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Noches de Insomnio por MrsKuroUsagi

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Notas del capitulo:

¡Primer viernes de actualización! Espero que estén teniendo un buen día y disfruten su fin de semana :3 Hoy tendremos la venganza de Ángel (~'o')~

Sa-chan: Saru, a nadie le importan las notas, solo publica ya el puto capítulo.

Al parecer alguien está en sus días e u e

Sa-chan: Cállate, tarada.

Bueno, bueno, pasen a leer :)

-Enserio, no puedo creer que ustedes se hayan peleado a primeras horas de la mañana, ¡y además el primer día del campamento!- regañó a su amigo el chico de lentes, luego de que le contara lo que había pasado hace solo unos minutos.

Estaban sentados en una de las bancas del comedor, donde estaban también todos los demás estudiantes de último año disfrutando de un desayuno.

El de ojos azules no supo cómo Sebastian había logrado llegar a tiempo al comedor con la ropa seca, aunque tampoco era como si le importara en lo más mínimo, pero sí sabía que él ya le había hablado a sus amigos del incidente, ya que no se cansaron de fulminarlo con la mirada una vez se encontraron en el comedor, razón por la cual Patrick había pedido una explicación, y el castaño no hizo más que contarle la verdad, omitiendo la parte en la que el pelinegro le había oído cantar, debido a la vergüenza que aún sentía por ello.

-Corrección: segundo día- murmuró el chico que estaba siendo regañado, sin saber qué decir.

 -Da igual que día sea, tonto, ¿ustedes no tienen conciencia?- siguió hablando el rubio.

 -¡Él fue el que comenzó!

 -¡Pudiste haberlo ignorado!

 -Oh, ¿ahora soy yo el culpable? ¡Arrojó a "Azu-nyan" al río, la única y primera guitarra que he tenido!- exclamó el más bajo, dolido, para luego echarse a la boca un pedazo de pan tostado.

 -No digo que seas el culpable, pero pudiste haber evitado todo ello- dijo Patrick, esta vez más calmado -¿Y qué harás?

 -¿No que no querías que peleáramos?

 -De todos modos le vas a responder, ¿o me equivoco?- y no, no se equivocaba.

 En la mente del ojiazul se estaba llevando a cabo un plan para vengarse del idiota de Sebastián, y no tardaría mucho en llevarlo a cabo.

*****

Lo que restó del día, después del desayuno, fueron las famosas actividades organizadas. Gran parte de estas eran enfocadas a las clases de educación física, mientras que otras eran parte de música, artes y demás, por lo que después de todas esas actividades, las cuales finalizaron a las 5:30pm, a los alumnos se les permitió hacer y deshacer como ellos quisieran en aquel campamento, respetando las mismas reglas que se respetaban en la academia. Algunos fueron a jugar al río, otros grupos de amigos se encerraron en alguna cabaña vacía, otros pasearon clandestinamente por el bosque. Por su parte, el grupo de cuatro amigos habían llegado al acuerdo de pasear legalmente por algún lugar del campamento escuchando música, pero Sebastian decidió darse una ducha antes, así que Patrick, Jaime y Matías le esperaron cerca del muelle del río, mientras él iba a asearse sólo a los vestidores donde estaban las duchas. Mala idea.

La verdad era que el rubio alto de lentes no estaba con Miguel Ángel porque este dijo que prefería quedarse en la cabaña jugando con su Nintendo DS, lo cual no era del todo mentira. Pensaba sumergirse en su mundo otaku luego de llevar a cabo su plan ideado esa misma mañana.

Entro de puntillas en los vestidores de hombres, en el cuál solo estaba cierto chico alto de pelo negro, y sintió una ducha encendida y la radio a pilas que los chicos habían colocado en la entrada del baño sonaba a todo volumen. "Punto a favor para Ángel" pensó el castaño, ya que era imposible que el pelinegro le escuchara. Suspiró, sintiendo la adrenalina correr por su cuerpo. Si Matías o Jaime llegaban a aparecerse allí estaba frito. No era que les tuviera miedo o algo así, nada de eso, pero como el estudiante más exitoso de la academia no debería de estar haciendo ese tipo de juegos infantiles y era obvio que esos dos no dudarían en abrir la boca ante los maestros a cargo.

