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Más allá de los límites por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Hola a todos!! Creo que me debo inventar un saludo, en serio jaja, pero bueno, dejando a un lado mis pésimas habilidades sociales, aquí les traigo el capi de hoy Domingo, oh sí!! 

Este capítulo es de transición, más o menos como para contextualizar el asunto. Diego está hipermegaarchiretecontraconfundido y no lo culpo, pobrecito, no sabe si le gusta la chico o el chico (oh pequeño, si tu supieras!!) y Noah, ya ni les digo, él tiene mucho con lo cual lidiar, pero ya lo veremos, espero que les guste :)

Capítulo 9: En esta lluvia para siempre

 

Se sintió asqueado cuando terminó de ver el video.

¿Cómo era posible que un ser humano…? No, Erika no merecía tal apelativo, era demasiado benévolo para ella. Era una paria, un ser que no merecía piedad alguna. No podía creer que seres como ella existieran en el mundo, incluso se puso a analizar y llegó a la conclusión de que quizá, Esteban y su grupo de malhechores, habían abusado de Vania. No le sorprendería que su mejor amiga hubiese hecho algo en contra de la rubia líder del Cuarteto y que ella, en venganza, la llevara a una fiesta que tenía una trampa preparada.

Cómo deseaba con su alma que Vania despertara, ella le diría la verdad, le contaría exactamente qué le había ocurrido en esa fiesta y quiénes le habían hecho daño. Diego se disculpaba por algo, Olga afirmaba estar satisfecha con lo que había hecho, Sergio no negaba ni afirmaba y Erika, ella era basura que seguramente había maquinado todo. Tal vez el Cuarteto no tenía que ver con su violación, pero cada uno de ellos le había hecho mal, contribuyendo a su miseria, contribuyendo a sus deseos de acabar con su vida y él no podía quedarse con los brazos cruzados, era justo que él les devolviera el dolor que ella padeció, la humillación, la agonía. Todo.

Necesito algo que de verdad destruya a esta desgraciada, se dijo contrariado. Tenía material de Sergio, de Diego tenía ciertas cosas, pero de Erika estaba en blanco. Tenía videos de ella teniendo sexo con medio mundo y aquello sería bueno como para mandárselo a su padre y así acabar con esa imagen, pero sabía que necesitaba algo mejor, algo más jugoso. Algo que hiciera que esta inmundicia de ser pagara cada una de las cosas que había hecho y que estaba por hacer. Aquellos pensamientos, aquel análisis, todas las palabras y el acuerdo entre esos villanos, le hizo pensar en Olga.

¿Qué iba a hacer con ella? ¿Le advertiría sobre lo que le esperaba? ¿O dejaría que todo pasara? Sabía que era una mala persona por cómo había tratado a muchos en el pasado. Pero ahora que la conocía como en realidad era, si bien, no negaba que tenía cierta malicia, en el fondo, Olga era una buena persona. Comprensiva con sus amigos, amable con aquellos en quienes confiaba, y con una gran capacidad de amar, la debía tener, considerando que amaba a esa arpía a pesar de lo ruin que era y lo vano de ese amor. ¿En verdad quería que Olga sufriera algo así en restitución a lo que Vania había vivido? ¿En verdad creía que con ello, la venganza estaría completa? ¿Había una venganza como tal? ¿Qué había hecho Olga? ¿Por qué le aconsejaba que se cuidara de Vania? ¿Qué era lo que sabía y por qué no había querido decírselo? ¿Por qué odiaba tanto a Vania? La había visto amenazarla en el hospital y aún no olvidaba sus palabras, aún no olvidaba que ella no se retractaba de lo que le había hecho a su amiga. Quizá se lo merezca, pensó cruelmente y se asustó de sí mismo. ¿Desde cuándo era tan ruin como para permitir algo así? ¿Qué estaba pasando con él? ¿Por qué sentía culpa? Él juró que los destruiría a como diera lugar.

