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The White Tiger por Yasumiyaoiii

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Notas del fanfic:

¡Hola! ¡Si, te hablo a ti! 

Primero, me disculpo por no actualizar los demas fic, en serio, he tenido bastantes problemas con eso.

 

Segundo, si has leído hasta aqui, en serio, muchas gracias... se que hay poco fic así, pero espero que este sea de su agrado.

 

Notas del capitulo:

No tengo mucho para decir, pero muchas gracias por tomarse el tiempo de leer esto.

 

No se como expresar lo que siento, incluso pienso que mi manera de narrar a cambiado bastante, desde la ultima vez que escribi algo. 

 

Estoy orgullosa.

                Suspiró por tercera vez en el día. Pensar tanto en aquello no traía nada bueno. ¿Pero qué podía hacer él? Desde que ella se fue, su vida se había convertido en una autentica rutina. Tampoco podía acusarla por todo lo que él había causado, porque al final, aceptaba que el hecho de que Shira se fuera del recinto, había sido su culpa.

            A pesar de que aquella relación prometía bastante —por el hecho de que la tigresa había renunciado a su papel de pirata solo por Diego— la realidad había estado bastante alejada de las expectativas del tigre.

            ¡Dos malditos meses! ¡Tan solo dos! ¡Y todo aquel aire de enamorados se había esfumado! Y claro, como el lector supone, había sido por causa de Diego. Las primeras dos semanas habían sido todo un sueño para ambos tigres, palabras amorosas por aquí, largas horas de dulces mimos por allá, detalles románticos y atrevidos que hacían que cualquier hembra dientes de sable deseara estar con Diego y miradas, sí, muchas miradas que gritaban miles de sentimientos, en fin… todo el comportamiento digno de una pareja de tórtolos en época de cortejo.

            Pero tal parece que todo buen sueño se esfuma con el tiempo, y esta regla no es la excepción para Diego. A la tercera semana llegó la época de celo y eso solo significaba una cosa para el tigre... sexo.

            ¡Mucho bendito sexo! Y después, claramente, ¡Bebés! ¡Si, una camada entera de pequeños dientes de sables! Todo lo que él siempre había soñado se haría realidad junto a la hembra perfecta. Las tímidas y afectuosas caricias comenzaron a transformarse en eróticos y lujuriosos toqueteos, hasta que llego el día, por la noche en la cueva que Diego y Shira compartían, una cosa llevo a la otra, así que allí estaba Diego, preparado para copular con su hembra, quien para ese punto estaba totalmente extasiada en atenciones y placer, tanto así que soltó un sexy ronroneo junto a un largo "te amo".

            Y esas fueron las palabras que lejos de encender la pasión, la esfumaron como si de polvo se tratase. Diego quedo petrificado durante varios segundos, lo que llamó la atención de la tigresa, quien observó con cierta sorpresa el rostro de su pareja.

            -¿Diego?- preguntó Shira con cierto aire de reproche.- ¿Estás bien?

            Aquellos rasgos que antes le parecían irresistibles ahora no hacían más que causarle molestia. Y sorprendido de sus propios sentimientos, se alejó de la tigresa, quien al instante comprendió la indirecta. Se levanto de donde hacia segundos yacía, y con la mirada más dura que tenía observó a Diego. ¡Jamás se había sentido tan indignada!

            -Lo siento Shira, yo...- intentando arreglar la situación, Diego se acercó a ella, Shira solo negó con la cabeza.

            Esa fue la primera vez que Diego vió llorar a la tigresa.

            El mismo accidente se repitió varias veces durante la temporada de celo, hasta que esta —al igual que la paciencia de Shira— llegó a su fin.

            Esa noche el ambiente estaba frío dentro de la cueva de los enamorados —que ahora parecían tigres hambrientos que luchaban por la última presa—.

            -No puedo seguir con esto Diego.

            -¿A qué te refieres Shira?- el tigre no quería aceptarlo, caprichosamente deseaba que todo aquello solo fuera una broma pesada de parte de su pareja (porque a pesar de todo, aún lo era).

            -¡Sabes a lo que me refiero!- gruñó la hembra con molestia- ¡Estoy harta de esto! 

            -Shira, podemos hablar de esto sin tener que llegar a los gritos además…- lejos de apagar el fuego, Diego ignoraba que sus palabras no hacían más que avivarlo.

            -¡No! -rugió aún más fuerte la joven hembra- ¡No quiero estar con alguien que no me ama!

            Aquellas palabras causaron impacto en el gigantesco gato, quien solo logro agachar un poco las orejas. De alguna manera… Shira tenía razón, no es que él no la amase, ¿Cómo no hacerlo? ¡Después de tantas aventuras, tantas promesas y caricias! ¡Claro que la amaba! ¡Ella era como su primer amor!, pero… no la amaba con todo el corazón.

