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Más allá de los límites por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

What's up girls and boys!!! jaja

Hola a todos, siento que ha pasado una eternidad desde que actualicé y en realidad fueron dos semanas (que es casi lo mismo ja)

Tengo maravillosas noticias, bellas, bellísimas!!! (Estoy muy feliz, eso es lo que pasa)

Terminé la tesis, ya la entregué, soy libre!! libre!!! OH SÍ!!!!! libre como las mariposas que deambulan por los bosques (ya basta!!) disculpenme mis desvaríos, pero soy muy feliz en serio :D Ya no soy esclava de la tesis y ya solo me queda una materia para graduarme (lo cual quizá no me hace tan feliz) pero eso es lo de menos :D

Sé que mi vida no les importa jaja, pero quería compartirlo :) ahora mismo me pongo a responder sus reviews (estoy atrasada) pero aquí les traigo el capítulo.

Ya estamos en la ronda final, en serio, este es el antepenultimo capítulo, el que sigue es el penúltimo y el otro es el epílogo (les dije que iba a ser más corta :)

Las buenas noticias son....

Para aquellos amantes del CAFF (y para quienes no, no importa, también léanlo :D ja) ya tengo la historia de los hermanos de Kobashi!! Oh sí, les dije que sólo necesitaba estructurarla bien en mi cabeza, entonces, una vez que le de fin a Noah y su venganza (mi pequeño) empezaremos con la otra, ya más adelante les traeré el resumen :) yo sé que la amarán (como no idolatrar a la Gran Kobashi)

Pero me calmo, ya hice la intro muy larga, les dejo el capítulo :D

Disfrútenlo ;)

Capítulo 21: Derriba al rey peón cualquiera.

 

                —No puedo creer que no me lo dijeras—replicó Vania por teléfono y Noah negó aún sabiendo que ella no podría verlo.

                —Bueno… estás inundada en tarea, me lo dijiste, por eso es que no quise molestarte con algo tan trivial.

                —No digas esas cosas, yo te quiero mucho y me preocupo.

El castaño dudó un poco ante esas palabras. En el pasado las escuchaba y se sentía satisfecho, pero ahora algo en él le hacía poner en tela de juicio esa sencilla frase.

                —¿De verdad Vania?—cuestionó sin querer, distraído en sus cuestionamientos y la chica frunció el ceño.

                —¿Por qué preguntas eso? Eres mi adoración Noah—suspiró un poco y continuó—¿Acaso he hecho algo para que lo dudes?

Todo, Vania, todo a mí alrededor te acusa Vania de mi corazón y yo no sé qué pensar. Sacudió su cabeza y sonrió aún si ella no lo veía.

                —No digas cosas tontas, mejor cuéntame cómo te va en la escuela.

De maravilla, el colegio pronto será mío y el Cuarteto… bueno… ya tengo una nueva estrategia en mente. Sólo necesito de tu ayuda Noah, sólo necesito saber de qué modo estás implicado.

                —Bien, todo es aburrido sin ti. Me siento algo sola ahí, te echo de menos.

¿Por qué mientes? No estás sola, tienes a Erika y es obvio que no me necesitas.

                —Ya veo, bueno… pronto estaré bien, ya lo verás.

No, necesito verte ya, debemos planear esto correctamente Noah. La castaña dulcificó el tono de su voz e hizo un nuevo tipo de propuesta.

                —¿Por qué no vienes mañana? Después de la hora de la comida y platicamos. Hay muchas cosas que quiero contarte.

Los sentidos de Noah se pusieron alerta. ¿Hablar de algo? ¿Será que por fin Vania le iba a contar lo que ocurrió en esa fiesta? ¿Estaba listo para escuchar la verdad? Ahora que había recuperado a Diego era un buen momento para saber todo y así limpiar su nombre. Todas sus acciones equivocadas tendrían un motivo y no se sentiría así de miserable y culpable con todos aquellos a quienes dañó.

                —Claro, mañana nos veremos.

Vania sonrió con astucia, poco a poco todas las cartas se acomodaban a su favor.

O eso creía.

****

Decir que estaba feliz era poco. Derrochaba alegría, no, más que eso, exudaba felicidad. Sergio se burlaba en la cara de Diego cada vez que lo veía desviando la mirada en dirección a Marina, quien se sonrojaba un poco y después sonreía con brillo absoluto, más que el sol, más que los diamantes finos, más que él incluso. Olga solo giraba los ojos, pero sonreía satisfecha, por fin Diego había abandonado su orgullo y ahora podía disfrutar de ese amor con Noah Pereira, el cual ya no lucía decaído ni moribundo. Incluso parecía que el perdón de Diego le había dado mil años de vitalidad, Marina se veía más hermosa de lo que alguna vez aparentó. Más de la mitad de chicos de la Academia Noberón notaron esta “metamorfosis” y comenzaron a babear más de la cuenta por ella. Pero la “rubia” sólo tenía ojos y sonrisas para Diego. Ahora sólo te hace falta saber la verdad, es bueno que Diego esté contigo para ayudarte, pensó la morena fulminando con la mirada a la maldita de Vania, quien, al parecer, había notado la conexión entre Diego y Marina. ¡Ni se te ocurra zorra, no te dejaré entrometerte!, amenazó con firmeza.