Eres Marina Noah, Marina no tiene piedad, se dijo como un mantra pero la sensación en su pecho no desaparecía. La culpa, la vergüenza de sí mismo. Marina era el ser cruel que no le preocupa hasta donde pueda llegar con tal de cumplir su cometido. Él lo juro, él dijo que lo haría, que llegaría incluso más allá de los límites con tal de lograr su venganza. ¿Pero era capaz en verdad de hacerlo? ¿Por qué dudaba de esa forma? ¿Por qué sentía que estaba haciendo las cosas mal? Dejar que Esteban Ordóñez y sus amigotes pusieran sus manos en Olga, que le hicieran lo que probablemente esos malditos le habían hecho a Vania. Saber que en algún lugar, en cualquier momento, en cualquier hora, un equipo de futbol entero abusaría de una chica que, fuese como fuese, era una persona con sentimientos y miedos.  ¿En verdad era tan bastardo como ellos?

Lo eres Noah, lo eres al jugar con Diego, al planear acabar con Sergio, lo eres por esta venganza.

Tal pensamiento le hizo sacudir su cabeza. ¿Qué clase de monstruo era él ahora? Independientemente del nerviosismo que sentía ante el hecho de que, probablemente, Esteban supiera de él y le otorgara información a esa arpía, su alma no podía con lo que estaba pasándole en el interior. ¿Cuándo fue la última vez que sonreí de verdad? ¿Cuándo fue la última vez que tuve pensamientos buenos? ¿Qué está pasando conmigo? ¿En qué me estoy transformando? Se preguntaba sin parar y en ocasiones, a su mente venía Diego… Diego, el chico que le generaba todo un cambio a su mundo, a su resolución, a su odio… su odio… él… con cada acción lo mermaba y le hacía sentir miserable.

Le dolía ser tan cruel con él cuando fingía ser Marina, le dolía rechazarlo. Porque al principio, había jurado que Diego sufriría por haberse interesado en ella. Pero ahora, cada vez que veía sus ojos, moría de ganas por lanzarse a sus brazos y decirle que todo estaba bien, que él no tenía la culpa de nada, que él, solamente era una de las piezas de este retorcido juego, que él… que él quizá era más inocente que cualquiera, aunque él mismo se culpara de algo, aunque él mismo fingiera ante el mundo ser indiferente, ser frio, ser seco. Marina y Noah, obviamente, habían conocido al verdadero Diego, al verdadero Sergio, a la verdadera Olga y a la verdadera Erika.

Al verdadero Cuarteto, al real, no el de las apariencias.

¿Qué iba a hacer con estos sentimientos encontrados? ¿En verdad era capaz de seguir aunque doliera? ¿En verdad podía con ello? ¿En verdad iba a permitir que unos desgraciados abusaran de Olga? ¿Aún si Olga se lo mereciera o no? ¿Él iba a destruir el amor que Sergio sentía? ¿Jugaría con el corazón de Diego? ¿Ellos tres realmente merecían esa venganza?

No lo sabía, tenía ganas de llorar porque cada vez que pasaba el tiempo, sabía menos cosas y dolía cada vez más.

¿Qué tan fácil era dejarse llevar por el odio?

¿Qué tan difícil era dejar que el amor ganara?

Demasiado, lo suficiente como para lamentarlo en el futuro.

****

Nuevamente había ido a parar en ese lugar.

Habían pasado un par de semanas desde que descubrió la existencia de Noah en la vida de Marina. Su novio, una parte de él aún se resistía a creerlo y más con las cosas que acontecieron los siguientes días. Marina se volvió fría, seca, huraña, rara vez sonreía y cuando él trataba de hablarle sobre algún tema sin importancia, ella fingía interés, pero en sus ojos se leía el aburrimiento. En alguna ocasión se preguntó si las cosas con Noah andaban mal y cuando le compartió esa duda, la rubia solo sonrió con condescendencia y le aseguró que todo con Noah iba de maravilla.

