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Destino por MisuzuBlack

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Notas del capitulo:

La idea original es de anechanloveGTOP espero les agrade.

 

—Jiyong, por favor… —rogaba un moreno, con sus ojos negros suplicantes. Trataba de sostenerle la mano para que no se fuera, pero el pequeño castaño parecía escabullirse de su agarre.

—Seunghyun, basta. Ya no  más —decía con el alma en un hilo. Pero se mantenía firme, debía ser fuerte, debía… se lo debía.

—¿Por qué? ¿Por qué tan de repente? ¡Exijo una explicación!

Pero, que debía decir el chico, debía aceptar que lo amaba, pero que las circunstancias no les eran favorables, además de que era un cobarde y no estaba dispuesto a enfrentar todo lo que “amar a Seunghyun” conllevaba. No, Jiyong tenía muchos planes a futuro, muchas cosas en las que Seunghyun no pintaba… ni siquiera como amigo, porque ellos jamás se verían como tal.

—¡Por qué no quiero estar contigo! —gritó. Deteniéndose por fin para girarse y verle a los ojos. —Ella me espera y yo no puedo estar aquí contigo jugando…

—Te mientes, y lo sabes —cortó Seunghyun en un tono arisco. Tanto él como Jiyong, sabían que los ojos castaños del pequeño lo delataban, pero era más terco que una mula, y cuando se le metía algo en la cabeza, no había forma de sacarlo de esa idea. Eso era lo que pasaba ahora. Seunghyun suspiró. —Sé que es difícil, pero solo acéptalo. Admite que me amas y todo irá bien.

—¡Estás loco! ¡Jamás admitiré tal cosa! ¿Y sabes por qué? —encaró con una valentía que no tenía. —Porque NO te amo. Lo nuestro fue solo curiosidad —sentenció, alejándose de aquel hombre que lo hacía sentirse nervioso y tambalear sus ideales.

Porque estaba mal, porque eso no era para lo que lo habían educado, porque ella lo esperaba con los brazos abiertos y porque lo de ellos no era más que una simple ilusión pasajera. Quería creer eso. Debía creerlo.

 

« ¤ » « ¤ » « ¤ »

 

¿Cuántos años ya desde aquello? Jiyong no lo sabía con exactitud, pero su corazón lloraba por la estúpida decisión que tomó, que en aquel tiempo tan correcta parecía. A todo esto ¿por qué pensaba de nuevo en ello? No lo sabía, solo su mente había traído los recuerdos, como si quisiera que jamás olvidara.

«Ah. Eso es.» Jiyong ahora se daba cuenta del porque. Su mente asocio la calle por la que caminaba con la que una vez fue donde conoció a Seunghyun. Y, su sonrisa involuntariamente iluminó su cara al recordarlo, pero al instante la amarga punzada de la culpa, la soledad y el desamor borró toda huella de esa sonrisa. ¿Sí hubiera aceptado que lo amaba, estarían felizmente juntos ahora?

Jiyong sacudió su cabeza, tratando de alejar esos pensamientos de su mente, porque él no lo amaba, ni lo amó, pero, y si no lo amaba, entonces ¿por qué no se ha podido olvidar de él? Quizá se deba a que fue una experiencia única. Jiyong bufó. No era bueno hablar de cosas del pasado, no ahora que tenía una vida por delante, una donde su nuevo trabajo le esperaba.

 

Jiyong caminaba por una calle adoquinada, muy al estilo colonial, con grandes árboles franqueándole a cada lado, con el viento fresco soplando y meciendo suavemente la copa de los arboles, creando una sinfonía agradable. El sol estaba cayendo hacia el horizonte, pero no hacía frío, y la luz naranja que proporcionaba le daba el aspecto de que todo fuera color marrón.

Jiyong sonrió. Amaba este tipo de días. Se había retrasado platicando con algunos compañeros, pero en lugar de tomar el camino más corto, tomó el camino largo. Gustaba de disfrutar de la tranquilidad que estas calles le daban, además de la hermosa arquitectura que las casas poseían. Su sueño era llegar a ser una gran Ingeniero Civil como su padre, quería construir e innovar grandes puentes, inmensos edificios, quería que el mundo entero conociera su nombre. En cambio, su mundo se transformó en un par de ojos negros…

El mundo entero pareció de girar cuando al volear la cabeza, después de admirar su casa favorita, encontró frente a sí, unos profundos ojos negros. El aire dejó de entrar por sus pulmones y si no tenía la boca abierta de la impresión, sería una mentira.

Los ojos negros sonrieron divertidos y el aire regresó a su cuerpo, así como una oleada de calor por la vergüenza.

Jamás en sus diecisiete años de vida, Jiyong había pasado por algo similar. Ni siquiera cuando su novia se le declaró.

—¿También es tu favorita? —preguntó con una voz igual de profunda que sus ojos.

Jiyong no podía recuperar el control total de su cuerpo. Abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua, sin pronunciar palabra.

—Tomaré eso como un sí —sonrió, y el corazón de Jiyong latió desbocado. ¿Le estaría dando una taquicardia? El desconocido miró a la casa de nuevo, admirando cada parte de su estructura, tan maravillado como la primera vez que Jiyong la vio.

—Pe-pertenece a un funcionario público —atinó decir Jiyong entre tartamudeos, con la cabeza baja, colorado hasta las orejas, pero orgulloso de haber armado una frase y que esta fuera información pertinente a el objeto de admiración de ambos.

—Ya… —pronunció con un deje de no importancia. Jiyong frunció el ceño, pensaba que el dueño de esta casa debía estar directamente relacionado con ella, que sabría mucho de la persona puesto que había sido hecha a su gusto. —Es de él, pero no es él quien la construyó. Sin temor a equivocarme, esta casa debió pertenecerle a alguien más antes del funcionario, y seguramente es ese el verdadero constructor de estos sueños.

Jiyong ladeó la cabeza, en sus pequeños ojos castaños pintaba la curiosidad. Nunca se había detenido a pensar en eso, siempre dio por hecho que la casa era del funcionario y hecha a su gusto. Pero el chico frente a él, le había dado una visión diferente y más razonable que la suya. Un funcionario público tiene una mente plana y cuadrada, jamás sería capaz de crear o apreciar una belleza como esta.

—Soy Seunghyun —dijo tendiéndole la mano. —¿Y tú quien eres, pequeño constructor de sueños?

 

Jiyong suspiró de nuevo. Sí ese lugar se parecía mucho a aquella calle donde había conocido a Seunghyun. Se sacudió de todos esos recuerdos, irguió la espalda y continuó con su camino.

