Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Soneto por Alicewalker123

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

soneto.

(Del it. sonetto, y este del lat. sonus, sonido).

 

1. m. Composición poética que consta de catorce versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos. En cada uno de los cuartetos riman, por regla general, el primer verso con el cuarto y el segundo con el tercero, y en ambos deben ser unas mismas las consonancias. En los tercetos pueden ir estas ordenadas de distintas maneras

 

Yo solo quería ponerle un título que tuviera algo que ver la música...

Por dos cosas:

  • El decimocuarto era el conocido músico
  • Un soneto tiene coatorce versos, Catorce = Decimocuarto.

Todo calza(?)

 

Los personajes en esta historia no me pertencen, son propiedad de Hoshino Katsura.

Notas del capitulo:

Escribí esto mientras me sentía criminal...

Si algún tonto toca así a mis hermanos lo mato... Pero fantasías son fantasías.

espero lo disfruten <3

Mujeres de grandes pechos, piernas largas, labios de un ardiente color rojo, mujeres de cabellos lisos u ondulados, pelirrojas, castañas, rubias incluso algunas con hermoso color azabache. Todas y cada una aferradas al brazo de su maestro, mirándolo desde lo alto, unas con ternura, otras con indiferencia o incluso frialdad, viendo como su esfuerzo era derrochado en ellas y alcohol.

Acostumbraba verlo marchar hasta el día siguiente, su costumbre era verlo cruzar todas las mañanas, pero hoy había vuelto antes, podía verlo ebrio y con aquel fuerte olor a tabaco que perforaba sus fosas nasales. Se sentó en la cama y aun cubierto por las sábanas le llamó, inseguro por la hora de su llegada, era extraño verlo llegar a estas horas.

—¿Maestro?— Sonó su voz, pequeña y curiosa. Los pasos de fuera se detuvieron, sintió como los pasos volvieron a escucharse, esta vez en dirección a su puerta que permaneció cerrada hasta que la figura de un hombre la abrió. Entró un cuerpo delgado, mentón afilado, ojos fríos y gesto serio, espalda pequeña y una poco elegante barba de unos tres días. Observó al pequeño semi-recostado sobre su cama cubierto con una amarillenta sábana que él mismo refregaba cada semana.

El extraño se acercó a él tomándolo por el delgado brazo sacándolo a rastras de la habitación, sin prestar atención a las preguntas del menor que arrastraba aquel brazo rojo, aquel que parecía que la piel de este hubiera sido quemada.

“¿Quién? ¿Por qué? ¿Qué buscaba? ¿Qué quería de él?”

Era arrastrado en pijama que le cubría poco; cargaba por pijama una camiseta larga, de color blanca que le cubría casi nada de las piernas, lo que las hacía ver largas.

Al hombre desconocido no parecía preocuparle o importarle las cuestiones del menor, con fuerza lo aventó al sillón, donde el infante, en un vano esfuerzo por protegerse, llevo sus piernas al pecho cubriéndose lo más posible, pegando su espalda al brazo del sillón.

Las preguntas se volvieron a repetir. Su voz parecía impacientar al sujeto, quien lo miró molesto.

“¿Quién? ¿Por qué? ¿Qué buscaba? ¿Qué quería de él?”

Las características “naturales” del infante eran extravagantes y llamativas; sobre su pálido rostro caían mechones de aquel cabello blanco que podría ser de un anciano, ojos grises, una cicatriz aun más llamativa en su rostro y un extraño brazo color sangre. Era una mascota exótica de un carácter domable.

Cayó pesado al sillón donde se encontraba un asustado niño que se había aburrido de hacer preguntas y no recibir respuestas; aquel que se encontraba frente a él no era un akuma, no era un contrincante en una partida de póker, no había oportunidad para él cuando la situación estaba en su contra. Su habilidad no debía ser usada contra humanos, aunque fueran más sádicos que los demonios.

Las ásperas manos se le acercaron, colocándose una en su rodilla y otra fue a su rostro tomándolo por el mentón, levantando su rostro y haciéndolo girar a ambos lados mientras lo examinaba estoico. Dejó su rostro y dirigió la mano que estuvo en su rostro a las piernas del chico, acariciándolas, eran suaves e imberbes por la edad y el poco desarrollo de su cuerpo; estaba en aquella edad en que no era fácil diferenciar a una niña de un niño. Las caricias se detuvieron en sus rodillas y usando ambas manos las separó, el joven con vergüenza apretó sus ojos y llevó sus manos a su entre pierna, cubriéndose lo más posible jalando su única prenda superior hacía abajo para ocultar su ropa interior.

