Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Frío por manimoe

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Dios, creo que merezco la horca ;; 

Notas del capitulo:

¿Por qué el título? Porque soy una fucking fome con los títulos. En fin, para mi amiga secreta: Camui Michiru. 

 

Lo siento, linda, sé que merezco la horca pero mi madre me ha quitado el internet para que me 'integre con mi familia' -cofcofalavergaconmifamiliacofcof-

Y bueno, salí de clases el 20, no tenía ideas, estoy en tratamiento para depresión y mcuhas otras cosas... disculpa si es algo... amorfo(?)

 

En fin, espero al menos te guste un poquito c:

 

Los minutos que pasó mirando su perfil fueron casi más de los que pasó con su cabeza ocupada en cualquier otra cosa durante lo que iba de noche. Su respirar, su caminar, su mirada, sus labios moviéndose para dejar paso a aquella voz que apenas imaginaba, su cuerpo y todo aquello que le rodeaba empezaba a despertar aquel sentimiento ardiente que reverberaba en su pecho muy pocas veces.  

Rodeados de gente, en aquella fiesta de la facultad universitaria sus miradas se comunicaban con más claridad que si las palabras llegaran a sus oídos. El baile sensual y el movimiento lento del cuerpo del otro le hipnotizaban. Sus ojos, fijos en los propios, le llamaban, le incitaban. El vaso de licor dulce se estampó en la barra del bar alquilado para dicha ocasión.

Sin vacilar en sus pasos, demostrando un estado de perfecta sobriedad que no sentía del todo, sus instintos iban saliendo a flote. La sonrisa ladina en sus labios junto a la mirada coqueta chocaron contra el rostro, apenas más bajo y sudoroso del otro. De nuevo, las palabras sobraron ante la intensidad de las miradas al momento de encontrarse.

El roce de los cuerpos, el sudor mezclándose en su piel y las respiraciones llenando cada uno de sus poros le excitaban de sobre manera. Casi podría imaginar aquel bonito rostro y aquella bonita sonrisa bañada en el exquisito elixir de la vida que saboreaba con sus dedos al cumplir sus deseos profundos. El susurro en su oído le hizo saber el nombre de quien bailaba entre sus brazos.

“Manabu” Musitó con una cadencia sensual antes de morder el lóbulo de su oreja. Un escalofrío hizo que los vellitos de su cuello y espalda se erizaran deliciosamente. Encorvó un poco más su espalda y devolvió el suspiro con su nombre en él.

Llámame Byou” Una risa suave fue lo único que pudo obtener como respuesta, seguida de su cuerpo aún más apegado a sí. Durante un poco más de veinte minutos no paró de bailar con sus brazos y su atención alrededor del castaño de sonrisa fácil.

En cuanto la canción dejó de sonar para dar paso a otra -un poco más lenta- las palabras que había esperado por horas penetraron en su cerebro sin mucho decoro.

Vamos a otro lugar más… privado” Sonrió divertido ante aquella pausa que no tenía nada de dubitativa. Tomó la mano de quien sería su presa aquella noche y lo jaló contra su pecho, para dirigirse a la parte oscura del antro, aquella en la que el sudor y el olor picante de la pasión desbordante se mezclaban en la lujuria de los besos.

 

Los jadeos salían desde lo más profundo de sus gargantas carentes de pudor alguno. Los cuerpos buscaban el calor del otro con una desesperación casi instintiva en la oscuridad que les cobijaba, lejos de la música a alto volumen (aunque, pensándolo bien, era muy probable que fuera la respiración agitada del otro que no les dejara escuchar más sonidos). Las miradas que habían estado esperando, casi con resignación, no se hacían presentes. Aquello les desinhibía mejor que las copas que llevaban encima. Una vez la espalda de Manabu chocó contra la aterciopelada alfombra que cubría las paredes, apenas se miraron y sonrieron antes de volver a encontrar sus labios y volver a su íntima inspección con manos traviesas y tironeos de la ropa inquietos.

Los dedos en su abdomen quemaban con intensidad. La camisa de botones lentamente empezaba a deslizarse por sus hombros y su cabello se pegaba a estos gracias la saliva que iba dejando su acompañante. El delirio por la excitación se hacía real en los pensamientos inconexos que cruzaban en su cabeza, mientras la lengua ahora jugaba en sus pezones y hacia un cortocircuito  en sus neuronas. Los nervios de sus piernas empezaron a flaquear, convirtiéndolas en un material parecido a la gelatina.

