Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Identidad por TabiiiTa

[Reviews - 25]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¿Mencioné que este fic era complicado? Por qué lo es, hahaha y si tienen dudas sólo sigan leyendo, todas serán aclaradas al final :D

                ‘Más tarde’ resultó ser mucho más tarde. Durante una semana completa nadie me explicó nada. Sólo me presentaron a mis padres y me recordaron que mi nombre de verdad era Kibum. Sentí miedo al ver que lo que decían no coincidía con los datos en mi mente. ¿Estaban mintiéndome  o mi cerebro se había dañado mientras dormía? Quería exigirles que me dijeran toda la verdad, merecía saberla, pero me advirtieron que nadie me diría nada más hasta que estuviera completamente recuperado, o al menos lo suficientemente recuperado para soportarla.

No reclamé, ni me quejé, simplemente seguí todas las indicaciones que me daban. Comía mis comidas, iba a las terapias y conversaba con mis padres de vez en cuando. Todo lo que hice fue obedecer. Mi cerebro estaba  lo suficientemente estropeado para no permitirme hacer nada más que eso. ¿Podía hacer algo más cuando ni siquiera recordaba con certeza quién era?

Resulta que una semana se convirtió en dos y luego en tres hasta completar un mes. No tuve respuestas en un maldito mes. Así que cuando mi madre entró a la habitación, junto al doctor a cargo de mí cuidado, diciendo que los resultados de mis exámenes estaban listos, fue como si me liberaran de un encierro, porque realmente necesitaba esas respuestas.

Mis padres me contaron lo que pasó. Estuve involucrado en un accidente de tráfico a los nueve años. Papá tenía prisa por llegar a una reunión y pasó por alto un semáforo en rojo. Nuestro auto colisionó con otro vehículo y yo terminé en coma. En coma por cinco años. Aunque definitivamente no recordaba haber dormido tanto tiempo, los médicos tenían una explicación para todo. A causa del accidente tuve una fuerte conmoción cerebral, por lo que no podía reconocer a mis padres ni reconocerme a mí mismo.

De todas maneras me parecía extraño, porque podía recordar un par de cosas, un par de personas. Y ese par de rostros eran los que aparecían en mi mente cuando mencionaban la palabra padres. Le hablé a mis padres sobre ello y me dijeron que también era efecto de la conmoción cerebral. La parte de mi cerebro encargada de la memoria y la creatividad fueron las más afectadas, así que básicamente estaba inventando cosas y confundiéndolas con la realidad, o al menos eso decían ellos.

Cuando me enteré de todo quede muy impactado y entendí porque no quisieron decirme la verdad antes. Enterarme de que casi morí, estuve inconsciente por cinco años desde los diez y que perdí la memoria, definitivamente podría haberme causado otra conmoción cerebral. Gracias al cielo no pasó, pero sí me dio un ataque de pánico. Me dieron unas ganas tremendas de salir corriendo y escapar, pero la idea no era muy tentadora al estar en el extranjero. Porque sí. También me dijeron que estamos en América y los extranjeros no eran los doctores sino yo y mis padres. Aunque de estar en mi país de origen probablemente estaría igual de perdido.

Al final no tuve más opción que creer todo lo que decían. ¿Por qué habrían de mentirme en primer lugar? Y si las personas que recordaba eran de verdad mis padres, ¿por qué no estaban allí conmigo?

                Transcurrido el primer mes los doctores elaboraron un plan de recuperación para mí. Tenía mi agenda llena de sesiones de rehabilitación, terapias, psicólogos y tiempo de calidad con mis padres. Todo para poder recuperar mi vida. ¡Ah!, y en el futuro tendría que tener tutorías especiales para ponerme al día en términos académicos. Definitivamente veía un largo camino por delante.

 

 

                Después de dos larguísimos años de agotadoras terapias, conseguí rehabilitar mi cuerpo por completo. Podía caminar, correr, saltar, bailar, hacer todo con normalidad. No cómo al principio que estaba en calidad de bebé y tenían que ayudarme a hacer todo. Conseguía controlar mis movimientos y mis músculos ya no eran unos perezosos, me obedecían al instante como debía ser.

Pero lamentablemente mi mente era otra cosa. Necesitaba seguir yendo al psicólogo, los médicos aún intentaban hacerme recordar y yo diría que lo conseguí un poco, pero al parecer no era lo que debía recordar. Mi cerebro seguía enviándome datos falsos e inventando rostros conocidos que en realidad no conocía, o al menos eso era lo que decía mi psicóloga.