Sin gesticular, el adulto, tomó las muñecas del menor con una sola mano, dejándolo con la entrepierna casi descubierta, sin protección, el desconocido quitó su cinturón y ató las manos del albino con fuerza, haciéndolas hacía atrás; el menor no procesaba lo que sucedía, estaba asustado, nervioso y sorprendido.

El extraño separó, una vez más, las piernas y comenzó a palpar el pequeño bulto en su ropa interior, provocando unas leves reacciones en el inmaduro cuerpo del joven, fue en ese momento cuando sintió como los límites se sobrepasaban a un nivel incorrecto, se sentía cada vez más en peligro. Los tanteos en su intimidad lo hicieron alzar una pierna de forma refleja haciéndola chocar contra la cabeza de quien abusaba de su pequeño cuerpo; en respuesta recibió un golpe en la cara a puño cerrado y su pierna fue acribillada con un apretón, que dejó los dedos de su agresor marcados en su translúcida piel.

Antes de poder reaccionar a la primera bofetada, recibió una segunda y una tercera; luego jalaron su cabello  y acercó su rostro, el cual observaron con detención. Sintió la respiración del otro sobre si, como si tomaran su aroma, fue cuando sintió la humedad de una lengua sobre su cuello. Su vista se nublo y comenzaron a aflorar las lágrimas, entraba en pánico ¿qué haría? ¿Por qué a él?

— …Ayuda… — Susurró entre los quejidos, sintió una mordida fuerte en su hombro, apretó los dientes. Asco. Pudo escuchar un resuello proveniente del otro, como si no fuera suficiente, como si quisiera ver más dolor, el miedo aumentaba en el pequeño. Las suplicas alentaban al mayor, el miedo en sus ojos lo excitaba más.

La camisa del pequeño no era un impedimento, las duras manos del otro acariciaban el abdomen y bajaban su ropa interior, su corazón bombeaba velozmente, su voz salía quebrada.

No quería ser tocado por él, no sentía nada por él, ni siquiera sabía quien era ni por qué lo hacía… No entendía, su ingenua mente jamás pudo esperar este acto de una persona, creía que podía confiar, pese a todo… Podía confiar.

Sintió la desnudez de su intimidad, se retorció lastimándose más con la posibilidad de la fractura de alguna de sus piernas que eran prisioneras bajo las rodillas ajenas. Su boca era silenciada con tres dedos que la invadían, podía morder, pero temía una posible reprimenda.

¿Dónde estaba su maestro? ¿Dónde estaba quien debía cuidarlo de la infamia del bajo mundo del país donde se encontraban? Ahora quería más que nunca que su figura cruzara la puerta y alejara aquel horrible sujeto de él, que se llevara el miedo y la angustia de no saber que sucedía ni sucedería con él.

Los dedos dejaron su boca permitiendo que los sollozos se escucharan con mayor intensidad y las palabras balbuceadas tuvieran un significado que ignorarían.

Los mismos dedos humedecidos por su saliva entraron en él, levantaron sus caderas e invadieron sin piedad ni previo aviso, el rostro del menor se desfiguró a uno de explicable dolor y miedo, por su garganta un gritó ahogado y su cabeza inclinada hacia atrás, su piel se erizó y las lágrimas corrieron aun más, los dedos se movían dentro, dolía, incomodaba, ardía ¿qué era esto? ¿Por qué? — …Ma… es… tro… D-Dónde… — Era en la única persona en la que podía confiar y estaba ausente "¿Dónde estás, maestro idiota?" lo maldecía, lo culpaba…

Unos minutos y el otro quitó sus dedos, ardía, dolía, molestaba. Lo maldecía, lo odiaba, el rencor hablaba desde sus labios “Púdrete” su voz pequeña se hacía fuerte y presente, sin importar fracturarse, el dolor en su debutante entrada y la sensación de peligro fueron motivos y comenzó a agitarse intentando golpearlo. Cada golpe silenciado de fría manera — ¡¿Quién diablos eres?! ¡¿Qué quieres?! — La furia y confusión, la voz de un humillado se hizo escuchar, la voz del humillado se volvió a silenciar, tres bofetadas y dos golpes en su estómago; la fuerza de voluntad era algo necesario para vivir, pero no siempre era suficiente. Allen, quién había superado una dura rehabilitación después de la perdida de quien tanto amo había sido arrastrado por un explotador que lo sometía a las peores penurias, hambre, frío y miedo. Ese era su camino para volverse un exorcista y cumplir su promesa, aquella promesa que le hizo a Mana, a la silueta que siempre observaba en su única pertenencia, aquel cuadro.