Sus manos temblorosas se enroscaron en el cabello suave que se hundía en su entrepierna, donde apenas sentía sus pantalones estrechos desacomodados. La húmeda y caliente cavidad bucal de quien lo miraba con intensidad le recibió entre lo que pareció un estallido de cañón en su estómago. No pudo evitar el jadeo que siguió al golpe de su cabeza contra la pared.

Y las succiones le hicieron ver aquellos colores que había olvidado imaginar desde el kindergarden. Empezó a jalar el cabello al mismo ritmo que sus caderas buscaban más contacto. Los dedos fríos del otro empezaron a jugar con su bolsa escrotal con paciencia, provocando que la opresión en su vientre se volviera arcadas.

La sensación de abandono junto a la decepción hicieron mella en él en cuanto se vio libre de la maravillosa boca del otro. No le molestó en lo absoluto el beso desesperado y la lengua inquieta dentro de -casi-  su garganta al momento de sentir como las prendas se deslizaban por sus delgadas extremidades y sus nalgas fueron delicadamente separadas, por los dedos serpenteantes que se colaron su mucho preludio dentro de sí, arrancando un jadeo sonoro que murió en la boca del otro. La mano libre de Byou tomó la suya y pronto se vio rodeando con sus dedos la dureza que se erguía libre de los pantalones. Por instinto empezó a bombear de manera demandante.  

Los dedos que se mostraban traviesos, empezaban a hacer figuras indefinidas en músculos rectales mientras él mismo impulsaba su cadera llevando por instinto la misma frecuencia de las penetraciones digitales. Pronto, la desesperación por sentirse incompleto le nubló la mente.

Maldita sea, Byou, si no vas a entrar me veré en la obligación de vestirme” Las palabras saltaron caprichosas y demandantes de sus labios, haciendo que los dientes blancos refulgieran en la suave oscuridad que les rodeaba. Byou lo tomó por las caderas y, sin mucha delicadeza, estampó su mejilla contra la tela de la pared y estiró un poco el trasero del otro, dejando en ángulo perfecto para el cometido principal de sus actos.

Sintió las uñas filosas clavarse en la piel sensible de su pelvis, seguido del no-tan-acostumbrado ardor en su esfínter por la intromisión del falo, de manera un tanto desconsiderada. Se quejó un poco, haciendo una mueca en su rostro y soltando un jadeo adolorido. Tan solo mordió su labio para acallar el dolor de su  voz cuando empezó a sentir las envestidas en su interior.

En lo que pareció una eternidad, no encontró la comodidad y placer que normalmente debería sentir. Al contrario, cada segundo que pasaba empezaba a reemplazar la confianza por el miedo y el deseo por el instinto de huir. El chico que tenía a su espalda empezaba a morder sus hombros con brusquedad y él mismo ya no entendía que estaba haciendo allí.

 

Los jadeos adoloridos y el cuerpo tenso del otro le estaban encendiendo el alma. Sentía como la entrada se hacía más estrecha y rígida, oprimiendo su miembro en una deliciosa frialdad que hacía sus piernas temblar de placer. Los sonidos empezaron a hacerse molestos, asustados. El placer empezaba a incrementarse con éstos, diluyendo los pensamientos coherentes de su mente. Llevó su boca hasta la delgadez de los hombros blancos y empezó a frotar la piel tersa contra sus dientes. Empezaba a sentir el calor apoderarse de esa zona y casi podría jurar que si abría los ojos, vería el rubor de la piel ante sus caricias.

¿Qué… qué haces?” La voz tuvo un pequeño e imperceptible tinte histérico. Sonrió un poco más. Pronto empezaría a gritar. Pronto podría rodear con sus manos aquel cuello adornado con una fina cadena de plata. ¿Podría disponer de ella? Tal vez, era una buena opción. “No me hagas eso, es molesto” De nuevo, un ramalazo de placer cruzó su espina dorsal, acelerando las embestidas que impulsaba. Empezó a morder sin mucha consideración. Los jadeos y quejas se hicieron más audibles y él empezó a necesitar más. Mucho más.

Lo volteó con brusquedad sin salir de él, haciendo que la fricción hiciera que la separación se hiciera dolorosa para ambos. Gimió de sorpresa y satisfacción mientras el otro cerraba los ojos por el ardor. Sentía como si algo hubiera salido de sí.

Lo tomó del cuello y lo arrastró hasta la puerta que daba a la salida trasera, que no quedaba muy lejos de allí. Nadie los vio, nadie se fijó. Los gritos de auxilio no salieron de la garganta obstruida del más bajo, quien empezaba a patalear con fuerza y tratar de librarse con sus manos. El agarre alrededor de sí lo estaba dejando sin fuerzas. Pronto, su cerebro dejaría de recibir oxígeno, lo sentía en su vista nublada y sus -cada vez más- débiles intentos por huir. El frío de la noche le golpeó el rostro y pudo ver con claridad la sonrisa inocente y complacida, casi paternal, que mantenía el rubio que se hacía llamar Byou.

