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Seventh tier por Akii Siixth

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Notas del fanfic:

Para Shiu con todo mi amor gay :')  ♥.

Ojalá te guste :3.

Notas del capitulo:

Hola c:

Vengo a publicar esto súper rápido XD.

Lo debía hace tiempo y hace unos días pude terminarlo. me quedó tan largo que decidí hacerlo en dos parte. Probablemente el miércoles subo la última.

Por ahora, espero disfruten de esta parte ;).

Séptimo nivel

 

Pienso en ti cada que veo al difuso arcoíris en el cielo. Me hace flotar.

¿Podemos vernos de nuevo algún día?

Incluso ahora, bajo el cielo roto, no puedo olvidarte.

De nuevo estoy atascado en ese lugar.

 

Hoy llueve como aquella vez, debe ser toda una treta del destino. No puede ser coincidencia, hace tres años que llueve este día… como si el cielo no quisiera que lo olvidara.

            Tengo una costumbre, nunca lloro frente a los demás. Me siento débil y estúpido; pero soy una persona muy sensible y de vez en cuando necesito hacerlo. Parecerá tonto, pero lo hago cuando llueve.

            Siempre que llueve salgo a caminar por allí y si necesito llorar, lo hago. Nadie se daría cuenta, todos pensarían que es la lluvia la que ha empapado mis mejillas mas no mis lágrimas. Solo ha existido una persona que lo ha notado. Solo una persona de las tantas que me rodean, lo «gracioso» de todo es que él era un completo extraño. Ni siquiera mi madre se daba cuenta.

            He tenido tiempo para reflexionar que, a lo mejor fue la absurda situación en la que lo conocí la que lo llevó a pensar que yo lloraba. En realidad sí lo hacía, pero por supuesto se lo negué, era un chiquillo idiota.

            Todos los días, desde hace tres años regreso a este lugar. Sonará estúpido y probablemente si le contara a alguien la razón me creerían idiota, un chico que no sabe más que perder el tiempo en cosas burdas. Pero, para mí, este lugar es especial. Fue donde lo conocí aquella vez. Y sí, regreso teniendo la esperanza de encontrarlo de nuevo… aunque es muy probable que jamás suceda.

 

                                                                                    En el momento en que mi amor se desvanezca, el cielo no llorará más conmigo.

           

Cuando contaba con dieciséis años, recuerdo que la guerra estaba en su punto máximo, mi padre había decidido ser partícipe del combate, había arrastrado a mi hermano con él y a mí me dejaron para cuidar de la vida de mi madre y de la seguridad de la casa. Mi mejor amigo también había emprendido viaje con su padre y hermanos, así que estaba relativamente solo.

Mis padres se dedicaban a la siembra. Cuando mi padre y hermano se marcharon, el trabajo sobre mí se triplicó; mi madre no podía hacerlo todo sola, y por supuesto yo no iba a dejarla, me levantaba temprano, cuando el alba apenas podía apreciarse, para comenzar a arar la tierra y luego a plantar el arroz, y algunas verduras que cosechábamos. Limpiaba, luego, el terreno de malas hiervas y abonaba. Recogía las cosechas, si es que había, todo eso mientras mi madre iba dentro del pueblo a intercambiar  nuestros productos por lo que necesitábamos, desde ropa, calzado, otra clase de alimento, carnes, pescado, frutas y más verduras que nosotros no cosechábamos.  Y así, durante tres meses había sido mi rutina.

            Mi problema radicaba en las tardes-noches, no tenía nada que hacer. Generalmente, en tiempos «normales» mi padre nos contaba historias, a mi hermano y a mí, mientras mi madre cocinaba, o salía a andar con Kai, mi amigo, por allí en el pueblo. En aquellos días me di cuenta que la soledad es el peor castigo que el ser humano podría sufrir.

            Mi madre me alentaba a que fuese a pasear por el pueblo, pero la idea de ir solo no me apetecía en lo más mínimo. A veces me aburría tanto que le pedía a mi madre que me dejara ayudarla en la cocina. Estando mi padre jamás habría podido. Para él los hombres no hacen eso. Y, al parecer, mi madre tenía un pensamiento similar, pues llegó un día en que me obligó a salir y despejarme de todo. Tuve que aceptar ya que no me gustaba llevarle la contraria.

            Salí al patio, caminé por el sembradío, fui al pueblo y vagué por allí. Saliendo del pueblo, había una zona boscosa que, cuando niños, mi hermano y yo frecuentábamos bastante. Aunque ya llevaba años sin hacerlo.

Mientras llegaba a un terreno un poco inclinado, comenzó a llover. Estaba en un prado abierto, no había ni siquiera un árbol donde pudiera cubrirme, ya los había dejado bastante lejos. Pero pronto reparé que cerca de una especie de peñasco había un árbol, era el único que se veía en metros. Casi corrí para llegar hasta él. La lluvia arreciaba, como si de un diluvio se tratase, la protección del árbol era inútil, me seguía empapando. Decidí entonces disfrutarlo, no era como que me disgustara tampoco.

No supe en qué momento me acerqué al borde del peñasco, solo fui consciente de ello cuando la brisa me golpeaba fuerte en la cara, como si me pidiera despertar y ser consciente de mi horrenda existencia. Estaba solo, mi madre era buena compañía... pero me sentía solo, de hecho, siempre lo había estado. Incluso rodeado de muchas personas. Siempre una parte de mí se sentía como si no encajara, como si viviera siempre en mi peor miedo: la soledad.

Sin ser consciente totalmente, comencé a llorar, era tonto, no tenía ni la más mínima intención de hacerlo, pero mientras la lluvia caía, mi llanto también fluía.

Mientras seguía viendo cómo el agua caía sobre el lago debajo del peñasco, me había inclinado sin darme cuenta mientras sollozaba sin razón aparente. No sé qué tan inclinado estaba, pero de un momento a otro sentí cómo alguien me sostenía por detrás y me gritaba «¡No lo hagas!», como si aquella persona hubiese pensado que yo eran tan cobarde —o tan valiente— para quitarme la vida por mí mismo.