A partir de esa confesión, algo extraño en él se removió, no sabía si sentía incomodidad por ver a Marina sentirse “satisfecha” con su relación con Noah o porque Noah y Marina estaban mejor que nunca. Fue entonces, en esa tarde que la chica le dio a entender que nunca tendría posibilidades, que él, en vez de buscar a Sergio (el disperso y enamorado) o a Olga para pedir consejo, fue a dar a casa de Marina, pero no porque la estuviese buscando a ella, si no buscando a Noah.

Aquello le descolocaba. ¿Por qué demonios buscaba a Noah? ¿Acaso no había tomado una decisión con respecto a su “confusión”? ¿No se suponía que le daría prioridad a Marina y se sacaría a Noah de la cabeza? ¿Por qué lo buscaba entonces? No se entendía, no se entendía en lo absoluto, pero cuando por alguna razón le iba mal en la escuela o con Marina, él terminaba parado frente a esa casa, temeroso de tocar el timbre y que fuese la chica la que abriera y no él. Porque sí, él quería ver al chico, no a la chica. Soy demasiado complicado, se decía queriéndose dar un azote en el asfalto.

Ese día era uno de aquellos donde algo malo le pasaba. Había reprobado un par de materias y Marina no había ido a la escuela. No era como si la extrañara, debido a su actitud de los últimos días, en ocasiones se cuestionaba si era la decisión correcta quererla a ella y olvidarse de Noah. De todas formas, ambos eran prohibidos, lo vieras por donde lo vieras, incluso tal vez hasta ellos eran felices y él solo era una molestia tratando de separarlos. Aquel pensamiento no le gustaba y le deprimía, pero no sabía por si Marina o por Noah.

Miró al cielo y éste se encontraba gris, casi como su cabeza. Los últimos días había estado lloviendo a pesar de la época del año y temía que, por culpa de sus actos inconscientes, la lluvia lo pescara. Lanzó un suspiró y se sentó en la banqueta de la casa de Marina. Justo como lo temía, el sonido del trueno se escuchó a distancia y antes de que Diego pudiese reaccionar, la lluvia se soltó empapándolo. Genial, masculló en su cabeza, ahora tendría un resfriado por eso, sin duda alguna. Miró su ropa y se preguntó si el lanzarse a correr por las calles le serviría para llegar a casa antes de que terminara como sopa. Lo pensó bastante y cuando estaba por levantarse del suelo y emprender la marcha, una sombrilla lo cubrió motivándolo a abrir la boca como un pez por la impresión.

Noah llevaba la sombrilla en las manos y con la misma los cubría a ambos. Diego no sabía qué decir, no había visto al chico desde dos semanas atrás cuando le dijo que le iba a quitar a su novia y éste con enojo le había retado a intentarlo. Seguramente Noah se había reído bastante los días que siguieron al ver sus intentos fallidos, pero en su rostro no había ningún gesto burlón, al contrario, la cara de Noah era inexpresiva, como si se estuviese reprimiendo de hacer algún gesto que le delatara. Diego estaba por hablar, decir cualquier cosa o preguntar por lo menos cuando el chico de los ojos bonitos, suspiró con resignación y negando con la cabeza, habló:

                —Vayamos a la casa, nos enfermaremos si nos quedamos aquí.

Diego solo asintió y lo siguió hasta el interior del hogar de Marina. No me equivoqué al pensar que estarías aquí pero… ¿Por qué estás aquí hoy también? Se supone que es casa de Marina, no tuya, se cuestionó en su mente pero decidió guardarse las preguntas para después. Noah solo entró y le dio una toalla para que se secara, ya la tenía preparada. Había notado el acoso de Diego un par de días después de lo ocurrido en la escuela, cuando acordaron que Marina y él serían solo amigos. Le enfermó al principio que el chico estuviese tan interesado en la chica que hasta la buscara en su casa. Pero cuando notó que Diego nunca tocaba el timbre, se empezó a cuestionar el motivo por el que el muchacho hacía tales cosas.