Buscó silenciosamente con la mirada la ropa que el chico de pelo negro había llevado como cambio. No tuvo problemas para encontrarla, estaban cerca de uno de los casilleros instalados en el amplio cuarto. Tomo la ropa que consistía sencillamente en una playera negra y pantalones de jean del mismo color. No olvidó tomar las sandalias, la toalla y el celular del muchacho también. Tikeando mentalmente su lista, salió del vestidor sin dejar rastros de él, aunque sabría perfectamente que, por instinto, Sebastián sabría que él había pasado por allí. Digo, ¿quién más podría dejarlo a él, sin nada más que sus audífonos, en los vestidores que estaban a metros de las cabañas? 

Luego de correr hasta el puesto de cosas pérdidas para arrojar en la caja la ropa y el celular de Sebastian, cerciorándose de que nadie le viera, llegó hasta su cabaña, se encerró allí y se lanzó a su cama. Luego de unos minutos, comenzó a reír nervioso, aun sintiendo adrenalina en sus venas. Jamás había hecho una travesura de esa magnitud. La verdad era que las bromas con las que respondía a los maltratos del pelinegro y sus amigos, dentro de la academia, consistían en un simple comentario mal intencionado, una infantil trancaída, como mucho esparcir un rumor idiota que de alguna u otra manera todos se creían. Pero jamás había hecho algo así y, a pesar de sentirse como un niño en primaria, el cosquilleo en su estómago le decía que lo había disfrutado. Poco a poco dejó de reír y tomó su Nintendo DS que hasta ahora había estado en su mochila, pero su sonrisa no se desvaneció sólo hasta que estuvo completamente sumergido en el juego de aventuras que estaba jugando

 *****

 -¡No me quedaré atrás, ese enano las pagará, lo juro!- gritaba airado el moreno en la cabaña, teniendo al pelirrojo asintiendo a su favor, casi tan enojado como él, y al pequeño rubio tapándose la boca con la mano para no dejar escapar ninguna carcajada.

Era entrada la noche y el chico ya estaba vestido. Tampoco le había costado dar con su teléfono celular y su ropa gracias a aquel chico de su clase. Pero la dignidad casi se le iba en toda esa trampa que ese idiota había planeado.
Luego de buscar sus cosas por toda la habitación de los vestidores y darse por vencido al ver que solo estaban sus audífonos negros donde debían estar su playera y pantalones, volvió a encerrarse en la ducha que había utilizado antes. Tenía rabia con esa rata de ojos azules que había entrado silenciosamente allí, porque aunque nada se lo decía concretamente, ¿quién más podría hacer eso contra él? Tenía rabia con el mismo por no tener más cuidado y subestimar al enano. Lo peor de todo es que allí estaba, solo, desnudo e indefenso, esperando que alguien confiable llegara. Así se quedó casi por cuatro horas.

Al principio se habían perdido en su mundo, hablando de un montón de tonterías de amigos. Pero luego se dieron cuenta de que Sebastian estaba tardando demasiado, cosa que tampoco los altero mucho, ya que Jaime dijo que quizá se había topado con Michelle antes de venir con ellos. Pero cuando comenzó a oscurecer Patrick empezó a alterarse, teniendo en cuenta que el castaño estaba solo, así que luego de debatirse si ir o no a buscar al pelinegro, fueron a la cabaña que los tres compartían. No lo vieron allí, pero sí estaba el delegado de la clase a fuera de la puerta con la caja de cosas perdidas donde yacían las pertenencias de Sebastián. De inmediato el rubio de gafas comprendió qué era lo que había pasado por la mente de Miguel Ángel y echó a correr a los vestidores de hombres.

-Admite que la hizo buena- comentó Matías, sin poder reprimir más la risa -Un clásico, qué puedo decir.

 -¡Este no es momento para reírse!

