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Más allá de los límites por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Me arrodillo suplicando su perdón por mi enorme tardanza, pero en verdad fue una semana cargada de estrés y con ella, unos días llenos de llanto.

La tesis devora mis entrañas lenta pero dolorosamente y por ello no tuve tiempo alguno de escribir. (Llora sin control mientras da de vueltas)

Así que les tengo buenas y malas noticias con respecto a ello.

La buena es que el capi de hoy, en compensación por mi tardanza, es hiperlargo, en serio nunca había escrito un capítulo tan largo. Espero que les guste, en este capítulo por fin sabremos toda la verdad. (En español, qué demonios fue lo que pasó en la fiesta de Vania), quiero decirles que la clave de todo está en el primer capítulo del fic, así es, Diego nos explica qué fue lo que pasó, pero no hay conflicto si no lo notaron, hoy lo sabrán. (Y así podrán odiar a Vania tanto como yo)

También está el esperado lemon de David y Sergio (Oh yeah!!!) y pues más errores enmedados por parte de mi Noah (el próximo capi será crítico para él)

Las malas noticias :S auch!! Bueno... no sé como decirles esto sin que me apaleén.... debido a lo crítico que está mi tesis y no queriendo fallarles como lo hice recientemente, he tomado la decisión de actualizar cada quince días (espera los golpes) sólo mientras termina la racha de la tesis (yo les avisaré cuando ande más alivianada, lo sabrán ;)

Así que nos veremos el domingo dentro de dos semanas (perdónenme en verdad, pero entiéndanme)

Juro que a la brevedad contestaré sus reviews por supuesto y muchas gracias por siempre apoyarme.

Nos vemos y gracias :D

Capítulo 19: Los peones peligrosos.

 

Peinaba con delicadeza su cabello anaranjado hasta formar una trenza de espiga, como solían llamarla popularmente. Cinthya tenía un cabello muy largo y bien cuidado, lo suficiente para que ese tipo de peinado le quedara perfectamente. Olga había tomado la costumbre de hacer ese tipo de cosas desde que empezó a cuidar de la pequeña y callada muchacha. La mencionada simplemente se sonrojaba, pero seguía sin decir ni una sola palabra, a pesar de las terapias con David Oliveros. Miraba todo el tiempo a la nada y en esos ojos se leía una profunda tristeza. Ojalá pudiera animarla un poco, pensaba fugazmente la morena, sintiéndose responsable de su estado. A esta situación era a lo que se refería Olga cuando había dicho que el amor te ciega y no te permite notar lo que hay a tu alrededor. ¿Cuántos años llevaba haciéndole daño a esta chica inconscientemente? Su amor por Erika había obnubilado su capacidad de notar a Cinthya y su mirada cargada de dulzura, solo para ella y nadie más.

Y ahora ésta ya no estaba y aquello le mataba aunque no supiera el motivo.

Estaban en el salón de química, las clases no habían comenzado y en ocasiones el lugar estaba vacío para disfrute de los alumnos. Olga había comenzado con la maña de peinar su cabello para ver si de ese modo, ella volvía a sonreír, pero no lo había logrado.

Un suave toque interrumpió por un momento su actividad  y ni siquiera con eso, Cinthya volvió en sí. Olga dijo un “adelante” y la puerta se abrió mostrando a un tímido (y disfrazado) Noah. Sus ojos se veían rojos y por un instante, Olga sintió pena por él. Debe estar sufriendo demasiado la indiferencia de Diego, sí, era verdad que él se lo había buscado, pero incluso estaba empezando a perder peso y eso, por donde lo vieras era preocupante. Ella recordaba a Noah Pereira como un chico enfermizo, malpasarse de esa forma solo traería como consecuencia una grave recaída médica, estaba segura de ello.

                —¿Puedo… puedo hablar con Cinthya… a solas?

Olga enarcó una ceja ante esa petición y miró a la aludida. Por primera vez hubo una reacción en su rostro, se veía sorprendida también, pero trataba de disimularlo y entonces la morena comprendió que debía hacer caso a esa petición.

                —De acuerdo, pero sólo si ella en verdad desea hacerlo—miró a la aludida, que fingía no notar nada y después de varios minutos, simplemente asintió. Olga sonrió y se despidió para después salir por la puerta.

Una vez a solas, Noah tomó asiento al lado de la peli naranja y la miró intensamente.

                —Yo sé que no me lo merezco, que me aproveché de tus buenas intenciones y que te mentí de muchas formas Cinthya, pero lo único que te puedo asegurar con mi alma es que nunca quise que salieras lastimada.

La mirada de la menor fue cargada de enojo, pero trató de disimularlo y Noah comprendió qué era lo que trataba de cuestionar.

                —Y lo de Olga, en verdad pensé que ese par de malditos no había concluido nada, me confié, creí que ya no era necesaria mi intervención, pero nunca hubiese permitido que le hicieran algo así.

Cinthya dudó, en sus ojos se leyó el miedo y la angustia mientras sus manos comenzaban a temblar sin parar. Solo se relajó cuando suspiró un poco y entonces, con voz suave, casi un susurro, Cinthya cuestionó:

                —¿Lo… lo… dices… en serio?

Noah se arrodilló y tomó una de sus manos entre las suyas para después besar el dorso y demostrar su arrepentimiento.

