Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Amigos. por DraculaN666

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

A ver niñas, la moraleja de la historia -mi historia, patéticamente- es "no le muevan a nada si no saben qué pedo". Tras horas y horas -y horas y horas y horas y horas- de intentar poner una versión corregida de una de mis historias... pues que voy y la borro sin querer. Ja-ja-ja. Aplausos y gracias a mi persona.

 

Nadie -creo- iba a enterarse que había corregido la historia, pero yo quería hacerlo porque se me dio la gana y blá blá blá ¿por qué debo explicarlo?

 

Pues para el caso de que A-Y es una maldita diva que hace lo que se le sale de un huevo y no y que no y que no te voy a dejar subir la versión corregida y muérete perra y tomala... borrada la historia porque la página es una bitch -T_T mis reviews...-

 

Y dale, aquí estoy, subiendo de nuevo la historia. Que debí dejar así... que penita que yo estuviera escribiendo estas cosas hace tantas lunas atrás... pero soy una romántica de closet y nostálgica por naturaleza, así que tuve que subirla de nuevo.

Notas del capitulo:

Y pues... nada, en ésta época no conocía a mi bella Lady Henry para que beteara mis monstruosidades... así que todos los errores son míos, míos bitches o____ó...


Como es versión "corregida"... seh, hay unos ligeritos cambios a la historia original... pero sigue sin haber lemon, porque soy una cabrona a las 2 a.m. que no se iba a poner a escribir más :B ódienme mis amores.


Y shalala shalala...


Disclaimer: Mis personajes, míos, míos, míos, míos. Muerte y destrucción para las plagiadoras, morirán vírgenes o quemadas... o las dos cosas... o empaladas... o sin yaoi!! D:!


Ejem...


Agradecimientos: Eeeh... esta vez a nadie... bueno, a mis papis por hacerme tan genial :3.... okey no, es de madrugada, ya desvarío...


Advertencias: malas palabras, personajes dopados como la autora que se quedó sin cafeína, personaje depresivo y un poco auto destructivo enamorado de un sádico... dale, lo mismo de siempre. Cualquier parecido con la realidad, con personas ya sean vivas, muertas, escondidas o desaparecidas.... no sé, coincidencia y esas cosas del azar...

1


Es algo, horrible, oscuro, penetrante. Es el deseo que se esconde en cada parte de nosotros. Aquel lugar escondido en lo más profundo de nuestros corazones, de nuestras mentes, de los sentimientos que se aglomeran en nuestro sentir.


Era repugnante, quería odiarlo, destruirlo, desaparecerlo de mí, tomar y hundirlo en las profundidades del olvido.


Pero no podía, era un cobarde, era un ser reptante que se arrastraba dentro de mí, ganándome cualquier lucha interna por impedirle salir.


Pero amaba tanto a ese hombre.


—¿Y ahora?, ¿Por qué tan pensativo? —Me dijo aquel rubio indecente, tapando la pantalla que veía sin mirar, mostrando su delgado y precioso cuerpo ante mí sin camisa y con el pantalón a medio abrochar.


—Nada importante —contesté cortante, regresando a la televisión que había estado ignorando segundos antes.


Nuevamente se colocó frente a mí, más cerca que antes, incitándome a perder el control y saltar sobre él para devorar cada parte de su físico, besar esos labios carnosos y tentadores, que suplicaban ser mordisqueados por húmedos labios que se posaran en ellos. Su lampiño pechó con inexistentes vellos rubios y tan blanco como el marfil, blanco como mi misma piel, con la que se fundiría hasta perderse en una sola, una sola existencia que nos uniría en un lejano sueño. Ese pantalón sin terminar de cerrarse, que prometía un paraíso prohibido entre los humanos. Con su sonrisa limpia y perfecta, con sus dientes brillantes por los frenos que se encontraban en ellos.


Maldita seas, una y mil veces, maldito Sebastián. Pensé para mis adentros, sabiendo que era todo menos eso, porque su inocencia le hacía tan estúpido que me hacía sólo amarle más.


—¡Vamos! —Exclamó nuevamente sonriente—, te doy un beso por tus pensamientos —puso sus hermosos labios en forma para tirar un beso y pensé que no debía tentarme a tomarle la palabra.


—Quítate de enfrente y termina de vestirte, se nos hace tarde —dije de regreso a mi realidad, sabiendo que no podía, que no debía, que si tenía algo de control, debía utilizarlo en ese momento—. Y luego eres tú el que se queja de que llegamos a mitad de la película, cuando eres el que se toma horas acicalándose —bufé exasperado, deseando que cubriera su piel, que me dejara de torturar de esa manera tan vil.