            -Hable con Manny y Ellie…- la nostálgica voz de Shira logró llamar la atención de Diego y antes de que este pudiera decir algo, ella se aclaró la garganta y con pesadez anunció. – Mañana me voy del recinto.

            Esas cinto palabras fueron la condena que Diego intentaba negociar. Lo cierto es que no quería que ella se fuera, pero… tampoco podía seguir haciéndole daño, más aún, cuando él sabía que no podría llegar a corresponder el amor que ella le tenía.

            A la mañana siguiente, la vió alejarse a paso rápido del recinto, con la esperanza de volverla a ver; claro, en ningún momento falto el apoyo de toda su –aunque extraña y a veces disfuncional– manada, se esforzaba por mantenerlo a flote. Sin embargo día con día la pena consumía al dientes de sable, incluso ahora que habían pasado alrededor de tres meses desde que Shira, con lágrimas contenidas, se alejo de aquello que solía ser su familia.

            -¡Vamos Diego! ¡No puedes deprimirte por siempre! –en un intento de alegrarle la vida al gran gato, el perezoso colocó una corona de algo que parecían ser flores en el cráneo del depredador.

            Con un movimiento brusco Diego se deshizo de aquel humillante regalo, porque puede que sea un tigre dientes de sable con el corazón roto, pero eso no significaba que él fuera a dejar que Sid utilizara sus extraños métodos de ánimo.

            -Sid, no estoy de humor.- gruñó con descontento el tigre volviéndose a recostar en la posición en la cual segundos antes estaba.

            -Pero… vamos tigrecito, aun me tienes a mi.- Si las miradas matasen, esta ya seria la doceava vez que estuvieran cavando la tumba para Sid.

            -Mira mi rostro de emoción. –respondió sarcástico el tigre, mientras intentaba conciliar el sueño.

            -Vamos Diego, yo sé que es difícil, pero velo por el lado positivo, seremos solteros por siempre y no tendremos a ninguna hembra que nos mande. - ¡Vaya que a aquel perezoso le faltaba algo dentro de esa dura cabeza!, con el ceño fruncido observó al animado espécimen, Sid –que ignoraba todas las “lindas” miradas–, se alejó con una amable sonrisa y para desgracia del felino, prometió volver.
           

            Al dejar de escuchar la fastidiosa voz de Sid, el gran gato cerró los ojos y disfrutó de la fresca brisa que corría por el recinto. Si lo pensaba mejor… por primera vez, el perezoso parecía tener la razón –aunque nunca lo admitiría en voz alta– pero, a cómo iban las cosas… tal parecía que así era. ¡Soltero! ¡Libre para ligar con cualquier joven reproductora!

            Pero no… él allí, dejando que la pena lo consumiera mientras pensaba en un amor lejano y quien sabe, Shira consiguiendo un nuevo amor y formando su manada en otra parte. ¡Y no! ¡Él siempre deseado Diego no podía permitirse seguir así!

            Con bastante dignidad se levantó y comenzó a caminar un poco para destensando sus músculos, ¡Qué mejor manera de sentirse realizado qué cazando!, una sonrisa prepotente nació de sus labios, mientras que con la mirada buscaba a Manny, cuando por fin pudo encontrar al mamut, no pudo evitar envidiar un poco la escena.

            Porque si, allí luciéndose vilmente frente a sus ojos estaba Manny, que era consentido dulcemente por Ellie. Tan perdidos en su propio mundo que ni siquiera notaron la presencia del depredador.

            Diego se aclaró la garganta buscando llamar la atención de ambos tortolos y cuando lo consiguió no pudo evitar que la sonrisa de prepotencia volviera a surcar su rostro. – Iré a cazar un rato, volveré por la noche.

            Manny se sorprendió un poco, era inusual ver a un Diego tan animado, era como si Shira nunca hubiera existido en su vida… además, la extraña sonrisa del felino no le daba buena impresión. Un poco cansado, el mamut suspiró, no podía permitir que otro miembro de su familia desapareciera; porque si… aunque la apariencia exterior del gigantesco gato resplandecía, él no podía decir lo mismo del interior del mencionado.

            -Bien…- acepto el mamut con una mirada seria.- pero lleva a Sid contigo.- Diego se sorprendió al instante, jamás en todo el tiempo que llevaban de conocerse Manny le había pedido algo tan descabellado.

            -Pero…- intento replicar el tigre, sin embargo  él sabía que cuando Manny utilizaba el tono de “soy el líder de la manada y lo digo en serio”, no se podía hacer cosa alguna más que aceptar con una mueca de disgusto la orden, además no quería comenzar con una pelea que arruinara su buen humor. Tras murmurar algo parecido a un “está loco”, Diego se dio la vuelva y fue en busca del ingenuo perezoso.

            -¿Crees que este bien?- preguntó la mamut con cierto deje de pena.

            -No lo sé, por eso envié a Sid con él, por si al caso se le ocurre hacer alguna estupidez.- concluyó el mamut en tono serio.














