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Amor en época Edo por koru-chan

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Epílogo

La fuerza del destino

Amor en época Edo

By

koru

 

 

Alcé la vista hacia la copa de los arboles mientras inspiraba hondo para dar mi siguiente pisada. El viendo jugaba con el follaje sobre mi cabeza haciéndolo mecer con delicadeza regalando pequeños destellos luminosos en aquel bosque brumoso, el cual quisquilloso no dejaba que la luz se colara en plenitud. Caminé sin un rumbo fijo, en silencio mientras cuidaba cada una de mis pisadas sobre aquella tierra que desprendía un delicioso aroma a pureza. Vagué rememorando en mi mente aquel sueño extraño, el cual me había hecho levantarme, aquella mañana, inquieto.

En mi mente pude ver aquel bosque, sentir la calidez de los rayos y el peso de un cuerpo tibio… ¿Cuánto tiempo había pasado? Y ¿Cuánto me había negado? ¿Cuánto le había prohibido a mi mente que lo recordase? ni siquiera me tenía permitido pensar; ni imaginarme con él; ni fantasear, porque sabía que era capaz de hacer esto…

Continúe caminando mientras la vista se me nublaba melancólico, estaba seguro que hoy se cumplirían cinco años… cinco eternos años sin él ¿Qué estaba haciendo? Detuve mi andar apegando mi frente en un majestuoso tronco milenario por la inmensa magnitud de su apariencia y grosor. Sollocé sin consuelo martirizado por una decisión que sabía que era la correcta, y lo fue, pero sentía que cada día terminaba consumiéndome por una tristeza que en vez de amainar crecía y con más fuerza.

Se me ocurrió tanta veces ir hacia el palacio, donde me habían corrido hace años, y preguntar le a Aoi si sabía algo de Reita… pero claramente no me atrevía, y aquí me encontraba lamentándome, ahogándome en un llanto tortuoso, el cual aliviaba escasamente mi alma prisionera de un amor que no tenía cabida en esta época.

Suspiré largamente entre cortado mientras el aire fresco del atardecer mecía mis cabellos. Sequé mis lágrimas solitarias mientras giraba mi cabeza hacia un punto donde los pastizales se habían agitado sin explicación alguna.

Un cosquilleo intenso en el estómago me advirtió del peligro que podía correr por vagar en aquel inexplorado lugar en completa soledad. Tragué seco y me armé de valor para preguntar: “¿Quién está ahí?” pero como respuesta escuché un tenue quejido infantil. Abrí enormemente mis ojos, había aldeas que por los años se habían montado en cercanía al bosque, no sería extraño que algún pequeño se habría extraviado.

El llanto y la remembranza de mi mente habían quedado en el olvido en escasos segundo, puesto que mis ojos y mis acciones se habían concentrado en aquella densidad que se movía tenebrosamente frente a mis ojos.

—Hola… ¿Te puedo ayudar? — hablé acuclillándome bajo aquella mata de verde y espeso follaje. Abrí con mis manos aquellas ramas dejando relucir unos ojitos lloros, quien abatido estiró sus brazos para alcanzar mi cuello mientras sollozaba en mi pecho. —Shuu… tranquilo. — Murmuré aliviado porque fuera un niño y no algún bandido o asesino en serie. — ¿Cómo te llamas? yo soy Ruki. — articulé bajito mientras acariciaba su pequeña espalda. Aquel chico no debería tener más de 5 años.

—Soy Rin… — esbozó mientras sobaba sus ojitos llorosos. Vi como alzó su cabecita de mi pecho y cubrió su rostro con ambas manos. —Papá dice que los hombres no lloran, pero tenía mucho miedo. —exclamó en un tono infantil acongojado.

—Los hombres también lloran… Tranquilo, prometo que no le diré a tú padre… — le sonreí viendo como desprendía sus pequeñas manos de su carita enrojecida por el reciente llanto.