—Joo, que amargado estas hoy —comentó en un gracioso puchero, de esos que tanto amaba. ¿Qué no amaría yo de él?—. Aun así te daré tu beso —agregó, al tiempo que unía sus labios con mi mejilla.


Maldito seas, realmente maldito seas.


—Con ese carácter no vas a conseguir novia Rafa, ¡Las espantaras a todas! Y ya sabes que de vez en cuando el polvo es necesario —sé echó a reír, colocándose una camisa larga de color verde.


Levanté mi mano derecha, con sólo mi dedo medio levantado, sin decir palabra, para que entendiera que podía irse a joder. Aunque claro, era preferente que jodiera conmigo.


Sin perder su sonrisa terminó de alborotarse un poco el cabello, de esa manera que le hacía ver tan adorable. Se bañó en perfume, con ese aroma que me hacía recordarle todo el día, con ese aroma que tenía la botella escondida en mi habitación, la cual compré y olía sólo por recordarle a cada momento.


—¡Ya! Sólo es una película —le recriminé molesto.


—Sé que sólo es una película —me volteó a ver sonriente—. Pero ella estará ahí y quizás ahora sí que se me hace —y mi mundo se derrumbó con esa frase y esa sonrisa exageradamente alegre que mostró.


Y le odie tanto, por ser tan imbécil, por no comprender que con eso me terminaba de matar. De hundirme en el olvido de mi propio infierno particular, en el que me sumergía queriendo olvidar.


Subimos a mi carro, porque claro, tenía que ser yo su chofer, su mejor amigo y su imbécil enamorado. Ese era yo, y ella era Sofía, una mujer demasiado llamativa, demasiado voluminosa, demasiado manoseada por muchos hombres, quizás mujeres, y quizás cosas que no pertenezcan a este mundo. Porque ella tenía un par de senos colgantes. Porque no era hombre. Porque no era yo.


Una patada a mis genitales hubiera sido menos dolorosa que esa frase, pero no existía más remedio, yo no podía hacer nada en contra del destino, que nos jugaba tan malas pasadas como esas.


Pise el acelerador un poco, deseando pisar fondo y estrellarme en el primer poste que se me cruzara en el camino. Porque a Sofía no le gustaría un Sebastián deforme y lleno de sangre. Porque a mí no me importaría tenerlo en mis brazos, aunque tuviera que unir pieza por pieza de su desmembrado cuerpo. Porque yo era el que de verdad le quería, le quiero y siempre, hasta que mi cuerpo se pudra en lo profundo de una tumba, le querré más que nada.


Llegamos tarde a la función, y como era predecible, el rubio comenzó a quejarse por la impuntualidad.


Le sugerí de buena manera, que podíamos entrar a otra función que no estuviera empezada.


—¡Cómo crees! —Exclamó ofendido—. Le dije a Sofía que en esa, seguramente debe estar esperando —sin poder objetar más, compramos los boletos y entramos a esa sala.


Efectivamente, la mujer nos esperaba casi al fondo de la sala, apartando dos lugares. Repentinamente me sentí sofocado, hundido en la miseria de estar estorbando, por lo cual puse cualquier excusa para salir de ahí y dirigirme al baño.


Entré al servicio, estaba vacío, todas las funciones estaban ahora llenas y yo me hundía en mi propia depresión, sintiéndome la peor de las mierdas que una persona puede pisotear una y otra vez.


Me paré frente a uno de los urinarios y bajé el cierre de mi pantalón. Ganas de hacer del baño era lo último que tenía, pero la posición ayudaba a despejar un poco mi torturada mente.


No había pasado ni un minuto cuando siento que la puerta se abre, dejando pasar a un chico menudo y con pinta de rockero, punk, emo o cualquier otra clase que exista, seguramente él la metió en su vestimenta.


Le observe sin mirar y él se perdió en algún punto de mi pantalón. Sonreí para mí mismo.


2


Salí del servicio veinte minutos más tarde, sin que nadie más que un chico pelirrojo notara que estaba en el lugar.


No. No tuve sexo. Bueno, por lo menos no fue algún tipo de coito en alguna parte baja, ni por su parte, ni por la mía. Pero el sexo oral jamás se desprecia, aunque él suplicara casi de rodillas que le penetrara.