Por favor… por favor” Su voz sonó más ahogada de lo que pensó, y aquello hizo cerrar los ojos del otro. En cuando lo arrastró unos cuantos pasos hacia atrás, sintió su cabeza chocar contra un muro duro. La punzada y el mareo siguiente le hicieron perder un poco el equilibrio. Sintió su propia sangre escurrir hasta su cuello, donde el agarre seguía, implacable.

La sangre escurriendo hasta sus dedos y el sonido del cráneo chocar contra los ladrillos desnudos de la pared le hizo cerrar sus ojos. Un gemido se escapó de sus labios y apretó un poco más el agarre del cuello. Su otra mano, empezó a masturbarle con mimo y serenidad. Los ojos desorbitados de ‘Manabu’ lo observaban entre el paño que lentamente le dejaba inconsciente. Byou soltó una maldición al darse cuenta de ello. No necesitaba que perdiera la consciencia.

Se vio liberado y empezó con tos frenética saliendo de su pecho. No hizo el amago de huir, de todos modos no podría dar dos pasos sin perder el equilibrio debido al mareo. Vio como Byou se alejaba unos cuantos pasos, buscando entre los botes de basura un objeto que no se atrevió a mirar. El miedo le estaba dejando paralizado y las lágrimas ya le bañaban el rostro. La tos se transformó en arcadas y terminó volcando su estómago entre hipidos y dolor. El terror le hizo atorarse con sus vómitos al ver los zapatos negros frente a sus ojos. Una descarga de dolor le dio en medio de la espalda y le hizo desestabilizarse hasta caer al suelo con su cara restregada en su propio contenido estomacal.

Descargó la barra de hierro que había tomado de uno de los botes de basura sobre la espalda arqueada del más bajo. Sus dedos aún tenían la sangre seca del otro en ellos y sintió un poco de asco al ver los vómitos del otro y aún más, al ver como el bonito rostro pálido se untaba de ellos. Torció la boca al tiempo que medio acomodaba su pantalón, apenas lo suficiente para que no se resbalara por sus muslos. Se acercó al rostro lloroso y se agachó hasta mirarle los ojos. Una expresión de pena se instaló en su cara.

No… no-” Apenas el audible gemido de dolor se dejó escuchar antes de que descargara por segunda vez el fierro sobre el tórax adolorido de quien estaba en el suelo.

¿Por qué?” Dijo con sus labios un poco fruncidos. Odiaba cuando suplicaban por su vida. Prefería la mirada desafiante que mostraban pocas personas. Le hacía sentirse más vivo, más fuerte. Manabu empezó a toser sangre y él sonrió cándido con esto. Tocó con sus dedos el líquido rojo y espeso que ahora escurría por la nariz respingada de quien se encontraba en el suelo y soltó un suspiro.

Se levantó y tomó algo de impulso. Ya sería hora de amanecer y debía volver a su casa, donde su pareja le esperaba. Terminó por descargar el fierro de nuevo, pero esta vez en la cabeza castaña. Manabu soltó un grito al tiempo que los huesos del cráneo soltaban el bonito ‘Crack’ que revoloteaba en su mente como si fuera música. La sangre salía casi a chorros y lo que parecía una masa encefálica se asomaba por una de las orbitas donde un ojo se hallaba destrozado.

Sonrió con una sincera satisfacción y se sentó al lado del cuerpo destrozado que había marcado como suyo. Con las piernas cruzadas, se acercó al cuello y tomó la bonita cadena de plata, la desabrochó con delicadeza y la guardó. Luego, cogió la mano del otro entre las suyas y la llevó hasta su miembro, que goteaba de líquido pre seminal por el glande. Se masturbó con la mano que aún conservaba la calidez de vida y, en cuanto acabó, Se levantó de allí, caminando fuera del callejón, pensando en la sonrisa de su chico. Pensando en la mirada que pondría al ver sus manos llenas de sangre y la cadena manchada de rojo. Seguro pondría esa mirada de delicioso pánico con la que gritaba todas las noches que se le acercaba.

Sí que se amaban. 

Notas finales:

¡Feliz navidad a todas! Espero no les haya hecho vomitar c: 

 

Señorita Itami, de verdad siento muchísimo la demora, merezco los insutos que me quieras dejar. 

 

Besos~ 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).