—Tu igual lloraste… — dedujo acercando su dedo pulgar a mi pómulo aun húmedo.

—Por eso te digo que lo hombres tan bien lloramos… — le volví a sonreír con tristeza mientras secaba, nuevamente mi mejillas con el dorso de mi mano. Me alcé de mi posición que mantuve sentado en la tierra, mientras aquel sorpresivo niño lloraba en mi pecho, percibiendo como la noche rápidamente caía y sobre todo en aquel bosque el cual de por sí, ya era oscuro y sombrío.

—Rin, ¿Dónde vives? Está anocheciendo — lo miré dudoso con nuevas intenciones de ponerse a llorar.

—No sé… me perdí jugando en el bosque… — murmuró entre cortado. Lo cogí de la mano y caminamos mientras le regalaba una sonrisa tranquilizadora, no lo dejaría solo en medio del bosque.

— Pero, ¿Recuerdas como es dónde vives? O ¿A qué se dedica tú padre? — posiblemente vivas en las aldeas cercanas… — observé al pequeño, sus ropas estaba sucias, pero estas no se parecían a las vestimentas que yo usaba o la que los niños pobres de los pueblos ocupasen, este niño no era de los alrededores, sus prendas parecían de telas carísimas.

—Papá pelea… —Dijo. —Es muy fuerte. — me volví a acuclillar para quedar a su altura, cogí un extremo de la tela de mi yukata y limpie su rostro de las manchitas de tierra que este había adquirido por su aventura reciente mientras el pequeño refunfuñaba por mi intromisión.

—Tú papá es samurái tal vez… — murmuré volviendo a tomar su pequeña mano. No me extraña que fuese hijo de algún samurái, por estos tiempos era un oficio que estaba en auge y demanda, aquellos hombres eran muy bien remunerados. Pero aldeas de samuráis, por acá, no habían.

Caminamos sin un rumbo específico, necesitaba salir del bosque, sino la noche nos encontraría; nos atraparía y no tendríamos salida. Deambulamos por largos minutos, el pequeño Rin estaba cansado y seguro hambriento.

Nuestra caminata nos llevó a una cascada  pequeña la cual descendía a un poso grande rodeado por piedra lisa la cual desembocada en un rio que recorría el bosque y obsequiaba a gran parte de la población con sus aguas, jamás había visto aquella lejana parte alta de aquel bosque.

— ¡Ya sé dónde estamos! — dijo el pequeño ansioso mientras apenas nos quedan algunos segundo de claridad. — ¡vamos! — me cogió de la mano mientras emocionado me guiaba por un caminito angosto, el cual se iba ensanchando con cada paso que dábamos. — ¡Es aquí! ¡PAPÁ! — gritó el infante  al ver a un hombre que en mi posición se deslumbran a contra luz, consigo llevaba las riendas de un caballo, parecía que, al igual que nosotros, venía llegando.

— ¿Dónde te metiste, Rin?  Te he buscado por horas — al escuchar su voz mis ojos se abrieron  enormemente, ¿Qué estaba pasando?

Aterrado me di media vuelta escuchando de inmediato la voz dulzona de aquel pequeño mezclarse con los sonidos nocturnos en aquella estrellada noche.

— ¡Ruki! No te vayas… — mordí mi labio inferior mientras  cerraba mis ojos. El niño llegó hacía a mí con una carrera que lo dejó exhausto, me tomó de la mano he hizo que me girara mostrándome una sincera y apacible sonrisa. Mi cabeza descendió cuando vi que el padre del menor estaba, igualmente, cerca de mí.

—Gracias por cuidar de Rin… Suele irse a jugar solo en el bosque y siempre se pierde. — habló provocando que cada rincón de mi piel se erizase sin control.