No debía llegar tarde. Hoy era su primera clase. Estaba nervioso, pero no debía dar a conocer sus temores o sería devorado en el trayecto. ¿Cómo fue que llego aquí si él quería diseñar grandes construcciones? Simple, también estaba en su vocación compartir su conocimiento y ser el pilar de nuevos “Constructores de sueños”.

Ajustó su gabardina negra a su cuerpo, el viento era frío en esta época del año. Esperaba no tener la voz gangosa al hablar, ni la nariz roja, eso sería motivo a tener un muy mofado mote. No volvería a confiar en los reportes del clima, pero dado que llevaba muy poco en la ciudad tampoco conocía a nadie que le adiestrara sobre los rudos cambios climáticos en el mismo día. Sujetó con fuerza su maletín y apresuró su paso, antes de que las amenazantes nubes grises cubrieran con helada fuerza el mundo.

Llegó a la universidad, y en otro momento se hubiera detenido a admirar la estructura, porque, no importando qué o cuánto tiempo lleves viéndola, un monumento así, grita a los cuatro vientos ser admirado.

Pero hoy no es el caso, los grandes vitrales y los enormes muros estilo victoriano tendrían que esperar, Jiyong traspasó las puertas de cristal y casi lloró de alivio al sentir la calidez del interior. Recorrió los pasillos sin mirar a nadie hasta llegar a la sala destinada a los maestros.

Tembló involuntariamente una vez más y se relajó. Había llegado con suficiente tiempo de antelación, lo que le propiciaba una buena y humeante taza de café. Sonrió. El café caliente relajaría su cuerpo. Aún tenía que presentarse con el director, así que apresuró su taza y solo unos pocos profesores habían llegado. Ya conocería al resto de sus colegas después.

Al verlo, el Director sonrió. A Jiyong el hombre le recordaba a Santa Claus, con esa barba blanca al igual que su cabellos, altos pómulos, ojos amables, cándida sonrisa y un prominente vientre; lo único que lo diferenciaba eran el traje sastre que el Director llevaba.

Se dejó guiar por los pasillos de nueva cuenta, hablando de tanto en tanto sobre las novedades modernas de la construcción, que si el proyecto de Dubai era el más costoso, o el de Shangai el más ambicioso, o si se tenía planeado un mega puente que uniera Corea con alguna de sus Islas o porque no, con el mismísimo Japón.

Una charla por de más entretenida, destinada a calmar los nervios del joven profesor. —No dudes, no tartamudees, no les des a conocer que tienes miedo, de lo contrario serás comida para leones —le advirtió con una sonrisa.

Jiyong no sabía si tomar aquello como una sonrisa de ánimo o de consolación. Cualquiera que fuera, no tuvo el tiempo suficiente para analizarlo. Pronto se encontraba parado en el estrado, con cerca de unos cuarenta pares de ojos escrupulosos.

Jiyong se sabía muy joven para tomar el puesto que hubo dejado uno de los más ancianos profesores de la universidad debido a complicaciones de salud. Pero también sabía, que era de los mejores postulantes y que en sus manos estaba transmitir todo el conocimiento que había adquirido con el transcurso de los años.

A sus veintiocho años, Jiyong era todo un Ingeniero capacitado. Había estado en grandes proyectos, su nombre figuraba incluso en proyectos internacionales. Había conseguido a una corta edad cumplir la mayor parte de sus sueños, y aquí, frente a los muchachos, estaba por cumplir otro, la docencia.

—Que tal chicos, soy Kwon Jiyong, y desde hoy seré su nuevo profesor de Mecánica del Medio Continuo —anunció, dejando salir esa suave voz que le caracterizaba, junto con una sonrisa amable que hacía que su rostro se viera de menos años de los que en realidad tenía.

Jiyong hubiese preferido impartir la materia en Diseño Estructural, pero el maestro que la impartía era joven, por lo que estaba lejos de dejar la materia. No era que no gustara de su materia, pero siempre había tenido cierta devoción por las estructuras.

La clase aceptó a Jiyong sin ningún problema, por lo que los noventa minutos destinada a ella, se pasaron volando. El toque de las campanas los sorprendió a ambos, tanto profesor como alumnos. —Bueno, parece que el tiempo corre muy rápido. Los veré aquí en la siguiente clase.

Muchos chicos sonrieron y otros más se acercaron para conocerle, todo mientras recogía sus cosas y caminaban por el pasillo en dirección a la sala de profesores.

De pronto, todo el mundo de Jiyong se tambaleó. Se sujetó a una de las paredes para no caer. Los chicos que le acompañaban se preocuparon de que su nuevo y joven profesor también sufriera de algún mal que aquejara su salud.

—¿Se encuentra bien profesor?

—Sí, sí. Estoy bien —respondió, una vez que hubo controlado todo. Y es que había dejado de respirar al ver a un tan conocido y anhelado par de ojos.

—¿Está seguro? No queremos que nos abandone cuando acaba de llegar. El profesor Lee también decía que estaba bien cada que un mareo le venía —comentó preocupado uno.

—Sí. No se preocupen, yo… —No pudo terminar de hilar la frase ya que los ojos negros llegaron hasta donde ellos.

—Chicos —amonestó el recién llegado. —¿Por qué no dejan que el profesor Kwon tome un descanso?

—Profesor Choi —se quejó una. —Yo lo quiero acompañar.

—Sí yo también. Se ve tan lindo —murmuró otro.

Así que era eso. Su clase había transcurrido con tranquilidad porque sus estudiantes lo encontraron “mono” no porque realmente les hubiese interesado su materia.

—No, no. No crea que no nos interesa la materia, es solo que tenemos cierta afinidad por las cosas lindas —apresuró a decir un tercero al ver la cara de consternación de Jiyong.

—Bien, chicos. Si ya terminaron de alabar lo bonito que es su nuevo profesor, ¿me permitirían llevarlo a la sala de profesores? Parece que no se siente muy bien.

Los chicos asintieron, y Jiyong no dijo que la causa de sus males era el hombre con el que lo dejaban solo.

Seunghyun estaba de nuevo frente a él. Ahora diez años después, se le veía más alto, un poco más bronceado, con el cabello perfectamente recortado enmarcando su rostro, un rostro ya no tan infantil, sino el de un hombre. Sus ojos negros seguían mirando con la misma intensidad que antes, solo que ahora Jiyong distinguía la emoción detrás de ellos. Desprecio.

Un frió se coló por el alma de Jiyong, quien bajó la cabeza, respiró, y dispuesto a seguir su camino volvió a levantar la mirada.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó en un tono duro. —¿Por qué no dimites de una vez? Este lugar es para construir futuros no para destrozarlos.

