- Y entonces, la tortuga hembra abandona sus huevos en la orilla del mar, exponiéndolas al peligro de otros depredadores carnívoros, causando que... - Allí estaba Jonghyun, recostado contra el copete de la cama junto al pequeño Minho, leyendo aquel libro en la penumbra de la noche... otra vez.
Debería estarle leyendo el catecismo o algún pasaje bíblico elocuente como le encomendaban, pero en lugar de eso escapaba todas las noches para recitarle las líneas de aquel viejo libro que el niño había encontrado abandonado en una de las bancas de la iglesia después de la misa una tarde. Minho estaba sufriendo una especie de obsesión psicótica con él porque hablaba sobre el mar y todas las criaturas que allí habitaban.
El mar... Jonghyun no comprendía porque su ángel amaba tanto el mar sin conocerlo. Era así como el padre Lee le había obligado a amar a Dios... No lo entendía porque jamás lo había visto.
- La mamá abandonó a sus tortugas. – la vocecita tintineante y suave lo sacó de sus cavilaciones sin fundamento.
Jonghyun volteó curioso hacia el pequeño para encontrarse con sus hermosos, perfectos y enormes ojos brillosos y su naricita algo roja. Estaba por llorar y el corazón se le encogió de pronto en un salto.
- Hey... - Susurró acomodándose para verle mejor bajo la tenue luz de la luna. - ¿Porque lloras? –
- ¿Porque la mamá abandonó a sus tortugas? – Cuestionó con la voz entrecortada ignorando la pregunta del mayor con la suya porque sentía un nudo en la garganta que no le dejaba respirar.
Jonghyun suspiró, inseguro.
- Bueno... eso es porque... -
- No, no. – Minho lo interrumpió en medio de la mentira que estaba por formular, mirándole a los ojos con la incertidumbre inundándole el pensamiento. - ¿Por qué las personas abandonan a otras?, ¿Al igual que cuando mueren?-
Mierda.
- Bueno... porque... - ¿Cómo le explicaría a un niño de cuatro años la razón de la muerte de las personas, cuando él tampoco conocía la respuesta? Cuando él también era un crío, cuando también había sido abandonado - ... Porque así es como debe ser, Minho... La gente no vive para siempre.-
El moreno lo miró aterrado.
- ¿Tú también te morirás?, ¿Te irás? – Las dudas del chico le partieron el corazón. Podía sentir la mirada avellanada sobre él, asustada e indefensa, como si le hubiera hecho un mal tan grande a un ciervo manso en un bosque donde ningún cazador había metido un pie jamás.
- Hey, no digas tonterías. – Exclamó con dulzura tomando las pequeñas manitas de Minho entre las suyas. – ¿Acaso no lo sabes Ming? – Preguntó, mirando al menor negar con urgencia.- Las hierbas malas nunca mueren. -
Minho parpadeó sin entender la respuesta del mayor pero sus latidos acelerados se sosegaron cuando la risa de Jonghyun llegó a sus oídos como una melodía tranquilizadora, contagiándole sin más ni más en la complicidad de la noche.
Jonghyun se sintió pletórico porque su estrategia había tenido éxito, su ángel sonreía de nuevo. Sin embargo, después de unos segundos Minho se puso serio y frunciendo el ceño se levantó de la cama, arrastrando a Jonghyun consigo en el proceso.
- Hagamos una promesa hyung. - Habló con voz firme y decidida.
- ¿Qué promesa? - inquirió interesado.
El menor tomó ahora su mano izquierda y entrelazó el dedo meñique junto al suyo.
- La promesa de meñiques, Jinki hyung me la enseñó, y cuando haces una promesa con el corazón no puedes romperla. – Destacó - Debemos prometer que siempre estaremos juntos y que jamás moriremos y que tú nunca me dejaras. – Minho soltó las palabras con tanta rapidez que Jonghyun se perdió un poco descifrándolas, pero aun así pudo entenderlas.
Y sonrió, porque no había nada más que quisiese hacer en la vida que aquello que le había pedido. Porque Minho era cada instante que valía la pena. Era todo.
- Haber... - Cerró los ojos con una mueca, tratando de recordar las palabras exactas del menor. – Prometo... que no importa de qué forma... siempre estaremos juntos, que nunca moriremos y que... y que yo nunca te dejare Minho... - susurró y no supo porque las últimas palabras le pesaron enormemente, pero cuando abrió los ojos se olvidó de todo al encontrarse con la felicidad plasmada en el rostro del menor. En su hermoso y perfecto rosto.
- ¿Promesa de meñiques? –
No pudo evitar abrazarlo.
- Promesa de meñiques. –
Sus palabras volaron en el viento, como los pétalos de las flores de los árboles del jardín. Elevándose alto sobre las nubes que se pintaban en el cielo.
- Te quiero, hyung – Murmuró sintiendo un calor en las mejillas que no se marchaba.
Jonghyun suspiró aspirando el delicioso aroma de su ángel. Dulce, empalagoso. Lleno de amor.
- Y yo más Minho... yo más. -