Mis padres intentaron ayudarme a recordar contándome todo tipo de anécdotas sobre mi infancia, me mostraron fotografías de mis viejos amigos –a los que no lograba reconocer– e incluso me dieron mi antiguo diario de vida. Intenté recordarlo todo pero ni siquiera con su ayuda lo logré. Lo peor era que mi mente seguía jugándome sucio e incluso tenía la extraña sensación de que mis padres en realidad no estaban ayudándome a recordar, más bien estaban enseñándome mi vida.

Mi madre era cálida, amable y cariñosa, me mimaba mucho y a pesar de no recordarla, la pude llamar ‘mamá’ con facilidad. Mi padre era otra cosa, es alguien serio, un hombre de negocios que parecía un poco frío, pero siempre está consintiéndonos a mí y a mamá. Fue más que nada por ellos por lo que intenté recordar con tantas ganas, si por mí fuera, me olvidaría de todo y comenzaría mi vida desde cero. Eso era mucho mejor que tener recuerdos falsos creados por mi cerebro.

Me sentía culpable al ver el rostro triste de mamá cuando no conseguía recordar algo de mi pasado. Papá que era un hombre fuerte también vacilaba cuando eso pasaba, aunque en su mirada veía más lástima que tristeza. Aún recuerdo cuando me preguntaron cuál era mi color favorito y respondí que era el celeste. Aquella vez pude ver las lágrimas formarse en el rostro de mamá y papá negó con la cabeza, abatido, mientras apoyaba su mano en el hombro de mamá dándole apoyo. Me sentí tan mal que intenté decir otros colores para dar con el correcto, pero ninguno parecía serlo y cuando mamá se cansó de mis intentos fallidos me dijo: “Rosa, cariño. Tú amas el color rosa”. Después me acarició el cabello con ternura, pero sus ojos seguían estando llorosos así que intente corregir mi error.

“Lo sabía, mamá. Sólo estaba jugando”

Mentí intentando sonreír y parecer sincero, pero parece que no me creyeron porque mamá me dio un fuerte abrazo y luego comenzó a llorar en mi hombro.

Me sentía tan impotente por no conseguir unir mi vida. Tenía diecisiete años ya y seguía teniendo un tremendo vacío que no conseguía conectar con mi vida antes de los nueve años, cuando ocurrió el accidente. Aquel accidente había destruido y mi vida y yo aún no conseguía reconstruirla adecuadamente.

Desde aquella ocasión decidí que recordaría todo costara lo que me costara. Decidí volver a ser quien era. Y sabiendo que no sería capaz de recordar, me obligué a memorizar todas las cosas que me hacían la persona que era. Estaba decidido a aprender nombres, rostros, gustos, disgustos y cualquier cosa necesaria para compensar mi falta de recuerdos y poder ser el Kim Kibum que todos conocían.

 

                Después de nueve años del accidente que cambió mi vida, mis padres finalmente decidieron que era hora de regresar a nuestro país de origen. Corea era un lugar que no recordaba, pero me agradaba porque estando allí me sentía como en casa, mucho más en casa que en América. En América conseguí ponerme al día académicamente y, teniendo dieciocho años, ya era perfectamente capaz de ir a una escuela normal a terminar mis estudios, aunque sólo me faltaba completar mi último año.

Sin embargo, todavía seguía yendo a terapia con la psicóloga y tendría que ir a verla cada tres meses. Aún me pregunto cómo mamá pudo conseguir una terapeuta coreana en el extranjero. Ya había obtenido el diagnóstico definitivo y estaba bajo tratamiento. La señora Young, como era su nombre, ya había encontrado la explicación para todos esos recuerdos falsos que había creado mi mente: Trastorno de doble personalidad. La psicóloga me explicó que tras el accidente se creó otro yo dentro de mí, a él pertenecían esos recueros, mi enfermedad estaba a penas comenzado y que como estaba muy desarrollada podía ser tratada con facilidad. La mayor parte del tiempo era yo, pero de vez en cuando aparecía otra persona. Y junto con él venían esos recuerdos y conocimientos inventados, que no eran muchos pero serían peligrosos si no los controlaba.