Jiyong no esperaba aquello. Sí, lo suyo había terminado mal, pero ese no era un comportamiento profesional. Además el había aplicado para el puesto al igual que muchos, y si el director se lo había dado, era porque algo estaba haciendo bien. —Si estoy aquí, es por la misma razón que todos. Vengo a poner mi granito de arena para los pilares que serán estos ingenieros —siseó.

No estaba dispuesto a dejarse intimidar. Nunca lo hizo y no tendría por qué hacerlo ahora. Le volteó la cara y siguió con su camino. Pocos o nadie había notado su pequeño intercambio de palabras, nadie sabía que se conocían, de hecho ellos mismo ni siquiera se esperaban ver de nuevo.

 

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Seunghyun aún en el pasillo apretó los puños, pero siguió en dirección contraria. No quería comportarse de esa manera, no quería, pero lo hizo.

Él sabía que Jiyong llegaría, él sabía que el chico no tenía idea de que él trabajara ahí, pero aún así no deseaba verlo, porque a pesar del tiempo transcurrido, aun le dolía.

Seunghyun había sido informado, al igual que todos del arribo de un nuevo profesor, es más él contribuyó a las evaluaciones que se hicieron para encontrar al mejor candidato que supliera al profesor Lee, el cuál era una eminencia en el área. Jamás creyó que alguien tan joven como Jiyong aplicara para la materia.

Cuando leyó por primera vez su nombre en una de las evaluaciones, el estómago se le revolvió, pero pensó que sería solo una coincidencia, que quizá hubiese otro ingeniero con ese mismo nombre. Pero esa ilusión terminó cuando al revisar el currículum descubrió que era él, su antiguo amor.

Estaban en un museo y no precisamente admirando el arte que ahí se exponía. Se deleitaban básicamente con la estructura del museo en sí. Desde las escalinatas redondeadas, hasta los altos pilares adornados con flores de lis. El corredor circular por el que ahora caminaban estaba hecho de mármol, en el que aún se podía apreciar fósiles calcificados en la roca antes de ser tratada.

—Es una amonita —decía Jiyong con ojos brillantes. Para los demás puede que incluso sea insignificante, pero no para ellos, puesto que ellos soñaban con ser grandes ingenieros y, era su deber conocer lo básico en rocas. A Seunghyun le admiraba la pasión que Jiyong sentía hacia la carrera que quería estudiar, ya que pocos se interesaban realmente en los fósiles, para eso estaba los demás. Un ingeniero civil, solo llevaría lo básico en geología y sísmica, pero la pasión de Jiyong lo llevaba un paso más allá.

—Son caracolitos —le respondía burlonamente. Él mismo no sabría distinguir entre uno y otro fósil, y para ser sinceros, realmente no le interesaba. Si de geología se hablaba, él pensaba en estructuras subterráneas, como fallas  o diques que afectaran la construcción. No cosas como aquella.

—No son caracolitos, son amonitas. ¿Ves? —señaló a la figura en el suelo. —Tienen una forma como de caracol redondo, pero estas de aquí —apuntó a otra —estas son diferentes, son más alargadas.

—Si, si. Ya veo. Pero dime ¿a quién le interesa eso? O mejor aún ¿cómo es que sabes acerca de esto?

Jiyong le sonrió, de esa manera tan suya de hacerlo, con una gran sonrisa que abarcaba casi toda su cara, haciendo que sus ojos fueran dos simples líneas sobre sus mejillas. —No lo sé —respondió aún sonriendo.

Esa manera tan dulce e inquieta por conocer las cosas era lo que le gustaba de Jiyong. Desde aquella vez que lo vio caminando por esa calle, llena de hermosas obras maestras, pero aún asi, Seunghyun no pudo dejar de pensar que lo más bello de ese lugar era ese chico que miraba con ojos brillantes cada estructura.

Y, sin pensarlo, acercó su rostro lo suficiente para robar de sus labios un primer y dulce beso…

 

Seunghyun torció la boca. Ya nada de eso importaba, porque Jiyong se había encargado de destruir todo. Bueno no es que ellos realmente hubieres tenido algo, porque jamás hicieron una promesa, jamás se dijeron las palabras. Aún ahora, Seunghyun se preguntaba ¿si de haberle preguntado las cosas en el momento correcto, los sucesos habrían sido diferentes?

No lo creía.

Cuando conoció a Jiyong, el chico ya tenía una pesada novia celosa. Al principio le sorprendió que tuviera una, ya que tanto Jiyong como ella eran menudos, por lo que parecían dos chicas lindas. Seunghyun pensaba en aquel tiempo que Jiyong necesitaba un hombre fuerte como él, o quizá, simplemente eran celos de tener lo que ella tenía.

Como sea, lo que se dio entre ellos fue un amor unilateral, donde Seunghyun adoró a Jiyong, mientras este jugaba con sus sentimientos. Y a pesar de nunca llegar a tomarle más que la mano mientras caminaban o robarle un beso de sus dulces labios viendo como el otro se sonrojaba, era para Seunghyun lo más cercano al cielo que pudo estar.

Pero quizá también, es como Jiyong se lo dijo una vez, lo de ellos no era más que una ilusión.

—¡Appa! —le llamó una vocecilla. —¡Appa! —volvía a gritar, esta vez corriendo hacia sus piernas. Seunghyun sonrió verdaderamente al verla. Una niña de escasos cinco años corría a su encuentro, pero antes de que llegara a abrazarse a sus piernas, Seunghyun la tomo en un abrazo, la levantó y le dio vueltas.  La niña daba grititos de alegría que resonaban por todo el hall. Algunos alumnos sonreían y otros tantos reían acompañando a las risillas de la niña.

—¡Oh! Seunghyun, perdona. Sabes que le encanta correr al verte —le sonrió una chica muy linda al moreno.

—Appa, ¿vas a llevarme al zoo? Quiero ver elefantes —decía la niña.

—Claro, mi dulzura.

—¿Y omma? ¿También vendrá?

La cara de Seunghyun adquirió una faz indescifrable, difícil de leer hasta para los más cercanos a él. Y después su rostro se suavizó antes de responder. —Ella siempre viene con nosotros.

La respuesta pareció dejar satisfecha a la niña, porque inmediatamente cambió el tema, para abordar a todos los nombres de los animales que había aprendido el día de hoy, y todos aquellos a los cuales quería conocer.

Jiyong observaba la escena desde una esquina de los pasillos. Atento a cualquier movimiento que hiciera el hombre, la niña en sus brazos y la mujer junto a ellos.