La campana sonó anunciando el final del almuerzo y todos se retiraron, incluyendo a Vania y su fiel seguidora Erika. Olga y Cinthya hicieron lo mismo, Sergio se quedó junto a Diego y cuando estaba por preguntar el motivo por el que no salían, miró en dirección a Marina y la notó sentada también esperando a que la cafetería se vaciara. Entonces lo entendió, giró los ojos y bromeó un poco.

                —Qué ridículos son ambos, en serio.

                —Mira quién lo dice—enarcó una ceja—no te hagas y déjanos solos, no sirves como chaperón.

                —Odio serlo—hizo una mueca de asco y después sonrió con puya a Noah—Los dejo, disfrútense.

Guiñó el ojo y el sonrojo de Marina aumentó. Sergio lanzó una carcajada, le encantaba este par. Se sobó el estómago de tanta risa y así, salió de la cafetería dejándolos completamente solos. No hizo falta que pasaran ni un par de segundos cuando habían acortado las distancias entre los dos. Noah se levantó de su silla, Diego hizo lo mismo y cuando el castaño (ahora rubio) estuvo en sus brazos dejó fluir toda su felicidad. Se besaron sin perder tiempo, apasionado y dulce, con toda la intensidad que el estar solos les permitía. Noah se aferraba a su cuerpo y Diego sostenía su cintura con cuidado, como si su Noah fuese frágil y pudiese romperse con cualquier movimiento brusco. Quería tocarlo más y más, quería escucharlo suspirar, quería besar cada rincón de su piel, ese deseo que sentía por él se incrementaba a más no poder cada vez que lo besaba.

Hubiesen continuado besándose a pesar de su poca condición y poco aguante de no ser por el teléfono celular que sonó interrumpiéndolos. Diego liberó sus labios y sonrió pidiéndole con voz demasiado suave que no contestara. Mareado y obnubilado por sus besos, Noah estuvo a punto de hacerle caso pero entonces miró el identificador y casi se ahoga con su aire.

                —¿Estás bien?—preguntó el pelinegro preocupado.

                —Sí… sí… estoy bien—miró nervioso el celular y colgó la llamada. Diego frunció el ceño.

                —¿No vas a contestar?

                —No es importante, se trata de alguien molesto—el teléfono volvió a sonar y esta vez se trató de un mensaje. Noah lo leyó y el cuerpo le tembló un poco. El chico de los ojos olivos en verdad no entendía qué era lo que pasaba.

                —¿Seguro que no pasa nada grave?

El castaño lo miró nervioso y asintió.

                —Sí pasa algo, debo ver a alguien, es preciso si quiero aclarar lo ocurrido con Vania.

Diego abrió los ojos de impresión al oír ese nombre, no habían abordado si quiera ese tema por miedo a arruinar la atmósfera de felicidad entre ellos. Pero ya no dudaba de él, lo amaba y confiaba en él, si Noah tenía algo que hacer, entonces lo dejaría marchar con tranquilidad.

                —Está bien mi amor—sonrió y Noah se volvió rojo ante el apelativo y su sonrisa—Ve, arregla ese asunto. Cualquier cosa puedes llamarme.

Besó su frente con cariño y Noah sonrió lanzándose a sus brazos.

                —Volveré pronto, te amo—lo besó rápidamente en los labios y después salió corriendo de la cafetería. Diego encogió los hombros y lo vio partir sereno.

                —También te amo, buena suerte.

****

Corría por los pasillos con bastante turbación en el pecho. Estaba nervioso, agitado y temeroso. Ese mensaje le había movido el mundo firme que Diego poco a poco había logrado estabilizar.

“Ya tengo lo que necesitas para conocer la verdad de tu Vania. Espero que tú tengas mi encargo.”

Aquello fue suficiente para mover su curiosidad. Claro que tenía lo que Esteban quería, ese video de él y Erika planeando la violación de Olga le quemaba en su bolso, quería deshacerse de él cuanto antes. Trató de relajarse y tecleó en su celular una respuesta.

“Ya lo tengo. ¿Dónde te veo para entregártelo?”

Lo envió y no pasaron ni dos segundos cuando obtuvo respuesta.

“En la azotea de la escuela”

Bloqueó su teléfono y miró su reloj. Faltaría a un par de clases, pero lo prefería, necesitaba saber la verdad pronto, no más mentiras ni secretos, no más dudas, Diego había confiado en él y no iba a defraudarle. Se dirigió corriendo con moderación al pasillo que conducía a las escaleras de la azotea del colegio. Su corazón latía acelerado, con cierto miedo a lo que le esperaba, pero se ordenó controlarse y lo logró. Llegó al lugar y abrió la puerta con determinación.

