresivo; ahora comprendía por qué el chico siempre estaba con él, el motivo por el que no quería volver a casa, todo en ese lugar lucía tan vacío. No podía dejarlo, no ahora, no cuando todo estaba punto de definirse. ¿Pero qué había del dolor?

Tomó el sobre de Sergio y se lo dio en sus manos. El pelirrojo lo tomó con nerviosismo y sólo se dedicó a verlo. Sus manos seguían temblando y David lo notó, estaba petrificado, aterrado, tembloroso y preocupado. No podía hacerlo, no iba a poder abrir ese sobre, era un estúpido por someterlo a tal prueba, quiso darse un golpe ahí mismo.

                —Tranquilízate, lo abriré yo. ¿De acuerdo?

                —Sí…

Alcanzó a asentir vagamente y miró en otra dirección. No quería ver el rostro de David cuando supiera que estaban acabados, que todo había terminado. Miró hacia la cocina y sus comenzaron a picarle en señal de llanto. Qué fácil era romper con algo tan delicado como el amor. Qué sencillo era cometer errores, qué simple era echar a perder la vida de otra persona con tus actos. Un acto tan común como el sexo, como el coger, como dejarte llevar, como hacer el amor, aunque éste fuese el menos simple de todos, un acto así era la diferencia entre la felicidad y la agonía.

Un simple condón, un maldito y jodido simple condón lo pudo haber evitado todo.

Escuchó como David abría el sobre, como desdoblaba los papeles y su ansiedad aumentó más y más. Apretó sus puños y cerró los ojos fuertemente preparándose para escuchar el veredicto, las malas noticias, el derrumbe. Listo para ver la mirada de David bañada en decepción y más que preparado para sentir como lo poco que le quedaba de corazón se le rompía en mil pedazos.

                —Sergio…—su voz le crispó el cuerpo y la tensión en sus puños fue mayor—…Sergio… es… es negativo… es negativo, estamos limpios.

Liberó sus puños y abrió los ojos sin creer lo que sus oídos habían escuchado. Lo miró con un gesto pasmado y David lucía tranquilo, aliviado en cierta parte, pero bien.

Y entonces todo el peso en sus hombros desapareció en forma de lágrimas.

Profirió un desgarrador sollozo y cubrió su rostro con sus manos sin poder frenar más su llanto. El psicólogo se alarmó ante tal reacción y todo lo demás le importó un bledo. Qué más daba que hubiese mentido, qué más daba que no fuese quien creía que era. Lo amaba tanto que le hubiese permitido que rompiera su corazón las veces que quisiera, no quería verlo así de destrozado, su Sergio debía sonreír, sus ojos no debían ser tan opacos, ni mucho menos debían llorar.

                —Oh mi amor—lo tomó en sus brazos y lo consoló anhelando que su llanto desapareciera. Sergio continuó llorando pero sintiendo la calidez de su cuerpo. Lo había abrazado, después de tanto tiempo sin él, ahora su cercanía le parecía el mejor de los remedios.

                —Tenía tanto miedo… tanto…—replicó aún en sus brazos y en llanto—Creí que había arruinado tu vida…

                —Oh por Dios Sergio, no hables como si todo girara en torno a mí.

                —Para mí es así, tú eres mi mundo.

David lo miró a la cara y limpió sus lágrimas con ternura.

                —Y tú eres el mío, también estaba preocupado por ti—acarició su mejilla y Sergio cerró sus ojos sintiendo la caricia.

                —Sé que te mentí, pero por favor créeme cuando te digo que te amo. No voy a disfrazar la verdad, al principio me acerqué a ti como un reto, es cierto, pero tú rompiste todas las barreras que yo me puse hace tantos años. Eras tan dulce conmigo, tan sobreprotector, tan cariñoso, que no pude evitarlo, me enamoré de ti.

                —Sergio…

                —No… escucha… te amo… eres la primera persona con la que hago el amor y fue un acto tan valioso para mi, que mancharlo con esta incertidumbre fue horrible. Sé que te dije muchas mentiras, pero puedo repararlo, ¿no sabes nada de mí? Yo te lo diré—sostuvo sus hombros con sus manos y lo miró a los ojos—Tengo 16 años, mi color favorito es el rojo, me encanta que me cabello sea de ese color, mi comida favorita es la pizza, odio los vegetales y soy intolerante a la lactosa, me gustan mucho los gatos y me aterran los perros, les tengo miedo desde que era un niño y una jauría de ellos me persiguió, mi película favorita es…

No siguió hablando, sus labios lo silenciaron, David no había podido soportarlo, todo en él era tan hermoso, diciendo esas palabras, jurando y suplicando. Él era precioso, era la persona más preciada de su corazón y realmente estaba de más todo orgullo. Quería sentirlo, tocar su piel, amarlo, olvidar todo lo pasado, estar a su lado siempre. El cielo estaba en su mirada, quería sumergirse en esa mirada, en ese cielo color turquesa.

Vivir bajo ese cielo color turquesa para siempre.

Sergio correspondió su beso sintiéndose feliz, amado, perdonado, lo tenía de vuelta, no lo perdería nunca más, iban a estar juntos así tuviese que enfrentarse al mundo entero, era lo que menos le importaba.

                —No hace falta que digas más—dijo interrumpiendo el beso.

                —Sí, sí hace falta. ¿Me crees? ¿Me perdonas?

                —No tengo nada que perdonar, te amo, eso nunca cambiará.

Se abrazaron nuevamente y Sergio entonces se permitió sonreír. Ya no estaría solo nunca más, la persona que más amaba le había perdonado, no podía pedir más. Era como si hubiese vuelto a nacer, tenía una oportunidad y esta vez haría las cosas correctamente. Su vida fue un caos en el pasado, pero ahora, viviría como debía ser, sin apariencias, sin mentiras, y siendo él, solo él.

Ahora David estaba a su lado y lo estaría siempre

Notas finales:

:3 aún no termina la reconciliación, como lo dije, pero quise dejar lo bonito aquí, espero que les haya gustado (Hey Sergio, yo también soy intolerante a la lactosa)

¿Qué piensan que hará Diego?

¿Qué planea Esteban?

Oh mi Noah, pobrecillo :''') pero todo se solucionará, ya lo verán :D

Quizá el próximo domingo no actualice (desgraciada bastarda!!) no, no, tranquilos, actualizaría el lunes en todo caso, solo sería un pequeño retraso, pero no es algo seguro, si actualizo el domingo, pues ignoren esta nota, sale. Ahora sí, nos vemos el próximo.

Los quiero y gracias ;)


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