Ambos caímos al suelo, aunque yo me aparté de inmediato, me di la vuelta para ver a mi «salvador». Era un joven de cabello negro, tenía una expresión de profundo terror en su rostro o eso creo, no lograba verlo bien, la lluvia y las lágrimas habían empañado mi vista.

—¿Qué haces? ¿Por qué quieres quitarte la vida? —Escuché por sobre la lluvia. No negaré que aquel tono de preocupación me hizo gracias por unos instantes, pero luego tuve que serenarme, no cualquier persona se preocuparía de tal manera por un extraño.

—No quería hacerlo —grité al igual que él lo había hecho—. No quería quitarme la vida, solo estaba observando el lago que hay allá abajo. —De pronto vi como aquella persona se relajó al escuchar mis palabras, incluso hasta lo vi sonreír un poco. Yo me levanté y volví nuevamente a «refugiarme» bajo el árbol.

 

Mientras la lluvia caía, me di a la tarea de analizar al que estaba conmigo. No lo había visto nunca, así que supuse que era un viajero —el pueblo era relativamente pequeño, casi que conocía a todos lo que allí vivían—, por sus vestimentas podía adivinar que era alguien sencillo, de una posición social como la mía, llevaba una pequeña bolsa en sus manos —supuse que eran sus pertenencias—, se había quedado recostado bajo el árbol y observaba el cielo como si fuese la cosa más interesante del mundo. La lluvia se había calmado, ya solo una pequeña llovizna quedaba. Yo no le había apartado la mirada aquel extraño. No puedo decir a ciencia cierta qué era lo que le veía, pero no podía dejar de hacerlo.

—Ya dejó de llover. —Lo escuché decir en algún momento. Ligeramente elevé el rostro para percatarme que era cierto, apenas estaba despejado—. Será mejor que regreses, creo que lloverá de nuevo. —Me quedé un momento más viendo el cielo, luego desvié mi mirada hasta él ¿por qué tanta preocupación por mí?

—¿Quién eres? ¿Por qué te intereso tanto? —cuestioné. Aquel extraño solo me sonrió.

—¿Por qué llorabas hace rato? —Su pregunta me tomó por sorpresa, es que ¿cómo se había dado cuenta? Estaba lloviendo...

—No lloraba —dije lo más seguro que pude—, era la lluvia. —Me levanté del suelo con intenciones de marcharme, no me gustaba la forma en la que estaba siendo interrogado, menos por un completo extraño.

—Un arcoíris. —Ya había avanzado unos cuantos pasos, cuando escuché sus palabras me di la vuelta para poder contemplar que en efecto se había formado un arcoíris. No era muy grande y no era muy visible, pero aun así me parecía hermoso—. Eres el séptimo. Por eso me preocupo. —Tales palabras me obligaron a encararlo, no sabía de qué hablaba y no quería descubrirlo. Comenzaba a darme miedo.

—No sé de qué habla, debo irme. Muchas gracias por su ayuda... —dudé—. Adiós. —Salí corriendo de esa situación extraña, no sabía por qué de un momento a otro la mirada de aquel joven me había producido lo que yo catalogué como miedo en aquel entonces. Era tan profunda y penetrante, casi sin brillo y sin ninguna chispa de vida, eso y acompañado por sus palabras me dejaron helado por un momento.

Cuando llegué a casa mi madre me esperaba con ropa seca y un baño caliente, estaba preocupada por mi repentina desaparición y más por la lluvia. Yo en cambio no podía decidirme si contarle sobre aquel sujeto extraño que creyó salvar mi vida. Al final decidí dejarlo pasar, no creía que iba a encontrarme con ese hombre de nuevo.

 

El séptimo milagro que veo cuando aprecio el cielo,

Viene de ti.

.          

Pasaron tres días en los que no salí a ningún lugar, me quedaba en el campo trabajando más tiempo del que acostumbraba, aquella lluvia nos había tomado por sorpresa, se suponía que aún no era el tiempo del invierno, pero estaba trabajando en que las cosechas se dieran bien.

Comenzaba a verse el ocaso cuando regresaba a casa con dos cestos llenos de nuestras cosechas, iba contento pues sabía que nos serían útiles. Por el pueblo andaba un mensajero pidiendo víveres y ropas para los que estaban en la batalla. Mi madre me dijo que aprovecharíamos a enviarles cosas a mi hermano y mi padre. Ellos estaban bien, nos había llegado una carta de mi hermano explicándonos la situación, al parecer se había calmado un poco, pero no debían confiarse pues el enemigo podría atacarlos en cualquier instante.

El solo pensar en verme envuelto en esa clase de trifulcas me enfermaba. No me imaginaba a mí mismo blandiendo una espada y matando a otras personas. Mi madre siempre me decía que yo era un chico especial, mi hermano me decía cobarde y es muy probable que lo sea, pero preferiría una y mil veces cocinar con mi madre que salir a cazar con mi padre. La violencia no era algo que yo disfrutara.

 

Pocos pasos antes de entrar en mi casa, escuché risas dentro y no era solo la de mi madre, curioso abrí la puerta despacio para que, quien estuviera dentro, no notara mi presencia, aunque de nada sirvió ya que mi madre estaba muy cerca de la puerta, frente a ella se encontraba un tipo al cual, en primera instancia, no pude verle el rostro. Saludé cuando me adentré, fui a la cocina a guardar lo recogido en el campo y regresé hasta donde se encontraba mi madre. Ella seguía riendo, al parecer aquel tipo le contaba cosas graciosas. Cuando llegué cerca, pude ver el rostro del hombre, que ahora tenía de frente, era el mismo que me había «salvado» cuando según él intentaba suicidarme. Me quedé inerte por unos segundos, cuando su mirada se cruzó con la mía, esa no era precisamente para asustarme, más bien era cálida, muy cariñosa. Pero con tan solo volverlo a ver y recordar sus extrañas palabras no podía evitar sentirme asustado. Más si ese extraño llegaba a mi casa y se ponía a platicar con mi madre de aquella forma.