                —Claro que sí, en verdad te considero una amiga valiosa y me duele haberte arrastrado en este abismo de venganza y resentimiento al que, poco a poco empiezo a perderle el sentido. Tú eres tan valiosa e importante para mí, te quiero, nunca hubiese deseado dañarte. Tuve tanto miedo por ti cuando me llamaste. Voy a enmendarlo, en verdad me estoy esforzando para reparar cada uno de los errores que cometí—volvió a mirarla a los ojos con todo el arrepentimiento que sentía y Cinthya correspondió esa mirada—¿Podrías perdonarme? Por favor, te lo ruego.

La aludida acarició la cabeza “rubia” de Marina y asintió solo para lanzarse a sus brazos con unas cuantas lágrimas. Noah correspondió el abrazo consolando a la pequeña. ¿En verdad qué clase de ser ruin le hacía daño a una creatura tan inocente como lo era ella? Sólo él, él y nadie más

                —Promete… promete que… que me contarás… todo—condicionó después del abrazo y Noah sonrió.

                —Así lo haré, sólo si tú prometes que volverás a sonreír y a poner empeño en las terapias. ¿De acuerdo?

Cinthya se permitió sonreír y asintió. Sólo entonces, Noah quiso creer que poco a poco, todo mejoraría.

Y era verdad, todo estaba punto de cambiar en sus vidas.

****

                —Háblame de Marina—pidió el mayor mientras bebía de su vaso de refresco.

Habían decidido hacer un picnic en casa de David, su departamento tenía acceso a la azotea del edificio y era toda suya, como parte de un bono extra que tuvo que pagar el castaño a la hora de adquirir la propiedad. Pero lo había valido, siempre que tenía tiempo y se sentía nostálgico, David subía y observaba con deleite el atardecer, pues a pesar de haber un sinfín de edificios rodeando la ciudad, a lo lejos se podía ver el campo y cuando el sol colindaba con esas construcciones rocosas naturales, los cerros y los montes, era todo un espectáculo digno de cualquiera que amara la belleza natural de las cosas.

Así que ese día, después de las clases y luego de un par de días cargados de sonrisas cómplices en la cafetería y visitas fugaces al consultorio, Sergio y David por fin se habían podido ver y pasar un rato juntos. Planearon un picnic, con velas, comida y un poco de alcohol, muy poco en realidad, porque David Oliveros seguía siendo jodidamente sobreprotector a pesar de saber que el pelirrojo no era una criatura inocente. Hay hábitos que no cambian, y en realidad, a Sergio le encantaba que fuese así.

En ese momento estaban sentados en el suelo, sobre un mantel que habían colocado como alfombra y comiendo. David abrazaba por detrás a Sergio y le compartía comida mientras el mencionado se aferraba a sus manos. El psicólogo se había quedado intrigado por la visita de Marina Montero y sus “confesiones”, por ello había querido saber y qué mejor fuente que Sergio, el “dañado” por Marina.

                —¿Qué es lo que quieres saber de ella?—preguntó sin entender el pelirrojo. ¿Por qué de repente mencionaba a Marina? ¿Y qué era lo que sabía?

                —Es una de las cosas que no te he contado, pero parte de las razones por las que decidí darnos una segunda oportunidad es el hecho de que Marina fue a mi oficina a abogar por ti.

Sergio brincó en su lugar y se separó un poco para poder verlo sin creer lo que escuchaba.

                —¿En serio? No puedo creerlo, ¿Noah hizo algo así?

David sonrió enarcando una ceja, entonces Sergio sí se conocía esa extraña historia.

                —Lo hizo, Marina o Noah mejor dicho, me confesó que fue él quien mandó tu video y casi me rogó que volviera contigo. Mencionó algo de enmendar sus errores y saber lo que se siente que la persona que amas te odie. ¿Tú sabes por qué ese chico hizo algo así como disfrazarse y lo de tu video?

El menor suspiró siendo consciente de las acciones de Noah, aún le sorprendía que hubiese hecho eso, abogar por él e incluso confesarle la verdad. Entrelazó sus manos con las suyas y le contó todo. El Cuarteto y su farsa, Vania Ibáñez y su carta junto a su intento de suicidio, Noah y su venganza, la confusión de Diego y el regreso de la castaña causante de todo. Diego y su rencor, Noah y su dolor. Apretó su agarre en las manos y sintió tristeza. Claro que comprendía a Noah, claro que lo hacía, si él mismo lo había vivido en carne propia, debía ser demasiado que Diego le ignorara y además, que le odiara. O al menos que asegurara hacerlo.

                —Y esa es la historia condensada.

                —Ya veo, ese muchacho en verdad necesita solucionar todo y tranquilizarse. Está casi tanto o más deprimido de lo que tú estabas, apuesto que no está comiendo bien como tú lo hacías y se la pasa llorando, por eso es lo de los ojos rojos. Sin mencionar que…

                —¿Me espiabas?—indagó con coquetería el pelirrojo y David entrecerró los ojos.

                —No era propiamente espiar si lo analizamos. Estaba preocupado por ti y apuesto a que tu amigo Diego también lo está por ese chico. No podemos odiar con tanta intensidad a alguien a quien amamos tanto y más cuando esa persona rompió tu corazón. Lleva su tiempo.

Sergio entristeció el rostro cuando escuchó aquello y no pudo evitar decir lo que tenía en su mente.

                —Perdóname, perdóname de nuevo.

David sonrió y sostuvo su barbilla con sus dedos mientras le daba un beso fugaz.

                —No es necesario que lo digas de nuevo, ya todo está atrás. Te amo.

                —Y yo a ti, en verdad no tienes ni idea.

                —Muéstramelo—susurró con voz ronca de repente y Sergio se sonrojó ante lo sugerente que sonaba, pero no se reprimió.

