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Kommátia por HokutoSexy

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II. TAURO

 

SIDE A

Do you come from a land down under?
Where women glow and men plunder?
Can't you hear, can't you hear the thunder?
You better run, you better take cover.

Down under, Men at work.

 

Su nombre… casi lo había olvidado: Breixo Carvalho, ese era el nombre que figuraba en la partida de nacimiento de Brasilia, Brasil, su nombre antes de tomar posesión de la armadura de Tauro y prestar el juramento a la Sagrada Orden de Atenea, como era tradición, dejó de ser Breixo para convertirse en Aldebarán, todos los caballeros de la casa del toro tomaban el nombre de la estrella más brillante de la constelación.

 

El toro sagrado que había sido reverenciado y temido siempre, era una criatura de poder incomparable, por ello, la casa de Tauro, como símbolo de humildad, se consideraban a sí mismos impíos para llevar un nombre que no fuera el de “Aldebarán”. Así mismo la capacidad que tenían sus herederos de crear ilusiones había sido un regalo de Zeus, quien alguna vez convertido en toro sedujo a Europa.

 

El aspecto de ese hombre hercúleo era ya de por sí suficiente para imponerse, aunque ciertamente, se trataba de un hombre tranquilo, prudente y que ante todo evitaba las afrentas surgidas de la nada.

 

Siempre justo.

 

Siempre silencioso.

 

Salvo con su compañero, el arconte de Aries, Mu. Y es que acostumbrado como estaba a pasar los días en la soledad de su templo, desapegado de todos, y haciéndose a la vista gorda respecto a la serie de situaciones personales en las que se acababan embarcando, la amistad con Mu le venía bien… demasiado bien tal vez.

 

Su propia telequinesis era inferior a la de Mu, quien venía de una larga estirpe de lemurianos que dominaban esas artes, observaba con ojos interesados la manera en la que Mu controlaba con su poder objetos, los movía, los dejaba caer.

 

Mu… que discretamente tenía ojos para dos caballeros, al menos hasta donde había deducido: Shaka y Aioria… en resumen, él había pasado a la lista de personas amigables pero nada más.

 

Suspiró pesadamente.

 

—Yo soy un servidor de Atenea, sólo eso, yo soy Aldebarán de Tauro —murmuró, había dejado de ser, de una vez y para siempre, Breixo Carvalho.

 

La no me olvides morada que tenía entre los dedos era un recordatorio… un recordatorio de que su deber como caballero dorado y su destino como hombre estaban separados…

 

Días atrás, Aioria, Mu y él habían acudido a consultar el Oráculo de Delfos, enviados por su diosa, puesto que Atenea deseaba una confirmación de algo que venía sospechando desde hace tiempo: el advenimiento de Hades.

 

Días de aparente paz, pero que presagiaban el frenesí de la guerra, por eso es que los tres evitaron hablar de ello y simplemente charlaban de cosas mundanas.

 

Una de las sibilas, una de las tres que estaban ahí, desde que llegaron al templo, no le quitó los ojos de encima, le observaba atenta, expectante.

 

Por supuesto Aioria encontró a bien fastidiarlo con eso…

 

—Serás cachazas si no te das cuenta de cómo te mira —le dijo en voz baja.

 

Su única respuesta fue darle un codazo en las costillas.

 

—No blasfemes, estamos en un templo de adoración, Aioria.

 

Para ganar hay que sacrificar. Sangre y lágrimas llevan a la conquista.

 

Esa había sido la respuesta de la pitia una vez que entró en trance en su trípode. Los tres guardaron silencio y se hicieron la misma pregunta: ¿Qué es lo que se tiene que sacrificar… o a quién?

 

—Guardián de Alpha Tauri —susurró la joven pitia—, le he esperado por mucho tiempo…

 

—¿A mí? —inquirió el corpulento hombre, ladeando la cabeza, extrañado.

 

—Sí…

 

—¿Por qué?

 

—Porque tu destino y el mío pueden estar unidos… —pronunció la mujer de blancura inmaculada, tan inmaculada como el peplo que portaba y que dejaba entrever el cuerpo perfecto—, yo seré quien pueda darte un heredero, tu linaje puede continuar, si así lo decides…

 

—Soy un caballero de Atenea, mi vida está consagrada a la diosa.

 

—Pero también eres un hombre; si fuese tu decisión, tu linaje no morirá, tú mismo podrás vivir como un hombre, el vástago no heredará el rango de guardián, pero el hijo de tu hijo sí… sin embargo, si eligieras no perpetuar tu sangre, morirás joven, pero cumpliendo tu deber como Arconte…

 

Guardó silencio, un silencio imperturbable, el hombre se mordió los labios sorprendido ante semejante revelación.

 

—Te haré llegar una señal, si decides yacer conmigo, sólo trae esa señal contigo —tras susurrar esa sentencia la joven mujer desapareció en el templo.

 

Cuando los tres partieron, una de las jóvenes aprendices se acercó a él, sonriente, amigable, en la frescura de su inocencia, le tendió una flor no me olvides de color morado.

 

—De parte de mi señora…

 

Aioria y Mu rieron francamente de su azoramiento, y del posterior enrojecimiento de su rostro moreno.

 

Él mismo se encontró riendo… reía porque sabía lo que significaba.

 

Era la señal.

 

Mientras recordaba y le daba vueltas al asunto, tantas vueltas como a la flor, sin querer sonrió, pero su sonrisa era una ironía, la ironía de un destino con dos caminos…

 

Él había decidido.

 

—Yo soy un servidor de Atenea, sólo eso, yo soy Aldebarán de Tauro…

 

SIDE B

I could feel at the time
There was no way of knowing
Fallen leaves in the night
Who can say where they're blowing
As free as the wind
Hopefully learning
Why the sea on the tide
Has no way of turning.

More than this, Roxy Music.


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