Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Amor en época Edo por koru-chan

[Reviews - 90]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Amor en época Edo


by koru


Capítulo 3: No todas la personas son malas


-Reita


Detuve el lento galopar de mi corcel bajo un manto de un cielo petroleado cargado de estrellas  titilantes que destellaban mi paso aquella madrugada. Mis cinco sentidos estaban al cien por ciento, escuchaba el viendo como silbaba furioso a mi espalda y con este las ramas de los empinados arboles se mecían sin compasión.


Oí el quejido  de hojas y ramas secas desfragmentarse en el suelo por unas furiosas pisadas de un fornido animal que se abalanzaba de forma frenética hacia el sendero, por el cual transitaba con suma calma. El resoplido furioso de las fauces del animal al ser detenido por su jinete fue lo primero que percibí entremedio de la lúgubre sombra de los árboles, agudicé mi vista viendo como aquella silueta montada le daba órdenes con las riendas para que caminara de forma lenta, mientras el caballo resoplaba molesto por acotar los decretos de su amo. Las fauces del corcel fueron dándose a relucir, producto de su monótona marcha, siendo bañando totalmente por la claridad que brindaba el despejado manto cubierto de brillantes luces naturales.


– Motou. – articulé al ver su rostro salir de aquella oscuridad. Sintiendo como una fuerte ráfaga de viento mecía nuestros cabellos y la corriente del río se ondeaba con más furia. Lo miré con ira, ahora las sospechas eran claras; él había sido el causante del revuelo por los supuestos invasores la tarde anterior, Uno de mis hombres era el culpable. –Tsk.–


– ¿Qué? Me sermonearas ¿mocoso? – me miró altanero.


– Tú fuiste… ¡TÚ ERES EL CULPABLE! ¡Tú nos defraudaste! –  hablé colérico cargado de impotencia por la soberbia carcajada de aquel hombre que peleó con nosotros en incontable Guerrillas, y que ahora nos traicionaba.


– Y todos estaban cagados de miedo ¿no?– reflejó en sus labios agrietados y resecos una sonrisita burlesca. –…Me pareció divertido ver el pánico en sus ojos. Veo que tienes a tus hombres bien entrenados…–  ironizó burlesco mientras aplaudía haciendo eco en todo el silencioso lugar que poco a poco se iba a aclarando. Vi como golpeteo uno de los costados del furioso animal emprendiendo una marcha desafiante hacia mi persona.


– Temo que no te puedo dejar pasar. – dije firme. Aquel hombre de sonrisa socarrona me miró de forma perversa cogiendo su katana y en un movimiento rápido la abalanzó contra mí ondeando la hoja pulcra de su arma contra mi rostro, giré vertiginosamente mi caballo golpean los costados de mi montura para interponer mi corcel en su camino; su objetivo era huir de la aldea y de la reprimenda que le esperaba por sus actos terroristas contra sus propios compañeros.


Detuve el galopar cogiendo una de mis mejillas, la cual sangraba por una reciente cortada provocada por el filoso acero de mi adversario, sisee levemente removiendo con la manga de mi kimono cualquier rastro de sangre de mi pómulo.


– Cuidado… no te confíes niño. – habló riéndose mientras se bajaba de su caballo. – Me quería marchar sin hacer tanto escándalo; matarte no estaba en mis planes. – habló colocándose en pose de ataque. Imité sus acciones, con movimientos lentos bajé de mi cuadrúpedo compañero  sin apartar mis ojos afilados de su persona, mientras estudiaba cada uno de sus tópicos movimientos que conocía al luchar en incontables contiendas; conocía sus puntos débiles, tanto como él conocía los míos.


Desvainé mi letal espada apegándola a mi costado izquierdo mientras me daba impulso con mis pies para correr hacia mi oponente. – ¡Agr! – gruñí al escuchar como aquel hombre de bajo rango frenaba mi golpe certero haciendo que el choque de los metales nos hiciera retroceder.


–Nada mal, Motou. – hablé agitado pasando el dorso de mi mano por mis labios. Mi oponente sonrió malicioso.


– He practicado. – informó de forma cortante. Yo simplemente alcé una de mis cejas interesado queriendo ver que tan fuerte se había vuelto uno de mis hombres.


–Entonces será divertido. – sonreí de medio lado posando ambas manos en el mango de mi mortal arma viendo como mi contrincante se echaba a correr como maniático hasta mi cuerpo para darme un golpe, el cual esquivé a escasos segundos que su corte diera en mi cuello. Giré mi cuerpo  golpeado con mi codo en la columna de mi oponente derribándolo.


– No sueñes en matarme, nunca lo conseguirás. – me burlé viendo como se levantaba de la tierra colérico.