Girando su cuerpo hasta quedar frente a él, con las piernas entrelazadas, el pelirrojo besó sus labios mientras acariciaba con sus manos su rostro, su cuello, su cabello; David dejó que Sergio hiciera todo el trabajo correspondiendo su beso solo por sentir cada uno de sus movimientos, su ternura implícita, el hecho de que aún con toda esa “experiencia” para él, su Sergio siempre sería puro e inocente. Adorable, adorable en verdad y dulce, tentador y lleno de encanto, tan precioso.

No pudo frenarse por mucho tiempo.

Recostó a Sergio colocándose encima de él e intensificando su beso al meter su lengua, fundiéndola con la suya. Sergio sonrió en el beso y se separó solo para mirarlo con completa coquetería, era la cualidad de Sergio Carrión, esa ligereza, esa vitalidad para hacerlo todo y burlarse. Era verdad, el chico había sido un promiscuo en el pasado, pero ahora le amaba sinceramente y sólo con él quería demostrar ese lado perverso. Después de todo, luego de que pasara lo ocurrido con las pruebas y exámenes médicos, David y Sergio no habían vuelto a estar juntos.

                —No pensé que llegara el día en que te me vendrías encima—bromeó Sergio y David continuó besando su cuello mientras contestaba.

                —Bueno, algún día iba a pasar, me tentaste desde el primer día y en verdad quiero hacerte el amor, ha pasado mucho desde la última vez.

Enrojeció ante tal comentario y levantando sus piernas hasta rodear con ellas el cuerpo del mayor, asintió.

                —Bien, pero esta vez será un poco diferente. Quiero participar, también quiero hacerte el amor.

La sonrisa que adornó su rostro casi lo marea y antes de que algo más pasara, Sergio buscó en los bolsillos de su pantalón hasta dar con el pequeño paquetito cuadrado. Se besaron nuevamente mientras los dedos torpes trataban de abrir el condón, ambos había aprendido una dolorosa lección con el pasar del tiempo. David besaba su cuello y de ahí viajaba a su pecho mientras le quitaba la playera. Con el pasar de los minutos, ya estaba desnudo, cosa que le pareció muy injusta, considerando que David aún tenía toda su ropa intacta.

Como si leyera su mente, David comenzó a desabrochar su camisa sin dejar de besar sus labios, su frente, el lóbulo de su oreja. Sergio contribuyó a la desaparición de su ropa y varios minutos después, ambos ya se encontraban completamente expuestos. Besó su cuello mientras acariciaba con la punta de sus dedos su piel, amaba la piel de ese chico, de ese menor de edad tan seductor. Sus manos recorrieron su cintura, su pecho y volaron a su cabello, la melena rojiza que le parecía tan encantadora como él. Era verdad que en la primera vez que ellos habían hecho el amor él no había reparado en cada una de las cualidades de Sergio que lo volvían tan tentador, tan delicioso. En ese momento solo había querido demostrarle su amor en cada caricia y ahora también quería hacerlo, pero moría de ganas de hacerlo suyo, que sintiera placer, que lo hicieran juntos.

El sexo también es amor, dicen muchos, quería demostrarlo.

El protagonista de esos pensamientos también quería que fuese diferente. La primera vez David había hecho todo el trabajo y él solo se había limitado a sentir, quería que esta vez David también disfrutara y estaba empeñado en lograrlo. Para ello tuvo que detener los besos apasionados que le daba el otro y comenzar a trabajar. Se arrodillo frente a él y comenzó a besar su cuello con intensidad, dejando uno que otro chupetón que de seguro David tendría que ocultar muy bien con la bata de psicólogo. No me puede importar menos, así ese club de fans sabrá que es mío, se dijo cínicamente y continuó en su labor, bajando desde su pecho, a su abdomen hasta llegar a su objetivo.

                —Sergio espera…—trató de detenerlo el mayor, no se suponía que fuese así, él debía ser quien le diera placer no todo lo contrario. Pero cuando quiso detenerlo ya era tarde, Sergio ya se había metido todo su miembro en la boca y había comenzado el vaivén.

Describir las sensaciones que recorrieron su cuerpo en ese momento era demasiado complicado. Era bueno, el pequeño muchacho era bueno en lo que hacía y lo que era peor, la visión de esa cabellera rojiza moviéndose al compás de su boca era demasiado excitante. No pudo soportarlo y justo cuando creía que iba a venirse en su boca, lo detuvo y volvió a acostarse encima de él mientras silenciaba sus reclamos.

                —Oye…—hizo un puchero demasiado sugerente y David se relamió sus labios antes de besarlo con un deseo desenfrenado.

Si no se apresuraban iba a terminar tomándolo sin prepararlo y no quería lastimarlo, así que mientras lo besaba y Sergio se acababa en caricias, preludio a ponerle el condón, David lamió sus dedos y comenzó a introducir uno por uno para que todo estuviera bien. El pelirrojo exclamaba pequeños gemiditos en cada intromisión y aquello volvía loco al psicólogo. Sin poderse frenar más y con la autorización de Sergio, quien estaba rojo de la excitación, introdujo despacio su pene y la sensación en el cuerpo de Sergio le hizo exclamar un gemido agudo de puro placer. Hacer el amor era hermoso, pero tener sexo con la persona que amas, era sin duda demasiado placentero, esa confianza, esa idea de coquetería y diversión y saber que las emociones están ahí, que todo es real, todo es sincero y no por ello deja de ser divertido.

