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Muracienta por KiraTuDios

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Notas del capitulo:

Ok, para empezar no se como se me ha ocurrido esto. Solo se que antes de escribirlo me fuume 4 guiones de hora de aventuras, asi que no me hago responsable de lo aqui escrito.

Erase una vez, un hermoso joven de cabellos y ojos violeta; pero las cenizas no dejaban ver su belleza, y por eso todos, a aquel joven, le llamaban Muracienta.

Muracienta vivía agobiado siguiendo todo el tiempo las órdenes de su madrastra Momoi, y sus hermanastros Kise y Aomine.

Un día que, como otros tantos, Muracienta se encontraba limpiando; llego una invitación desde el castillo del rey. Les invitaban al gran baile real; donde podrían conocer en persona al príncipe Akashi, que seguía buscando pretendientes para que una de ellas fuera su princesa.

-¡Kise, Aomine, Muracienta! ¡Venid aquí!- Les convoco Momoi-

Pocos segundos más tarde, todos llegaron rápidamente al pabellón principal donde se encontraba la pelirrosa.

-Ha llegado una invitación desde la casa real- Informo la madrastra- El baile es esta noche, así que hoy iremos de compras para ir lo más elegantes posible-

-¡Bien! ¡Ropa nueva!- Sonrió Kise-

-¿Y para que la necesitas? Ya tienes demasiados trapos ¿No crees?- Respondió Aomine con cierto tono burlesco-

-Jo, Aominecchi, que malo eres con migo-

-Dejar de discutir, necesitamos ropa nueva para ir a ver al rey- Intervino Momoi-

-¿Y no puedo ir con lo que llevo puesto?- Se quejo el peliazul-

-No. Tenéis que poneros lo más guapos posibles para gustarle al príncipe Akashi-

-¿Y yo también podre ir?- Intervino Muracienta-

-Por supuesto. Pero antes tienes que acabar de limpiar- Respondió la madrastra al mismo tiempo que señalaba la escoba que el pelimorado llevaba en la mano- Además, tendrás que cambiarte ¿No iras a ir a ver al príncipe con esos harapos?-

-A sí que ¿Solo tengo que acabar de limpiar todo y cambiarme?-

-Sí, eso es lo único que tienes que hacer. Si estás listo para esta noche podrás venir; si no, te quedaras en casa- Aclaro Momoi mientras abría la puerta para marcharse junto a Kise y Aomine- Bueno, nosotros nos vamos, espero que tengas tiempo hasta esta noche. Y por cierto yo si fuese tú comenzaría fregando toda esa agua del suelo-

-¿Qué agua?-

-Esa- La pelirrosa golpeo el cubo lleno de agua de fregar haciendo que este cayera- ¿No la ves? Está por todos lados-

Muracienta mostro una mueca de desagrado al tiempo que se dirigía a por la fregona.

x

Para cuando el pelimorado había terminado de fregar, Momoi, Kise, y Aomine, ya se habían marchado. Antes de comenzar a limpiar lo demás, decidió ir a su cuarto para hablar con sus 3 amigos ratoncitos.

-Chicos, salir, tengo una gran noticia- Sonrió el pelimorado-

De un agujero salieron 3 roedores. Uno pelirrojo, con unas cejas algo peculiares; otro con un flequillo negro, que solo dejaba ver la mitad de su rostro; y un último más pequeño, con el pelo azul claro, y poca presencia.

-Muro-chin, Kuro-chin, Kagami; adivinar a quienes han invitado al baile en la casa real-

-¿Vas a conocer al príncipe Akashi?- Se emociono el ratoncito pelirrojo-

Muracienta asintió aun conservando su sonrisa.