—¡Ahh! Son tan lindos —comentó una chica a lado de Jiyong, a su novio.

—Me gustaría mucho tener una hija como la del profesor Choi. Es tan adorable, no como el diablillo de mi sobrino.

—Si, ellos forman una linda familia.

Por alguna razón el corazón de Jiyong punzó con dolor. Sí, el cuadro frente a él, retrataba a una familia hermosa, perfecta, una donde el amor brotaba a borbotones.

«¿Y qué esperabas?» le dijo una vocecita en su cabeza. «¿Qué después de tantos años él te perdonara y tuvieran sus felices para siempre?».A pesar de todo, en eso fue en lo que Jiyong pensó. Cuando lo vio mirarlo de esa forma tan dura y amedrentarlo de esa manera, le dolió. Jiyong no esperaba flores al verlo, pero tampoco esperaba eso, siendo más exactos no esperaba nada. Pero, mientras se alejaba de por el pasillo, su corazón gritaba que regresara sobre sus pasos y pidiera por una segunda oportunidad, que ya no existía el muchachito inmaduro que era, que esta vez podría declarar abiertamente su amor por él, que ya no tenía miedo de las ataduras ni del velo de la juzga, que la sociedad impone.

Si, en eso pensaba, pero se dio cuenta de algo que en un principio paso por alto. Que, al igual que él, Seunghyun continuó con su vida. La diferencia radicaba en que él había conseguido una hermosa esposa y una linda hija, y Jiyong solo grandes proyectos y ser dejado por la única novia que tuvo, por la que tiró a la borda el amor que su corazón sentía por Seunghyun.

Jiyong recordaba como si fuera ayer el día que HyeSun lo dejó argumentando que lo suyo no era más que costumbre y amistad, que no había forma de que siguiera en esa monótona relación, que ya no le amaba, y que, pensándolo mejor, quizá nunca lo amó. Jiyong aceptó sin decir nada la decisión, sí, era costumbre, sí, no la amaba, solo era cariño, pero entonces si ella se iba de su lado ¿qué caso tenía haberse alejado se Seunghyun por ella? ¡Por ella que no lo amaba! Por ella fue que Jiyong hizo lo que hizo. ¿Por ella? No, a quien engañaba…

 

Regresaba de un día por el parque de diversiones. Seunghyun iba a su lado, tomándole de la mano como últimamente venía haciendo, compartiendo el calor de su cuerpo, haciendo sonreír tontamente a Jiyong.

Habían ido a disfrutar de las atracciones mecánicas, ya que Seunghyun había ganado un par de pases para el lugar y lo había invitado a él. Últimamente compartían todo su tiempo, iban de aquí para allá juntos, y, dado que compartían los mismos ideales, iban y venían de museos y hermosas casas.

Pero  ellos compartían más que eso, un sentimiento nacido de la amistad y de una primera vez los unía. Eran algo que ellos no podían explicar, pero sabían que estaba ahí, uniendo sus manos sin que estas se tocaran, y cuando ellas llegaban a entrelazarse, el sentimiento de estar completo, de haber hallado a tu otra mitad les llenaba.

El hilo rojo del destino, le llamaban algunos a ese hilo que te une con el amor de tu vida, amarrado a cada uno de sus meñiques. Sí, eso sería la descripción perfecta, pero dado que ellos no creían en esas cosas, lo dejaban como el “no sé qué, que qué se yo” que les unía.

Jiyong creía que todo iba bien si la mano se Seunghyun lo sostuviera, si los ojos de Seunghyun lo miraran y si Seunghyun se lo decía: todo está bien, entonces, Jiyong lo creía. Incluso le hubiese creído que la luna era de queso y que la habitaba un conejo blanco, pero de nuevo, ambos eran demasiado racionales para pensar en esas cosas.

Demasiado racionales y también demasiado humanos como para enamorarse…

Ese sentimiento que sabían que se tenían, pero que ninguno decía con palabras, porque ellos no las necesitaban, y sin embargo, muchas veces son necesarias.

Ese día era uno de tantos, sus manos entrelazadas, sus sonrisas pintando sus rostros, sus miradas discretas y divertidas, si se atrapaban, reían tontamente. Nadie que los viera diría que lo suyo no era amor.

Pero HyeSun no era nadie, era la novia de Jiyong. Amiga de la infancia, aquella que se le había declarado tiempo atrás y difícilmente le cedería su lugar a aquel sujeto.

Ella lo había notado desde antes, pero no creía que Seunghyun le fuera a quitar al amor que tanto le costó. Cuando los vio llegar a casa de Jiyong, tomados de las manos, y darse un casto beso, lo supo, estaba perdiendo a Jiyong. Así que, al marcharse Seunghyun, HyeSun encaró a Jiyong.

Eso, más los sueños de grandeza del chico, más la decepción que sus padres sentirían si él dejara a su bonita novia por un chico. Todo eso hizo mella en Jiyong y tomó la decisión de cortar con lo que creía era el problema: Seunghyun.

Cuando le dijo esas duras palabras, temblaba por dentro, quería creer de verdad que era lo correcto. HyeSun como siempre, se mantuvo a su lado. Y, a pesar de que su corazón sangraba de dolor, haciendo a los demás felices, creía que él mismo lo sería…

Pero… si uno está atado por ese hilo invisible, jamás olvidará a quien verdaderamente le pertenece su amor. Y así Jiyong jamás se olvido de Seunghyun…

Pasó mucho tiempo para que HyeSun desistiera que Jiyong la amara, él la quería, pero nada más. Hubo un tiempo, cercano al punto de quiebre, en el que ella se sentía culpable por haberlos separado, después argumentaba para sí misma que había hecho lo justo, pelear por lo que era suyo, aunque en su caso solo consiguió apagar el brillo en los bonitos ojos de Jiyong, ya que su corazón siempre le perteneció a ese hombre. Y, con el paso del tiempo, ella también desistió en seguir a su lado.

 

Jiyong suspiró derrotado. Ver esa escena había roto algo en su interior: esperanza.

Dio la vuelta, dirigiéndose en sentido contrario a la feliz familia. Una parte de él, la parte soñadora, vislumbró esa misma imagen pero con él en lugar de la bella chica. Sacudió su cabeza deshaciéndose de esas ideas. Bufó y siguió.

 

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Habían pasado algunas semanas desde que llegara a suplir a profesor Lee. El semestre avanzaba rápidamente y pronto se vio atascado de proyectos a revisar. Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina y a él aún le faltaba un tramo de temario por concluir, pues quería finalizarlo antes, para darles a sus chicos unas cuantas clases de repaso general y tenerlos bien capacitados en la materia.