Comenzaron las envestidas y la boca de Sergio no paró de proferir suspiros, gemidos, toda clase de sonidos deliciosos que David amaba y le orillaban a envestir con más fuerza. Una y otra vez entraba en él haciéndolo alcanzar el éxtasis y al mismo tiempo alcanzándolo él mismo. Se corrió y a los pocos segundos Sergio hizo lo mismo no sin antes proferir un buen gemido señal de satisfacción. Sofocados y cansados, se besaron con lentitud, saboreando cada segundo y abrazándose con ternura. Se amaban, se amaban tanto y todo lo ocurrido, la incertidumbre, las dudas, el llanto, el miedo; todo… simplemente había servido para que su amor creciera más y más.

Que se reforzara a cada adversidad.

****

Estaba en la cafetería que se encuentra frente a la escuela. El lugar siempre era punto de reunión para los estudiantes que salían de la Academia Noberón y buscaban relajarse, echar novio o, como ella, resolver conflictos. Erika esperaba con impaciencia mientras miraba el fondo de pantalla de su celular y balanceaba su pierna de un lado a otro. Iba a golpearlo desenfrenadamente si no se aparecía en un par de minutos más, no pensaba soportar tanto tiempo ahí sentada como estúpida, o al menos eso se decía.

Aún no entendía muy bien para qué Esteban la había citado en ese café y de qué quería hablar exactamente. Pensaba que todo había quedado muy claro, ella no iba a rebajarse por nada del mundo a confesar que había sido su cómplice en el asunto de Olga y Cinthya. No comprendía aún muy bien qué era lo que había salido mal, pero definitivamente Esteban se hundiría solo en eso, tenía una imagen y reputación que cuidar, eso sin contar que estaría en graves problemas si su padre descubría aquello.

Y Esteban era consciente de ello, la misma Erika le había restregado en la cara el hecho de no tener una sola prueba que la incriminara. Le había dicho “Es tu palabra contra la mía, y sabes de sobra que yo ganaré”. Muy bien, eso ya lo veremos zorra, se dijo al entrar en la cafetería en la que la había citado. Ya iba preparado perfectamente para hacer sus movimientos, los peones en el tablero de ajedrez no deben ser ignorados, son sumamente peligrosos si se lo proponen.

Pero eso era algo que Erika nunca consideró tomar en cuenta.

                —Ya llegué preciosa—saludó el chico una risa muy bien fingida.

                —Ya era hora. ¿Qué quieres?

                —Hacer las paces contigo claro está—ella enarcó una ceja y siguió con astucia—no creo conveniente que nos distanciemos Erika querida y más ahora que Vania volvió a la escuela.

                —¿Y eso qué tiene que ver? Mis dudas con Vania ya fueron resueltas, así que en esencia ya no te necesito.

Esteban contuvo el impulso de golpear la mesa con el puño y en cambio sonrió astutamente, como si él supiera algo que ella no.

                —¿De verdad lo crees? Yo no estaría tan seguro preciosa, aún no sabes bien la forma de acabar con ese pequeño de Noah Pereira.

                —Vania se encargará de eso, Noah está dentro de su campo de jurisdicción, no comprendo muy bien, pero al parecer son amigos por alguna razón y ella puede controlarlo.

                —Lo dudo Erika, Noah mueve sus piezas sin que ella se percate de ello, yo sé lo que te digo. Además, no debes olvidar a Marina, no creo que Vania tenga poder alguno sobre ella.

Ella lo miró intrigada y con el ceño fruncido. Oh sí, había generado la curiosidad y ahora quería respuestas. Oh querida Erika si tan solo supieras que tienes a tu enemigo aún más cerca de lo que crees.

                —Muy bien, lo admito, ¿qué es lo que quieres a cambio de tu información?

Bien hecho, mordiste el anzuelo, reprimió una carcajada de satisfacción.

                —Solo quiero saberlo todo, exactamente lo que ocurrió en la fiesta de Vania. ¿De verdad alguien abusó de ella?

La rubia se rio sonoramente provocando que más de la mitad de la cafetería la mirara con rareza. Esteban interpretó este gesto como una buena señal y sonrió discretamente, casi como lo hace el gato de Cheshire en Alicia en el país de las maravillas.

                —Claro que no, nadie hizo algo como eso, es más, yo te puedo asegurar que Vania esa noche la pasó muy bien… bueno…—hizo una mueca burlona—…exceptuando algunas cosas.

                —¿Me lo dirás entonces? Solo de esa forma puedo ayudarte.

Ella encogió los hombros y no le dio la menor importancia. Total, se trataba de Esteban, un miserable al cual nadie le creería si llegaba a abrir la boca. Él estaba acabado, su poder ya no existía y por lo tanto, no representaba peligro alguno, podía contarle todo con lujo de detalles sin tener riesgo alguno.

Qué equivocada estaba.

****

La fiesta ya llevaba mucho rato, siempre empezaban antes las fiestas del Cuarteto porque la mayoría de los invitados no tenía nada que hacer con sus vidas y llegaban antes de lo previsto. Erika era siempre la anfitriona, le gustaba que todos en la escuela conocieran la grandeza de su hogar y lo sencillo que era divertirse en ese lugar.

Todo el equipo de fútbol ya estaba ahí, el capitán, Esteban Ordóñez se besuqueaba con una chica que seguramente no pasaría de ser una de sus ligues en su cama, Olga, Diego y Sergio también estaban en la fiesta. Olga de mal humor al tener que aceptar a Vania dentro del Cuarteto, algo le daba mala espina de esa chica; Diego y Sergio jugaban botella con el resto de los invitados, o al menos Sergio lo hacía, Diego simplemente miraba con indiferencia, nunca le habían gustado las fiestas de Erika, todo se volvía un caos con tendencia a orgía. Afortunadamente él siempre lograba salir ileso de aquellos “encuentros” y recientemente estaba con Sergio, aunque no se sintiera muy seguro de ello.