Esteban Ordóñez le esperaba, por supuesto.

Estaba de pie frente a la barandilla de la escuela y miraba a la nada con una sonrisa que si bien, no era satisfecha, era plena, como si parte de su trabajo ya hubiese terminado. Pero no, claro que no, que se prepararan ese par de malditas si creían que él ya había dado fin a su pelea, eso nunca.

                —Bien, aquí me tienes—habló Marina con una seguridad que no sentía.

                —Me hace feliz que le des la importancia que merece a esto—entrecerró los ojos—¿Dónde está?

Marina abrió el cierre de su mochila y obtuvo un DVD para mostrárselo.

                —Está aquí, pero antes, quiero saberlo todo.

                —Relájate querida—de su bolsillo obtuvo una memoria USB y acercándose a ella, se la dio en sus manos—Aquí está mi parte del trato, asegúrate de que Noah vea ese video y con respecto a la grabación… bueno… si aún le queda voluntad para escuchar, que lo haga. En ambos archivos está “la verdad que tanto quieres”—borró la sonrisa de condescendencia y endureció el gesto—Ahora es tu turno.

Noah miró la memoria USB y la apretó con su pecho. Le dio el DVD y explicó su contenido.

                —Es un video que muestra la complicidad de Erika en tus planes. Se ve perfectamente  cómo es que ella planea todo. Creo que te servirá bastante.

La sonrisa reapareció y tomó el DVD como una serpiente, rápida y astutamente.

                —Gracias preciosa, fue un placer hacer tratos contigo.

                —No puedo decir lo mismo—respondió Noah y a Esteban le dio igual, ya tenía lo que quería.

Las consecuencias de mostrar ese video ya no eran de su incumbencia. Y no lo sabía, pero Esteban acababa de darle el tiro de gracia a Noah y de paso, acababa de avanzar para derribar a la torre negra y a la reina al mismo tiempo, dejando solo al rey en el tablero, disponible para ser devorado.

Y el juego iba a acabar con el rey, claro que sí.

****

Llegó a su casa y lo primero que hizo fue comer. Estaba bastante preocupado por Noah, después de lo de la cafetería no había sabido nada de él y le carcomía que Noah supiera ciertas cosas que no pudiese enfrentar. No tenía corazón para contarle lo ocurrido en esa fiesta y mucho menos para mostrarle ese video.

El video… el video de Erika y Vania…

Se levantó de su asiento y rebuscó en su mochila su memoria USB. Vació todos los bolsillos y sacó todas las cosas, pero no encontró nada. ¿Qué demonios está pasando? ¿Por qué no la tengo? Fue entonces cuando recordó que la había dejado en su casillero. Respiró más tranquilo, al menos ese video estaba fuera del alcance de Noah y de ese modo, su maldito contenido no podría lastimarlo.

Pero estaba equivocado, el video ya había llegado a sus manos y era tarde para evitarlo.

Su teléfono celular sonó y contestó al momento creyendo que se trataba de Noah. Y estaba en lo cierto, era Noah, pero no sonaba como él, era como si escuchara a otra persona y eso aumentó su preocupación.

                —Noah… ¿Qué pasa? ¿Todo bien?

Hubo silencio en la línea y después unos mudos sollozos.

                —Die… Diego… ¿Podrías… podrías venir… por favor?

                —Claro que sí, ¿pero qué ocurre? No te oyes bien.

                —No estoy bien… te… te necesito.

Aquellas dos palabras fueron suficientes para motivarlo a dejar todo y salir a buscarlo.

                —Voy para allá.

****

Había colgado y aún se abrazaba a sí mismo sintiendo los temblores en su cuerpo. Su computadora estaba encendida y no dejaba de reproducir el video. No sabía en qué momento las lágrimas habían fluido de sus ojos, pero no le importaba. Parecía que nada le importaba ya en realidad. La sensación en su pecho le devoraba las entrañas y si aún no sufría otro ataque era por pura suerte.

Miró el video una vez más solo para martirizarse. Al principio, cuando lo vio por primera vez, no comprendía casi nada. Erika y Vania hablaban de cosas sin sentido y se le hacía demasiado extraño, como todo últimamente. Después, cuando las cosas entre ambas cambiaron y Erika tomó el control de la situación, la confusión hizo mella en él. ¿Ellas… tenían esa clase de relación? ¿Por qué Vania nunca se lo había mencionado? Siguió mirando y lo que comenzó su calvario fue lo que siguió después de que ese par concluyera sus “acciones”.

Erika fumaba, últimamente se le daba muy bien eso de fumar un poco después del sexo y Vania era tan rejega con sus cuestionamientos y juicios que disfrutaba hacerla enojar con su pasividad. La castaña, en efecto, se veía enojada y se vestía mientras le dirigía una mirada de reprimenda.