—Taka, acércate. Voy a presentarte a este amable muchacho —dijo mi madre, solo sus palabras pudieron hacer que apartara mi vista de aquellos ojos. Me acerqué a mi madre con nítida lentitud, como si supiera que al menor movimiento brusco algo malo pasaría. Me senté a su lado y no fui capaz de volver a cruzar miradas con él—. Él es Kaoru, es un viajero y me ha ayudado esta mañana en el pueblo. He cambiado muchas cosas para enviarle a tu padre y hermano y este joven muy amablemente se ha ofrecido a ayudarme ya que yo no podía con todo. —Miraba a mi madre que tan animada me contaba aquello, cada vez que mencionaba al tal Kaoru lo señalaba y le dedicaba una mirada de gratitud. Él tan solo asentía algo apenado por tanto alago.

—Yo pude haberte acompañado si me lo hubieras pedido, madre —señalé luego que ella terminara de hablar.

—No sabía que iba a traer tanto, además necesitaba que estuvieras en el campo. —Guardé silencio y me giré hasta Kaoru. Él me sonrió e hizo una pequeña reverencia.

—Mucho gusto —dijo después. Yo le devolví la reverencia, dubitativo.

—Voy a preparar la cena. Ustedes conversen, ojalá el mensajero venga pronto.

Mi madre se levantó dejándome solo con el extraño. Él se limitaba a jugar con un colgante que llevaba en su cuello, parecía ser una piedra en forma circular de color azul muy oscuro.

—Es bonito ¿verdad? —Aparté mi vista del collar avergonzado.

—Sí —contesté, pero no volví a verlo.

Un silencio incómodo reinó entre nosotros. No podía describir lo raro de la situación, me sentía inquieto con la presencia de Kaoru, creía que no era coincidencia que él estuviera en mi casa, que hubiera ayudado a mi madre. Lo que me dijo aquel día, que aunque no entendí, tenía que ver con su presencia. Estaba muy calmado, siempre con una sonrisa casi insultante en sus labios. Comenzaba a aterrarme.

—Hijo, ayúdame a preparar las cosas para tu padre y hermano, el mensajero no tardará en llegar. —La alegre voz de mi madre hizo que me distrajera de mis propios pensamientos, me levanté a ayudarla, aunque lo que quería era alejarme de aquel extraño. No pude hacerlo ya que él también se levantó a ayudarnos. Mi madre había tejido mucha ropa, tanta que hasta se me dificultaba caminar, no podía ver el camino. Debía doblar toda esa ropa y hacer que cupiera en las bolsas que había dado el mensajero, se suponía que no podíamos rebasar el contenido de las dos bolsas que se nos habían entregado, cosa que yo no veía muy probable pues mi madre pensaba enviarles muchas cosas—. Haz que quepa todo —dijo retirándose a la cocina de nuevo. No pude evitar reír ante su comentario. Debía hacer un milagro para que todo cupiera perfectamente.

 

Mientras yo libraba una batalla con la ropa, Kaoru se dedicaba a escoger y guardar las frutas y verduras, y otra clase de alimentos, que serían idóneos para el viaje. De vez en cuando lo miraba disimuladamente, no quería que me descubriera observándolo de nuevo. Era tan extraño que mi madre confiara en un tipo cualquiera, al grado de meterlo a casa, ella siempre era muy desconfiada —y al parecer me había enseñado a ser así—, pero parecía ser que con Kaoru sentía confianza, cosa que yo no. No era normal encontrarlo dos veces y ambas de forma tan fortuitas… era como si nos estuviera espiando.

—¿De dónde vienes, Kaoru? —Me animé a preguntar minutos después. Me pareció ver que su sonrisa perenne se ensanchaba ante mi cuestionamiento.

—De muy lejos —contestó aun sonriendo, como si se burlara de mí.   

—¿Y qué haces aquí, «tan lejos» de donde vives?, especialmente en mi casa, ¿me sigues acaso? —repliqué en tono duro, a él parecía hacerle mucha gracia mi tono pues cada vez ensanchaba más su sonrisa y a mí me molestaba más.

—No te sigo, es solo una agradable coincidencia encontrarte de nuevo. Con respecto a qué hago aquí, es simple, Taka, estoy buscando a alguien. —Con una insultante confianza me decía aquello, como si llevase años tratándome.

—Este lugar es pequeño, si la persona que buscas estuviese aquí, ya la habrías encontrado, así que me temo que tendrás que irte.

—Taka, no seas grosero, es un invitado y se quedará el tiempo que estime necesario. Ha viajado desde muy lejos y ha sido muy amable con nosotros. Lo menos que puedo hacer es ofrecerle un lugar donde pasar la noche. —Mi madre había aparecido de la nada reprendiéndome por mis palabras. No tuve más remedio que quedarme callado y seguir con mi tarea. Me falta doblar la mitad de la ropa y ya tenía la bolsa casi llena, al parecer el milagro no se manifestaba. Además debía parar ya que mi madre llegaba con la cena. Yo no fui más ágil que Kaoru, él se levantó a ayudar a mi madre con los platos, ganándose más puntos con ella e irritándome más a mí.

—Esa persona que buscas debe ser muy especial, ¿verdad, Kaoru? Para venir de tan lejos debe serlo —comentaba mi madre en medio de la plática que sostenían hacía unos minutos. Yo me mantenía al margen, solo me dedicaba a mirar mi comida y escucharlos, no quería que me hicieran parte de su charla.

—Sí, de hecho es una persona muy importante. Hace mucho tiempo que la perdimos de vista y la necesitamos de regreso.

—Debe ser angustiante no encontrarla. ¿Hace cuánto que la buscas?

—Muchos años como para recordarlo. No me he sentido desesperado, solo ansioso de volverla a ver.

—La encontrarás pronto. Sé que la guerra dificulta las cosas, ¿estará en combate?

—No —se rio—, la persona que busco no tiene sangre guerrera, es más seguro que esté refugiada en algún pueblo.

—Me alegro, es angustiante saber que alguien que quieres está en el campo de batalla. —Un suspiro acompañó aquellas palabras de mi madre. Sabía que ella más que yo la pasaba mal con la situación en la que nos encontrábamos.