– ¡Aaaghhhhh! – exclamó en un grito de ataque aproximándose a mi cuerpo en una veloz corrida. Posicioné mi espada delante de mi cuerpo para contraatacar a mi contrincante, este con una sonrisa esquivó el  ataque sin problemas.


– Deberías esforzarte más, niño– exclamó con sonda aquel hombre fornido. Hice una mueca divertida para pasar a poseer un ceño cada vez más fruncido, teniendo en la mira a aquel samurái de rango menor; sin dudas era competitivo; estaba cegado en cumplir su meta: matarme y no pagar una alta cuota por sus hechos.


El metal de las espadas chocando entre sí hizo que todo alrededor de aquel llano sendero se volviera silencioso mientras nuestros pies danzaban sobre la tierra arenosa bajo nuestras sandalias de paja, era similar a una corografía; sabíamos cada uno de nuestros movimientos. Le sonreí apartándome de su cuerpo para girar en mi eje y en un movimiento rápido me coloqué detrás de su espalda moviendo una de mis extremidades con destreza para golpear su fuerte tobillo clavado en el plano, provocando que mi oponente cayera de forma abrupta sobre la tierra humedecida por el sereno.


– ¿Qué decías? – me burlé dándole espacio para que se levantara mientras me miraba con molestia. –Ríndete, matar a alguien de mi rango te será imposible. – le dije divertido haciendo una seña con mis manos para que se pusiera de pie. Nuevamente tomamos posiciones para danzar con destreza sobre la tierrilla polvorienta que pisábamos con furor, adelantándonos, esquivando y dando golpes con nuestras almas de filoso acero empuñas en nuestras manos. Mi pie izquierdo retrocedió, giré la katana entre las palmas de mis manos para luego empuñarla con fuerza y adelantar el metal hacia mi oponente quien esquivó con maestría aquella filosa hoja haciéndome fruncir el entrecejo; mi adversario era fuerte, pero no lo suficiente. Aquel samurái sonrió limpiando sus ropajes para correr con frenesí hacia mi cuerpo agitado, atacándome sin darme aliento, esquivé con excito mientras nuestras miradas se cruzaban; furia latente podía apreciar en sus ojos marrones. Lo observé sin perder la postura de ataque, ambos jadeábamos; el cólera era más fuerte que el agotamiento que sentíamos. Aquel hombre macizo se adelantó hacia mi haciendo que los metales chispearan por la fuerza ejercida mientras que con una risita burlesca en los labios me miraba, ya, victorioso. – No cantes victoria antes de tiempo – gruñí impulsando mi cuerpo hacia el frente con todo mi peso, haciendo que este perdiera el equilibrio y su preciado sable.


Me posé sobre su abdomen  aprisionando sus manos sobre su cabeza escuchando aun como vibraba el metal de su espada clavada en un viejo tronco tras mi espalda. Alcé mi brazo derecho haciendo relucir la punta de mi metalizada y letal  espada empuñada firmemente, viendo como la mirada de aquel hombre me penetraba de forma desafiante; sin temor, manteniendo un deje de malacia en sus labios.


– Suzuki…  Todos sabemos que no eres capaz de matar a nadie, terminemos con este espectáculo barato. – habló arrogante. Fruncí el ceño sintiendo como la fresca briza matutina nos acechaba en aquel silencioso lugar a unos metros de un río de estero, el cual corría su curso con normalidad ignorándonos.


– Tienes razón, no soy como tú. – exclamé con simpleza alzándome de su regazo. El individuo se puso de pie en un rápido movimiento cogiendo su arma empuñándola nuevamente entre sus manos. Corrió hacia a mi sin darme tiempo de alejarme lo suficiente obteniendo un escabroso corte en mi antebrazo derecho, miré como mi sangre emanaba a gorgotees y rápidamente cubrí la zona con mi mano izquierda mientras esquivaba los cegados cortes al aire que daba aquel desquiciado hombre quien sonreía demente con cada abanicada que daba con el metal.


Posé mi espalda en un viejo robre apartando mi rostro hacia un costado sintiendo el vibrar del material contra la madera añejada. Aquel desquiciado hombre jaló su arma del tronco apoyando la filosa y fría hoja sobre mi rostro pálido por falta de sangre.


–Así que… este es tú… – observé sus facciones de aspecto lascivos mientras hablaba victorioso por tenerme acorralado, herido y vencido. Mi mente trabajaba rauda en idear algún plan para escapar de su siguiente ataque; estaba debilitado, pero no me dejaría vencer tan fácilmente.