Y el pelirrojo lo sabía, porque hacía lo posible por evitar el tema, le incomodaba pensar que Diego empezara a quererle y él solo sintiera amistad. Por ello jugaba a la botella y se besuqueaba con medio mundo en ese juego, solo para probar si a Diego le molestaba. De ser así, estaban en graves aprietos.

La invitada principal llegó. Vania había rizado su cabello, maquillado un poco más de lo usual y usaba un precioso vestido que si bien, no era corto exageradamente, tampoco era muy largo como para dejar todo a la imaginación. La verdad era que se veía preciosa y era clara la intención por la que se había vestido así, estaba empeñada más que nunca en lograr esa noche su mayor objetivo al intentar ser miembro del Cuarteto.

Y Erika era plenamente consciente de ello, pero al verla no pudo evitar desearla para sí.

                —Bienvenida Vania querida.

                —Ya estoy aquí… ¿Y bien? ¿Cómo va todo?

                —Bien, bien, ahí está, solitario y amargado como siempre. ¿Estás segura de que lograrás lo que quieres?

Vania la miró con aprehensión y después dirigió su mirada a Diego.

                —No se trata de estar segura, tú me lo prometiste. Lo sabes, es la verdadera razón por la que acepté tu propuesta de unirme al Cuarteto.

Erika hizo una mueca de fastidio y habló con voz sardónica.

                —Aún no entiendo el motivo por el que la mayoría de las chicas que quiere entrar al Cuarteto en realidad mueren por Diego. No le veo el atractivo.

                —Tú no, pero yo sí. Me ha gustado Diego desde la primera vez que lo vi y me juré que algún día saldría con él… que sería mío—la determinación en sus ojos hizo que Erika no pudiese reprimir una burla.

“Oh si tan solo supieras que Diego ahora mismo batea para otras ligas” había pensado.

                —Adelante entonces, es todo tuyo.

No se lo tuvo que decir dos veces, Vania obedeció y se acercó a Diego para saludarlo e intentar entablar una conversación. Y así fue toda la maldita noche, Vania pegada como lapa al pelinegro que al principio había creído que la nueva favorita de Erika solo quería socializar un poco, pero después de un buen rato comprendió la horrible verdad. Vania estaba interesada en él y era una pena, porque ella no era su tipo, no lo comprendía, pero simplemente no le gustaba que se encimara tanto.

Olga había notado la plática de Vania y Erika y, por supuesto, había muerto de celos, no le gustaba la proximidad que ese par tenía, no le gustaba que Erika la hubiese querido como miembro, no le gustaba la forma en la que la miraba, no le gustaba nada y se lo hizo saber.

                —¿Qué demonios estás haciendo?—le reclamó sujetándola del brazo con fuerza y llevándola a la cocina para hablar con tranquilidad.

                —Es lo que yo digo—se zafó de su agarre—suéltame Olga. ¿Acaso bebiste? De repente estás muy agresiva.

                —No trates de engañarme. ¿Crees que no me doy cuenta de cómo miras a esa chica? ¿Por qué haces esto? ¿Cuál es tu interés en Vania?

La rubia se acercó peligrosamente a Olga y antes de robarle un beso, susurró seductoramente en su oído.

                —¿De qué te preocupas amor? Solo tú eres la única para mí, ya deberías saberlo… ¿O es que acaso dudas de mí?

La mirada y el beso la habían desarmado. No, cómo dudar de ella si le demostraba a cada momento cuánto la amaba. Solo tenía una mala corazonada con respecto a Vania, algo le decía que debía desconfiar de ella.

                —No… no dudo de ti… pero sí de ella.

                —Relájate—besó su cuello paseando su lengua por cada rincón de su piel—Vania va tras Diego, como la mayoría de las chicas.

                —¿Acaso no le has advertido del chasco que se llevará cuando descubra que Diego ahora está con Sergio?

                —No, quiero ver su cara cuando eso ocurra—replicó perversamente y le dio un último beso antes de salir de la cocina y seguir su labor de anfitriona.

Esa respuesta no la dejó satisfecha. Olga no podía calmarse, vale, Vania quería con Diego. ¿Pero entonces por qué Erika estaba tan interesada en esa chica? Iba a descubrirlo de un modo u otro.

Sergio por su parte, había notado la zalamería con la que Vania técnicamente acosaba a Diego y sólo reía divertido. Otra pobre chica que iba tras el indiferente de su mejor amigo. “Mala estrategia Vania querida, a Diego no le gusta que lo arrinconen” pensó y después bromeó en su interior “Bueno… al menos no de ese modo”. Siguió jugando a la botella mientras veía de reojo todo y pensaba cuándo sería el momento adecuado para intervenir y salvar a su amigo de esa sanguijuela.

Y sí que parecía una, Diego ya no sabía cómo quitársela de encima con tacto, tratar de ser amable simplemente no funcionaba. Vania le hablaba de cualquier cosa, sujetaba su brazo con coquetería, casi se le lanzaba encima y no tenía idea de cómo pararle el carro.

                —Vania… no has… no has disfrutado la fiesta como se debe, mira a tu alrededor, hay muchos chicos, seguramente alguno de ellos quiere bailar contigo.

                —No quiero bailar con nadie que no seas tú—aseguró la chica aferrándose a su brazo.