—Su familia estará bien, deben ser hombres fuertes y valientes, se necesita mucho valor para ir allá —comentó el «intruso», cada vez se ganaba más la confianza con ella,  ya que, aparentemente, se le hacía fácil simpatizar con ella.

—Sí, lo son. Son hombres valientes y estoy convencida que regresarán, pero no puedo evitar preocuparme por ellos.

—Eso es normal. Mo saber dónde están las personas que más quieres es angustiante.

La conversación se volvió más alegre luego de dejar ese tema. Mi madre reía como llevaba meses sin escucharla. Kaoru tenía labia, se manejaba bien con las palabras, incluso me había encontrado a mí mismo atento ante sus anécdotas que hablaban de los viajes que había vivido antes de llegar a nuestro pueblo. Probablemente pasó horas hablando. Ya todo estaba en silencio y mi madre cada vez se preocupaba más por el mensajero, ya era tarde, al parecer se había olvidado de pasar por nuestra casa.

—No se preocupe, yo puedo llevárselo. Después de todo debo conseguir un cuarto donde pasar la noche —comentó Kaoru luego de que mi madre manifestara su angustia por cuarta vez en menos de una hora y no era para menos, ya era demasiado tarde.

—Según escuché, el mensajero partirá mañana por la mañana. Tenemos tiempo aún —intervine por primera vez en horas.

—Por favor, hay que entregarle estas cosas a ese muchacho para que la lleve con mi familia y Kaoru, no tiene que buscar un lugar dónde pasar la noche. Puede quedarse aquí cuanto necesite. El cuarto de mi hijo mayor está desocupado por el momento. Así que, pueden ir a la posada  y luego regresar.

—¿Pueden? —susurré consternado, no quería acompañar al sujeto ese, pero estaba claro que mi madre deseaba lo contrario.

—Sí, Taka, acompáñalo por favor. Si tú vas regresarán pronto. —Asentí, no iba a comenzar una argumentación con mi madre, llevaba las de perder, pero una cosa era que invitara a gente extraña a comer y otra era lo que estaba haciendo, a Kaoru prácticamente lo había invitado a vivir con nosotros, deseaba que ese tipo en verdad fuese buena persona. No quería ninguna sorpresa.

 

 

Traté de poner mi mejor cara durante el trayecto. Kaoru había dado la idea de llevar las cosas en una pequeña carreta con que contábamos en casa, él la empujaba mientras yo iluminaba nuestro camino con una pequeña lámpara de aceite.

Avanzaba a pasos acelerados, quería estar de regreso en casa lo más pronto posible. Kaoru iba unos cuantos pasos tras de mí, lo veía de vez en cuando y siempre estaba distraído en algo.

Sin darme cuenta habíamos llegado a la posada del pueblo, toqué la puerta y la señora Fuwa abrió la puerta, era la encargada del lugar.

—Takanori, ¿qué haces por aquí tan tarde? —Fue su recibimiento, yo le sonreí un poco  para luego comentar:

—Vengo buscando al mensajero que llevará ropa y alimento al campo de batalla, supuse que estaría aquí.

—Sí, él está aquí. ¿No pasó por tu casa? —Ante una negación mía continuó—. Qué extraño, debió olvidarlo. Voy a llamarlo, espera. —Asentí. La señora Fuwa cerró la puerta mientras iba a buscar aquel tipo. Momentos después la puerta se abrió, pero ahora era el mensajero, se veía cansado.

—La señora Fuwa me ha contado, disculpa, me olvidé totalmente de pasar por tu casa. Agradezco que vinieras hasta acá.

—No hay de qué y no se preocupe. —Me hice a un lado para poder entregarle las bolsas. Kaoru acompañó al hombre a dejar las bolsas a su cuarto y luego volvió ante mí siempre sonriendo. Me di la vuelta y emprendí camino de regreso, él tomó la carreta y me siguió.

Ya todo estaba en calma, yo no podía escuchar algo más allá que el sonido de la carreta mientras se arrastraba por el suelo y sus ruedas chocaban contra las piedras de vez en vez.

No entendí aún por qué mi madre había invitado a ese tipo a vivir con nosotros, no lo conocía más que algunas horas, no sabía nada de él, todo lo que le contaba podría ser una vil mentira. Se suponía que mi padre me había encargado cuidarla y yo no lo estaba haciendo.

—Quiero saber —murmuré, no sabía muy bien qué palabras usar para confrontarlo, pero aquel murmullo había llamado su atención—. Quiero saber por qué estás en mi casa, por qué acercarte a mi madre —continué en un tono más alto—, ya habrás visto que no tenemos mucho. Así que si eres un ladrón, desiste y vete a otro lugar.

—No lo soy —contestó increíblemente rápido.

—Como si un ladrón aceptara serlo —contraataqué.

—Me creas o no, no lo soy. Es verdad lo que le he contado a tu madre, simplemente ando en busca de alguien. Pero si te molesta tanto, yo puedo irme, no hay problema, lo menos que quiero causar son molestias.

Maldije interiormente a ese tipo, pero más me maldije a mí mismo por pensar que si le decía que se fuera mi madre se enojaría conmigo.

—No —dije suspirando—, si ella cree en ti, no tengo más remedio que aceptarte, pero al menor comportamiento extraño, te boto y no me importará si ella se enoja conmigo. Podré no ser muy fuerte, pero no dejaré que le hagan daño.

—Eres un buen hijo —comentó de repente con su sonrisa boba, me alteraba mucho.

—Deberías irte rápido de este pueblo, acá vive poca gente, te lo digo una vez más, te darás cuenta si quien buscas está aquí o no —comenté  antes de entrar a casa, él se dirigió a guardar la carreta donde estaba en un principio, escuché un murmullo de su parte, pero no logré entender qué decía. Yo me quedé parado un momento allí, esperando a que tal vez lo repitiera; pero no lo hizo, traté de no darle atención y me adentré a casa. Pesaba que su estadía no sería larga ni peligrosa.

 

Seguramente es mi culpa por juntar tanto tu color y hacer que nuestro amor se hiciera lodo.

Arrebaté el tiempo que pasamos juntos.