 -¿De qué lado estás, Matías?- replicó el ojiverde, pero aún los regaños de los dos más altos, el de ojos azules siguió riendo, pues le parecía algo demasiado gracioso para ser verdad.

 -¿Cómo es que caíste en eso, Sebas?- rio aún más fuerte al pensar lo torpe que había sido su amigo de ojos grises al descuidarse de esa manera.

 -Bien, bien, lo sé, fui un tonto- alargó el mencionado, sentando en la orilla de la cama donde el pequeño azulino se revolcaba de la risa -Como eres tú tan inteligente, dame una idea para contra atacar.

El rubio rió un poco más, para luego parar de a poco. Estabilizó su respiración, quitando una lágrima que había salido de sus ojos por la magnitud de la risa y echó un suspiro, para luego ponerse serio y comentarle a su amigo lo primero que se le vino a la mente, cosa que Sebastian no encontró nada mal. Mañana mismo se pondría en acción.

 *****

 -¿Tienes algo que decir al respecto, Miguel Ángel Oliva?- preguntó el rubio alto, luego de terminado su enorme sermón de "por qué no debes dejar a las personas en un baño público sin su cambio de ropa ni toallas".

 -En mi defensa, Patrick Contreras,- murmuró el ojiazul, quién estaba sentado de rodillas en la esquina de su cama, como quién está a punto de ser condenado, siguiéndole el juego a su amigo, quién no consideraba lo que había pasado como un juego -, lo hice en nombre de mi guitarra, "Azu-nyan", asesinada recientemente el día de ayer a manos de Sebastián Herrera, por lo que- su "testimonio" fue interrumpido por una almohada que dio directo a su rostro, para luego echarse a reír sobre la cama, mientras que su amigo rubio le miraba con el ceño fruncido.

 -¡No te tomes esto a la ligera, Ángel!- le volvió a regañar el más alto, intentando parecer duro, pero de inmediato se contagió de la risa de su amigo. -Hablo en serio, oye, sabes que él se vengará, ¿verdad?- musitó una vez calmada la risa.

 *****

La idea era hacerlo lo más rápido posible, antes de que la clase de educación física de Miguel Ángel terminara.

Los estudiantes en el campamento se habían dividido en dos clases, la A y la B. Para suerte de los maestros, Oliva había quedado en la A, mientras que Herrera estaba en la B. En otras palabras, el hecho de que estuvieran separados era algo bueno, o eso pensaban ellos. 

El pelinegro se escabulló con su amigo pelirrojo, con el pretexto de tener que ir al baño, aunque esto no era del todo mentira. La noche anterior había organizado todo, con el pequeño rubio poniendo poca atención, ya que como él estaba en la misma clase que el castaño, no participaría tanto en la broma.

Cómo Jaime era más alto, fue él quien colocó el balde con agua (o lo más parecido a esta) sobre el umbral del vestidor de hombres.

-¿Estás seguro que no caerá antes de tiempo?- preguntó el ojiverde, preocupado por sus otros compañeros que nada tenían que ver con ese embrollo.

 -Seguro. La única manera que caiga es tirando de la cuerda- aseguró Sebastián, mostrándole al más alto la cuerda que tenía en las manos.

La idea ahora era que Matías terminara de asearse lo más rápido posible, antes que el azulino más alto, para así salir afuera y tirar de la cuerda justo antes de que Miguel Ángel pasara por el umbral de la puerta de los vestidores. Un clavo saca a otro clavo. Un clásico responde a otro. O algo así había dicho el pelinegro alto la noche anterior.

Corrieron juntos hasta donde estaba reunido todo el grupo B, al ver desde lejos que la clase de la rata (como había decidido llamarle Matías al castaño) se acercaba hasta los vestidores. Lo único de lo que se arrepentía el ojigris de todo ello era que no podría ver al chico más bajo siendo empapado por ese líquido que ni siquiera él mismo sabía de donde venía exactamente.