                —¿Sabes? Sigues sin contestar mi pregunta.

                —¿A qué te refieres?—cuestionó Vania mientras seguía vistiéndose.

                —¿Cuál es la naturaleza de tu relación con Noah Pereira?

                —¿Por qué tanto interés en Noah? Ya te lo dije, él es una pieza de mi juego, involuntaria, pero pieza al fin y al cabo.

                —¿De verdad?—hizo una mueca—Eres consciente que, de no haber encontrado él tu carta, ya habrías cumplido tu venganza. ¿Verdad?

Vania frunció la boca y replicó.

                —Claro que lo sé, a veces Noah puede ser tan radical. Todo estaba perfectamente calculado, él era una pieza importante. Llegué a su casa al día siguiente de la fiesta, me quejé como una magdalena, le lloré, le hablé de una humillación y le aseguré que mi vida ya no tenía ningún sentido. Fue como encender una chispa, se preocupó, claro está, porque para Noah, yo soy su mundo.

                —Ah pobrecito Noah, está tan solo que tú eres lo único que tiene—se burló con puya Erika y Vania la fulminó con la mirada.

                —Cierra la boca. Aunque no lo creas así es. Estaba perfectamente planeado. Ese mismo día llegué a mi casa, me negué a comer, investigué sobre los somníferos necesarios para intoxicarte pero sin matarte. Sabía cuando mamá volvería de su empleo, sabía el momento exacto en el que me encontraría, sabía que me llevaría a un hospital y, que después de esto, indagaría en mi habitación y encontraría mi carta póstuma, la carta donde acusaba al Cuarteto de ser responsables de mi violación. Era su palabra contra la mía y yo iba a ganar.

                —Pero Noah te arruinó los planes—se burló la rubia—Qué estúpido.

                —Odio decirlo, pero tienes razón, fue tan estúpido. Si tan solo Noah no se hubiese entrometido, pero aún puedo arreglarlo. Noah aún me adora y voy a usar eso a mi favor, conduciré su ridícula venganza del modo en que me convenga, para ello es mi títere.

                —Bien hecho querida—aplaudió con vehemencia—Usemos al patético de tu amigo enfermo para cumplir nuestros objetivos.

Vania ya no dijo nada.

El video se cortó y las lágrimas de Noah se intensificaron. No importaba las veces que lo mirara, esas palabras seguían hiriéndole en lo más profundo y después de haber visto ese video, tal como Esteban lo indicó, escuchó la grabación, la cual se trataba de la confesión de Erika, contando lo ocurrido en la fiesta de Vania. Quería morirse, quería llorar, pero no encontraba la fuerza para ello.

Entonces el timbre de su casa sonó y supo que era Diego.

Cerró la laptop y bajando las escaleras, se apresuró a abrirle. Cuando lo vio, se lanzó a sus brazos sin decir nada y Diego casi brincó al verlo tan mal. Lloroso, tembloroso, casi destruido, no entendía el motivo, pero no quería verlo así, no su Noah, no de nuevo.

                —¿Qué ocurre Noah?

                —Ya… ya sé toda la verdad—siguió aferrándose a él y Diego cerró la puerta, ayudándolo a entrar y sentarse en el sofá.

Noah le explicó todo. El trato con Esteban, las pruebas de complicidad de Erika, las pruebas de Esteban, el video, la grabación, todo lo que decía y Diego sintió que se le iba el aire. Así que el video había ido a parar a manos de ese malnacido de Esteban. No había podido protegerlo, no había podido evitarle ese dolor. Lo abrazó fuertemente consolándole.

                —Está bien, puedes desahogarte conmigo.

Y entonces Noah se derrumbó.

Comenzó a llorar y a llorar sin control y apretó su agarre.

                —No lo entiendo… ¡No puedo entenderlo! ¡Hice todo lo que hice por ella! ¡Esta venganza! ¡Este rencor! ¡Este odio fue por ella! ¡Habría dado mi vida por ella! ¡Todos mis errores! ¡Todo el daño! ¡Todo fue por ella! ¡No lo entiendes! ¡Me transformé por ella! ¡Me dejé amargar por ella! ¡Casi te pierdo por ella! ¡Me perdí a mi mismo por una venganza que no existía! ¡Por una persona que no era real! ¡Que nunca lo fue!—lo soltó y lo miró a los ojos con tanto dolor. Se arrodilló y cubrió su rostro con sus manos—¡Perdóname Diego! ¡Perdóname! ¡Destruí al Cuarteto sin motivo! ¡Hice llorar a Sergio! ¡Hice sufrir a David Oliveros! ¡Atenté contra Olga! ¡Dañe a Cinthya! ¡Y te lastimé a ti! ¡No te merezco! ¡No te merezco!

Diego no toleró que Noah hiciera eso, rebajarse, suplicar, no por ella, no de nuevo, ahí había una única culpable, Noah debía entender eso.