 

El tiempo pasó sin que me diera cuenta. Tal vez eran dos, tres, o cuatro semanas las que había pasado desde que Kaoru se hospedaba en casa, no lo sé. En algún punto me había acostumbrado a su alegre y cálida presencia. Me resultaba difícil aceptar al principio que  le había tomado cierto cariño; era tan interesante escucharlo hablar mientras me ayudaba con el sembradío, casi siempre dejaba que sus palabras acariciaran mis oídos mientras cerraba los ojos. Era tan tonto en esos momentos, pero nunca había conocido a alguien que contara cosas tan maravillosas, casi me animaba a ser viajero como él cuando la guerra acabara. Claro que estaba consciente también de las carencias que padecía, muchas veces pasaba hambre o le tocaba dormir en la intemperie, pero escuchar tal emoción en sus palabras me despertaba la curiosidad, conocer el mundo no estaba en mis planes, pero era una opción que estaba tomando fuerza.

Había tomado la costumbre de pasear por los alrededores en las tardes hasta el anochecer. Kaoru me acompañaba siempre. Muchas de las veces solo vagábamos por el pueblo, viendo a las personas, escuchando sus historias también. Pero otras veces, como ese día, íbamos al bosque para estar en la tranquilidad de la naturaleza, me podía sentir tranquilo allí, especialmente lejos de mi madre que se estaba volviendo «una molestia». Hacía algún tiempo en el que mi madre me había preguntado cuándo iba a buscar una novia para casarme. Si bien mi hermano vivía aún con nosotros, él tenía una novia con la cuál planeó casarse cuando él hubiera regresado del combate, ella llegaba a casa de vez en cuando, creo que fue por eso que mamá hizo tal comentario. Yo no tenía intención de buscar a alguien con quien hacer mi vida, no quería pasar el tiempo como lo hacía mi padre, tampoco deseaba una familia, nada de eso, ni siquiera ahora lo quiero.

Aquel día en particular, recordé que ella me había dicho que debía escoger aquella persona de la que me enamorara. A mis dieciséis años, nunca lo había hecho, pensaba que ni siquiera me había sentido atraído hacia alguien, pero eso no era cierto, sin darme cuenta, Kaoru me fue interesando más que cualquiera; no estaba realmente seguro si eso era «gustar de alguien», en ese momento no me había percatado de lo que sentía.

Me di cuenta de tal cosa ese miércoles por la tarde, mientras caminábamos por el bosque, Kaoru iba callado, algo raro en él ya que siempre tenía algo que decir. Yo en cambio estaba como si nada por fuera; pero por dentro era un caos, no comprendía qué me pasaba, me sentía irritado por alguna razón, tal vez era por la reciente propuesta de mi madre de conseguir una esposa ¿es que le hacía estorbo acaso?

Probablemente yo creía que estaba normal en el exterior, pero al parecer no, o Kaoru era muy perceptivo.

—¿Te pasa algo, Taka? —preguntó mientras tomábamos asiento sobre césped. Lo miré por  un momento mientras me preguntaba cómo podía ser que él siempre estuviera tranquilo, que su semblante no denotara más que una profunda calma, como si nunca nada le perturbase.

—¿Alguna vez te has enamorado, Kaoru? —pregunté desviando mi mirada de sus ojos, no pude contener la vergüenza que aquella pregunta me provocaba al hacerla.

—¿Esto es por lo que tu madre te dijo? —Medio sonriendo peguntó aquello. Yo asentí leve—. No deberías preocuparte mucho por eso; a veces las relaciones amorosas no son lo que esperas. —Su semblante cambió de uno tranquilo a uno muy serio, era la primera vez que lo apreciaba de tal forma.

—¿Por qué dices eso? —Quise ahondar en el tema. Él permaneció callado por mucho tiempo, creí que no iba a responderme; justo estaba por retractarme y hablar sobre algo más, pero él por fin comenzó a hablar:

—Sí me he enamorado, antes y aún ahora lo  estoy —dijo observando a la nada—. Yo crecí en un lugar donde vivía con otros niños huérfanos, al igual que yo. Nunca supe cómo llegamos hasta allí. Desde pequeños no entrenaron para… bueno, para una misión que realizamos en este momento. No recibimos educación para otra cosa, solamente para nuestra misión, teníamos prohibidas muchas cosas, entre las cuales estaba preguntar el porqué de las cosas. Todo era muy aburrido, luego de nuestras lecciones debíamos ir a nuestras habitaciones a seguir estudiando, no podíamos jugar, correr, saltar, gritar… toda nuestra vida debía dedicarse a hacernos fuertes para en el futuro rendir como debíamos. Éramos siete, ¿te imaginas que siete niños, casi todos de la misma edad, iban cumplir tales reglas? Claro que no lo hacíamos, yo era el más pequeño de todos ellos, el más inquieto, el que alteraba el orden. Dormíamos todos juntos en un gran salón, pero ante mi conducta hiperactiva, y para que no afectara a los demás, nos separaron a mí me dejaron en la misma habitación que el chico más tranquilo de todos nosotros, era el mayor en edad. Tenía tal vez unos ocho años cuando yo contaba solamente con cinco. Nuestro maestro creyó que al estar con él iba a comportarme mejor, que iba comprender que lo que yo hacía estaba mal, y todo lo que él hiciera estaba bien. 

»Con el paso de los años yo fui «aprendiendo» a cómo comportarme, básicamente aprendí cómo saber engañar al maestro y hacerle creer que la compañía que me había asignado estaba dando resultado y me había rectificado. Lo cierto es que yo seguía siendo un niño muy inquieto. —Hizo una pausa para suspirar y pintar una sonrisa ladina en sus labios. Me era difícil creer aquello que me contaba, pero a la vez me preguntaba a mí mismo cuándo habría sido que cambió. Lucía tan calmo y pacífico que no podía imaginarlo de la forma en que él mismo se describía—. Luego de un tiempo, cuando todos estaban convencidos que había aprendido a comportarme, iban a separarnos. Por supuesto yo no lo deseaba, así que volví a mostrarme como era frente a todos. Claro que yo era un chiquillo que creía que volver a mi verdadero comportamiento iba a hacer que no me alejaran de él. Lo que intentaron fue echarme, decían que yo no era el indicado que a lo mejor se habían equivocado. Mi compañero me ayudó. Les dijo que él se haría cargo de mí y de que aprendiera a guardar compostura. Él no tenía idea de cuánto yo lo admiraba, de cuánto lo veía y trataba de imitarlo, pero a partir de aquel día me prometí a mí mismo que iba a dejar de tratar de imitar, tenía que aprender a ser como aquellas personas querían y el único que iba a ayudarme era él. No quería meterlo en problemas, por tal razón iba a esforzarme para cumplir con aquello.