Pero hasta hoy, que lo vio incluso sucumbir ante la lluvia, entendió que tendría que preguntárselo. Preparó chocolate caliente como lo hacía su papá cuando él se enfermaba, lo cual era muy a menudo, y una vez que estuvo listo, lo sirvió en su taza favorita, una pieza de color azul con búhos dibujados tanto en el interior como el exterior. Una vez que lo olió, con una sonrisita, la cual borró al momento, lo llevó a la sala, donde Diego se secaba.

                —Toma, para el frío.

                —Gracias—respondió extrañado y tomó la taza en sus manos mientras bebía lentamente. Noah lo observaba como esperando algún comentario sobre el chocolate y, tentado a sonreír enternecido, habló—Está delicioso.

El anfitrión lo miró sorprendido ante el comentario y sin poder evitarlo se sonrojó desviando la mirada. Había olvidado los poderes de brujo que este chico tenía. Diego por su parte, dejó de reprimirse y sonrió sinceramente, había olvidado lo adorable que era Noah, una de las muchas razones por las cuales le había gustado. ¿Qué había ocurrido entre ellos? En La Cueva hubo una chispa, casi mágica, pero cuando se volvieron a ver se dedicaron a reclamarse cosas e insultarse. ¿Por qué sentía con Noah una fuerza casi sobrehumana que le llevaba a estar con él? ¿Qué le pasaba con este chico que cuando no estaba molesto parecía dominarlo como un vil juguete? ¿Qué pasaba con ellos? Casi no lo había visto y sin embargo, ahora sentía tanta paz. ¿Qué era eso que le embriaga el cuerpo cuando lo veía? ¿Qué estaba pasando en sus cabezas?

Diego quería preguntar por qué estaba todo el tiempo en casa de Marina, incluso se cuestionaba si la chica no estaba en ese momento y Noah deseaba preguntar por qué él siempre estaba en la entrada pero no tocaba el timbre ni buscaba a nadie. Solo se sentaba en las gradas por horas y cuando empezaba a oscurecer, se iba. Pero ninguno de los dos tenía el valor de romper el silencio que se había instalado en ese lugar. Era como si la lluvia y el chocolate hubiesen sellado sus bocas y creado un ambiente en esa casa que se sintiera casi cálido, casi celestial, como si fuese sacrilegio romperlo. El pelinegro bebió de nuevo de su chocolate sin saber qué decir y el castaño se recargó en el sillón pensando en todo lo que Diego Oropeza le provocaba con su sola presencia.

Y así, en silencio, dejaron pasar el tiempo.

****

La chica estaba en una cafetería dejando pasar la lluvia. Odiaba la lluvia con toda su alma, arruinaba el glamour. Su cabello planchado perecía ante ella, el maquillaje se le corría y no podía caminar entre tantos charcos. Pero claro, sólo al idiota de Esteban Ordóñez se le había ocurrido citarla en una cafetería de la ciudad con este mal tiempo. Esperaba con su alma que tuviese buena información o iba a golpearlo con dureza por semejante pérdida de energía y tiempo.

El mencionado apareció con una brillante sonrisa en su deportivo rojo y ella giró los ojos. Tipos como él siempre se daban ínfulas de grandeza, pero afortunadamente existía el Cuarteto con su mezcla tan variada de personalidades para ponerlo en su lugar. Esteban salió del auto, guiñó el ojo y a pesar del clima, caminó con parsimonia en dirección a la entrada del establecimiento. Erika resopló y trató de relajarse, le enfurecía demasiado que el tipo se anduviera con misterios y estupideces, como si en verdad fuese bueno lo que tenía. Más le valía que lo fuese.

                —Hola preciosa, ya está aquí tu galán—saludó el capitán del equipo de futbol y ella hizo una mueca.

                —Cierra la boca y dámelo, exijo ese expediente ahora y más te vale, que sea bueno.

                —Depende de tu percepción, para mi es una información muy jugosa, pero adelante, júzgalo por ti misma.