Eso era algo que no formaba parte de mis planes. Y no, tampoco es que fuera virgen, que me guardara para alguien en especial. Había estado con tantas personas, hombres y mujeres, más los primeros que las segundas, pero aún así el número era grande como para tratar de recordar rostros.


¿Cuáles rostros? Si en ellos se reflejaba uno solo cada noche que compartía la cama con alguien.


Sebastián. Ese era el nombre, el rostro, el cuerpo y el todo que se reflejaba cada vez que follaba con alguien.


Arrepentido y sucio era como terminaba al final, lleno de fluidos e inmundicia, en todas partes y a la vez en ninguna.


Ese era yo. El buen amigo, el de la boba sonrisa, el amargado sin pareja. El que amaba a su mejor amigo.


Subí a mi auto, esperando y a la vez sabiendo que no volvería, pero aun así esperando, algo que nunca llegaría.


Llegué a mi casa frustrado, ignorando a mi madre, a mi padre, y a cualquier otro ser vivo que osara dirigirme palabra en ese momento. Yo no existía, era nada y lo era todo en ese momento para mí y mi mente tormentosa. Quise dormir, desaparecer, que la cama se abriera y me tragara y nunca más existir, o que me escupiera siendo otro, algo que no fuera yo, algo digno de ser amado por él.


Soñé que no despertaba, que mi sueño era mi realidad y podía estar sin lamentarme, sin sentirme inferior, sin sentirme sucio y manoseado por todos, por cosas reptantes sin rostro que se arrastraban por mí. Soñé que el sol no volvía a salir y yo era feliz en ese mundo irreal.


3


Pero el sol tenía que salir, mostrarme que seguía en mi miserable realidad y que cada momento que pasaba torturándome era tan real como el anterior, cortándome como pequeñas dagas, desangrándome poco a poco hasta que no quedara nada en mí, hasta quedar más vacío de lo que ya estaba.


Me enterré más en las sabanas, mucho más, como si con esto las cosas malas no lograran entrar. Odiaba los sábados, los domingos, de hecho, odiaba toda la semana, cada día era el mismo suplicio, pero nada como los sábados por la mañana, esos horribles días en los que por alguna estúpida razón tenías que venir a mí casa.


Me acurruqué en el olvido de mi habitación, como si ésta fuera mi guarida, un refugio que ni siquiera su perfecta existencia pudiera dañarme en lo más mínimo, ni sacar a flote esos instintos tan carnales que me incitaban a verle, tocarle, acariciarle, tomarle de una forma loca y desenfrenada.


¡Carajo! ¿Por qué tenía que ser sábado?


A lo lejos, escuche el suave murmullo de la puerta cuando alguien toca y los ligeros pasos de mi madre abriéndola, dando paso a esa pesadilla andante que me torturaba día con día. Traidora la que me engendro al dejar pasar a ese demonio con cara de ángel y forma escultural que hacían que más de una parte de mí reaccionara a su presencia. Maldita su presencia horrible que no me dejaba en paz ni en un misero día en el que buscaba soledad, tranquilad y paz.


Tocó la puerta de mi habitación, y yo sin ánimos de abrir, ni hablar, ni verle; ni existir, le deje creer que estaba dormido, cubrí mi rostro, tranquilicé mi respiración y dejé que el sopor de la inconsciencia me embargara un poco.


—Mmm...… Así que dormido ¿No? —Pude casi adivinar esa sonrisa burlona en su rostro, enorme a los lados mostrando el brillo de esos malditos frenos, y su labio inferior coronado por las arracadas que hace medio año se puso y su lengua pecadora con otra perforación con más de un año de existencia—. ¿Cómo era la película? ¿La bella durmiente? ¿La princesa durmiente? Algo así ¿No? Mi princesa levántese —soltó una carcajada por sus estúpidas bromas.


Y cerré mis oídos, mi corazón. Cerré los ojos alejándole de mí, aferrándome a que todo fuera un mal sueño. Porque quería gritarle que no era una princesa, sino un hombre, uno enamorado de él de manera ridícula y enfermiza, que era idiota por preferir los pechos planos de una mujer que estaba más usada que un baño público. Pero de paso, cerré todo, incluso mi boca.


—Vamos Rafa, ya es más de medio día ¡Levántate! —Dijo al fin retirando la manta que me cubría y yo seguía aferrado en dormir.


