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Colateral por Lyon

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Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a sus respectivos creadores, sobretodo a Marvel. Yo solo tomo prestados (permanentemente) sus personajes.

Notas del capitulo:

No es una historia con mucho sentido, y al principio se planeó sin diálogos y con muchas más cosas, pero me gustó más lo simple y lo dejé así.

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<3. 

La canción del one-shot.

Una vez leí las palabras de un filósofo que actualmente yacían plasmadas en un libro, una hoja de papel. Decía así:

“Alguien le preguntó una vez al gran Aristóteles…

-          ¿Qué se gana con la mentira?

-          Que no te crean cuando digas la verdad.

Respondió el filósofo.”

Horrible y hermoso amanecer, lleno de nuevas oportunidades, sentimientos confusos y algún que otro quebradero de cabeza. Con una rutina deprimente que se vuelve insuperable una vez que se establece en nuestra vida como otro parásito más, si es que ya la humanidad no lo fuera por poco, creo que él seguiría prefiriendo la rutina.

No hay sol que ilumine el amplio cielo azulado, abarrotado por las grandes columnas de humo contaminantes de la gran ciudad; nublado, negro como el pensamiento mismo. Como el estado de trance de una persona al dormir, al quedarse mirando a un punto fijo… cuando la vida pasa delante de esa persona sin darse cuenta y ve que ha perdido todas las oportunidades.

Ese era el gran dilema de Remy LeBeau. El dilema asociado a un pensamiento filosófico, asociado también a su propia reminiscencia.

Él simplemente observa a todas las personas que pasan a su alrededor y se pregunta cómo es que pueden seguir ciegos ante todo lo que les rodea. Porque sí, porque para el cajún, todas las líneas anteriores corresponden a su visión sobre la sociedad, la vida. Una palabra que se repite como cada tic, tac, tic, tac. Está sentado sobre un escalón descuidado, casi roto y de madera oscura en uno de los barrios más peligrosos y poco fiables de la ciudad. Pero hoy si pasa gente por ahí cuando normalmente es al revés y todos prefieren evitar un sitio así.

Es porque es carnavales, se responde a si mismo viendo las coloridas ropas de los transeúntes contrastar con sus pobres estropajos, porque ni camisa ni pantalón se le puede llamar a lo que lleva puesto. Algo bueno puede sacar de todo esto y es que hoy podrá llevarse algo a la boca gracias a las billeteras que parecían delatarse de por sí solitas. A quién se le ocurría pasarse por un barrio peligroso aun siendo carnavales, una gran multitud no evita el peligro. Y el ladrón lo sabe, lo sabe porque lo ha vivido y lo ha vivido porque ha nacido allí.

Se dispuso a ponerse en pie aun observando a quienes pasaban frente a él. Tenía que ganarse la vida de algún modo… Y hoy sería su día de suerte, tenía buenas habilidades.

Hey, hermano.
Hay un camino interminable por descubrir.
Hey, hermana.
Sé que el agua es dulce pero la sangre es más espesa.
Oh, si el cielo se viene abajo, cayendo…,
por ti, no hay nada en este mundo que yo no haría.

« Scott… ¡Scott! » Llamaba una jovencita de cabellos dorados y ondulados, muy largo su pelo. Apenas lograba divisar entre la multitud a aquel que llamaba. Suspiró casi con frustración y continuó pegando varios saltitos puesto que era bajita.

No fue hasta que recibió un pequeño golpe, y una disculpa rápida que la dejó anonada, que escuchó la voz del que respondía a su nombre. « ¡Noa! No vuelvas a separarte de mí. » Reprochó el hombre con gafas de sol rojizas sobre sus ojos, ocultando su mirada. Ella pensó en reprochar, en decirle que había sido su culpa. Pero simplemente no dijo nada y tan solo formó una mueca con su boca queriendo quejarse pero tragándose sus palabras. Discutir con Summers no era la mejor idea, de verdad.

« ¿Me invitas a un helado? ¡Es carnavales! » Argumentó alegre y fingiendo dar un aplauso, “porfiii”, repitió varias veces suplicándole al mayor que tan solo llevó una mano a su rostro y accedió ante la infantil propuesta.

No es que la frase fuera de por sí infantil, ni que ella también lo fuese: Era como se lo había pedido, sus gestos. Al otro lado de la calle, aquel que había causado ese pequeño choque, Remy observaba a la pareja con una aburrida sonrisa y con sus dedos sosteniendo lo que parecía ser el filo de una cartera de cuero, tenía que ganarse la vida, ¿verdad?

« Por supuesto » Respondió sin remedios. « Pero te recuerdo que tú tienes mi cartera, ¿me la devuelves? » Por fin exigió con la mano en señal de que la quería de vuelta.