Con hipnosis, la señora Young consiguió controlar fácilmente al otro y ni siquiera tenía que tomar medicamentos. Los recuerdos del otro desaparecieron fácilmente, aunque cada tres meses durante la terapia la señora Young por medio de la misma hipnosis, hacía que el otro apareciera. Temía que si lo manteníamos suprimido demasiado tiempo pudiera intentar tomar el control sobre mí. Aunque yo no creía que el otro fuera esa clase de persona.

Aun no entendía del todo cómo funcionaba la relación entre él y yo, pero estaba haciendo un buen trabajo fingiendo que estaba bien con ello. De otro modo no habría conseguido volver a Corea, ni retomar mis estudios. Además no quería darle muchas vueltas al asunto, porque traería demasiadas interrogantes a mí ya complicada vida.

Nos instalamos en nuestra antigua casa y, pensando que probablemente me encontraría con muchas personas conocidas –o que me conocían porque en realidad yo no los recordaría–, decidí crear un índice de personas que debía conocer. Con la ayuda de mamá, en una pequeña libreta pegué fotos y escribí bajo ellas el nombre al que pertenecían y algunas notas importantes.

La primera persona a la que reconocí gracias a mi guía, fue a uno de mis mejores amigos de la infancia: Choi Minho. Cuando vi a un chico muy alto y de ojos grandes jugando futbol en una cancha, tuve la sensación de haberlo visto antes así que enseguida revise mi libreta. Y allí estaba la foto de un niño – no había conseguido fotos actuales para mi índice – sobre el nombre ‘Choi Minho’. También tenía una pequeña nota: “Probablemente sea mucho más alto de lo que puedas imaginar”. Sonreí al leer aquello, en mis viejos diarios de vida solía quejarme de la estatura de Minho, era el más grande de la escuela y cuando juagábamos a las escondidas siempre perdía porque no caía en lugares muy pequeños.

Me acerqué con nerviosismo.

- ¿Minho? – lo llamé en voz alta, esperando que fuera la persona correcta. Enseguida se volteó a mirarme y me dirigió una mirada inquisidora, luego me miró con sorpresa y después volvió a su mirada inquisidora. Sólo pude sonreírle mientras me acercaba más a él. Él hizo lo mismo, dejó el juego de lado y caminó para alcanzarme.

- ¿Quién eres? – me miró desconcertado.

- Soy yo. Tu amigo, Kibum. – Pude sentir mi sonrisa temblar un poco. Minho no me reconocía, intenté pensar que era debido al tiempo que había pasado desde la última vez que me vio. Nueve años era mucho tiempo.

- ¿Kibum? ¿De verdad eres tú?... Ha pasado tanto tiempo… y te ves… has cambiado mucho – comentó estupefacto con sus grandes ojos bien abiertos. Sentí un poco de pánico, estuve a punto de decir ‘no lo sé’, pero yo era Kibum ¿cierto? Sentí miedo de que aquel chico, mi antiguo amigo, supiera que me encontraba perdido y dividido entre dos personas, quien era y quien creía ser.

- Lo sé. Ha pasado un montón de tiempo. Has crecido mucho, aunque sigues pareciendo una rana alienígena – No podía recordar nada de él, mucho menos su estatura, pero en mi diario había leído un par de veces ese apodo y no dudé en utilizarlo para que me creyera.

- ¡Kibummie! – Exclamó Minho en tono cariñoso mientras se abalanzaba sobre mí para abrazarme – No puedo creer que estés de vuelta… te extrañé tanto.

Luego de recibir un fuerte abrazo, Minho me hizo un montón de preguntas que apenas pude responder. No quería que supiera sobre mi pérdida de memoria, pero Minho parecía conocerme muy bien y enseguida notó que algo andaba mal conmigo. No tuve más remedio que contarle todo, excepto lo de mi problema de doble personalidad. Minho me inspiraba mucha confianza, pero no quería que nadie supiera del otro.

Tras nuestro reencuentro, Minho comenzó a visitar mi casa con frecuencia y gracias a él aprendí muchas cosas que no sabía de mí mismo, como por ejemplo que tenía tendencias a ser mandón, era muy atrevido y no tenía filtros al momento de decir lo que pensaba. Después de eso intenté adaptarme a la personalidad que Minho describió, porque más que nada quería volver a ser el mismo de antes y dejar de sentirme tan fuera de lugar en mi propia vida.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).