—Déjame dormir un rato más, Sebas —usé mi mejor tono adormilado, lastimero por su indiferencia y él creyendo que es por mi falta de sueño.


—Claro que no amigo mío, es un día esplendido como para arruinarlo aquí metido, así que mueve ese hermoso culo que tienes y ve a la ducha —tomó mi brazo, para sacarme completamente de la cama.


—¿Qué demo…? —dije mostrando sorpresa, descolocado por sus palabras—. ¡Que estupidez dices! —Seguramente estaba sonrojado hasta la punta del cabello.


—No te hagas el que no sabes —sonrió nuevamente, al tiempo que una de sus manos apretaba uno de mis glúteos—. Son lindos y grandes ¡Lástima que eres hombre! —Los palmeo un poco antes de soltarle completamente.


Oh… un mal remate sin duda. Si en algún momento pude tener una esperanza, él sabía siempre la mejor forma de despedazar mis ilusiones, escupirlas y pisotearlas hasta que no quedara nada más que la humillación de la fe que tenía de, algún día, poder tener algo lejanamente parecido al amor de su parte.


—Sí, lástima —trate de ocultar el tono de desilusión que mi garganta trataba de soltar y ocultando la desdicha de mis ojos, tan parecida a las lágrimas, que sin embargo no lo eran porque las retenía firmemente.


Sin decir una palabra más, me aleje de él, rumbo al baño de la habitación, donde me encerré nuevamente en mi soledad, con esa desdicha tan parecida a las lágrimas que amenazaban con salir.


Entré a la ducha, dejando que el agua lavara mi dolor y mi estupidez al crearme falsas esperanzas una y otra vez sin comprender que jamás se cumpliría aquello que tanto anhelaba.


Salí limpio y fresco, casi siendo otro, pero a la vez siendo lo mismo que entró, la nada que se albergaba en esa habitación donde sólo existía un engaño a algo que nunca se cumpliría.


Me vestí con la ropa que siempre dejaba dentro, por pereza a salir por ella cada vez que me aseaba.


— Ey, gracias por irte ayer —fue lo primero que me dijo mi cruel amigo, una vez que salí del baño.


— Te estuve esperando un rato —lo dije sin reproche, sin ánimos de mostrarle ese dolor que sus palabras me ocasionaban.


— Ya sabes, me fui con Sofía y no podía desperdiciar una oportunidad así —su tono exageradamente alegre me destrozaba, inconcientemente le encantaba matarme con cada una de sus palabras.


— Sí, supongo —escuetamente respondí, terminando de aplacar un poco mis desordenados cabellos.


— Sabes que por eso te quiero tanto —me abrazó nuevamente, plantando un beso en mi mejilla.


— ¡Ya tonto! —Lo aleje con fingida molestia, pasando mi mano por el lugar donde sus tibios labios habían dejado su marca, apenas un roce para no borrar esa cálida sensación.


— Sólo fue un beso, no te emociones —sonrió bobamente—. A menos que quieras otro —la expresión de desconcierto, fue seguramente la causa de su estrepitosa risa—. ¡Deberías ver tu cara! —Rió con más ganas, dirigiéndose a la puerta—. Eres mi mejor amigo Rafa, lo sabes ¿Verdad? —Fue lo último que dijo, antes de desaparecer del lugar.


¿Qué si lo sabía? ¿Cómo no saberlo? Si por esa misma razón era por lo que vivía atormentado día con día.


4


No pasó ni medio día cuando Sebastián se fue de mi casa. Según dijo tenía cosas pendientes.


No me interesaba mucho sus cosas pendientes ni lo que pudiera estar haciendo mientras yo no estaba. Mi obsesión por el no es tan profunda, en cambio, sí es muy dolorosa.


Por mi parte, salí de mi casa rumbo a ningún lado, sólo iba de aquí y allá en busca de algo con que distraer mi mente.


Parques, plazas y demás lugares eran los que más frecuentaba, buscaba algo o alguien con quien apaciguar mis ansias. Y no, no quiero dar una idea equivocada de mi persona. No me prostituyo, ya que yo no cobro. Pero tampoco es como si estuviera con todas las personas con las que me topara, ya que nunca he tenido distinción entre hombres o mujeres, pero todos los días caminaba sin rumbo por estos lugares, y sólo una vez a la semana o cada dos daba un “levante” con alguien (hombre o mujer) y solíamos pasarla bien.