—Mana… — Lo nombró cayendo en la inconsciencia por los golpes.

No, no debía cerrar los ojos, debía ser fuerte y superar todo lo que la vida le lanzara, este no sería el primer golpe y no podía dejarse arrastrar hasta el fondo. No existía ya debilidad.

Su propósito había cambiado, debía luchar… Pero… ¿Por qué incluso pensando así no podía moverse?

Él no era más que un niño, un niño sin hogar, sin familia.

Sus lágrimas no dejaban de brotar, estaba cansado, mareado, su voz ya no salía y su aliento era gélido, perdía esperanzas. Por más que luchara no tenía sentido, su cuerpo era más débil que su mente y sucumbía.

“Adiós”

Cuando volvía a abrir los ojos sentía como lo cargaban, aun estaba cansado, entreabrió los ojos lentamente mirando cómo era envuelto por unos brazos fuertes, miró hacia arriba y no distinguió nada más que la clara figura de un hombre alto, no diferenciaba muy bien, pero podía ver sobre su cabeza un sombrero.

No quería acomodarse en los brazos ajenos pese a que se sentían tibios y seguros. Tan solo volvió a caer dormido con una lagrimilla rodándole en la mejilla, dejó sus brazos colgar al igual que todo su cuerpo. Estaba cansado, ya no quería nada.

Volvía a despertar cuando sintió que lo depositaban con cuidado sobre una cama blanda y cálida, en su somnolencia y su agotamiento más allá de lo físico logró diferenciar una voz familiar, primero distante luego más cercana.

— Los pecados por los que estas pagando no son los tuyos… — Inclinó su cuerpo que estaba sentado sobre la cama al lado del cuerpo del pequeño — Hubiera dado lo que fuera por no haber salido, Allen — Sus ojos en un rostro muerto giraron a la voz. Las palabras nadaban en los oídos del peliblanco.

—¿Maestro?— Parecía un muñeco sin vida sobre la cama, el cabello sucio y la cara hinchada por los golpes, sentía todo su cuerpo maltratado.

Sintió ser levantado por uno de sus brazos, sintió el dolor pero no reaccionó mayormente a este. Fue cuando en un abrazo era prisionero.

— Pagaría por verte enojado ahora, Enano — La voz ronca del bebedor se escuchó, llegando a lo más profundo del de ojos plateados.

Comenzaron sus ojos a brillar nuevamente al escuchar su voz, ¿ahora estaría a salvo? Correspondió débilmente el abrazo y comenzó a llorar, gritaba y enterraba su rostro en el firme pecho de su mentor.

— Todo estará bien ahora, hey idiota— Dio unos golpecitos sobre a cabeza de quien se desgarraba en llanto — Tsk. Me siento como una mamá gallina o algo— Los leves golpes eran lo único que le podían indicar a Allen un intento de consuelo por parte del lejano y distante General Marian Cross.

Él había cuidado del pequeño contra su voluntad, era inconcebible que sucumbiera antes de tiempo, para él no era un niño, por eso no se preocupó en dejarlo solo por las noches, pero tras esto pudo sentir algo quebrarse, algo dentro al ver a un sucio ladrón abusando de un pequeño solo por diversión, al entrar y ver la escena solo se limitó a acribillar al pederasta, tomar a Allen y llevarlo lejos de esa mierda de pueblo.

La pregunta siempre era la misma, lo culpaba a él.

“¿Por qué no escogiste gente como ese tipo en vez de a un niño, Decimocuarto?”

Notas finales:

Y así es como concluye, o con un gran spoiler o una gran duda.

Sería maravilloso que me dejaran un review para saber si les gusto uwu

Reviews... -Se tira de panza al suelo-


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).