-Pero para poder ir antes tengo que limpiar todo y elegir algo elegante para ponerme-

-Nosotros te ayudaremos a limpiar- Propuso Kuroko tan inexpresivo como de costumbre-

-¡¿Qué?! ¡No hables por todos! Yo no quiero limpiar-

-Tranquilos, no hace falta que me ayudéis, puedo apañármelas solo- Siguió sonriendo el pelimorado-

-Insistimos- Intervino Himuro- Los 3 te ayudaremos a limpiar-

-¿Yo también tengo que limpiar?- Siguió enfurruñado el ratoncito pelirrojo-

-Recuerda que a Muracienta le debemos mucho. El nos ha salvado muchas veces del gato Takao- Dijo el peliazul-

-Bueno, vale, yo también ayudare. Pero solo porque tú también nos has ayudado varias veces- Acepto Kagami a regañadientes-

-Qué lindo puedes ser cuando quieres Kaga-chin-

-¡He! ¡Te he dicho mil veces que no me llames así!-

-Perdón Kagami- Sonrió divertido Muracienta-

Aquella tarde, junto a los 3 ratoncitos, Muracienta, acabo rápidamente todas sus tareas. Y aun le sobro tiempo para arreglarse para el baile.

Acto seguido, fue a su armario a buscar un traje elegante que ponerse para el baile; pero en ese momento, se dio cuenta de que lo único que tenía allí eran trajes de sirviente y ropa ordinaria con la que, ni siquiera, le dejarían entrar al baile. “Podría cogerle prestado algún traje a Kise o a Aomine” Pensó Muracienta “Total, ellos ya se van a comprar algunos nuevos; no les importara que les quite uno de sus cientos de trajes”.

Aunque Muracienta tenía prohibido entrar en las habitaciones de su madrastra y sus hermanastros, esta vez, decidió que podía saltarse las normas. Primero miro en el cuarto de Kise, que de sus dos hermanastros, era el que más se preocupaba de de vestir perfectamente cada día; y probablemente, el que tendría más ropa de sobra.

-¿Qué haces Muracienta? Se supone que tienes prohibido entrar ahí. Como se enteren…- Aviso el ratoncito pelirrojo-

-No pasa nada Kagami, simplemente cogeré un traje prestado para ir al baile; no voy a tocar nada mas-

El pelimorado abrió con cuidado la puerta del cuarto; acto seguido comenzó a buscar, sin revolver.

“Este es bonito” pensó el pelimorado mientras sostenía entre sus brazos un traje negro que conjunto con una camisa blanca y una corbata roja.

-¿Qué os parece?- Pregunto a los ratoncitos-

-Con cualquier cosa estarás bien- Respondió Kagami-

-Pruébatelo a si vemos como te queda- sugirió Himuro-

-Vale-

En pocos minutos, Muracienta se vistió con el traje de Kise; o al menos lo intento. El pelimorado era demasiado grande como para que le cupiera el traje de Kise.

-Se me había olvidado que no usa la misma talla de Kise- Dijo el pelimorado indiferente- Suerte que se coser. Así podre retocarlo para que me valga-

Muracienta se paso todo lo que le faltaba de día cosiendo, retocando su “nuevo” traje, y arreglándose.

Llegaron la madrastra y sus hermanastros, y Muracienta abrió la puerta casi con la elegancia de Sebastián Michaelis. Todo parecía ir perfectamente; hasta que Kise reconoció su traje.

-¡¿Que le has hecho a mi ropa?!- Grito el rubio al que casi se le salían de los ojos-

-Lo siento. Pero por un traje no creo que pase nada- Respondió el pelimorado con cierto tono de desesperación-

-¡¡¿Cómo que no pasa nada?!! ¡¡Yo no voy robándote la ropa y tuneándola!!-

-Enserio, perdón. Si quieres te la puedo devolver…-

-¡No, ya da igual! Ya lo has estropeado-

-La que has liado, ja ja- Se burlo Aomine-

-¡Callaros los dos!- Mando la madrastra- Aomine, no ayudes a empeorar la situación; Kise, no te pongas así, tan solo es un traje, puedes comprar más; y Muracienta, si no tienes ropa bonita, no te molestes en quitársela a tu hermano, simplemente, no vengas-

-¿Qué?-

-Sí, has oído bien. No puedes ir al baile. Tan solo te puse dos condiciones, y no has cumplido una de ellas, a si que no puedes venir- Se observo media sonrisa en el rostro de la madrastra- Kise, Aomine, vayámonos al baile o llegaremos tarde-

Momoi, y los hermanastros se fueron casi tan rápido como llegaron. Se montaron en un elegante carruaje blanco, y pusieron rumbo al castillo. Muracienta estaba triste, nada había salido como él había planeado. Corrió hacia su cuarto y se encerró allí a llorar.

