KiBum ama la lluvia, pero no sabe exactamente por qué.
Cuando era pequeño la solía odiar. La lluvia significaba arruinar los juegos con sus amigos, y para KiBum, eso quería decir una tarde de puro aburrimiento.
Sin embargo, una mañana de febrero, despierta con los ojos a causa del ruido de las gotas golpeando el suelo de su patio y sonríe inconscientemente.
Pone los auriculares sobre sus oídos mientras observa la lluvia y se siente dispuesto a enfrentar al mundo. Podía vivir con eso.
¿Alguna vez se sintieron incompletos? Es una sensación… repentina, algo parecido a ahogarse. El pecho quema y los ojos escocen, incluso respirar se vuelve complicado. Ni siquiera las personas a las que consideras cercanas pueden ayudarte.
Y es porque te falta algo en tu vida, que irónicamente, jamás tuviste. Lo peor es que no justificas ni entiendes aquello que tanto te falta.
Para KiBum, la lluvia era lo más parecido a estar completo, junto a la música. Y aunque no sabe qué es lo que le falta, sabe que hay tiempo para averiguarlo.
Las nubes se hacen a un lado y como por arte de magia cruza en el cielo un hermoso arcoíris. Con siete colores, como una esperanza.
Cierra los ojos y captura la imagen con su propia cámara fotográfica, su memoria. Es la fotografía más hermosa del mundo, y quiere conservarla para siempre. Es la cosa más bonita que han presenciado sus ojos.
Hasta ahora.
Ahora no está solo, está sentado junto a su mejor amigo, Kim JongHyun, con quien tal vez siente unos lazos aún más poderosos que los de la hermandad. Pero no se lo grita a los cuatro vientos, lo cual no significa que no muera de ganas por hacerlo.
No hablan porque no es necesario, ni siquiera las miradas lo son. Simplemente están allí sentados, hombro a hombro, compartiendo los mismos auriculares y oyendo una canción que recientemente era la favorita de ambos “Did you notice me looking at you? All the way from the other side of the room?” y también se escucha a la lluvia, calma y relajante, que los moja sin pudor. Pero a ninguno de los dos parece importarles. Nada realmente les importa mientras están juntos.
JongHyun desliza su mano sobre la de su amigo y acaricia los pálidos nudillos. Los dos saben de sobra lo que quiere decir. KiBum responde a su manera, abriendo la palma del otro y presionando con moderada fuerza con el dedo índice y medio, y eso significa “yo te quiero incluso más”.
En determinado momento de la tarde, JongHyun abre la boca y dice inesperado. Después de todo, todas las cosas acerca de él eran impredecibles.
—Me diagnosticaron un tumor en los pulmones —dice, fuerte y claro, pero con cierto temor.
El más alto se paraliza como pocas veces en la vida, ha olvidado cómo parpadear e incluso cómo respirar. Sólo puede limitarse a mirar boquiabierto su propio regazo.
—Dime, KiBum —habla nuevamente—. ¿Tú crees que pueda seguir cantando…? —Su voz se quiebra al final de la oración. Él claramente quiso preguntar “¿Tú crees que pueda sobrevivir? ¿Crees que pueda salir de esto?”
Esta vez sí reacciona, poniéndose de rodillas, enfrentándolo y tomando suavemente su rostro entre sus manos. Lo besa en los labios y es una caricia cargada de sentimientos. Está tratando de transmitirle, y con éxito, que “Estoy aquí, y no me pienso ir de tu lado”.
JongHyun le corresponde con la misma desesperación, de fondo escuchando la increíble vocalización de Jeff Bernat: “Feels like I'm in a dream, please make this last”.
Y es un beso salado, porque están siendo empapados por la lluvia (¿o son las lágrimas?). KiBum no está seguro, pero prefiere recordarlo a su manera. Él realmente está bien con esto.
Así son JongHyun y KiBum. A veces se aman en secreto, suspirando el nombre del otro. A veces lloran desconsoladamente, como la plegaria de una viuda, como el sollozo de un niño que no siente el latido de su madre, se susurran un “no quiero que me dejes nunca”, y se contestan con otro “no te dejaré”. En ocasiones llegan con malas noticias, para nada alentadoras. Pero en otras llegan con buenas, como “¡El tratamiento está dando resultados!”. Otras veces se arrancan la ropa, sonriendo como idiotas, como enamorados, a la par que dejan marcas erráticas por todo el cuerpo.
—Yo soy como la lluvia —murmura KiBum, sin dejar de acariciar el flequillo de su ahora novio. Mira hacia arriba y la ve caer, o llorar, fría, solitaria, suave y persistente.
—Pero tú, JongHyun —agrega, con los dedos enterrados en las hebras—, eres el arcoíris que me faltaba. Hermoso y cálido, esperanzador y brillante.
JongHyun está dormido, pero sonríe en sueños. Allá arriba, en el cielo, la lluvia se detiene para dar paso al imperioso arcoíris. KiBum decide que debe dejar de añorar al cielo, porque a su lado está su propio arcoíris.
Por fin, por fin completo…