Los chicos que lo veían pasar lo consideraban lindo, los que tomaban clases con él le tenían respeto, pues había demostrado que no era solo un lindo rostro, que su impresionante currículum era una muestra de lo que él realmente valía.

—De esta manera los movimientos de compresión se pueden calcular a través de las constantes elásticas del material. —La campana irrumpió una vez más su discurso. Mientras sus alumnos recogían sus cosas agregó: —Denle un repaso a las constantes elásticas, presión, densidad y volumen.

Los chicos asentían y se despedían saliendo por la puerta ubicada a un costado del aula. Esta era su última clase. Estaba realmente agotado, su cuerpo se sentía un poco débil, tal vez los constantes cambios de clima le producirían gripe próximamente.

Se dejó caer en la silla en lo que juntaba las fuerzas suficientes para ponerse de pie e ir a la sala de profesores o a la enfermería, lo que considerara más prudente, dependiendo de su estado. Sus ojos comenzaban a cerrarse y seguro estaba, que era capaz de dormirse sobre su escritorio si no obligaba a su cuerpo a moverse, pero este se sentía tan pesado que, la tentación de ceder a apoyar totalmente su cabeza en la firme madera era demasiado fuerte.  Hubiese cedido de no ser por la voz de una niña que los sacó de sus deseos de dormir allí mismo.

—¿Te sientes mal? —Una linda niña de cabello y ojos negros estaba justo en el marco de la puerta, recargada, con la mitad del cuerpo dentro del aula y la otra mitad fuera. Indecisa de entrar o no.

A Jiyong se le hacía conocida la niña, pero en este momento su cabeza no pensaba con suficiente claridad, ahora comenzaba a darle vueltas. Era definitivo, tendría que ir a la enfermería.

No afirmó ni negó nada, solamente ladeó un poco la cabeza, en un gesto totalmente tierno. LA niña al verlo hacer esto ganó confianza y adentrándose en el aula dijo: —¿Si no te sientes bien no debiste venir a la escuela? Mi appa dice que es mejor descansar a que ir a contagiar a los demás alumnos. —Jiyong sonrió. La chiquilla ya estaba junto a él en el escritorio. —¿Por cierto tú no sabes donde esta mi appa?

Jiyong se sobresaltó. Había una niña perdida en el campus. Este era lo suficientemente grande para perder a un adulto, no podía imaginarse el miedo que la niña debía tener al estar en un lugar así sola. Por lo que se obligó a juntar todas sus fuerzas y si no encontrar al padre, por lo menos dejarla en un lugar seguro donde sus familiares seguro la buscarían.

—Yo no sé donde esta tú appa, pero puedo acompañarte a buscarlo.

La niña lo miró un momento, como cavilando sus posibilidades. —Pero eres un extraño y yo no puedo ir con extraños.

—Tampoco deberías hablar con ellos —murmuró suavemente en respuesta.

—Si, no debería. Pero te veías tan mal que no me resistí a preguntarte.

Jiyong rió. La niña era lista y un poco sarcástica para su edad. —Soy Jiyong.

—Jiyeon.

—No, Jiyong.

La niña comenzó a reírse con un sonido cantarino, que le sacó a Jiyong una sonrisa. —Eres un poco tonto. Tú eres Jiyong, yo soy Jiyeon.

Ahora ambos reían de lo tonto que había sondado Jiyong. Después de un rato, el chico le propuso a la niña buscar a su padre, ya que parecía que la pequeña tenía energía suficiente para compartirla con él. Se puso de pie y tomo la mano pequeña de la niña, y juntos salieron a recorrer los pasillos.

—No me has dicho como se llama tu appa.

—Dah, pues appa.

—Eso no es de mucha ayuda. Descríbemelo —decía, mientras seguían vagando por los corredores del lugar rumbo a la oficina del director.

—Es alto y muy guapo. Te verías bien con él, tú eres lindo y me agradas.

Jiyong reía de nuevo, las ocurrencias de la niña eran muchas, pero de pronto otro mareo le vino, por lo que se detuvo lo suficiente para sostenerse de la pared y no caer asustando a la niña. La pequeña lo miraba con ojos curiosos, así que cuando hubo reunido fuerza suficiente para continuar, le cambió el tema. —¿Por qué crees que me vería bien con él? ¿Tú omma no diría nada por esto?

—Mi omma está en el cielo. Y las demás son mala conmigo, todas me ignoran o me dicen que me calle, pero cuando mi appa está cerca son de lo más amables porque quieren con él.

Jiyong pudo bien estar asombrado de la cantidad de palabras que la niña decía, o de cómo planteaba el tema, pero su atención la atrajo la forma en la que las “otras” la trataban. Hablaría seriamente con el padre de la niña, él debería ponerle más atención.

Y entonces otro mareo vino, aún más fuerte que el anterior. Por un segundo estuvo seguro de que vomitaría lo que no había comido por la mañana. Sonrió forzosamente a la niña y continuaron hablando, bueno ella hablaba, y él se iba sosteniendo de la pared del pasillo, rogando llegar a la oficina del director.

No le había dicho a nadie, pero era muy susceptible a las enfermedades, poniendo su cuerpo en un estado de debilidad que lo mantenía en cama algunos días.

—¡Appa! —Jiyeon gritó, soltándose de Jiyong.

Entonces el mareo constante que había tenido se incrementó al reconocer el porqué la niña se le hacía tan conocida. Era hija de Seunghyun.

No tuvo tiempo para meditar más, su vista se oscureció, dejando todo su mundo en un gran hoyo negro.

 

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Cuando abrió los ojos todo lo que vio fue blanco. Parpadeó tratando de que sus ojos se acostumbraran a la luz y así distinguir el lugar donde se encontraba.

—¡Despertaste! ¡Appa! ¡Appa, despertó! —la voz de una niña, a la cual aún Jiyong no podía enfocar, llamaba a su padre con premura.

—¿Cómo te encuentras? —la voz ronca que Jiyong jamás podría olvidar le preguntaba. Cerró los ojos y al abrirlos los observó a ambos, padre e hija cernidos casi sobre él, con una mirada preocupada en esos iguales ojos negros.

—¡Buahhhh! —lloró con fuerza Jiyeon. —¡No despertabas! y… y… ¡Buaahhh!

Con pesadez, Jiyong llevó su mano a la cabeza de la pequeña,  acariciándola para tratar de calmarla.

—Estaba muy preocupada. Te desmayaste a mitad de pasillo. Suerte para ti que estaba ahí —anunció Seunghyun.

—Lo siento —murmuró en respuesta.