Bien, dentro de donde quepa esa palabra, ya que ellos sólo querían algo donde meter sus cosas, o que yo metiera la mía, según fuera el caso. Y yo… yo sólo buscaba en cada persona su recuerdo, algo que me diera la esperanza de olvidarle, aunque siempre terminaba con alguien igual a él.


Ya sea por las perforaciones, los ojos, el cabello, las facciones o cualquier vago indicio de un parecido era bienvenido junto a mí en una cama, un cubículo de los baños públicos, algún rincón oscuro del parque o donde fuera más conveniente.


Ya eran casi las cuatro de la tarde, y yo seguía merodeando por uno de los parques cerca de mi casa, no buscaba nada en especial, esta vez era verdad, únicamente quería caminar, perderme fuera sin pensar demasiado. Solamente irme lejos, pensar en todo y a la vez en nada, olvidar todo de él y al mismo tiempo siempre recordarle.


Era tan estúpido, torturándome siempre a mi mismo.


—Chiquita —exclamó un tipo a lo lejos, que reconocí como uno de mis amantes clandestinos de hace ya algún tiempo.


Chiquita tendrás la inteligencia y la verga… pensé para mí mismo, tratando de relajarme para no terminar diciendo cosas indebidas.


Me alejé sin hacerle el menor caso. No estaba de humor para ese tipo de cosas y no soy alguien que suele repetir a las personas en la cama. Un día, un momento, no hay devolución ni segunda vez.


Llegué a mi casa muy cansado, pensando en dormir temprano y alejarme del mundo, tratando de ignorar a mis padres, a las mascotas, al aire de felicidad que sus poros expulsaban y a mí tantas nauseas me daban.


—Rafa, te habló Sebastián —comentó mi hermana menor apenas me vio entrar por la puerta.


Mi cara se iluminó con tan sólo su mención, el cansancio se fue, mi tristeza también, y la más grandes de la sonrisas de enamorado se dibujo en mi cara. Porque eso era yo, un hombre enamorado como un idiota.


—¿Qué dijo?


—Dice que vayas a su casa a terminar el proyecto que tienen pendiente, que el no quiere hacer el trabajo solo —dio vuelta y se alejo del lugar, ya que conocía que eso era una mentira, para simplemente largarme de casa una noche y no regresar en dos días, con una valida excusa.


Fui corriendo al baño, dispuesto a lavar mis amarguras, los desencantos, el dolor y la humillación que pase en la tarde, ya que al ignorar al tipo que me gritó, comenzó a gritar todo tipo de cosas, como si me importara que la gente supiera que me acostaba con desconocidos o que fuera gay o bisexual o lo que sea. Cualquier cosa se fue por el agua, corriendo por la coladera y sólo quedé yo, nuevo y listo para seguir a la persona que quería hasta el mismo infierno si eso era necesario.


Porque era un idiota. Porque él me quería. Porque era su mejor amigo. Porque yo lo sabía y sin embargo, eso no me hacía jamás alejarme de él. Era mi forma particular de torturarme constantemente.


Antes de terminar de cambiarme completamente, bajé a hablar con mi madre, la cual no se opuso a la idea de que fuera a dormir a la casa de mi amigo con la excusa de la tarea, pero remato amenazándome que no volvería a salir si reprobaba alguna materia nuevamente. Por lo cual subí una vez más corriendo a terminar de vestirme, tomar las cosas para “el proyecto” y simplemente salir de mi casa con un “hasta mañana” perdiéndome en la tarde que se oscurecía, rumbo a la casa de Sebastián.


Al llegar a la casa del nombrado, su madre me recibió de manera cálida, como siempre solía hacerlo. Pasábamos tanto tiempo juntos, el uno con el otro, en una casa o en la otra que nuestros padres ya no sabían si tenían un hijo más o un hijo menos.


Él vivía solo con su madre, no tenía hermanos y su padre había desaparecido en quien sabe que lugar.


La señora me indicó que su hijo se encontraba en la habitación de arriba, a la cual me dirigí después de despedirme de ella.


—Llegas tarde, Rafa —fue lo primero que me dijo mi amigo, con un aire algo serio.


—Sí, llegué a mi casa algo tarde y apenas me pasaron el mensaje pedí permiso y me vine para acá —dejé mis cosas sobre su cama, sentándome después junto a éstas.


—¿Y dónde estabas? No es común en ti salir los sábados, últimamente haces cosas que no sueles hacer —siguió recriminando, y no entendía a dónde quería llegar con todo eso.