—No se preocupe… no fue ningún problema, me alegra que llegásemos sanos y salvo. — murmuré cohibido sin alzar mi cabeza, no era capaz de mirarlo, sabía que no podría… — Bueno… ahora me tengo que ir. —

—No, ¡quédate! — imploró el menor.

—No, no puedo. — me hinqué sobre la tierra viendo como el chico hacia pucheros mirando a su padre.

— No tengo problemas con que te quedes. — dijo. —Al parecer a Rin le caíste bien y no te dejará hasta que le hagas caso.

— No quiero molestar, de verdad gracias, pero n… — me alcé mientras articulaba aquella vaga excusa siendo interrumpido e ignorado al instante.

—Muy bien, está decidido, pasaras la noche aquí. Le diré a las criadas que te prearen un cuarto, por cierto… —Estiró una de sus manos frente a mí —Soy Reita. Mucho gusto. — alcé con temor mi rostro sin entender su presentación, ¿Acaso no me reconoció?

Cogí su mano de forma escueta, soltando esta rápidamente. Cuando alcé mi cabeza vi como su silueta volvía a tomar las riendas de su caballo y caminaba sobre aquel sendero, el cual tenía una pequeña subida.

Rin tomó mi mano regalándome una sonrisa pintada en sus labios mientras caminamos tras aquel hombre, le sonreí correspondiendo su innata amabilidad, aunque por dentro moría de terror al entrar a aquella casa y encontrarme a su esposa; me carcomía la culpa a pesar de los años y al parecer el olvido de los recuerdo de aquel samurái…

Cuando llegamos la entrada se componía de un hermoso puente con una fuente con pececillos y árboles sacados de un cuento de hadas, la casa asemejaba un templo, pero era más pequeña. Poseía una arquitectura que únicamente había apreciado cuando años tras me había hospedo en aquel palacio; aquella casa era majestuosa y donde mirara era todo perfecto y esplendoroso.

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La cena fue demasiado incómoda para mí, estaba tan nervioso que ni hambre sentía, a pesar que había almorzado al medio día y ya iban a ser las ocho de la noche.

Los minutos en silencio transcurriron y con ellos el cansancio de aquel infante arremetió, no pasaron muchos minutos hasta que aquel chico fuese invadido por un sueño apacible. Acaricié su cabeza, posada en uno de mis muslos, con delicadeza, admirando la tranquilidad que presentaba en casa suspiro.

—No sé si sea malo o bueno pero Rin suele encariñarse demasiado… — observé a aquel hombre frente a mí, cuando su voz aterciopelada acarició mis tímpanos.

—Eso es bueno, es un niño muy dulce. —Dije sin apartarle la mira al pequeño dormido sobre mi regazo. Escuché como Reita se alzó de su asiento y se aproximó hacia mí, para coger con cuidado al pequeño entre sus brazos y decir:

—Yo también suelo encariñarme demasiado… tanto que después de cinco años aun no te he podido sacar de mi cabeza… — murmuró en voz baja dejándome  estático con la mirada baja. —Ni siquiera eres capaz de darme la cara. — murmuró con un timbre de voz molesto a mis oídos. Tomó mi mentón y alzó mi rostro, su mira parda hipnotizaste me atravesó mientras acercaba su rostro hacia el mío con intenciones de poseer mis labios, los cuales exhalaban el aire entre cortado inquietándome su sorpresiva cercanía.

—No… — articulé girando mi cara justo cuando nuestros labios deseosos de habían tocado. — Si te miro — dije. — Sé que esta vez no podré dar un paso atrás. — Y… tú esposa… — dije entre cortado martirizado.

—Ella murió… dos días después que dio a luz Rin y tú te marchaste de mi lado. — dijo  alzándose para llevarse su pequeño, dejándome estático sin palabras.