                —Pero yo no quiero bailar, no me gusta. ¿Por qué no intentas hacerlo con alguien más?

                —Ya te lo dije, prefiero quedarme aquí contigo.

                —Ya veo—miró en dirección a Sergio pidiendo ayuda y el pelirrojo solo se burló en su cara y siguió en lo suyo. Ya se las pagaría por dejarlo así, a merced de una acosadora. Ahora tenía que resolverlo él mismo con amabilidad, sin ser grosero—¿Y por qué quieres estar conmigo?

                —Es muy sencillo Diego, me gustas mucho. Ahora que empecemos a salir, haremos muchas cosas tú y yo, iremos a los centros comerciales, caminaremos por…

El pelinegro se alejó de ella automáticamente como si hubiese recibido una descarga. ¿Salir juntos? ¿Cuándo lo había decidido? ¿Y por qué él no estaba enterado? Aquello ya no le gustaba en lo absoluto. ¿Quién se creía ella como para decidir sobre él? Además, él estaba con Sergio, fuese algo en serio o no, no era de ese tipo de personas que andaban por la vida de flor en flor. Y como ya lo había dicho antes, a Diego no le gustaba Vania.

                —¿De qué hablas? ¿Cuándo acepté salir contigo?

                —Oh vamos Diego, sabemos que no necesito preguntártelo, tú me gustas y yo a ti así que…

                —No Vania… estás en un error… yo… lo siento… pero no me siento del mismo modo que tu.

La sonrisa quedó atorada en su rostro, Vania no concebía haber escuchado algo así, debía ser un error, Erika le había asegurado que Diego sería suyo, él no podría estarla rechazando. No podía.

                —Solo estás confundido, no te preocupes, yo te daré todo el tiempo que necesites para admitirte a ti mismo lo mucho que te intereso.

La miró reprimiendo las ganas de ser descortés, esta chica empezaba a molestarle. No, no le gustaba. ¿Cuántas veces debía decírselo para que entendiera?

                —Mira, ya te lo dije, eres bonita, no te lo niego, pero no estoy interesado en este momento.

                —¿Acaso sales con alguien más?—cuestionó ella comenzándose a molestar, Diego era suyo, no de nadie más, iba a golpear a Erika por ser una maldita mentirosa.

Diego desvió la mirada. Salir, del término salir, pues no, pero estaba con Sergio, se llamara como se llamara lo que hacían. Además, no tenía por qué darle explicaciones a ella. Frunció el ceño.

                —Pues no propiamente, pero ese no es tu asunto.

                —Claro que lo es, vas a salir conmigo, debes salir conmigo.

Le exasperó, él quería ser amable, en verdad lo intentó, pero esa necedad era demasiado, además… ¿Qué pasaba con esos pensamientos extraños? ¿Él debía salir con ella? ¿Acaso era su dueña? ¡Qué tontería! Estaba empezando a molestarle en serio y no quería pasarse con ella, pero ya era tarde. Cuando Vania se acercó a él e intentó besarlo, a Diego se le acabó la paciencia y la rechazó sin una sola pizca de tacto.

                —No… ¡Olvídalo! ¡No va a pasar! ¡No me gustas ahora ni nunca! ¡No eres mi tipo y no me agradas! ¡Quiero que lo tengas claro! ¡Nunca, jamás! ¡Escuchaste! ¡Jamás saldré contigo!

Todo en la fiesta se quedó en silencio. El encargado de la música eligió ese momento para no poner ni una sola pista y todos escucharon el rechazo directo de Diego a Vania. Erika sonrió satisfecha, claro que se esperaba algo así; Olga encogió los hombros sin importarle demasiado y Sergio creyó justo intervenir. Se levantó del lugar en donde estaba jugando y tomando a Diego del brazo se lo llevó de ahí en dirección a las escaleras, específicamente, las habitaciones del segundo piso. Su amigo necesitaba relajarse.

Vania se quedó helada ante tanta franqueza y todos trataron de volver a lo suyo, pero era imposible, la chica por la cual todos estaban en esa fiesta, acababa de ser directamente rechazada, aquello era todo un espectáculo digno de admirar. Ella apretó sus puños y frunció la boca. No, eso sí que no, Diego Oropeza no iba a rechazarla de esa forma tan humillante y después huiría como si nada. Insistiría, Diego debía ser suyo o no lo sería de nadie.

Comenzó a caminar en dirección a las escaleras y Olga la miró comprendiendo lo que estaba por pasar. Si no se equivocaba, Sergio se había llevado a Diego para calmarlo, pero sabía muy bien que ese par buscaría la relajación de “otro modo”. También subió las escaleras siguiendo a Vania y tratando de detenerla, pero Erika se le adelantó y la distrajo lo suficiente para perderle la pista. Todo debía salir de acuerdo a sus planes, pensaba la rubia, y nada opacaría lo que tenía en mente esa noche para Vania Ibáñez.

Mientras tanto, en la habitación, Sergio buscaba hacer que Diego se calmara. Le decía cosas como que no era su culpa y que esa chica se tenía bien merecido el rechazo, las chicas que valen la pena no se andan ofreciendo por ahí, había dicho.

                —Lo sé… pero yo en verdad traté de ser amable… simplemente no pude, me sacó de mis casillas—alegó Diego.

                —Tranquilo, no hay problema, mejor relájate. ¿Quieres que te consuele?—el pelirrojo se acercó a él y le dio un rápido beso. Diego lo miró sin entender.

                —Pensé que ya no haríamos eso.

                —Tómalo como un regalo de despedida, que sea la última vez—guiñó el ojo y se lanzó a sus labios. A Diego no le importó realmente y correspondió su beso dejándose llevar.