-¿Qué te ha pasado Muracienta?- Pregunto el ratoncito Himuro al ver al pelimorado con los ojos llenos de lagrimas-

-Todo lo que he hecho ha sido inútil- Se seco su rostro lloroso- No puedo ir al baile. No me dejan-

De pronto, sin razón alguna, un haz de luz, apareció en el cuarto de Muracienta. Y de ahí salió un extraño hombre con gafas, alas, y pelo verde, que vestía un extravagante vestido de hada.

Tanto Muracienta como los ratoncitos, quedaron petrificados y boquiabiertos del miedo y la sorpresa, que ese ser producía. El gato Takao, que también se había infiltrado allí, fue el único que tuvo el valor suficiente como para acercarse al hombre.

Muracienta y los ratoncitos abrieron los ojos aun mas, aterrorizados, seguramente esperando qua aquel ser salido de la nada le hiciese daño a Takao. Para sorpresa de todos, el peliverde, cogió al gato y lo acaricio.

-No me gustan los gatos, pero este, tiene algo especial nanodayo- Hablo el hombre vestido de hada al tiempo que se colocaba las gafas-

Muracienta seguía asustada ¿Qué era aquel tipo? ¿Cómo apareció de la nada? Y lo más importante ¿Por qué cojones estaba vestido de hada?

-¿Qué haces en mi cuarto? Fuera fus, fus- Dijo el pelimorado al tiempo que con una escoba intentaba espantarlo como si se tratase de un animalito-

-Cálmate nanodayo. No tienes que temerme, soy tu hada madrina, y vengo para ayudarte-

-Y una mierda, seguro que eres un pervertido vestido de tía- Intervino Kagami- Y además hablas muy raro ¿Qué narices es eso de nanodayo?-

-¡Puede que sea aun un hada en prácticas! ¡Pero no soy ningún pervertido, nanodayo! ¿No has visto como e aparecido con magia?-

-Yo tampoco me fio. Si realmente eres un hada ¿Por qué quieres ayudarme? No nos conoces de nada. Seguro que es una trampa- Respondió Muracienta con los ojos entrecerrados- Además con esas pintas pareces una fusión de un duende y una sailor moon-

-¡¿Una qué?! Bueno, da igual. Yo solo he venido a ayudarte y tú me lo pagas así- Se enfurruño el hada-

-Bueno, a lo mejor puedo seguirte un poco el rollo si eso te hace feliz- Respondió el pelimorado-

-Y encima lo dice como si me estuviera haciendo un favor cuando es él el que debería estar dándome las gracias- Murmuro el peliverde- Tiene suerte de que sea un hada en prácticas, porque si no cogía a ese hijo de p…-

-¿Dices algo?- Interrumpió Muracienta-

-A, no, nada- Se coloco las gafas y respiro profundamente- Primero me presentare como es debido nanodayo. Soy Midorima, tú hada madrina. Y hoy te ayudare para que puedas ir al baile y conquistar al príncipe-

-¿Y cómo vas a…- Midorima le tapo la boca al pelimorado antes de que terminara de hablar-

-Es sencillo, con magia- El peliverde movió su varita rosa, adornada con un gran corazón en la punta- Primero necesitaras un carruaje-

Nada parecía haber cambiado, hasta que todos se dieron cuenta de que en el patio, había aparecido un carro atado a una bicicleta, donde montaría el conductor de aquel original carruaje.

-Mido-chin. Se supone que puedes manejar la magia a tu antojo ¿podrías hacer un carro mejor?-

-¡No! Y cállate, ya te he dicho que soy un hada principiante aún, nanodayo-

El hada volvió a mover su varita haciendo que de ella salieran destellos mágicos.