Erika tomó el folder entre sus manos y comenzó a hojearlo. “Noah Pereira” decía la hoja y la fotografía mostraba a un escuálido muchacho de ojos cafés cubiertos por anteojos y cabello castaño. Pálido, delgado, de una estatura considerable, ni bajo ni alto y un gesto de santurrón en el rostro. ¿Qué basura era esta? ¿Quién era Noah Pereira y qué relación podría tener con Vania?

                —¿Y esto es bueno porque…?

                —Noah es el mejor amigo de Vania. La visita casi todos los días en el hospital, está en buenas relaciones con su familia y todo el tiempo, él estaba a su lado, incluso cuando la invitamos a su fiesta de bienvenida. Él sabía de esa fiesta.

                —¿Se supone que debo creer que este “chico” es la persona que estoy buscando? Lo siento, pero no creo que sea él. Él es… nadie… aquí dice que es enfermizo. ¿A qué se refiere con ello? ¿Todo el tiempo está enfermo o qué?

                —Así es—Esteban asintió y continuó proporcionando información—Noah es una persona de delicada salud, por eso es que no lo recuerdas, pero él estudia en esta escuela, solo que este año no se inscribió. No me sorprende, siempre se ausenta por sus enfermedades.

                —¿Y qué hace Vania con un tipo tan patético como este?—cuestionó la verdadera líder el Cuarteto con indiferencia.

                —Lo ignoro, pero te lo aseguro, él es la persona más cercana a Vania y una de las pocas que sabía de la fiesta.

Ella entrecerró los ojos analizando nuevamente el aspecto de Noah y después negó con la cabeza.

                —No es él, estoy segura que no es él. Un tipo tan débil y simple no se atrevería a hacer algo así, no tendría el valor. Él no es mi enemigo, necesito más información. Esto no me sirve.

Esteban frunció el ceño. Él se había esforzado en conseguir ese expediente, Erika no podía salirle con la estupidez de que no era útil. Él había cumplido y si ella se retractaba de su parte del trato, se encargaría de hacérselo pagar.

                —Ese ya no es mi problema, yo te di el expediente, así que espero y mantengas tu palabra con respecto a Olga. No te irá muy bien si te retractas…

                —No me amenaces Esteban—le interrumpió ella con una voz firme—Yo sé muy bien lo que te prometí y aún con sus defectos, tú cumpliste. Tendrás lo que acordamos.

Él sonrió satisfecho y ella enarcó una ceja con parsimonia. No le importaba en lo más mínimo el destino de Olga, es más, ella le tenía sin cuidado. Se había cansado de ella, estaba harta de que la siguiera, de que le dijera una y otra vez la misma sarta de estupideces con respecto a sus sentimientos. Le asqueaba tanta devoción, Olga le fastidiaba en toda la expresión de la palabra, si podría quitársela de encima por un tiempo con esto por realizar, no le preocupaba ni un poco las consecuencias. Además, ella iba a ser lo suficientemente cautelosa como para zafarse del asunto y salir con las manos limpias.

                —¿Y entonces…?—el chico no sabía cómo abordar el tema.

                —El viernes dentro de quince días—sentenció la chica con frialdad—ese viernes todo estará listo para que Olga sea tuya y del disfrute de tus amigos. Eso sí, ni una palabra que me relacione. Yo no tengo nada que ver.

                —Así será, te lo prometo—aseguró Esteban satisfecho de oír aquello. Cada vez estaba más cerca de conseguir sus objetivos. Iba a ser una delicia tener a Olga, sin duda alguna.

Y esta vez, no había ninguna cámara que asegurara haber grabado la situación. Aún si Noah, decidiera hacer lo correcto, ya no serviría de nada, no tendría validez. Ahora, todo estaba en manos del chico y su disposición de advertirle, aunque no supiera el día exacto. Sólo con avisarle, ya haría demasiado. El problema estaba en que para cuando decidiera acabar con todo, ya no habría forma de salvarla a ella.

Quizá ya sería demasiado tarde.