                —¡Basta Noah! ¡No! ¡Levántate! ¡No tienes que volver a pedir perdón!

                —¡Cómo no! ¡Si soy tan estúpido! ¡Soy un títere! ¡Soy su títere! ¡Y yo me creía el rey del tablero, cuando en realidad soy un estúpido peón! ¡Un peón patético!

                —No, no es así. No digas eso, ya no te martirices.

Besó su frente, sus labios, sus mejillas, su cabello, su nariz, su rostro entero y Noah se aferró a esas caricias, era como si cada una de ellas le purificara, le lavara de ese odio del cual se alimentó todo este tiempo, un odio marchito, sucio, impuro, un odio en vano, un odio mal dirigido.

                —¿Por qué? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué aferrarse? ¿Por qué usarme? ¿Por qué engañarme?

                —No lo sé mi amor, pero sí hay algo que te puedo decir. Tú eres inocente de todo.

                —No pensabas así—negó Noah y Diego besó el dorso de su mano.

                —Estaba cegado por mi orgullo, pero te amo, hubiese querido evitarte este dolor, hubiese preferido mantenerte en esa burbuja, pero entonces no serías libre, no de ella, siempre te tendría bajo su merced.

Secó sus lágrimas y con sus manos, entre las suyas, suplicó.

                —Libérame de ella entonces, ámame, hazme olvidar que ella era mi mundo, tómame, hazme sólo tuyo, que mi mente esté llena de ti y que mi corazón te pertenezca. De ese modo su traición será lo menos importante en mi vida.

El pelinegro acarició su mejilla y trató de limpiar los restos de sus lágrimas.

                —No hables así, ella no lo es todo, sé que es una persona importante para ti, sé lo mucho que la querías, pero no estás solo, me tendrás a mí y te voy a amar siempre. No necesito hacerte el amor para demostrártelo.

                —Pero yo quiero que lo hagas.

                —Noah…

                —No por demostrármelo tú a mí, si no para que yo tenga un modo de lavar todo lo malo que te hice. Para demostrarte que ella no ganará en mí, que tú eres más fuerte… que yo soy más fuerte.

                —¿Estás seguro?

El castaño asintió y se acercó a él para recargar su cabeza en su pecho mientras lo abrazaba. El pelinegro sonrió y correspondió su abrazo. Sus corazones latían a prisa, no comprendía en qué momento su llanto, su dolor, su decepción, su agonía se había transformado en deseo… no… era más que eso, quería borrar la mancha que Vania Ibáñez había hecho en él, quería romper ese hilo de titiritero y que su Noah fuese libre, libre de su pasado, libre de sus rencores, libre para ser feliz, para amarlo y que le amara.

Lo liberó de su abrazo sólo para cargarlo, el mencionado sintió la sangre en sus mejillas, pero no se resistió. Subieron las escaleras y le indicó donde estaba su habitación, no sin antes pedirle una parada en la habitación de su padre. Diego obedeció sin entender y, con cierto nervio, Noah entró a la habitación para tomar prestado algo que nunca creyó que utilizaría, al menos no tan pronto. Sabía donde Tomás Pereira guardaba sus condones y su lubricante, lo había visto ocultarlo y más recientemente con sus “continuas” reconciliaciones con Santiago.

Cuando Diego se percató de lo que tenía en las manos también se sintió un poco avergonzado. Noah se acercó a él y con una sonrisa le dio a entender que podía continuar, el moreno besó rápidamente sus labios y volvió a cargarlo en sus brazos. Abrió la puerta de su habitación, de un portazo con el pie la cerró y delicadamente lo recostó debajo de él. Noah estaba nervioso, se le veía en el rostro, en sus ojos, sus bonitos ojos que había amado desde la primera vez que los vio. Le quitó los lentes con cuidado y lo besó en los labios con muchísima lentitud mientras entrelazaba sus manos. El castaño correspondió su beso con todas sus ganas y lo que había empezado como algo tierno y dulce, propicio para alguien que era novato en el sexo, se volvió algo intenso, anhelante, deseoso, desenfrenado, pero sin perder su delicadeza y dulzura.

Soltó sus manos y desabrochó su camisa aún ante su sorpresa, pero no se detuvo, no iba a ser como esos inexpertos de los que había oído, algo debió haber aprendido al editar ese video de Sergio teniendo sexo con cuanto desconocido se le atravesaba. Cuando menos hubiese creído, Diego ya estaba sin camisa y sus manos se dirigían a su pantalón. El pelinegro no hizo nada por detenerlo y de repente la habitación era demasiado caliente, demasiado calurosa, los embriagaba en deseo, en erotismo, en ansia. Contrario a él, Diego le había despojado de su ropa con lentitud, besando cada centímetro de esa piel, le gusta su sabor, le gusta escucharlo estremecerse a cada roce, le gustaba que aún siendo tan adorable y frágil, su Noah tuviese tanta energía. Mientras él lo acariciaba en su vientre, usaba su lengua para estimular sus tetillas y de vez en cuando lo besaba en el lóbulo de su oreja, Noah ya había avanzado demasiado.