—Primero ella y luego tu. Entre los dos casi me provocan un infarto.

Jiyong trató de incorporarse lentamente, siendo ayudado por las grandes manos de Seunghyun. Su cuerpo y mente, recordaban como estas manos antaño lo tomaban con cariño, cariño que por su culpa se había extinguido.

El ambiente se sentía incómodo, porque aunque ellos negaban fervientemente, sus corazones palpitaban emocionados de estar juntos de nuevo, como siempre debieron estarlo. Se miraron por un momento, perdiéndose en las pupilas del otro, incluso Jiyeon había dejado de lloriquear para contemplar el momento. Y de pronto todo se rompió.

La puerta se abrió, entrando por ella una bonita muchacha de largo cabello castaño, a la que Jiyong reconoció como la chica de la vez pasada. Frunció el ceño al recordar lo que la pequeña Jiyeon le había dicho acerca de ser ignorada o tratada diferente a cuando Seunghyun estaba presente.

—¡Oh! ¡Jiyeon! ¡Gracias a Dios! —dijo la chica con un tono muy preocupado, pero con la mirada falsa. Jiyeon solo le arrugó la nariz y voltearle la cara.

—Jovencita, discúlpate con Eunjin. Estaba muy preocupada por ti, y más por la forma en la que corriste alejándote de ella —comenzó a reprender Seunghyun, logrando que a su pequeña los ojos se le llenaran de lágrimas.

—¿Le has preguntado a Jiyeon por qué corrió? —intervino Jiyong, ganándose una mirada de asombro por parte de Seunghyun, una sonrisa cómplice por parte de Jiyeon y una mueca claramente de desprecio por Eunjin.

—No. No lo he hecho. Ella siempre corre de esa manera.

—Ella creyó verlo y por eso corrió. —Eunjin trataba de mantener al padre de su lado, pero Jiyong la ignoró.

—No deberías dar las cosas por sentado, que corra de felicidad cada que te ve, es diferente a que corra sin motivo cuando no estás presente —señaló Jiyong.

—Ya le dije que ella lo confundió y se me escapó.

—¡No es cierto! ¡Tú me estabas jaloneando! —apuntó Jiyeon valientemente ahora que Jiyong la respaldaba. Antes nadie le creía, todos decían que la niña era muy malcriada y con el paso del tiempo, Seunghyun también comenzó a creerlo.

Eunjin perdió los estribos fácilmente, como cuando se trataba de esa niña. —Mira mocosa, te lo merecías por…

—¿Qué estás diciendo? —Seunghyun no quiso escuchar más. Los motivos eran poco importantes ahora, ya que la que siempre creyó la dulce y tierna Eunjin, utilizaba con su hija uno de los tonos más despreciables, como si estuviera habituada a ello.

—Ah… yo… —Eunjin se dio cuenta que su farsa se estaba cayendo en pedazos.

—Ella siempre se la pasaba gritándome y jaloneándome, pero cuando tú estabas se portaba bien conmigo, porque ella quería ser tu nueva esposa —confesó Jiyeon.

—Eunjin, márchate. Tus servicios ya no son requeridos. Hablaremos después sobre tu pago. —Una vez que la chica se fue, Seunghyun miró con tristeza a su hija. —¿Por qué? ¿Por qué no me lo dijiste antes?

La niña no miro por debajo de sus pestañas, haciendo un pucherito. —Trate, pero tú le creías más a ella —dijo, para al final terminar llorando, e increíblemente, se echo a los brazos de Jiyong.

El chico estaba un poco sorprendido, pero acurrucó a la niña en sus brazos hasta que esta se calmó, y poco a poco el sueño la invadió.

Seunghyun también miraba sorprendido la escena. En primer lugar se sentía un poco frustrado ya que le había prometido a su difunta esposa que cuidaría de lo mejor a su pequeña hija, y, sin embargo, no estaba cumpliendo con su cometido. La otra cosa que lo tenía pasmado, era la misma escena frente a él. Seunhyun había esperado que Jiyeon buscara cobijo en sus brazos, y no en los delgados brazos de Jiyong, pero, el verlos de esa manera llenaba su corazón de un cálido sentimiento.

Si tan solo pudieran estar así para siempre…

 

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Habían pasado ya varios días desde aquello. Jiyeon se negaba a tener una nueva niñera y, en cambio solo quería que Jiyong la acompañara a todos lados.

Los primeros días fue sencillo, ya que Jiyong había colapsado frente a la escuela, se había tomado un par de días para recuperarse de su resfriado, que al final no fue tan serio como parecía. Por lo que Jiyeon insistió demasiado para quedarse a su lado.

Seunghyun se sentía molesto y por de más incómodo. No podía creer que Jiyong se hubiera colado de nuevo en su vida cuando el mismo Jiyong fue quien lo excluyo de ella. Aún podía recordar claramente la manera en que su corazón le lloraba, las duras palabras que Jiyong le daba y por supuesto la ausencia total de él. Por aquellos días fue que conoció a la madre de Jiyeon, la quiso mucho, pero ella jamás pudo opacar todo el sentimiento que por Jiyong tenía. Pues a pesar de todo, su corazón aún brincaba cuando éste le sonreía, justo como ahora lo hacía.

Estaba de visita en el departamento de Jiyong, habían llevado algo para comer, y ahora todos juntos estaban sentados en la mesa. Seunghyun pensaba que la imagen era algo bizarra, pues en sus años tiernos, imaginó que se casaría con Jiyong y que juntos formarían una bonita familia, adoptando a dos o tres niños.

Y aquí estaban, diez años después, cada uno con su propia vida. Seunghyun no necesitó preguntar, a juzgar por el lugar y ni una sola fotografía, sabía que Jiyong era soltero. Pero su insistente corazón le apremiaba a que asegurara tal dato.

—¿Tú novia llegará en unos días? —inquirió, como quien no quiere la cosa, cortando de raíz la feliz charla que su hija mantenía con Jiyong, el cual se puso lívido.

Jiyong realmente lo único que no necesitaba era que le recordaran a HyeSun y con ella, la decisión que tomó. Tomando fuerzas de su interior, sonrió. —De momento no tengo pareja.

—¿No? —preguntó incrédulo el moreno.

Jiyong se sonrojo, no porque sintiera algún tipo de vergüenza por su estado civil, sino por la inquisitiva forma en que Seunghyun lo miraba, con un poco de burla y rencor. Y el mismo Jiyong no sabía el por qué de su sonrojo cuando se burlaban claramente de él.