Odiaba el entrenamiento físico, era una de las cosas que más odiaba en el mundo, además del spoiler y los mangakas que asesinaban a sus personajes favoritos. Pero lo bueno era que al fin habían terminado la clase de gimnasia de ese día. Se separó de Patrick solo para tomar la ducha, luego se encontrarían en su pequeña cabaña.

No lo vio venir, de verdad no pensó que ese bastardo haría una jugada frente a tanta gente. Pero claro, él no estaba ahí. Él era impune de todo cargo que se le acusara.

¿Era agua? No lo sabía. Pero algo helado cayó sobre su cabeza cuando salió de la habitación de los vestidores, recién duchado.

-Oh, por Dios, Oliva- exclamó uno de los chicos de la clase, que venía saliendo justo detrás de él.

 -¿Qué es eso?- murmuró otro, que venía detrás del primero.

 -No lo sé ¿Agua?- respondió el chico, viéndose empapado por un líquido, algo más espeso que el agua -¡No, no es agua!- dijo con una voz más aguda de lo usual debido al sentimiento de asco que se revolvía en su estómago al acercar la vista a sus brazos mojados y detectar la textura del líquido.

 -Y huele mal- musitó uno de los jóvenes que se amontonaron en la entrada de los vestidores para ver a Miguel Ángel cubierto de algo que no era agua.

De inmediato todos, incluido el castaño, se dieron cuenta de que el comentario de uno de los chicos era verdad. Algunos regresaron al baño para evitar la fetidez, otros simplemente se taparon la nariz e intentaron ayudar al pequeño de ojos azules. Pero, siendo sinceros, la escena era bastante divertida. Miguel Ángel no era bajo en estatura, pero el chico sí era uno de los dos más pequeños de todos los de último año en Green, así que verlo allí, empapado por algo de mal olor, justo después de bañarse, era bastante cómico, tanto que ninguno pudo contener la risa luego de unos minutos. El ojiazul no podía culparlos, debía de ser gracioso, en cierta manera, ver al siempre tan serio Oliva de último año, el gran estudiante estrella en la típica escena de cachorro mojado a las afueras de los vestidores. No pudo evitar que le tomaran algunas fotos cuando volvió a entrar a los baños a ducharse y cambiarse. "¡Son para el recuerdo!" dijeron entre carcajadas los muy imbéciles cuando intentó quitarles sus cámaras o celulares. Por su parte, el pequeño rubio estaba en el umbral de la puerta grabando todo para su amigo, pensando de qué manera se defendería Miguel Ángel ante esto.

 *****

Entro en silenciosamente en la cabaña de los tres chicos, aun sabiendo que todos estaban en clases. Pero de todos modos el corazón le bombeaba más rápido de lo normal y no era para menos. Se suponía que debía estar en la enfermería, sufriendo de una lesión en el tobillo hecha debido a que tropezó en medio de una excursión al bosque esa misma mañana, solo hace media hora. Lo cierto era que sí le dolía bastante el tobillo, pero estaba en la enfermería, solo, esperando por el profesor José -quién fue a la ciudad a por más vendas para tratar su pie, el cual solo resultó tener una lesión leve y, gracias a los ruegos del chico, no lo enviaron a casa-, mientras estaban todos los alumnos en el bosque, con las cabañas vacías. Era una tentación demasiado grande para no caer en ella.

La noche anterior, del mismo día de la broma del balde de agua (nadie aún sabía qué demonios eran esos líquidos que cayeron sobre el castaño), les habían anunciado a todos sobre la excursión al bosque que harían juntos, obviamente, guiada por los profesores a cargo. También esa misma noche en la pequeña cabaña, Miguel Ángel se estaba calentando la cabeza buscando una idea para contra atacar al ojigris, y debido a que no lograba pensar en nada, recurrió a su última carta. Patrick.

-¡Vamos, Pat, tienes que ayudarme!- rogaba por detrás del libro que su amigo rubio de anteojos sostenía frente a su rostro.

 -¿Por qué debería hacerlo?- preguntó, indiferente.