-Supongo que necesitaras a alguien que conduzca tu carro- Dijo Midorima al mismo tiempo que con su magia iba sosteniendo a Takao- Y este estúpido gato es perfecto-

Takao, poco a poco, fue cambiando sus rasgos gatunos, por los de un humano. Cuando la transformación término, el gato ya se había transformado en un lindo joven vestido con un traje elegante, pero que aun conservaba sus orejas de gato, y sus maullidos.

-Te ha salido incompleto- Comento el ratoncito Kuroko-

-En serio, como no os calléis de una vez, os convertiré a todos en mis próximos objetos de la suerte nanodayo-

-Silencio, Kuro-chin, recuerda que estamos desesperados-

El hada reprimió un gruñido.

-Bueno, ahora solo te falta un vestido decente, que con ese traje pareces slenderman- Midorima agito su varita esta vez por más tiempo-

De repente, el traje de Muracienta, se transformo en un bonito vestido negro estilo gothic lolita, coronado de rosas carmesí; sus cabellos se recogieron en un elegante moño, que combinaba con el sombrerito que llevaba. Era una combinación que hubiese quedado rara si Muracienta no se hubiese transformado en una mujer.

-¡¡¿Por qué me has puesto un vestido de chica?!! Soy un hombre y creo que eso se nota-

-Ya no- Sonrió levemente el peliverde-

-¿Qué quieres dec…- El pelimorado corto la frase al percatarse de que su cuerpo había cambiado casi por completo (había tomado curvas femeninas)- ¡Oh, dios santo! ¡Tengo tetas! ¿Por qué me has transformado en chica?-

-Es parte de un plan- Midorima de coloco las gafas-

-Bueno, recuerda que estamos desesperados- Intervino el ratoncito peliazul-

-¡Que te calles nanodayo!-

-La verdad, es que así está muy atractiva- Se sonrojo Himuro-

-Probaré a ir así, algo es algo- Sonrió levemente el pelimorado-

-Bien, así se habla, menos quejas y más iniciativas- Dijo Midorima-

-Me pasare toda la noche en el baile- Sonrió Muracienta- Estoy muy guapa, y pienso aprovecharlo-

-Em.… bueno, sobre eso…- Intervino el hada algo incomodo-

-¿Qué?-

-El hechizo se anulara después de la media noche-

-¿Y eso?-

-Ya te dije que era un hada principiante nanodayo-

-Bueno, hasta la media noche me vale- la pelimorada se encogió de hombros- Aun faltan horas-

-Pues si queremos que disfrutes el máximo tiempo de lo que falta de baile tendremos que ponernos ya en marcha- Intervino Kagami-

Los ratoncitos, el hada, y Muracienta, asintieron todos al mismo tiempo, y bajaron corriendo por las escaleras para llegar hasta el jardín, donde se encontraba el carro.

La pelimorada subió a la parte trasera del carro, mientras que Takao se monto en la bicicleta para conducir.

-¿Y los demás?- Pregunto Muracienta al hada-

Midorima movió su varita haciendo que los ratoncitos se transformaran en extrañas figuritas que se metieron en el carro con Muracienta.

-¿Qué coj…?-

-Ahora son objetos de la suerte. Tranquila, su hechizo también se acabará a media noche; y además, así se quedan calladitos. De nada-

-¿Y tú también vas a venir?-

-No, yo ya tengo que volver al mundo de las hadas. Pero tranquila, algún día volverás a verme nanodayo- Se despidió el hada- Por cierto, espero que estés contenta con tu vestido, tu chofer, tus objetos de la suerte, y tu mido-carro-

-¿Mido-carro?-

-Sí, bueno, como es un carro creado por mí, Midorima… Déjalo, es un simple juego de palabras- Y con esta última frase, el peliverde, desapareció en un brillo mágico-

El mido-carro emprendió camino hacia el baile.

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Mientras tanto, en el baile, un muchacho pelirrojo vestido con elegantes galas bostezaba tapándose la boca.

-Alteza, debe mantener las formas- Le susurro su mayordomo al oído- Solo quedan algunos pretendientes-

-Sí, lo que tú digas-

-Saludos, majestad; quería presentarle mis dos hijos al príncipe- Quien estaba hablando, no era otra persona que Momoi, la madrastra de Muracienta-

-Oh, por supuesto- Respondió el rey-

Kise y Aomine dieron un paso al frente, y ambos hicieron una reverencia.