****

La lluvia no cesaba, era como si el clima se estuviese burlando de ambos. Diego se sentía demasiado incómodo y Noah no podía controlar ese latido acelerado de su corazón. Aún cuando se suponía que él había rechazado todo sentimiento hacia ese chico, aún cuando se hubiese jurado que no dudaría y no se dejaría embaucar. Aún con todo eso, no podía evitarlo.

Fue cuando un trueno sonó a la distancia que Diego decidió romper el silencio con una pregunta bastante extraña.

                —¿Viven juntos?

                —¿Qué?—Noah lo miró sin entender.

                —Sí, pregunto si viven juntos, Marina y tu. Estás aquí y ya es bastante tarde. Además de que te mueves en la casa como si fuese tuya. ¿Viven juntos?

                —No exactamente—dijo Noah incómodo. Había olvidado que se suponía que Marina estaba en esa casa y no solamente él. ¿Cómo seguir con esta mentira cuando cada cosa le delataba?—A veces me deja quedarme cuando hay alguna emergencia.

                —Ah, ya veo—asintió el pelinegro aún tímido—Y no está aquí ahora. ¿Cierto?

                —Así es.

Estaban solos, completa y absolutamente solos. ¿Por qué tenía tantos nervios de estar a solas con Diego? ¿Qué demonios le estaba pasando? Sacudió su cabeza y decidió que, ya que Diego había comenzado a hablar, era un buen momento para hacer sus preguntas y saber de una vez por todas, qué motivaba al chico a estar en esa casa en ciertas ocasiones.

                —¿Y tú…?

Lo interrumpió mirándolo a los ojos y cuestionando sus dudas.

                —¿Por qué vienes a la casa pero nunca tocas? Te he visto. ¿Qué te trae por aquí? Sé que no es por Marina, de lo contrario ya estarías instalado como si fuese tu casa. ¿Qué es entonces?

Diego comenzó a jugar con sus dedos. ¿Qué le diría? ¿La verdad? ¿Qué estaba ahí por él? Eso sería raro, ni él mismo entendía esa imperiosa necesidad de verlo cuando tenía un mal día. Así que decidió mentir, aunque no fuese del todo una mentira lo que estaba por decir.

                —Quiero disculparme, contigo. La última vez que nos vimos dije cosas hirientes. Y es que de verdad me sacó mucho de onda que fueses el novio de Marina y tiempo atrás nos hubiésemos besado, pero después me dije que no yo no tenía ningún derecho de reclamarte nada. Fui yo quien quiso besarte, fui yo quien se podría decir que se te insinuó, por lo tanto no tenías ninguna obligación conmigo. Es mi culpa.

Noah abrió la boca sin creerlo y después negó la cabeza. Eres un tonto, solo tú eres capaz de culparte cuando claramente yo te di permiso. ¿Por qué eres así? Me haces tan difícil odiarte cuando te comportas de esta forma Diego. Su mente era una maraña de pensamientos locos, de sentimientos encontrados, de miedos, de cuestionamientos, aunados a las dudas y cizañas que Olga había metido en su cerebro. Ya no sabía qué hacer, ya no sabía cómo actuar, ya no sabía qué era lo que sentía por Diego. A veces era odio, a veces era molestia, a veces ternura, a veces cariño y otras… otras era un sentimiento al cual no le encontraba nombre. ¿Qué iba a hacer con todo eso?

                —No eres el único responsable y lo sabes—habló al fin el castaño—Yo te dije que sí, aún cuando Marina existía me dejé llevar.

                —Somos de lo peor—dijo en un suspiro el chico de ojos olivo—Peleándonos supuestamente por una chica, pero por otro lado, besándonos.

Eres el único que pelea por ella Diego, yo soy Marina, eso es lo que tú no sabes.