Me alcé de mi posición cuando vi el cuerpo de aquel hombre perderse entre la oscuridad del pasillo, siguiéndolo con una distancia prudente hasta que lo vi deslizar una puerta y este se introdujo dentro de aquel cuarto. A paso lento y temeroso me acerqué viendo como encendía una lamparilla de aceite y acomodaba a su hijo dentro de las mantas, quien acostumbrado, tal vez, continuo durmiendo, ni se inmutó; tranquilo reposó mientras de sus labios rosados, pequeños suspiros placenteros se escapaban.

Reita acarició con suma delicadeza la pequeña cabecita de su hijo mientras besaba con cuidado una de sus mejillas. Lo arropó y luego salió de aquel cuarto sin quitarme su intensa mirada de encima ni siquiera cuando deslizó las puertas corredizas detrás de si para aproximase a mí.

—Iré por ropa limpia para que te des un baño. —Dijo mientras yo asentía sin saber que decir. Me miró un par de segundos haciéndome sentir cohibido. Alcé la vista y justo aquel hombre desvió la suya para encaminarse hacia alguna dirección desconocida. Lo seguí sin chistar viendo cómo se detenía en un nuevo cuarto. —Puedes bañarte si quieres, iré por ropa a mi habitación. — dijo abriendo la puerta para que me introdujera a aquel lugar siendo iluminado por varias lámparas de aceite situadas en las paredes.

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Después de asearme con rapidez me introduje en una tina de gran envergadura para esperar por las prendar limpias. La temperatura era agradable, tanto así que me hizo cerrar los ojos y dormitar por algunos minutos. Pero el abrir y cerrar de la puerta corrediza me hizo despertar sobresaltado.

—No creo que mis ropas te queden, aun así te traje algunas. — me dijo mientras yo estaba sumergido en las calidez de las aguas, sintiéndome un tanto mareado por el calor vaporoso de estas.

—Gracias. — murmuré bajito.

—Será mejor que salgas a de ahí, te puedes desmayar. — Dijo tomando una blanca toalla de unos de los anaqueles dispuestos en aquel pulcro cuarto de baño. Me levanté de aquella agua para tomar con rapidez la tela para cubrir mi desnudez, que después de años había vuelto a la normalidad, sin un rasguño ni hematoma como aquel samurái me había visto, ahora, mi piel estaba sana, cuidada; tersa, pero aun así me avergonzaba mostrarme desnudo, y más a aquel hombre quien no me a apartaba la mirara, la cual inexpresiva, me costaba descifrar.

Alcé una de mis piernas para salir de la bañera mientras con torpeza cubría mi cuerpo con aprensión de aquellos ojos color miel los cuales brillaban bajo las tenues luces que regalaba las lámparas.

—… cuidado. — me dijo al ver como casi pierdo el equilibrio, dando de lleno, mi rostro contra su pecho.

—Lo… siento. — dije sintiendo sus manos adherirse a mis caderas desnudas y humeras aun por el agua. Por el susto de casi darme contra la cerámica del piso, solté aquella prenda que servía para secarme aferrándome a aquel fuerte samurái.

—Eres torpe… — murmuró con su timbre de voz extasiado, ambos perdidos en nuestras miradas cargas de deseo y necesidad de la calidez del uno y del otro.

Mi corazón palpitaba, mi piel ardía… y sin pensarlo dos veces, sin cuestionarme nada cerré mis ojos alzándome de puntillas para acercar mis labios a los suyos, apenas con un roce sabía que jamás podría alejarme; le pertenecía, era suyo y el destino lo sabía, nada había sido una coincidencia, volvería a él una  y otra vez si fuera necesario.

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Deslizó la delgada tela de aquel yukata por mis hombros hasta que descendió sobre el tatami mientras sus manos se apegaron a mis caderas y estas las deslizaba en extensión en mi espalda y trasero. Acoplábamos nuestras bocas en un beso cargado de apetito y necesidad de posesión. Con lentitud sus labios como si fuesen pétalos se separaron de los míos quedándonos a escasos centímetros sintiendo como nuestras respiraciones agitadas se entrelazaban. Cogió mis manos y las posó sobre su fuerte y marcado pecho, con las mejillas atiborradas sentí el latir de su corazón y mis ojos, en cosa de segundos se nublaron. —Te amo. — murmuré en un susurro quebrado casi inaudible.