 -¡Porque él tiene a dos aliadas y uno de ellos es inteligente!-

 -¿Estás llamando a Jaime tonto?- volvió a preguntar el más alto, esta vez quitando de su vista el libro que había estado leyendo, quedando cara a cara con el ojiazul.

 -De hecho- respondió el aludido, sin siquiera contenerse un poco.

 -Que insultes a mi amigo te da menos 'chance' de recibir ayuda- rio fingidamente.

 -¿Y ni siquiera te apiadas de tu amigo que fue empapado por líquidos de dudosa procedencia?- musitó el más bajo, poniendo su mejor cara de cachorro abandonado, aunque era un hecho que esto, además de ser un intento fallido, no funcionaba en Patrick, quién rio al recordar la escena -¡Ahora te ríes de mí! Con esto me queda claro que estoy en menor categoría como amigo- ceñudo y haciendo un puchero, el castaño se bajó de la cama de su amigo rubio, para luego echarse en el piso.

 -No es eso, vamos, admite que fue gracioso, te veías tan adorable~- se carcajeo el de ojos café, recibiendo una mirada asesina de su amigo -Bien, bien, pero, dime ¿qué se supone que debo hacer para ayudarte? Después de todo, yo no estoy a favor de todo esto.

 -Sólo dame un empujón, no conozco mucho a Herrera, dime algo con lo que pueda fabricar una buena broma, es solo eso- quería seguir rogando, ya que Patrick no parecía estar del todo convencido, pero todos modos esperó pacientemente.

 -Sus libros- suspiró por fin, sintiendo que traicionaba en cierta parte al pelinegro.

 ¿Cómo no lo pensó antes? Claro, Sebastián adoraba las tragedias de Shakespeare, de hecho, eran los únicos libros que tocaba, sin exagerar, según Patrick. Era algo seguro que los había llevado consigo al campamento.

Luego de sabotear la cerradura de la cabaña, lo cual no fue del todo difícil ya que las habitaciones eran en verdad viejas, entró en ella asegurándose de que nadie le viera. Lo primero fue el olor que desprendían las paredes de aquella cabaña. Diablos, con razón su tía hablaba tanto de lo asqueroso que podía llegar a ser su padre cuando era joven. Lo segundo fue el desorden. La pequeña cabaña que compartía con Patrick parecía la casa del mismísimo Rivaille de “Shingeki no Kyojin” comparado con aquel chiquero que hacían llamar habitación. Imaginó un desorden así por parte del pelirrojo ese, incluso por parte de Sebastián, pero jamás pensó que aquel pequeño de ojos azules, Matías, podía vivir de esa manera.

Suspiró, tratando de no aspirar el "aire toxico", y pasó entre la ropa, latas de bebidas y otras cosas las cuales no pudo identificar su procedencia, que yacían en el suelo, hasta llegar a lo que parecía la cama del ojigris. La ropa de color negro delataba esto.

Luego de unos momentos intentando ubicarse, justo cuando estaba a punto de entrar en pánico y salir de allí corriendo, dio con la mochila del chico alto. No le costó encontrar lo que buscaba. Estaban los tres juntos. Eran 'Macbeth', 'Romeo y Julieta' y finalmente 'Hamlet'.  Se paró del piso con los tres libros en mano, para luego colocarlos sobre la cama.

 -¡Por favor, señor William Shakespeare, disculpe mi horrible actitud cegada por la venganza!- musitó en voz baja, haciendo una reverencia al estilo japonés, ante los pequeños libros  -¡Prometo leer sus tragedias apenas llegue a casa, también veré y leeré el anime y manga de Zetsuen no Tempest, el cuál honra tu nombre!- con ello, termino su "disculpa" al gran difunto autor y volvió a erguirse.

 Suspiró y se dijo una y otra vez que estaba haciendo ello por molestar al chico, que su respeto hacia la literatura seguía en pie. Además, ese idiota le había faltado el respeto a la música tirando a "Azu-nyan" al río. Él también podía hacer algo parecido, ¿no? Con aquel recuerdo de su guitarra, comenzó con su sentencia hacia Sebastián.