El ambiente tenso fue cortado por la chiquilla quien ni se inmutaba a las constantes punzadas cizañosas que Seunghyun se encargaba de mandar cada tanto para hacerle recordar a Jiyong el error del chico. —Si Jiyong oppa no tiene pareja, appa puede serlo.

Seunghyun casi escupe el trago de jugo que estaba tomando, mientras Jiyong se atragantó con su propia saliva. ¿Qué cosa había dicho la niña? Ambos la miraron escépticos.

—¿Qué? —inquirió como si nada, pues ella no veía nada malo.

—Jiyong y yo no podemos ser nada —sentenció Seunghyun de un modo duro, cortando las ilusiones de la pequeña niña.

—¿Por qué no?

—Porque no. —La voz de Seunghyun seguía siendo dura a pesar de no levantar el tono. La niña lo miró con ojitos llorosos. —Esto no es algo a discusión señorita y no quiero que vuelvas a mencionarlo de lo contrario te olvidarás de estas estúpidas visitas a este sujeto —terminó, pero Jiyeon ya lloraba, fue entonces que Seunghyun se dio cuenta de que había levantado la voz y había hecho un mal uso de las palabras. Jamás le había pasado, pero tampoco jamás había sido sometido a una semana entera con su hija y Jiyong juntos.

—Jiyeon —la voz de Jiyong salió dulce, a pesar de que la forma en la que Seunghyun lo trataba le hacía un nudo en la garganta. —Tu appa no quiso regañarte así —intervino a favor del mayor, acariciando los cabellos de la niña. —No es correcto que pienses que él y yo seamos pareja.

—¿Por qué?

¿Por qué? Esa era una buena pregunta. Cómo debería decirle que entre su padre y él ya habían tenido una historia y que ésta no terminó bien gracias a él.

—Porque para ser pareja, se necesita compatibilidad, más que eso, sentimientos… sentimientos de amor mutuos —aclaró. Ya que, en definitiva, había sentimientos entre ellos, pero estos no eran precisamente los que formarían una pareja.

—¿A ti no te gusta mi appa? —preguntó incrédula. Todas sus niñeras anteriores babeaban por su papá, pero él único que le gustaba para estar a su lado no parecía interesado.

Jiyong le sonrió, por un segundo desvió la mirada de la niña a los profundos ojos negros de Seunghyun, tan negros e indescifrables, que solo bastó un segundo para que el color en las mejillas de Jiyong se elevara, bajando tímidamente la mirada.

Afortunadamente el timbre de la puerta sonó, cortando el ambiente más incómodo que habían tenido en los últimos días. Agradecido por no tener que responder, Jiyong prácticamente voló a la puerta.

Un grito, risas, mucho escándalo. Fue lo que escucharon Seunghyun y su hija desde un lugar en la mesa. Jiyong apareció con un muchacho colgado de sus hombros.

El invitado era un chico joven, bronceado, quizá de la edad de Jiyong, más musculoso, varonil en cualquier aspecto, de ojos pequeños y sonrisa amable.

—¡Oh! Ji ¡Tienes invitados! —comentó sonriente sin soltar el chico más delgado. Entonces algo inesperado pasó. El moreno que sostenía a Jiyong lo atrajo por el cuello y le plantó un sonoro beso en la mejilla, para reír después.

Seunghyun se tensó. ¿No había dicho Jiyong que no tenía pareja? ¿No hace mucho tiempo Jiyong lo dejó porque no quería exponerse al juicio de la sociedad? Acaso no Seunghyun había dado todo por él y jamás le permitió más que tomarle la mano, y ahora éste tipo llegaba y le besaba frente suyo. ¿Cuánto no habría dado Seunghyun porque Jiyong hubiese tenido el coraje que tiene ahora, en aquel entonces? ¿Será que jamás lo había amado? Sí, eso era. Pero sus ojos, hace solo un segundo le habían dicho lo contrario. Mentía. Sí, mentía como siempre y Seunghyun estuvo a punto de ser engañado de nuevo.

—Bae estate quieto —reprendió con suavidad.

Seunghyun miraba con una frialdad glacial la escena frente a él. Quería tomar a su hija y marcharse de ahí para nunca volver. Sin poderlo contener, dejó escapar un leve gruñido. No estaba seguro que alguien lo hubiera escuchado, aún así el chico que abrazaba a Jiyong lo miró especulativamente.

—Bae, éste es Seunghyun y su pequeña Jiyeon —dijo Jiyong. Bae volvió la mirada hacia él sin poder creerlo, más no hubo algún otro gesto. —Seunghyun, Jiyeon, él es Youngbae, mi mejor amigo.

Seunghyun solo asintió con la cabeza en señal de reconocimiento, pero no quitaba esas ganas de tragarse a cualquiera que se adentrara en sus límites. Veía como Jiyong y ese amigo suyo se sonreían y trataban tan íntimamente. Sí, definitivamente esa era la nueva pareja de Jiyong. Entonces ¿porqué les había mentido sí él iba a llegar? A lo mejor llegó de sorpresa, arruinando los planes de Jiyong para burlarse nuevamente de Seunghyun. Aquello lo hizo rabiar más.

—Appa si no te pones abusado te van a comer el mandado —habló en un susurro bastante audible la chiquilla.

Con toda la cara llena de estupefacción, Seunghyun soltó una gran carcajada al darse cuenta. Jiyeon lo sabía y era mucho más lista a sus cinco años que él a sus veintiocho. Sí. Aún se sentía atraído por Jiyong, pero eso no significaba que lo quisiera de vuelta, además, aunque así fuera, Jiyong ya estaba acompañado.

Y, como respuesta a sus preguntas, la puerta volvió a sonar. Esta vez trayendo refunfuñones un tanto agresivos, disculpas rápidas y la conocida risa de Jiyong.

Otro chico, delgado, de cabello negro y con unas pronunciadas ojeras se adentró al lugar aún refunfuñando. Pero aquello terminó cuando vio a Seunghyun y su hija.

—Creo que es hora de irnos —concluyó el mayor al ver a más desconocidos.

—No, por favor. Quédate —dijo el chico de las ojeras. —Nosotros ya nos vamos.

Y con ello, tomó a Bae por una ojera y lo jalaba hacia la salida, hasta que ambos desaparecieron del lugar.

—Perdón por el escándalo. Ellos siempre son así. Son pareja —respondió a la muda pregunta de Seunghyun, y por alguna razón, el mayor se sintió aliviado.

Conforme los días pasaban, Seunghyun debía admitir que nunca había dejado de amar a Jiyong. Y, el verlo jugar y reír con su pequeña, le daban una clara muestra de que el Jiyong egoísta no existía más. Sin embargo, Seunghyun no dejaba de desconfiar.