-Encantado de conocerle alteza- Dijeron ambos al mismo tiempo-

-Encantado igualmente- Asintió el pelirrojo-

Después de las presentaciones, comenzó el baile.

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Muracienta llego justo a tiempo, y mientras entraba en el baile, desde el balcón, el príncipe, la estaba mirando. “Que chica tan linda, y que carruaje más original” pensó el pelirrojo “Por esto merece la pena volver al baile”. Akashi bajó las escaleras rápidamente para volver a la ceremonia y encontrarse con aquella damisela que había llamado su atención.

Cuando el príncipe acabo su recorrido, allí estaba ella, un poco apartada de la multitud, sin saber exactamente qué hacer. Era mucho más alta de lo que le había parecido al principio; pero eso al príncipe no le importaba, incluso, le gustaba.

-Encantado de conocerla my lady- Muracienta escucho una voz detrás de ella y se giro- Soy Akashi Seijurou. Pero usted puede llamarme simplemente Akashi-

La pelimorada se sonrojo al ver lo guapo que era el príncipe.

-Encantada de conocerte Akashi-

-¿No me vas a hacer una reverencia?-

-¡Oh, perdona! Yo…-

Era la primera vez que Muracienta asistía a un baile de la realeza, y no sabía cómo comportarse; ni mucho menos como hacer una reverencia.

-Tranquila, era broma- La interrumpió el pelirrojo- Veo que no estás acostumbrada a este tipo de bailes ¿Verdad?-

-Em… no, no mucho- Muracienta se sonrojo más-

-Salgamos de aquí. Me estoy aburriendo entre tantos panolis. Vamos al patio-

La pelimorada asintió. Y siguió al príncipe hasta el patio, donde la luna llena iluminaba el césped donde variadas flores se posaban.

-¿Cómo es que has venido en un carro y no en una de esas “elegantes” carrozas?-

-Bueno, exactamente no es un simple carro, es un mido-carro. Como mi hada madrina se llama Midorima…-

-Eres diferente a las demás. Me gusta ¿Cómo te has colado en el baile?-

-Bueno, yo…-

Antes de acabar su frase, Muracienta, se dio cuenta de que faltaban pocos minutos para la media noche.

-Lo siento, Aka-chin, tengo que irme-

La pelimorada salió corriendo, pero Akashi consiguió alcanzarla colgándose de su pierna como si se tratara de un niño pequeño.

-¿A dónde vas?- Pregunto el príncipe-

-Lo siento Aka-chin ahora no tengo tiempo para hablar, e de irme-

Muracienta logro quitarse al pelirrojo de encima y salir de allí en el mido-carro a cambio de perder uno de sus zapatos.

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De camino a su casa, los conjuros se fueron deshaciendo: El mido-carro desapareció; los objetos de la suerte, se volvieron a transformar en los ratoncitos; Takao, volvió a su forma gatuna; el vestido de Muracienta, volvió a ser el traje que él había tuneado; y por último se volvió a transformar en hombre. El camino restante lo hizo andando.

El pelimorado volvió a casa, y cuando llego, como esperaba, no encontró a nadie; a sí que decidió irse a dormir.

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Horas más tarde llegaron Momoi, Kise, y Aomine quejándose de lo mal que les había ido en la fiesta.

-No entiendo que hemos hecho mal- Se escuchaba desde la entrada a la madrastra- ¿Por qué no habéis llamado la atención del príncipe? Se supone que el bisexual, vosotros también podíais haber conseguido hacer algo-

-Bueno, si prefiere a las pivas no es nuestro problema- Respondió Aomine-

-¡Es todo culpa de esa niñata! ¡Es injusto, yo soy mucho más lindo!- Casi chillo Kise-

-No chilles tanto, que vas a despertar a Muracienta- Le Mando Aomine-

-¿Y qué nos importa eso a nosotros?- Intervino Momoi- Lo importante ahora es que ninguno habéis conseguido nada-

Hubo un largo silencio en la sala.