            -¿Y recuerdas cuando nos salvaste de Soto?

            -Sí, Sid, lo recuerdo.

            -¿Y cuándo Manny conoció a Ellie?

            -Sí, Sid, también lo recuerdo.

            -¿Y cuándo…- el tigre dientes de sable perdió el hilo del la “conversación” –si así se le podía llamar a las preguntas sin sentido del perezoso– y agudizo los sentidos. Estaban lejos del valle, no lo suficiente como para perderse, pero el problema era que desde hacia varios segundos sentía como algo, o más bien, alguien monitoreaba sus movimientos, para ser más precisos los de Sid. No podía deducir nada conciso, después de todo el tiempo que llevaba sin cazar tan lejos del valle era prolongado. Se detuvo cuando sintió como ese “alguien” se acercaba a su posición actual.

            -Sid...

            -¿Qué sucede, Diego? ¿No lo recuerdas?, pero si tu estuviste allí, incluso…- las palabras de Sid fueron acalladas por un leve quejido.- ¿Escuchaste eso? ¿Qué crees que sea?, tal vez un animal que…

            -Cierra la boca Sid.- Diego se posicionó frente al cuerpo del perezoso, sabía que esto no saldría nada bien. Caminar junto a Sid era como si él dijera a cualquier depredador “Hincha tu orgullo venciéndome y como premio llévate a una presa demasiado fácil”. Saco las garras delanteras y traseras, se inclino hasta que su vientre toco el suelo y espero… listo para acabar con cualquier cosa que osara acercarse. Pero, con lo que no contaba el depredador, era con la ayuda del perezoso, que ignorando las señales de peligro se acercó al lugar de donde provenía el sonido.             

             -¡Mira Diego! Creo que de aquí venia el sonido…- las simples palabras del perezoso bastaron para que Diego volteara su felino cuerpo y en cámara lenta observara como su amigo era embestido por una tigresa. Todos sus músculos actuaron por adrenalina, olvido todo aquello de ser un caballero y arremetió contra la felina. Aún sobre ella rugió varias veces hasta que se dio cuenta de algo… bastante inusual; no era un ella, era un él. Un macho joven dientes de sable con facciones lo suficientemente suaves como para ser confundido con una tigresa y que… ¿Qué desprendía un fuerte aroma a hembra y feromonas?... ¿Y qué además… tenía pezones?


            -¡Diego!- la fuerte voz de Manny lo regresó a la realidad. El tigre que aún estaba bajo su opresor aprovechó el ensueño y de un golpe con su pata se liberó, tomando del cogote al perezoso que ajeno a la situación comenzaba a ponerse de pie. Diego observó como el tigre sin nombre se alejaba con Sid en fauces, con muchas interrogantes aún en su cabeza, se dispuso a seguirlos, hasta que la voz del mamut lo detuvo.

            -¡¿Qué sucedío aquí Diego?! Escuchamos el fuerte rugido…- Diego hecho un rápido chequeo a Manny, quien al instante busco con la mirada a Sid y entonces, tan fácil como sumar dos más dos, comprendió.

            -Aún puedo seguir su rastro, así que apresúrense.- sin decir más el tigre se echo a correr, junto con él, Manny, Ellie y seguramente Morita con sus tíos, Crash y Eddie.

            -¿Cómo sucedió?- preguntó el mamut  manteniendo el paso rápido del tigre.

            -No lo sé, nos seguía desde que salimos del valle, pero no hirió a Sid, él aun podía escapar cuando yo estaba atacando al tigre

            -Había sangre en el suelo y tú tienes las patas traseras llenas de ella.

            -No es mía, tampoco de Sid.

            -Entonces es del tigre.- Diego asintió, comenzando a correr un poco más rápido. El tiempo era crucial, y que el tigre estuviera herido podía ser una ventaja o una desventaja.             

             Conforme seguían el rastro, la sangre aumentaba y no solo eso, una sustancia viscosa y transparente. El dientes de sable sabía que a aquel joven tigre no le quedaban más que horas de vida y junto a él, estaba Diego, a quien tampoco le quedaba mucho tiempo, si Sid llegaba a estar muerto… Manny acabaría con sus nueve vidas de gato.











            -O-Oye… sabes, no soy tan buen alimento, además no me he bañado desde hace más de dos meses y hace poco fui a las aguas termales que están llenas de…- ¡Basta! ¿Qué había hecho él para merecer esto? ¿Todos aquellos peces que se comía regresaban en forma de perezoso para vengarse?- Y entonces puedes enfermarte porque…

            El dolor en la parte posterior de su cola aumentaba a cada paso, además la herida que aquel macho había hecho en su pata delantera le dificultaba la caminata, sin olvidar que aún cargaba al peso muerto. Y si, a pesar de eso él había corrido como si su vida dependiera de ello y en cierta forma parecía que así era. Se detuvo un momento y contempló con fastidio como la sangre que salía de ese lugar, no solo ensuciaba su blanco pelaje, también dejaba un rastro… si aquel tigre dientes de sable lo encontraba estaba seguro que acabaría con él. Decidido a no morir –y con todas las posibilidades en contra– corrió y dio un par de vueltas para engañar al tigre, solo esperaba que aquel dientes de sable fuera tan “inteligente” como el perezoso.