—Shuu… — me sonrió. — Yo también… — exclamó adhiriendo nuevamente sus labios contra los míos mientras yo me atrevía a inmiscuir mis manos en sus hombros para deslizar aquella molesta tela, la cual era la única que cubría su desnudes. Acerqué mis labios a su pecho para besarlo infinidades de veces con ternura mientras el acariciaba mi espalda gustoso. —Acuéstate. — me dijo.

Me recostó suavemente sobre un futón de textura tersa,  deliciosa al tacto. Mi espalda gustosa reposó en aquel lecho mientras tenuemente se curvaba sintiendo los labios calientes y suaves de aquel samurái pasearse por mi vientre, el cual aún poseía la humedad del baño reciente.

Mi piel ansiosa se contraía con cada toque; ardía agradable con cada caricia, con cada roce aunque este sea el más sutil e insignificante para cualquiera. —Después de cinco años, nunca pude olvidar el aroma de tu piel. — murmuró embriagado con la voz ronca haciéndome sonrojar bajo la tenue luz de la luna que se colaba a esa hora de la noche.

Su frente se pegó contra la mía  haciéndome participe de su esplendorosa sonrisa que poco o más bien casi nada había apreciado en el pasado. Por inercia cerré mis ojos dejando escapar por mis labios sutiles gemidos que apenas, por roces de sus fuertes manos en mi piel, me hacia exclamar.

Sentí como una de sus manos recorrer mi abdomen mientras manteníamos nuestras frentes unidas y nuestros alientos se mezclaban. Descendió su palma hasta tocar con sutileza mi miembro para continuar bajando y abrirse paso entre mis muslos temblorosos, uno de sus dedos se atrevió a acariciar mi entrada por alrededor provocando que me aferrara a su cuello y hundiera mi cara en este avergonzado. — Ruki… — murmuró mientras alzaba con lentitud mi rostro de su pecho para mirarlo con las mejillas encendidas. —En estos años ¿Has estado con alguien más? — preguntó sorprendiéndome.

—No… claro que no, jamás podría fijar mis ojos en otra persona. — dije con los labios temblorosos y vista nublada. – Reita con ambas manos posadas en mis mejillas acarició  mis labios con su dedo pulgar y entre abrió mi boca para adherir la suya contra la mía. Su lengua ávida me invitó  a seguirlo en aquella dulce danza de nuestros labios mientras una de sus manos viajaba por mi piel desnuda hasta tocar mi miembro de forma lenta y tortuosa, como si siguiese el ritmo nuestros labios en aquel beso que intentaba suplir los que no nos habíamos dado en años.

Separó sus labios en un húmedo sonido, pero yo no quería que se apartase de mí, no me importaba quedarme sin oxígeno en los pulmones, no me importaba nada. Atrevido alcé mis manos hacia su rostro, el me miró con una sonrisita en sus labios mientras yo me acercaba a su boca, uno, dos, tres, cuatro y cinco sutiles besos seguidos de dulces “te amos” susurrados provocaron que Reita nuevamente me comiera la boca entre gemiditos provocado por el choque de mi miembro contra el suyo erecto y rebosado.

Separó su boca de forma brusca dejándome agitado, me miró unos segundos y sus labios dulces se aproximaron a mi cuello haciéndome retorcer al provocarme un juguetón cosquilleo en mi bajo vientre. —Ah Reita… — susurré percibiendo como viajaba por mi pecho regalando sutiles mordisqueos y besos húmedos, hasta que temblé de pies a cabeza cuando su boca lasciva lamió la punta de mi pene. —Ah… Reita no es necesarios que…. Ah — curvé mi espalda sintiendo como sus afanosas succiones arremetían contra mi glande y en cosa de segundos estaba inmerso en un placer que nublaba mi vista; ansioso por sentir más y más.