*****

-¡¡Él enserio merece la muerte!!- lloriqueó el pelinegro sobre su cama en la cabaña, ya entrada la noche.

Era una escena bastante típica y/o esperable. Matías estaba retorciéndose de la risa en su cama comentando lo astuto que podía llegar a ser esa pequeña rata, mientras Sebastián veía las páginas de las tragedias del dramaturgo inglés hechas pedazos. A la par, estaba Jaime con una cara bastante enojada. Ese niño estaba en realidad molestándole.

-¿Por qué no simplemente le damos una paliza?- propuso, con evidente ira y descontrol.

 -¡Sí, haremos eso!- le apoyó el ojigris, levantándose del piso, y arrojando lejos los pedazos de papeles.

 -No, oigan, chicos- balbuceo el pequeño rubio, tratando de calmar su risa -No le den el gusto, no se rebajen a un encuentro físico- habló, recuperando el aliento.

 -¿Qué dices, Matías? Él fue muy lejos ahora, rompió Hamlet, Romeo y Julieta, ¡incluso Macbeth!- exclamó Sebastián, aún airado.

 -Piensa solo un segundo, Sebas, ¿no es esto lo que él quiere que hagas? Que te salgas de tus casillas, que te enfurezcas. Mejor usa la mente para contra atacar, igual como lo hiciste con el balde de agua- explicó el azulino, y ahora que él lo decía, el de grandes ojos grises veía la razón en sus palabras.

 -No era agua, de hecho era- comenzó a decir el de ojos verdes.

 -¡No quiero saberlo!- le interrumpió el menor en estatura, con una mueca de asco.

 -Eres una princesa, Matías.

 -¿Puede una princesa vivir entre todo este desorden de ustedes dos, cerdos incivilizados?- se defendió el azulino.

 -Pero, ¿cómo puedo contra atacar?- se preguntó el pelinegro, haciendo caso omiso de la discusión de sus amigos e incluso al insulto dirigido hacia su persona.

 -Piensa, Sebas- le ayudó un poco el pequeño -¿Cómo te atacó él a ti? Con algo que te gustaba bastante- dijo, señalando los libros rotos en el piso.

 -¿Qué le gusta a la rata? La verdad es que no le conozco mucho- la dudo entró en su mente entonces -De todos, ¿cómo supo él supo que a mí me gustaban esos dramas? No es como si mi afán de toda la vida fuera leer, de hecho, solo unos poco en Green saben que a mí- detuvo en seco sus palabras al darse cuenta de quién era esa persona detrás de Miguel Ángel.

-¡Patrick!- dijeron los amigos al unísono.

*****

-¡Tiene derecho a permanecer caballo, Patrick Contreras!- exclamó el chico alto de pelo rojizo, apuntando en la espalda del mencionado con su mano a forma de pistola.

 Era la mañana del día siguiente, y como todos esos cinco días que habían pasado en aquel campamento, los alumnos desayunaban. "El trío maravilla", como Miguel Ángel había apodado a los amigos de forma sarcástica, había "asaltado" al rubio más alto mientras este estaba en la fila para tomar su bandeja del desayuno junto a un somnoliento castaño de ojos azul cristal.

-¿Caballo?¿Enserio, Jaime?- replicó el de ojos café, quitándose la mano de su amigo de la espalda.

 -No prestes atención ahora a la dislexia de Jaime, necesitamos hablar contigo, Patrick- dijo el de ojos grises, ignorando la mirada indignada del pelirrojo.

Antes de que pudiera protestar, sus amigos se lo llevaron lejos de aquél alma perdida que era Miguel Ángel en las mañanas, sentándolo en la banca que los tres habían estado ocupando esos pocos días en el campamento.

-¿Sabían que Ángel sufre de insomnio en las noches y por las mañana es casi un zombie?- musitó el rubio, una vez que pudo hablar decentemente con "sus secuestradores".

 -¿Sabes tú lo poco que nos importa eso?- contra atacó Jaime.