—¿Realmente importa? Me apetecía salir, es todo —le resté importancia al asunto, tratando de borrar de mi cabeza los acontecimientos de la tarde y todos los pensamientos que habían estado rondando—. Y bien, ¿dónde iremos a “estudiar” hoy? —Cambie rápidamente el tema, tratando de deshacer la tensión que se cernía sobre nosotros.


—Ya sabes, en la casa de Alex como siempre, sus padres no están —contestó aún frío.


No entendía a que venía su malhumor, no era normal en él, siempre sonriente, siempre despreocupado y ahora, simplemente me contestaba de manera brusca y seca, sin su sonrisa y sin sus bromas.


Dejé de pensar en ello, quizás una pelea con su amada Sofía le puso el carácter de esa manera y se estaba desquitando conmigo.


Yo ya me encontraba vestido y listo para ir a donde fuera, Sebastián por otro lado, tenía que arreglarse completamente. Luego se quejaba de que era yo el que le hacía llegar tarde.


Vestidos, listos y alborotados, la madre de mi amigo nos bajo las ansias al decir que tenía una emergencia, que tenía que salir y no regresaría hasta el día siguiente. Motivo más que obvio por el cual Sebas tenía totalmente prohibido salir esa noche. El trato era ese, uno sale pero el otro no, lo cual siempre era una clara ventaja para nosotros debido a que la señora nunca salía y cuando lo hacía no solía arruinarnos los planes; hasta ahora.


—¡Pero mamá! —Replicó con enfado mi rubio amigo.


—Nada de peros Sebastián, te quedas aquí y punto —sin más que agregar, salió de la casa, dejándonos a los dos.


—¡Con un demonio! —Gruño enfadado—. ¿Por qué justamente hoy? Cualquier cosa grave pudo haber esperado un día más para presentarse ¡Por qué en sábado! —Seguía vociferando a la nada.


Comencé a reír por la poca lógica que tenía lo que había dicho y segundos después él se me unió, dándose cuenta de las tonterías que decía al estar enojado.


—Parece que nos quedamos sin fiesta hoy —dijo recuperando esa sonrisa tan característica en su rostro.


—Así parece —concorde con él, viéndole tranquilo, ya que si fuera en una fiesta o en un cementerio, si era con él realmente no tenía importancia el lugar.


—Bueno, ya que no podemos ir a la fiesta, hagamos que la fiesta venga —su sonrisa me alentó a sonreír, mas mi mente decía que sus palabras no alentaban nada bueno—. Le hablaré a una amiga y le diré que te traiga una, así nos divertimos de lo lindo los cuatro ¿No? —Sin esperar mi respuesta, fue corriendo por el teléfono.


—Creo que yo paso —trate de ocultar mi voz lastimera, nuevamente hacía trisas las ilusiones que me había forjado al imaginar que pasaría la noche sólo con él—. Creo que mejor regreso a mi casa —pareció no tomarme en serio y continuó con su llamada.


Caminé despacio hacia la salida, sin hacer ruido abrí la puerta y salí del lugar.


Era un idiota, eso es lo que era. ¿Cómo no podía darse cuenta? Tan corto de mente tenía que ser para no entender que tenía mucho tiempo muriendo por él, lastimándome constantemente con sus rechazos indirectos, sus palabras cálidas que sólo me pregonaban amistad.


¡Y yo era más idiota que él! Por permitirle entrar tan hondo en mí y no encontrar como sacarlo. Yo era el verdadero estúpido en todo eso, porque yo era el enamorado, el que sólo se quejaba de todo, al que le dolía todo, yo era el imbécil que no podía afrontar sus propios sentimientos y se hundía en su propia miseria.


Sí, eso era yo y mucho más.


—¡Rafa! —Gritó Sebas tras de mi—. Oye, espera un segundo —tomó mi brazo y me hizo girar a verle.


Se veía acalorado, había corrido las tres cuadras que me había adelantado mientras él estaba distraído. Sin decirme nada más, comenzó a arrastrarme, literalmente, de regreso a su casa. Al entrar cerró la puerta tras él y me colocó a mí entre él y la pared del recibidor.


—Quítate de en medio Sebastián —empujé un poco su cuerpo, notando que a pesar de ser delgado y no muy fibrado, igual que yo, presentaba la fuerza característica de un hombre.


—¿Por qué te quieres ir? —Preguntó serio, viéndome directamente a los ojos.


—Si vas a invitar a una amiga, no hay necesidad de quedarme —desvíe mi mirada, no soportaba lo profundo que podían llegar a ser esos enormes ojos verdes.