            Una vez cerca de la cueva, el tigre blanco se atrevió a destensar el cuerpo y se permitió así mismo arrastrarse hasta entrar en el refugio, en donde inmediatamente colocó al perezoso y con paso rápido se acercó a la pequeña cesta que estaba alejada de la entrada, justo donde la luz solar no iluminaba.

            Sid – después de varios segundos– se acercó hasta la salida de la cueva, listo para huir de su cruel destino. Lastimosamente Sid no era tan ágil y tropezó con sus propios pasos, causando un gran estruendo... haz de adivinar que los ojos azules del joven tigre se posaran en él. Sin tiempo si quiera de soltar una sonrisa el perezoso se encontró así mismo en el suelo, con un tigre dientes de sable sobre él dispuesto a romperle la garganta.

            -Insisto…-tartamudeó por la presión el perezoso.- No seré buen alimento para alguien como tú y además…- Los segundos parecieron detenerse mientras el joven felino observaba a Sid… simplemente no podía quitarle la vida a un animal que entendía lo que él decía, a uno que razonaba, que tenía sentimientos y anhelos…

            Se apartó del perezoso hasta darle la espalda. Ileso, Sid observó con bastante curiosidad al tigre, que respiraba dificultosamente. El silencio que reino durante algunos segundos fue interrumpido por el quejido de una criatura. Al instante el extraño gato se acercó a la parte más oscura de la cueva, justo donde había estado segundos antes.

            -¡Sarah! ¡Por favor! Muévete bebe…- afligida, la voz del joven tigre intentaba que la pequeña cría reaccionara- ¡Sarah! Por favor…- cada palabra era pronunciada con más angustia y preocupación, lo que motivo a Sid a acercarse hasta donde estaba el tigre.

-¿Qué pasa? ¿Quién es Sarah?- Ajeno a toda la situación y preocupado por su depredador, Sid acercó su peluda mano lo suficiente como para acariciar con suavidad el lomo del felino.

            -¡Vete de aquí!- gruñó desesperado el tigre mientras aguantaba las lágrimas.- ¡Vete!- rugió más fuerte intentando alejar al extraño.

            Sid, más confundido que nunca, poco a poco se alejó hasta estar cerca de la entrada – y también salida– de la cueva. Lo último que el curioso perezoso pudo escuchar, fueron los leves gemidos de dolor que aquel tigre pronunciaba.














            -¿En dónde está, Diego?

            -No lo sé.- habló exasperado el felino, antes de toparse con lo que parecía ser una trampa. Habían tres posibles caminos, cada uno con un rastro de sangre, Diego gruño bastante molesto, cuando encontrara a ese tigre dientes de sable....

            -¿Qué deberíamos hacer, Manny?- preguntó Ellie con bastante preocupación.

            -Seguir el camino que tenga más sangre. ¿Estás de acuerdo con eso Diego?

            El tigre asintió, mientras se guiaba por el extraño aroma del joven tigre y el nauseabundo olor que Sid desprendía.

            Cada vez aquel aroma se hacía más fuerte y con eso en mente, Diego sabía que estaba cerca... solo esperaba que Sid no tuviera necesidad de una tumba conmemorativa.

            Pero algo interrumpió sus planes... un hedor a humedad, fango, hojas podridas y necesidad de un baño urgente. Ese tan único e insultante olor solo podía pertenecer a alguien…

            -¡Manny! ¡Diego! Sabía que no me abandonarían- con una inmensa sonrisa y lágrimas de conmoción, el perezoso se lanzó hacía el tigre que lo observaba con alivio y luego hacía el mamut que poco a poco dejaba de fruncir el entrecejo.- Pero debemos ayudar al tigrecito ¡Vamos, por aquí!

            Y sin mencionar más, tan rápido como vino así desapareció.

            -¡Sid!- gritó el mamut bastante alterado, mientras al igual que todos se preparaba para ir tras ese cabeza hueca.

            El tigre siguió al perezoso que caminaba lo suficientemente rápido como para haber vivido una experiencia cercana a la muerte. ¡Sid!, ¡Tenía que ser Sid! ¡La única prensa que buscaba ayudar a su depredador!

            Cuando estuvieron en la zona que limitaba con el territorio de los humanos, Sid se acerco a una cueva. A pesar de estar a una distancia prudente, el tigre podía sentir el nauseabundo olor que salía de aquel refugio. 