 -El punto es, niño caballo, que sea lo que sea que quieran decirme, háganlo rápido, ese chico va a desplomarse dormido en el piso en cualquier momento.

 -¿Cómo sabía ese enano que a mí me gustaba Shakespeare?- Sebastián fue directo al grano, y por la mueca de "me atrapaste" en la cara de su amigo rubio más alto, supo que sus sospechas eran ciertas.

 -¡Alta traición!- exclamó esta vez el rubio más bajo.

 -Oigan, oigan, somos amigos desde hace casi tres años, es normal que en algún momento le haya comentado algo de ustedes a él, además, ¡no me metan en sus estupideces!

 -Inconscientemente o no, le ayudaste, así que ayúdame a mí también- exigió el de pelo negro.

-¿Cómo es que termine en medio de todo esto?- susurró el de ojos cafés, recordando la petición de su amigo la noche antes pasada.

 -Vamos, Patrick, ¿le ayudaste a él y no a nosotros?- dijo esta vez el pelirrojo.

 -Ángel ama, adora e idolatra a una cantante llamada Yui, siempre tiene algo de ella consigo a donde quiera que valla, es todo lo que diré- murmuró, parándose de la banca y echando a correr a donde había dejado a su amigo castaño, sintiéndose levemente culpable otra vez.

*****

Arrojó los audífonos lejos al recordar esa sensación tan desagradable, según él. Ya tenía bastante con esa tal Yui, ahora se encontraba con esa cancioncilla de porquería que el enano había estado cantando el día que se vieron en el muelle cerca del río. Era bastante triste, a decir verdad, pero era una melodía muy agradable. "La rata la canta mejor".

 -¿Qué mierda?- dijo a la nada, al verse pensando esa clase de tonterías.

 Había pensado en ello que Patrick le dijo la mañana de ayer acerca de una ídola que tenía el castaño, así que buscó en internet un poco de información de ella. Le sorprendió algo el hecho de que fuera japonesa, nunca pensó que al chico le gustara ese tipo de música. No es que como si se lo haya preguntado antes, o algo así. Pero la cosa empeoró cuando decidió escuchar una de sus canciones, solo por curiosidad, y se encontró con una llamada "Good-bye days". Se preguntó porque diablos recordaba lo que Miguel Ángel había estado cantando ese día. Fuera como fuera, ahora su problema era algo diferente. ¿Qué podía haber llevado consigo el idiota ese al campamento? Lo mejor para resolver ese misterio era jugar sucio como él: entrar a la cabaña más pequeña que él y Patrick compartían.

 -¿Aún piensas en ese asunto?- le preguntó el rubio que hasta ahora había estado en su cama escuchando música con sus audífonos.

 -Sí- asintió el pelinegro, el cual estaba parado cerca de la ventana -pero no se me ocurre qué pueda ser tan importante para él de esa tal Yui.

 -¿Sabes? Sí realmente ella es preciada para él, no creo que traiga algo tan importante.

 -¿Tú crees?- dudó el moreno ante la afirmación de su amigo.

 -Claro. Por algo le he apodado rata- dijo, mientras se paraba de la cama -es pequeño y astuto, igual que yo- rio el rubio, a lo que Sebastián revoleaba sus ojos.

 -Si tanto le aprecias, ¿por qué no te haces su amigo igual que Patrick?

 -Ay, Sebas, no le aprecio o algo parecido, la verdad es que no me va ni me viene- aseguró Matías, más que para calmar a su amigo, lo decía enserio.

Aquel chico no era de su interés. Si hubiera querido ser su amigo, desde hace ya mucho tiempo que habría persuadido a Sebastián para que hablaran y se llevaran bien. Pero como no se le venía en gana hacerlo, simplemente lo dejaba pasar. Además todas esas bromas le hacían mucha gracia.

-Como sea, ¿qué podría hacer para vengarme?

 -Mira, la única manera de saber si tiene o no algo importante que podrías robar, o lo que sea, es viéndolo con tus propios ojos.

 -Entrar a su cabaña- musitó el chico más alto, conectando las palabras del azulino con sus pensamientos anteriores.