—¿No hay necesidad? ¡Claro que la hay! Prefiero estar contigo que con una mujer —me abrazó por la cintura, pegándome completamente a su cuerpo, donde podía sentir su calor, todo su ser sobre mí.


No podía soportarlo. ¿Realmente él disfrutaba todo eso? ¿Hacerme miserable era algo tan satisfactorio? No podía saber, su esencia me embriagaba completamente. Sólo era su cuerpo junto al mío.


Pero las cosas no eran así. Él tenía a sus amigas, tenía a Sofía, mujer usada y sucia, con pechos medio caídos, pero al fin y al cabo pecho. Con probabilidades de darle muchas cosas que no conseguiría conmigo.


Así que le empujé un poco, sin fuerza y sólo para alejarle, a lo cual él accedió sin quejarse demasiado.


—¿Rafa? —Preguntó extrañado por mi acción.


—No me abraces —musite quedamente—. no me toques, no me beses. ¡Ya deja de hacerlo! —Exclamé ofuscado.


Todo era un lío. ¿Qué quería de mi? ¿Volverme loco acaso? ¿Más?


—¿Es tan divertido? —Volví a bajar la voz, sin llorar, sin reproche, solamente una pregunta—. Ya basta Sebas… terminemos con esto.


—Terminar con esto… ¿A qué te refieres? —Se alejó un poco de mí, observándome con detenimiento.


—¿Sabes una cosa? Soy bisexual, posiblemente con más gusto con hombres que con mujeres. ¿Sabes qué más? Cada semana o cada dos me acuesto con una persona diferente y que no conozco. ¿Sabes por qué? Porque se parecen a ti, porque en ellos encuentro una parte de ti —tenía mi cabeza baja, mirando con total devoción mis pies, sin atreverme a ver su rostro—. ¿Entiendes por qué lo hago? Porque estoy enamorado de ti como un estúpido —termine sin esperar que él respondiera la pregunta que formule—. ¿No soy patético? —Levanté por fin mi mirada, posándola en sus ojos verdes y hermosos—. Me hundo yo mismo en mi depresión, me degrado y me humillo ¿Puedes creerlo? ¿Así o más idiota? —Terminé bajando nuevamente la mirada, ya sin ganas de nada.


—No creo que seas patético ni idiota —dijo con tono conciliador, poniendo una de sus manos en mi cabeza y acariciándola suavemente—. Hoy en la tarde escuché en el parque todo lo que te grito ese tipo, así que me hice una idea aunque ya lo suponía —abrí los ojos desmesuradamente, cualquier cosa era valida menos esa, sentí mi cara arder por la vergüenza—. Lo que sí me sorprende, es que si tanto querías estar con una persona ¿Por qué no conmigo? —Bajó su mano hasta mi mentón, el cual levantó para hacerme verle a los ojos.


—¿No te lo acabo de decir? —Arrastré las palabras sin ganas—. Estoy enamorado de ti —Cerré mis ojos, negándome a verle.


—¡Con más razón! —Exclamó furioso, estrellándome en la pared—. ¿Por qué con desconocidos y no conmigo? —Volvió a estamparme, con menos fuerza que la anterior.


—¿Cómo querías que hiciera eso? ¡Tu señor hetero! Con gusto de pechos caídos y mujeres pirujas. ¿Crees realmente que me atrevería a algo? Diciendo constantemente que era tu mejor amigo, que me querías como a uno. ¿Cómo piensas que me atrevería a eso? —Ahora fui yo el que invirtió posiciones, estrellándole en la pared—. ¿Eres idiota o qué? —Respondí enojado por la falta de coherencia en sus palabras.


—¿Nunca pensaste que tú me puedes gustar? —La seriedad de sus palabras me hicieron retroceder, sorprendido—. Quizás Sofía ni siquiera tiene nada conmigo, puede que me encante verte tan celoso como sueles ponerte siempre. ¿Por qué no te das cuenta? —Se acercó peligrosamente a mí, lo cual me hizo retroceder aún más.


No atiné a decir nada más, su boca se junto a la mía y fue todo lo que supe. Sólo conocí sus caricias esa noche y él las mías. Esos besos ardientes que se extendieron por todo nuestro cuerpo, ahogándonos de manera placentera en una vorágine de sensaciones por descubrir.


