Tao caminaba arrastrando los pies, en silencio, la cabeza gacha y el rostro bañado en lágrimas que apenas le permitían ver borrosamente el suelo.
Kris. Ese pensamiento de reconcomía la cabeza y los nervios. Aun no podía creer que efectivamente su amado Kris lo engañaba con otro... con un simple secretario provocón. Tres años juntos... Todo a la basura.
Se abría paso dificultosamente entre la marea de personas que, ansiosas, compraban regalos de San Valentín para sus seres queridos. Miró la bolsa de regalo que aún cargaba, y con furia la lanzó al primer zafacón que vió en su desgraciado camino.
Sentía que su mundo se derrumbaba sin poder evitarlo. ¿Por qué? ¿Por qué justo un día que consideraba tan especial? ¿Por qué Kris? ¿Cómo pudo hacerle eso?
Alzó los ojos para mirar un chico con cara de inseguro y una cátedra universitaria cruzando a su lado mientras gruesas lágrimas humedecían sus mejillas. Al momento de cruzar por su lado, en un impulso desconocido, Tao tocó su hombro.
El chico lo miró con tristeza, y del fondo de Tao, una sonrisa aflojó. Tao continuo su camino, aun arrastrando los pies, y volviendo a fijar los ojos en el suelo. Pero sabía que ya se sentía mejor. No era el único que lloraba en San Valentín.
De un momento a otro, chocó de bruces con alguien tan distraído como el, y ambos cayeron al suelo. Tao alzo los ojos otra vez, y vio ante el un chico bajito, de ojos grandes, que aun no reaccionaba mientras dos mares salados le corrían por las mejillas. Tao se levanto y le miro. Ahora no podía siquiera sonreír.
El chico se levantó despacio, disculpándose en voz baja, y con una suave sonrisa cargada de tristeza, se marcho. Tao lo miro desaparecer entre la multitud y alzó la cara al cielo. Sin poder explicárselo, sintió que había compartido el peso que cargaba sobre los hombros.
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Kyungsoo no pudo evitarlo. Se estuvo aguantando las lágrimas mientras los veía retozar desvergonzadamente en sus asientos, haciendo caso omiso a la película. Sus grandes ojos se hallaban clavados en la morena mano que de deslizaba bajo la corta minifalda de la chica. Miro con amargura a la pareja abrazarse sin importarles donde estaban.
Al final, cuando Jongin se inclino hacia ella y unió sus labios a los contrarios, Kyungsoo decidió que ya había visto demasiado. Salió corriendo de allí, maldiciendo y lanzando frustrado las palomitas y el refresco a un bote de basura.
Maldijo como nunca. Maldijo el cine, a Cupido, a la zorra que tenia lo que siempre quiso, al amor y al día de San Valentín, pero sobre todo, maldijo al causante de su tristeza. Y corrió, corrió como nunca también, alejándose de eso que lo estaba matando por dentro.
Una mano agarrando la suya lo frenó, y con los ojos anegados en lágrimas, lo miró. Un chico rubio y cara de chica lo miraba con tristeza también, poniendo una mano en su hombro.
Kyungsoo lo miro bien. El también estaba triste. Parecía realmente herido. A pesar de que estaba tan mal, Kyungsoo le dedico una sonrisa triste, pero fue especial, era una sonrisa sincera.
El rubio lo soltó despacio y bajo la cara. Luego, se marchó, perdiéndose entre la multitud, continuando su camino.
Kyungsoo se quedo mirando el lugar por donde el chico había desaparecido, y cuando recordó a Jongin, su pecho sintió una punzada de dolor. Desesperado, echo a correr, mientras otra vez sus ojos volvían a anegarse en lágrimas.
Apretó los ojos mientras corría, hasta que chocó de bruces con alguien y fue de trasero al suelo. Se levanto lentamente, y murmurando una disculpa, Kyungsoo lo miró, y al ver sus mejillas húmedas, algo se le removió en el pecho, dándole una sonrisa que le salio del alma. Limpió disimuladamente sus lágrimas y el polvo de su ropa, y se marcho sin decir nada mas, metiéndose entre la masa de personas que se afanaban en comprar regalos de San Valentín.
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Luhan salio de su tienda preferida con los hombros caídos. Ni el Bubble Ice Tea que tanto le gustaba compartir con su amigo Sehun podía aliviarle la pena que sentía. No. Solo le haría mas daño pensar en una de las cosas que lo unían tanto a Sehun.
Su Sehun... Pero realmente Sehun no era suyo ni lo sería. Sehun no era gay. Sehun solo era y seguiría siendo su amigo, nada mas.
Apretó con fuerza su vaso de Bubble Ice Tea, frustrado. Rabia visto a Sehun coqueteando con la empleada. Le sonreía, y eso era algo que su Hunnie no hacia a menudo, no cuando no conocía a alguien. Sehun nunca fue sociable. Y eso era lo que mas le dolía al rubio. Sehun nunca lo miraría de la forma en que el quería que lo hiciera.