Le había despojado de sus pantalones y ya había colado una de sus manos por debajo de su ropa interior. Estaba nervioso, era la primera vez que Noah hacía algo como eso, masturbar a alguien, no tenía idea de cómo debía ser, pero siempre acudía a su única referencia, el video de Sergio y con ello se imaginaba como debía ser. Sentía su miembro en sus manos y lo acariciaba mientras controlaba los sonidos de su boca. Aunque fuese lento, Diego era efectivo, su boca ya había recorrido toda su parte superior y ahora le quitaba sus pantalones. Levantó sus caderas para hacerle el trabajo más fácil. Sentía vergüenza de que le viera en ropa interior, pero al parecer al otro le importó un rábano, porque no esperó nada para quitársela. ¿Cuáles eran sus intenciones? No quiso aventurarse a adivinarlas y sin abandonar su labor masturbándolo, cerró sus ojos.

Su cuerpo no estaba preparado para la sensación de éxtasis que le recorrió la espina dorsal cuando supo cuáles eran las intenciones de Diego. Su boca… su boca no debía hacer eso. ¿O sí? Sus manos… sus manos no podían estarle haciendo eso. ¿O sí? Al parecer Diego había visto mucho porno, eso o tenía muchísima experiencia. Se quedaba con la idea del porno, no quería imaginarlo con otra persona, temía que, más que hacerlo enojar, se excitara con el pensamiento y ya casi estaba en su límite.

Los dedos de Diego lo volvieron a la realidad y lanzó un gemido involuntario demasiado agudo para su hombría. Lo que el pelinegro había hecho sencillamente era masturbar su pene con su boca mientras untaba en sus dedos el lubricante y los introducía con muchísima, muchísima lentitud, movimiento que poco a poco estaba volviendo loco a Noah. Por un momento estuvo a punto de olvidarse de su propia labor, pero se retractó de tal idea. Diego abandonó su miembro y le besó apasionadamente sin dejar de mover sus dedos en su entrada, Noah aprovechó el movimiento para tomar en sus manos el paquete del condón y evocando las imágenes de Sergio poniendo condones (donde sí lo hizo) acercó sus manos al pene de Diego y lo colocó. El pelinegro sonrió en el beso y sostuvo sus manos con las suyas. Susurró en su oído un “Déjamelo todo a mí ahora” que derritió a Noah y volvió a besarlo mientras se colocaba en su entrada. No iba a ser suave, ni mucho menos sencillo, iba a dolerle y se lo advirtió, pero Noah estaba tan excitado que no le importó.

Lentamente entró en él, guiado por el calor, por la sensualidad que Noah destilaba en cada suspiro y en cada movimiento, en cada gemido. Lo penetró despacio, para nada apresurado, quería alargar la sensación lo mayormente posible y era probable que Noah ya se hubiese roto el labio de tanto mordérselo conteniendo el dolor, sí que dolía, Sergio Carrión lo hacía verse tan sencillo.

Esperó a que se acostumbrara a la sensación de sentirse invadido y poco a poco Noah dejó de sentir dolor, tenía curiosidad de lo que seguía, tanta lentitud le mataba y a la vez le excitaba. Debió verse demasiado desesperado, porque movió sus caderas, tratando de hacerle entender que podía comenzar.

Y lo captó al vuelo.

Porque comenzó con el vaivén lento que hizo que sus suspiros evolucionaran en gemidos. Diego le hacía experimentar un placer que nunca había sentido, no sabía si también él lo estaba disfrutando. Abrió sus ojos y al ver su rostro rojo, bañado en sudor y con una sonrisa de calidez y amor para él supo que sí, le estaba gustando como a él.

                —Hazlo… hazlo más… más profundo—pidió entre gemidos un poco avergonzado y Diego obedeció.

Le penetró con más fuerza, pero sin perder la delicadeza y alcanzó su punto débil en ese movimiento. Noah contuvo el gemido y suplicó que lo hiciera de nuevo mientras se aferraba a su espalda, para profundizar el movimiento de sus caderas. Diego estaba encantado con los sonidos que provenían de su boca, extasiado en cada uno de sus movimientos y excitado con cada roce de su piel. Noah le abrazaba y de vez en cuando clavaba sus uñas, le besaba en los labios mientras le envestía y acariciaba sus cabellos.

Pero a pesar de todos sus esfuerzos, Noah fue el primero en correrse. Lo supo cuando su espalda resintió el éxtasis que estaba experimentando, había cerrado sus ojos y su rostro se había vuelto más rojo. Esa deliciosa visión de él alcanzando el clímax, el orgasmo, le excitó de más y se corrió a los pocos segundos.

