Su madre le había sacado de nuevo de la guardería. Hoy era un día importante, su madre, la mayor diseñadora de Corea, iría a tomar las medidas a un muy famoso empresario el cual tenía un niño un poco más pequeño que él, así que su madre pensó que su pequeño Kibum quizás comenzaría a hablar con ese niño, ya que con casi cinco años de edad no había pronunciado ni una palabra después de que su padre, un famoso diseñador también, los abandonara cuando él a penas había cumplido los tres años.
Salió de aquella guardería, echo un desastre, pues ese día habían pintado dibujos para su madre.
Kibum corrió hacia su madre emocionado, para enseñarle el dibujo que le había hecho. Había dibujado a su madre junto a él, y un campo de flores tras ellos. Se plantó frente a ella, y se lo enseñó, con una amplia sonrisa. La madre miró el dibujo, y tan sólo, asintió con la cabeza, y llamó a la sirvienta para que lo bañara y lo arreglara para la cita de hoy. Sí, después de los miles y miles de dibujos que le había hecho ese pobre niño, ninguno era suficiente. Después de lo de su padre, su madre casi no se encargaba de él, tan sólo recibía unas "Buenas noches." a las tantas de la madrugada, cuando ella volvía del trabajo, y por un día que la veía por el día, ésta seguía sin hacerle caso.
La sirvienta lo bañó, y lo vistió. Llevaba un jersey rosa, y un peto vaquero, bastante mono. Enseguida bajó a la limusina que les llevaba a aquel castillo donde vivía dicho empresario y su hijo.
Al parecer, aquel empresario hacía poco que su mujer había fallecido por alguna enfermedad, de la cual nadie sabia su origen.
Se sentó frente a su madre, pues había mucho sitio en aquella limusina. La madre sólo atendía a su móvil, mientras el pobre y débil niño agarraba a su unicornio de peluche. El único recuerdo que tenía de su padre.
Por fin, después de casi dos horas en coche, llegaron, y se bajó, amulado, enfadado con el mundo y su madre. Lo único que quería era que alguien comprendiera sus sentimientos, pero si ni su madre lo entendía, ¿quién lo haría?
Vio salir a un señor alto, muy alto a decir verdad, y a un niño pequeño tomado de su mano. La madre de Kibum le obligó a caminar, y así hizo. Con una mano sostenía su pequeño unicornio, y con la otra, agarraba el traje de su madre por detrás. Ella paró delante de aquel señor, y el pequeño se escondió tras la madre, dejando asomar un poco de su cabeza.
-Hola, soy Gwibum Kim, y este es mi hijo, Kim Kibum - Presentó la madre a aquel niño tímido, cual hizo una pequeña reverencia, y enseguida se volvió a esconder, dándose cuenta de que el otro niño, de los cuales les sorprendió por sus ojos grandes, le miraba.- Debo pedir disculpas, mi hijo no habla desde hace dos años, y es muy tímido, espero que vuestro hijo pueda jugar con él