Mi lengua jugo con la de él, en una unión tan íntima y secreta que sólo las cuatro paredes de su habitación pudieron conocer, mientras entraba en mí dulcemente, despacio. Luego aceleraba, fiero, con desesperación, como si el mañana fuera algo aterrador y el no disfrutar de las emociones de esa noche fuera el peor de los errores jamás concebidos.


5


Amaneció para nuestro pesar, los dos juntos y abrazados en una cama desordenada y pegajosa. Nuestros cuerpos enlazados de tal manera que no sabía dónde empezaba el mío o dónde terminaba el suyo.


Arreglamos un poco el lugar, levantamos la ropa tirada descuidadamente. Cambiamos las sabanas manchadas, recogimos cosas caídas y tiramos otras tantas rotas. Demasiada emoción para una sola noche.


Mi sonrisa en ese momento era enorme, la de un idiota enamorado que siente que el mundo puede acabarse en ese instante pero a él no le molesta en lo absoluto. Yo era feliz.


—Sabes, esto definitivamente cambia las cosas —dijo por fin, rompiendo el mágico silencio que había estado presente todo ese tiempo.


Oh dios mío. Pensé para mí mismo. Aquí viene el mal remate, por favor, por favor, no lo digas. Lo sabía, así eran las cosas, maldita sea, claro que lo sabía. Fue el alcohol, yo no quería, no sabía lo que hacía, no eres tu soy yo, encontrarás a alguien que te merezca, así son las cosas. ¡Carajo! Claro que sabía todo eso.


—¿Estás bien? Estás pálido —se acercó mucho a mí, más de lo que debería si quería terminar bien con todo eso.


—Sí, estoy bien —musité, tratando de calmarme y dejar de pensar en esas cosas.


—Como te decía… —continuó con lo que antes estaba diciendo—. Creo que las cosas no pueden seguir igual, ¿no crees lo mismo? —Se paró frente a mí, viéndome intensamente.


—A… ¿A qué te refieres? —Bajé la vista, no podía, no quería verle.


—Vamos, es muy simple —sonrió hermosamente, como sólo él sabía hacerlo—, que de ahora en adelante ni se te ocurra andar deambulando por sexo —me abrazó de manera posesiva—. Siempre voy a estar aquí cuando quieras —bajó sus manos hasta apretar un poco mi trasero—. Y esto es sólo mío —pude adivinar la estúpida sonrisa que tendría en el rostro—. ¿Entendiste? —Se separó un poco de mí, lo suficiente como para vernos de frente.


—Sólo si comprendes que no habrá más Sofías ni cosas con pechos ni nada más que no sea yo —le dije devolviéndole la sonrisa, feliz de encontrarme así como estaba, en sus brazos.


—Trato hecho —volvió a sonreír, mostrándome esos frenos que le hacían tener una sonrisa brillante, con esas perforaciones que hacían más que adornarle el rostro. Mucho más.


Besó mis labios, tranquilo, de manera pausada como si disfrutara de algo prohibido, masajeando mi lengua con la suya, con su arete que me hacía enloquecer cada vez que se rozaba con cualquier parte de mi cuerpo. Recargó mi cuerpo en una de las paredes, hundiéndose más en mi boca, a la luz del día, sin el secreto de las sombras, besándome a la luz del día sin miedo a lo que sucediera.


—Hijo, ya vine. ¿Cómo esta…? —Inoportuna como sólo ella podía ser, la madre de mi amigo nos encontró en un momento algo incomodo.


Quizás la primera parte ya había pasado. Pero aún quedaba tanto por hacer, tanto que decir y tanto que descubrir.


Sonreímos cómplices. Al fin y al cabo, lo más difícil ya paso. Amigos. Amantes. Era una línea tan delgada y dolorosa, que íbamos a enfrentar. 

Notas finales:

Y seh... así fue.


Esta historia era parte de unos retos que hice con una amiga hace muchos años -el 2009 o algo así- Zhena Hik. Que no anda mucho por estos lares, pero ajá. Ella me escribió algo, yo le escribí algo y pues así... que simple es la vida.


Me quejaría o algo así, pero es de madrugada, tengo sueño y ya quiero terminar este :'(


Si no me dejan review, por lo menos denme café, quiero café TT___TT caféeeeeeeeee....


PD: 4 años y la mejora en mi ortografía es estratosférica 0_ó me sosprendo a mi misma…


PD2: A-Y debería considerar tener entre sus advertencias "vulgaridades varias" y "malas palabras al por mayor"... sólo digo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).