Sentí como gotitas cálidas y densas caían contra mi ingle y como mi pecho agitado ascendía y descendía mientras mi cuerpo, como un muñeco, quedó tendido mientras me dejaba hacer por aquel samurái.

Percibí, en mi letargo, como abría mis muslos incitando que diera un respingo cuando su lengua se paseó por mí entrada e introdujo un primer dedo provocando que aquella inconsciencia momentánea, avivado por el reciente orgasmo, amainara en cosa de segundos.

—Date la vuelta. — me ordenó con la voz ronca y sin protesta me giré avergonzado al quedar tan expuesto en aquella posición. Mis rodillas flaquearon cuando abrió mis nalgas para lamer mi entrada y adentrar un segundo dedo, el cual entró y sacó repetidas veces. —Reita… — Musité agitado. —Ya estoy listo sólo entra… — dije expectante aprisionando mis puños contra las mantas bajo mi cuerpo tembloroso.

Aprecié su pene caliente apegarse a mi entrada y como de forma posesiva aferraba una de sus manos a mi cadera, la cual si no estuviera sujeta por sus fuertes manos, me desplomaría;  sabía que no me podría mantener en aquella posición por sí solo, menos cuando no me daba tregua alguna. Su glande fue introducido de apoco mientras escuchaba bramidos emitidos de su garganta terminando de forma tortuosa de introducir por completo su pene dentro de mí.

—Estas bien… — habló con dificultad deseoso, queriendo arremetir contra mi cuerpo con fiereza, pero se abstenía, no me quería hacer daño, aunque yo sólo quería sentirlo y que no se privara.

—Si… — articulé en un suspiro aletargado. Sentí como ese “sí” fue el pie de arranque para que aquellos vaivenes dieran inicio en forma lenta para que mi cuerpo se acoplara. Sentí como mi cuerpo vibró y mis rodillas flaquearon mientras Reita arremetía aquellas embestidas en un punto desconocido que había hecho que mis gemidos se expresaran de forma audible.

Sentía que en cualquier momento desfallecería y que no podría con aquellas sensaciones, Reita bajó los vaivenes, casi haciéndolos nulos, mientras apegó su frente contra mi espalda y deslizaba sus manos por mis brazos hasta entrelazar nuestros dedos.

— Quiero que me montes… — Dijo en un ronco ronroneo en mi cuello mientras temblaba tan sólo escuchar sus voz deseosa por mí.

—Mmh… — quitó su miembro de mi interior para reposar su espalda contra el futón, avergonzado me subí a sus caderas con la cabeza gacha, no podía mirarlo a los ojos, esto era demasiado vergonzoso.

—Hey… —susurró. — Mírame… —dijo. Alcé mi rostro atiborrado sintiendo como sus manos se posaban en mis caderas y se paseaban por mis tetillas sensibles a su tacto.

Alcé un poco mi pelvis, tomé aquel miembro caliente con cuidado y mientras exhalaba fui introduciendo su pene de apoco hasta que por completo mi ano lo aprisionó. Con descaro deslicé las palmas de mis manos por su vientre y pecho sintiendo el relieve gustoso de sus fuertes músculos mientras, de forma lenta, meneaba mis caderas sintiendo la rugosidad de las venas de aquel miembro ajeno y caliente prisionero entre mis estrechas paredes.