« Claro. » … « Eh… Scott. N–… no la encuentro. »

« ¿Cómo? » Se alarmó el joven de cabellos castaños mirando a todos lados como si supiese que estaba en el suelo o que se había quedado por ahí cerca, pero había demasiada gente como para encontrar algo tan pequeño y valioso tirado en la acera sin más. El cajún se había dado cuenta de que ya habían notado la frágil ausencia del objeto, así que la guardó en uno de sus bolsillos y se dispuso a marcharse girando sobre sí.

« ¡Scott! » Llamó de nuevo su linda compañera recordando ligeramente la cara de quién le había empujado, tenía que ser eso. Supuso, un ladrón… ¡Sí, era eso! Afirmó mentalmente. « ¡Choqué con ese hombre! » No tuvo que decir más para que Scott dedujera que le estaba llamando ladrón.

Remy sonrió, con la mano en alto al verse descubierto sin querer, hizo un gesto de despedida parecido al militar pero totalmente informal, y se adentró en el callejón tras sus espaldas huyendo de la visión de la pareja. Claro, en vez de haber reaccionado para salir detrás de él corriendo con todas sus prisas, vaciló por un momento el castaño.

« ¿Scott? ¡Qué se escapa! » Y solo necesitó esas palabras para poder salir detrás de él, disculpándose con su compañera.

Diablos, pero qué le pasaba.

Hey, hermano.
¿Todavía crees en los demás?
Hey, hermana.
Aún me pregunto, ¿sigues creyendo en el amor?
Oh, si el cielo se viene abajo, cayendo…,
por ti, no hay nada en este mundo que yo no haría.

Definitivamente era estúpido. Si hubiese reaccionado antes no se encontraría perdido en medio de un callejón solitario. La ausencia de personas le hacían un blanco muchísimo más fácil para los vándalos que se escondían entre las sombras y se limitaban a mirar sus movimientos. Sin embargo, el paso de LeBeau corriendo por ese estrecho lugar ya les daba la idea de, que quién había venido y parecía buscar a alguien, estaba intentando localizar al experto ladrón.

El reflejo de una gabardina deslizarse sobre un charco de agua le dio la pista de por donde se hallaba Remy. Apretó su mandíbula y volvió a empezar otra carrera tras la leve señal que delataba al bandido. No se paró a observar lo lúgubres y húmedas que eran las callejuelas, de las personas que se hallaban contra las maltrechas pareces pidiendo tan solo un poco de ayuda, de lo pobre que era en realidad la ciudad. Sin embargo, esto dejó un pequeño recuerdo fugaz en su mente.

Al girar la esquina, se encontró apeteciblemente en una encerrona… El ladrón contra la pared maldiciendo su suerte y él que por fin le había atrapado, debía exigir lo que era suyo. Menos mal que duró poco… la persecución. Se dijo a su mismo inaudible.

« … » Remy solo le miraba a los ojos sin poder decir ninguna palabra y con una tonta sonrisa en su rostro. Hoy sí que era un mal día, pero que más daba. El joven que era más alto que él, a que le había robado la cartera… ¿Qué le importaba? Era su dinero, sí, sus documentos, su lo que fuese. Pero él tenía un hogar, comida y no le faltaba nada. Aun así no era un buen argumento para explicar por qué le había robado, aunque no había que hacerlo. « Puedo prometer que intentaré explicarlo. » Eso solo sonó como una burla más para el mayor.

Se acercó lentamente después de meditarlo. Observaba cada rasgo del ladrón, sus delgadas piernas… sus caderas, sus brazos. Sus facciones, definitivamente no era de por aquí. Sus ojos negros y rojizos; sí, no podía ser de por aquí. Siguió acercándose, a lo que Remy respondía alejándose. Su espalda chocó contra la fría pared y se estremeció. Aunque llevase su clásica gabardina y una camisa – aunque muy fina – podía notar lo frío que estaba.

« Toma, aquí tienes. » Sacó su cartera sintiéndose ligeramente amenazado pues la visión de tener a alguien que valía para chulo de discoteca – no por sus músculos, porque en eso… bueno, seguía valiendo. - con sus gafitas de sol y acercándose a él serio y callado sin variar en sus expresiones, no le era muy agradable. Tenía que reconocer también que hacía mucho tiempo que no le pillaban con las manos en la masa, ni que le atrapaban.

Y él recordaba lo que pasaba cuando le atrapaban robando, no quería volver a su supuesto hogar con un par de morados en la cara ni en su cuerpo. Quedaron frente a frente, Scott tan solo agarró la billetera que le tendía pero en vez de irse, se quedó mirando esos extraños ojos… Remy mantuvo la mirada y el ambiente se tensó tanto como su cuerpo, ya estaba jurándose que no le dejaría ir, sin embargo sí que supuso que podría zafarse de él de otra forma. El tiempo se paró para dos personas que no se conocían de nada, pero que poco a poco por un simple deliz de sus miradas algo comenzaba a unirles.