                —¿Y si lo olvidamos Diego? ¿El pelear por ella? Una tregua, ni tu ni yo. Que ella decida—se sentía tan estúpido diciendo cosas como esa cuando sabía a la perfección que Marina no existía, pero necesitaba que Diego no solo le sonriera a ella, sino también a él, aunque fuese en contra de sus propias reglas, de sus deseos de venganza, de sus planes, de todo lo que había hecho hasta ahora.

El pelinegro lo miró tratando de encontrar alguna trampa en su propuesta, pero estaba convencido de igual modo que no podía seguir fingiendo que solo le gustaba uno de los dos. Por Marina sentía un agrado típico de un chico a una chica, pero por Noah era algo que desconocía y que le trastornaba por no saber. Era una fuerza magnética imposible de controlar. Quizá si hacía la tregua con él, las cosas podrían volverse normales y él sabría qué hacer.

                —Está bien, tregua—le ofreció la mano con una ligera sonrisa.

Noah la tomó entre las suya asintiendo y ambos sintieron la electricidad de su contacto. A Marina nunca la había tocado más que un par de veces debido a algún accidente, pero a Noah, su sola piel era llamativa, atrayente y cuando la tocaba, quería más y más. Quería creer que con ese acuerdo todo mejoraría y el castaño solo esperaba acabar con esa sensación en su pecho que empezaba a surgir cada vez que hacía algo en contra de él.

En esta lluvia que parecía ser para siempre ambos se sentaron al lado del otro y meditaron sus acciones. Ambos no comprendían lo que pasaba entre ellos, como si el destino hubiese decidido hacer una cruel jugarreta. No te puedes enamorar del enemigo Noah, no de él, no de Diego, se repetía sin parar. El que se enamora pierde, no podemos perder. Pero su corazón le dictaba otra cosa, lo miraba tan callado, tan confundido, tan mareado, tan infeliz. Si tan solo no fuese él, si tan solo Diego hubiese sido una persona común que conoció en un lugar cualquiera, él estaría emocionado de verlo, se permitiría todos esos sentimientos, le pediría una cita, irían a cualquier lugar romántico y se besarían enamorados. Pero el pensamiento de que Diego solo quería a Marina arruinaba sus sueños. Si yo te gustara como ella, abandonaría todo, pensó de repente y algo en su interior se rompió en pedazos. Dejar su venganza por amor. ¿Era capaz de algo así?

Por una mirada de Diego cargada de esa dulzura que le caracterizaba, era capaz de cualquier cosa.

Incluso de olvidar a Vania.

Diego por su parte lamentaba la horrible situación. Si Marina no existiera, se lanzaría con todo a Noah. Saldrían, lo conquistaría y ese beso en La Cueva se repetiría una y otra vez. Sin embargo, cuando pensaba la situación a la inversa, si Noah no existiera, él conquistaría a Marina… No lo sabía, no tenía ni la más remota idea. ¿Por qué demonios tenía que estar tan confundido? ¿Por qué no podía elegir? ¿Por qué cuando aseguraba una cosa, la otra opción arrasaba con él como si se tratara de un huracán? ¿Por qué Noah prevalecía en su mente a pesar de todo?

¿A quién quiero en realidad? Se cuestionó mirando a la nada y escuchando el sonido de la lluvia eterna.

Y quizá ellos no eran conscientes ahora, pero ese sentimiento al cual no le encontraban nombre, el cual confundía sus mentes, el cuál doblegaba sus deseos, ese extraño sentimiento ganaría por sobre todas las cosas, sobre la venganza, sobre lo convencional, sobre la rivalidad, sobre el miedo, sobre los juramentos y sobre la culpa.

Solo era cuestión de que lo descubrieran y aceptaran.

Porque ese sentimiento, siempre es el ganador, a pesar de todo.

El amor siempre triunfa… ¿Verdad?

 

Notas finales:

Eso quiero creer, que el amor siempre triunfa!!! Sí!! Lo hará!!! Anhelo con mi alma que así sea, espero que les haya gustado y muchas, muchas gracias por leerlo!!! Nos vemos el próximo domingo :)

Los quiero y muchas gracias ;)


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