Aquel día había ido al parque de diversiones y Jiyeon se negaba a soltar a Jiyong, por lo que el chico los acompaño hasta su casa, donde esperó a que la niña durmiera para retirarse.

—¿Quieres tomar algo? —la voz grave de Seunghyun resonó en su corazón. Desde que se habían vuelto a encontrar era la primera vez que realmente estaban a solas.

Jiyong creía que era el momento perfecto para hablar sobre su pasado. —Debo irme, ya es tarde y no quiero perder el último bus —dijo apenado, ya que su auto recientemente se había descompuesto.

En ese momento un trueno cayó, trayendo consigo una fuerte lluvia que calaría los huesos de cualquiera que se hallara fuera de resguardo. Parecía como si el destino confabulara contra Jiyong y le obligara a enfrentarse a aquello que tanto temía: la ira en esos ojos negros.

—Entonces, ¿qué te ofrezco?

—Café estaría bien —susurró.

Sentados uno frente al otro, con la torrencial lluvia que arreciaba a cada momento, sin saber que decir más que disfrutar de la caliente bebida. Era ahora o nunca.

—Seunghyun yo…

—¿Por qué? Dime ¿por qué Jiyong? —los ojos negros de Seunghyun lo observaban atento a cada movimiento facial que hiciera, con rencor e ira. Demasiada para el gusto del delgado chico, quien no resistió la miraba y bajo la suya al suelo. Las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos, parpadeando para evitar que estas siguieran ahí, suspiró y trató de recomponerse.

—¿Por qué? Porque era un idiota. Un cobarde. Porque me fue más sencillo quedarme con ella que enfrentar lo que sentir algo por ti conllevaba. Porque en mi estúpida mente, todos estaban antes que nosotros, mi padre, mi madre, HyeSun y mis sueños. Ellos eran lo más importante para mí. Creí que hacía lo correcto al alejarte. Jamás dejé de amarte, pero no era lo suficientemente valiente para dejar todo a un lado y seguirte. —Seunghyun lo miraba atentamente. —Pensaba que si te seguía ellos se decepcionarían de mí, y no podía hacerle eso a mi padre, él era mi mayor ejemplo. Creí que mis sueños se verían frustrados si seguía a tu lado, porque no dejaba de compararme contigo, de lo bueno que eras y tus anhelos. Yo me perdía estando a tu lado. Además HyeSun tampoco lo merecía, ella siempre estuvo a mi lado…

—Yo tampoco lo merecía.

—No. Ninguno lo merecía. Yo fui egoísta y cobarde. Los hice sufrir a ambos y, y… —la voz se le quebró —lo lamento tanto. Lo siento Seunghyun de verdad lo siento. Estaba tan equivocado. Te amaba tanto, pero no quería dejarla a ella, y tomé las decisiones equivocadas. Solo era un chiquillo estúpido. Porque ni la hice feliz, ni te dejé de amar y tampoco fui feliz. Pero… —lo miró. De sus ojos castaños lágrimas caían recorriendo sus mejillas. En ellos podía ver aquel brillo que tanto lo había enamorado, aquel que sin palabras le decía cuanto lo amaba. —Pero, lo que me consuela es que tú al menos si lo fuiste.

Sin aguantar más, Seunghyun saltó el espacio que los separaba y estrechó a Jiyong en sus brazos. Comprendió que en aquel tiempo solo eran unos niños temerosos o envalentonados, pero niños a final de cuentas. Inmaduros, sin saber cómo enfrentar el mundo. Y, aunque Seunghyun pensaba que podía hacer todo de la mano de Jiyong, jamás se imaginó que debajo de esa ensoñadora actitud que Jiyong cargaba cuando lo conoció, existía el miedo, miedo al fracaso, pero más que eso, miedo al olvido.

Porque sí. Jiyong tenía miedo de que a Seunghyun un día le importase un cacahuate y él se quedaría varado en la nada. Eso más todo lo demás, hizo que Jiyong hiciera lo que hizo. Separarlos.

Pero, no importaba ahora, porque el destino se había encargado de juntarlos de nuevo. Pues, cuando estas destinado a alguien por más lejos que te encuentres y por más trabas que se interpongan, el hilo rojo que los une, de meñique a meñique, se estirará, pero jamás se romperá. Porque cuando han sido destinados desde el cielo, no habrá nada que se interponga para que sus caminos se encuentren hasta que estén juntos.

Seunghyun abrazaba a un sollozante Jiyong. ¿Cuánto no había extrañado aquel delgado cuerpo? Su olor, su calor. Todo Jiyong. Muchas noches soñó incluso que estaba a su lado, y muchas otras también lo confundió con alguien más caminando por la calle.

Jiyong, Jiyong, su Jiyong.

Después de tantos años de odiarlo y amarlo, al final de todo estaba ahí, de nuevo entre sus brazos, donde siempre debió estar.

Pero, jamás se arrepentía de lo que había sucedido, pues las cosas pasan por alguna razón, y en su caso, esa razón era su pequeña Jiyeon, quien ahora vestida con un pijama de kitty y arrastrando un conejo de peluche, los miraba, restregándose los ojos con su manita libre.

—¿Esto significa… qué significa?

Jiyong se quedó estático, no sabía que responder, pero alguien se le adelantó. —Significa que tu deseo se hizo realidad —habló Seunghyun, aún sin soltarlo. —Jiyong y yo ahora somos una pareja.

Jiyong se sonrojó al sentir sobre sus labios los suaves y húmedos labios de Seunghyun, siendo su sonrojo al doble al tener a un espectador de tan temprana edad. La niña al verlos gritó de alegría y se arrojó a los brazos de ambos, compartiendo la felicidad de los mayores y la suya propia, porque con nadie se había sentido igual de cuidada y querida que su madre y Jiyong. Porque su padre sonreía más cuando el chico estaba cerca y ella también.

Mientras la lluvia seguía cayendo afuera, dentro, en el calor del hogar dos adultos, daban vueltas abrazados, dándose pequeños besos de vez en cuando, llevando una niña en medio de ellos, riendo, jugando y besándolos a ambos.

Seunghyun pensaba en decir las palabras mágicas: Te amo. Pero simplemente estaba tan feliz que las palabras no salían.  Ya habría otra oportunidad para decirlas correctamente. Por ahora solo sonreiría y su mirada se lo diría. Amaba a Jiyong y Jiyong lo amaba. Y ambos amaban a Jiyeon.

Eran felices, y así lo serían por mucho tiempo.

 

FIN

 

Notas finales:

Espero sus hermosos comentarios en apoyo a este primer festival! 


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