Era una noche tranquila iluminada a la hermosa luz de la luna y los copos de nieve caían sin parar.
Se divisaba una hermosa mansión, lujosa al parecer.
Dentro se encontraba decorado con diversos adornos coloridos debido a la época navideña. Se veía tan bonita.
Esperen. ¿La mansión?.....¡¿bonita?!. En fin.
De la nada aparece un muchacho con finas facciones, cabello azul y ojos del mismo color. Este al parecer se ocultaba. Observaba hacia todos lados para verificar que no hubiera nadie. Decidió salir de su escondite aun desconfiado caminando de puntitas. Una vez convencido, suspiro de alivio y comenzó a caminar triunfante pero…
-CIEL!!- de un instante se escuchó uno voz algo chillante.. Ciel busco tratando de ver de dónde provenía aquella voz. Pero cuando menos pensó, Ciel se encontraba vestido con un traje de reno.
-O Ciel ¡te vez tan lindo!- dijo una niña de cabellos rubios
-¡Elizabeth, quítame esto ahora mismo!-
-¡¿porque?!...¡te ves tan hermoso así!- menciono Elizabeth mientras abrazaba a Ciel y lo movía de un lado al otro.
En eso su mayordomo llego a donde se encontraban ambos chicos. Este era muy apuesto y con buen porte, educado y con una mirada penetrante de color carmesí.
-La cena está servida, bochan- Dijo con su mano en su pecho tan formal.
-Gracias Sebastián- dijo Elizabeth contestando por su amado
De repente, la mansión comenzó un estruendo.
-¡Esta temblando!- Grito la joven de ojos verdes.
De las escaleras se visualizaba una especie de humo. Una vez enfocado observaron que todos venían corriendo.
-¡Qué bien,Es hora de comer!- -jojojo- gritaron emocionados al unísono Meilin, Finny y Bard emocionados que terminaron sus deberes y como siempre Tanaka-san con su taza de té.
Ambos chicos y el mayordomo voltearon a verlos y al segundo ya los tenían encima.
-AAhh!- Gritaron Ciel y Elizabeth al sentir que los jalaron hacia el comedor. Sebastián por su parte se apartó para que pasaran los demás mientras mostraba una sonrisa divertida en sus labios.
Al entrar al comedor todos quedaron sorprendidos.
Todo se encontraba arreglado y hermoso.
El pavo se veía más que sabroso, ensalada y demás apetitosa comida.
-¡wooow!- dijeron la mayoría y exceptuando a Ciel debido a su amargura.
Apresuradamente se sentaron a comer y no la pensaron para probar la comida.
-MMM…¡te quedo delicioso Sebastián!- unificaron sus voces los tres aliados compañeros. Al parecer ese día andaban sincronizados
Todos se veían divertidos menos Ciel.
Sebastián lo observo y se acercó a él.
-¿Le ocurre algo bochan?-
-sí, no quiero estar aquí- Dijo el conde indiferente.
-Acompáñeme- menciono el mayordomo y este fue seguido por el ojiazul.
Rápidamente llegaron a la habitación de Ciel.
-¿Qué es lo que ocurre?, Sebastián-
Este no le respondió y lentamente se acercó al joven y en un parpadeo se encontraban uniendo sus labios. El mayor se separó y Ciel le miro extrañado.
-Sebastián- menciono
-Solo quería darle su regalo en privado, bocchan-
El menor se sonrojo y estático quedó.
-Gracias, Sebastián-
Y el pelinegro sonrió.
-Feliz Navidad, bochan-