»Él no hablaba mucho, pero ese día me dispuse a hacerle plática. Le pregunté por qué había hecho semejante promesa ante nuestro maestro, si existía el riesgo de que yo no cambiaría. Él me miró tranquilo con una sonrisa en su rostro y me dijo: «Porque me harías falta si te vas. Eres una gran compañía en este lugar». A partir de ese momento me propuse a estar con él siempre. Poco a poco me fui dando cuenta de cómo me sentía, de lo que sentía hacia él. Y, aunque en aquel momento eran tiempos difíciles, siempre trataba de mostrarme animado para él, le hacía sonreír y con la misma me mantenía alegre a mí.

—¿Por qué dices que eran tiempo difíciles? —pregunté interrumpiendo su relato.

—Bueno, luego de ese altercado nuestro trabajo comenzó a llevarse a cabo. El principal problema fue que, quizás, no éramos lo suficientemente fuertes para poder realizarlo. En nuestro primer día uno de nuestros compañeros sufrió un accidente en el que perdió la vista, los demás también quedamos muy agotados. Unos vomitaban por el esfuerzo, otro se desmayó antes de acabar. Todos estábamos renuentes a regresar al siguiente día, especialmente por el cuidado de Reita, que fue el que lamentablemente perdió su vista; aunque tal cosa no pareció preocuparle demasiado a nuestro maestro y tan solo nos forzaba a seguir yendo, nos decía que no teníamos otra opción y si es que acaso fallecíamos, era porque no estábamos hechos para tal trabajo.

»Yo no me encontraba bien, pero, como te repito, aquel tiempo que pasaba con él era suficiente para subirme el ánimo y resistir el día entero de pie y con las pocas fuerzas que me quedaban. Al pasar el tiempo, años para ser un poco exacto, yo no podía pasar tiempo sin él. Ya nuestro cuerpo se había acostumbrado a nuestro trabajo, habíamos ganado fuerza de voluntad. Y fuimos capaces de cumplir nuestra misión. Nuestros cuerpos se adaptaron al duro trabajo. Todo fue mejorando para nosotros. Excepto por la libertad, no podíamos salir de aquel lugar en el que vivíamos, las reglas que nos pusieron de pequeños seguían vigentes. Afortunadamente yo podía seguir compartiendo habitación con Ruki y de esa forma fue como entramos a tener un contacto más íntimo. Ambos éramos mayores, entendíamos poco acerca de las relaciones humanas, pero eso era lo de menos, él y yo compartíamos mucho.

»En la oscuridad de nuestra habitación, él me besaba en la nariz y me repetía cuánto me quería. Mi corazón latía erráticamente cada vez que lo escuchaba decir aquello con su profunda voz. Yo también le besaba y le decía cuán hermoso era y cuánto lo quería. Nuestra relación era así, en la soledad de nuestra habitación.

»Por supuesto que era prohibido cualquier contacto como ese entre nosotros y lo entendíamos, por eso solamente lo hacíamos a escondidas. Pero, ¿sabes?, llegué a un punto en el que no quería alejarme de él ni un segundo, no quería soltarlo, me sentía vacío sin poder tocarlo, tenerlo tan cerca y no poder demostrarle mi cariño era como caer a un abismo profundo del cual solo podía salir cuando él tomaba mi mano y la asía con fuerza mientras nadie nos veía.

»Fue esa la razón por la cual se dieron cuenta de lo nuestro: yo no podía dejar de amarlo ni un segundo y tal cosa hacía que me comportara de manera inapropiada. Con los años fui ganando más altura que él, por lo tanto me era más fácil acorralarlo en cualquier rincón de la casa donde vivíamos. Él siempre me decía «Kaoru, nos van a ver», pero jamás hizo un gesto de rechazo, es más, él se reía mientras lo besaba. Sé que le parecía un niño pequeño al cual no pueden separar de aquello que más quiere y es que exactamente eso era. Ruki llegó a conocer cada rincón de mi cuerpo y alma y en el proceso yo llegué a conocerlo también. —Hubo silencio nuevamente por su parte. Su semblante había cambiado a uno muy serio repentinamente. Parecía afectado con algo. Por mera inercia coloqué mi mano sobre su hombro para darle ánimos, de inmediato una de sus manos tomó la mía entrelazando los dedos fuertemente y aunque noté que aquello le afectó más, sonrió con pena.

»Alguien nos vio —susurró luego de un momento. Yo me permití apartar mi vista de nuestras manos, aquella imagen y sensación me producían nostalgia, por alguna razón inexplicable. Lo vi más sereno, aún continuaba sosteniendo mi mano con fuerza y su mirada seguía perdida en algún punto, igual a como había comenzado aquella historia—. Un día cuando se suponía que iríamos a hacer nuestro trabajo, uno de nuestros compañeros nos informó que los superiores nos solicitaban. Fuimos, por supuesto, hasta el lugar donde se encontraban. Lo primero que hicieron fue decirle a Ruki que les había fallado, que no había podido cumplir su promesa ya que yo me seguía comportando de manera inadecuada y lo había arrastrado a él conmigo.

»Yo trataba por todos los medios de hacer que me escuchasen, pero era inútil, de nada servía que alzara la voz pues ellos me ignoraban. Ruki me tomó de la mano nuevamente y solo aquello hizo que me callara. Cuando lo miré mi rabia disminuyó o mejor dicho, se transformó en culpa, todo lo que decían había ocurrido por mí.