            -Será mejor que entremos solo nosotros tres.- aconsejó Manny, tras observar a su joven hija suspirar molesta.- Ellie cuida a Morita, si algo malo sucede no dudes en gritar. Crash y Eddie ustedes también cuiden de ellas, no quiero a nadie más dentro de la cueva.

            Con el consentimiento de su familia, Manny se acercó a la cueva, con Diego y Sid como guías. Al llegar al tope,  el intenso olor se hizo aún más —si se podía— fuerte. Cosas en estado de putrefacción, sangre y sin duda alguna, cadáveres.

            Observaron a la difusa figura del tigre de espaldas a ellos, tan perdido en su mundo que ni siquiera se daba cuenta de la presencia de los otros. Unos cuantos gorgojos alertaron a los cuatro presentes, mientras que Diego —con una visión más clara en la oscuridad— confirmaba sus sospechas.

            -Manny hay dos cestas, una de ella tiene crías vivas, la otra...- el silencio que acompaño los susurros de Diego, fue captado perfectamente por el mamut- ¿Estás listo?- El mamut asintió, mientras que Sid se acercaba al tigre.

            ¡Ese maldito bastardo! ¡Matando y comiendo crías de su propia especie! Seguramente había exterminado a la hembra y como recompensa acababa con la vida de los pequeños indefensos. ¡Por eso estaba herido! ¡Y él sintiendo un poco de remordimiento por el daño que le había causado!

            Un fuerte rugido de parte de Diego devolvió la vida al felino más joven quien sin tiempo de girarse totalmente, fue atrapado bajo el peso del tigre mayor.

            -¡Toma las cestas Manny!

            Con rapidez el mamut tomó con la trompa ambas cestas  y salió de la cueva con un Sid bastante alterado tras de él.

            Él tigre más joven observó con pánico como sus crías eran arrebatadas por aquel gigantesco animal, dejándolo a él sin opciones de proteger a sus bebes.

            -¡Suéltame!- gritó el tigre- ¡Son mis crías! ¡Déjenlas!

            Diego apretaba cada vez más el cuerpo bajo sus patas. ¡Como odiaba a esos malditos bastardos!

            Parecía que aquel imponente gato adulto tenia las de ganar, pero de nuevo algo falló. Con fuerza, el tigre más joven lanzó un zarpazo que dejo anonadado a Diego unos cuantos segundos, los cuales fueron suficientes para el tigre sin nombre se levantara y corriera tras los captores.

            Divisó a la distancia las cestas donde sus pequeños yacían. Con toda la preocupación y ansiedad digna de una madre, se acercó a ellas a pasos rápidos. Claro, tan concentrado en aquellas cestas estaba que ignoro totalmente la presencia del mamut quien no dudo en soltar un golpe con su trompa, lanzando algunos metros lejos de las cestas al felino.

            Diego salió de la cueva preparado para destrozar al bastardo que poco a poco —y con gran esfuerzo— se ponía de pie.

            -¡Basta! ¡Son mis crías!- rugía constantemente el tigre, consiguiendo que la poca — o nula— paciencia del tigre mayor se agotara. Preparado para saltarle de nuevo y vengar las almas de hembra y crías fallecidas, Diego fue interrumpido por el cuerpo de Sid.

            -¡Manny! ¡Ya te lo he dicho!- comentó molesto el perezoso- Estos son sus bebes, el los cuida, no los come.

            -¿Que dices Sid?- preguntó exasperado Diego- Seguramente este bastardo te amenazo con algo ¿No?- y con odio en su mirada escupió las palabras para el joven que tan solo se dignaba a observar las cestas con ansiedad.

            -No, te equivocas, él no me lastimó, ni siquiera intento comerme y cuando entramos a la cueva el corrió a ver a sus bebes... luego gritó un tal Sarah. Fue entonces cuando me dijo que me fuera.

            Los espectadores parecieron sorprendidos. Diego hecho un rápido vistazo a la cesta que contenía a las seis crías muertas, ninguna parecía haber sido atacada o mutilada, es más, estaban en muy buen estado para ser cadáveres. Pero eso no significaba que el tigre detrás del cuerpo de Sid fuera totalmente inocente, aún faltaba saber dónde estaba la madre de la manada.

            -¿Qué sucedió con la madre?- preguntó Manny adivinando los pensamientos del tigre mayor. 

            El silencio se instaló, mientras el tigre sin nombre palidecía cada vez más. Con un suspiro aquel escuálido felino bajo el rostro y sus ojos se inundaron en lágrimas.

            -¡No hay hembra! ¡Yo soy la madre!- ...aquellas palabras dejaron estáticos a todos. Como de costumbre, el tigre aprovecho el momento y de un salto evadió el cuerpo del perezoso, acercándose hasta donde estaban las crías.

            Las acicaló durante algunos segundos, mientras suspiraba con alivio y las lágrimas contenidas salían.- Aléjense por favor- rogó el joven tigre sin dar la cara.- Prometo no acercarme a su valle y si es necesario me mudare más lejos, pero por favor, no nos hagan más daño.