Lo recostó en la cama y comenzó a quitarle la ropa. Solo era sexo ¿no? Ninguno de los dos estaba enamorado del otro y seriamente habían considerado la posibilidad de seguir como amigos sin estos encuentros, pero una última vez no le haría daño a nadie. ¿O sí?

Oh sí, claro que sí.

La castaña encontró la habitación y eligió ese preciso momento para entrar. Sus ojos se abrieron de la impresión y el par de chicos se detuvo. Diego la miró con cierta alarma y Sergio sonrió con astucia. Qué mejor forma de hacer que esa chica se rindiera que esa. ¿Cierto?

                —¿Qué… qué mierda es esta? Ustedes… ustedes…—hizo una mueca de asco y miró a Diego—¿Acaso eres gay? Es por él que no quieres salir conmigo… tú… tú…

                —No, no querida, párale al carro—interrumpió Sergio mientras se vestía—A Diego no le van sólo los chicos, también las chicas, pero al parecer no eres lo suficientemente interesante para arrancarlo de mi y hacer que yo ya no le guste. Es toda una pena ¿no?

                —Sergio—replicó Diego, tampoco tenía por qué pasársele la mano.

                —Ustedes me dan asco, es antinatural, son unos malditos gays de mierda.

                —Vaya vaya—se burló Sergio—una homofóbica en potencia, pues si tanto te desagrada, lárgate querida y déjanos continuar.

Vania siguió mirándolos a ambos con repulsión y salió de la habitación dispuesta a cobrarse esa humillación con la única responsable. Erika, la maldita zorra que le había ofrecido una cosa y sólo se había burlado, seguramente ella estaba al tanto de ese par y estaba disfrutando bastante.

Diego negó con la cabeza el actuar de Sergio y el pelirrojo le guiñó un ojo, personas como ella no merecían un rechazo digno. ¿Qué persona se obsesionaba tanto con otra hasta ese grado? Solo una enferma. El pelinegro no pensaba igual, era verdad que Vania había tomado una actitud equivocada, pero tampoco era como para decirle esas cosas, el orgullo de una mujer es demasiado frágil y Sergio había atentado contra él al restregarle en la cara que no había logrado conquistar a Diego.

Pero la fiesta continuaba. ¿O no?

Mientras Diego se lamentaba sus acciones y las de Sergio, el resto de los invitados disfrutaba el ambiente, la música, el chismorreo del rechazo de Diego. Vania atravesó el vestíbulo buscando con ira contenida a Erika y la halló en una de las habitaciones del primer piso. Estaba haciendo una llamada telefónica a su padre y en esa habitación no se colaba el ruido de la fiesta. Vania entró y no le importó interrumpir, Erika hizo una mueca y le indicó con las manos que se calmara. La castaña estuvo tentada a gritarle que dejara su teléfono, pero no fue necesario, a los pocos segundos, Erika se despidió y colgó. Cerró la puerta con llave y colocando una mano en su cintura, la miró con interrogantes en la cara.

                —¿Y bien? ¿Cuál es tu problema?

                —¿Quieres saber mi problema? ¡Me mentiste! ¡Eres una maldita! ¡Me aseguraste que Diego sería para mí! ¡Y ahora resulta que es un gay de…!

Puso sus manos sobre sus hombros y la miró con firmeza.

                —Tranquilízate, no me tergiverses las cosas. Yo te dije que tendrías el camino libre para intentar conquistar a Diego, no que te lo daría como si se tratara de un premio. Por Dios, Vania. ¿Dónde tienes la cabeza?

Enfurruñó el gesto y Erika sonrió con perversidad.

                —Es que no lo entiendes, todo iba a ser perfecto esta noche. Al fin sería parte del Cuarteto, todos me respetarían, Diego y yo saldríamos, mi mayor sueño estaría hecho realidad. Pero no… todo se arruinó y ahora no voy a tolerar que se burlen así de mí, no saben con quién se están metiendo—su cara fue atravesada por un fugaz sentimiento de repulsión—¿Cómo pueden hacer algo así? Es antinatural y asqueroso, ellos… ellos…

                —¿De verdad piensas así?—cuestionó la rubia acercándose peligrosamente a ella, lo cual se le hizo demasiado extraño y decidió ignorarlo.

                —Claro, yo creo que… espera… qué…

Las palabras se atoraron en su garganta, Erika se había acercado más a ella, casi arrinconándola en la pared mientras colaba su mano por debajo de su vestido. Vania brincó asustada ante tal comportamiento y trató de quitársela de encima sin mucho éxito. No le gustaba, no le gustaba en lo absoluto, era extraño y no quería creer que Erika también tenía esas mañas. La aludida enarcó una ceja ante sus intentos y acercando sus labios a su oído, susurró con lentitud.

                —¿Sabes algo? La mejor cura para un homofóbico es obligarlo a probar de la fruta prohibida.

                —¿Qué estás tratando de decir? ¿Tú qué…?—un grito ahogado salió de su garganta, las manos de Erika seguían moviéndose debajo de la tela de su vestido y ahora había tocado más allá.

                —Sólo relájate, te va a gustar demasiado, créeme.

Negó con la cabeza y reprimió los sonidos de su boca. No, no podía estarle gustando, no era normal que dos chicas hicieran eso, así que no, no podía permitirlo. En verdad intentó zafarse, pero a cada movimiento, Erika intensificaba sus caricias y a los pocos minutos, sus esfuerzos fueron menos exhaustivos.

Hasta que se rindió y se dejó llevar.