Deslicé mis palmas por su pecho hasta que el cogió una de mis manos e introdujo uno de mis dedos dentro de su boca probándome un cosquilleo que recorrió mi pecho hasta mi glande haciéndolo palpitar rebosado. —Ah... — gemí  excitado arqueando mi espalda en aquella posición mientras alzaba, por inercia, mis caderas para botar en contra su miembro en un sube un baja  lento y tortuoso por la posición que manteníamos. Reita en un arrebato brusco salió de mi interior y me giró contra el futón alzando mis piernas para introducir, sin aviso, su miembro nuevamente en mí. Embistió con fuerza mientras acomodaba mis muslos contras sus caderas sintiendo como aquel choque frenético me partiría en cualquier segundo. Los gruñidos no tardaron en esbozarse mientras un calor abrazador culminaba en mi cabeza haciéndola bullir en un estado febril acompañado de un cosquilleo que recorrió todo mi cuerpo, alcé mi cabeza hacia tras junto a un gemido ahogado en mi garganta sintiendo como mi vientre era bañado por mi esencia y como mi interior se llenaba después de una seguidillas de estocadas certeras.

Aprecié como el pecho de aquel guerrillero oscilaba abatido mientras a gatas se aproximaba hacia mi cara con su respirar errático me observó y tras un dulce beso en mi frente acomodó su rostro en la curvatura de mi cuello intentando que nuestras respiraciones se normalizaran para luego, en plena compañía de la luna, nuestros cálidos sueños fuesen vigilados.

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Abrí mis ojos soñolientos siendo obligado a despegar mis parpados por un travieso rayito de sol que se colaba por las rendijas de aquel cuarto. — Mmh… — Suspiré cerrando mis orbes inútilmente para conciliar un sueño que ya me había sido arrebatado. Con el ceño fruncido giré mi cuerpo entumecido y adolorido hacia mi izquierda encontrándome de lleno  con unos labios de un rosado irreal, estiré mi diestra acariciando su boca de textura como el terciopelo percibiendo como suspiró y su pausado dormir fue interrumpido por mi torpe intromisión. Mis mejillas se sonrojaron cuando sus posos miel se abrieron de apoco encontrándose de lleno con mi rostro avergonzado.

—B-buenos días. — susurré bajito viendo como sus ojos me miraban inexpresivo.

—Mmh… — se estiró girando su cuerpo para aprisionar el mío sobre aquel colchón. —Estas aquí… —Murmuró acariciando con el dorso de su mano una de mis mejillas tórridas.

—Estoy aquí y no me iré, no esta vez… — dije en un suspiro entre cortado  cogiendo aquella mano que acariciaba mi rostro tórrido entre las mías para besar las yemas de sus dedos bajo la atenta mirada de aquellos pardos ojos, quien quitó con lentitud sus mano de mis labios para deslizarla hasta mi pecho acariciando con delicadeza una de mis erectas tetillas, cerré mis ojos esbozando un suspiro el cual fue acallado por su aterciopelada y caliente boca, la cual danzó contra la mía en forma acompasada.

—Ni se te ocurra… jamás dejare que te vayas de mi lado, no otra vez. — habló decidido acercando sus labios, nuevamente hacia los míos en un roce intenso mientras me deleitaba sin pudor, con la textura de su pecho desnudo sintiendo como nuestras bocas apasionadas intensificaban aquel gesto que nuestros labios deseoso, sin pudor se profanaban el amor y las ansias de iniciar un principio sin final.

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 Nota de Autor: 

Gracias por leer y hacer que esta historia que un principio nació como unas ganas “de algo” sin forma se transformase en un lindo fanfic de tan buena acogida. Ustedes, mis lectoras hicieron, que esta historia que un principio tendría un capítulo se transformara en meses y meses de escritura agradable y de un resultado satisfactorio, creo que jamás me cansaré de agradecerles. Simplemente gracias y más gracias.

 

¡Nos leemos hasta la próxima!

Notas finales:

¡Chica! gracias a quienes me siguieron en este fic hasta el final, sin leidas y comentarios de verdad que esto, tan bonitu no hubiera continuado C':

bueno las dejo mis bonitas, espero que les haya gustado el final, sin más me marcho a esperar sus apreciaciones en un Review~

nos leemos~


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