            El silencio era cortado por los leves sollozos del felino más joven. Manny observó con el corazón partido aquella escena, él sabía lo que era perder un hijo, el dolor que causaba, el remordimiento, la culpa... y ahora, aquel tigre sufría no por uno, si no por seis crías muertas. 

            Su naturaleza compasiva le llevo a tomar una decisión, aquel dientes de sable no parecía ser una amenaza para ninguno de su manada, si lo hubiese querido el felino podría haber acabado con la vida del perezoso e incluso se hubiera lanzado en busca de la víctima más joven e indefensa, es decir, su hija Morita. Sin embargo, en lo único que pensaba aquel carnívoro era en sus crías. Porque si, aquella necesidad de proteger a las crías no la tenía cualquier extraño, menos uno devora bebés.

            -Escucha…- el tigre levantó el rostro mientras con miedo observaba al mamut- Tú y tus crías pueden venir con nosotros, siempre y cuando no intentes comerte a alguno de la manada.- el tigre inclinó ligeramente su cabeza, ¿Estaba escuchando bien? Aquel mamut le ofrecía alojamiento, a él y a sus tres crías...- Además.- se aclaro la voz Manny- Ahora estas mas herido que antes, y parte de la culpa es de Diego por atacarte, así que el proveerá a tu manada hasta que tus heridas sanen y tú puedas volver a cazar.

            Los cansados y vacíos zafiros se llenaron de luz al instante... la idea le parecía tentadora, sin embargo no podía confiar en aquellos animales. Si bien era cierto que no habían tomado represalias por el secuestro –y casi asesinato– del perezoso, eso no significaba que hubieran perdonado al extraño que casi convierte a su amigo en su almuerzo.

            Manny tomó el silencio de aquel tigre como una respuesta afirmativa, después de todo, aquel felino pudo haberse negado al instante. Así que con el corazón más libre de pena, tomó con su trompa a uno de los cachorros que con tanto celo el joven protegía.

            -¡Espera!- gritó bastante angustiado el tigre.- ¿Qué haces? ¡Devuélvemelo, el podría caerse! ¡Oye te estoy...- las palabras se le quedaron atoradas en la garganta al observar como el pequeño Nick se acomodaba mejor en la trompa del extraño.

            -Tranquilo, tigrecito- mencionó alegre el perezoso abrazando por los hombros al nombrado- Manny a cargado muchas cosas frágiles en su vida.- concluyó tomando a otro de los tigrecillos del cesto.- Yo también he cargado cosas frágiles, como cuando cargue a Bodoque.

            -¿Bodoque?- preguntó el tigre con el corazón en la garganta al ver como el mamut se alejaba con su pequeño.

            -Si- dijo Sid haciéndole caricias en los bigotes al gatito- El bebé humano que cuidamos y regresamos a su manada.

            El tigre dejó de respirar por segundos al observar como la hembra mamut adulta se acercaba a él y a su último cachorro.

            -No te preocupes- dijo en tono dulce Ellie.- Nosotros cuidaremos de tu manada en todo momento- con cuidado tomo al último tigrecillo y al igual que su pareja comenzó a alejarse. 

            Aquello era demasiado, no sabía quiénes eran esos animales, mucho menos cuáles eran sus intenciones. Tomo la cesta llena de pequeños cachorros muertos y guiado por su instinto maternal siguió el paso del mamut.

            -¡Oye! ¡Espera, olvidas tu otra cesta!- gritó el perezoso tomando dicho objeto.- Diego, haz estado bastante callado.- Sid se acerco al felino adulto que estaba perdido en sus propios pensamientos y sin consentimiento alguno coloco entre sus fauces la cesta.- Toma, para que no te sientas tan culpable.

            Y sin más, el perezoso de alejó con bebe en brazos. Diego siguió a los demás por inercia, porque si de él dependiera, se quedaría allí hasta obtener la respuesta a todas esas preguntas que corrían por su mente.














             Al orincipio le fue facil seguir el paso del mamut, sim embargo el agotamiento físico y emocional parecían cobrarle revancha. Poco a poco sus energías comenzaban a descender al igual que la velocidad de sus pasos... 

            -Sabes, aún no nos dices cómo te llamas.- El tigre analizó unos segundos al perezoso, procesando cada palabra que salía de su boca.

            -Sam, me llamo Sam… 

            -¿En serio? No es por nada tigrecito, pero tienes nombre de chica, en sí tú pareces una. ¿No te lo habían dicho? Porque cuando me cazaste lo primero que pensé es que era una hembra y después…

            Con cada palabra que el perezoso mencionaba él se desorientaba más y más, sin mencionar que el hedor que su nariz inhalaba a cada segundo no parecía ayudarle en nada.