Esa fue la primera vez que Vania Ibáñez tuvo sexo… y fue con una chica.

Olga estaba buscando a Vania, temía que hubiese descubierto a ese par in fraganti e hiciera un escándalo. Ya bastante malo era el presentimiento que tenía como para agregarle más problemas relacionados a esa chica. Preguntó a la mayoría de los invitados por el paradero de la castaña y ninguno le supo decir nada… o bueno, al menos casi ninguno, porque un chico, bastante ebrio como para ser convincente, le aseguró haberla visto en la habitación que estaba en ese mismo piso, casi al mismo tiempo que a Erika, quien llevaba rato en ese lugar llamando por teléfono.

Aquella información enfureció a Olga, y aunque el muchacho no fuese confiable, de todos modos le creyó. ¿Qué hacía ese par solas en una habitación? ¿Por qué Erika le hacía algo como eso? Se suponía que la amaba, lo había jurado hace unas cuantas horas. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué sentía esa inseguridad? ¿Por qué dudaba de ese amor que la había hecho tan feliz los últimos meses? Negó con fervor, no, no podía ser una mentira, solo eran imaginaciones suyas. Convencida de que nada estaba pasando, caminó en el pasillo y una vez frente a la habitación, abrió la puerta creída en la inocencia de Erika.

Fue así como la venda cayó de sus ojos.

No, no era una mentira. Erika y Vania estaban en la cama, al parecer acababan de hacerlo y el corazón de Olga se rompió en mil pedazos mientras su cerebro se llenaba de furia. Pero furia contra la persona equivocada. Es usual, que cuando amamos y no damos crédito a las infidelidades, solemos culpar a la otra persona y no a nuestra pareja, quien era plenamente consciente de lo que hacía y no una víctima como lo supones.

Pero cómo explicarle eso a un corazón herido.

Se abalanzó contra Vania y le dio una buena bofetada. La chica se defendió y así comenzó la pelea mientras Erika se vestía y observaba todo con diversión. La discusión y los golpes avanzaron hasta el salón principal, donde Olga le dio una buena tunda a la castaña mientras le gritaba insultos. Todos los invitados desconocían el conflicto, pero era divertido ver a la nueva miembro del Cuarteto siendo arrastrada por su líder, sin duda alentaron la pelea y la humillación de Vania creció. Diego y Sergio llegaron al lugar por el escándalo y observaron todo sin comprender.

Una última bofetada fue la gota que derramó el vaso y una vez que Diego detuvo a la pelinegra, Vania trató de levantarse con dignidad pero al ver la burla en el rostro de la mayoría de los espectadores, algo en ella se rompió, fue más fuerte que cualquier orgullo, que cualquier honor, era el hecho de ser la diversión de los demás. Se suponía que sería diferente, que todos la respetarían, que sería envidiada e idolatrada, no burlada y ofendida. Esa humillación no se quedaría así, claro que no, no lo permitiría.

                —Son unos miserables, unos malditos, pero me las van a pagar, juro por mi vida que me las van a pagar. Esta era mi noche, mi gloria, mi triunfo—miró a Erika con desprecio, la cual le sonreía en verdad divertida. Miró a Olga, quien estaba iracunda y después miró a ese par. Sergio satisfecho, Diego conmocionado. Los señaló—¡Ustedes! ¡Ustedes dos! ¡Ustedes serán quien más lo paguen! ¡Juro que ustedes me las van a pagar muy caro! ¡Y tú maldita! ¡Te arrepentirás Olga! ¡Se los juro Cuarteto! ¡Se arrepentirán!

Salió de esa casa y todos seguían extrañados antes sus palabras. Erika intervino alegando que la fiesta debía continuar. Ya después se encargaría de aplacar a Vania, eso había pensado. Si tan solo hubiese sabido que esa promesa era el principio de toda una venganza, jamás lo hubiese dejado pasar tan fácilmente.

Pero nadie puede adivinar el futuro. ¿O sí?

Tal vez no, pero sí predecir las acciones de una chica completamente vanidosa y dolida.

****

                —Y esa es la historia, ahora comprendes por qué Vania no me preocupa. ¿Cierto? Su odio es contra Sergio, Diego y Olga, ellos fueron quienes la humillaron, yo solo la complací.

                —Ciertamente, tú no eres su blanco—respondió Esteban con una sonrisa de suficiencia. Vania no tenía como objetivo a Erika, pero él sí y al parecer, sin saberlo, la muy estúpida no solo le acababa de dar las armas necesarias para acabar con la líder real del Cuarteto.

Si no también con la propia Vania.

Apretó el botón de su grabadora que indicaba el fin de su grabación y cuidadosamente, evitando que Erika la viera, la guardó en uno de los bolsillos de su pantalón. Seguramente a Marina Montero, la informante de Noah Pereira, le interesaría esta cinta, al igual que el video que Diego Oropeza había grabado. Lo único que Noah debía hacer, era entregarle las pruebas para hundir a la princesa del colegio.

Los peones son peligrosos si se les descuida. ¿Verdad?

Notas finales:

Así es, Esteban va a acabar con Erika y Vania (oh sí)

Ahora saben lo que pasó, Vania está como para un meme, no creen? Algo así como:

"Es homofóbica.... su primera vez es con una chica! jajajaja

Pero la odio, mi Noah va a llorar mucho cuando sepa toda la verdad (que ya no falta mucho)

Muchas gracias en verdad les quiero y agradezco con mi alma, perdónenme la tardanza y los veré el domingo dentro de quince días ;)

Los amo!!! Y gracias ;D


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