-Anda, iros a dormir si no queréis que os salgan ojeras-

A la mañana siguiente, el príncipe Akashi, les dio una importante misión a todos sus criados. En sus manos sostenía el zapato de Muracienta.

-Este de aquí, es el zapato que llevaba aquella chica maravillosa que conocí en el baile. No sé su nombre, ni su edad, ni donde vive, ni a qué familia pertenece, solo sé que este zapato es suyo-

Antes de que terminara el discurso, se oyó como alguien reprimía una risotada. En ese momento unas tijeras salieron disparadas hacia la pared, donde quedaron profundamente clavadas.

-Quien se ría lo liquido- Se enfado el pelirrojo- Bueno, y como iba diciendo. Os ordeno buscar a la dueña de este zapato. A la chica que le quepa, le pertenecerá-

-Pero, como sabremos si es la correcta, habrá varias chicas que calcen el mismo número- Señalo uno de los criados-

-No creo que haya muchas chicas que calcen un 49-

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Desde aquel día, los criados de Akashi se pasaron buscando a aquella joven durante semanas.

-Lo siento, alteza, no hemos encontrado a ninguna joven en todo el reino a la que le quede bien el zapato-

-Ag, ¡Que inutilidad!- Respondió Akashi frunciendo el ceño- Entonces, ¿Eso significa que la chica es extranjera?-

-Eso, o que es un okama- Sugirió el mayordomo-

-¿Un travesti?-

-Exacto. Si le apetece, podríamos explorar esa opción, y si no funciona ir a ver fuera del reino-

-Bueno, vale. Pero esta vez quiero ir yo personalmente para estarme seguro de que es “ella”-

Aquel día comenzó la segunda búsqueda del príncipe. Se corrió la voz entre las diferentes familias; incluso llego a oídos de la madrastra de Muracienta.

Otra vez, Momoi había reunido a todos los hermanos en el salón.

-Chicos ¿Os habéis enterado de la gran noticia?-

-¿Qué gran noticia?- Pregunto Aomine-

-Se rumorea que la joven del baile que tanto anda buscando el príncipe, podría ser un okama- Respondió Kise sonriente-

-¿Y eso que nos implica a nosotros?-

-Eso nos implica en que si a alguno de los dos os cave el zapato, podréis engañar al príncipe e iros a vivir con el diciendo que erais esa joven- Señalo la madrastra- A sí que tenéis que hacer vuestro mayor esfuerzo para que ese zapato os quede bien. Se rumorea que la joven calza un 49. Ya sabéis, poneros los calcetines mas gordos que tengáis, estiraros los pies, hincharlos si hace falta; pero hacer lo posible porque ese zapatito os quede bien, o al menos lo parezca- Esta última frase la completo con un tono masivo de seriedad-

-¡A la orden!-

-Si-

-¿Yo también tengo que hacer algo?- Intervino Muracienta-

-Tu mejor no te entrometas en esto ¿De acuerdo? Anda, ponte a limpiar, te has dejado algo de polvo por las escaleras- En el rostro de la madrastra se vio cierta sonrisa maléfica-

Pocas horas después de la reunión, una visita inesperada llamo a la puerta. Era el príncipe Akashi, que venía con su mayordomo, el cual sostenía un zapatito sobre un cojín granate.

La madrastra abrió la puerta con una sonrisita en los labios.

-Buenos días, soy el príncipe y he venido a ver si este zapato de aquí le cabe a alguno de sus…-

-Lo sabemos alteza, ya nos hemos enterado de la noticia- Interrumpió la madrasta- Adelante, pasen. Mis hijos están esperando en el salón-

Ambos siguieron a la pelirrosa hasta el lugar que ella les indico. Allí se encontraban Kise y Aomine sentados en el sofá, y Muracienta limpiando por el lugar.

-En ese caso, ¿Podrían enseñarme sus pies señoritos?- Dijo el mayordomo al tiempo que se arrodillaba-

El primero en probarse el zapato fue Aomine, que se había puesto varias capas de calcetines para que el zapato se ajustara su pie. Pero al parecer, aquella táctica no funciono.