            -Mi nombre es Sid,  él es Manny y ella es Ellie... Ellos dos son pareja y tuvieron a Mori...- cerró los ojos un momento, intentando olvidar la sensación de mareo, no podía morir ahora, no cuando había posibilidad que sus pequeños sobrevivieran.

            -Y él es Diego, aunque parece enojado en el realidad es un....

            "Relleno de dulce" "Diego" "Comida" "Bebes"...

            -Pero siempre que te lleves bien con él podrás...- el perezoso se detuvo al observar como el tigre también lo hacía, se dio la vuelta y con miedo observó cómo Sam se desvanecía.- ¡Manny!- gritó llamando la atención del mamut y toda la manada.

 





            -Se puede saber a qué horas acepte yo cazar por ellos – aprovechó a replicar Diego, luego de observar como el tigre “platicaba” amenamente con Sid.

            -Lo heriste y es la mejor forma de pagar esa deuda- concluyó con voz seria el mamut. 

            -Lo herí porque atacó a Sid.- dijo totalmente convencido el tigre lanzándole una mirada de desprecio al dientes de sable más joven.-Además tú también lo heriste.

            -Vamos Diego, no me digas que no puedes cazar unos cuantos pescados.- mencionó en tono sarcástico el mamut.- Además, antes cazabas solo para Shira… a no ser que ella se haya llevado todas tus habilidades de macho Alfa.- con deje de burla observó como Diego fruncía el entrecejo- Y por si no sabías, yo no soy carnívoro.

            Diego bufó por bajo- Claro que puedo hacerlo…

            -¿Entonces cuál es el problema?- sin poder decir algo más y dándose cuenta en lo que se había metido, Diego giró el rostro con molestia. No tendría que cazar solo para él, si no que para toda una manada y no cualquier manada, ¡La manada que tenía por hembra a un macho! ¡Vaya ironía!

            -¿Es macho, no? 

            -¿Quién?- preguntó Diego sin prestar mucha atención a la pregunta del mamut. 

            -El tigre dientes de sable que encontramos. –dijo Manny con el tono de “es lo más obvio del mundo”. 

            Un tanto mosqueado por toda la situación Diego respondió.- Si, es macho y… ¿ya viste de donde sale la sangre? 

            -¿Qué sangre? ¿La de la pata delantera o la de la…

            -¡Manny!- el grito de Sid acató la atención de mamut y felino junto a la de toda la manada. 

             -Sid ¿Qué demoni….- y las palabras se quedaron cortas cuando el mamut observó al tigre blanco casi transparente de lo pálido que estaba. 

            Esto se estaba complicando... y mucho. 













            Despertó por los fuertes rayos de sol que chocaban contra su rostro, aun sin abrir los ojos, bostezo y el constante dolor en la parte posterior de su cola no se hizo de esperar, hoy sería un día bastante caloroso por lo que podía sentir, además… 

            Esperen… ¿fuertes rayos de sol?, en su cueva, al menos donde él y sus cachorros dormían, el sol no llegaba, no lo suficiente como para molestarse… y además… él… 

            Abrió los ojos con rapidez y en menos de diez segundo escaneó todo a su alrededor. Esta no era su cueva… si esta no era su cueva, y el sol de la mañana le golpeaba el rostro… ¡¿Dónde estaban sus bebes?! 

            Histérico, así se sentía mientras buscaba y rebuscaba con la mirada las cestas que contenían ambas crías. Cuando estuvo dispuesto hacer un intento de movimiento y salir, una fuerte voz estremeció todo su cuerpo.

            -Si sigues moviéndote así romperás de nuevo tu interior.- y allí estaba el fuerte tigre dientes de sable, que si no mal recordaba, le había causado una herida en la pata delantera y casi acababa con su vida el día anterior. Y como si esa fuera la formula que contestaba todas las incógnitas anteriores, recordó. Él había “aceptado” el refugio que el mamut le ofrecía, a cambio de no atacar a ningún miembro de su manada, caminaron y caminaron, mientras él hablaba con el perezoso raro, de pronto cuando mencionó algo de un tal “Diego”, todo comenzó a girar y él perdió el conocimiento. Bien, hasta allí todo estaba bien pero… ¡¿Y sus bebés?! ¡¿Dónde estaban sus pequeños?! 

            Diego observó como aquel tigre casi se comía las garras de la angustia, entonces intuyó lo que buscaba con tanto esmero, tras dirigirle una fría mirada y sin darle tiempo si quiera de formular la interrogante, el felino salió de la cueva. Los segundos — que parecían horas— comenzaron a correr y el ansioso dientes de sable intentaba moverse, lo cual era hasta cierto punto, imposible. Su pata delantera estaba llena de algún extraño fango con olor a… bueno, ni siquiera quería pensar de qué estaba hecho el espeso lodo que le impedía ponerse en pie. Y su parte trasera, parecía que incluso dolía más que los primeros días —aunque debía agradecer el hecho de que ya no sangraba—.Tenía que salir, recuperar a sus crías he irse lo más rápido que pudiera. 