Salio caminando de allí como si fuera un sobreviviente de una guerra nuclear. Miraba hacia el frente, decidido a mantener su orgullo. Un chico corriendo mientras lloraba le hizo atrapar su mano y detenerlo con suavidad., poniendo una mano sobre su hombro.
El chico, de ojos increíblemente grandes, lo miro con tristeza, y Luhan le regalo una sonrisa que le salio del corazón, sintiendo la tristeza ajena. Bajo los ojos y lo soltó despacio, empezando a caminar otra vez, apretando con mas fuerza el vaso que tenia en la mano.
Continuo caminando, cansado de su vida hasta que una idea loca cruzo por su cabeza. Se detuvo y cerro los ojos con fuerza, maldiciendo bajito en mandarín, y un ligero toque en su hombro lo hizo abrir los ojos con lentitud y hizo fijar su atención una figura rellenita parada delante de el. El chico lo miraba con un toque de compasión en dos pozos de tristeza absoluta. Su voz suave le envolvió, y le alivio con solo una palabra mientras le regalaba una sonrisa. “Ánimo...” le susurro en su idioma natal antes de acariciar levemente su pelo y desaparecer entre la multitud, dejándolo perplejo.
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Minseok sentía que ya no podía perder nada más que fuera valioso para el. Rabia perdido sus padres cuando era niño, había perdido hace poco a su única abuela, y apenas minutos antes había perdido a su amigo de infancia y compañero de apartamento, Jongdae.
Camino solo, familiarizado por completo a ese sentimiento, solo con la excepción de que ahora era un poco mas intenso que antes por saber realmente cuanto había perdido ya.
Camino sin rumbo. Solo queriendo despejar su cabeza. Era lo suficiente maduro para superar otra pérdida. Había aprendido rápido, había madurado muy temprano a fuerza de los golpes que le dio la vida. Pero no se quejaba. Sabia que otros estaban peor.
Con las manos metidas en los bolsillos, capto la imagen de un chico rubio bastante joven parado entre la masa que se movía entrando y saliendo de las tiendas. Su rostro ligeramente parecido a una chica se hallaba alzado, pero sus ojos estaban cerrados con fuerza. En su mano un vaso de té de burbujas parecía querer reventar ante la presión a la que era sometido. Minseok se detuvo frente a el, viendo el abatimiento hacer mella en el.
Lo escucho maldecir en mandarín, y sonrío internamente. En un impulso, toco ligeramente su hombro. El rubio abrió los ojos lentamente y le miro. Minseok sintió compasión por el, y susurro mientras acariciaba levemente su pelo y le sonreía con sinceridad “Ánimo...”.
Se marcho silenciosamente, dejándolo perplejo. Mientras retomaba su camino, pensaba en las perdidas que había sufrido, intentando convencerse de que perder al único ser que estuvo a su lado no era tan difícil de superar. Pero a quien engañaba. Jongdae había sido su soporte cuando con 8 años perdió sus padres, su soporte cuando su abuela murió hacia un año, su único soporte cuando supo que solo le quedaba Jongdae a su lado.
Pero el mismo lo había arruinado todo. Nunca debió decirle a Jongdae lo que sentía. El menor era bastante maduro en algunas cosas, pero una declaración de parte de su mejor amigo no le iba a hacer ningún bien. Y solo había ganado su total rechazo.
Sonrío con amargura y los ojos se le humedecieron. Alguien le agarro del brazo con gentileza, y una voz algo ronca dijo bajo “Aunque se caiga el mundo, sonríe”. Minseok lo miro, y sus ojos se clavaron en los de un sujeto bastante alto. Los ojos del otro estaban hinchados y enrojecidos. Aun así, le dedico una sonrisa que bajo la comprensión tenia un matiz de tristeza desesperada.
El alto chico palmeo su hombro y cruzo por su lado, con las manos en los bolsillos y los ojos caídos.
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Chanyeol caminaba con ganas de pegarse un tiro. Vivía una autentica pesadilla. Su precioso cuento de hadas se había deshecho, y solo le quedaba una dolorosa desesperación al ver que su Baekhyun se deslizaba inexorablemente de sus brazos y no podía evitarlo.
Su novio, con el que celebraría su quinto aniversario, tenia un cáncer terminal. Y nunca se lo dijo. Y ahora se moría en esa camilla de hospital.
No era justo. Esa mañana se había levantado temprano y había hecho el desayuno para su novio dormilón. Todo iba de rosas. Las sonrisas de Baek mientras desayunaban y se abrazaban. Pero al momento en que Baekhyun perdió el sentido cuando bajaba las escaleras lo llevo a ver el silencioso infierno que había bajo toda esa calma. Allí el médico le dijo que Baekhyun estaba en etapa terminal.