Cansados, agotados con las sensaciones, pero plenos, satisfechos, se besaron con deseo sin separarse ni un solo centímetro, con la tentativa de hacerlo de nuevo, pero siendo conscientes de que debían descansar un poco. Noah acarició la espalda de Diego, al parecer acababa de encontrar su parte favorita de su cuerpo. Por su parte, el pelinegro siguió besándolo, jugando con su lengua y paseando sus manos por su cintura, amaba su cuerpo, lo amaba a él, amaba su sonrisa, su entrega, su pasión, lo amaba tanto.

El deseo y el amor se fundían en él.

Y él amaba esa combinación.

****

Seguían en la cama, Noah se había acurrucado en el pecho de Diego y de vez en cuando cerraba sus ojos por el agotamiento. Diego jugueteaba con sus cabellos y besaba su frente con ternura. Habían hecho el amor, le interesaba saber si se encontraba bien después de eso, era su primera vez, y eso siempre duele.

                —¿Cómo estás?

Noah sonrió sin abrir los ojos y suspiró.

                —Bien, me duele un poco, pero estoy bien—abrió sus ojos y lo miró intensamente—Fue increíble. ¿Siempre es así? ¿Te invade esta sensación en todo el cuerpo cuando tienes sexo?

                —Puede ser, por lo general cuando tienes simple sexo, te dominan las sensaciones placenteras, pero esto fue mucho más, al menos para mí lo fue.

                —Y para mí también—se aferró a su cuerpo y respiró su aroma—Pero hay algo que cambia en uno cuando pasa. Es como si ahora te deseara a cada momento.

                —Sí, suele ser así—acarició su mejilla y le dio un beso dulce en los labios. Dulce pero rápido—Sin embargo no es lo único en tu mente. ¿Verdad?

                —Lo es.

                —Noah—giró los ojos y entrelazó sus manos con las suyas—No evadas el tema. ¿Qué es lo que piensas hacer?

El castaño suspiró y la sonrisa brillante en su rostro disminuyó, solo para darle paso a la  nostalgia, a una tristeza sencilla, pero no por eso menos dolorosa.

                —No lo sé. Quedé de verla hoy, me dijo que me iba a contar muchas cosas. No me imagino la sarta de mentiras que va a decirme, no sé cómo voy a reaccionar cuando la vea, tengo miedo, no quiero verla hoy, si lo hago, no sé cómo voy a actuar.

                —Entonces no la veas, llámala y cancela. Si piensas que no estás listo para enfrentarla no lo hagas, pero no te quedes así. Todo el dolor que ella causó no puede quedar impune.

Estaba por llorar de nuevo al recordar todos esos meses que estuvo a su lado en el hospital, todas las lágrimas que Inés Ibáñez derramó, todas las dudas.

                —Su madre no merecía algo así.

                —Entonces haz que su madre lo sepa.

                —Voy a destrozarla, la verdad la hará pedazos como a mí—replicó nervioso, afligido por los recuerdos de la madre de Vania.

                —Pero es lo mejor.

No sabía qué hacer y estaba por decir algo más cuando escuchó las puertas de su hogar abrirse. Sus ojos se ensancharon y comprendió la situación en la que estaban. Tomás Pereira iba a morirse si los encontraba así.

                —¡Es mi papá! ¡Vístete rápido!

Diego no comprendió la orden, pero obedeció y comenzó a recoger su ropa del suelo. Noah hizo lo mismo con cierta dificultad, una vez moviéndose sí que dolía, incluso sentarse era tortuoso. Mientras acomodaban todo, le explicaba a Diego cómo era su padre, lo sobreprotector y exagerado, lo ridículamente sencillo que sería culpar a Diego de que ahora su pequeña criatura ya no fuese “inocente” y la sarta de disparates que seguramente diría. Temía que hasta le prohibiera verlo o peor, que muriera al saberlo. Era mejor evitarse esos dramas de padre-madre compulsivo.

                —Noah mi amor, ya llegué.

El castaño miró su habitación con detenimiento y con la aprobación de Diego, sonrió más relajado.

                —Estoy en mi cuarto papá.

El sonido de las escaleras, los pasos avanzando, todo parecía una película de terror, pero más que miedo, sentía vergüenza. Tomás abrió la puerta a punto de lanzarse a los brazos de su hijo, de no ser porque halló otro invitado en el lugar.

Sin embargo, Tomás no venía solo.

                —¡Hola pequeño primor!—saludó jovialmente Santiago y entrecerró los ojos con diversión cuando notó a Diego—Y este guapo jovencito… ¿Quién es?

                —Ahh… bueno… yo… los presento. Diego, él es mi papá, Tomás y él es Santiago, algo así como mi madrastra… aunque si lo analizamos, más bien es mi padrastro.

                —Exactamente pequeño primor—guiñó el ojo—Un gusto conocerte.

                —No digas esas cosas Noah, no frente a él, asustarás a tu amigo—Tomás también se presentó formalmente—¿Cómo es que dijiste que se llama?