*****

La idea era hacerlo lo más rápido posible. Entrar, buscar y encontrar, y finalmente salir de allí. Matías reclamaba una y otra vez que no era una buena idea hacerlo mientras ellos estaban comiendo, puesto que había sido bastante sospechoso que los tres hayan terminado su cena a la velocidad de la luz, para así salir corriendo del comedor. La rata no les había visto, pero en cuanto notara que los tres cómplices faltaban en aquella gran habitación, de inmediato presentiría que tramaban algo.

 -Se me hace extraño que hayamos podido entrar tan fácilmente- pensó en voz alta el pelirrojo alto, una vez que lograron forzar la cerradura de la cabaña.

 -A mí también, así que hagamos esto rápido- dijo el más pequeño, caminando directo a la cama del castaño, encontrando una mochila que parecía la suya -Además, ha sido sospechoso que saliéramos del comedor tan rápido, de seguro él notará que ¡Oh, por Dios!- exclamó el rubio azulino dejando a medias la idea que iba a decir.

 -¿Qué?¿Encontraste algo?¿Qué pasó?- preguntó de inmediato el ojigris, diciéndole a Jaime que cuidara de la puerta antes de que alguien viniera -Ohh, wow- exclamó con sorpresa, igual que su amigo anteriormente.

 -¿Qué pasa, chicos?- dijo el pelirrojo desde la puerta.

 -Miguel Ángel es un otaku- afirmó Matías entre risas, viendo el pequeño librito japonés el cuál ponía en la portada algo que no podía pronunciar dentro de la mochila del chico, donde también estaba una colección de juegos como 'Pókemon', 'Digimon' para Nintendo DS y un llavero del que colgaba una tarjeta con dibujos japoneses y un colgante del mismo -¡Miguel Ángel es un otaku encubierto!

 -No me lo esperaba- rio el pelinegro, observando el colgante en el llavero.

 -Bueno, esa cantante, Yui, es de Japón, no me sorprende tanto, si lo piensas- comentó el azulino, ojeando entre sus manos aquel libro, sin entender cómo diablos se leía.

 -Chicos, apresúrense, no tenemos tanto tiempo- les dijo el ojiverde, y tenía razón, por lo que ambos amigos guardaron las cosas en su lugar, volviendo a buscar eso por lo que habían venido.

*****

 -Me pregunto cómo es que obtuvo el autógrafo de una cantante japonesa- murmuró Jaime, viendo la playera blanca que yacía extendida sobre una de las camas de los tres amigos.

 -Actualmente la pregunta es qué es lo que dice- ironizó el más bajo, también observando la polera que tenía un estampado de la joven y en la esquina un saludo amable y la firma de Yui escrito con plumón azul en kanji, cosa que el "trío maravilla" solo identificó como "los garabatos con los que los asiáticos escriben".

 -De todos modos, ¿está escrito con plumón permanente o qué?- cuestionó el más alto de los tres.

 -Eso solo lo sabremos de una manera- dijo el de grandes ojos grises, con una sonrisa malvada posándose en su rostro, haciendo que sus amigos entendieran a lo que se refería.

Notas finales:

¡¿Qué van a hacerle a la playera de oro de Ángel?! D: Me gustaría que comentarán de que lado están ewe ¿Qué equipo apoyan?¿Al "trío maravilla" o a "la rata"? Yo en lo personal soy fan del otaku Oliva<3 ¿y ustedes?

Sa-chan: Es tonto que seas fan de tu propio personaje, ¿sabes?

No le presten atención a Sa-chan, es que está en sus días, comprendanla :3

Sa-chan: ¡Que no estoy en mis días, joder!

Bueno, nos vemos el lunes, espero que tengan un buen fin de semana :D 

Antes de irme quiero comentarles que al final de cada capítulo agregaré un dato curioso de los personajes de este fic :3 Eso, soyanara~

Dato curioso: Matías Navarro y Miguel Ángel Oliva son los dos alumnos de último años más bajo en todo Green, con 1,57m y 1,65m respectivamente. 


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