»Al momento de dictaminar nuestro castigo, Ruki los convenció diciéndoles que él tenía toda la culpa, que era él quien insistía en comportarnos de tal forma. Yo por supuesto trataba de negarlo todo, casi les gritaba en el rostro que todo era culpa mía, pero parecía ser en vano. Aunque al final nos castigaron a ambos, a mí me encerraron en algún lugar de la casa, mientras que a él lo condenaron al destierro. No entendía por qué tal comportamiento merecía ese castigo,  solo recuerdo que escuché, antes que nos separaran, el maestro dijo que Ruki había roto su promesa, yo no sabía a qué se refería y Ruki tampoco me dijo. Posteriormente a eso yo pasé no sé cuánto tiempo encerrado, solamente iba a cumplir mi trabajo y luego regresaba al encierro. No me sentía bien estando solo, sin saber dónde y cómo se encontraría Ruki. Mis compañeros estaban molestos por el destierro de Ruki, él era el más capacitado de nosotros, así que todos debíamos hacer el doble de esfuerzo para compensar su ausencia. Nadie habló nunca de ello, pero estoy casi seguro que ellos sabían lo que había pasado.

»Han pasado tantísimos años de aquello que no sé con exactitud cuándo fue que nuestro maestro notó que Ruki en verdad nos hacía falta. Nuestras fuerzas se estaban agotando más de lo normal y nos llevaba más tiempo recuperarnos. Pienso que fue por eso que él intentó conseguir un remplazo, pero no dio resultado pues cualquiera que llegase necesitaba ser entrenado como lo fuimos nosotros antes de ejercer nuestra tarea. Fue en ese momento donde se dio cuenta que no necesitábamos un remplazo, necesitábamos a Ruki de vuelta.

—Y es a él a quien buscas —interrumpí. Por primera vez desde que nos hubiéramos sentado en ese lugar, él me miró mientras asentía levemente.

—Es a él a quien busco —afirmó—. A mí y a otros dos de mis compañeros nos encomendaron encontrarlo. Ya han pasado varios años de aquello.

—No desesperes, estoy seguro que lo encontrarás. —Traté de animarlo, aunque el hecho de darle palabras de aliento para que encontrara a la persona que tanto quería me hacían sentir incómodo.

—Espero que no —respondió, yo pe sorprendí ante tal respuesta—. Yo llegué a conocer muy bien a Ruki, compartimos mucho, entre ello nuestras ilusiones. Él siempre soñaba con que algún día viviría fuera de ese lugar, fuera de los mandatos del maestro, decía que conocería el mundo exterior, sería libre al fin de tantos. Ahora él tiene la oportunidad de hacer lo que quería. No me siento con capacidad para arrebatarle tal cosa.

—¿Y entonces por qué lo buscas? —pregunté perdido.

—Aunque no quiera volver a encerrarlo en aquel lugar, teniendo en cuenta que eso implicaría que estuviera conmigo, quiero verlo al menos una vez más, saber que está bien y que está disfrutando de ser libre, quiero saber que es feliz, nada más.

—Ahora entiendo, después de todo tú no podrías dejar de amarlo. —Un sentimiento extraño me abrazo casi al punto de asfixiarme; pero no sabía qué era. Kaoru soltó mi mano en ese momento, me sentí solo cuando eso pasó.

—Debo irme. Ya no tengo más nada que hacer aquí. Muchas gracias por todo, Takanori. Discúlpame con tu madre por no despedirme de ella y agradécele de mi parte su hospitalidad.

Kaoru se levantó tras haber dicho aquellas palabras, tardé un poco en reaccionar ante ellas, pero me levanté en cuanto pude y lo detuve un momento, no quería que se fuera, sabía que no podía detenerlo y mucho menos quería después de haber escuchado su historia, pero al menos quería despedirlo de mejor manera y preguntarle algo que me había estado rondando por la cabeza desde hacía varios días.

—Espera, no puedes irte así. Al menos déjame preguntarte algo —carraspeé antes de continuar—. La primera vez que nos vimos, tú mencionaste algo sobre que yo era el séptimo, ¿el séptimo qué? ¿A qué te referías con eso?

—Takanori, si tú me hubieses preguntado esto en el preciso momento en el que te lo dije, es muy probable que te hubiera contestado; pero ahora no puedo hacerlo. Olvídalo por favor, pretende que nunca lo escuchaste.

—¡Kaoru! —llamé antes que siguiera su camino—. Si alguna vez vuelves a salir, ven a vernos, a mi madre le haría muy feliz tu visita.  —Bajé la cabeza tras decir aquello, dolía que se fuera, pero sabía que era necesario pues él no pertenecía a este lugar.

Sentí su dedos volver a tocar los míos con delicadeza, no quise alzar mi rostro. Sentía un nudo grande en la garganta, luchaba porque mis lágrimas no abandonaran mis ojos. No podía llorar, nadie debía verme llorar; pero la batalla ya la había perdido desde antes que se me escapara el primer sollozo, que fue cuando Kaoru besó cariñosamente mi frente mientras susurraba una nueva despedida. Escuché sus pasos mientras se alejaba cada vez más, cuando no fui capaz de escuchar un ruido que no fuera el de la naturaleza, fui capaz de echarme a llorar. No llovía, pero necesitaba dejar que mi cuerpo sacara ese sentimiento de vacío, de soledad que me embargaba cada vez más. No quería estar solo y al parecer siempre lo había estado hasta antes que Kaoru llegara pues, ni siquiera cuando mi familia partió a la guerra sentí tanto vació. ¿Cómo podía alguien hacerse indispensable en tan pocos días? Mejor dicho, ¿cómo pude hacerlo indispensable? Respuesta inmediata no tenía y aunque hubiese llegado a ella, la repentina lluvia me sacó de mis pensamientos. Elevé mi cabeza hacia el cielo, de un momento a otro se había nublado y la tormenta arreciaba más y más. Volví a sentarme bajo aquel árbol mientras apreciaba cómo el cielo me acompañaba en mi dolor. Y así ha sido durante tres años.

 

Seguramente es mi culpa por amarte tanto y hacer que nuestro amor terminara.

Te arrebaté tu felicidad.