Caminaba como zombie, intentando asimilar la noticia de que el tiempo que vivió con Baekhyun había sido mas que valioso. Sus ojos se posaron en una figura solitaria y rellenita que se hallaba llorando en silencio. El corazón se le oprimió, y recordó lo mucho que se esforzaba Baek para aliviar las penas de los demás. Se acerco y tomo el brazo del chico con suavidad, procurando no asustarlo, y dijo las palabras que Baek solía decirle cuando estaba triste “Aunque se caiga el mundo, sonríe”. Sintió como si fuese su pequeño Baek el que hablaba, y una sonrisa le floreció en los labios.
Lo vio alzar los ojos y mirarlo con sorpresa. Chanyeol siguió su camino, con las manos metidas otra ve en los bolsillos y la cabeza gacha. Le quedaba poco tiempo con su Baek.
Camino despacio, pateando piedrecitas. Alzo los ojos y miro la universidad donde solía ir a buscar a Baekhyun. Alguien que salia corriendo de allí se estampo contra el como una postal y cayo aparatosamente de trasero. Sus lentes salieron volando, y Chanyeol se apresuro a agacharse y ayudarlo a levantarse. Se agacho otra vez y le devolvió sus lentes.
El chico se mordía con fuerza el labio inferior y sus ojos estaban acuosos. Chanyeol lo escucho disculparse e inclinarse. El chico parecía querer salir corriendo, pero fijo sus ojos en el y le dedico una cálida y triste sonrisa mientras apretaba su cátedra universitaria.
Chanyeol se quedo mirándolo, y el dijo bajo, cruzando a su lado “Escucha al corazón...solo a el”. Salio corriendo otra vez, apenas dándole tiempo a procesar. Chanyeol se quedo quieto unos segundos, y luego echo a correr otra vez de vuelta al hospital.
Su Baek estaba solo. Y el estaría con el hasta el último momento, hasta que se despidiera de el para siempre. Y seria su sonrisa la que lo acompañara al mas allá. Baek lo necesitaba.
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Yixing miro a su profesor, mordiéndose el labio por milésima vez, fracasando en mantener sus ojos secos. En los ojos de Joonmyeon había cansancio y dolor. En sus ojos veía lo hondo que sentía la aflicción. En sus hombros caídos veía el peso de la responsabilidad y el deber.
Yixing asintió lentamente. ¿De que le servía ser uno de los mejores, tener los mejores padres que nunca deseo, tener todos los caprichos que se le antojaban, si no podía tener al único que quería? Para nada. No le servía para nada. La relación maestro-estudiante estaba prohibida, censurada.
Joonmyeon se dejo caer en la silla de su escritorio, con la cabeza entre las manos. Yixing salio del aula, procurando mostrarse tranquilo, no queriendo ahondar la tristeza y la frustración del profesor que amaba con todas sus fuerzas.
Para los demás, Joonmyeon era el profesor Kim, pero para Yixing, él era Joonmyeon, Suho, su amigo, su guardián, su ángel, su amante... y su maestro.
Salio huyendo. Literalmente. Pero no llego muy lejos, porque en las puertas de la universidad choco aparatosamente con alguien que miraba distraído el campus universitario. Cayó al suelo y sus lentes volaron de su cara, y el alto chico con el que había chocado le ayudó a levantarse, devolviéndole sus lentes en seguida.
Se disculpó e hizo una venia, deseoso por marcharse lejos y llorar con todas sus fuerzas, desahogar el nudo que le atenazaba la garganta.
Pero sus ojos miraron detenidamente al chico con el que chocó. Sus ojos enrojecidos e hinchados de llorar le hicieron dulcificarse. Su mirada triste, desesperada y resignada le movió algo dentro, y con su coreano imperfecto, cruzo por su lado mientras le susurraba “Escucha al corazón...solo a él”. Salió corriendo otra vez.
Una vez afuera de los terrenos de la universidad, amainó un poco el paso y caminó rápidamente, sin rumbo, sin saber por donde caminaba, a donde se dirigía. Se metió entre un conjunto de tiendas, de las cuales salían y entraban decenas de personas que compraban sus regalos de San Valentín.
Apretó su cátedra, esa que su Joonmyeon le había regalado el primer día que le conoció. Miro a su alrededor y comprobó que estaba perdido, total, no le importaba.
Alguien toco su brazo, y armándose de valor, lo miro. Un chico parecido a un panda lo miro con tristeza, y de la nada le dedico una sonrisa de esas que te dicen que todo estará bien.
Yixing lo miró alejarse, hasta desaparecer.
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Y lo curioso de todo era esa sonrisa.
Una sonrisa cálida y fría, triste y alegre, comprensiva y terca, silenciosa y expresiva.
Solo... esa sonrisa. Todos conectados por ella.