            Con idea en mente y gesto de asco en rostro, Sam comenzó a lamer aquel lodo de olor y sabor desagradable. 

            -¡Oye! ¡Sami! Si tienes hambre Diego puede conseguir algo para ti, pero no tienes porque comer lodo…- el nombrado fijó la vista en el perezoso que con una sonrisa amable traía la cesta con los cachorros. 

            Toda la presión antes acumulada parecía despejarse, pero de nuevo, cuando las cosas parecen ir bien, siempre existe algo que las arruina. 

            -¿Cuánto…- intento preguntar con la voz pastosa el níveo tigre- ¿Cuánto… 

            -¿Cuánto tiempo estuviste dormido?- concluyó la pregunta Ellie, quien junto a Manny se acercaban al paciente. El tigre asintió mientras acercaba hacia él a las crías y las protegía. 

            -No fue mucho tiempo, desde que te desmayaste de camino al valle… cerca de un día, si contamos la noche por supuesto.- las palabras del mamut descolocaron al tigre, abrió los ojos como platos y observó a sus tres bebés.

            -¿Y los demás? ¿Dónde están mis otros bebes? 

            -Ellos… están afuera, no te preocupes no hemos hecho nada con sus cuerpos, estábamos esperando que tu decidieras que hacer. 

            -Yo debo… debo de alimentar a mis cachorros porque si no ellos…- la voz del tigre comenzó a convertirse en un murmuro, lentamente fijó su felina mirada en la entrada de la cueva. Si él no comía no habría leche, si no hay leche, los bebes no comen y si no comen… ellos al igual que Sarah… 

            -Tranquilízate tigrecito, Diego va conseguir comida para ti y para tus bebes- con una sonrisa bastante cariñosa Sid se acercó a los bebés y le hizo varios cariños. 

            -Bien…- el tigre susurró alerta al contacto indeseado del perezeso hacia sus crias.- Mis otros bebés… podrían… 

            -¿Traerlos?- pregunto de nuevo Ellie, a lo cual el tigre asintió.- Bueno… eso…- mencionó casual la mamut pidiendo ayuda con la vista a su pareja. 

            -Eso no creo que sea posible.- concluyó Manny.

             El ambiente se llenó de un tenso sentimiento de angustia. Ver a aquel tigre asentir por inercia, mientras sus zafiros ojos se nublaban en oscuridad, era una de las escenas más tristes que los protagonistas podían haber contemplado. 

            -Escucha… ¿Sam?- el aludido fijó sus ojos en el mamut- No podemos traer a tus bebes a la cueva de Diego, el olor podría enfermarte a ti, a las crías o a Diego… ¿entiendes que es por tu bien y el de tus cachorros? 

            Sam lo entendía, incluso él era la prueba viviente de que aquel nauseabundo olor no traía nada bueno… pero eran sus crías, sus bebes, aquellos a los cuales él no pudo brindar protección y cariño. El que más de la mitad de su manada estuviera muerta, era su culpa… 


            -Bien… po-podrían…- el tigre bajo el rostro y espero a que toda aquella manada saliera y lo dejaran solo. 

            -¡Volveremos por ti Sami, no te preocupes!- con la siempre sonrisa amable el perezoso fue arrastrado por ambos mamut a la salida de la cueva. 

            Cuando los pasos de los invitados no deseados se alejaron lo suficiente, Sam se permitió a sí mismo exteriorizar el dolor que cargaba constantemente. 

            -Solo me quedan ustedes, Nick, Benjamín y Lucas… prometo que saldremos de esta y juntos volveremos con la abuela, entonces… 

            -Entonces supongo que no te han dicho que hablar solo es de especies locas.- El tigre volteó el rostro bastante sorprendido, allí de nuevo estaba aquel imponente ser con un pescado digno de un gran cazador en las fauces. Orgulloso, prepotente, molesto y arrogante. 

            -No es de tu incumbencia- advirtió con molestia Sam refregándose  el rostro con la pata delantera no herida. 

            Lejos de los esperado, que sería una disculpa de parte del tigre mayor y un “te dejare solo”, junto a un… no sé, “aquí está mi parte del trato”. Diego tan solo se digno a tirar el pez frente a las patas del paciente, se dio la vuelta y antes de salir mencionó: 

            -¡Que mocoso tan molesto eres! 

            Oh, pero si Diego pensaba que el lindo tigrecito se iba a echar a llorar por su comentario… estaba bastante equivocado. 

            -¡Puedo ser un mocoso molesto! ¡Pero tú eres un adulto idiota! 

            Y las miradas llenas de sentimientos como rabia, ganas de morder solo un poco la garganta del contrario y que se yo… tal vez un ligero odio, inundaron aquella cálida cueva. Sin duda alguna, aquellos dos tigres se iban a llevar muy bien.

Notas finales:

Muchas gracias por leer. 

Perdon por los errores de ortografia.


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