– ¡AAAHHH! – percibí como las avecillas situadas sobre las altas ramas de los arboles emprendían vuelo asustadas por un fuerte grito procedente del río, se apreciaba lleno de desesperación y angustia. Vi como mi contrincante alzaba la vista buscando el origen de aquel quebrado sollozo lleno de impotencia. Aproveché aquel instante de distracción para  golpear aquel satírico  hombre con un certero golpe en su estomago, quien se echó al suelo por terrible dolor que martirizaba sus entrañas, un segundo golpe detonó un momentáneo desmayo, el cual me daría tiempo para buscar ayuda y ver que ocurría cerca del río.


Caminé con rapidez hacia el costado de aquel manto de aguas cristalinas, de tonalidad turquesa que brillaba de forma serena con los primeros y delicados rayos aquella mañana. Vi como una silueta de kimono azul oscuro golpeteaba con furia y refregaba su piel lechosa, casi translucida al ser bañada con la luz mañanera del sol emergente.


Sin dudas, era él. Vi como se quitó aquella amplia prenda dejando que esta flotase río abajo manchada y estropeada. Su pequeño cuerpo se arrodilló en la aguas translucidas, las cuales le llegaban hasta el pecho y veía como nuevamente fregaba su piel machacada intentando limpiar su estropeada alma.


Me adentré de forma lenta al río sintiendo como mi brazo me escocía y no paraba su sangrado. Con cuidado quité mi obi para despojarme de mi kimono un tanto sucio y manchado por la reciente disputa.


Cubrí su cabeza con aquella tela viendo como su delgado cuerpo tiritaba bajo las aguas. – Está manchado, pero te cubrirá bien. –hablé firme. Sintiendo como una ráfaga de fresca briza mecía sus humedecías hebras rubias, vi como con temor cogió la delicada tela de mis ropajes entre sus temblorosas manos.


– Gra… gracias. – su voz sonaba quebrada y marchita.


– Por favor, vuelve a la cabaña… Shiro debe estar preocupado. – hablé sin quitar mi vista de aquella pequeña figura que no me mostraba su rostro magullado y sollozante. Suspiré dándome media vuelta dispuesto a salir de aquel frio manto de agua dulce.


– Por qué… ¡¿por qué haces esto…?! – giré sobre mis talones viendo por primera vez sus ojos de un claro celeste intenso; aun más que el estero. Sin pensarlo me acerqué a su tembloroso cuerpo que mantenía su mirada firme pero que se podía percibir el temor evidente y la latente fragilidad que emanaba aquel chiquillo.


Cogí la tela de mi kimono que ahora estaba sobre el pequeño, crucé los ropajes sobre su pecho marcado por hematomas y vi como sus ojos derramaban lágrimas silenciosas.


–Deja que te ayudemos. – le sonreí quitando aquellas lágrimas con mi dedo pulgar, el menor bajó su rostro como si meditara mis palabras.


– ¿Por qué…?– murmuró.


– Porque no todas las personas son malas… – respondí viendo como sus ojos se volvían a posar en mí, y específicamente sobre mi antebrazo, el cual continuaba brotando sangre manchando aquella pura y delicada agua. Vi como el muchacho de alzó de las aguas cubriendo su desnudes con recelo acercando una de sus manos hacia mi brazo, el cual no alcanzó a tocar porque yo lo cubrí con mi mano derecha.


– Estoy bien. – dije seguro sintiendo a cada paso que daba como me sentía más y más debilitado por la falta de sangre. Me tambalee un poco apreciando como su pequeño brazo rodeaba mi cintura  para ayudarme a caminar.


Mi vista estaba nublosa una vez que pisamos tierra a la orilla del estero, pero no me podía ir y dejar al maldito traidor ahí, él debía pagar. – Sabes volver a la cabaña, ¿cierto? – sujeté los escuálidos hombros de aquel niño rubio viendo como asentía con vehemencia al ver como mi estado era verdaderamente grave. – Ve y avísale a Shiro… que… –  miré extrañado como los ojos de aquel chiquillo irradiaban terror desconcertado tras mirara sobre mi hombro izquierdo.


– Nos volvemos a ver puta. – escuché la voz de Motou detrás de mí, la cual por mi debilidad no había logrado captar que con sigilo se acercaba hacia nosotros y sin previo aviso clavó de una estocada su katana en uno de mis omóplatos haciendo que callera desplomado sobre el pecho del pequeño quien me sujetó con aprehensión haciéndome percibir como su cuerpo temblaba sin control; estaba paralizado por el miedo.


“Demonios, éste no puede ser el fin…” fue lo último que pensé.

Notas finales:

Cap-3

¡Bonitas!

Siento que agradecerles es poco por siempre apoyarme con lindos comentarios y leidas a mis fics, como siempre !GRACIAS! son las mejores c:

este capitulo me costó escribirlo, siento que me falta algo de estres(? para escribir rápido u-uU

Espero que nos leamos en el próximo capitulo, ya veremos que ocurrirá, esto irá lento, asique no me odien ;D

besitos hermosas y nos leemos!

:3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).