                —Es Diego papá y él es… es…

                —Soy su novio—dijo tranquilamente el pelinegro y los sentidos de Noah desaparecieron, Santiago reprimió una carcajada y Tomás se volvió blanco.

                —¿Qué?—susurró el mayor y Noah hizo la misma pregunta.

                —Sí, somos novios—tomó su mano entre la suya y la inmensa felicidad le recorrió las venas.

Eran novios, eran… novios… sonaba tan genial. Independientemente de que su padre estuviese a punto de sufrir un paro, sonrió con felicidad al ser consciente del hecho. Lo eran, eran una pareja, estaba tan feliz que se habría lanzado a besarlo de no tener un poco de consciencia.

Santiago ya no pudo seguir conteniéndose y se rio, Tomás seguía pálido y tomando el control de la situación, decidió sacar a Tomás de ahí.

                —Me lo llevaré un momento… necesita tiempo para asimilarlo.

                —Sí, seguramente—comentó Noah viendo como su padre no reaccionaba y el rubio agregó con chanza.

                —Por cierto… ventilen un poco, abran las ventanas—susurró—Aún huele a sexo, eso sin contar que veo en todo su esplendor el lubricante.

Diego cubrió su boca para evitar reírse y Noah enrojeció.

                —¡Santiago! ¡Cierra la boca!

El aludido solo encogió los hombros y salió de ahí con un Tomás de piedra que no dejaba de repetir palabras sin sentido.

                —Mi Noah… novio… tiene novio… mi Noah… novio…

                —Relájate mi amor, sabías que esto iba a pasar tarde o temprano—trató de aliviar Santiago y Tomás reaccionó.

                —¡Pero no tan pronto! ¡Aún es un niño!

Giró los ojos y se burló de su exagerada sobreprotección.

                —Claro que no, tiene 16 años, a estas alturas ya hasta han de haber cogido—sonrió traviesamente. Lo acaban de hacer.

                —¡No digas eso!—replicó como si le hubiesen dado una descarga eléctrica—¡Ellos no van a coger hasta después de los 20! ¡Si lo hacen, encierro a Noah en un monasterio y a él lo mato!

Ya es tarde, pensó fugazmente.

                —Sí, sí, lo que digas primor—se acercó a él peligrosamente—Aunque no lo creas también estoy un poco molesto, me arruinaron los planes, pensé que estaríamos solos, ya anhelaba hacértelo sobre el sillón.

El rojo de sus mejillas no inhibió su preocupación ante el nuevo dato de su hijo.

                —¡Santiago! ¡No es momento para eso! ¿Acaso no ves la situación?

                —Yo solo veo que no voy a estar por aquí en tres semanas por un viaje de negocios y que por lo tanto es preciso que te haga el amor muchas veces para que no me eches de menos este tiempo.

                —Ca… cállate… eres un verdadero pervertido…

                —Sí, lo soy y como Noah es “demasiado” inocente para escuchar tus gemidos de pasión, creo que te llevaré a mi departamento.

Los sentidos de Tomás se agudizaron. ¿Departamento? Eso significaba que Noah y su novio se quedarían solos nuevamente. No iba a permitir eso.

                —Claro que no, tu y yo no podemos… oye… no… suéltame.

Santiago había ignorado sus quejas y llevándolo en sus brazos a la fuerza lo estaba sacando de ahí.

                —Nos vemos luego Noah, volveremos en la noche—gritó en la base de las escaleras.

                —Está bien—respondió el castaño sin comprender muy bien el motivo por el que se iban tan pronto.

Tomás siguió retorciéndose pero no pudo con la fuerza de Santiago. No, no podía irse así, su Noah estaba en peligro, iba a ser devorado. Esos eran sus pensamientos. Oh si tan solo Tomás supiera que Noah anhelaba ser devorado.

Nuevamente solos en la casa, Noah sonrió con los nuevos hechos. Eran novios, estaban juntos, acababan de hacer el amor, ya no había ningún obstáculo entre ellos, sólo le hacía falta arreglar las cosas. Se acurrucó en los brazos de Diego y dejándose llevar por la sensación, pensó en el mañana. Debía acomodar las piezas en su lugar, como les correspondía.

El juego había terminado.

Notas finales:

Noah ya supo la verdad, maldita Vania!!! La detesto!!!

Y hablando de Noah....

:3 Mis vidos, estos dos derraman miel hasta en el sexo (me da harta pena les he de decir ja) sé que hasta la fecha no he escrito nada tan cursi como Hitono y Hiroto (Referencia salvaje al CAFF) pero aún así me siento avergonzada :o

Tomás!! Eres el ser más sobreprotector y exagerado que conozco!! En serio!!! jajaja me mata este tipo, lo amo tanto :)

Y como ya soy libre, nos vemos dentro de 8 días, domingo sin falta, ya no más dos semanas, volvemos a nuestro ritmo :D espero que les haya gustado y muchas, muchísimas gracias.

Los amo!!!


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