¿Qué pasa si estoy lejos de casa?
Oh, hermano, escucharé tu llamada
¿Qué pasa si lo pierdo todo?
Oh, hermana, yo te ayudaré.
Oh, si el cielo se viene abajo, cayendo…,
por ti, no hay nada en este mundo que yo no haría.

Su reminiscencia, el vago recuerdo de lo que una vez ocurrió y que ahora se escapaba entre falsos reflejos e ilusiones creadas por el tiempo. Cuándo fue la última vez que se vieron, era la pregunta que se formulaba siempre Remy LeBeau. Y conocía con perfección la respuesta, hará unos cinco años, cuando él aún tenía sus dieciocho y ahora sus veinticuatro. No conocía la edad del castaño que le había robado un suspiro en aquel juego de miradas, tampoco recordaba con exactitud cómo había acabado aquello. Sí que era cierto que había intentado seducirle, y con las mismas fue él el seducido, se quedó con la palabra en la boca y con la imagen en movimiento de cómo se iba después de recuperar lo que era suyo.

No hubo ni besos, solo palabras que fueron capaz de robarle el aliento.

Su rutina se rompió al descubrir semanas después de aquel encuentro que no podía dejar de pensar en él, de darse cuenta en meses de que se enamoró de un fantasma. Empezó con un simple: me atrae. Y acabó con un: Le amo.

Sentado en un mismo escaló deteriorado de madera oscura, esperaba a siguiente presa, pero por ahí no pasa nadie. Son calles peligrosas para las personas, para todo el mundo, y apenas a quienes se les ve pululando por ahí son siempre los mismos…

« ¿Por qué no intentas robar en las avenidas principales? » Cuestionó un buen amigo suyo.

« Me cogerían. » Respondió seco, pero la idea era… demasiado buena.

Al anochecer, sobre las siete de la tarde que ya empezaba a caer la noche, Remy se decidió a caminar entre los habitantes de la ciudad. Las avenidas eran mucho más grandes y la cantidad de gente mil veces mayor a la del barrio ese. Observaba a quienes no le miraban por sus ropas, pues no pretendía llamarle la atención a quién le fuese a tomar prestado algo permanentemente.

Allí fue donde volvió a encontrarlo otra vez. Casi pierde la concentración de la sorpresa, terminando de pagar a un buen señor tras comprar algo, volvía a guardar la billetera sonriente. No había cambiado en nada más que su ropa y el corte de pelo. Mientras que Remy seguía igual, completamente igual.

Empezó a perseguirle lo más sigiloso que podía. Buscando una oportunidad si pasaba frente a una callejuela o algo de esas en las que algo podía ocurrir y casi nunca salía a la luz, de las que las personas pasaban de acercarse o transitar por su mala fama. Y había ciento de esas en una ciudad que, aparentemente no, pero que se moría de hambre.

Scott por otro lado caminaba con la tranquilidad de siempre y sin siquiera sospechar lo que estaba a punto de ocurrirle. Gruñó al sentir un empujón en su espalda y el golpe descuidado al chocar contra una pared enladrillada siendo amenazado por lo que parecía un bastón formado por algún tipo de metal.

« Una palabra y lo pasarás mal. » Susurró antes de que Scott dejase escapar alguna queja. Sus ojos volvieron a encontrarse, la misma mirada de hará unos años que el francés tanto ansiaba. « Sígueme. » Ordenó aun amenazándole con su arma blanca. El de cabellos castaños obedeció sintiendo como esta se clavaba en su espalda y le obligaba a caminar hacia delante, adentrándose más en la oscuridad.

Cuando por fin consideró que estaba lejos de las luminosas avenidas empujó a Scott contra la pared. Lógico que él se girase para verle nuevamente la cara, volviéndose a encontrar sus ojos que parecían pedirle algo que probablemente no llegaría. No entendía que estaba pasando y la confusión aumentó más cuando sintió repentinamente unos labios suaves posarse sobre los suyos, al principio dubitativos pero cogiendo más fuerza e intensidad tras el pasar de pocos segundos.

Sin darse cuenta ni uno ni otro que tras aquel día, en aquel momento tras esa pequeña e inocente mirada ambos nunca pudieron dejar de pensar en el uno y en el otro. Es extraño y singular como dos personas de mundos diferentes pueden llegar incluso a entablar contacto, aunque sea visual. Eso pensaba Remy, lo que una vez fue gris y envolvía su vida se rompió, ya no existía eso que llamaba  rutina.

Notas finales:

El final es abierto, sí. 


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