 

Cuando la lluvia se detuvo, me levanté como autómata, después de todo hoy tampoco vendrá  y quizá no lo haga. Debe estar cumpliendo con su trabajo, cualquiera que ese fuera.

            Mientras caminaba de regreso a casa, me topé con Kai, mi amigo —él y mi familia habían regresado hacía un tiempo del campo de batalla—, llevaba una canasta consigo, al parecer también la lluvia lo había tomado por sorpresa, sus vestiduras se veían empapadas.

            Seguí caminando hasta que él fue consciente de mi presencia. Me saludó con su mano hasta que me acerqué a él, pude ver que en la canasta llevaba unas telas que también iban mojadas.

—¿Qué haces aquí? —Me preguntó, me giré de nuevo a ver el camino por el cual había regresado, luego lo vi a él encogiéndome de hombros—. ¿Te encuentras bien? —Volvió a cuestionar, esta vez tan solo asentí y sonreí, al parecer no me creyó, pero seguimos con nuestro camino. De vez en vez me detenía a quitar el exceso de agua que había en mi yukata, Kai hacía lo mismo a veces nos ayudábamos mutuamente. Hacía mucho tiempo que él y yo no salíamos a recorrer el pueblo o el bosque y ese pequeño momento que compartíamos me hacía bien. Me sentía por fin en compañía, me hacía reír y olvidar el vacío que Kaoru había dejado cuando se fue.

            —¿Estás seguro que te encuentras bien? Te ves cansado, ¿has dormido bien últimamente? —Siguió insistiendo.

—Ahora que lo mencionas. Hace algunos días he tenido un sueño muy extraño, no me deja dormir bien.

—¿Sí? ¿De qué se trata? —preguntó interesado, la verdad es que, hasta hace poco, ese sueño no se ganaba mi atención.

—No lo recuerdo muy bien, pero estoy en lugar oscuro, me encuentro desorientado hasta que veo una luz que me ciega, luego aparecen tres hombres frente a mí, no puedo ver sus rostros. Ellos me hablan y se hablan entre ellos, pero yo no puedo escuchar qué dicen, hay un sonido extraño que me lo impide, como un chillido, no sé qué será. Después aparezco en otro lugar más iluminado, el piso se abre y logro ver unos escalones, creo que son siete; pero cuando intento bajar por ellos me despierto. ¿Qué crees que significa eso?

—Sinceramente no lo sé —comentó desconcertado—. Aunque...

—¿Qué?

—Hace años, mi madre me contó que ella tuvo una amiga la cual tenía sueños muy raros que a la larga se hacían realidad. ¿Qué tal si tu sueño significa que descubrirás algo que no deberías?  No sé, algo que tenga que ver con esos tres hombres; pero puede que no sea nada, no deberías darle tanta importancia. —Aparté mi vista de Kai para dirigirla al cielo ahora despejado mientras reflexionaba sus palabras. ¿Descubrir qué cosa?

—A decir verdad no le había tomado tanta importancia hasta hace uno días, cuando el sueño comenzó a repetirse; pero no es como si pudiera hacer algo para detenerlo tampoco. Supongo que no es nada. —Sonreí levemente aceptando su idea, después de todo no podía ser nada grave. Caminamos lo que faltaba en silencio, me despedí de Kai cuando llegué a casa, la de él estaba unos cuantos metros adelante.

 

Esa noche me fui a dormir temprano, seguía deprimido por todo el asunto de Kaoru. Me sentía hasta idiota porque mi pecho doliera tanto. No podía dormir, mis padres apagaron las lámparas y supongo que se dirigieron a su habitación hacía mucho. Yo estaba recostado sobre el piso abrazando mis piernas y a pesar de mi lucha, no pude evitar que nuevas lágrimas manaran de mis ojos. Sollozaba en silencio pues no quería despertar a mis padres y que me vieran en tan penosa situación.

 

Pasaron unos minutos antes de poder sorprenderme con el sonido de la lluvia. Me levanté presuroso a ver por la ventana de mi cuarto pues no creía que estuviese lloviendo de nuevo, no era época de lluvia.

Me dejé escurrir hasta el suelo mientras seguía llorando, ya no había necesidad de callar mis sollozos pues la tormenta era muy fuerte, truenos y relámpagos la acompañaban. El lugar se veía iluminado de vez en vez con el haz de luz. Yo fijé mi vista en un punto cualquiera, me sentía tan mal, tan vacío, tan solo en aquel rincón de mi habitación. Vivía mi peor miedo y no había nadie para desmentirlo. Estaba solo y la única persona que podía decirme lo contrario había desaparecido hacía tres años de mi vida. ¿Cómo puede ser que lo necesite tanto?

Otro de esos resplandores me cegó por un momento, aunque no lo necesario para darme cuenta que había alguien más allí. No podía ver su rostro, tan solo aprecié cómo se dirigía hacia mí con su mano extendida; fui muy lento, no pude hacer nada para evitar que su mano llegara hasta mi cabeza. Alcé la vista por inercia y un nuevo resplandor me dejó verlo. No lo conocía, pero antes que todo volviera a oscurecerse, pude observar sus ojos, no pude ver nada en ellos, eran tan blancos como las mismas nubes. Después de eso, la oscuridad nos abrazó a ambos… 

 

 

Notas finales:

Bueno... no sé XDD.

Esta historia es un "songfic" lol. La canción es Seventh tier de OZ ♥ por favor no me pregunten cómo es que algo ta corta-venas(????) me inspiró a escribir esto XD, yo tengo mis razones. Escúchenla es hermosa ; ; yo me muero por ella♥♥♥♥.

Bueno, ojalá les vaya gustando hasta ahora... al menos que les haya generado interés ( ._.).

Se me está haciendo costumbre todos los años subir un fic en mi último día de vacaciones XDDD.

Bueno, pero este ya está acabado, así que no se preocupen(?).

Shiu, ojalá cumpla con tus conejosos deseos de Kaoki XD.

Nos leemos en algunos días ^u^/

Gracias por pasarse ♥.

 

Por cierto, el resumen y lo que está en negrita cursiva es parte de la letra de la canción, olvi´de decirlo antes XD.


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