-Por favor señorito ¿Podría quitarse los calcetines? El príncipe dice, que la joven aquel día, no llevaba calcetines y eso podría repercutir en la talla-

-¿Cómo sabe eso? Que acosador-Susurro el peliazul-

-Por favor, Aomine, haz caso al señor y quítate los calcetines- Interrumpió Momoi para que nadie oyera el comentario que el peliazul acababa de hacer-

-Si-

El peliazul se quito todas las capas de calcetines que llevaba; acto seguido se probó el zapato, pero este, le quedaba grande.

-¡Bien! Al parecer me queda grande, ponérselo a mi hermano seguro que a él le queda mejor-

-De acuerdo- El mayordomo le quito el zapato a Aomine con facilidad-

Kise había pasado las últimas horas andando descalzo por el campo sin descanso para que con las ampollas se le hincharan los pies. Lo único que no había planeado fue que en tan solo un par de horas no le podrían salir unas ampollas muy grandes.

-Lo siento, al parecer, a usted también le queda grande-

-No puede ser. Vuelva a probármelo-

-Lo siento, pero no funciona así- Señalo el mayordomo al tiempo que le quitaba el zapato- Sentimos las molestias, pero al parecer ninguno de sus dos hijos es la joven-

-¿Quién es él?- Pregunto el príncipe Akashi señalando a Muracienta-

-A, tan solo el criado, nadie importante-

-Él también se puede probar el zapato- Dijo el pelirrojo mientras lo sostenía en sus manos-

-Si me permite, alteza, no creo que eso…- Contradijo Momoi- Ni si quiera fue al baile-

-En serio señora, déjeme hacer mi trabajo-

Al oír la conversación, Muracienta, se acerco tímidamente hasta donde estaba el príncipe.

-Por favor señorito, podría quitarse el zapato para que yo…- Comenzó el mayordomo-

-Perdona, Sebastián, podría ser yo el que le ponga el zapato- Interrumpió Akashi-

-Yes, my lord-

El pelirrojo le probó el zapato a Muracienta, y para sorpresa de todos, este, le quedaba perfectamente.

-¿Tu eres aquella joven?- Sonrió Akashi con los ojos abiertos de par en par-

-Por supuesto Aka-chin-

-¿Aka-chin?- Intervino el mayordomo-

-Si, así es como me llamo ella en el baile- Siguió el pelirrojo con el corazón latiendo rápidamente-

Mientras el príncipe sonreía con el rostro iluminado, Momoi y Kise miraban la escena horrorizados.

-No puede ser- Murmuro la pelirrosa-

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Después de aquello, Muracienta tuvo varias citas con el príncipe; años más tarde, tras haberse conocido mejor, se fue a vivir con él, y se convirtió en la princesa (a pesar de ser hombre). Además, Akashi le enseño a Muracienta lo que era el baloncesto; y este, poco a poco, fue cogiéndole el gusto a aquel deporte, hasta tal punto que todos los días, jugaba como mínimo, un uno contra uno con el príncipe.

Los ratoncitos también se fueron a vivir al castillo junto a Muracienta. Y Kuroko y Kagami decidieron pasar su amistad un escalón mas arriba y se hicieron novios; años más tarde, celebraron una boda por todo lo alto (donde Himuro fue dama de honor).

Kise y Aomine también decidieron pasar su relación como hermanos a un tramo más alto, y se hicieron novios en secreto. Años más tarde decidieron contarle su amor al mundo; a nadie le pareció mal, ya que el incesto estaba bien visto en aquella época.

Momoi conoció a otra madrastra malvada llamada Riko, de la que se enamoro locamente.

El hada Midorima decidió perfeccionar su conjuro de transformación, para que Takao conservara su aspecto humano para siempre, y así no pudieran meterla en la cárcel por zoofilia. Años más tarde Takao llevo a Midorima al reino de los gatos, y allí se casaron.

Y como suelen acabar todos los cuentos de hadas. Y vivieron felices y comieron helados de vainilla (porque a estos no les veo comiendo perdices).

Fin


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